Rafael Argullol: El viaje exterior sin reelaboración interna se convierte en puro deslizamiento por la superficie.
Delfín Agudelo: Todo viaje implica desciframiento, tanto personal como exterior. También es posible que nuestros viajes interiores terminen siendo un juego de rastrear el viaje de algún otro. Siempre seduce descubrir el sendero del otro viajero. Pero, en muchos casos, el verdadero enigma es nuestra casa, nuestra ciudad y nuestro país.
R.A.: Juega un papel importante la sensación que tuve desde muy joven de que la patria no era nada de lo que nos decían los historiadores, políticos o educadores, sino que la patria, si podemos utilizar esta palabra, era algo que siempre estaba delante nuestro, buscando un origen. Yo lo relacionaría con la sombra: uno de los grandes descubrimientos cuando eres niño es que tienes sombra, que está detrás de ti. Con respecto a la sombra, hay un segundo descubrimiento que tenemos en la edad adulta y es que no hay sólo una sombra detrás, sino que también hay una sombra delante. A mí lo que me ha pasado es que siempre he perseguido esta sombra que está delante pero buscando en esa sombra también lo que dejaba atrás, lo que estaba en el origen. A partir de aquí siempre he visto la vida y la literatura como un viaje, como una especie de juego de espejos ilimitados. Yo me reflejo y me voy reflejando en paisajes futuros, pero al final de todo este juego de espejos lo que espero encontrar es el paisaje original, que no me pueden entregar ni los políticos ni los historiadores, ni me pueden otorgar conceptos geopolíticos. Es más bien, valga la contradicción, una sensación espiritual. Por eso pienso que la mejor muerte que alguien puede tener es aquella en la cual la sombra que tienes delante y la sombra que tienes detrás lleguen a coincidir, se superpongan. Deberíamos morir exactamente en aquél momento en que llegamos a ese paisaje del futuro, que sentimos al mismo tiempo como paisaje del origen.
D.A.: Pero la patria que conoces, ¿es sombra venidera o sombra del pasado?
R.A.: Esto solo indirectamente puede tener que ver con ciudades natales. La ciudad natal te proporciona algunos de estos espejos fundamentales en ese juego, pero no creo que te proporcione el espejo último y esencial. Esa superposición entre la sombra que dejamos atrás y la sombra que tenemos delante se puede producir en la ciudad en la que has nacido, pero también se puede producir en cualquier lado. Lo importante no es el lugar físico, sino que llegue a producirse esa sensación. En el momento en que se produjera esa sensación sobraría todo arte y toda literatura porque creo que todo lo que hemos llamado literatura, absolutamente todo, es un intento de buscar ese momento en que se superpongan las sombras que tenemos delante y detrás. Es decir, en que se superponga lo que buscamos y aquello que hemos dejado detrás nuestro, en un lugar indeterminado de nosotros mismos. Toda la literatura es eso. Por eso es tan distinto el tiempo de la ciencia al tiempo de la literatura: el de la ciencia es acumulativo, siempre busca dar nuevas respuestas para viejos enigmas; y el tiempo de la literatura es formular nuevos enigmas como equilibrio o contraposición de los viejos enigmas. Pero si llegáramos a revelar el enigma por antonomasia, sobraría toda literatura.