Sergio Ramírez
Pero no hay que equivocarse. Estos jóvenes que dejan la discoteca un sábado por la noche para hacer fila en la taquilla de un teatro donde se va a leer poesía, no han cambiado poesía por novela; no es esa la escogencia. Buscan un significado más allá de lo que la sociedad de consumo depara todos los días, y buscan repuestas. Empiezan a creer que los poetas pueden dárselas. Hay un vacío espiritual evidente en este comienzo de siglo, cuando todas las respuestas parecen haberse agotado, y no es escandaloso decir que esas repuestas están, otra vez en la obra misma del espíritu, la poesía quizás la mejor de ellas.
Lo que me apasiona es que sean jóvenes los actores de esta búsqueda, que es, a fin de cuentas, filosófica. No existe decadencia eterna, ni vacíos a largo plazo. Este nuevo siglo dará paso a una nueva dimensión de valores, en el retorno del péndulo alejado ahora hacia el páramo. Y esa vuelta será una vuelta ética. La poesía, llena de significados, no solamente el amatorio, puede encarnarla.
Por eso es que el Premio Cervantes concedido a Juan Gelmán, el admirable poeta argentino, es un aviso de que ese momento de la resurrección de los símbolos trascendentales de la poesía, está llegando.