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Gajes de la fortuna

Casi todos creemos que la suerte está en deuda con nosotros. "¡Ya me tocaba!", respiramos contentos una vez que esa arisca señorita se ha puesto al fin a mano. Lo cual supone, por ese pérfido sistema de compensaciones que acostumbra tener el destino, la inminente desgracia de los otros. "¡Ya le tocaba!", exclamamos moviendo la cabeza cuando nos dicen que ayer mismo estiró la pata el simpático viejecillo de la esquina. Por más que ciertas almas buenas y puras insistan en abrir ambas extremidades superiores para abrazar cálidamente al universo entero, lo probable es que varios millones de salados permanezcan imperturbablemente infelices, más aún si tuvimos el mal gusto de sonreír en su triste presencia.

     Si atendemos a las leyes de probabilidades, encontraremos el consuelo de que matemáticamente cada nueva desgracia nos acerca al opuesto correspondiente, pero ya bien sabemos cómo la suerte juega con las variables, sin dignarse siquiera ver hacia las constantes Solamente observemos al salado tenaz que va perdiendo sueño, autoestima y apego a la existencia frente a una insaciable tragaperras. ¿Quiere acaso ganar un dineral, o se conforma con recuperar lo perdido? ¿Y si sólo aspirase a dar un golpe espectacular, por más que todo lo recuperado, y veinte tantos más, terminen escapando por el mismo agujero? Romántico insaciable, el perdedor no espera que la fortuna se quede a dormir, pero reclama a gritos el derecho a llevarse -a la tumba, aunque sea- la huella de sus labios agridulces.

     El suertudo comete, por default, el desliz de pensarse simpático. Y guapo, y ocurrente, y adorable, cuando a leguas se ve que ya no es él, sino sólo su suerte quien cosecha esas dosis groseras de popularidad, odiosas a los ojos de todo salado. Pues la suerte acostumbra llegarnos como el balón a los pies del futbolista: rica en promesas y oportunidades, pero asimismo perseguida por decenas de pies dispuestos a aplastarnos por arrebatárnosla. ¿Nos parecen acaso simpáticos quienes por el momento usurpan esa cumbre despeñadiza que desde tiempo ha nos corresponde?

     Poco sabe de suerte quien la ha tenido siempre de su lado, y por lo tanto desconoce el vértigo magnético que habita las entrañas de la perdición. La costumbre del triunfo es, como bien recuerdan quienes ya la han perdido, predecible y de paso traicionera: ese doble atributo que escolta a la soberbia y de pronto delata un pacto con el diablo. Perder, en cambio, nunca es una rutina. Puesto que si realmente asumiera uno la condición de perdedor, tendría que ser un bestia para seguir jugando. Como el ferviente amante para quien deseo y distancia son factores directamente proporcionales, quien soporta el asedio de la mala sombra avista en su destino un inminente cambio de señales, sin el cual ni una sola de sus penurias habría tenido algún sentido. ¿O es que a alguien le apetece padecer sin sentido? ¿Quién, que salga hecho polvo de una mesa de black jack, no va a sentirse entero y vigoroso si colige que todo tuvo un por qué?

     Nadie como el salado para desarrollar teorías personales en torno a la fortuna. Así como el fallido seductor tiene todas las fórmulas químicas y esotéricas para obtener el sí de una mujer esquiva, el salado se basa en su falta de experiencia como triunfador para, teóricamente, dominar el tema. Por lo demás, ser los favorecidos por la suerte difícilmente ayuda a comprender cómo fue que llegamos hasta allí, menos aún a predecir cuándo y cómo la suerte nos dará la espalda. Y esa es precisamente la gracia de la suerte: no hace cita con nadie.

     A diario cortejada con rastrera insistencia por catervas de vagos y tramposos, no son pocas las veces que la suerte prefiere entregarse a los guiños chulescos del fullero antes que responder a las rosas y orquídeas del pretendiente honesto. ¿Por qué nos sigue una, si queremos a la otra? ¿Será que no ha aprendido a distinguirnos? Según reportan ciertos usuarios exigentes, parece que la buena fortuna nunca será tan buena para dejar de sospecharla mala, pues al día siguiente del idilio ya resulta aburrida y ordinaria. La mala suerte, en cambio, cuenta entre sus ventajas la camaradería de todos los salados del mundo. Porque es cierto que la desdicha inspira confianza, tanto como la extrema ventura provoca algún recelo inexplicable. ¿Cómo entonces queremos que la suerte se quede, si la obligamos a vivir escondida?

     Con frecuencia, los optimistas incurables apostamos la vida a que el día siguiente será mejor que el previo. Que volverán las risas, los besos, el amor. Y aquí estoy, contemplando girar a la ruleta con la suma final de mis fichas sobre el tapete verde, creyendo que mañana será al fin otro día.

 

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1 de febrero de 2008
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Lecturas para enfermos

Tiene un falso prestigio la leve enfermedad. Esos catarros invernales que te permiten estar ausente del trabajo, la calle, los amigos durante unos días. En la cama, en el sofá, acatarrado y con ganas de ver alguna vieja película, de leer alguna vieja novela. Comer poco y caliente, y beber leche con miel y coñac. Siempre me parece un buen plan... hasta que me toca. Es la segunda vez en el año que me toca. Y cada vez me toca peor. Ya no tiene el encanto con el que recordábamos nuestros pequeños malestares. No aguanto bien las películas, se aumenta el deseo de dormir ante la televisión. Y me cansan las novelas.

¿Qué hacer? Dos remedios. Uno el mismo que utilizo desde la infancia. Leer a Tintín. Nunca me decepciona.

/upload/fotos/blogs_entradas/electrones_med.gifY otro. Leer aforismos. Un buen libro de aforismos nos hace sonreír, pensar, nos devuelve el espíritu de lo irónico, está cerca de la poesía y es una depuración de la prosa. Bergamín, gran aforista, decía que el aforismo era una "dimensión figurativa del pensamiento". Lo recuerda el poeta, y novelista, Carlos Marzal que acaba de publicar un libro de aforismos. Un libro que merece ser sacado de esa clandestinidad en que se mueven los aforistas. Inaugura colección en la editorial Cuadernos del Vigía. Bienvenidos. Mientras sigo con mis virus, aquí quedan algunos aforismos de Marzal:

"Tengo por el engaño y el autoengaño una viva admiración: la del enfermo a su fármaco"

La siguiente la podría firmar Lamela si fuera otro, si fuera un místico, si supiera sufrir, si supiera leer. Y que me perdona Carlos Marzal por la ocurrencia.

"La cirugía de vivir, sin anestesia: que todo duela y se goce en su absoluto"

Uno sobre el paso del tiempo: "La pereza de la edad comienza a pesarnos el día en que uno se plantea lo trabajoso que resultaría volverse a enamorar"

Y una para todos en general, y algunos en particular.

"Un tonto bienintencionado es un tonto múltiple, porque nos niega el verdadero enfado".

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1 de febrero de 2008
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Memorandum sobre política exterior

A: Ganador del 9-M
RE: Afírmese
FECHA: 10 de marzo de 2008

Sea osado en política exterior

Construya sobre lo que ya se ha conseguido. Después, atrévase a lanzar sus nuevas propuestas y, sobre todo, manténgalas.
Enhorabuena por su victoria. Debe prepararse para lo imprevisible, pero empiece a planear lo previsible. La política exterior, por diversas razones, no ha brillado durante los pasados cuatro años, en los que no pareció ser (importa poco que la percepción fuera fundada o no) una de las prioridades del presidente del Gobierno, más volcado en las cosas de casa. Y cuando falla el input presidencial, en nuestros tiempos falla mucho. No se duerma, presidente. Sea osado. En esta legislatura habrá ocasiones para hacer una política exterior firme y clara. El próximo enero, EE UU estrenará presidente. Nicolas Sarkozy, en Francia, no para de lanzar iniciativas. No se limite a rechazarlas ni a secundarlas; lance las suyas. Eso sí, no repita el error que se cometió en la anterior legislatura: anunciarlas sin tenerlas bien atadas. Las estrategias se diseñan para ejecutarlas, no para contarlas. Aunque también debe saber explicar la política exterior a una ciudadanía más interesada. Ése fue un gran error de José María Aznar, quien no sólo se equivocó de guerra sino que llevó a cabo una política exterior que la opinión pública no siguió, sin pedagogía alguna.
Busque el consenso, pero no se obsesione con él. Es una ilusión en política exterior que rara vez se ha dado en la democracia española, salvo en lo referente a Europa, y aún. La non nata Constitución Europea supuso una ocasión de consenso; poco más. Ahora bien, un país mediano no puede permitirse proponer iniciativas y luego abandonarlas. Construya sobre lo ya conseguido. Acumule.

 .....

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Publicado en Foreign Policy Edición España el 1 de febrero de 2008

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1 de febrero de 2008
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Sesión VI. Cuentos Comentados

Como decimos en el comentario a uno de los textos enviados, la primera persona no resulta tan fácil como pueda suponerse, pues implica un esfuerzo mayor del narrador (del narrador prolijo queremos decir) para que no se note que todo es un artificio destinado a su lectura. No resulta fácil porque la primera pregunta que le hacemos es: ¿a quién le cuenta? Y ello supone dos posibilidades: o bien le cuenta directamente al lector, como si este fuera su obvio interlocutor, o bien -más difícil- procura plantearse como un narrador mucho más íntimo que casi está hablando consigo mismo. Para lograr este efecto es menester dejar grandes zonas de sombras y acudir a elipsis que acicateen la imaginación del lector y lo inviten a llenar esas áreas desiertas, a proponer sugerencias, a deducir lo que no se cuenta. Y esto requiere esfuerzo, lectura y mucha paciencia. Hemos visto esta semana muchos textos y nos alegra que gran cantidad de ellos se han acercado mucho a su cometido. Los que colgamos nos parecen particularmente ejemplares tanto en lo positivo como en sus pequeñas imperfecciones, pero también por los distintos ángulos que se han elegido para narrar.  Los esperamos la próxima semana y les invitamos a participar con sus comentarios puesto que el análisis y la crítica son fundamentales para el escritor. Buen fin de semana!

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1 de febrero de 2008
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Mollina

/upload/fotos/blogs_entradas/mollina1_med.jpgMe arrastro completamente febril de la cama al ordenador sólo para desearos que paséis un buen fin de semana, no creo que pueda escribir más, me encuentro al límite de mis fuerzas. De todos modos aprovecharé para decirle a Jose, que intervino en este blog hace unos días, que ya lo he localizado, sobre todo por lo de "Stephen King mollinense". A los que no están enterados les diré que el mes de julio pasado estuve dando unas clases talleres de literatura en un pueblo de Málaga, que se llama Mollina, donde existen unas estupendas instalaciones para los jóvenes, toda una pequeña ciudad con sus calles, avenidas, parques, aulas, comedor, habitaciones, etc. Bueno, pues allí nos reuníamos cuatro horas todas las mañanas unos chicos bastante interesados por la literatura y yo. Fue muy divertida (y también agotadora) aquella maratoniana experiencia, donde Jose se reveló como un fanático de Stephen King. Traté de hacerle comprender que fuera del pesadote de Stephen King también hay vida, pero no creo que lo consiguiera, ¿o sí?

Saludos efusivos a todos los de Mollina.

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1 de febrero de 2008
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Los libros que me hicieron así

/upload/fotos/blogs_entradas/le_morte_darthur1_med.jpgTendemos a pensarnos como el resultado de circunstancias genéticas e históricas: las características de nuestro cuerpo y de nuestra salud nos vienen por vía sanguínea, las características de nuestro derrotero dependen del mundo -el tiempo, el lugar, el sitial preciso en la escala social- que nos haya tocado en suerte. Pero yo creo además que también somos producto de otras filiaciones, acaso -tan sólo acaso- más electivas. Estoy convencido de que en buena medida somos quienes somos a causa de los libros, las películas, las músicas que hemos amado -los libros, las películas, las músicas de de algún modo nos han elegido. ¿Se habría transformado T. E. Lawrence en Lawrence de Arabia de no haberse sentido convocado por sus libros favoritos (La Odisea y Le Morte d'Arthur, que lo acompañaron a su campaña en el desierto) a un destino manifiesto?

Yo creo que soy quien soy, y quien quiero ser, no sólo debido a mi familia y al tiempo y el lugar en que vine a nacer, sino también por obra y gracia de las ficciones que me moldearon como masilla tibia. ¿A qué causa mayor deberíamos atribuir la personalidad del Quijote: a la leche y los cuidados maternos o al permanente influjo de la literatura de caballería?

Durante siglos se nos ha sugerido que el hombre tiene la capacidad de elevarse por encima de sus circunstancias originales. Yo coincido con el dictamen, y precisamente porque coincido creo que las ficciones de las que nos enamoramos nos sirven de nave y de timón hacia el destino elegido.

Existen infinitas formas de escribir una biografía. Una de las menos transitadas y de las más precisas sería la de interpretar la vida a la luz de las obras artísticas que le otorgaron al hombres sus ilusiones, su imaginación, su ética y su horizonte. Aunque más no sea para probar si lo que acabo de decir es practicable, durante las semanas siguientes intentaré listar cuáles son las obras que, hasta donde veo, me han convertido en lo que soy.

Mañana mismo empiezo.

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1 de febrero de 2008
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Galería de espectros: Edipo

Edipo y la EsfingeRafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he divisado los ojos ciegos del de Edipo.

Delfín Agudelo: Al pensar en Edipo, no puedo dejar de imaginar la noción de fatalidad de la encrucijada de los caminos, y de los que decidirán su destino.

R.A.: En todo el destino, en todo el itinerario de Edipo, siempre hay sucesivas encrucijadas. De hecho, es un personaje que representa como pocos esa necesidad nuestra de decidir en la encrucijada continua que es cada uno de nuestros momentos. Pienso incluso en un momento particularmente conmovedor de la vida de Edipo, que es su final, su muerte tal como la describe Sófocles en Edipo en Colona, en que Edipo de nuevo se siente en la encrucijada de tener una muerte vulgar, o tener una muerte prodigiosa, que en cierto modo ilumine y devuelva la luz a sus ojos después de años de peregrinaje. Y Sófocles, en la última obra de su vida, lanza a Edipo hacia esa muerte prodigiosa de la que nadie sabe nada a excepción de Teseo, que es quien asiste pero que no lo cuenta. Pero si a partir de la muerte de Edipo hacemos un flash-back, vemos que Edipo siempre está en la encrucijada. Tuvo que decidir cuando era rey de Tebas si avanzaba o no en la investigación de la verdad, a pesar de que sabía que esa investigación le llevaría a su propia destrucción. Podía seguir el camino cómodo de tapar la verdad o el camino de seguirla, y toma el camino que le lleva a la destrucción de Yocasta, su mujer y madre, a la que ama. El amor de Edipo con Yocasta es uno de los amores más emocionantes d e la historia de la literatura, y lo lleva a la pérdida de la visión arrancándose los ojos precisamente con el broche de Yocasta. Previamente, ha tenido que enfrentarse a la encrucijada que le ha indicado el sabio adivino ciego Tiresias, quien le ha ofrecido la posibilidad también de salvarse. Sin embargo, Edipo elige el camino del conocimiento, que será a corto plazo el camino de la perdición. Había estado en la encrucijada de enfrentarse o no al enigma, a los cantos del enigma. Hubiera podido evitarlos, pero se enfrenta, y gracias a eso es elegido el más sabio de los hombres. Previamente está en la encrucijada decisiva en la cual él va desconociéndolo, y es cuando va a matar a su padre, el que dirige esa procesión de desconocidos. Edipo ha sido siempre en cierto modo el protagonista de las encrucijadas anteriores por cuanto ha sido un personaje atrapado en esa estructura simbólica que siempre continua en encrucijada que es el oráculo. Él era el niño destinado a morir, que no muere; destinado a reinar en Tebas, pero que finalmente es adoptado por los reyes de Corinto; destinado a reinar en Corinto pero que por otro oráculo debe alejarse de allí. Es el hombre que siempre tiene que enfrentarse a una continua destrucción de su identidad. Y luego, peregrinando las tierras de Grecia, tiene que enfrentarse siempre a la reconstrucción de esa identidad. Por eso en el caso de Edipo, contemplar sus ojos vacíos, sus ojos ciegos, es contemplar una luz extraordinaria, que es la luz del deseo del conocimiento más allá de todo riesgo. Ante las sucesivas encrucijadas, nunca escoge el camino más fácil, sino el más verdadero. Y eso quizá le convierte en el arquetipo por antonomasia de la lucha por el conocimiento.
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1 de febrero de 2008
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Repaso

He reflexionado sobre la filosofía. He buscado las razones por las cuales la filosofía constituye para los que se acercan a ella una promesa. Una promesa perfectamente compatible con la exigencia de lucidez que no autoriza a hacer concesiones a la tendencia a consolarse. Una promesa vinculada a la condición de ser racional.

Que la filosofía suponga  o no un horizonte, es finalmente un cuestión de reivindicación  de la naturaleza humana o de pesimismo respecto de la misma,  pesimismo que puede llegar hasta el repudio.

El mero animal ni asume ni deja de asumir su específica naturaleza, simplemente porque ésta carece de reflexión. El animal responde a su  naturaleza... y punto. Como máximo puede sentir la astenia de la vida, la ausencia de tensión para enfrentarse a los embates de la misma. El hombre, por el contrario, se encuentra siempre distanciado de su condición. O por mejor decir: distanciarse de su condición es para el ser humano algo inevitable, un rasgo inherente a la condición misma. Pues no hay observación sin distancia respecto a lo observado, y el ser de lenguaje lleva en sus genes el  ansia de conocimiento que pasa  entre otras cosas  por la observación de sí mismo.

La idea directriz de estas reflexiones es que la asunción de la condición humana se traduce en la emergencia de interrogaciones elementales. Tales interrogaciones serían material de la ciencia, lo cual supone que la ciencia tiene en ellas una auténtica matriz de sentido. Se empieza constatando que las formas con vida se distinguen de las formas que carecen de ella, y tal cosa conduce a intentar determinar cuáles son los rasgos elementales de la naturaleza...  y qué se añade a los mismos para que la vida surja.

Se empieza con una constatación, y de la misma emerge la pregunta coincidente con la interrogación filosófica, pregunta que rápidamente, al alcanzar un grado de complejidad, se erige en sendero con sus propios rasgos y sus propios meandros. Este sendero se encuentra en el origen vinculado a otros senderos, pero puede llegar a perder de vista tal vinculación. En tal caso la filosofía es recordatorio del origen y exigencia de que la vía particular se reconozca en la intersección de caminos de la que procede. La filosofía interpela así a la ciencia, pero con ello interpela asimismo a todos los que nos hallamos inmersos, más o menos pasivamente, en un mundo que es en gran parte fruto de la ciencia y de los modos de la tecnología que son retoños de la ciencia.

La apuesta por la filosofía es así una apuesta por dar a las tareas cognoscitivas un sentido. Apuesta que tiene una connotación normativa: la filosofía es exigencia de que la educación se plantee desde el origen sin perder nunca  de vista la causa final, a saber: actualizar la esencia del hombre en cada individuo. En este sentido la filosofía es enemiga del taylorismo y de la reducción de los humanos a la mera condición de especialistas en algo.

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1 de febrero de 2008
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La palabra desconsuelo

En el fondo del desconsuelo se prueba un caldo ácido. No puede decirse que esa destilación resulte agradable pero al probarla se siente una rara pulsión a seguir sorbiéndolo de nuevo.

Siempre, en el fondo de cualquier dicha  puede detectarse un regusto amargo y en el poso de la peor tristeza una extraña felicidad.

El desconsuelo representa esta dualidad de una manera especial porque en el desconsuelo se une tanto un hundimiento basal del yo como una descolgadura relativa respecto al nivel de algún otro.

El consuelo conlleva por sí mismo una segura tristeza y cualquier efecto de consolación, protagonizado como actor o como víctima, adentra en una oscura bóveda desconsoladora. ¡Cuánto más no sentir ese desconsuelo en forma pura, entregado como un bulto aciago con el que cargar, tragar, colar. El caldo ácido y pesado lo simboliza bien. Un caldo que deglutido de golpe se deposita en el cardias sin aparente consecuencia inmediata pero que al llegar hasta el estómago se muestra con su peso de plomo, su color del amianto y la acidez de un animal en reciente descomposición.

De esta experiencia se deduce una pérdida de la firmeza y una dejación sensorial aguda que induce, aún de forma atormentada, a dar otro sorbo del veneno.  De este modo el desconsuelo se desconsuela de sí,  una y otra vez hasta el punto en que sólo parece posible ahogarse en él.  Pero él sólo hallará la única salvación posible. Así, el desconsuelo por un amor perdido sólo se recompone en una consolación mediante otro amor (o el mismo) ganado y el desconsuelo de una traición, por ejemplo, sólo se cura en un episodio en que el traidor encuentra su horma en el padecimiento de otra infamia.

Se comporta, en fin, el desconsuelo como una emoción telescópica que se alarga y contrae, luce o se oculta, dentro de una misma receta.  De este modo se explica que, sin pensarlo, vaya uno a beber de su propio caldo tal como si un plus de desconsuelo deshiciera su dolor y le hiciera regresar por el mismo carril hacia el restablecimiento del nivel suficiente para no sufrir el vértigo del desplome o la desconsolación.

Si hablo hoy del desconsuelo se debe tan sólo a la sugestión de la palabra,  cuyo uso permitió hace días escribir un post muy hermoso a Xavier Velasco.

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1 de febrero de 2008
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II. …Del cristal con que se mira

En una comparecencia conjunta de los presidente Hugo Chávez de Venezuela, y Daniel Ortega de Nicaragua, realizada recientemente en Managua, uno de los temas fue el de los secuestrados por las FARC de Colombia.

El hecho de que un determinado número de personas se hallaran retenidas contra su voluntad en la selva, en condiciones de dureza extrema, muchos de estos prisioneros encadenados de los tobillos y de las muñecas, no fue el tema más importante de la plática televisada, sino su contexto político. Y en determinado momento, el presidente Ortega dijo que no se podía acusar de terroristas a los guerrilleros de las FARC. Y no usó un argumento directo. Lo que dijo fue: "terroristas son los Estados Unidos, que mantienen prisioneros en condiciones infrahumanas en Guantánamo".

Otra vez, la venda política. Si esa venda no existiera sobre los ojos de estos dos amigos, y de tantos otros, les sería fácil ver que las razones verdaderas para juzgar si un acto es o no terrorista, sea terrorismo guerrillero o terrorismo de estado, se encuentran del lado del respeto a la integridad del ser humano, cualquiera que sea su color de piel, o su color religioso, o ideológico. ¿Qué diferencia hay entre un prisionero encapuchado, liado como un paquete, y metido dentro de una jaula en Guantánamo, que la de otro en las selvas colombiana, encadenado de pies y manos, y al que no libran de sus cadenas ni para ir al retrete?

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1 de febrero de 2008
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