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La guerra pendiente de Charlie Wilson

Me divirtió Charlie Wilson's War, que aquí en la Argentina rebautizaron Juego de poder, de manera anodina pero acertada: si algo demuestra la película de Mike Nichols escrita por Aaron Sorkin es que el poder no está para nada reñido con lo lúdico. Como dice Gust Avrakotos, el desopilante agente de la CIA interpretado por Philip Seymour Hoffman: "Lo menos que podemos hacer es divertirnos mientras trabajamos'.

Se filmaron muchas películas sobre las guerras en que los Estados Unidos se involucraron durante estas décadas. (Aunque habrá menos de aquí en más, dado que les ha ido muy mal de taquilla -incluso a las que eran buenas.) Quizás por el hecho de ser la única basada en una historia real Charlie Wilson's War también es la única divertida, una comedia brillante a lo Capra aplicada a un tema que nada tiene de gracioso: la ayuda clandestina que el diputado texano Charlie Wilson hizo llegar a los afganos a partir de los años 80, para que enfrentasen al invasor ruso y acelerasen el fin del mundo bipolar. Wilson (un Tom Hanks que disfruta como loco del papel a contrapelo de su imagen) es más un libertino que un liberal: amante de las mujeres, el alcohol y las drogas, no ha hecho gran cosa en Washington más allá de preservarse a sí mismo y conseguir reelección tras reelección por el simple expediente de conceder favores a diestra y siniestra mientras opera a favor de aquellos que lo han convertido en diputado -no los votantes, como se ocupa de aclarar, sino el lobby israelita que subvenciona sus campañas.

Sucumbiendo a la presión de otra lobbista, la millonaria -y ocasional amante- Joanne Herring (Julia Roberts), Wilson accede a visitar Afganistán. Al ver con sus propios ojos la triste condición en que viven los rebeldes afganos, Wilson acepta hacer algo para dotarlos de un armamento que les permita combatir en pie de igualdad, dado que hasta ese momento no les han dado nada más moderno que rifles Enfield de la Primera Guerra. Actuando en equipo con Herring (que ‘ama a Jesús y los martinis', como la describió un periodista) y con el igualmente idiosincrático Avrakotos -este Hoffman se está acostumbrando a robarse cada película en la que aparece-, Wilson convence al Congreso de gastar centenares de millones de dólares y finalmente logra su objetivo. Pero una vez rechazado el invasor ruso, ya no logrará persuadir a sus pares de gastar un solo dólar más en los pobres afganos. Nichols y Sorkin subrayan este abandono, pero evitan decir que una de las consecuencias del mismo es la conversión de Afganistán en santuario para los terroristas -entre ellos el mismísimo Osama. Fieles a la constante de su política exterior del último siglo, cada vez que los americanos ‘arreglan' algo, desarreglan en simultáneo cinco cosas más. Al final del film Nicholson y Sorkin incluyen una frase del Wilson real, que apunta en la misma dirección: el diputado texano, hoy retirado, dice que su país siempre ‘la caga en el partido final'. Más que diagnóstico, la frase suena a profecía.

La conversión de Wilson ocurre cuando se ve impactado por la miseria en que los afganos viven y la violencia insensata que reciben por tratar de conservar su territorio. Mientras contemplaba esas secuencias del film pensé en Gaza, que no luce hoy muy distinta de aquella Afganistán. Pero ningún político de los Estados Unidos tiene hoy el coraje de visitar Gaza. No sea cosa de que se conmueva y se vea obligado a hacer algo.

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29 de enero de 2008
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VI. Testamentos artísticos. La última mirada

Rafael Argullol: Más que la muerte de un autor, lo que realmente es significativo es la última etapa, que puede ser años, días u horas.

Delfín Agudelo: Si bien se trata de una última etapa, lo es en relación con la muerte. La muerte parece ser ese abismo en el que intentamos ver la última batalla del artista contra el absoluto. Absolutamente nada pasará en vano. 

R.A.: Esta última eetapa es muy significativa para iluminar no solamente este momento de un artista sino para iluminar toda su obra. En el terreno de la pintura e incluso de la fotografía, me han llamado la atención las exposiciones en las cuales se reflejaba la última mirada. Recuerdo una hace unos años en Barcelona que se llamaba así, "La última mirada", en la cual había una antología de cuadros de pintores en los cuales ellos mismos se habían autorretratado en el último periodo de su vida. Paralelamente recuerdo otra exposición, no muy lejos de ésta en el tiempo, en Roma, que era prácticamente lo mismo en el caso de fotógrafos, que se habían autorretratado en el último período. En los dos casos era muy interesante porque aparte de que hay una evidente voluntad testamentGustave Courbet, "Autorretrato"aria en esa última mirada, se quiere sintetizar aquello que se desea legar hacia el futuro. Aunque se trate de un autor aparentemente poco deseoso de gloria y trascendencia, creo que en el hecho de autorretratarse en un período terminal hay esa idea del legado, del regalo o de la oferta hacia el futuro. Cada una de estas obras, de estas últimas miradas, eran pequeñas síntesis de poética o estética de lo que había sido la obra del autor. A través de esta última mirada veíamos mucho de lo que había sido el lenguaje, la evolución, el talente, la idiosincrasia del autor.
En un orden más general de cosas, siempre he dado mucha importancia y seguido con mucha atención los autorretratos en la historia de la pintura occidental y me he dado cuenta que los pintores propensos al autorretrato aceleran casi vertiginosamente esa tendencia cuando sienten que llega el final de su vida-muchas veces un final de vida provocado por ellos, como el suicidio. Recuerdo la obsesión que tuvo Courbet por autorretratarse a lo largo de 50 años. Otro caso es el de Van Gogh, que se autorretrató durante años, y los últimos dos o tres años hizo decenas y decenas de autorretratos; y el caso de Edgar Munch, que tenía tendencia al autorretrato, y terminó haciéndolo obsesivamente. Y la fotografía, en parte, ha facilitado este hecho: hay fotógrafos que han llegado a autorretratarse diariamente, y otros que lo han hecho el día final de su vida, antes de suicidarse. Creo que tiene algo de testamento, no solo hacia la posteridad, sino de declaración de principios de lo que ha sido toda una obra: son testamentos artísticos que se contienen en estas últimas miradas. Hay que conceder, de la misma manera, plena importancia a las últimas películas, sobre todo a las que voluntariamente son las últimas películas; pienso en Los muertos de John Huston, que es una adaptación de un cuento de Joyce. Allí, Houston ya sabía que su enfermedad era irreversible y por lo tanto, cuando vemos los muertos, vemos un testamento; además, si vemos con atención la película, vemos que también hay un compendio de sus preocupaciones cinematográficas. El sacrificio de Tarkovsky también es realizada cuando él ya sabe que tiene una enfermedad irreversible y tiene esa doble faceta de testamento y de poética de todo lo que ha sido su obra. En todos los casos, creo que se da esa doble vertiente, y esto también sucede en la literatura.
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29 de enero de 2008
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VI. Una rara quintaesencia

/upload/fotos/blogs_entradas/valera_cartasamericanas_med.gifMulato imitador, o un indio, con sensibilidad de indio, dice Azorín de Rubén Darío. Pero quizás, quien acertó mejor desde el principio a definir esa condición creativa que toma y presta de todo para revolverlo y obtener la rara quintaesencia, deslumbramiento, colores, olores, sabores, ritmos, palabras, y que al contrario de mulatez habría que llamar mulatidad, fue don Juan Valera, cuando escribió en sus Cartas americanas el elogio de Azul, publicado en Chile en 1888:

Usted no imita a ninguno. Ni es usted romántico, ni naturalista, ni neurótico, ni decante, ni simbólico, ni parnasiano. Usted lo ha revuelto todo: se ha puesto a cocer en el alambique de su cerebro, y ha sacado de ello una rara quintaesencia...

La virtud de revolverlo todo, de vestir sus versos de manera extraña, de poner sátiros y bacantes al lado de santos ultrajados y vírgenes piadosas, de hallar gusto en los colores contrastados, el oído mágico para la música y otro no menos mágico para el ritmo, sonsacar vocablos sonoros de otras lenguas, hacer que el oropel tenga la apariencia del oro y que los decorados tengan sustancia real, la lujuria como goce y como pecado, el acaparamiento goloso de todo lo exótico, la obsesión por la forma y la búsqueda sin fin de un estilo, ese yo persigo una forma que no encuentra mi estilo, ¿qué era sino la mulatez, vista desde el otro lado, el lado de la mulatidad revuelta y creadora?

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29 de enero de 2008
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Lenguaje y promesa de libertad

La versatilidad, flexibilidad y creatividad del lenguaje a la que me refería no serían sencillamente posibles si el lenguaje no tuviera en su interna estructura ese doble rasgo generador de libertad que es la dualidad interna y la arbitrariedad del significante. Nunca se insistirá demasiado en que esta arbitrariedad, precisamente por suponer un grado de inadecuación respecto al entorno natural y respecto a la interna vivencia psicológica, abre un horizonte de creativa construcción y, en definitiva, de independencia respecto de lo dado.

Supongamos, en efecto, que todo en el orden de la designación de las cosas naturales funcionara al modo de las onomatopeyas, ¿cómo podría entonces el lenguaje suponer grado alguno de distancia respecto a la inmediatez del orden natural?; ¿cómo podría darse esa versatilidad que, por ejemplo, en la percepción de un paisaje pone de relieve el narrador? Esta distanciación es tanto más de agradecer cuanto que la ausencia de lazo natural no supone en absoluto subjetiva y contingente elección de individuos. /upload/fotos/blogs_entradas/william_shakespeare_med.jpgDada la forma del significado, es imposible prever el significado y viceversa, mas ello no significa que cualquier forma vale, ni que el capricho (o el intercambio de subjetivas decisiones) impera. Arbitrariedad sin sujeto caprichoso que la impone: tal es el meollo de la cuestión.

Decir que Shakespeare denotó convencionalmente tales o tales hechos por tales o tales palabras, no significa que se puso de acuerdo con otros individuos para tal denotación. En este sentido, cabe decir que en su tarea fertilizadora y creativa del lenguaje (se sabe que fraguó miles de vocablos), Shakespeare estaba más allá de la individualidad y la subjetividad (esta última expresa esencialmente el lazo de acuerdo o de conflicto con otros individuos). Shakespeare es como el significante del hecho mismo de que la subjetividad se sacrifica, precisamente como condición de que el lenguaje se despliegue y se exprese libremente, aunque no gratuitamente.

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29 de enero de 2008
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La Bolsa o la bestia

Tsunami bursátil, huracán en las bolsas. Ningún fenómeno es tratado con tanta fatalidad como el comportamiento financiero. Más o menos, todo el mundo sabe que los movimientos deliberados y especulativos del Gran Capital pueden conducir al alza o la ruina de los países y los expertos conocen sobradamente que la suma de los fondos de pensiones norteamericanos -que representan una suma más que el doble que los diez primeros PIB del mundo junto- se encuentran en muy pocas y codiciosas manos. ¿Cómo seguir hablando de los vaivenes de la cotización en términos de accidentes naturales cuando el dinero es de lo más humano que hay? Pero, de hecho, efectivamente, la bolsa se erige ante el público como un personaje difícil de predecir y, en consecuencia, propenso a crear las mayores sorpresas, especialmente la hecatombe espectacular. En cuanto espectáculo, la Bolsa no tiene rival. El sentir común le otorga la categoría de un King Kong que, por ejemplo, si alcanza una determinada cota se considerará su base de sustentación pero que si falla la resistencia de esta determinada plataforma puede precipitarse en una caída libre que, en ocasiones, no puede decirse dónde llegará a parar. ¿Por qué este desplome insesanto? ¿Por un instinto suicida? ¿Por un mareo? ¿Por la pura atracción del abismo? Sin que se sepa la causa, tampoco nadie se plantea la búsqueda definitiva de la verdad. Todo lo contrario.  La convención generalizada contempla a la Bolsa como un personaje autónomo que padece el don de la irracionalidad.

A los  bulls y los bears que representan a los periodos alcistas y bajistas de las bolsas se les tiene, en principio, como figuras simbólicas pero, al cabo, el toro o el oso muestran unas conductas que harán temblar. El toro enloquece en alzas irracionales que llevan los títulos a una fácil sobrevaloración y el oso, cuando interviene, se aposenta y marca desánimo con su molicie, pérdidas con su indolencia y, finalmente, unas ganas generales de vender. De todas las explicaciones sistemáticas dirigidas a prevenir cabalmente la marcha de la economía, el sentir de la bolsa queda fuera, reacio a la racionalización.

Fuerzas del bien o del mal, energías esotéricas, movimientos enigmáticos o psicológicos guían su sino que, a la vez, ningún psicólogo ni mago domina.  Como una enfermedad sin cura, como una fuente de progreso o de ruina especulativa, la bolsa se yergue entronizada como un monstruo en pleno siglo XXI, Buda sin religión, cuerpo sin cerebro, bestia de dos cabeza que decide por sí misma, casi azarosamente, los extremos malditos del sí y el no.

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29 de enero de 2008
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Los chinos no nos salvarán

El Foro Económico Mundial de Davo se abrió el miércoles en un clima de pesimismo, ante lo que algunos calificaban de "tormenta perfecta". Se ha cerrado en otro de optimismo sobre la esperanza o convencimiento de que EE UU no entrará en recesión sino en desaceleración. Aunque el  FMI va a revisar sus previsiones a la baja, ha sido un cambio de tono notable. Pero la tormenta no se ha alejado.

El hombre de Davos  (o mujer) ya no es sólo el empresario occidental globalizado, sino también chino, completamente integrado, en general en inglés, como ya hemos apuntado. Mucho ha girado este año el Foro en torno al gigante asiático, demasiado grande para meterlo entre los emergentes, pero aún no potencia con capacidad estructuradora del mundo. El interés viene no sólo por el peso que va tomando esta economía, sino también por la esperanza de que, ante la ralentización -veremos si recesión- de la economía de EE UU, China pudiera ejercer de locomotora alternativa. Y aunque mucho ha cambiado, no tanto. Los chinos no nos salvarán.

La clave está en el decoupling (separación), la posibilidad de que otras economías no se vean arrastradas por los problemas de EE UU, una ficción en los mercados como se ha visto esta semana. Paradójicamente, la palabra la tienen los consumidores americanos, que gastan seis veces más que los chinos e indios juntos. Si reaccionan a los estímulos fiscales, EE UU se recuperará, aunque a medio plazo con graves problemas. Si se deciden a ahorrar, a hacerse japoneses, malo para todos. En todo caso, esta edición del Foro se abrió en un ambiente de pesimismo dominado por la letra R de recesión (en EE UU) y acabó en el optimismo relativo de la ralentización (slowdown).

El impacto de la posible recesión en EE UU en la economía china será "muy grave", pero Pekín, según Yu Yongding, director del Instituto de Economía Mundial de la República Popular, puede estimular la demanda interna, para compensar. Además, el comercio intra-asiático representa un 40% del total de la zona, menos dependiente del exterior. "En el mundo de hoy, la economía china es una parte integral de la economía mundial", afirmó en un mensaje especial Zeng Peiyan, viceprimer ministro de China. "Nosotros en China estamos dispuestos a trabajar con la comunidad internacional para afrontar estos riesgos y retos y contribuir a la estabilidad económica y al desarrollo sostenible en el mundo", dijo. Puede que aumente su producción de cereales y petróleo pero no lo suficiente  para cubrir su demanda interna. O que se plantee un "cambio ordenado" en el valor de su divisa, ya revalorizado un 13% en dos años y medios. China tiene muchos problemas internos, desde la inflación, hasta una insuficiente creación de puesto de trabajo (10 millones al año).

Yu Yongding calcula que en caso de crisis global, el crecimiento chino podría bajar hasta un 6%, lo que para ese país sería una "gigantesca recesión". Y si China pasa de crecer 11,4% a sólo 6-7%, América Latina tendrá problemas. China es clave para América Latina, a la que afectarán también los problemas de EE UU. Y para Europa, pues las importaciones chinas tiran de la economía alemana. India parece tenerlo mejor, al depender menos de su sector exterior. Según el ministro de Finanzas de India, Palaniappan Chidambaram, su país no puede ejercer de locomotora, pero su crecimiento podría pasar de 8,9% a 8%.

/upload/fotos/blogs_entradas/jiang_jianqing_med.jpgCríticas a la falta de democracia o al autoritarismo pragmático en China, ninguna en Davos. Lo que los occidentales ven es un gobierno maduro en la gestión de la economía. Pero los chinos ahora sí le dicen a Estados Unidos que "está enfermo y debe tomarse su medicina", como señaló Jiang Jianqing, presidente del Banco Industrial y Comercial de China, el mayor del mundo, con 16.000 sucursales y 200 millones de clientes. Hasta hace poco se hablaba del "aterrizaje suave o duro" de la economía china. Parece que es la estadounidense la que está realizando antes la toma de tierra forzosa.

Es la primera vez que el mundo que EE UU puede entrar en recesión o en  cuando hay otros motores en la economía mundial, pero ninguno se ha separado realmente de la gran economía. El fenómeno reciente de fondos soberanos que sacan de apuros a grandes instituciones financieras occidentales es una novedad en la que pesa China, pero éstos son mucho menores que los fondos de pensiones  que circulan por el mundo. China tiene 1,8 billones de dólares en inversión en el extranjero. Mucho, pero insuficiente, aunque lo que tiene en bonos americanos sea crucial para EE UU. Todo ello indica una nueva confianza de la región y la creencia, entre los jóvenes de que van a llegar a un status de desarrollados en poco tiempo. Problemas medioambientales aparte, no es tan fácil. Como señaló Chidambaram "la desolación de Occidente no se ve compensada por Oriente". Quizás lo logre en un futuro ante el que Europa no se puede quedar de brazos cruzados. Pero que no es aún el presente.

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29 de enero de 2008
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Ambiente electoral

Los políticos españoles no confían en el dios de sus padres ni en el destino que los tutela con capricho. A ninguna fuerza superior dedican sus plegarias pues les basta el amparo de la ignorancia popular.

¿Qué tienen en común Rajoy, Aznar, Solbes, Joan Saura, Ibarretxe? Acudamos a sus recientes discursos, por no ir más lejos ni caer más bajo, y veamos cómo excitan y rinden disimulado homenaje a la irritante pero arraigada incultura política de la sociedad española.

Rajoy enhebra su verborreica admonición catastrofista confiando en que ninguno de sus interlocutores la cotejará con la realidad.

Aznar señala a la izquierda española como la más radical de Europa, dando por supuesto que nada le importa a su público la falsa imputación.

Solbes ensaya su expresión profesoral ante las cámaras para transmitir aplomo mientras, a su espalda, las Bolsas de medio mundo se hunden con estrépito.

Joan Saura aparece en su podio para despreocupar a los ciudadanos y relativizar los indicios acerca de una red yihadista en Barcelona.

Ibarretxe se azota la espalda como víctima inmolada en el altar de la Constitución española, dando por seguro el fervor de sus fieles seguidores.

Ni el más mínimo rubor en sus semblantes, ninguna vergüenza oculta en el tono de su voz. Tanto les da.

La exasperante pobreza de los discursos y declaraciones públicas, dirigidas a un auditorio intelectualmente minusválido, acostumbrado a maltratar los datos, despreciar los hechos, son la más fehaciente prueba de nuestra indigencia política. El más pesado lastre de nuestra ilusión democrática.

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28 de enero de 2008
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La maleta mexicana

Una de las más emocionantes noticias últimas es la aparición en una casa mexicana de más de tres fotografías de Robert Capa, Gerda Taro y David Saymour. Fotografías del tiempo más apasionado y cruel de nuestra historia. Fotografías de la vida cotidiana en la Guerra Civil, en el frente y en la retaguardia, en los campos, los pueblos y las ciudades.

Robert Capa y, su compañera, Gerda Taro- elegante hasta para moverse entre las balas, elegante hasta la muerte que encontró un desgraciado día en el frente de Brunete- son dos de los más famosos e importantes fotógrafos de los muchos que por aquí estuvieron en aquellos días dónde la vida y la muerte se cruzaban demasiado.

Robert Capa, el más conocido de los fotógrafos de aquella guerra- o al menos tanto como Cartier- Bresson- encontró la muerte en otra guerra. En una que todavía no se llamaba de Vietnam, en la guerra de Indochina le esperaba una traicionera mina. Sus fotos son parte de nuestra historia, de nuestra memoria y de nuestras emociones. El seductor de Budapest, el atractivo y conquistador Capa, fue capaz de apurar la vida y saberla mostrar. También, o sobre todo, cuando la vida coqueteaba con la muerte. Algunos de los grandes fotógrafos tenían una especie de noviazgo con las guerras. Capa lo tuvo, jugó, ganó muchas veces y terminó perdiendo.

Dentro de poco podremos ver escenas inéditas de aquellos días, de aquellas gentes, de aquellos de los nuestros y del mundo entero, que pensaron que España sería la tumba del fascismo. Se equivocaron. Perdimos. Pero gentes como aquellos fotógrafos en tiempos de guerra nos permiten vivir de manera cercana los sueños, la lucha, la vida y la derrota de un tiempo y un país.

No sabemos cuál será la calidad de las imágenes que estuvieron casi setenta años esperando en una maleta. Fotos exiliadas en México. Recuperadas fotos del exilio. Una manera de recuperar las vidas rotas, dispersas, exiliadas.

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28 de enero de 2008
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Cuando un código de señales trabaja para sí mismo

La aparición en un código de señales de la polaridad significante -significado no puede menos que introducir una radical subversión en la función misma del signo. Mientras nos movemos en el ámbito del mero código, se da tan sólo un lazo horizontal, por así decir, entre la señal y lo por ella designado, un eventual botín, por ejemplo. Obviamente, una vez que el botín ha sido alcanzado el funcionamiento del código ya no tiene sentido alguno. Pues en ausencia de alteridad, el interés se ha agotado. Mas cuando la señal encierra esa polaridad interna que la convierte en signo lingüístico, entonces la alteridad persiste, y aun no habiendo interés exterior... se abre la posibilidad de recreación interna.

El signo fertiliza la potencialidad interna de crear polaridades sin necesidad alguna de remitirlo al exterior. Mas hacer funcionar el signo lingüístico aún en ausencia de correlato en el entorno físico es la base misma de lo que denominamos narración. Cuanto más indiferente sea el mundo exterior más exigencias se tienen de fertilizar el interior. Por retomar los términos de Aristóteles: cuanto más resuelto esté lo relativo a la subsistencia y al ornato de la vida, cuanto más satisfecha esté la necesidad, más se acrecentará el deseo de que surjan nuevos conceptos y nuevos vínculos entre conceptos y hasta nuevas combinaciones (en número potencialmente infinito) de esos vínculos entre conceptos.

Es así de sencillo: en ese momento del día en que ha cesado la lucha cotidiana por la subsistencia, entonces, junto al fuego, los campesinos bretones narran cuentos a sus hijos, al igual que junto al fuego Descartes realiza su meditación, solipsista en este caso, mas que responde a la polaridad significante-significado. Y también entorno al fuego cabe imaginar al joven Einstein discutiendo a-temporalmente con John Bell. ¿Discutiendo de qué? Pues de algo tan alejado de la preocupación por la subsistencia como  la vigencia o no vigencia del principio de contigüidad, es decir, si cabe o no el vacío y la acción a distancia.

En razón de la polaridad interna del signo lingüístico, los niños alcanzan esa capacidad para formar innumerables conjuntos tanto de expresiones aisladas como de oraciones perfectamente cargadas de sentido. Expresiones que nadie les ha enseñado, simplemente porque se trata de un enumerable no finito, y éste es imposible que sea alcanzado mediante acumulación contable de vocablos.

Los niños, ciertamente, aprenden una lengua imitando, pero esa condición necesaria no es en absoluto suficiente, como lo muestra el hecho de que determinados pájaros imitan sonidos humanos, sin que se den ellos el menor atisbo de lo que la condición lingüística supone.

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28 de enero de 2008
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Relatos desternillantes

Otras veces he recomendado algún libro con pleno sentido. Ahora prefiero referirme a uno con pleno sentido del humor.

La misma tontería que se ha desencadenado estos días en Madrid Fusión con la subasta de una trufa blanca en los últimos trances de la temporada, compone el núcleo central de un desternillante relato de Woody Allen en su obra Pura anarquía editado por Tusquets.

El libro se encuentra en la lista de los más vendidos y esto acaso perjudica su presupuesta calidad. No hay que recelar nada, en este caso. Lo valioso de una obra, por encima de casi todo, es su carga de talento pero inmediatamente después, y hasta encabalgándose, importa la elegante riqueza del trabajo.

Este libro de relatos traspasa la experiencia del lector dejando no sólo asombros y carcajadas, sino una rendida admiración por lo hecho a conciencia e inteligencia, todo a la vez. De esta combinación nace enseguida para el lector un irrefrenable movimiento de emulación. Los libros, como éste, nos hacen mejores en la medida en que son buenos y nos hacen peores en el caso opuesto. Porque así como nos devalúa una conversación sin gracia, una experiencia aburrida o una cena sin ningún porvenir, el libro malo nos degrada y nos atrasa.

Lo bueno posee, ante todo, futuro. El futuro ilusionado que impulsa a vivir en él mejorando el presente que habitamos. Esta promesa contiene el libro de Allen. Se puede vivir mejor de lo que vivíamos sin esta lectura, se puede disfrutar de una tarde inteligente y divertida, mejorar en la bondad y mediante la gratitud, reconciliarse con el mundo y todas las culturas que perfeccionan y estimulan el estado del mundo. Porque ¿cómo comparar el tiempo que habría pasado siguiendo la evolución de Marina, Pasapalabra Está pasando o Escenas de matrimonio con el goce pasado a través de las peripecias que Woody Allen brinda en "Pluma de alquiler", "Querida niñera", "El rechazo" o "Qué paladar tienes, muñeca". Un auténtico festival de los sentidos, inteligencia incluida, tal como exclamaría un periodista mareado por la risa inteligente que un simple libro, sólo un libro, sólo una sucesión de garabatos en línea, es capaz de hacer triunfar.  

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28 de enero de 2008
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