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Protesta contra la muerte

Por 7 de febrero de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: La aproximación a la propia muerte en el arte daría lugar a un espectro sorprendente de lenguajes, desde el dolor a la alegría, desde lo cómico a un cierto travestismo moral, o una gran serenidad.
 
Delfín Agudelo: ¿No está acaso un escritor constantemente escribiendo un testamento artístico, en la medida en que jamás se puede olvidar de la muerte en el momento de la creación? Conoce un fin último, sabe un fin último: sabe de un momento en el que ya no podrá escribir más.
 
R.A.: Hay determinadas actividades y entre ellas la actividad relacionada con la creación artística, que tienen un mayor contacto con la muerte porque implican una relación más continua con ella. También lo está la filosofía: si el filósofo tiene que pensar sobre la vida, necesariamente tiene que pensar acerca de la muerte. Al artista le sucede igual: la mayoría de los hombres tienden a postergar continuamente el pensamiento sobre la muerte. Esto no quiere decir que los haga más vulnerables, porque a veces cuando ese pensamiento se presenta estás más indefenso. Pero a veces he llegado a la conclusión de que si tuviera que resumir en una sola frase en qué consistía la cultura, al menos para el hombre occidental, diría que ha sido desde el principio una protesta contra la muerte: contra le hecho de que nos hemos hecho conscientes de que vamos a morir, por lo tanto protesta contra el tiempo, contra la muerte que es la quintaesencia última del tiempo. Y al ser eso la cultura, es inevitable que arte, filosofía y música tengan que plantearse muy frecuentemente la reflexión sobre la muerte porque también es una rebelión, una resistencia contra la muerte.
 
    La obra de arte incluye la muerte pero se resiste frente a ella, porque desesperadamente el artista busca una especie de trascendencia en vida, en la vida. El hombre religioso puede  proyectar esa trascendencia aún después de la muerte. El artista es aquél que se da cuenta del problema último constantemente, y sin embargo se resiste frente a él. Podríamos decir que la muerte es el más amoral de los actos. Y en ese sentido desarrollamos una cierta resistencia moral frente a esa a moralidad. No digo inmoral: digo amoral. La muerte es el acto por el cual nos vemos ya desposeídos por completo de consciencia, desposeídos de imaginación, de pensamiento y de sentimiento. Todo aquello en lo cual nosotros podemos trabajar, la muerte lo subvierte, y en cuanto a tal, evidentemente está presente continuamente en una reflexión -que es la de la filosofía, poesía, literatura- que tiene siempre como materia prima la consciencia, los sentidos, el placer, el dolor. La contrafigura continua es la muerte. Pienso que lo reflejó muy bien Ingmar Bergman en El séptimo sello con el juego del caballero y la muerte al ajedrez. El arte no deja de ser esa partida continua del caballero con la muerte, en el que muchas veces tenemos la sensación de que ganamos provisionalmente una jugada, pero que en el fondo el jugador último es la muerte. El enemigo último o el adversario último no son solo los editores, lectores, o el público, la impotencia o la imperfección: el enemigo último es la muerte, porque si no existiera, podríamos reiniciar el intento cuantas veces quisiéramos. Pero sabemos que tenemos un tiempo limitado para nuestra jugada.

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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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