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Entereza (andreia) de hombre y mujeres

En relación al tema de la andreia citaré ahora otro párrafo fundamental (en razón de que a todos, sin excepción, nos concierne) esta vez de la Política de Aristóteles:

"Se dice, con razón, que no puede mandar quien no ha obedecido. La virtud (el uno y del otro difieren, pero el buen ciudadano tiene que saber y tener capacidad, tanto de obedecer como de mandar; y la virtud del ciudadano consiste precisamente en conocer el gobierno que ha de regir a los hombres libres) tanto desde el punto de vista del que obedece como desde el punto de vista del que manda.

Las dos cosas (obedecer y mandar) son propias del hombre cabal. Y si la templanza y la justicia adoptan forma distinta en el caso del que manda y del que, aún siendo libre, obedece, es evidente que la virtud del hombre cabal, por ejemplo su justicia, no será unívoca, sino que adoptará formas distintas según que ese hombre gobierne o sea gobernado; análogamente a como son distintas la templanza (sofrosúne) y la hombría (andría) en el caso del hombre (andrós) y de la mujer (gunaikós). Pusilánime (deilòs) parecería, en efecto, el varón (anér) sí mostrará su hombría ‘en la forma que la mujer muestra la suya' (hosper gunè andreia); y la mujer parecería verbalmente incontinente (lálos) si mostrara el tipo de recato que es pertinente en el varón cabal (ho anér ho agathós)."

El término griego anthropós designa tanto a los representantes femeninos como a los masculinos de la especie humana. Para referirse al varón por oposición a la fémina, se usa el término anér apuesto a guné. De ahí que, en principio, la virtud (areté) propia del varón, la andreia o andría, en principio no debiera ser confundida con una virtud análoga expresiva de la condición femenina. Las cosas no son, sin embargo, tan claras. Para empezar, no se da en griego un término específico, forjado a partir de guné para designar la percepción o virtud femenina. Por otro lado, muchas de las características esenciales de la andría son de tal tipo que la mujer puede perfectamente reconocerse en ellas. De ahí que Aristóteles muestre en este texto una inclinación a generalizar el término andría, distinguiendo entre una andría propia del hombre y una andría propia de la mujer. Razón aristotélica que mueve a no traducir andría por virilidad, sugiriendo por el contrario lo adecuado de un término como entereza.

Andría es aquello que el hombre en general (es decir, dado ese fascinante equivoco, tanto el hombre como la mujer) revela cuando deja que su condición se abra camino, cuando asume lo que le determina y no se encharca en los problemas contingentes en los que de ordinario nos vemos sumergidos.

Esta precisión sobre el común destino de hombre y mujer no es superflua, en un momento en el que, con vistas a una pretendida interparidad se repudia el uso genérico de términos expresivos de un hecho fundamental, a saber: que la división entre hombre y mujer en el seno de la humanidad nada tiene que ver con una polaridad simétrica.

Es quizás marca, rasgo constitutivo de lo humano, el que a la vez seamos dos subclases y que una de ellas sea designativa de la clase en general. Seguro que esta equivocidad intrínseca se ha contaminado con otras perfectamente contingentes y que reflejan una subordinación social. Pero conviene hacer la criba. Y precisamente por hacerla hemos de negamos a renunciar a la expresión hombre para designar el género humano, todo el género humano, por oposición a las otras especies animales. El hombre... cuya andreia adopta en el caso del varón una modalidad y en el caso de la mujer otra modalidad. Por supuesto, ambas modalidades suponen lo esencial, entre otras cosas una disposición física, una utilización del cuerpo, animada por el juicio:

"Y Sócrates respondió: Señores, en muchas otras ocasiones también se hace evidente...que la naturaleza femenina no es inferior a la de un varón, sin embargo, necesita de juicio (gnômês) y de vigor (ischúos)." (Jenófanes, Banquete, II, 9)

Sócrates hace esta afirmación tras contemplar una audaz muchacha que toca la flauta y baila a la vez, haciendo peligrosos equilibrios entre cuchillos. La precisión "sin embargo, necesita de juicio" alude a algo obvio, a saber: que dado el estatuto de la mujer en la sociedad griega, muy poco se contaba de hecho con su parecer. De ahí la necesidad de un entrenamiento, tanto en la dimensión física como en la judicativa, lo cual explicita Sócrates en la continuación del texto: "Así que si algunos de vosotros tiene mujer, que se anime a enseñarle lo que quisiera que ella sepa utilizar".

Mi amigo el profesor Santiago Escuredo, quien me puso en la pista de estos textos, glosa de esta manera el de Jenófanes:

"La capacidad de la mujer se muestra, según esta obra, porque ha llegado a tal grado de autocontrol que coordina rítmicamente todos sus movimientos. Y eso lo ha conseguido con el baile, que es mejor entrenamiento que la gimnasia, porque ‘en la danza ninguna parte del cuerpo se mantiene inactiva sino que cuello, piernas y manos se están ejercitando al mismo tiempo' (Jenófanes II, 15). Eso lo demuestra el propio Sócrates que se pone él mismo a bailar al ritmo de la música".

El profesor Escuredo me transmite, asimismo, una nota relativa al Laques de Platón (196c10 siguientes). Además de señalar que la andreia corresponde tanto a hombres como a mujeres, el texto muestra una radical diferencia entre humanos y animales, precisamente en base al hecho de que el arrojo eventual de estos carece de toda dimensión reflexiva, lo que les separa de la andreia. Cierto es, sin embargo que, en ocasiones, hombres y mujeres también hacen gala de una temeridad propia de animales, pero cabría decir que entonces no se comportan como humanos, no responden a la andreia.

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12 de febrero de 2008
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La clandestinidad

La clandestinidad no es sólo una tópica forma de actuación política. Puede ser, sencillamente, una particular manera de vivir. De vivir en la superficie y en el subterráneo consecutivamente: con una narración a la vista de todos y otra biografía en la ocultación.

La voluptuosidad de la clandestinidad es desconocida por una amplia clase de personas mientras otras la consideran inseparable del regusto por vivir.  ¿Honestos unos y deshonestos los otros? La intimidad se halla en el corazón de la clandestinidad aunque no sean de la misma naturaleza. Gentes menos sensibles a guardar secretos pueden abrazar paradójicamente la clandestinidad porque ella no es tanto un secreto dentro de una determinada vida sino, rotundamente, una segunda vida. Segunda vida que se oculta aquí y se revela allá puesto que lo clandestino constituye una operación que encubre  la acción dentro de un sistema y, por el contrario, conlleva una activa participación en el otro. Los dos espacios o sistemas incompatibles hacen posible el movimiento clandestino, que en un ámbito se sumerge y en el otro aflora, de manera que la existencia discurre como un vaivén de inmersión y flotación casi incesante. Es decir, a la manera de los peces de donde procedemos que saltan y entran en la superficie del mar, que brincan de  la oscuridad a la claridad, de la humedad a la ventilación y  de la evidencia soleada a la camuflada transparencia.

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12 de febrero de 2008
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Hospitales (2)

En el momento en que te asignan una cama y un camisón con abertura por detrás pasas a formar parte de ese mundo. Y, aunque en menor grado, también el acompañante. El acompañante es alguien que vive la situación sentado en una silla o bien apoyado en la pared del pasillo interactuando con los que están en su misma situación. Va y viene tanto a la máquina del café o de las coca-colas, que al cabo de los días conoce la planta mejor que su barrio y a los familiares de otros pacientes mejor que a sus propios vecinos.

El olor se nota nada más entrar en el vestíbulo. Baja de los pasillos y de las habitaciones entreabiertas por las escaleras y ascensores y se queda pegado a la ropa. Es tan denso que podría ser de color verde, pero nadie sabe describirlo, todo el mundo arruga la nariz y dice: ese olor. Podría ser una mezcla de antibiótico, zumo de naranja y lejía. Al principio, aunque no queramos ser escrupulosos, revuelve el estómago y tendemos a respirar a medio gas. Parece que así no se llega a estar del todo allí, que de alguna forma una parte de los pulmones y del cuerpo continúa en la vida normal.

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12 de febrero de 2008
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Ufanas aguas negras

Lo peor de guarecerse en manías gaznápiras es tener que sacar la cara por ellas, y hacerlo hasta el extremo de enorgullecerse. Sobran quienes se ufanan de ser intolerantes compulsivos, perezosos tenaces o frígidos del alma y reflejarlo en una larga lista de tics hechos en casa, que de acuerdo a una lógica comodina y mediocre resaltan lo que llaman su individualidad. Vamos, no es que se sienta uno libre de todo ello; si consigo advertirlo con facilidad es porque soy también anfitrión de numerosas y muy cretinas supersticiones. Nada desquicia tanto de los otros como que osen tener manías similares. Cosas que uno consigue perdonarse más fácilmente luego de haberlas condenado en el prójimo.

     He conocido a tipos que se envanecen de nunca haber leído un libro. No tienen tiempo, dicen, para gastarlo en estupideces. Ya bastante se cansan pensando en el trabajo para tener que hacerlo fuera de él, como si los quehaceres neuronales fuesen un sacrificio y no un placer. Uno de ellos dejó de ser mi amigo el día que lo cité para un café en una librería. "Esos pinches lugares me agreden con su cultura", se excusó, y no pude evitar responderle qué tan beligerante me parecía su pinche ignorancia, cuando tal vez lo único procedente habría sido carcajerme en el auricular. Pero había que golpearlo, no tanto para hacerlo sentir mal como para atacar mis íntimos malestares, pues desde siempre siento que he leído y leeré menos libros de los que debería. Tachar, pues, de ignorante a mi amigo el palurdo me relevaba de la preocupación de temerme mucho menos sabihondo de lo que aquel silvestre imaginó.

     Hasta hace poco me ufanaba de beber cuando menos seis Coca-Colas diarias. De otro modo, afirmaba con vanidad vestida de resignación, no puedo ni escribir. Cuando lo único cierto es que para sentarse a empujar las ficciones no se precisa más que un par de cucharadas de osadía y varios kilos de fe en uno mismo. Aquí y ahora, en mitad de la Amazonia, he cambiado las seis Coca-Colas por dos latas al día de Guaraná Antarctica y un poderoso plato de açaí, sin que por ello se me traben los párrafos o la tinta se niegue a fluir. Solía decir, también, que la escritura de una novela me exigía la familiaridad del espacio casero, de manera que sólo en mi hogar y a una hora del día podía hacer lo mío como Dios manda, cual si la Causa Primera No Causada se entretuviera en ordenar estupideces.

     ¿Cómo he sabido que toda esa teoría de la escritura sedentaria no era más que otra de mis manías idiotas? Desde el momento en que me vi orillado a elegir entre la mujer de mi vida y la novela en turno, que era como tener que decidirse entre llevar adentro corazón o pulmones. Reinaldo Arenas debió escribir tres veces la misma novela, no en un estudio bien acondicionado sino en una mazmorra infame, donde no había pretexto para el conformismo. ¿Y qué decir de esa manía antipática de encerrarme dos horas en un cuarto de hotel antes de proceder a la presentación de un libro? Pues nada, que hasta hoy no consigo quitármela, aun si más de una vez -o más de veinte, para ser sincero- he llegado hasta el escenario sin putísima idea de qué voy a decir, y una vez sometido a la presión del momento el asunto funciona como si hubiera habido un guión escrupuloso.

     Detrás de cada manía suele ocultarse algún temor sin nombre. Nada que no sea fácil de ver en los demás y pasar totalmente por alto en uno mismo. Manías que limitan y acomplejan, que se alían con la peor parte de uno sólo para tranquilizar a sus zonas mediocres con la certeza bemba de que nunca ha podido, ni puede, ni podrá: un argumento irrebatible, según quienes envidian en secreto al maniático y prefieren que siga encariñado con sus limitaciones postizas. Claro que es imposible vencerlas a todas, pero de ahí a llevarlas por bandera existe cuando menos tanta distancia como la que separa a la compulsión del deseo. Y ahora, si no les importa, voy a empujarme la primera Coca-Cola de este mes. ¡Bebida inmunda, cuánto la extrañaba!

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12 de febrero de 2008
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II. Jesús y Lucifer

El creacionismo. Uno de sus abanderados, el pastor bautista Mike Huckabee,  ex gobernador de Arkansas, aún disputa en las elecciones primarias la candidatura a la presidencia por el Partido Republicano, lo que ha vuelto a abrir el debate sobre la influencia que las convicciones religiosas de un presidente de Estados Unidos pueden tener sobre la enseñanza pública, y el desarrollo de las investigaciones científicas; ya se ha visto como Bush se ha opuesto tajantemente a asignar fondos federales a los experimentos para la clonación de embriones humanos, aunque sea con propósitos médicos, lo que amenaza con dejar a Estados Unidos a la zaga de la vanguardia tecnológica.

El fundamentalismo religioso, con todas sus consecuencias políticas, ha estado más presente que nunca esta vez en el debate electoral. En el mismo espectro de Huckabee, pero con matices propios, y a veces contradictorios, apareció el ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney, que pertenece a la iglesia mormona igual que sus ancestros, y de la que ha sido obispo. Al contrario de los bautistas, que forman congregaciones muy extendidas, los mormones no representan sino al 1.9% de la población creyente de Estados Unidos. El propio Huckabee y sus partidarios les niegan la condición de cristianos y los acusan de proclamar que Jesús y Lucifer son hermanos, y de rechazar la cruz como símbolo.

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12 de febrero de 2008
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Cuidado con los ricos

Hasta ahora vi tan sólo los tres primeros episodios de la temporada inicial de The Riches, pero ya me quedé enganchado. The Riches es una serie concebida por Dmitry Lipkin para FX Networks, que comenzó a exhibirse en América Latina hace un mes. La historia es simple: una familia de ‘travellers' de origen irlandés -lo que aquí llamaríamos gitanos- rompe lazos con su clan original (de una forma expeditiva: robando todos sus fondos) y se entrega a la fuga. En plena ruta es testigo de un accidente automovilístico, que resulta en la muerte de un matrimonio apellidado Rich. Al hurgar entre sus pertenencias, descubre la llave de una casa nueva y los datos de su ubicación. Se trata de una vivienda lujosa en un barrio privado de Baton Rouge, Louisiana. Después de esconderse allí durante la noche, el jefe de la familia Malloy, Wayne (Eddie Izzard), decide que es posible que se hagan pasar por los Rich de manera estable, gozando de su casa y de su fortuna.

Los Malloy están lejos de ser una familia convencional. Wayne es un estafador. Su esposa Dahlia (Minnie Driver), que acaba de salir en libertad condicional después de dos años convicta, lidia con una adicción a las drogas que adquirió en prisión. Los dos hijos mayores, Cael y Di Di, son cómplices habituales en los engaños de su padre. Y el pequeño Sam, que también trabaja en cada una de las estafas, ama vestirse de mujer.

El canal de TV que la estrenó en la Argentina la emite después de Weeds, la saga de otra familia anticonvencional, liderada por una madre viuda que trafica marihuana. Y eso que después de Six Feet Under y The Sopranos uno creía que ya lo había visto todo en materia de familias disfuncionales.

El aspecto más prometedor de The Riches pasa no tanto por su dinámica familiar, sino por la comedia infinita que promete una simple comprobación: a pesar de ser un grupo de delincuentes inveterados, los Malloy empiezan a sospechar que los Rich -y con ellos toda la comunidad de ricachones que los rodea- son los delincuentes más grandes y más peligrosos que han conocido nunca.

Delicias de la clase acomodada, aquí, allá y en todas partes. 

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12 de febrero de 2008
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El arzobispo y la sharia

Rowan Wiliams, arzobispo de Canterbury y máxima autoridad eclesiástica de la Iglesia Anglicana  ha armado mucho lío al sugerir que había que considerar introducir algunos elementos de la ley islámica (sharia, sobre cuya interpretación hay al menos cinco escuelas distintas) en el sistema legal inglés, como ocurre en parte con algunos judíos ortodoxos. Pero no es algo tan sencillo lo que ha propuesto este fino pensador religioso en su discurso la semana pasada ante los Royal Courts of Justice, aunque sus declaraciones a la radio o la manera de presentarlo hayan simplificado extremadamente su mensaje.

Madeleine Bunting, una de las mejores columnistas del diario británico The Guardian, consideró que puede que haya buenas razones para iniciar el debate sobre la sharia en Gran Bretaña, pero que quizás el arzobispo no debió empezar así, provocando una "tormenta mediática perfecta". Pero "lo que Rowan Williams puso de relieve es que hay aspectos de la sharia que se aplican a través de tribunales de la sharia que ya existen" en el Reino Unido. ¿Pretendemos que no existen o les otorgamos algún tupo de reconocimiento?", señaló Bunting.

Pues Williams ha puesto el dedo sobre un espinoso problema en una sociedad multicultural. Lo que ha venido a decir Williams, en un complejo argumento bien documentado, es que estas poblaciones musulmanas en Inglaterra no se verían reconocidas en el ordenamiento legal inglés (por extensión británico) si no se recogían algunos de sus propios aspectos culturales. Naturalmente no se refería a la lapidación de los adúlteros o a la poligamia, ni siquiera al derecho a la apostasía -en lo que se extiende, dado el no reconocimiento por una parte del islam-, o a los matrimonios forzosos sino a otras cosas como el matrimonio, el divorcio o disputas financieras. Tribunales de la sharia podrían ser reconocidos para estos fines.

Lo que vino a decir Williams, que nunca utiliza los términos fundamentalista o integrista, sino "primitivistas" al referirse a los islamistas más radicales, parte de que vivimos en unas sociedades con identidades múltiples que se solapan, y de  que los musulmanes en su país no deberían tener que elegir entre "las duras alternativas de la lealtad cultural y la lealtad al Estado". Pues hay comunidades en su sociedad que "aunque no menos respetuosas de la ley que el resto de la población, se relacionan con otra cosa que únicamente el sistema legal británico", y "buscan la libertad para vivir bajo la sharia". Para el arzobispo "si el derecho del país no toma en cuenta lo que para algunos agentes podría ser una razón propia de comportamiento (...) fracasa en un modo significativo a la hora de comunicar con alguien implicado en el proceso legal". Intenta evitar que los ciudadanos tengan que elegir. Y de ciudadanos se trata, pues sitúa por encima el concepto de ciudadanía común.

Para deshacer las simplificaciones que se han difundido sobre su discurso, cabe destacar dos frases centrales: "Si se reconoce algún tipo de jurisdicción plural, debería ser presumiblemente bajo la rúbrica de que ninguna legislación suplementaria podría tener el poder de negar el acceso a los derechos otorgados a otros ciudadanos o castigar a sus miembros por reclamar esos derechos". Es decir, que si se admitiera una parte de la sharia por razones culturales, los que se acogieran a ella no perderían los derechos del régimen general, que predominaría en caso de conflicto; mantendrían sus derechos de ciudadanía. Aunque antes hay que "estar preparados para pensar sobre las reglas básicas que pudieran organizar la relación entre jurisdicciones". Para Williams el Consejo de la Sharia Islámica que existe en Inglaterra no es suficiente para avanzar por estos caminos, Se requiere algo mucho más representativo

La derecha se soliviantó, pero también el Gobierno laborista ante el mensaje de  Williams. Todo esto no es un problema estrictamente inglés o británico. En Francia, los sociólogos calculan que hay 10.000 familias poligámicas, naturalmente, no reconocidas oficialmente, pero también se prefiere ignorar esta realidad. Pero sobre todo la relación entre derecho y culturas se va a plantear pronto en muchas sociedades. Canadá ya rechazó lo que ahora plantea Williams para Inglaterra. En el Reino Unido, no se reconocen (en parte sí) los matrimonios o divorcios islámicos (pese a que muchos se crean que sí), de los residentes, pero sí los llevados a cabo en países musulmanes, como Pakistán. Lo que complica la situación a escala global. En España el matrominio católico tiene una plasmación directa en el matrimonio civil, por los acuerdos entre Iglesia y Estado. No en Francia donde quien e¡se quiera casar por la iglesia tiene que pasar tambiñen por el ayuntamiento.

Rowan Williams ha armado un gran lío. Pero habrá que volver, con rigor y sin pasión, sobre lo que ha planteado.

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12 de febrero de 2008
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Vivir entre libros

Eso ya lo hacemos hace tiempo. No solo entre libros, también hay películas, músicas, pequeños objetos, obras pintadas o moldeadas y otras cosas más o menos inútiles. Y personas. No podríamos vivir sin personas, sin realidades de esas que se tocan, te tocan. Vivir con quién se ama, y con quién se discute, discrepa o se llegan a pactos. Vivir como un ser humano, vale. Pero vivir en medio del lío de la ciudad. Entre ruidos, coches, gentes, tiendas, lugares de ocio, restaurantes, estadios, museos y atascos. Vivir en una ciudad.   ¿Podríamos vivir de otra manera? ¿Querríamos vivir de otra manera? Ayer, en uno de esos pueblos que a uno le parecen un ideal de vida sensata, interesante y deseable, pensaba si seria capaz de vivir en un lugar como Urueña.

Dos o tres cosas de Urueña. Es un pequeño pueblo de Valladolid, en medio de la meseta castellana, en un montículo con espectaculares vistas a esa tierra de páramo y campos desnudos. Amurallado, con casas de vieja nobleza y humildes casas de adobe, con iglesia notable y algún palacio con historia. Unos pocos bares, algunos restaurantes, sin prensa, con algunas tiendas y un banco.

/upload/fotos/blogs_entradas/uruea_se_convierte_en_la_primera_villa_del_libro_de_espaa_med.jpgAdemás es el pueblo con  más densidad de librerías de viejo de España. Le llaman la Villa del Libro. Además de ser villa musical pues allí se refugian músicos, cantantes y estudiosos del folklore. También tiene algún espacio para objetos singulares, para la reproducción y creación de esas maravillas de las viejas caligrafías u para rescatar juguetes de los años de la artesanía. En fin un pueblo para huir del mundanal ruido, refugiarnos en las verdades de las mentiras y ser capaces- como Gerald Brenan, como Robert Graves- de decir adiós a todo eso. Un problema, que no somos Brenan ni Graves. Otro, que hablan el mismo idioma. Uno más, que llegan las palabras de los políticos en campaña. Y que llegan el tomate y el pilates. Creo que seguiremos viviendo entre libros pero en medio del caos. La tranquilidad puede esperar y además no existe.

En cualquier caso, los que amen los libros, las músicas y otras bellas excursiones por un mundo razonable que tomen el camino de Urueña. Las librerías sólo abren los fines de semana. A veces desde el jueves. El domingo si quieren comer habrá que reservar. Un buen viaje para soñar con la posibilidad, sin "letraheridos", que se podría cambiar de vida. Un viaje para dejarnos engañar durante unas horas. 

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11 de febrero de 2008
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Chávez y Exxon

Hay que saber muy poco de lo que es Venezuela y de lo que es la historia contemporánea de América Latina para pasar por encima del discurso del presidente Hugo Chávez Frías en su programa «Aló Presidente» del domingo. Tanto en el cable de una agencia reproducido por El Nuevo Heraldo de Miami como en el artículo del diario El Universal de Caracas se ve la misma figura de un líder que habla a su país de suicidarse. No entregar petróleo crudo a EE. UU. sería para Venezuela un suicidio (representa la mitad del producto interior bruto del país).

Chávez reacciona a la noticia de las demandas en justicia del grupo americano Exxon: una congelación de activos de la empresa petrolera estatal PDVSA empezó en varios países. El estado venezolano tiene una enorme indemnización pendiente con Exxon desde las nacionalizaciones del año pasado y Exxon «congela» activos para asegurar el pago. Siempre ha dicho Chávez que va a pagar. Ahora, los gringos le pasan la cuenta.

Ahora no es cualquier momento sino unos meses después de la derrota del chavismo en el referéndum sobre la construcción del socialismo. Y tampoco Exxon es cualquier empresa: representa el 2% del capital invertido a través de la bolsa de Nueva York y se llamaba Esso cuando las relaciones entre la revolución castrista y Washington se fueron al carajo. Es decir, que la empresa tiene peso y una historia de pelea con vecinos del sur. Estamos en un momento de definición de la historia con un presidente acorralado y un poder económico gringo que ahoga un poder político latino. Adivinando lo que tenía que ocurrir, Michael Shifter, el vice-presidente del Inter-American Dialogue, publicó en inglés, hace unos días, un excelente artículo sobre los primeros síntomas del agotamiento de la influencia de Chávez en América Latina. Hay que leerlo para entender el eco internacional de lo que se pone en marcha. Cuidado: es un momento de suma tensión, de gran peligro, pero el llamamiento de Chávez al suicidio económico de su país puede ser, tal como lo escribe Shifter, la renuncia del continente al camino abierto por el líder bolivariano con la plata del petróleo.

Recuerdo que existe en el archivo del New York Times un artículo fenomenal sobre PDVSA y sus dificultades. Lectura ineludible para entender las dificultades de la empresa.

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11 de febrero de 2008
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Hospitales (1)

"El que quiera saber lo que es la vida que venga a un hospital", me dice un médico, veterano en ver todo tipo de calamidades y también en sufrir carencias y falta de medios. Y es verdad, se trata de una experiencia que por poco receptivos o sensibles que seamos nos obliga a mirar las cosas de otra manera, por lo pronto, a darnos cuenta de que dependemos de los demás mucho más de lo que creemos y que hay momentos en que la ayuda, se quiera o no, es imprescindible, y esto sirve para la vida en general. Por eso, cuando alguien dice con soberbia que no le debe nada a nadie, me hace pensar. Me hace pensar que nunca habrá estado enfermo, ni habrá tenido que pedir trabajo, ni le habrán hecho reír. ¿Cómo se puede estar seguro de que no se le debe nada a nadie? De acuerdo que unas personas atraen la ayuda más que otras y que el mundo les resulta más hostil a unos que a otros, pero el resentimiento que encierra la famosa frase de "no le debo nada a nadie" hace antipático a quien la pronuncia, le hace rencoroso, poco generoso, da la sensación de que nunca nadie le ha querido, y si no le han querido es que no se habrá hecho querer, y lo que más embellece y hace deseable a alguien es sentirse amado o por lo menos con la posibilidad de serlo.

Pero estas líneas no van de amor (ojalá, todo lo que necesitamos fuese amor), sino de hospitales, de ese mundo aparte, con su olor, su estética y su estilo de vida particular, que tan bien conoce el Dr. Montes, del Hospital Severo Ochoa de Leganés, y su equipo, tan injustamente tratados por el tan traído y llevado asunto de las sedaciones a enfermos terminales, acusaciones de las que han sido totalmente exculpados. Si hay alguien que necesita amor, pero sobre todo ayuda para no sufrir en los últimos momentos más de lo ya sufrido durante toda su vida, es el enfermo en trance de morir.

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11 de febrero de 2008
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El Boomeran(g)
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