Vicente Verdú
El nacimiento del cine tuvo detractores ilustres y defensores insólitos. A unos les parecía la pérdida de la cultura-culta, mientras otros lo estimaron como "el entretenimiento que iba buscando la Humanidad". Estos últimos consideraban el cinematógrafo como el medio de distracción idóneo por tres razones: funcionaba gracias a la energía eléctrica (que a la sazón bendecía cuanto tocara); no permitía la participación del público (que se tenía por rucio y subversivo) y era absolutamente inmutable en su contenido.
Hoy los videojuegos son apreciados por tres posibles razones que revocan la estimación referida al cine un siglo atrás. El videojuego es práctico porque puede prescindir de la conexión eléctrica, es admirable porque propicia la participación del usuario y es atractivo especialmente porque ni su proceso ni su final se hallan predeterminados.
El cine es al videojuego, lo que la cultura del capitalismo de producción a la cultura del capitalismo de consumo. El cine es al videojuego lo que los programas políticos fijados ideológicamente son a los actuales programas cambiantes demoscópicamente.
El cine es imperativo, no admite corrección exterior. El videojuego es flexible, invita a la modificación popular. ¿De la dictadura a la democracia? ¿De la jerarquía al populismo? ¿Del orden piramidal al mundo horizontal?