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IV. Las cuentas son macabras

Los coches, o la vida. ¿Y quién más le hace coda a Fidel Castro? Nada menos que Robert B. Zoellick, presidente del Banco Mundial, y antes mano derecha de Condoleezza Rice: "mientras unos están preocupados por llenar sus tanques de gasolina, muchos otros luchan en el mundo por llenar sus estómagos", afirma.

Y Time escribe que se privilegia a 800 millones de personas con automóviles, sobre 800 millones de personas con hambre; si hace 4 años se calculaba, de acuerdo a científicos de la Universidad de Minessota,  que el número de hambrientos caería a 625 millones en el año 2025, ahora más bien se sabe que ese número crecerá a 1.2 billones, todo por efecto de los biocombustibles.

Las cuentas son macabras. El maíz que se necesita para llenar una sola vez el tanque de un vehículo con etanol, es suficiente para alimentar a una persona por un año: las cosechas están siendo dedicadas a saciar los vehículos, y no a los seres humanos. Y siempre habrá más vehículos para tragar más combustible.

Eso dice Time. ¿Y Fidel Castro? Apunta a lo mismo, con palabras muy parecidas: "hoy se conoce con toda precisión que una tonelada de maíz sólo puede producir 413 litros de etanol como promedio, de acuerdo con densidades, lo que equivale a 109 galones. El precio promedio del maíz en los puertos de Estados Unidos se eleva a 167 dólares la tonelada. Se requieren por tanto 320 millones de toneladas de maíz para producir 35 000 millones de galones de etanol". 

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22 de abril de 2008
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El último espectador (5)

Cualquier detective se preguntaría aquí: ¿quién se beneficia con este crimen? ¿Quién saca rédito de este acto de aparente rebeldía? Al igual que en el caso del lock-out del campo, los que se benefician en primer lugar son los grandes empresarios, que siempre cuentan la historia del modo apropiado a su conveniencia. ¿Acaso no oímos a diario que el libro está en crisis? ¿No se nos invita a olvidarnos del lector, esa criatura inculta y casquivana, aquejada por incurable déficit de atención? /upload/fotos/blogs_entradas/el_simple_arte_de_matar_med.jpg¿No nos convocan a darnos por felices en el arenero del suplemento cultural, aun cuando signifique que lo que hacemos ya no produce olas sobre el mundo del que habla el resto del diario? ("Un mundo que no huele bien, pero es el mundo en que usted vive", dice Chandler en El simple arte de matar.) ¿No se nos sugiere que celebremos porque se nos publica en casas marginales o en las colecciones ‘de prestigio' que las editoriales grandes crean a nuestra medida -y que nunca son bien exhibidas en las librerías, y a las que no se publicita?

Hay hechos que cuestionan esta versión interesada de la historia. El dato de que cada vez se editen más libros, en lugar de menos. (Del mismo modo: cada vez hay más películas, y más sitios donde ya no hace falta ser productor o distribuidor para difundir material audiovisual.) Si lectores y espectadores son tan tontos como se nos dice, condenados por su paladar a saborear sólo mierda como las moscas, ¿cómo explicar el fenómeno Lost, los millones de espectadores del mundo entero dispuestos a seguir una narrativa compleja a lo largo de dos, cuatro, seis años de su vida?

Llevo mucho tiempo viendo la misma operación en el mundo del cine. Aunque nadie lo proclame abiertamente, existe una División Internacional del Trabajo Cinematográfico. ¿Qué se espera de nosotros, latinoamericanos? Que hagamos películas pintorescas sobre nuestra circunstancia, exóticas, miserabilistas, o bien abstrusas películas de autor -pero nada más. Cuando obedecemos este dictum se habla bien de nosotros en los medios, se nos premia, se nos conceden alicientes para la producción. Pero cuando pretendemos hacer una película con ambiciones narrativas que excedan el corralito del público festivalero, se nos ningunea. La razón es simple. Las productoras de cine más poderosas -de los Estados Unidos, y algunas europeas como subsidiarias- no quieren que nadie les dispute el gran público, que consideran propio. Por eso nos sobornan para que sólo hagamos la clase de películas que ellos nunca harán. Y muchos cineastas no sólo aceptan encantados, sino que además elaboran justificaciones para sostener que son esas, precisamente, las películas que debemos hacer si queremos seguir actuando el papel de rebeldes que tanto nos gusta.

Se nos llama a desechar recursos que se pretende estereotipados, como el argumento o la intriga. Días atrás Damián Tabarovsky aplaudía en Babelia que en España se publiquen cada vez más libros de autores latinos que practican estas fórmulas. Y al mismo tiempo confesaba su inquietud: intuye que, caducado el nicho comercial del realismo mágico, se está poniendo a prueba la alternativa de la narrativa ‘rara'. Lo marginal se está volviendo central, la fórmula del momento -literatura oficial, letra muerta antes de nacer. De eso hablan los suplementos, esos son los títulos y los autores a los que se consagra: latinoamericanos que hacen literatura ‘rara', aun cuando la fórmula los enajene cada vez más del público que lleva vidas que tienen argumento y que sufren mil y una intrigas -gente que por cierto, no aprecia que se considere que su existencia es banal o estereotipada.

Nos están vendiendo espejitos de colores. Otra vez. Y los estamos comprando a manos llenas -no olviden que los argentinos somos los inventores del déme dos-, convencidos de ser los más listos del barrio. 

                                                      (Continuará.) 

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22 de abril de 2008
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El arte que habla (2)

Pero la exposición no sólo se ve sino que se escucha, y se complementa con unos auriculares con que asistir a una conversación que parece emanar del semblante y el gesto que tenemos enfrente. Se trata de un conjunto vivo capaz de ofrecer el testimonio audiovisual de una época. Una combinación audaz que incorpora a la pintura las nuevas tecnologías y la rescata de su soledad.

La mirada de una persona es importante, la sonrisa también, pero la voz es definitiva. La sentimos como su esencia quizá porque sale de muy dentro, de los pulmones, casi del corazón. Además, el tiempo se va quedando en la voz casi más que en la piel. De hecho se puede huir de las arrugas, pero no de la voz. La voz transmite juventud o vejez, entusiasmo o aburrimiento, crispación, ironía, desconsideración, afecto. Es raro lo que ocurre con la voz, es lo más independiente de nuestra persona, es como una parte de nuestro ser recorriendo el aire, que a veces ni se nos parecen, como esas voces profundas desprendiéndose de cuerpos menudos o voces cazalleras en rostros angelicales. Se podría decir que tiene vida propia y el poder de provocar atracción o rechazo por sí sola. Soy de la opinión de que la voz tiene un impacto demasiado importante en nosotros, como si saliera directamente de las profundidades de la mente cuando sólo viene de las cuerdas vocales. 

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22 de abril de 2008
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Piratas de Estados fallidos

El secuestro del atunero Playa de Bakio es un perfecto ejemplo de cómo la situación de Estado fallido se traslada al mar. Pues la falta de orden y estado de derecho en Somalia ha hecho que la piratería crezca al amparo de la anarquía, como bien analizó Martin N. Murphy en un excelente estudio sobre el tema titulado, en inglés, Piratería contemporánea y terrorismo marítimo, publicado el año pasado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres.

No es una situación inevitable. Murphy  explica bien cómo Malaisia, debido a la insistencia de su actual primer ministro Abdulá Badawi, Indonesia y Singapur (con cierto apoyo de EE UU) lograron reducir drásticamente la piratería en el Estrecho de Malacca, donde se registraron 80 ataques piratas en 2000, el peor año (En 2007, en el mundo, 433 tripulantes fueron atacados por piratas que los secuestraron o mataron). Era un interés vital para estos países y para otros como China o Japón. Por el Estrecho de Malacca pasa un 80% del petróleo y del comercio que va a la zona, y a diario 80.000 personas a diario y 10.000 pesqueros. Y la piratería podría tornarse fácilmente en terrorismo. Pese a los progresos o Murphy no descarta que la menor actividad criminal se deba a que los piratas hayan decidido esperar a que se reduzca la vigilancia. Y mientras operan contra turistas u otros en otras zonas menos controladas. Cuentan, incluso, con una cierta "aceptación cultural" de esta lucrativa forma de crimen.

En las aguas en torno al Cuerno de África, pese a que diversos países llevan hablando desde hace años de reforzar la vigilancia en esa zona, y EE UU lo ha hecho en algún caso, la piratería ha crecido pese a que esta actividad tenga implicaciones sobre la seguridad internacional. Los piratas disponen en Somalia de lugares en los que refugiarse sin que nadie les venga a molestar mientras negocian los rescates por sus secuestros. Antes del Playa de Bakio fue el Ponant, y antes que él un rompehielos que viajaba de Rusia a Singapur. Su armador pagó 700.000 dólares. En algún caso los piratas han llegado a pedir un millón de dólares de rescate. Aunque han atacado grandes cruceros, estos piratas modernos, que tienen en sus manos armamento efectivo a bajo coste, desde lanzagranadas a fúsiles AK-47, prefieren abordar barcos más pequeños y manejables. Ayer, frente a la costa de Yemen, un petrolero japonés fue atacado por una granada en lo que los expertos interpretan más como un acto de piratería que de terrorismo. Todo esto no es un retorno al pasado, sino que es muy de este siglo XXI.

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22 de abril de 2008
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III. Habrá más hambrientos, y más vehículos

La energía limpia no es más que un mito, sentencia la revista Time: los políticos y el complejo agroindustrial fuerzan la sustitución de los combustibles fósiles por el etanol, y lo que verdaderamente están haciendo es elevando los precios mundiales de los alimentos y empeorando el calentamiento global. En la medida en que los precios del maíz suban, los pobres del mundo comerán menos, y mientras más maíz se siembre para uso de motores, más bosques desaparecerán. Puro ambición de enriquecimiento.

¿Ya habíamos leído eso antes? Claro. En uno de los editoriales del Gramma, suscritos por Fidel Castro, que él suele titular "Reflexiones del Comandante en Jefe", y donde expresa: "Pienso que reducir y además reciclar todos los motores que consumen electricidad y combustible es una necesidad elemental y urgente de toda la humanidad. La tragedia no consiste en reducir esos gastos de energía, sino en la idea de convertir los alimentos en combustible".

Time no cita a Fidel Castro, sino a Lester Brown, experto en alimentos de las Naciones Unidas, quien dice que esta ocurriendo "un crimen contra la humanidad", algo que en términos semejante ya había dicho aquel, sólo que un año antes, pues su editorial data de marzo del 2007, y lo tituló: "Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo".

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21 de abril de 2008
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Machos, chulos y otros animales

La semana arrancó alegre, confiada, republicana y callejera. Bebimos un vino, o dos, por Azcona, en un día muy poco cruel del mes de abril. Un buen día, el 14, para seguir brindando como alegres ilusos de una novela de Rafael. Y llegó Zapatero y brindó moderadamente por el guionista. Es sobrio, tiene control y al día siguiente prometía, en compañía de los/las suyas. Y ante el monarca que supo perder con el Getafe y ganar con el Valencia. Los reyes nunca pasan sed.

Y llegaron los machos, chulos, quintacolumnistas de lo cañí, camisas nuevas del viejo mundo, y se pusieron a escribir chistes de casino. Como patéticos mozos muy jaraneros. No estaban solos, estaban tomando cañas con Berlusconi. También de chulo teñido, subido en sus calzas y con sus televisiones de mujeres neumáticas, de salsas rosas y mamachichos. Flor de la chulería, compañero de viaje de lo peor de esa degradación italiana que vive entre nosotros.

Periodistas de pellizcos furtivos, de acosos en despachos o expertos en misses. Tropa de machotes, chulos con tirantes, morcilleros, pequeños, o altos, escribidores con tribunas pagadas y bendecidas por la reacción. Con ellos el berlusconismo se encuentra en casa. Batallón de modistillos que hacen un ruido incapaz de movilizar a hombres, a mujeres que merezcan la pena. Siguen encerrados en el nicho de los chulos. Una vieja historia.

/upload/fotos/blogs_entradas/cernuda_big_med.jpgHay otros hombres, otros españoles que han escrito desde sus antípodas. Que supieron retratar a los mezquinos en verso. Fuimos a la presentación de la más completa biografía de Luis Cernuda, premio Comillas de biografía, escrita por Rivero Taravillo. Historia de un español, un sevillano amante del norte, del crepúsculo, la niebla, el sherry y el jazz. Años españoles al poeta que quiso ser inglés, que terminó en México deseando volver a su querida y malquerida tierra. Entre la realidad y el deseo nos dejó algunos de los mejores poemas de nuestro idioma. Esteta hasta en el frente, hasta en el batallón de la sierra de Guadarrama, donde tomó armas y uniforme. Soldado de poca fortuna, de pocas semanas. La homofobia no conoce ideologías. Pero no pudieron impedir que su pluma valiera muchas pistolas. Les dedicó -podía haber pensado en machistas de hoy- una respuesta en verso: "Lo cretino, en ti, /No excluye lo ruin. / Lo ruin, en tu sino, /No excluye lo cretino. / Así que eres en fin, / Tan cretino como ruin".

Y recordando a otro poeta que también sufrió y huyó de la soldadesca, José Miguel Ullán, que estrena obras completas, y entender cuáles son nuestras cadenas antes de hacernos los graciosos tabernarios: "Mero ahorro señor, Señor, hubiera sido hacernos todo desmemoria y sexo". Lo malo es que algunos de los animales, aún desmemoriados, escriben.

Artículo publicado en: El País, 20 de abril de 2008.

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21 de abril de 2008
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El arte que habla (1)

En una sala del espléndido Museo de Arte Contemporáneo del Centro Cultural Conde Duque se exhibe la muestra "Retratos con conversación", que su autor, el pintor Félix de la Concha, no considera cerrada sino en expansión porque su mirada aún se encuentra en pleno rendimiento para indagar en los matices que los colores y su habilidad pueden arrancar del alma de los retratados. Sus modelos son escritores, científicos, músicos..., proceden de distintas esferas y desde ahora tienen en común el haber pisado el estudio de De la Concha y compartir las mismas paredes del Museo.

/upload/fotos/blogs_entradas/el_sol_del_membrillo_med.jpgLos retratos los realiza en movimiento, en el transcurso de dos horas de conversación en que, aunque imperceptiblemente, todo va cambiando de aspecto. Seguramente sólo un pincel y una cámara de fotos son capaces de registrar algo tan pasajero como la luz. Precisamente a explicar cómo se le echa el lazo a un reflejo dedicó Víctor Erice su minuciosa y ejemplar película El sol del membrillo, donde podemos contemplar cómo Antonio López trabaja duramente para retener luces y sombras. Así que no es de extrañar que fuese la pintura la que enseñase al cine cómo manipular la luz y crear la sensación de que una vela iluminaba una cara. Por su parte, Félix de la Concha también trata de apresar el movimiento y por eso no exige que sus modelos se mantengan paralizados, sino que parece considerar que hay que estar en sintonía con ese instante que nunca se detiene. 

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21 de abril de 2008
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Sobre las ausencias presentes

Una obra maestra puede esperar durante años, pero te acaba encontrando. Así, el "trozo de muro amarillo" pintado por Vermeer que atrapó a Bergotte en el Jeu de Paume para llevarle a la muerte, según cuenta Proust. Aquel pigmento amarillo había pacientado hasta que llegó el día cumplido para mostrarse ante el pintor moribundo. Con toda modestia, me ha sucedido lo mismo gracias a la obra maestra de un ginebrino, "L'Usage du monde".

/upload/fotos/blogs_entradas/monde_med.jpgEl joven Nicolas Bouvier y su amigo el pintor Thierry Vernet se lanzaron a un viaje imposible cuando apenas habían cumplido veinte años. Con un Fiat 500 atravesaron Europa, cruzaron Grecia, Yugoslavia y Turquía, se adentraron en Armenia, Azerbaiján, Irán y fueron a dar a Afganistán para terminar en Bombay año y medio más tarde. Era en 1953 y en esas zonas habían muerto decenas de viajeros curtidos, pero también miles de lugareños por hambre, frío, deshidratación o malaria. Los peligros que sortearon ese par de adolescentes sin dinero ni protección alguna tiene algo de milagroso.

La prosa de Bouvier es íntima, limpia, de una gran elegancia. Y lo más emocionante no es la aventura física, sino la posición del narrador, su dignidad. Bouvier se borra del relato para que los hombres, animales, paisajes, climas y objetos aparezcan con nitidez. Ni una queja, ni una crítica, ni una censura empaña el retrato de unas sociedades forzadas a la criminalidad para sobrevivir a su absoluta miseria. La música, fondo constante de la odisea, pone un velo mágico a la danza popular de la desesperación.

Como a Bergotte, este libro me ha alcanzado cuando era preciso, porque me ha devuelto a mis muertos. Yo no sé si Carlos Trías y Ferrán Lobo lo habían leído, pero he vivido la conversación que ya no podré tener con ellos. Veo a Carlos, que amó la errancia perdidamente, exaltado con sólo oír los nombres de Mahabad, Chiraz o Sungurlu. Veo a Ferrán, en su callada pasión, celebrando la vida de los hombres honestos y libres como Bouvier. No hubo página que no leyera con ellos en voz alta. En la callada voz de la ausencia.

Artículo publicado en: El Periódico, 19 de abril de 2008.

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21 de abril de 2008
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Los jet-lags

El avión no pita. A diferencia del tren, el coche o internet, el avión apenas ha aumentado su velocidad a lo largo de varias décadas. Como consecuencia, se registra la paradoja que al igual que antes el coche, el transiberiaino o la carreta tirada por mulas, un viaje largo en avión equivale a contraer una auténtica enfermedad. Décadas y décadas sin que el avión supere los 900 kilómetros por hora de media lo que siendo una alivio en trayectos domésticos -sin contar las penalidades antes y después del embarque- convierte en un cruel martirio los vuelos transoceánicos. De aquí para allá y de allá para aquí el viaje acaba infligiendo un fardo de malestar general apegado al cuerpo en todas sus distintas porciones, lo que denota el anacronismo de su prestación y, lo que es lo mismo, el fracaso de esta tecnología para procurarnos el normal cruce del espacio sin sufrir el terrible castigo del tiempo. O viceversa.

En suma, cada pasajero es desembarcado en el punto de destino con un malestar general y durable a la manera de haber sufrido la penalidad de un desplazamiento tan imperfecto como mal resuelto.

Las líneas aéreas, los empresarios de la aviación, las autoridades nacionales e internacionales, se comportan ante este problema mundial como si no sucediera nada del otro mundo. Ocurre, sin embargo, que todo pertenece, efectivamente, a la insufrible presencia del otro mundo. De un mundo caducado e incoherente que ante el paradigma contemporáneo de la comunicación súbita y total se comporta rarificando las conexiones y castigando la salud del viajero. Se comporta, de hecho, con una funcionalidad propia de otra época, del tiempo en que todo jet-lag se aceptaba por el culto al vuelo y su actual realidad que remeda los penosos desplazamientos de las viejas carreteras y los vetustos cacharros, nos parecía el no va más. Pero ahora, contrariamente, "no va a más", no pita y nos quebranta con su inconfortabilidad, su lentitud y su insoportable incompetencia.

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21 de abril de 2008
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La mentira y la muerte

Empecé estas reflexiones, hace meses, meditando sobre la esencia de la disposición filosófica, e intentando establecer un listado de interrogaciones que, por concernir a todos, constituirían el auténtico contenido de la filosofía. Sin embargo, por caminos diversos, he ido a parar a consideraciones más bien sobre la mentira que sobre la verdad, concepto este en el que parece cristalizar la filosofía. He considerado la hipótesis de que la mentira constituyera el verdadero engrasador del orden social, el motor de nuestras máximas efectivas de acción y hasta, en ocasiones, la causa final de las mismas. Ese uso falaz del lenguaje que sería un auténtico universal antropológico (según el listado de Donald Brown al que a un momento dado he hecho referencia), podría asimismo constituir una suerte de estrategia final: mentir por mentir, en lugar del hablar por hablar, al que en ocasiones me he referido.

Falacias de todo tipo y relativas a los más variados temas. Mentiras a las que no se les da importancia en el plano de la política y mentiras en torno al valor de la vida y a la manera como encarar la muerte. He avanzado hace unos días la hipótesis de que la muerte propia sólo pudiera ser contemplada en el contexto de un monumental auto-engaño. Pero esta imposibilidad de adecuación entre el yo que de todo da testimonio y la situación en la que el yo se hallaría ausente, esta imposibilidad trágica de lucidez, poco tiene que ver con la mentira sin pliegues que salivan los voceros de la ortodoxia moral en la materia, en particular en relación al escandaloso tema del rechazo a la eutanasia.

Y si la muerte es objeto de tal trato, si en boca de juristas, legisladores y moralistas no se oye una palabra verídica en relación a cómo enfocarla, excluyendo en todo caso un enfoque compatible con el mantenimiento en toda circunstancia de un ideario de libertad, cabe preguntarse ¿qué esperar entonces de la gestión de otros aspectos de la vida?

En la ciudad de Valladolid, una muchacha de 18 años acaba de obtener un reconocimiento filosófico por haber escrito un pequeño ensayo en el que defiende la imposibilidad de reduccionismo tratándose de los seres humanos. Es imposible, parecía proclamar, que se de cuenta del hombre como se da cuenta del comportamiento de un electrón en el átomo de hidrógeno. Quizás no sólo es así, sino que produce tremendo terror que así sea. De ahí la ciénaga en la que se empantanan las consideraciones sobre todo aquello en lo que nuestra entereza se pone inevitablemente a prueba, de ahí la insoportable falacia del discurso legal y moral sobre el dolor y la muerte.

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21 de abril de 2008
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