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Escape de Nahualópolis / III

III. Apuntes de alpinismo emocional. 

Hasta donde se ve, las rutinas sirven menos para alcanzar las alturas que para abandonar los agujeros. No es extraño, por tanto, que a la larga echen mano de las maternalistas artes del chantaje. Es costumbre, entre sus obedientes devotos, rendirse a su capricho redentor con tan avasallada sumisión que ya la mera idea de incubar por ahí un caprichillo propio que contradiga sus precisos dicterios parece poco menos que una traición de sangre. O poco más, quién sabe.

     Para mejor mandar en nuestros actos, la rutina crea la percepción de un precipicio negro que se abre más allá de sus fronteras. Se supone que basta con saltarse esas trancas una vez para correr el riesgo de nunca regresar, pero no están las cosas para supersticiones. Si he venido tras ella, poseído por este arrojo abochornado, no es pensando en subir piedras a la montaña, empeño meritorio, loable y decorativo, sino apenas sacarlas del agujero, quehacer a todas luces más sufrido y menos fotogénico. Según recuerdo, una de las promesas de campaña del demonio del caos rezaba: No se admiten rutinas.

     -El caos -exclamó Lady Ruth, con la vista en los cielos, como si se apiadase de mi candor- es también una rutina. La rutina del limbo, cuando las horas pasan como autobuses y sabes que a ninguno vas a subirte y las semanas se confunden con los meses y los años parecen estaciones. La rutina de los días idénticos que se sientan contigo a esperar el colapso, igual que otros esperan por sus trenes. La rutina de no enterarte qué pasa y esperar que por eso no pase nada. Aunque de menos te queda el orgullo de comer cada vez a una hora distinta, y si te da la gana quedarte sin comer. Eso es lo que proteges de mí, ¿no es cierto? Tu sagrado derecho a malograrte.

     -Perdona -interrumpí, ligeramente demasiado tarde-, pero tienes mala fama. Son demasiados los que se quejan de ti. Como si algo muy dentro se quebrara en el instante que uno recurre a tus auspicios. Lo que llaman venderle el alma al diablo.

     -Déjame adivinar. Tienes miedo de que te lleve a un lugar confortable del que podrías nunca querer salir.

     -Adivinaste. Menos miedo me da la zona roja que la de confort.

     -¿Y dónde estás ahora, zopenco? Hay quienes piensan que el gobierno despótico del caos otorga las mayores libertades. Puede que sea verdad, en un principio. Luego, cuando más cómodos están, se enseñan a creer que lo más natural es jamás tener tiempo ni espacio para nada, como no sea para crear más caos, y todavía osan preguntarle a una si trae prisa, que es lo que menos tiene quien trabaja conmigo. ¿No te da algo de pena describirme con el semblante de un himen y además los esfínteres apretados? ¿Pedir mi ayuda y caracterizarme con la caricatura de una guarra encuerada, peluda y adiposa?

     -Las hadas nunca son como son -me defendí, sin gran convencimiento- sino como las vemos. No cuenta lo que creen, como lo que uno cree.

     -La última vez que te propuse un trato -el desdén rencoroso de sus ojos me insinuaba el despecho mudo y, ay, rutinario que persigue a los labios malbesados- me dijiste que podías arreglártelas sin mi humilde respaldo.

     -Mea culpa -me di un golpe en el pecho, teatralmente-, creía que el infierno estaba hecho de rutinas, y aun ahora siento que necesito realizar un esfuerzo constante para no rechazarte con la primera excusa que se me atraviesa. Me preocupa, además, que puedan vernos juntos. Podrían pensar cosas, tú me entiendes. ¿Te importa si te niego, cuando se ofrezca?

     -Solamente si lo haces por triplicado y antes de que ponga el gallo -me desafió, con esa megalomanía evangélica de la que tanto abusan a los aparecidos. Reparé sólo entonces en que ya era de noche. Me era imposible verla, pero podía sentir el latir burocrático de sus ventrículos, y acto seguido relamerme los bigotes calculando hasta dónde la rutinaria dama esperaría de mí respeto absoluto, o tal vez lo contrario, por ventura.

     -Una cosa es negarte, y otra sería negarme -me rendí, ya en sus brazos pegajosos. ¿Quién sabría si no trepando por aquellas laderas escarpadas encontraba la piedra y la montaña?

 

     ¿Entiende Lady Ruth la sutil diferencia entre alcoba y mortaja, clímax y catalepsia, santos óleos y sacras secreciones?

     ¿Es un hada tan rígida como se cuenta, o tan flexible como será preciso?

     ¿Hay vida humana en el seno de la rutina?

     Próximamente: IV. En el fondo están las formas.

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17 de junio de 2008
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Vida cruel

Richard Price es uno de los grandes novelistas de este tiempo, y sin embargo no es del todo conocido en Hispanoamérica. Las adaptaciones al cine de algunos de sus libros, como Clockers y Freedomland, no han estado a la altura de los originales. La narrativa audiovisual que más se acerca al universo de Price es una que no le pertenece del todo, aunque ha colaborado con ella de manera magnífica como guionista: la serie de HBO The Wire, a la que muchos consideramos lo mejor que se ha hecho en TV en muchísimo tiempo -y que, como Price, no ha obtenido la repercusión popular que su nivel demanda.

Como The Wire, las novelas de Price -y entre ellas la más flamante, Lush Life- utilizan el género policial como lo que Hitchcock solía llamar ‘Mac Guffin': un recurso que propele la narración, pero que no consume su esencia. Tanto The Wire como Lush Life son mucho más que ‘un policial', al tiempo que ranquean entre lo más notable del género. Existe el crimen y también la pesquisa, pero lo que queda al descubierto sobre el final no es simplemente la identidad de un criminal, sino más bien un ensayo, o mejor: una mirada impresionista sobre las condiciones que hicieron posible ese crimen. Por eso el formato de serie o miniserie le sienta mejor a los relatos de Price que el constreñimiento del largometraje clásico. Sus novelas suelen ser corales y están construidas por capas, al igual que la ciudad desnuda que les sirve de escenario.

/upload/fotos/blogs_entradas/lush_life_med.jpgLush Life procede del mismo modo. Hay un crimen: el asesinato de un joven barman llamado Ike Marcus, en plena calle, en presencia de su superior inmediato, Eric Cash, con quien había salido de copas a pesar de que apenas se conocían. Hay un criminal, a quien se nos presenta en las primeras páginas. Hay un detective, Matty Clark, cuyo error de juicio pone en riesgo la resolución del caso. Están los padres de Ike, que rondan al detective como fantasmas que reclaman venganza -o tal vez otra cosa, más humana y a la vez más terrible. Y están los demás en su multiplicidad digna de comercial de Benetton: vecinos, comerciantes, dealers, soplones, de todas las razas y todos los credos, con el telón de fondo del Lower East Side neoyorquino que alguna vez albergó a los inmigrantes judíos -Price muestra el espectáculo de una sinagoga derruida, con gente hurgando en sus escombros- y hoy es un inequívoco sucedáneo de Babel. Ya desde el arranque muestra Price este caleidoscopio, con lenguaje de ritmo magistral, al describir el derrotero de una patrulla de policías: ‘...boliche de falafel, boliche de jazz, boliche de gyro, esquina. Patio escolar, creperie, inmobiliaria, esquina... Sex shop, casa de té, sinagoga, esquina...'

La sociedad en que viven parece concebida para desalentar toda esperanza. Pero a pesar de ello, los protagonistas de Price -Eric, el joven Tristan, Matty Clark- la buscan contra toda esperanza, como la gente que se mueve entre los despojos de la sinagoga.

Si hubiese que elegir una frase que definiese el sentido de las novelas de Price, me quedaría con una de las canciones de Bruce Springsteen que más me gusta: Es duro ser un santo en la ciudad.

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17 de junio de 2008
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La inmediatez de la confesión

Rafael Argullol: Es un mensaje en la botella lanzado al mar pero lanzado a un mar en la cual hay una multitud de destinatarios que pueden acusar recepción de manera casi inmediata.

Delfín Agudelo: Siento que la idea de la botella es muy útil en este caso. Siempre me ha llamado mucho la atención la delgada línea que separa al blog literario del diario. Pienso así en la relación entre botella e interioridad del blog. Pero lo que también tiene es que, a diferencia del diario que se queda cerrado y guardado, es algo que haciendo clic ya tiene una puesta en escena que me parece magnífica de parte de aquél que está escribiendo y exteriorizando. Hay gente que escribe para ser leída; otra para crear un personaje propio; sin embargo, hay un choque entre lo público y esa interioridad de la botella que rompe las barreras del lector.

R.A.: La relación del blog con los diversos géneros autobiográficos es evidente, y fundamentalmente con el diario. A este respecto creo que ha alterado también lo que eran los ritmos tradicionales de la escritura autobiográfica. En los ritmos habituales, desde las Confesiones de San Agustín o antes hasta nuestros días, creo que se podría buscar toda una serie de tipologías. El escritor que escribía el diario como una especie de vómito visceral inmediato y escasamente preocupado con la idea que esto viera la luz. Digamos que crudamente verdadero hasta las propias entrañas; se trataba del que escribía desde esas entrañas pero entendiendo que era posible que en su momento lo escrito viera la luz. Y así distintas gradaciones hasta el escritor que escribía el diario con la clara voluntad de que en el futuro eso viera la luz. En esta gradación incluiría las anotaciones autobiográficas de Antonin Artaud como unas muy vinculadas a una visceralidad en la que te puedes preguntar claramente si Artaud pensaba que eso vería la luz en algún momento. Y en el extremo final de esa gradación nos encontraríamos con lo diarios de Thomas Mann, a los cuales él mismo, en los sellos que acompañaban a los paquetes, indicaba que tendrían que abrirse y publicarse veinte años después de su muerte, teniendo así una clara voluntad de que vieran la luz.

 El blog ha introducido toda una serie de matices en esa gradación, porque el que escribe el blog puede alterar su propio ritmo, su propio estado de ánimo; puede, por ejemplo, llegar a una especie de inmediatez de tipo muy emotivo y sensitivo, o puede hacer algo muy planificado desde el punto de vista literario. En el momento en que tú aplicas el clic, modificas claramente estas gradaciones tradicionales; puedes enviar algo de una emotividad inmediata; por así decirlo, puedes enviar algo estilo Antonin Artaud o algo estilo Thomas Mann. En ambos casos -aunque evidentemente la escenificación íntima es distinta- la significación pública es la misma porque te sometes a ese público que va a ver tu escrito de manera inmediata. Ni hay la prevención de los veinte años de Mann, ni hay esa especie de incertidumbre de los escritos a lo Artaud en que alguien luego recupera lo que no sabes si efectivamente estaba pensado para ser publicado. Se produce esa escenificación inmediata.

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17 de junio de 2008
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II. ¿La misma cosa?

¿Hay de verdad parecidos entre Anastasio Somoza, que huyó del país el 17 de julio de 1979, cuando las fuerzas guerrilleras cercaban ya Managua, y Daniel Ortega, que gobierna ahora al lado de su esposa Rosario Murillo, generalmente en secreto, pues nadie sabe nunca de su paradero dentro o fuera de Nicaragua, y otras veces desde tarimas profusamente enfloradas frente a una audiencia cautiva que debe escuchar por horas los  discursos de ambos? Los hechos hablan.

La huelga de hambre de Dora María Téllez ha tenido como primera motivación el hecho de que a su partido, el Movimiento Renovador Sandinista, fundado en 1996 por disidentes del viejo Frente Sandinista, ha sido despojado de su existencia legal por una resolución del Consejo Supremo Electoral, fiel a Ortega, que también ha aplicado la misma sanción al Partido Conservador.

De esta manera, las elecciones municipales de noviembre de este año tendrán solamente dos contendientes visibles: el Frente Sandinista, del propio Ortega, y el Partido Liberal de su íntimo aliado y rehén Arnoldo Alemán, condenado por los tribunales a veinte años de  prisión por diversos delitos cometidos cuando fue presidente, entre ellos el lavado de dinero, y el único reo del continente americano que tiene todo un país por cárcel, y que dirige además un partido político.

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17 de junio de 2008
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Total interferencia

El país que aplaude al empresario del agro Alfredo De Angeli e interna en un neuropsiquiátrico a Charly García no se merece dormir tranquilo.

El presente intento desestabilizador -porque a nadie le quepa duda que lo que está en juego no es una cuestión de impuestos extraordinarios, ni sectorial, sino la continuidad de un gobierno democrático que apenas llega a los seis meses de asumido- es una muestra de cuán salvajes siguen siendo las prácticas de aquellos que no tienen intención de resignar su sitial de privilegio en este país latinoamericano. No debería extrañarnos, dado que siempre estuvieron dispuestos a todo. En otros tiempos les funcionaba la fórmula de apelar a los cuarteles militares. Hoy recurren a otro ‘bastión de argentinidad', sugiriendo a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis Campestre el uso intensivo de los símbolos nacionales para convencer a la masa distraida de que la suya no es una causa de empresarios que no se resignan a ganar menos millones, sino una gesta nacional.

Al incurrir en delito flagrante -usurpar rutas, disponer de la libertad y de la propiedad de miles de argentinos, impedir la llegada de alimentos a la población-, han puesto a un gobierno que ha hecho una bandera de la no represión en una disyuntiva satánica. En caso de no recuperar la iniciativa política, reafirmando la autoridad que le concedió el voto mayoritario (quizás haya que decir que la administración Kirchner se dejó meter en la trampa a causa de una sucesión de torpezas), el gobierno debería hocicar ante el reclamo de los Cuatro Jinetes, lo cual equivaldría a firmar su defunción. Alguien me decía ayer que Cristina Fernández de Kirchner se había equivocado al crear un impuesto a la renta extraordinaria de un sector del campo, y planteaba la posibilidad de que hiciese lo mismo con la minería, o avanzase en una reforma tributaria, para demostrar que demanda igual esfuerzo de todos los sectores. ¿A alguien se le ocurre que la Presidenta podría abrirse nuevos frentes de protesta en este instante? ¿O que, en caso de fracasar ante los Cuatro Jinetes, le quedaría algún resabio de poder para meter en cintura a intereses que a la primera de cambio volverían a pararle el país?

La otra opción es recurrir a la fuerza, de la que dispone por ley. Cualquier gobierno está en su derecho de asegurar la libre circulación por las rutas nacionales, y de garantizar a la población su acceso a la alimentación básica, como acaba de hacerlo el Presidente del gobierno español. Pero en este país, si las fuerzas de seguridad salen a despejar rutas van a pasar una de estas dos cosas, o ambas -todas beneficiosas para el bando de los conspiradores. Va a haber muertos, lo que pondría al gobierno en un lugar similar al de Eduardo Duhalde y el de Fernando de la Rúa, que debieron anticipar su salida o simplemente renunciar, deslegitimados por su propia violencia. Y aun en el muy difícil caso de que no hubiese muertos, el gobierno quedaría en deuda -y las deudas políticas se pagan-, con otro ‘bastión de argentinidad': las Fuerzas Armadas, muchos de cuyos miembros ven con más simpatía a los Cuatro Jinetes que a un gobierno al que cada vez más voces acusan desembozadamente de ‘zurdo', o más delirantemente: de ‘Montonero'.

En esta circunstancia tan triste como difícil, no encuentro mejor forma de explicarme la Argentina que las palabras de un señor que a esta hora está internado en un neuropsiquiátrico, sedado hasta el moño: ‘Violamos todo lo que amamos para vivir'.

Ese verso de Total interferencia explica la historia de mi país desde los años 70 al presente mejor que todos los libros de historia juntos.

Charly está encerrado. Los violadores andan sueltos y de parabienes, sonriendo para las cámaras de TV.

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16 de junio de 2008
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Lecciones y maestros: Vargas Llosa

Cita Internacional de la Literatura en Santillana del Mar, dedicada esta vez a estudiar la obra de Vargas Llosa, Javier Marías y Pérez Reverte. El domingo, llegamos a Santander y nos llevan en un bus a Santillana del Mar. Me quedo en la Casona del Revolgo, junto a Juan Gabriel Vásquez, Gonzalo Garcés, Irene Zoe Alameda. Por la noche, en la recepción, conversaciones fugaces con Efraín Kristal -uno de los expertos en la obra de Vargas Llosa--, una editora francesa, mis editores en Alfaguara. Se habla de literatura con pasión, pero también de lo extraliterario: por ahí se escucha que ya es oficial, Andrew Wylie es el nuevo representante de la obra de Roberto Bolaño. Especulaciones: ¿una ofensiva de Wylie en el mundo hispano? Lo cierto es que en Babelia del pasado sábado --en la columna de Rodríguez Rivero-- también se confirmó que Antonio Muñoz Molina será representado por Wylie de ahora en adelante.

El lunes por la mañana está dedicado a la obra de Vargas Llosa. Me siento muy atrás, admiro y envidio un ejemplar de la primera edición de La casa verde, que Juan Gabriel ha conseguido gracias a un librero en Bogotá. En la presentación de la obra de Vargas Llosa, Víctor García de la Concha habla entre otras cosas de la importancia de la poesía en la obra del escritor peruano (Neruda, Darío, Rimbaud, Baudelaire). Luego es el turno de Vargas Llosa, que discurre sobre la importancia de la "técnica", esencial para "contar una historia bien contada" (algo muy fácil de decir, pero muy complejo, pues se basa en el poder de persuasión interno del texto y tiene como objetivo eliminar la actitud crítica del lector).

Para Vargas Llosa, las preocupaciones formales estaban ausentes de la narrativa latinoamericana de los años cincuenta (no es tanto así, pero es cierto que la técnica no era central en la gran mayoría). El personaje capital de cualquier relato debía ser el narrador; la forma de organizar el tiempo en el relato era el otro gran ingrediente de las novelas que admiraba. Así, los escritores que en esos años se convirtieron en el eje de la narrativa vargasllosiana fueron Flaubert y Faulkner. Lo que le cambia la vida a Varguitas no es sólo Madame Bovary, sino las cartas de Flaubert a Louise Colet, que dan cuenta de "la lucha con el ángel", esos cinco años dedicados a la escritura de la novela, en los que el talento se construye en base a perseverancia.

Vargas Llosa termina señalando que la literatura es una gran requisitoria contra nuestras sociedades, incapaces de satisfacer los anhelos más profundos del ser humano. Después, dos mesas analizan diferentes aspectos de su obra. De todo lo escuchado, me quedo con algunos apuntes: J.J. Armas Marcelo señala que la obra de Vargas Llosa es "una marca en el rostro de nuestro tiempo", y que el tema de la próxima novela, y el lugar en que discurre buena parte de la acción (el Congo belga), muestran que una de las influencias centrales de Vargas Llosa es Conrad, presente al menos desde La casa verde; Efraín Kristal menciona que en las dos últimas obras, Travesuras de la niña mala y Al pie del Támesis, se gesta un nuevo cambio en la obra: si antes había una línea que separaba la realidad de la imaginación, ahora, como dice el narrador de Travesuras, "el mundo en que vivía" no se diferencia de "aquel en que decía vivir". Sí, la literatura es una suerte de compensación, un subterfugio para proteger del mundo a un ser dañado (¿quién no lo es?).

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16 de junio de 2008
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I. La guerrillera que regresa

Una heroína de las luchas populares que llevaron al derrocamiento de la dictadura de la familia Somoza se halla en huelga de hambre desde hace días en Managua, instalada bajo una champa de plástico en un predio vacío de la rotonda "Rubén Darío", el lugar más traficado de la ciudad.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_guerrillera_med.jpgLa comandante Dora María Téllez, celebre por su participación como la número dos en el comando encabezado por Edén Pastora, que tomó el Palacio Nacional en agosto de 1978, y célebre por haber conducido a las fuerzas insurgentes que liberaron la ciudad de León en 1979, ayuna ahora por lo mismo que entonces luchó con las armas: la democracia, las libertades públicas, el estado de derecho. Han pasado 30 años desde aquella gesta, y su figura menuda y ágil ha cambiado poco, salvo por algunas canas en su pelo.

Sólo que el adversario contra quien su protesta va dirigida no es ya más Anastasio Somoza, enterrado hace años en un cementerio de Miami, sino Daniel Ortega, antiguo camarada suyo, presidente del gobierno de la revolución hasta 1990, y que ganó un segundo mandato en 2006. Un cartel instalado en la rotonda muestra una composición fotográfica en la que Somoza y Ortega juntan las manos en alto, ambos sonrientes: "Ortega y Somoza son la misma cosa", reza el lema del cartel. 

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16 de junio de 2008
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De tetas, paraísos e infiernos

"Seríamos ladrones de senos. Entraríamos por los balcones sigilosos, con una linterna sorda, y llegaríamos descalzos a los lechos en que ellas duermen con su seno fuera...". Ése era uno de los muchos homenajes que Ramón, en libro memorable, hizo a los senos. No tetas, como dice el colombiano Gustavo Bolívar. En su novela sobre ese falso paraíso con el que sueñan pobres chicas de tetas pequeñas, fabricado de mal gusto y dinero del narcotráfico, no hay lugar para la literatura de Gómez de la Serna, para esos senos que "sobre las balaustradas de los balcones se asoman como niños curiosos". Ni siquiera lo habría para otra mirada, juvenil literaria, que un día escribió el católico y sentimental Juan Manuel de Prada sobre los "coños" y su pluralidad. No estaba el autor de Coños en esa comida que el editor Quique Polanco organiza en tiempos de Feria, pero sí estaba el autor de Sin tetas... Decenas de miles de ejemplares y series televisivas le contemplan.

/upload/fotos/blogs_entradas/ana_garca_obregn_med.jpgAllí se habló de todo, de tetas, tamaños, paraísos e infiernos. De machos y hembras. Cosas de escritores. Elevadas conversaciones como la verdad del físico de Ana García Obregón. Todo porque en otra comida -¡así estamos!- con un empeñado editor gallego de libros en español, como un vendaval, en la mesa de enfrente se sentó la auténtica Obregón. Con nuestras discretas miradas pudimos observar que mantiene unos equilibrios corporales impropios de su edad. Hicimos una porra sobre cirugía y realidad, verdad y ficción. No diremos más. Tenemos la intención de mantener a salvo lo que queda de nuestro maltratado, nocturno y bien bebido físico.

Con ese cuerpo nos fuimos de nocturnidad a un islote -escondido paraíso lleno de olivos, almendros, lirios, rodeado de rascacielos- llamado El Olivar de Castillejo. Además de la casa del fundador, José Castillejo, por allí siguen las casas de Menéndez Pidal, Dámaso Alonso o Ignacio Bolívar. Aquellos españoles que supieron vivir bien, entre la ciudad y el campo, sin olvidar músicas y poesías. Flamencos y poetas para pasar el frío de la primavera. Aute, Benítez Reyes, García Montero para las voces de Arcángel, Carmen Linares o Morente.

Con Morente, como con Lorca, no hace ni frío ni calor: hace Morente. Un paso más, ahora canta a Picasso. Otro amante de las mujeres -de todos los tamaños, edades y formas- y de sus senos. Picasso habría sido amigo de Morente y admirador de su cante. Y de su hija. Antes de cantar juntos, Morente se acerca al Guernica. Y a Gernika. El cuadro en Madrid, cerca del Prado, donde quiso el artista que estuviera. Y Gernika, el pueblo, en el recuerdo de todos, en los que no olvidan que el 26 de abril de 1937 el miedo y la muerte cayeron sobre un pueblo. Que se vayan.

Artículo publicado en: El País, 15 de junio de 2008.

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16 de junio de 2008
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De la pretendida sublimación del político

Dice el tópico que los políticos tienen la libido canalizada hacia el poder, y alguno de ellos como el cínico (y canalla) Kiessinger llegó en una ocasión a afirmar que, al menos en su caso, así era efectivamente. Así pues los políticos habrían dejado de experimentar la diferencia sexual como polaridad clave; a fortiori se sentirían completamente ajenos a esas personas para las que la sexualidad juega en sus vidas casi el papel de una causa final.

Conviene precisar que la tesis no es puesta en entredicho por los casos frecuentes en los que un político ejerce su poder para mejor encontrar partenaires, o incluso traiciona sus pretendidos idearios puritanos acudiendo a un lupanar. Se diría que se trata de políticos falsos, como falso banquero sería aquel que creyera poder utilizar el dinero para algún tipo de personal beneficio: el banquero que no tuviera en el capital y su reproducción la causa final de su actividad; el banquero, en suma, que no tuviera en el dinero su Dios. Al respecto me viene siempre a la cabeza el caso del Père Grandet, personaje de Balzac al que un sacerdote cree convertido porque, al administrarle la extremaunción, se alza a besar la imagen de Cristo... se trataba simplemente de que el crucifijo era de oro.

/upload/fotos/blogs_entradas/politico1_med.jpgEl político de raza amaría el poder por si mismo, al igual que el banquero digno del nombre sólo hace genuflexión ante el oro. Propio de pequeños burgueses sería querer tener dinero para usarlo, y de espíritus mediocres querer el poder para obtener beneficios en algún registro parcial.

Mientras escribía las líneas anteriores me preguntaba si debía referirme al político en general o los políticos del género masculino. Me preguntaba, en suma, si la concepción imperante de la política no hace de ella algo intrínsicamente masculino. Ciertamente hay mujeres profesionales de la política, pero también hay mujeres soldado, mujeres policía o mujeres banquero, sin que desaparezcan las razones para afirmar que (en el estado actual de cosas) la entrega de una mujer a una de estas profesiones responde a una suerte de deslizamiento hacia actitudes miméticas de las que, desde niños, interiorizan los hombres.

Habrá otro momento para discutir este asunto, preguntándose si a través de todo ello se consigue realmente algún tipo de homologación entre los sexos, o si más bien se trata de una nueva superchería, otra artimaña para blindar la relación de fuerzas imperante en el mundo, otro mecanismo que sería urgente desmontar. Para no entrar de momento en este berenjenal me limitaré a decir: los políticos del sexo masculino dejarían, según el tópico, de tener la polaridad sexual como referente último y ello les permitiría canalizar su libido hacia el poder.

La pregunta puede entonces formularse con toda precisión: ¿puede un político realmente realizar plenamente estas modificaciones de las funciones de la libido? Y de manera más precisa: ¿puede realmente la libido masculina tener otro objetivo que la mujer? ¿Hay algún hombre para quien la mujer no sea, en lo profundo, la referencia final?

Sin duda alguien respondería que la mera constatación de la homosexualidad masculina da testimonio de que efectivamente la libido de los hombres puede ser objeto de toda clase de transformaciones, puede cambiar de objeto y puede ser sublimada en abstracciones como las relaciones de poder económico o la política. Pero esta apoyatura en la homosexualidad no es excesivamente convincente. Pues una cosa es constatar el fenómeno de la atracción que un hombre ejerce en otro hombre y otra muy diferente es concluir que esta atracción ha sustituido pura y simplemente a la atracción (o repulsión, como patológica degeneración de la anterior) que inevitablemente ejerce, en el origen, la mujer. Hay más de una razón para suponer que la homosexualidad masculina se superpone (quizás enmascarándola) a la sexualidad masculina propiamente dicha, la cual no tiene siquiera sentido sin referencia al sexo correlativo.

Sospecha que se extiende asimismo a la pretendida derivación de la libido hacia el poder. ¿Consigue realmente el político derivar la sexualidad, o simplemente enmascarar el radical e inevitable anclaje de la misma en la mujer? La impresión de falacia que, tan a menudo, el discurso de los políticos produce encuentra posiblemente aquí un elemento de explicación.

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16 de junio de 2008
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Rondeau

No siempre los lectores de traducciones son los últimos en tener acceso a una obra. Las tres puertas del mediterráneo del escritor francés Daniel Rondeau (editorial Almed en España) ofrece a los hispanohablantes algo que no se puede conseguir en Francia: un libro inédito de más de 500 páginas. Están disponibles en francés tres libros de Rondeau sobre Tánger, Alejandría y Estambul. Pero no existe reunidos así, en un solo volumen, el texto de los tres libros, más otros textos sobre Marruecos, lo que provoca la sensación física de encontrarse frente a un intento de geografía cultural.

/upload/fotos/blogs_entradas/rondeau.1jpg_med.jpgRondeau es un novelista (que se enfrenta con la historia contemporánea), un crítico literario (muy preocupado por Camus, Malraux, Soljenitsin, por los escritores que escriben con la conciencia continua de vivir en una civilización) y un ensayista (sobre Líbano, sobre la política francesa en la época de Mitterrand, sobre el cantante Johnny Halliday). Rondeau tiene más de 50 años, ha hecho un montón de viajes que le dan una visión amplia, mundial de las tragedias, pero mira al mundo desde el mar Mediterráneo.  Lleva en el corazón algo extraño: "una extraña inclinación, dice, me empuja desde la infancia hacia los países que siempre parecen vacilar con el viento de la historia, entre Oriente y Occidente, como si yo mismo hubiese tenido el corazón dividido". De manera obvia, se comprometió con los que pasó en los Balcanes, dedicó mucho tiempo a Sarajevo, lo que le ha dado un estatuto extraño de intelectual comprometido con causas aunque nunca entró en la población de los eternos invitados de tertulias mediáticas. Rondeau vive aparte, y cerca del mar mediterráneo.

Como es un autor, no se puede negar una dimensión de su interés: mira al mundo que creó el libro (la Odisea como la Biblia) y a la biblioteca (Alejandría). Su aporte a este mundo es el testimonio culto de un paseante preocupado por la eternidad. Rondeau sabe que no quedará nada de sus pasos, y sabe también que algo se queda siempre. Cita a René Char en el prólogo de su libro "español": "la eternidad no es apenas más duradera que la vida". De esto se trata en lo que es un gran libro sobre la civilización: ¿qué es lo que tiene el Mediterráneo para producir tanta cultura y arte de vivir?

La pregunta queda pendiente, pero Rondeau sigue buscando la respuesta: acaba de publicar en francés un ensayo/recorrido sobre Cartago, en Tunisia, y ya se puede adivinar lo que será su próximo libro pues, en uno de estos movimientos extraños del ‘sarkozismo', este hombre que nada tiene que ver con la derecha y el mundo de la diplomacia acaba -tremenda sorpresa suya- de ser nombrado embajador de Francia en Malta. Habrá más puertas en el Mediterráneo.

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16 de junio de 2008
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