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… A la formación profesional

Criterios empresariales: sí eso va a ser lo determinante en los nuestros de enseñanza universitaria; determinante en la ordenación en esos departamentos considerados espirituales por esas víctimas de la ternura común por las cosas que son los designados por Hegel como almas bellas. La escuela de Bellas Artes, el Conservatorio, o la Facultad de Matemáticas tendrán en la nueva Universidad el lugar que la exigencia social les depare. Y como se acepta como un corolario que la exigencia social ha de plegarse a la salud del mercado -criterio de la salud social en general- habrá numerus clausus de pintores o futuros músicos, en función de la cuenta de resultados de galeristas y gerentes de auditorios. Y desde luego que nadie pretenda ahondar, por ejemplo, en singularidades topológicas si lo que éstas tengan de operativo ya está recubierto por una disciplina más genérica.

Pues bien: ¿por qué lo designado con el término Bolonia sustituye al modelo kantiano-hunboldtiano de la Universidad de Berlín? Aquí viene a colación lo que indicaba al principio del anterior escrito sobre la ausencia de referencias a la sociología marxista, la cual podría eventualmente revelarse errónea, pero que tenía la enorme ventaja de ir siempre con la razón por delante, intentando poner sobre el tapete las causas (a veces expresión de un fracaso en los idearios de emancipación) y no remitirse sea a la mera suerte, sea a una historia de buenos y malos.

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4 de julio de 2008
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Contra el canon

/upload/fotos/blogs_entradas/jules_renard_med.jpgHace más de un siglo, el 25 de septiembre de 1889, escribía Jules Renard: "Leo novela tras novela, me atiborro, me empacho, me indigesto, a fin de asquearme de sus trivialidades, de sus repeticiones, de sus artificios, de sus convencionalismos, y poder hacer algo diferente".

Y soltaba antes (13 de septiembre de 1887): "Lo propio del artista no será consagrarse a una gran obra, como por ejemplo la fabricación de una novela, en que todo el talento debe someterse a las exigencias de un tema absorbente que él se ha impuesto; lo propio del artista será escribir a salto de mata sobre cien temas que surjan de improviso; desmigar, por así decirlo, el pensamiento. Así, nada es forzado. Todo tiene el encanto de lo involuntario, de lo natural. No se provoca: se espera."

En suma ¿puede decirse algo más positivo y estimulante respecto al blog? Y, de paso, no faltaba más, contra el mostrenco viviente que es en el siglo XXI la (canónica) novela.

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4 de julio de 2008
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Gritos y cascotazos

/upload/fotos/blogs_entradas/mi_nombre_es_rufus_med.jpg¿De qué va la novela Mi nombre es Rufus, de Juan Terranova? No, ya sé que cuenta la historia de una banda ficticia de punk argentino llamada Birmania, y que Mi nombre es Rufus viene a ser el título de una canción de su único disco, pero la pregunta sigue siendo válida: ¿de qué va? Porque no va sobre el punk, eso está claro. Su narrador innominado, guitarrista de la banda ya disuelta, ni siquiera es un punk hecho y derecho. Los punks no aprecian la bossa nova ni el método Carlevaro para aprender guitarra, el mismo hecho de aprender a tocar el instrumento va en contra de su ideología. Tampoco es la historia política del punk local, esa ‘historia social y llena de miseria y de energía' que tal vez haría falta escribir. Por algo el narrador se niega de plano a esa lectura. ‘Yo no la voy a escribir', dice con todas las letras, para a continuación desafiar al lector a dejar de serlo: ‘Escribila vos, si tanto te gusta la idea'.

Quizás haya que hacerle caso a Mick Jagger, cuya opinión transcripta por Don Was aparece en el texto. ‘La música no es sólo acerca de la música', dice el libro que Jagger dijo en 1994: ‘Es acerca de un montón de otras cosas... qué otras cosas estaban pasando ese año, cuáles eran los cortes de pelo, las modas las actitudes'. En ese caso, Mi nombre es Rufus tampoco sería sólo acerca de su materia novelística: la historia que presumiblemente contaría, los personajes, esos elementos propios de la forma narrativa escogida. Ni siquiera trataría sobre las cosas que ocurrieron en la Argentina -muchas, casi todas terribles- durante el tiempo que Birmania existió como banda. La novela alude a esos hechos para que quede claro que elige no narrarlos (si tan importantes te parecen, narralos vos), o mejor: los articula en el texto en el mismo plano que dedica a los gemelos birmanos Htoo, el disco Good de Morphine y las virtudes de Internet. Distintas vistas del mismo paisaje mental, las piezas del rompecabezas que hay que componer -como se compone un tema musical, por cierto.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_curious_incident_of_the_dog_in_the_nighttime_med.jpgVaya a saber por qué (la cabeza funciona como quiere, espero que Terranova no se ofenda), después de terminar Rufus pensé en The Curious Incident of the Dog in the Night-Time, la tan popular novela de Mark Haddon. No existen similitudes evidentes entre ambos libros, pero se me ocurrió que había una sintonía en el procedimiento. En The Curious Incident, el narrador -otra vez en primera persona- es un niño que sufre del síndrome de Asperger, una variante del autismo. En consecuencia, piensa el mundo y describe los hechos de acuerdo a las mínimas nociones de que dispone, y a su escasa experiencia. (Todos los narradores hacemos lo mismo, pero The Curious Incident subraya el mecanismo por la vía del absurdo.) La voz que cuenta Rufus funciona de igual modo: habla a partir de lo que sabe -ante todo la música, pero también de algún hecho real, de libros, de conocimientos obtenidos por vía googlesca- pero con conciencia de estar hablando además de otra cosa, del mismo modo en que la música de Birmania era punk y algo más en simultáneo. ‘Ya en ‘Mi nombre es Rufus' había progresiones armónicas que excedían el lenguaje original del punk', dice el narrador hablando de la canción y de la novela a la vez.

Entre otras cosas, es posible que Rufus trate del enojo de los narradores argentinos de hoy con los narradores argentinos del ayer interminable; del deseo de construir algo parecido a un punk narrativo, para oponer a los Rick Wakeman y los Keith Emerson de nuestra literatura. El narrador cita a Clapton, que habría dicho alguna vez: ‘El asunto con los Sex Pistols fue que ellos estaban realmente enojados con toda nuestra indulgencia'. La palabra no puede ser más precisa: si algo define la literatura argentina de las últimas décadas es su autoindulgencia. Quizás no sea casual que, al presentar Rufus en Buenos Aires, el escritor Hernán Vanoli haya hablado de ‘pegar cascotazos' y también de ‘pegar algunos gritos'. Por fortuna Rufus hace mucho más que eso. Pegar cascotazos supone la existencia de un muro o de una ventana, pegar gritos supone la existencia de un oído. Y en este caso no hay nada ni nadie a quien voltear, y nada ni nadie a quien ensordecer. El narrador sabe bien que el paisaje que habita es el del ‘silencio de la noche'. Si lo escucha lo suficiente, encontrará su música.

A diferencia de sus predecesores, Terranova no está buscando un clavo en la pared del canon para colgar su chaqueta. Lo que lo mueve es algo más primal, y por ende más puro: una ansiedad que entiende como potencia. ‘Uno siempre quiere más. Más sonido, más fuerte, más rápido, más lejos...'

Préstenle atención a Terranova. Siempre quiere más.

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4 de julio de 2008
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Nixon: Es perfecta

En noviembre del año pasado asistí a un concierto de Nixon en el bar Costello. De alguna manera, las canciones de esa noche me han acompañado a lo largo de todos mis meses siguientes en Madrid. Ahora que me voy, escucho el compact de Nixon, Es perfecta, y descubro que, para mí, estará siempre vinculado a esta ciudad entrañable.

Para los que no lo saben: Fran Fernández, cantante de La Costa Brava, lanzó en 2006 su proyecto en solitario como Francisco Nixon. Su primer álbum, Es perfecta, muestra todo aquello que lo convirtió en una estrella del indie español: una voz melancólica, letras conmovedoras para la canción pop ideal. Nixon se apropia de las mejores recetas del pop en inglés, y las reelabora para la tradición española. Aquí uno puede encontrar ecos de Nick Drake, Belle y Sebastian, The Beatles, The Beach Boys, pero, a la vez, todo suena original. En Es perfecta hay muchísimas canciones buenas -"Elígeme a mí", "Me casaré cuando me ennamore", "Nadia", "Vagamos por las calles", "En la playa de los muertos"-pero ninguna es superior a "Bandera rojas", que propone cosas tan simples y complejas como "me casaré cuando me enamore", "ya sé que estás ante las dudas, que es como estar ante las dudas", y "es para ti, que sabes amar a los que no miran de frente".     

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4 de julio de 2008
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Galería de espectros: Godot

Rothko, "Verde sobre morado", 1961Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he intuido el de Godot.

Delfín Agudelo: Te refieres evidentemente al de Beckett.

R.A.: Sí, me refiero a Godot de Beckett, un espectro del cual no se puede decir que lo ves, sino que sólo lo intuyes porque Godot sería el espectro del espectro, el espectro por antonomasia. Es el personaje más invisible de la historia de la literatura. A lo largo de toda la obra de Beckett se le está esperando y él no aparece. Y en la medida en que se le está esperando se le está también construyendo, se le está creando. Creo que ese espectro por antonomasia que es Godot nos introduce a uno de los grandes temas de la condición humana, y uno de los grandes temas de la literatura en relación a ésta, que es el tema de la espera, que es al mismo tiempo el de la esperanza. El hombre siempre ha dudado sobre si era mejor esperar o no esperar; si es mejor tener esperanza o no, porque el que nada espera —el que no tiene esperanza— quizás se ahorra el dolor de esperar. En ese sentido Epicuro y Lucrecio aconsejaban a sus discípulos no tener ninguna esperanza; y sin embargo siempre estamos dudando entre esto o su posición contraria, porque la espera y esperanza nos significa una incitación a la vida. Creo que Beckett, a través de Godot, planteó de manera sublime esta violencia. Los que están esperándolo tanto desearían que llegara, así como desearían desembarazarse por fin de esa necesidad de esperar. Y ahí se va creando alrededor de ese gran protagonista invisible en cierto modo toda la geografía del alma humana, y es por eso que Godot aparece como el dios que esperamos, el vacío que nos acecha, el horror que está cercano, la indiferencia, la ilusión, la apatía. Es un caleidoscopio que va girando alrededor de ese magnífico personaje invisible. Evidentemente, en este caso el espectro de Godot es un espectro que casi podríamos decir entra por el olfato, sólo lo podemos leer con el espíritu, sólo lo podeos intuir; porque sin aparecer nunca representa las más diversas facetas de la mente humana y en ese sentido, curiosamente, creo que es uno de los personajes literarios más exhaustivos que se hayan escrito.
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4 de julio de 2008
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Ligeros de equipaje

Una de las cosas menos prácticas del mundo es viajar con miles de maletas que se van a perder por los aeropuertos de turno con el consiguiente disgusto y quebraderos de cabeza. ¡Dios santo!, ese que te toca en la cola de facturación con diez enormes maletas llenas de todo lo que tiene en los armarios empotrados. Qué apego a sus cosas, y sobre todo, ¡cuántas cosas!. ¿Para qué tantas si las puedes comprar en cualquier parte? En el año 2000 recibí el premio Alfaguara de novela y tuve que viajar de promoción por casi toda Latinoamérica. Iba a pasar del calor al frío y del frío al calor en cuestión de horas. Iba a necesitar abrigo e iba a necesitar bañador, botas y sandalias, jerséis de lana y vestidos de tirantes. Me veía como a una de esas viajeras románticas de antaño seguida por porteadores con sus baúles y maletas y neceseres haciendo juego. Pero enseguida me dije, no te flipes, y opté por una pequeña maleta con ruedas que podía llevar conmigo siempre, por lo que me evitaría las molestas esperas de equipajes y la tendría controlada en todo momento.

Y además sospeché, casi sin margen de error, que el hotel siempre estaría cerca de algún centro comercial y que con el dinero del premio podría darme el capricho de proveerme de lo necesario e ir deshaciéndome por el camino de lo que me estorbara. Y así lo hice y se lo aconsejo a todo el que se encuentre en este caso. Es una maravilla ir por el mundo ligera de equipaje. De hecho cuando a alguien se lo extravían ese alguien sobrevive y si no apareciese nunca al final se olvidaría de lo que había metido allí.   

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4 de julio de 2008
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Memoria de Julio Llamazares

Esta noche iré al teatro para ver la versión dramatizada de la novela La lluvia amarilla, la novela de Julio Llamazares. Una novela que ya ha cumplido 20 años y que sigue viva. No tantas novelas españolas de los últimos 20 años tienen tanta vida. Se reedita, se lee en colegios y ahora pasa al teatro. Intemporal como la soledad, el aislamiento y el mundo desaparecido de su historia. El hombre es un animal que conoce, convive y se enfrenta a la soledad. Muchas veces puede ser, o sentirse, como el animal más solo de la tierra. La segunda novela de Llamazares -la primera es una historia de supervivientes, de hombres agrupados para sobrevivir a la miseria de la derrota, para vencer el miedo en lo profundo del monte, Luna de lobos- es el monólogo del último habitante de un pueblo abandonado. Un pueblo de la montaña de Huesca, un pueblo que es también la metáfora de un mundo en extinción, de un mundo rural que ha desaparecido o que se ha convertido en el aislamiento universal, uniformado, que han importado las nuevas formas de vivir, de comunicarnos o incomunicarnos.

Es curioso cómo Julio Llamazares, escritor que vive su día a día en la ciudad, que no está aislado, que no se espanta del caos contemporáneo, que ve la televisión, va al cine, al fútbol, habla con su móvil o se comunica por la red, siempre ha estado interesado por el pasado en sus miradas literarias. /upload/fotos/blogs_entradas/el_cielo_de_madrid_med.jpgDesde su primer libro de poemas, La lentitud de los bueyes hasta su último libro, el excelente viaje por las catedrales españolas, sus paisajes y paisanajes, llamado La rosas de piedra (Alfaguara, 2008). Incluso su última novela, El cielo de Madrid, pertenece ya a la memoria de un tiempo pasado, los años de la llamada "movida madrileña", casi tan lejanos como los años de los maquis.

Todavía conserva su memoria infantil de la nieve. La memoria de un niño del lado septentrional de Iberia. De ese lado donde habitaban los osos, donde las montañas se cubrían de nieve gran parte del año y los hombres eran cazadores. Nació en un pueblo que ya no existe, Vegamián, ahogado por las aguas de un pantano que construyó el recordado Juan Benet. Vive en el centro de Madrid pero no olvida que viene de aquellas tierras, de aquél mundo en el que los hombres batallaban para la supervivencia, un mundo del que Estrabón hablaba así en su geografía:

"Todos los montañeses son sobrios, beben agua. Duermen en el suelo y llevan el pelo largo como las mujeres, atándose en la frente una cinta para el combate..."

Nada que ver con Julio, que bebe cerveza, vino o lo que le apetezca, que nunca durmió en el suelo, y aunque mantiene el pelo largo, nunca usó cinta para sus combates...Y es que los geógrafos de antes eran imaginativos como los cronistas de Indias, como los mejores novelistas de nuestros tiempos, se inventan gentes y sucesos que son pura fantasía, al tiempo que, sin ellos saberlo, bien pudieran ser los verdaderos.

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3 de julio de 2008
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Betancourt: visión incorrecta

Basta leer los sitios de Le Monde, Le Figaro, Libération o 20 Minutes para entenderlo: la liberación de Ingrid Betancourt en Colombia es un acontecimiento mayor para toda Francia. No se habla de otra cosa, las radios cambian sus programas, el presidente Sarkozy ya mandó un avión con los  hijos de la ex rehén de las Farc a Colombia con su ministro de asuntos exteriores. Bertrand Delanoe, el alcalde de París, que sueña con ser presidente de la República, promete una fiesta de la "felicidad" frente al ayuntamiento este jueves.

Con una obvia mezquindad voy a decir que la liberación de Ingrid Betancourt es también un alivio para el buzón electrónico de todos los periodistas de Francia. Su comité de apoyo hizo caer una lluvia de comunicados sobre la prensa. Hervé Marro, su principal representante, supera a cualquier maestro de los spams. Creo que en el futuro esta campaña para conseguir la liberación de Ingrid tiene que transformarse en un caso de estudio para las escuelas de periodismo y de relaciones públicas. Habrá que entender que fue al revés, un caso exitoso de secuestro de la opinión pública. No hay otra manera de explicar la movilización mantenida a lo largo de más de seis años, involucrando los presidentes Chirac y Sarkozy que por otra parte nunca mostraron un gran interés por América Latina.

Para llevar mi falta de corrección política a su último nivel voy a añadir lo que ya no se puede decir: había una enorme diferencia entre las opiniones públicas en Colombia y Francia. Bastaba viajar para entender la falta total de apoyo popular a las Farc en Colombia donde existía también la idea de una responsabilidad personal de Betancourt en su secuestro, pues había tenido un comportamiento arriesgado entrando en una zona peligrosa a pesar de las advertencias de la fuerza pública. En Francia, todo lo contrario: enorme apoyo a Betancourt y falta de crítica a las Farc para no provocar al organismo carcelero. Ahora bien, entramos en la fase siguiente, el balance: victoria para Álvaro Uribe y, supongo, otra rabia impotente de su vecino, Hugo Chávez Frías. Los rehenes son los peones del partido de ajedrez de los políticos.

Fe de erratas: había escrito en este blog que Sarkozy no podía conseguir la liberación de Betancourt. No sé cuál fue su papel pero...

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3 de julio de 2008
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De la Universidad de Berlín

Indicaba en el escrito anterior que las referencias a la sociología marxista han desaparecido prácticamente de la boca de analistas de prensa, profesores de ciencias humanas, economistas, profesores de filosofía etcétera. Y con ello obviamente tampoco aparecen en los discursos con los que los pocos estudiantes revoltosos justifican su oposición, por ejemplo al modelo europeo de universidades conocido como Bolonia.

Se ha argumentado, acertadamente, que Bolonia acaba con un concepto de universidad que tiene expresión teórica en el Conflicto de las Facultades de Immanuel Kant y concreción práctica en la Universidad de Berlín. Kant y Humboldt veían la universidad esencialmente como un tribunal de la razón, donde la causa final del esfuerzo a realizar eran objetivos de inteligibilidad. La lucidez respecto a las cuestiones fundamentales que atraviesan el alma humana era la meta y los intereses prácticos surgirían como eventuales corolarios: l'intendance suivra -los problemas de intendencia se resolverán por añadidura- espetó el general de Gaulle a un ayudante que, ante su estrategia en la Resistencia, objetó que había problemas de suministro. Pues bien:

En la base de esa conversión de un tribunal de la razón en escuela de formación profesional que supone el proyecto Bolonia, se encuentra la estimación de que los problemas de intendencia no pueden ser diferidos, simplemente porque, resquebrajado, el horno no está para bollos, y lo primero que hay que hacer es repararlo. Los llamados ciclos cortos y sobre todo el énfasis que ponen los legisladores en la necesidad de que de los mismos se salga con un perfil que facilite la plena adaptación a las exigencias del mercado, serían la etapa primera en esta tarea reparadora. Una vez eliminada toda veleidad de que siga habiendo disciplinas marcadas por puras exigencias de inteligibilidad; eliminada en consecuencia la kantiana (¡y peregrina! exclamaría el legislador actual) idea de que el departamento de filosofía perdurara como "un departamento administrativo entre otros y sin embargo toda la universidad" ; eliminada, en suma, la idea de que la razón una e indivisible ha de ser reivindicada en la pluralidad de esas manifestaciones suyas que son las disciplinas científicas o artísticas especializadas... la universidad -pública o privada- empezará realmente a funcionar, al igual que funcionan las cosas cuando nos dejamos de filosofadas y aplicamos criterios empresariales.

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3 de julio de 2008
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Escape de Nahualópolis / y VIII

VIII. ¿Alguien dijo jaqueca? 

Puede que cielo sea más inspirador, pero cierto es también que alguien dentro de uno resucita cuando al fin vuelve a ver el suelo. Caminar por la alfombra libre de trebejos, tenderse y retozar en ella con los canes, abrir los párpados para estrenar el miércoles y contemplar, todavía con pasmo e incredulidad, el paisaje del territorio liberado. Probar el viento fresco que sopla desde dentro del cerebro, asumir que hasta ayer cargué aquel tiradero sobre los hombros, preguntarme cómo lo pude soportar, recordar que uno siempre es más fuerte de lo que creía y sospechar, de paso, que poco o nada le fortalece más ni mejor que sus debilidades.

     Una debilidad es como un personaje. Nos fascina, en principio. Le otorgamos confianza y crédito sin límite, como a ese nuevo amigo que se ostenta capaz de volar siempre gratis. La miramos crecer, embarnecer, engordar. Creemos por capricho o terquedad que es la misma de siempre y no se empeña en controlarlo todo. La soportamos y la defendemos, aun si ella persiste en ser ingrata y responde con esos golpes de soberbia que erosionan toda probable nobleza. Hasta que llega la hora de sacar el chicote, o la soga, o la espada, y mostrarle a ese coco quién manda en este coco.

     (Coco: pocas palabras hay en tal modo compactas y versátiles. Una fruta, un árbol, una cabeza o un golpe en la cabeza. Coco es también la némesis a la que en teoría no podemos vencer; o el nahual invocado por las dominanas para espantar y extorsionar a los niños pequeños a su cargo; o el infeliz que se complace inhalando ese polvo antipático y prepotente sabiamente apodado caspa de Satanás. Es asimismo sobre la superficie frontal del coco que a los cuernos les gusta crecer, por no hablar de la inmensa cantidad de chamucos que caben dentro de él, cómodamente. No es, pues, casual que se abuse del término. Haber decapitado a uno o más nahuales, inclusive con lujo de sevicia, no lo exime a uno de la sabrosa tentación de volver a invocarlos. ¿O acaso serán ellos quienes se hacen llamar, tal como alguna vez se hicieron querer? Lo cierto es que ni muertos se hacen del rogar.)

     Esta mañana, no bien di un paso afuera de la recámara amplia y despejada, noté que una manada de diablos rencorosos, a los que masacré durante la víspera, se lamía las heridas en las otras recámaras, donde el nahual del caos hace tiempo fundó sendas repúblicas, según él soberanas. Mismas que, según yo, quedarían despejadas días después; promesa tan dudosa como la inviolabilidad presunta de los Diez Mandamientos. Entre tanto, temíme, los nahuales mantendrían la recámara en riguroso estado de sitio, cada uno con decenas de monstruos habilitados como perros de presa.

     ¿Que esperaban? ¿Que huyera o corriera a postrármeles? Escapé, desde luego, pero no a la velocidad bastante para perdérmeles, sino a la suficiente para hacerme seguir por ellos como un flautista medio taciturno. Quería que creyeran que les temía tanto como a mí mismo, que al final soy el que los trajo al mundo. Salí, pues, al balcón, resuelto a acomodar la parafernalia. El tapete, la silla reclinable, la sombrilla por si salía el sol; luego el control remoto, la pluma, el cuaderno y un gin-and-tonic a manera de provocación, nacido de una mezcla macumbera de Tanqueray Ten con Bombay Sapphire. Una vez instalado frente al parapeto, con la barranca a un lado, la ciudad al frente y varios gangs de pájaros intercambiando trinos, procedí a oprimir play y subir el volumen.

     (Es una canción vieja de Paul Williams, cuyo protagonista escribe una cantata, y para conseguirlo abre las puertas del coco a cada uno de los héroes y villanos que alguna vez ha sido. Demonios que me perturban y los ángeles que no sé como los vencieron: entren todos en mí ahora. Habré visto aquella película sobre el diablo plagiario, dirigida por el también plagiario Brian De Palma, un mínimo de diez veces. Las últimas, quizás, sólo por escuchar la voz chillona de Williams practicándose un lujuriante endorcismo.)

     Los llamé uno por uno, con el coco repleto de trampas para osos y un orden por lo pronto impecable. Ya podía el demonio del caos resucitar, reproducirse, regresar equipado con los más variopintos semblantes, que llegando a mi coco enfrentaría tantas catapultas y ballestas como pelos tuvieran todos sus monstruos juntos.

     "Nombrarlos es dominarlos", reza, según recuerdo, una línea de la novela de A.R.S. * que bastaría para explicar al propio tiempo la urgencia de invocarlos y la muy relativa utilidad de combatirlos. Aunque lo cierto es que, como espero que haya quedado claro, no los enfrento en nombre de un objetivo edificante y comedido, sino entregado a la quimera obsesiva de construir algo enteramente inútil y ojalá de algún modo indispensable. Algo superfluo como la cola de un demonio y elemental como su cornamenta. Algo igual de tramposo y casi tan temible. Algo que me permita echar abajo el mismo título de esta historia y no ser yo quien huya de los nahuales, sino ellos quienes corran despavoridos.

     De siempre los conozco, hatajo de granujas. Son los mismos que merodeaban mi cama y me hacían gritar a media madrugada. Los que entraban por las rendijas del salón de clases, ávidos de lunáticos en ciernes, argonautas mentales y dispersos a ultranza. Los que después prendían fuego a la cama donde el deseo hacía huir al sueño y éste volvía trayendo a rastras al amor. Nahuales todos, claro. Vengan pues, ya les digo. Vengan y jódanme la vida a cornadas, confúndanse con cuantos querubines quieran, copulen aquí dentro de una vez, aterricen y atérrenme, que ese es el juego. Cuando ya no tolere la temblorina, tendré que deleitarme en degollarlos.

Epígrafe tardío injertado en epílogo.

"Cabe la posibilidad de que constantemente en las conversaciones más ordinarias que sostenemos, aparezcan pronunciados sus nombres; al enunciarlos sin saberlo, sin la voluntad de exorcizarlos, los estamos invocando, los acercamos a nuestra boca.  Así pudiera ser que obsesiones como las del goloso, el lujurioso y el avaro se nutran específicamente, y a la callada, del solo hecho de hablar una lengua.  Cabe otra posibilidad, más atroz, si es pensable:  que una vez que conociéramos sus nombres, el lenguaje se suspendiera de una vez por todas, los demonios quedaran exorcizados y los hombres cayéramos en la mudez extrema por el solo hecho de que eso que llamamos la lengua hablada fuera simplemente la imposibilidad de nombrar a los demonios."

Jaime Moreno Villarreal, en torno a
* Los demonios de la lengua,
de Alberto Ruy Sánchez.

(Ilustraciones animadas a partir de las originales de Albert Dubout.)

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3 de julio de 2008
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