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En el principio fue el viaje

 El que viaja tiene mucho para contar, se dice. Y en el origen de la producción literaria de Kapuscinski está el viaje. Efectivamente, en Viajes con Heródoto cuenta cómo fue que dejó por primera vez su Polonia natal. Él le insistía a la secretaria de redacción del primer diario en el que trabajó que lo enviara al exterior. Y la oportunidad llegó cuando el gobierno comunista quiso fortalecer las relaciones con la India de Nehru y el diario, oficialista, envió al joven de 24 años como corresponsal.

Gobierna el espíritu de Kapuscinski la obsesión de franquear las fronteras. Las fronteras de los países, acostumbrado como fue durante su infancia y su adolescencia al encierro dentro de su patria. Las fronteras, también, de la lengua: la palabra es la llave de acceso a las otras culturas, que no alcanza con contactar físicamente. Emprendió su primer viaje, a la India, sin dominar otro idioma que el polaco, pero su hambre de conocer una nueva cultura lo llevó a aprender inglés, incorporando las palabras de a una, leyendo por las noches los diálogos de un libro de Hemingway para acrecentar su competencia.

Finalmente, la obsesión por franquear las fronteras de los países y de la lengua está al servicio de la superación de la frontera que nos da más temor superar: la de los prejuicios. "En mucha gente el espacio crea estados de inquietud, de miedo ante lo inesperado, e incluso ante la muerte", escribe. Por eso la emoción que se pone en juego en las despedidas: quien parte siempre puede no regresar. De ahí que la xenofobia sea una enfermedad de sujetos miedosos.

El viaje amplía nuestro conocimiento del mundo y, por tanto, nuestra responsabilidad sobre él. "¿Y de qué somos responsables?" Se pregunta Kapuscinski. "Del camino" Nosotros lo experimentamos también: no hay viaje del que no se aprenda. Y sobre todo se aprende de los encuentros que se producen en el derrotero. Con frecuencia, en los viajes se dan esas fuertes confidencias entre personas prácticamente desconocidas, quienes quedan, a partir de ese momento, misteriosamente enlazados, como secretos sosías.

Al reflexionar sobre sus viajes, Kapuscinski  destaca en ellos su encuentro con el Otro (escrito con Mayúscula, como, por ejemplo, en Encuentro con el otro). El viaje es, así, un método de aprendizaje. Un método que Kapuscinski aprende del libro de viajes de Heródoto, obsequio de su jefa, que lo acompañó en su primer viaje.

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12 de julio de 2008
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Evo Rock Star

El viernes pasado llegué a Bolivia después de un año de ausencia. Mi vuelo de conexión de Santa Cruz a Cochabamba se retrasó durante cuatro horas. Conseguí el DVD pirata de Kung Fu Panda, que mi hijo Gabriel vio tirado en el piso de la sala. En el fondo, era reconfortante ver que pese a los titulares catastrofistas de la prensa extranjera, el país seguía igual de complicado que siempre pero en pie: yo me reconocía en esa facilidad con la que me adapté a la larga espera en el aeropuerto, en esa alegría con la que compré un DVD pirata. Claro, se trataba de una normalidad peligrosa: la de la gente que se ha acostumbrado a la precariedad de la infraestructura (social, económica, tecnológica...)

Reina una calma tensa en el país. A medida que se acerca el referendo revocatorio, queda claro que se trata de una aventura sin sentido, una más de las tantas en las que nos hemos embarcado los bolivianos. Mucho ruido -denuncias de fraude, fisuras en la oposición a Evo, falta de credibilidad de la Corte Electoral- y pocas nueces: Evo será ratificado en su cargo, al igual que los prefectos de la media luna (bueno, dos nueces: es muy probable que los prefectos de Cochabamba y La Paz, opositores a Evo, pierdan sus puestos). Y luego, al día siguiente, al despertar, el descubrimiento de que, al igual que el dinosaurio de Monterroso, los problemas todavía están ahí.

Un asesor de la embajada norteamericana me comentó que Evo era un "rock star": su presencia copaba todo el escenario. Los líderes de la oposición hacían esfuerzos por subirse al escenario, pero estaban muy lejos de lograrlo. Evo domina todos los espacios gracias a su capacidad de generar noticias, aunque sea por las razones equivocadas: ahí está el hombre, dando la venia para que los productores de coca del Chapare expulsen a USAID de su territorio, o peleándose con Alan García en base a exabruptos.

Otro sello de Evo: la mejor defensa es el ataque. Se trata de ir siempre al choque, de no contentarse con tener abiertos siete campos de batalla cuando siempre se puede abrir uno más. Evo gana en el conflicto; mientras los opositores -la media luna, el gobierno de Santa Cruz-tratan de apelar a la razón, lo suyo va directo a las vísceras. Y ya se sabe: lo visceral tiene razones que la razón desconoce. Y suele salir ganando, al menos en el corto plazo.   

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11 de julio de 2008
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Suicidios voluntarios

Creo que el suicidio es voluntario, Yo tengo esa voluntad. Lo siento estimado Alex. Creo que el suicidio me puede esperar. Además ya no tengo edad de hacer un bonito cadáver y así no merece la pena.

Alguna vez lo pensé pero con pensamiento débil. Después leí a Cioran, uno de los más vitales invitadores al suicidio y superé con sus argumentos escépticos el más pequeño deseo de suicidio que me quedara.

Es todo tan absurdo, tan imprevisible y muchas veces tan injusto que no merece la pena quitarse la vida, sería darla demasiada importancia. Y hay que seguir navegando. Navegar es preciso, vivir no es preciso. Seguiremos navegando. "Perder la vida, es decir, perder el porvenir" decía Valéry. Yo espero poder disfrutar de lo que queda, del porvenir. Y sin pedir disculpas.

Espero que el suicidio siga siendo un acto voluntario por muchos años.

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11 de julio de 2008
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Clase XVIII. El ritmo narrativo (…y II)

Como hemos visto en la sesión anterior, la cuestión del ritmo puede resultar confusa y si no meditamos bien acerca de esto, tendemos de manera natural, a confundirlo con el tono de la narración. También hemos visto que aunque ambos, ritmo y tono, se necesitan y se imbrican a tal punto de que uno no existe sin el otro, sí que es posible identificarlos. De hecho, tanto en los textos que ofrecimos como ejemplo como en muchos de los trabajos que nos han enviado, hemos podido observar el cambio de velocidad y de movimiento de la narración, muchas veces independientemente de su tono. Ahora vamos a detenernos en la dos formas que tenemos de imprimirle ritmo a la narración, esto es, vamos a observar este aspecto literario de forma menos intuitiva. Como decimos, existen dos maneras de plantearnos el ritmo. Una de ellas tiene que ver con los diálogos, tema del que nos ocuparemos en otra sesión por considerarlo un capítulo aparte. El otro, se refiere más bien a las conjugaciones verbales que elegimos en el relato, así como en los tiempos mismos de la narración. Detengámonos aquí.

Recuerden que les pedimos cuando leyeron el fragmento de Benedetti que tuvieran muy en cuenta el sutil cambio de tiempo verbal en esa casi primera frase: "No había, no hay luna..." Ese cambio en la forma verbal permite una mudanza de matiz en la percepción de la realidad, que pasa de la evocación a la inmediatez de lo que ocurre. Porque el narrador sabe que la intensidad de lo que cuenta (la pavorosa inminencia de su muerte) es difícilmente trasmitible sin ese tiempo presente en el que se posiciona. Así, los giros que le damos a las conjugaciones verbales acentuarán los cambios de profundidad psicológica y de acción en un relato.  Basta pues con reflexionar acerca de los modos verbales para entender mejor qué partido se les puede sacar. Por el momento recordemos que en el modo subjuntivo las acciones nunca tienen la contundencia absoluta de la certeza, pues nos remiten a acciones probables, volviendo la narración más lenta, más propicia para la evocación o la reflexión: "Quizá, si hubiera amado a Elisa, ella aún estaría viva..."  Por el contrario, en el modo indicativo todo nos remite a la acción concreta que se produce en el tiempo pasado de la narración, o bien en el presente e incluso en el futuro. ("Felipe sale de su casa...") Una de las formas más habituales usadas en la narración nos remite al pretérito perfecto simple (amé, amaste, amó, ...) pues nos lleva a una acción no repetida, más bien única, volviendo la narración mucho más nítida y al mismo tiempo frágil, apenas sin el sostén de la reflexión que proporcionan las frases en modo subjuntivo. El pretérito imperfecto (amaba, amabas, amaba...) nos sitúa en el pasado lejano de la narración y a diferencia del anterior, nos indica acciones repetitivas en el relato: "Paco caminaba todos los días las cuatro calles que conducían a su trabajo..." Digamos que su utilización nos sirve para formular con más profundidad el tiempo psicológico de lo acaecido en nuestro relato, pues la gravedad que conlleva y su ideal disposición para contarnos el pasado lejano de la acción invita a ello. El presente del modo indicativo (amo, amas, ama...) nos remite a la inmediatez de la historia, sin la posibilidad de zambullirnos en la reflexión, de tal forma que el propio relato aparece ante nuestros ojos sin dejarnos un momento para reflexionar sobre lo que estamos viendo. Suelen producir relatos intensos, ágiles, pero de escasa profundidad. Finalmente, los pretéritos perfecto compuesto (he amado, has amado...) pluscuamperfecto (había amado, habías amado...) y anterior (hube amado, hubiste amado...) nos permiten mayor profundidad en el pasado, pero su uso nunca puede ser excesivo pues suele ralentizar la acción, dejándola como una mera estampa reflexiva del pasado.

Muy a grandes rasgos, podemos observar que el ritmo de la acción está íntimamente ligado a los tiempos y modos verbales, pues estos aceleran o ralentizan la acción tanto como privilegian la reflexión y la evocación de la misma. Lo habitual es que la mezcla de estos tiempos le den una textura más densa a nuestro relato y de allí que muchas veces este falla porque no hemos sabido cambiar a tiempo de modo verbal, o hemos elegido el equivocado. Y ahora, veamos dos fragmentos que ralentizan de manera distinta la acción. Uno es de un cuento de Chejov, "Modorra" y el otro es parte de la novela de Javier Marías, "Corazón tan blanco". En ambos quisiéramos que se detengan a observar los distintos ritmos y cambios de tiempo ( o no...) que se utilizan para logar el efecto demorado de una descripción.

La propuesta de la semana:

Así como en la sesión anterior les pedimos que nos contaran la huida de un personaje, ahora les vamos a pedir que nos hagan un texto en el que el tiempo se alargue, se dilate todo lo posible, como por ejemplo podría ocurrir en la sala de espera de un hospital, o quizá en la sala de espera de un juzgado. Ustedes elijan la situación propicia, lean con atención los ejemplos que les hemos dado y apelen a los modos verbales que mejor se ajusten a la narración, pero hágannos sentir a los lectores que el tiempo no pasa... 

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11 de julio de 2008
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Matemáticas olímpicas

/upload/fotos/blogs_entradas/hiptesis_de_riemann_med.gif

El próximo día 15 comienza en Madrid la 49 Olimpiada Internacional de Matemáticas, un evento que ojalá que despierte el interés de los medios de comunicación, hasta el punto de poder seguir las sesiones por televisión como si se tratara de un partido de tenis y no digamos ya de fútbol. Estaría muy bien que se reservara un espacio para poder conocer a esos sabios de los números, cuyas sombras dominan el fondo de nuestras vidas. Porque todo son números, símbolos, ecuaciones.  Detrás de cada avance que nos lleva a una nueva visión de la realidad hay un modelo matemático, una especie de poesía que no necesita traducción. Y es que las matemáticas en sus diversas aplicaciones es el único lenguaje común y universal de verdad, lástima que sólo accesible a los iniciados.

Por eso es tan importante que por lo menos conozcamos cómo se respira en ese espacio abstracto en que una combinación de números casa con la imagen que tenemos del mundo. Me parece fascinante y, aunque no entienda nada, me gustaría mucho poder escuchar y que el oído se me familiarice con el tejido mental e imaginativo que hace que la vida se transforme. Estoy casi segura de que a las personas comunes y corrientes nos va a entusiasmar porque nos daremos cuenta de que se nos está hablando de algo muy propio que hacemos todos los días aunque en menor escala.

Y además en un país tan atrasado en cuanto a la enseñanza de las matemáticas no vendría mal que los jóvenes, y los no tan jóvenes, entrásemos en contacto con los números, que se hiciesen un hueco (aunque sólo sea por unos días) entre tanto aspirante a cantante de gorgoritos, modelos y el aburrimiento de Gran Hermano, que amenaza con repetirse una vez más. Y encima con el estímulo añadido de que aún está por resolver la Hipótesis de Riemann, por cuya solución se ofrece un buen dinero, o sea números. 

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11 de julio de 2008
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Galería de espectros: Mersault

Albert CamusRafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el espectro deslumbrado de Mersault.
Delfín Agudelo: Te refieres a El Extranjero de Camus
R.A.: Sí, me refiero al extranjero por antonomasia, y sobre todo me refiero al acto supremo y al mismo tiempo perdedor del extranjero que es cuando dispara sobre este árabe en Argel. Siempre me ha llamado la atención ese momento culminante en que Mersault está deslumbrado por la luz oblicua del sol del atardecer. Hay un momento que parece todo el universo detenido y concentradas todas las pulsiones de ese personaje que se siente extraño en todos los lugares. En ese instante que dura unos segundos —unas décimas de segundo— se concentran en la mirada deslumbrada de Mersault lo que ha sido la película de sus últimos días, la muerte de su madre, su soledad después de esa circunstancia, su indiferencia hacia la moral de los demás, su sentirse separado del mundo y de los otros en esos días culminantes de su vida, y su de alguna manera camino hacia ese desenlace en el cual él va a matar pero sin ninguna consciencia previa de que esto pueda suceder. Sin odio ni rencor, sin causa, como si ese cosmos que parece detenido se manifestara en un momento determinado como el puro azar, la pura gratuidad, la pura absurdidad, y eligiera como brazo del destino el brazo de Mersault que se levanta, y sin saber por qué hace ese disparo que le va poner en movimiento ese cosmos que se había detenido. Entre el antes y el después del disparo la vida funciona en su cotidianeidad benéfica y maligna. En el intersticio entre el antes y después, reside en cierto modo el misterio insondable de lo que es alma y de lo que es la condición humana.
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11 de julio de 2008
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V. Todo en la memoria

/upload/fotos/blogs_entradas/capitanes_intrepidos_med.jpgLas películas que vivían conmigo en la caseta de proyección, quedaron todas en mi memoria. Cuando repaso en la televisión los canales del cable, me encuentro de pronto con escenas y rostros de esas viejas películas y puedo identificarlos al instante. Vi esos rostros y esas escenas innumerables veces, vigilando desde la ventanilla de la caseta la corrección de la proyección, listo a cambiar de aparato al final del rollo sin sobresaltos de la imagen. Y nunca han dejado de seducirme aquellas artimañas usadas para indicar el retroceso en el tiempo, con una lluvia de hojas de otoño, por ejemplo, o el vuelo apresurado de las páginas del calendario; o los titulares de los periódicos que saltan al primer plano, alternando con la imagen de un tren en marcha para ilustrar una gira artística triunfal.

El fulgor de la proyección iluminaba las palmeras reales, y sus penachos parecían arder en el temblor del reflejo de las imágenes. Las constelaciones brillaban, arriba, en el espacio sereno, y las voces cavernosas saltaban desde los parlantes ocultos tras la pantalla de madera, voces de gigantes sobrenaturales a los que se oía hablar y llorar aún en los linderos del pueblo. El aire de la noche dispersaba por los aposentos el arpegio que anunciaba un beso, y en la lejanía podía entenderse el llanto de una mujer, su voz doliente que reclamaba entre lágrimas, los pasos de alguien alejándose con premura por la oscuridad de una calle, un tropel de caballos, el rumor de una lluvia extranjera cayendo sobre los techos.  

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11 de julio de 2008
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La andreia repudiada

Escribía hace unos días que cuando el artista y el científico se hayan atravesados por esa radicalidad espiritual que designaba como disposición filosófica, entonces su tarea alcanza connotaciones que han sido tradicionalmente vinculadas a la figura del héroe, la figura del ser que alcanza la libertad no de sí mismo, sino precisamente sobreponiéndose a sí mismo. Mas la tarea del arte no está nunca definida de manera unívoca. El ser humano se encuentra en ocasiones inclinado a combates que el protagonista vive como capitales, como susceptibles de ejemplaridad moral, por lo cual, con toda legitimidad, reivindica para su entereza un reconocimiento. Hace unas semanas en primera página de periódicos (no todos españoles), caracterizados por sus posiciones ilustradas, pudo verse la imagen de un hombre al que miles de personas aclamaban como un libertador en razón de que en un coso de Madrid había rozado la frontera de la inmolación. Pues bien:

Esta atención resultaba tanto más sorprendente cuanto que todo, en el sistema de valores imperante, empuja a negar la condición de héroe al protagonista del ascético combate, la sobria confrontación, a la que en ocasiones da lugar el encuentro entre un torero y un toro. La primera razón de ello es que la ética, como racional aspiración a una paz entre humanos (que sería corolario de una situación social que garantizase la dignidad material y espiritual) ha sido sustituida por una exigencia de universal conciliación con el común de los seres animados, entre los que el hombre carecería de papel jerárquico. Esta nueva ética tiene para el orden establecido la ventaja de ser perfectamente inoperante, pues, de hecho, nada amenaza la relación social de fuerzas que hace inevitable el despilfarro de recursos, y degradación de la naturaleza. Mas la virtud que no se practica es virtud que mayormente se predica.

Y así desde los países mismos donde se gestiona el sistema de universal rapiña se expande urbi et orbi el nuevo evangelio que erige en criterio central de bondad el no ser especeista, equiparando la instrumentalización de un ser meramente vivo a la de un ser humano. Hace un par de años, en una feria ecologista de Barcelona, se ilustraba el eslogan "racismo=sexismo=especeismo" con la foto de un africano, una mujer y un chimpancé. Cuando esta amalgama no provoca respuesta...en algún registro esencial hemos sido vencidos: la vida a secas ha empezado realmente a primar sobre la vida del ser de palabra. Relativizar el peso de la propia vida sigue ¡siendo socialmente lícito (¡y hasta obligatorio¡) cuando se trata de quemar la vida en un trabajo embrutecedor, mas pasa a ser considerado una vileza cuando se vincula a la vida y muerte de un animal de otra especie.

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11 de julio de 2008
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El cruento oficio de las letras

Nadie diría hoy que ser escritor es un oficio duro. La mayoría de los escritores que conozco vive vidas privilegiadas, tan exentas de los avatares que suelen formar parte de la experiencia humana (el esfuerzo físico y el sudor, la necesidad de salir de casa a aventurarse en el mundo, la frustración y el ninguneo) que a nadie extraña que les salgan libros tan sosos. Pero aun así hay que admitir que la profesión entraña ciertos riesgos. Al igual que ocurre con el resto de los artistas, ejercer su métier equivale a quedar expuesto a crueldades que algunos practican con crueldad exquisita.

/upload/fotos/blogs_entradas/john_keats_med.jpgNunca supe mucho de John Keats (quizás le deba la primera mención de su nombre a un viejo tema de The Smiths, que insinuaba dos bandos de lo poético: ‘Keats y Yeats están de tu lado, mientras que Wilde lo está del mío'), más allá de los textos más obvios: Endymion, Ode on a Grecian Urn, To Autumn -esas cosas. Pero leyendo un artículo reciente del New Yorker, me enteré de algunas cosas que me hicieron compadecerme de su pobre, brillante alma. Víctima de una tuberculosis que se lo llevó a los 24 años, Keats murió después de haber sufrido todas las ignominias que se pueden concebir a manos de los críticos de la época -a pesar de lo cual hoy se lo reconoce como uno de los más grandes poetas de la letra inglesa.

Los hermanos Ollier, que habían publicado su primer libro, rompieron lanzas con él de inmediato, diciendo arrepentirse de haber creido en su talento. Endymion fue destrozado en los medios al año siguiente. Un crítico no tuvo problema en confesar que ni siquiera se había tomado el trabajo de leer el poema hasta el final. Otros se mofaban de sus orígenes trabajadores: Keats era hijo de un hombre que trabajaba en un establo, y entrenado él mismo como farmacéutico. El crítico de Blackwood's Magazine le dijo: ‘Es mejor y más sabio ser un farmecéutico hambriento que un poeta hambriento; así que vuelva a la tienda, Mr. John...'

Su tercer libro no obtuvo mejores reseñas. Y entonces Keats supo que tenía tuberculosis, y por ende que no viviría mucho más. ‘No he dejado detrás mío ninguna obra inmortal -nada que haga que mis amigos se enorgullezcan de mi memoria -pero he amado el principio de la belleza en todas las cosas', escribió por entonces. Supongo que eligió irse a Roma con la excusa del buen clima, pero soñando también con poner distancia de todas las experiencias amargas de su vida: ser un extranjero es una cosa, pero ser ignorado es mucho peor.

En una de las últimas cartas se preguntaba: ‘¿Existe otra Vida? ¿Me despertaré para descubrir que todo esto fue un sueño? Debe haberla', concluía, por la más perentoria de las razones: ‘No es posible que hayamos sido creados para esta clase de sufrimientos'.

Sinceramente espero que haya otra Vida, aunque más no sea para compensar a los Keats, los Melville, los Van Gogh, en justa medida por el placer que nos depararon y nunca tuvimos oportunidad de retribuirles.

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11 de julio de 2008
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Homeopatía

/upload/fotos/blogs_entradas/homeopatia33_med.jpgLa experiencia nos dice que al final todo se arregla. No se arregla siempre de acuerdo a las previsiones sino que, más bien, las previsiones son un estorbo. Se arregla, sin embargo, con asombrosa facilidad a través de lo imprevisto, cuyo plan supera el conflicto y deja la reparación en manos de la magia.

La homeopatía es parte de esa eficaz magia que suscita el conflicto. Esta clase de medicina homeopática cura no desde fuera del mal sino precisamente desde su misma sustancia. "El remedio es el mal mismo", decía Rousseau anticipándose a Marx que veía con ansiedad en el empeoramiento de las condiciones de la clase obrera el germen de la revolución.

Del colmo del mal llega el vómito y de la reversión del estómago el fin de la repulsión, el principio simultáneo del ánimo para volver a desayunar de otra manera. Es así como "todo se arregla", vuelve la regulación y la alimentación que conduce, de nuevo, al desgaste del sabor. La muerte misma es el ejemplo supremo del cambio de sustento para conjurar el mal a partir del mal, el mal que se arregla gracias a la absoluta absorción de vida.

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11 de julio de 2008
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