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Genealogía de la figura del turista

Rafael Argullol: Esta depredación en detrimento de lo que sería la exploración, tanto en el viaje físico como en lo que podríamos denominar viaje interior. Parece que se opta a esa especie de utilización inmediata al modo de rapiña de las cosas.
Delfín Agudelo: ¿A partir de qué siglo surge el turismo tal como lo conocemos hoy en día? ¿En qué momento histórico la idea del turismo se empezó a desarrollar? ¿A partir de las peregrinaciones, que otorgaban fama a determinadas ciudades? Evidentemente está vinculado con este elemento de reconocimiento de algo que es digno de ser visto, no leído o escuchado.
R.A.: En ese sentido tenemos noticias de turismo, del turismo como viaje de reconocimiento y disfrute de un lugar. En las distintas culturas antiguas, fundamentalmente la clásica europea, incluso hay un maravilloso clásico de viajes, que es el de Pausanias, Descripción de Grecia. Roma, que tenía la pasión por Grecia, incluso una especie de relación casi celosa con Grecia, ya que Roma tenía el poder. Pero siempre tuvo un cierto complejo de inferioridad intelectual con respecto a lo que había sido la creatividad griega. Roma desarrolló -de la misma manera que desarrolló un inicio de coleccionismo para conservar las obras griegas- un auténtico turismo, casi podríamos decir ilustrado, hacia Grecia. La biblia de ese turismo es el libro de Pausanias. Los romanos ilustrados con frecuencia iban a Atenas, que era una ciudad muy de provincias en la época álgida del imperio romano, que mantenía su carácter legendario, y luego iban a los grandes santuarios míticos: Delfos, Olimpia, etc., ya con esa actitud diríamos propia del turista moderno.
Eso se reprodujo después del renacimiento, cuando las culturas más progresivas y dinámicas se fueron situando en el centro y norte de Europa y empezaron a desarrollar una especie de nostalgia de lo que habían sido las culturas mediterráneas antiguas, o de la época renacentista misma, y empezaron esa maravillosa saga de los viajeros. Es evidente que desde el principio hubo viajeros que fueron mucho más francotiradores por su cuenta, y que vivieron experiencias sensacionales desde su propia exploración; y hubo también viajeros a los que se les facilitó de una manera más organizada el viaje. Lo que ocurre es que como en tantos otros factores de nuestra época lo que resulta chocante es la extraordinaria masificación del fenómeno en nuestro momento. En principio el turista viene de tour, del que da vueltas, lo que en español podríamos decir trotamundos. El turista, cuando se convierte en la consecuencia de un engranaje completamente planificado, cada vez pierde más su autonomía. Y, paralelamente, los lugares visitados cada vez también pierden más esta especie de fascinación libre a la que quería acceder el viajero, convirtiéndose así en una especie de cadena universal de parques de atracciones o temáticos, a lo cual evidentemente contribuye mucho el hecho de que en nuestro mundo nos encontramos en globalización urbanística, que hace que muchos edificios de la última arquitectura sean iguales en muchas ciudades, para no hablar de las grandes multinacionales del comercio que hace que existan marcas idénticas en distintas ciudades. El turista masificado es alguien que va para aprovecharse y se encuentra muchas veces con lugares clónicos.

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24 de julio de 2008
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Infectos Artefactos / IV

IV. Manzana mecánica. 

Nos llevábamos bien, aunque a menudo nos entendíamos como salvajes. Me había acostumbrado a darle al Treo trato de prótesis, al punto de sentirme un poco manco y otro tanto rengo si llegaba a olvidar echármelo en la bolsa del pantalón. Cosa difícil para quien se ha habituado a no pisar la calle sin cartera y prótesis en sendos bolsillos. Primero fue la Clié, un juguetazo de aluminio con la pantalla grande y rectangular, más un teclado medianamente útil que entonces -el año 2002- permitía al usuario la ilusión de poseer una microlaptop, aunque ésta sólo consiguiera comunicarse con el exterior a través de modestos rayos infrarrojos. Todo lo cual llevaba a la necesidad de cargar con un tercer bulto desequilbrador, correspondiente al teléfono. Para llamar, tenía que tener un aparato en cada mano y coordinar los dedos tácticamente para no hacer las cosas al revés. Si no recuerdo mal, esos manejos me hacían sentir moderno.

     Como un último síntoma de su lado flaco, a la Clié la perdí en la cabina de un teléfono público. Cuando intenté explicar, en la oficina de objetos perdidos del aeropuerto de Bilbao, cómo era el aparato que olvidé, preferí conformarme con el burdo genérico "agenda electrónica", antes que describirla como "inteligente". La habían descontinuado, además, con esa cara dura que suelen mostrar ciertos fabricantes para hacerle entender al usuario que la vieja vanguardia es la nueva chatarra... Por eso el novedoso Treo 650 fue recibido con bombo y platillo. Tenía pantalla corta y memoria limitada, pero a cambio servía para llamar virtualmente desde cualquier latitud y sabía conectarse por Bluetooth, entre decenas de monerías paralelas. No quisiera abundar en la adicción que llega a provocar un artilugio así, baste decir que aun a media consulta con el dentista seguía tirando bolas en el BowlingDeluxe.

     Con todo, lo mejor era el teclado. Podía uno escribir en cualquier ocasión, a dos dedos pulgares: clic-clic-clic-clic-clic-clic. Bajabas del avión con el artículo hecho, sin cargar otro hardware que ese juguete gordo que igual servía para escuchar música que para almacenar las contraseñas o navegar por internet. Nada de esto se hacía a plenitud, y lo de internet constituía un derroche espectacular, pero aún así vivíamos un idilio. Creo que nos hacíamos sentir menos salvajes. Todavía al principio de esta semana me escuchó descalificar al nuevo iPhone porque "un teclado en pantalla nunca va a darte la sensación de las teclas físicas". Fue entonces cuando cometió el error de írsele a los madrazos a la MacBook, que desde su llegada es dictadora incontestable. Y el muy idiota se hacía llamar smart phone...

     Empujado por el berrinche del usuario despechado, esa noche llegué hasta el sitio del iPhone, listo para fumarme entera la visita guiada de treinta y ocho minutos: una mezcla de infomercial y manual de instrucciones, a la cual asistí como a un subyugante cyberthriller. Valga decir: pescado del cogote. Descubrí luego la versión en español, y procedí a bajarla en formato para iPhone. Cuando el supuesto smart phone despertó, ya estaba yo firmando el contrato para armarme con el nuevo artefacto. Borrosamente aún, pero entendía ya que ese cambio de prótesis iba a traer consigo un diferente ritmo de vida. ¿O es que acaso una pata de palo es la misma con base de hule que con ruedas? Diez minutos después, el viejo chip del Treo jubilado latía en las entrañas de la Manzana Mecánica.

     (Todavía no hacía la primera llamada, pero seguía con la boca abierta. Como es propio de todos los salvajes.)

 

Mañana: V. La llave de Yahvé.

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24 de julio de 2008
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De becario a jubilado

A discriminar a alguien por el color de la piel se llama racismo. A discriminar a alguien por su procedencia social y no por sus conocimientos y preparación: clasismo. Discriminar a una mujer por cuestión de sexo o género: machismo. Discriminar a los homosexuales, sean hombres o mujeres: homofobia.

¿Y cómo se llama rechazar, discriminar, apartar e infravalorar al prójimo por su edad? A los cincuenta años, en esta sociedad de viejos que es España, ya se es viejo, lo que no deja de ser una paradoja. Estamos creando tanta frustración, tanto jubilado prematuro y tanta ansiedad por aprovechar el corto tiempo activo laboralmente hablando (con suerte a los treinta se puede dejar de ser becario y a los cincuenta ya se está sentado en un banco del parque), que nadie se va a tomar la molestia de aprender nada en serio porque cuando ya esté en posesión plena de tales conocimientos le darán una patada en el culo.

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24 de julio de 2008
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Dónde se inserta un niño: la música

La matemática tiene- indicaba un eminente físico de nuestro tiempo -la virtud de emerger allí dónde en absoluto se la esperaba. Emerger, por ejemplo, en el seno de la música y además como elemento explicativo, como razón de la misma. Erwing Schrödinger sugiere incluso que el descubrimiento pitagórico de que el soporte acústico-ondulatorio (por utilizar una terminología anacrónica) de la música encubre determinaciones numéricas, es la base de la confianza, digamos ‘galileana', en la capacidad de la matemática para dar cuenta de la physis, de la naturaleza, por entero.

El compositor Tomás Marco recordaba en una reciente conferencia en Ronda la fascinación de compositores separados por siglos por la complicidad matemática-música. Y si en 1436 se inaugura Santa María dei Fiori con la interpretación de un motete que respondería a las mismas proporciones que la cúpula de la basílica... en la exposición internacional de Bruselas el pabellón Philips (encargado a Le Corbusier pero al parecer obra más bien de Xenakis) respondía al mismo plano que la obra musical de Iannis Xenakis.

Mas que la matemática sea alfabeto de la música, o al menos de un tipo de música, no ha de hacernos perder de vista que la música no tiene subsistencia fuera del ser mismo caracterizado por el hecho de dar cuenta. Música de acordes o música que parece subvertir todo acorde, mas en cualquier caso música ex- linguae, música que forjó a la humanidad en esa subversión respecto a la mera vida consistente en que un código de señales, gustándose a si mismo, se hizo palabra y singularizó radicalmente al animal humano. Música a la que se abre un niño cada vez que da un paso afirmativo en la durísima tarea de asumir su genuina naturaleza.

Sí, el niño ama intrínsicamente la música al igual que ama la geometría, ama esa intuición euclidiana a la que nada en el mundo físico da soporte. Y seguirá amándolas, a menos que una educación literalmente mutiladora de su humanidad le haga sentir que lo cabalmente humano está definitivamente perdido para él, o que, a lo máximo, queda un simple rescoldo apto para alimentar la nostalgia...

Y así, al igual que se diluye en una niebla la acuidad del hecho que en nuestra percepción de las cosas rige el teorema de Pitágoras, esa misma niebla diluye las diferencias de los colores y las formas. Pero diluye también (en razón de lo indisociable de tiempo y espacio en el acto perceptivo) la capacidad de ser impactados por las diferencias de intensidad o altura de los sonidos configuradores de todo espacio auténticamente humanizado. Por ello ese mismo niño que, en su mera aprensión de las cosas, modelaba a la vez el espacio y la materia, configurándose como un forjador de formas, es ya ahora tan sólo susceptible de captar (en la naturaleza, como en el marco urbano o en las obras artísticas) un mero esqueleto, a lo máximo una suerte de esquema: esquema en el que Venecia queda reducida a una impresión y en Alban Berg se percibe tan sólo lo que perdura en él de melodía.

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24 de julio de 2008
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El verde

Tiziano soportaba tan mal el universo del color verde que cuando se trataba de representar bosques y forestas prefería hacerlo envueltos en llamas y consecuentemente representarlo a través de colores encarnados y negros.

El verde tiene una importancia especialmente infalible. Se halla en un cruce de componentes altamente heterogéneos y es capaz de expresar un catálogo de emociones tan vasto que no viene a ser raro atragantarse. Atraganta por hallarse ubicado en un espacio exageradamente amplio pero, además, si tratarlo exige una atención y cuidado extraordinarios su plasmación evoluciona con extraña facilidad como una masa autónoma que se complace o se envenena veleidosamente y en sí.

/upload/fotos/blogs_entradas/goya_med.jpgAceptar con el verde de Goya, por ejemplo, representa una tarea que puede ocupar la carrera entera de un artista porque el verde se desliza, viaja, se pervierte o glorifica. Los verdes lo dicen prácticamente todo. Y en una doble acepción: son capaces de pronunciarse en las más diferentes lenguas y pronuncian con asombrosa precisión el carácter del artista.

Odiar o amar un color parece un contrasentido en la cosmología de la pintura. Todos los colores y tonos son bellos de acuerdo a su emplazamiento, su proporción y su convivencia. Sin embargo, unos y otros artistas parecen llevar en su talante o su talento una molécula cromática fundacional. Puede ser el blanco, el azul, el rojo, el negro o el verde. Los expertos deciden con formidable frecuencia la autoría de una obra por la marca que el pigmento personal representa. En la pupila pero también en la mente un color fulge e induce, guía la mano, ambienta el cuadro, decide la comunicación final.

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24 de julio de 2008
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Ciudades virtuales y literatura: Snow Crash

La realidad que describe Snow Crash, la novela de Neal Stephenson, es mucho más parecida a la experiencia que Second Life puede proporcionar que a la de Neuromancer. El protagonista, Hiro, ingresa al Metaverso desde el living de la casa que comparte con Vitaly Chernobyl. Lo único que necesita son auriculares y "goggles" -versiones sofisticadas de aquellos que se usan para la natación--. La computadora proyecta sonido en estéreo digital en los auriculares e imágenes en tercera dimensión en los "goggles", de modo que Hiro no está en la casa sino en "un universo generado por computadora" (24). No hay un aislamiento total; cuando Vitaly toca la guitarra, Hiro la puede escuchar.

Stephenson menciona continuamente la relación que existe entre los dos planos en los que se mueve Hiro: el Metaverso, y la Realidad (escrita con mayúsculas). El Metaverso es una versión exagerada de la Realidad; allí siempre es de noche, y la ciudad es usada como un punto de comparación: Downtown, por ejemplo, es como "una docena de Manhattans" (26); la calle principal está generalmente ocupada por el doble de la cantidad de gente que vive en Nueva York.

El Metaverso se esfuerza porque los "avatares" que lo pueblan no "destruyan la metáfora" (36), es decir, mantengan la ilusión, no rompan el principio de verosimilitud. Hay reglas a seguir: por ejemplo, "El protocolo de la Calle señala que tu avatar no puede ser más alto que tú"; o: "materializarse de la nada (o desvanecerse de regreso a la Realidad) se considera una función privada que hay que dejar para los confines de tu casa". Sin embargo, no siempre se siguen las leyes de la Realidad. En el Metaverso hay barrios donde las reglas básicas del tiempo y el espacio no funcionan, o lugares donde la gente puede dedicarse a matarse entre sí.   

A diferencia del ciberespacio de Gibson, el Metaverso de Stephenson es un lugar hiperdesarrollado comercialmente. El Metaverso está controlado por GMPG (Global Multimedia Protocol Group); las grandes corporaciones que quieran hacerse de un lugar en el Metaverso deben primero conseguir la aprobación del GMPG. Así, el Metaverso funciona a través de las más darwinianas leyes de funcionamiento del mercado capitalista. Gente como Hiro ha conseguido un espacio gracias a que ha llegado primero.       

Stephenson también insiste en que el Metaverso es, pese a sus reglas estrictas, un lugar para el desarrollo de las fantasías individuales. Esto se ve en la forma en que los participantes del juego escogen a sus avatares: "Si eres feo, puedes hacerte de un avatar hermoso. Si te acabas de levantar de la cama, tu avatar puede seguir vestido con ropas maravillosas y maquillaje aplicado profesionalmente. En el Metaverso puedes locir como un gorila o un dragón o un pene gigante y hablador". Hiro, el "hacker", es en el Metaverso un "príncipe guerrerro": "cuando vives en un lugar de mierda, siempre puedes recurrir al Metaverso" (63).

Por supuesto, las fantasías también tienen su precio. Comprarse un "avatar" customizado es caro, por lo cual la mayoría de la gente debe recurrir a "avatares" que se encuentran en los estantes de las tiendas y cuyo diseño varía muy poco de uno a otro modelo; los más populares son Brandi, para las mujeres, y Clint, para los hombres. Además, si a uno se le da a elegir qué quiere ser en este mundo de fantasía, serán escasos los que decidan voluntariamente ser obreros o niños. Hay una preponderancia de actores y estrellas de rock.

Está claro que si la cuestión económica importa tanto en el Metaverso, la diferenciación de clases y razas de las participantes suele ser obvia: la mayoría de los participantes son norteamericanos y asiáticos, y hay una alta concentración de gente con mucho dinero y que está muy al tanto de la moda. Si todos los avatares son guapos y relucinentes, tener uno muy rudimentario, en blanco y negro, como el de Juanita, una de las principales diseñadoras del Metaverso, se convierte en un gesto de rebeldía.   
 
Stephenson se enfoca en la infraestructura de estos mundos virtuales de fantasía, y convierte a su novela en una aguda crítica social de la que está exenta la novela de Gibson. En Snow Crash, la plaga de la fantasía que aflige a las nuevas ciudades virtuales es la de un espacio restrictivo, en el que no hay libre acceso para todos, y en el que las diferencias económicas, de clase y raza terminan por jugar un papel preponderante en el triunfo social que uno pueda llegar a conseguir en el Metaverso. No hay lugar para todos, el determinismo social y el darwinismo económico le ganan la partida a las buenas intenciones de crear un espacio virtual que permita la libre expresión.

Hiro, el flaneur del Metaverso, no es un hombre de extracción social acomodada; su suerte, aquello que le permite sobrevivir en el Metaverso, es su habilidad tecnológica. Es, como Case en Neuromancer, un hacker, alguien que se especializa en obtener información de todo tipo. Esa información obtenida es luego descargada en la Biblioteca -un lugar que solía contener libros y ahora sólo tiene muchos unos y ceros que pueden leerse a través de máquinas--; los clientes que quieran usar esta información deberán pagarle a Hiro.

Tanto Gibson como Stephenson sugieren que el gran material de oferta y demanda de los nuevos escenarios virtuales es la información. En "las alucinaciones consensuales" del ciberespacio y del Metaverso, ya no importan los objetos sólidos que eran valorados en las grandes ciudades del siglo XIX y el XX. Aquí lo que prima es la importancia que una determinada combinación de unos y ceros tenga en los futuros clientes. Para sobrevivir en estas ciudades, si uno no pertenece a la clase social privilegiada, deberá trabajar al margen de la ley valiéndose de sus habilidades tecnológicas. Case, el "cowboy", y Hiro, el "príncipe guerrero", son hackers, seres especializados en penetrar en lugares virtuales vedados a otros.

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23 de julio de 2008
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La otra isla

La otra isla es una novela de Francisco Suniaga. "Suniaga es un hombre político y el editor de una revista, nadie sospechaba que podía escribir una novela como ésta", me dijo en Caracas el amigo que me regaló este libro. Publicado por Oscar Todtmann editores, en noviembre de 2005, lo que hace ver que unos millares de ejemplares en un país que tiene pocas librerías no tendría que seguir circulando cerca de tres años después. Además, es la primera novela de su autor, pero,  y lo voy a escribir de manera directa, es una obra maestra que va a sobrevivir y salir de Venezuela para tener otra vida. Puedo entender que hay algo esnob en el hecho de escribir sobre una novela imposible de encontrar fuera de una República bolivariana, pero hace tiempo que no había leído un libro con tanto dominio del oficio de novelista.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_otra_isla_med.jpgEl libro cuenta una historia que tiene lugar en la isla Margarita "el único lugar del planeta donde todos mandan y nadie obedece". Por el calor físico que transpira de sus páginas, por el choque de culturas entre sus protagonistas venidos de dos mundos, por lo absurdo "que en Margarita forma parte del arreglo permanente que equilibra la gente con su entorno", es una obra que hace pensar en el mejor Graham Greene. Es la historia del encuentro entre Wolfgang, un alemán, y los gallos de combate. La eterna historia (tenemos que pensar en Somerset Maugham) de un hombre del primer mundo que pretende incorporarse al tercer mundo. Como lo dice un margariteño "una vaina es que te gusten los gallos y otra, muy distinta, es ser gallero". Lo que mata a Wolfgang, no son los pormenores del fin de su vida biológica sino la isla Margarita. Allá, "para que algo salga como debe ser se requiere un milagro" explica muy bien Suniaga.

¿Cuáles son sus cualidades como novelista? Me parece que tiene todo: sabiduría en la  arquitectura, escritura precisa, tremendo poder de evocación (paisajes, entornos humanos, estilos de vida, etc.), capacidad de pintar personajes muy distintos cada uno con su voz. Se citan a dos autores en la novela: Joseph Conrad y Juan Rulfo. De Rulfo, Suniaga tiene el castellano directo, sin una grasa de retórica, de Conrad, tiene la capacidad de mezclar la visión del mar con el alma de un personaje para componer una obra duradera. Una gran novela no elude el tema de la condición humana. Es el tema de la otra isla. Podemos cambiar de isla, pero nunca llegaremos a ser otra persona, incluyendo un gallero.

El excelente dibujo es del artista venezolano Gregorio Camacho.

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23 de julio de 2008
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Aventuras y encantamientos. Turistas y viajeros

Rafael Argullol: A veces parece que la posibilidad de la aventura es muy problemática en un mundo en que todo parece tremendamente planificado, empezando por aquello que parecía más directo en la aventura, que es el desplazamiento físico o el viaje. Parece sustituido por el turismo organizado de masas.

Delfín Agudelo: Creo que cualquier visitante de cualquier ciudad del mundo escoge entre dos posibilidades: sentirse turista, o hacer todo lo posible para desprenderse de la etiqueta que lo acecha.

R.A.: Pienso que es sobre todo una actitud mental radicalmente distinta. Mientras que el viajero es alguien que busca un país a partir muchas veces incluso de toda una serie de ilusiones y sueños previos, busca este país, lo quiere explicar, quiere ir más allá de la superficie, quiere entrar en el matiz y detalle, en las capas del subsuelo. Sabe que tiene que ir penetrando con lentitud, como si fuera sedimentación, en lo que es el conocimiento de ese país. La actitud de lo que podríamos llamar el turista masivo o lumpen turista es el del aprovechamiento rápido del lugar, el de la depredación, coleccionismo fácil y superficial del lugar. En ese sentido creo que hay dos actitudes mentales y espirituales claramente distintas, pero que al manifestarse en nuestra época lo hacen también como un choque en el cual la primera figura, la del viajero, cada vez parece más cercada, rodeada, asfixiada por la segunda figura, que es la del depredador: es un poco la contraposición entre el explorador y el depredador. Eso, a mi modo de ver, no es solo algo que atañe al viaje o al turismo sino que atañe a toda la conducta social de nuestra época en la cual parece continuamente que haya una invitación a esa posesión utilitaria de las cosas, y esta depredación en detrimento de lo que sería la exploración, tanto en el viaje físico como en lo que podríamos denominar viaje interior. Parece que se opta por esa especie de utilización inmediata al modo de rapiña de las cosas.

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23 de julio de 2008
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Qué es lo que es

Entre las alegrías de unos encuentros poéticos y nocturnos, mañaneros, cañeros -de cañas- y algunas risas, pocos ligues, fue conocer un poco mejor a dos "complutenses". Uno es de donde hizo el bachillerato, ya nos lo dejó dicho el listo de Max Aub. Y así encontré una cercanía de recuerdos de infancia y adolescencia en los editores Ana Santos y Pedro Miguel, madre, padre y muy señores suyos de la hermosa, pequeña que crece y excelente editorial "El Gaviero". No es sólo una buena editorial de jóvenes poetas y otras excursiones, es además, como quería JRJ, una bella editorial.

Entre las varias alegrías que me han proporcionado está un poeta que no conocía, Guillermo Lago. De Madrid, funcionario de la Administración Local- tan "pessoano"- en ayuntamientos de Almería. Y si las biografías no mienten residente en Las Vegas (Nevada). Ignoro si de tahúr, camarero, casamentero o cantante aficionado. El caso que es, como el título de su poemario tan del sur, un poeta de gozosa carga irónica. Un poeta divertido, que también tienen su lugar en el mundo. Dos ejemplos, como dos poemas y sin pasar página:

 

"UN SOLO BESO

En mis sueños,

Cuento el tiempo por meses,

Años, lustros,

Y no por los besos que

di/diste/ dimos

A ti

más de mil, aquella, cientos

¿a quién sólo diez, o tres, o quinientos?

A miles de millones, ninguno.

El mes lo cuento por

horas, minutos, segundos,

en espera de uno,

un solo beso, en el que

sea> seas> seamos:

                               uno

                                 1

                                 _

 

PORTERO AUTOMÁTICO

 (DE CASA ENCENDIDA)

-¿Sí?

-Yo.

-¿Ya?

-Sí

En un solo beso me he comido unos versos de Gil de Biedma que anteceden el poema:

"La vida entonces, ya se cuenta/ por unidades de amor tuyo,/ tan diminutas que se olvidan/ en lo feliz, en lo confuso."

Qué buen tiempo el verano para versos y besos. De varias clases, incluidos los furtivos.

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23 de julio de 2008
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La cuestión de la bondad (3)

Y pensar que todo empezó cuando, despellejado por la necedad de alguna gente que conozco, me dirigía con mi hija menor a ver Wall-E... La maravillosa película de Andrew Stanton no hizo otra cosa, en todo caso, que seguir pulsando el mismo nervio: que un film cuyo público más natural son los niños tenga de fondo la destrucción absoluta de la Tierra a manos de los humanos es, sin duda alguna, un signo de alerta. Siglos atrás los cuentos infantiles eran crueles hasta la locura, en respuesta a una clara necesidad pedagógica: necesitaban preparar a las nuevas generaciones para vivir en un mundo violento e injusto. Había que acostumbrarlos a la idea de que siempre puede ocurrir lo peor, e inculcarles la necesidad de aguzar el ingenio para salir airosos de cualquier situación. Con el mundo moderno adviene la corrección política y los cuentos infantiles dejan de asustar y sacudir: es la expresión de que creemos haber arribado a un cierto nivel indiscutible de civilización, a horcajadas sobre las normas democráticas y la difusión masiva de la tecnología. Pero esa corrección política sólo maquilló durante pocas décadas la profunda, raigal incorrección del sistema que nos toca vivir. Más allá del alerta, que los relatos concebidos para un público infantil vuelvan a transcurrir en un paisaje de pesadilla es también un signo de salud: el reflejo profético de los mejores artistas, que entienden la necesidad de preparar a las nuevas generaciones para un mundo que, además de violento e injusto, ya no es asolado por un monstruo con rasgos individuales, sino por las tendencias monstruosas de la misma especie a la que pertenece.

¿Qué es la bondad, pues? ¿Un virus del espacio exterior? Podría serlo, en la misma medida en que quizás lo sea la vida misma. La evidencia científica revela que distintas bacterias llegaron a nuestro planeta desde tiempos inmemoriales: esto es, soportando el viaje por el espacio sin oxígeno, la incandescencia y el impacto contra la Tierra. La vida es un fenómeno tan inexplicable como resistente. Ojalá lo sea también nuestra capacidad de practicar la bondad.

Armstrongfl decía en su comentario que la bondad no se consigue con adiestramiento, lo cual supone que tampoco puede ser enseñada. Yo no estoy del todo de acuerdo. Creo que hay un germen natural de bondad en cada ser humano, pero también creo que el ejemplo y asimismo la enseñanza son fundamentales. Deberíamos encontrar la forma de enseñar a amar y a compartir en las escuelas, más allá de impartir conocimientos ‘duros'. Cualquier niño que haya visto a sus mayores practicar la bondad y que haya comprobado asimismo sus efectos, estará más dispuesto a ser generoso que otro que sólo haya sido víctima y testigo de malos tratos y mezquindades. A veces pienso que el espíritu humano es una vela rota. Ningún navío llegará lejos mientras el viento se cuele por sus jirones. El desarrollo de la persona funciona, así, dando puntadas entre sus flecos. Cuanto más armonioso sea su desarrollo, más cerrado quedará el tejido -y más lejos llegará la persona con su alma. La sensación que deriva de practicar la generosidad es reparadora; no hay otra forma de comprobarlo que haciendo la prueba. Cada vez que somos egoístas y salvajes, en cambio...

¿Hay espacio para cultivar la bondad en este mundo nuestro? Vaya pregunta. La seguimos mañana.

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23 de julio de 2008
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