Cuando un coche tiene un accidente, enseguida se sabe si es que iba con exceso de velocidad, si adelantó indebidamente, si hubo fallo mecánico o si el conductor se durmió o estaba bajo los efectos del alcohol. Un avión es una máquina más complicada, que además vuela, pero cuyo control no depende de un particular, sino que está bajo la supervisión de una compañía aérea, de una flota de expertos y que es tripulada, no sólo conducida. Además existe un historial de averías del aparato y esas cajas negras que recogen hasta la última palabra dicha en la cabina. Mi pregunta es si de verdad se necesita tanto tiempo para saber qué provocó el accidente del avión de Spanair. Poco a poco van llegando noticias dispersas que se van descartando como posibles causas sin llegar a la causa o causas que produjeron la tragedia y que necesariamente existen.
Nadie se responsabiliza de nada, el tiempo todo lo diluye y cuando se sepa algo concreto los ánimos estarán más calmados y la mente distraída con otras cosas.
Incluso en estas circunstancias no pongo en duda que el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro y que cuando ocurre lo que ha ocurrido con el MD-82 su impacto social y mediático es brutal, superior al de otro tipo de accidentes. Pero también es cierto que hay compañías que no ofrecen ningún tipo de explicación a los viajeros, que les hacen esperar horas y horas cuando no días enteros sin saber a quién acudir. Si a esta falta de consideración y de estar en manos de la nada añadimos una tragedia como la ocurrida, la sensación no es buena. Mientras tanto, mientras todo se aclare, el dolor de los familiares por sus víctimas nos apena a todos.


Los premios literarios están todos amañados: ahí tienen otra de esas mentiras que han prendido aprovechando la yesca de la suspicacia, tan abundante en este mundillo algo reseco de nuevas ideas. Es cierto que muchos de ellos, sobre todo los más importantes, están destinados a personajes conocidos, a escritores más o menos de relumbrón cuyos solos nombres resultan un gancho para las rápidas ventas de sus libros. Más vale no presentarse a ellos. Y por lo mismo, ya que todo el mundo parece saberlo igual que yo, tampoco me resulta claro que siempre haya tantos concursantes, edición tras edición. Tanto olímpico enfadado con la venalidad de esos premios a los que muchos envían por triplicado sus trescientas páginas de novela esperando que la calidad sin fisuras de su obra se abra paso en el magín de los jurados...y por fin se haga justicia!
Hace unos días Gustavo Faverón estuvo por Ithaca. Su esposa, Carolyne Wolfenzon, tenía que defender su excelente tesis doctoral sobre la novela histórica en América Latina (esta tesis hará mucho por, entre otras cosas, consolidar el prestigio creciente de di Benedetto, un autor conocido sobre todo por Zama). Durante un par de noches, Gustavo, Carolyne y yo nos pusimos al día y hablamos de todo y de nada, como tiene que ser.
"Nunca me ha parecido tan fácil, tan facilísima la vida, como en aquellos momentos que exigía de mí las cosas más difíciles". La sentencia es de Nietzsche (¿cómo no?) y se lee precisamente en su libro Ecce homo.
.: Sí. Pero la cabeza cortada de Goliat no es solamente pintada por Caravaggio sino es como si Caravaggio se hubiera mirado al espejo porque se autorrepresentó en esta cabeza. Es un viraje interesantísimo que también puede contarnos sobre los cambios que se producen en el barroco que Caravaggio está representando con respecto al renacimiento. La querencia renacentista por el personaje David es cambiado en el caso de Caravaggio y otros artistas barrocos por la atracción por el derrotado y degollado Goliat. El ejemplo preciso es Caravaggio, hasta el punto de identificarse con él. A mí esta identificación me parece interesantísima, que realiza no una sino varias veces, porque en ella se pone de manifiesto también que ese maravilloso pintor lo tenía muy asumido. Y era el papel sacrificial del artista frente al equilibrio o serenidad armoniosa que en general defiende el artista renacentista. El artista barroco introduce un juego mucho más dramático de luces y sombras, en el cual en cierto modo someterse el propio artista al ser la víctima, a ser sacrificado en aras del arte, se convierte en un juego habitual. En ese sentido Caravaggio tiende en su obra a mostrar un violento masoquismo, espléndido desde el punto de vista pictórico y visual -no olvidemos que es Caravaggio quien lleva más lejos esa iluminación interior de los cuerpos propia del barroco-, pero que en su caso se manifiesta sobre todo en las pinturas de los últimos años, que es cuando adopta fundamentalmente la máscara de Goliat. La pintura de los últimos años adopta una casi insoportable tensión dramática, sacrificial, que nos puede hacer llegar a la conclusión de que el artista sólo llega al final de la obra si es capaz de arrojarse en esa misma obra y en cierto modo si es capaz de extinguirse en ella. 
El viejo Código Penal usado por el juez para condenar al poeta Ernesto Cardenal, fue reformado en tiempos de la dinastía Somoza gracias al poder de un personaje llamado Cornelio Hüeck, allegado íntimo del dictador, que inició un pleito por injurias y calumnias contra Pedro Joaquín Chamorro, quien desde las páginas del diario La Prensa fustigaba los negocios sucios y los abusos de poder del propio Somoza, y de su cómplice Hüeck.



