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Blogs de autor

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Explorador de formas descompuestas

Por brutal que pueda parecer la analogía, el Narrador de la Recherche, que tantas veces retorna en estas reflexiones, es efectivamente un minucioso explorador de formas descompuestas, mientras que aquellos que tienen ante éstas una reacción fóbica se hallan condenados a esperar una escapatoria inalcanzable. El humano se reconcilia consigo mismo en esta doble y contradictoria asunción: la de hallarse descompuesto en acto y la de ser fermento generador de la descomposición misma.
 
El humano como tal está así salvado, aunque no lo esté obviamente ni su cuerpo ni su subjetividad, cimentada, entre otras cosas, en prejuicios que intentan apuntalar el edificio del consuelo. Por eso nada hay propiamente limpio en la Recherche, como nada hay de propiamente limpio en las construcciones humanas. Generalizable verdad la de aquel personaje de Balzac que afirmaba la imposibilidad de cocinar con guantes blancos. Guantes sucios y hasta manos decididamente sucias las del Narrador que escarba en las entrañas de los invitados en el baile, de los reducidos a tiempo, precisamente para lograr liberarlos del tiempo y sus contingencias. Y ha de ser tomada rigurosamente en serio la afirmación de que lo que posibilita tal redención es meramente una metáfora.        

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2 de octubre de 2008
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De la estupidez

Decía Einstein que dos elementos le parecían de condición infinita: uno era el universo, el otro la estupidez humana. Y añadía que, por momentos, sólo llegaba a tener dudas sobre la primera aserción.
 
El éxito de estas supuesta declaración, que ha pervivido durante tantos años como verdad o como leyenda, debe atribuirse al regocijo que los lectores experimentan cuando ven descalificar al prójimo o los prójimos, a un ser humano concreto o a la Humanidad en general. En el grupo de estúpidos el lector de esa frase no se incluye o se introduce cariñosamente puesto que precisamente su posición de lector-descubridor de la sentencia lo distingue de la muchedumbre. Si Eisntein no podrá incluirse en la grey estúpida al llamarla estúpida (y avalándolo un premio Nobel), ni el lector que asume irónicamente la idea puede sentirse señalado. El lector siempre se ve del lado de aquel autor a quien sigue leyendo interesadamente.
 
Este interés le protege por sí sólo y establece de hecho una privilegiada complicidad que lo eleva sobre todos aquellos que no participan en el secreto del libro. El lector crece y se ve armado. El libro inteligente enaltece la cualidad de su interlocutor y desde su silencio procura una nueva voz al lector que se integra argumentalmente en la mordacidad de la proclama einsteniana. Autor y lector se suman como una potencia clandestinidad favorece la intimidad de la lectura. Se trata efectivamente de una fantasía más pero pocos medios consiguen proporcionar este acicate al espíritu. De ahí que se diga, exagerando que el libro nos espabila, nos salva, nos hace libres, nos potencia, nos bendice. Viejas leyendas que tuvieron su porción de verdad.

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2 de octubre de 2008
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Invitación al eunuco

Rafael Argullol: De manera que cuando uno se casa o encuentra una pareja, puede ser susceptible de ser medicado, asegurando en cierto modo la fidelidad.

Delfín Agudelo: Al igual que la idea de la vejez como sinónimo de sabiduría y senectud, y cómo al decir que es una enfermedad se está desbaratando una forma de pensamiento, me parece que en este caso sería tener un fármaco para evitar algo que siempre ha simbolizado la tentación, casi en terreno religioso y moral: lo químico a la orden de lo moral.

R.A.: Bueno, es el fármaco imposible. Es la maravilla del fármaco imposible. En el terreno brutal, el fármaco contra la infidelidad fue inventado hace milenios, por ejemplo en los harenes: se castraba al eunuco que guardaba al harén para que éste no fuera infiel. Ahora bien, esto funcionó hasta que se descubrió que los eunucos desarrollaban una sexualidad paralela, aunque no fuera la habitual, muy rica. Se vincula además el pensamiento de que el fármaco tiene que actuar donde no actúa el cuerpo. En ese sentido deberíamos preguntar si ese fármaco hipotético actúa en nuestras acciones o también en nuestras omisiones: si actúa en el terreno del pensamiento. Por tanto lo que sucede es que hay actualmente, como en tantos otros campos, se intenta vender como píldora, como fast-food, lo que durante muchos años ha sido fruto de la complejidad cultural, espiritual y anímica del hombre. Eso sin tener en cuenta el factor que me parece básico: el que evidentemente la poligamia que pueda tener el ser humano -especialmente, según esta noticia, los machos más que las hembras- procede en gran parte de nuestro componente animal, que me atrevería a decir que es el 99% de nuestra proporción. Sólo un uno por ciento es cultural; el resto es evidentemente natural animal. Eso nos vincula más bien a nuestro afines mamíferos superiores, los cuales como sabemos muy bien tienen una cierta tendencia a la poligamia y a la infidelidad en sus relaciones eróticas y sexuales.

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2 de octubre de 2008
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I. Días de radio

La quietud pueblerina de mi infancia en Masatepe, en la que uno podía escuchar lejanas las campanas de la iglesia de de San Marcos, donde nació Somoza, o las de Niquinohomo, donde nació Sandino, si el viento soplaba desempeñándose desde las alturas del volcán Mombacho, sólo era rota por las emisiones de la Radio Mundial.

No sé cuántos receptores pudo haber entonces en el pueblo, cuando aún no se establecía el reino de los radio de pilas, que dio paso luego al reino de los transistores, y cuando las ondas hertzianas, según el término que de manera elegante y misteriosa utilizaban los propios locutores, sólo podían ser bajadas desde el techo de las casas a través de antenas con polo a tierra, para ir a dar a aquellas cajas de baquelita con apariencia de madera, forradas al frente con tela de cortinas, y donde el dial aparecía iluminado con luz cenital. Así de parecido era, al menos, el aparato de marca Philips entronizado en mi casa, siempre a un volumen suficiente como para escucharlo desde todos los rincones. Desde la cocina, o desde la tienda frente al parque donde oficiaba mi padre. Y desde esa presencia infaltable, la Radio Mundial presidía la vida diaria.

Digo no se cuántos receptores, pero en mi memoria son muchos, porque si uno iba por la calle de un sitio a otro en el pueblo, bien podía escuchar, sin interrupción, los compases iniciales del concierto número uno para piano de Tchaikowski,  con que se abría el Derecho de Nacer del prolífico novelista cubano Félix B. Caignet. 

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2 de octubre de 2008
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El crítico

Cuando descubrí el flamante volumen en una librería (Espíritu de simetría: escritos de Angel Faretta en ‘Fierro', 1984-1991) lo compré de inmediato. Durante los años que el título subraya, los artículos de Faretta en la revista que dirigía Juan Sasturain se convirtieron en un faro para mí. /upload/fotos/blogs_entradas/espritu_de_simetra_med.jpgYa fuese hablando de cine o de literatura, Faretta rompía los moldes del trabajo crítico: lejos de conformarse con las convenciones del métier, introducía ideas o nociones insólitas, que el lector por supuesto no había imaginado encontrar pero que, una vez desplegadas, completaban de manera epifánica el edificio de su argumento. Si me obligasen a decir quiénes encarnan para mí el modelo del ensayista o del crítico, elegiría al Greil Marcus de Lipstick Traces y Mistery Train (otro que es una máquina de generar asociaciones tan inesperadas como enriquecedoras) y por supuesto, a Faretta.

En Marcus, en Faretta, el ensayista funciona como al Scotty del clásico hitchcockiano Rear Window: alguien que está condenado a mirar, y que termina viendo algo que aunque lo sorprende -con temor, con temblor-, constituye aquello que había salido a buscar, ni más ni menos.

Espíritu de simetría incluye textos maravillosos sobre Coppola, Welles, Carpenter, Wenders y Friedkin, sobre Ballard, Borges, Beckett y Simenon, sobre Columbo, Graham Greene y Peter Weir. Y aunque uno no coincida siempre con Faretta (que por ejemplo, revisa anteriores valoraciones sobre Bertolucci para calificarlo ahora de ‘vidrierista'), encontrará que hasta el más desaforado de sus argumentos obliga a considerar las cosas desde un punto de vista poco visitado.

‘...el nuestro es un país saturniano', dice al final del prólogo: ‘primero devora a sus hijos y luego cae en la melancolía'.

Con Faretta, uno siempre da con algo distinto de lo que pensaba encontrar. 

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2 de octubre de 2008
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Hablar de uno mismo

Hay otros temas, pero no nos interesan tanto. Creo que era Nietzsche el que decía que no hablar de uno mismo era una refinada forma de la hipocresía. Y podremos, somos y quisiéramos ser muchas cosas, pero, ¿quién quiere ser llamado hipócrita? Seamos educadamente hipócritas, pero no todo el rato. No con nosotros mismos... aunque si no lo somos con nosotros mismos, no es lo mismo. No merece la pena.
 
Creo que estoy cubista sin querer. Debe ser culpa de la hora, de los tequilas, de alguna cantina, de las malas compañías y de mí mismo. No seamos tan hipócritas.
 
Mañana comienza el Congreso de Cultura Iberoamericana. La cosa promete. Dedicada al cine, con especial guiño para Buñuel, nuestro Buñuel. Un cineasta al se le pueden hacer muchos reproches, incluso ninguno, pero que nunca consiguió parecer un hipócrita. Y al hombre se le pueden, o deben, hacer muchos más reproches, aunque tampoco le viene bien ese calificativo.
 
En la pandilla española del cine en México está Antonio Banderas, encantador como siempre y sin que eso parezca ningún esfuerzo. Habla de sí mismo, incluso habla de otros y sinceramente no parece hipócrita. Debe ser la seducción de la fama, esa aura que nos impide ver el bosque.
 
Yo creo que fueron los tequilas. Me parecieron sinceros e interesantes, no ya Icíar Bollaín o Juan Diego que no podemos olvidar que son actores, sino los productores, intermediarios culturales, políticos y otras faunas que han venido para hablar de cultura y cine en un mundo tan complicado como México. Todos animados en la noche anterior al congreso. Casi perfecto, todavía sólo podemos hablar de suposiciones. Mañana, los Príncipes de Asturias y el ministro de Cultura inauguran este encuentro. Espero no tener el síndrome del cónsul Firmin, no perderme por las cantinas y confundir la realidad con el éxito. Intentaré no hablar mucho de mí, hay otros temas, aunque nos pillen más lejos. Siempre dando vueltas alrededor de nuestra propia autobiografía. Aunque la escriban otros.

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1 de octubre de 2008
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Materia porosa

Mas sea o no una enfermedad general de tal o cual civilización, la pérdida de confianza en la capacidad del espíritu sí es una enfermedad que afecta a los individuos. Decía que, en tales casos, parece que todo en nuestras vidas se reduce  a efectos termodinámicos, y que entonces no hay efectivamente nada que esperar de nosotros, como nada hay que esperar de pájaros, minerales o bonobos. Pero, a diferencia de estos, los hombres sí necesitamos algo que no sea el tiempo destructor. Y, en ausencia de confianza en el lenguaje, suele surgir el principio de esperanza... Este constituye el complemento inevitable cuando los seres de lenguaje, no pudiendo dejar de serlo, se reconocen a sí mismos como meros eslabones de la naturaleza inmediata. Lo que no se espera del lenguaje se espera entonces de un dios que nos salve literalmente de la ruina. Vana esperanza, pues de la ruina del tiempo no hay escapatoria para quien se confunde por así decirlo con su superficie. Cabe tan sólo -y tal ha de ser la apuesta- hurgar en su materia porosa, en su esencia configuradora de  formas reducidas ya a ceniza; pues tal esencia del tiempo corruptor es para lo que perdura de virginal y potencialmente fértil en nosotros lo que los fertilizantes son a la tierra hambrienta. Asunto éste del que seguiré tratando mañana, de nuevo con Marcel Proust en la mano.

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1 de octubre de 2008
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El narrador, I

Walter Benjamin opone en su ensayo "El narrador", de 1936 (en Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Iluminaciones IV. Traducción de Roberto Blatt, Madrid, Taurus, 1991), la narración y el narrador a la novela burguesa y la información (como "el puro asunto en sí"): "La escasez en que ha caído el arte de narrar se explica por el papel decisivo jugado por la difusión de la información. Cada mañana nos instruye sobre las novedades del orbe. A pesar de ello somos pobres en historias memorables" (117).

Resultado de las fuerzas de producción históricas seculares, la información depende de su actualidad inmediata, de su verificabilidad, de la asepsia e impersonalidad del profesional, caracterizado por su activismo, su solipsismo, alejado de la experiencia humana.

La narración, en cambio, depende de una experiencia, de escuchar y retener. Benjamin describe: "Cuanto más olvidado de sí mismo está el escucha, tanto más profundamente se impregna su memoria de lo oído" (118). Poco antes, ha observado: "El aburrimiento es el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia" (118). El aburrimiento, la distensión, una cierta suspensión del activismo suscitan una "forma artesanal de la comunicación".

En sus crónicas y reportajes, Riszard Kapuściński suele caracterizarse como un personaje en distensión, podría decirse hasta como un personaje ocioso: no es "productivo" para su agencia, pierde el contacto con ella durante lapsos prolongados; sus desplazamientos por África, por ejemplo, parecen fruto del azar y están sometidos a una temporalidad alejada de horarios y planificaciones.

Kapuściński carece habitualmente de los recursos materiales de los enviados especiales y de los corresponsales de grandes agencias, activos, ocupados en retribuir a sus editores con informaciones de actualidad desde el lugar de los hechos, como se dice.

En esas distensiones, en esos momentos de aparente aburrimiento, germinan experiencias que aún hoy, lejos de la actualidad inmediata, del novísimo acontecimiento, tienen en las crónicas de Kapuściński una enorme potencia y fecundidad.

m.g.

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1 de octubre de 2008
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3D

Quiero proponer para la práctica periodística una fórmula berreta que funciona bien en los manuales de marketing. Imaginen un gran título que dice así: "Las Tres D del Gran Periodismo". A partir de ahí se despliega una foto de Kapuscinski sobre la que se superponen las siguientes palabras: Detalles, Descripciones, Diálogos.

El periodismo de K rebosa de esas 3 D, y eso le da una amenidad inagotable. Por cada uno de esas D se abre una grieta donde se ingresa a la dimensión más humana y colorida de la realidad. Las narraciones periodísticas exentas de estas Ds quedan muchas veces como blindajes grises que no contienen la porosidad de una experiencia vital verdadera.

Sobre los detalles significantes, el periodista escribió que "todo habla: la expresión de la cara y de los ojos, la gesticulación de las manos y el movimiento del cuerpo, las ondas
que emite este último, la ropa y la manera de llevarla, y decenas de otros transmisores, emisoras, amplificadores y silenciadores que conforman la persona y su -como dicen los ingleses- su química" (Viajes con Heródoto, p.209). En otro libro dijo: "Los cámaras abusan de las tomas generales, de esta manera pierden de vista los detalles. Y, sin embargo, todo se puede mostrar a través de ellos. Dentro de una gota hay un universo entero. Lo particular nos dice más que lo general; nos resulta más asequible". Y termina diciendo: "Echo en falta los primeros planos de las persona que forman las manifestaciones. Echo en falta sus conversaciones. Ese hombre que camina junto a tantos" (El Sha, 156).

También las descripciones iluminan en nuestra imaginación el escenario en el que existieron dictadores africanos o el Sha de Irán; o la incontenible oralidad de los testigos que convivieron a centímetros, durante décadas, con un dictador tan caricaturesco como Haile Selassie. Las tres D son la savia del buen periodismo, y donde faltan es probable que ese árbol esté muy seco, aunque se cumpla, formalmente, con la mayoría de las exigencias de la calidad periodística.

fernando ruiz

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1 de octubre de 2008
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Las apuestas del Nobel

Parece que este año la lista de las apuestas para el Nobel de la firma inglesa Ladbroke es más larga. Y no es sólo una impresión, pues hay una serie de novedades que tiene que ver con continentes. Claramente, se espera un ganador de Europa o de Asia. Pagan ocho por uno si el ganador viene de América Latina, lo que le parece un altísimo desprecio. En la lista de los artistas sólo aparecen tres latinos: Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Ernesto Cardenal; lo que nos dice, de cierta manera, que se detuvo el tiempo en la mirada del resto del mundo hacia los hispanohablantes.

Lo interesante es la lista de los diez primeros favoritos: Claudio Magris, Adonis, Amos Oz, Joyce Carol Oates, Philip Roth, Don DeLillo, Haruki Murakami, Les Murray, Yves Bonnefoy, Arnošt Lustig. Están los eternos poetas de siempre, como Adonis y Bonnefoy; llega Haruki Murakami (que me parece imposible como ganador, demasiado innovador y popular a la vez); hay tres americanos de gran peso (Oates, Roth, DeLillo) pero no tienen posibilidad de ganar según las propias declaraciones reproducidas por The New York Times de Horace Engdahl, el máximo responsable del jurado. A pesar de sus palabras, se puede notar que la mitad de la lista de unos 70 nombres cocinados por la firma de apuestas son autores que publican en inglés, incluyendo el alza significativa de Robert Zimmerman, apodado Bob Dylan: su cotización pasa del 500 por uno al 150 por uno. Pero tampoco puede ganar (demasiado rockero, aunque el italiano Dario Fo consiguió el galardón).

Este pronóstico no es preocupante (el Nobel huye de las profecías y el propio Engdahl puede ser desmentido), pero el conjunto es una buena muestra para entender algo obvio: la generación de autores latinos que viene ahora todavía no se ha quitado a los del boom de los hombros cuando se trata de una visibilidad internacional.

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1 de octubre de 2008
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