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Del verbo novelar / I

I. Usted disculpe la sed. 

Confieso: no he nacido al centro de La Mancha. Me he enseñado a escribir en la ciudad de México, donde nada es posible pero todo es probable. Vengo de una región con prestigio de excéntrica y así me reconozco narrador periférico, pero alego que tal es, para mi oficio, perspectiva privilegiada y preferible. Se narra desde afuera, como lo haría un proscrito, un lisiado, un apestado. Un forastero al fin. Aquél que todo debe comprenderlo, mas no puede aspirar a ser comprendido. Él que vigila y calla porque tiene un plan y éste parte del verbo sobrevivir: primer imperativo de todo narrador.

     Narrar es navegar entre fuerzas opuestas: centrífuga y centrípeta. Ésta que nos arrastra Cárpatos abajo, con la sed impetuosa y los colmillos largos, a recobrar los jugos de la vida y hacer del verbo carne de crepúsculo; aquélla que nos lleva volando de regreso al cobijo secreto de la madriguera, desde cuyas alturas la simple realidad tiende a lucir torcida y rocambolesca como las mismas normas que la rigen. Lo cierto es que estas fuerzas no lo dejan a uno quedarse en ningún lado. Ni la isla donde ha soñado exiliarse, ni la ciudad que ciertas noches le sonríe como una semidiosa en yohimbina. Vocación esperpéntica es la del narrador, tanto que sólo alguna discreción transitoria, inherente a las mañas del intruso, explica que no andemos de capa por las calles.

     Precaución: zona de narradores, debería estar escrito a la entrada de ciertos bares y cafés. ¿Quién diablos desearía irse de la lengua justo donde pululan estos polizontes cuya discreción es, insisto, apenas transitoria? Peor aún, estratégicamente transitoria. Por fortuna, si bien no en la totalidad de los casos, la profesión no es un estigma que impida al narrador periférico escurrirse hacia el centro. Absorberlo. Reinventarlo. Quienes hemos crecido en la periferia planetaria encontramos rarezas y prodigios en el centro que sus siempre habitantes no imaginan. Uno lo quiere todo, nada más descubrirlo. Nos comemos Madrid, París y Nueva York a tarascadas largas y apremiantes; luego volvemos para ser los mismos, en la esperanza de no conseguirlo. Excepto por la sed, que sigue ahí.

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22 de noviembre de 2008
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La coartada

Esa placa -a la que me refería hace unos días- en el malecón "Lugarteniente Schmidt" de San Petersburgo rememorando el exilio de filósofos, científicos y artistas en un año de plena efervescencia revolucionaria, ejemplifica de manera punzante lo tremendo que es intentar llevar a término aspiraciones que, sin embargo, no pueden ser erradicadas de la condición humana. La Revolución de Octubre era esencialmente un proyecto de que los idearios que animaban a la Revolución Francesa dejaran de ser retórica. Tras el trágico fracaso de la misma... ya ni siquiera son enunciados retóricamente. En el mundo que hoy nos queda, toda referencia a algún tipo de vida libre, igualitaria y fraterna suena simplemente a sarcasmo.
 
Y al respecto una cosa elemental: los idearios de libertad y fraternidad no son homologables al ideario de igualdad, al menos entendida en el sentido económico. Cabe decir que aquellos son los fines y este el imprescindible instrumento. Incluso me atrevo a establecer una jerarquía entre las dos primeras. Pues sólo en condiciones de libertad el hombre puede desplegar esa naturaleza que Aristóteles le atribuía y que conducía entre otras cosas a la práctica de la filosofía. Los hombres libres se sentirán inter-pares en lo esencial, en la nobleza de la condición humana, en la vocación de alcanzar la lucidez mediante el enriquecimiento del lenguaje (tarea a la que se reduce tanto el arte como la ciencia). La fraternidad sería de alguna manera un corolario del uso noble de la libertad.
 
Pero la libertad sin condiciones materiales de posibilidad es simplemente una ensoñación, o un ardid de los sistemas que sustituyen la libertad para realizarse como humano por la libertad de instrumentalizar a los demás humanos. Nadie puede ignorar (por universalidad del imperativo categórico kantiano) la profunda indecencia del asunto. Y es inmundo buscar una coartada en el hecho de que el objetivo auténticamente emancipador (igualdad económica como condición necesaria -no suficiente- de la libertad en la que, luchando por realizar su condición, los humanos se sentirían fraternos) desde muy pronto, en el país mismo de los soviets, se convirtiera en tragedia.

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21 de noviembre de 2008
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Carbono carbonizado

Nada, en ningún momento de la historia, parece haber reunido a más seres humanos que el fenómeno de esta Gran Crisis. Quizás la final de un campeonato mundial de fútbol ha convocado a tanto público interesado pero apenas por unos minutos. La gran novedad actualmente es que la Gran Crisis reproduce en numerosos términos los elementos de la ciencia ficción que trata las invasiones de marcianos o los invencibles virus letales llegados del espacio. Por estas vías la crisis transmite la impresión de provenir menos del interior del sistema capitalista que de un Mal sobrevolando en el exterior. La diaria conversación sobre esta fatalidad entre los habitantes de no importa qué lugar del planeta contribuye a acentuar la sensación de la recesión no es más ni menos que una adversidad de la propia existencia y su incalculable duración un signo de agonía de una época. /upload/fotos/blogs_entradas/los4jinetesdelapoca2_med.jpgUna agonía que calca los periodos infaustos de la Humanidad, sea como efecto de las peores cosechas sea como consecuencia de enfermedades o guerras que cunden sin razón y sin límite. La peste, el cólera, la gripe se juntan con las sequías severas, el sida, la malnutrición, las guerras terribles, los jinetes del Apocalipsis, el fin de un final. Difícilmente se conjugan tantos factores aciagos contra la paz, la serenidad o el bienestar. La gravedad de la situación alcanza tal grado que transciende el tamaño de su naturaleza. ¿Disfuncionamiento del mercado financiero? ¿Avaricia de los banqueros? ¿Desajuste sistémico? ¿Fracaso de la regulación? Cualquiera de estos diagnósticos técnicos son claramente insuficientes para dar cuenta de la magnitud y durabilidad del problema. Las explicaciones de los economistas son poca cosa para abarcar la hipermasa de la catástrofe. Sólo una categoría superhumana o trashumana implicada en el origen del desastre sería proporcional a su desarrollo. La civilizada resistencia a aceptar que el mal proviene de algún Ente superior, Exterior y Ciego, es propia de la modernidad y de su lógica pero, más allá de esta cultura racional y laica, ateos o no ateos van cediendo íntimamente a la posibilidad de que todavía alguna Fuerza oculta nos define, nos apunta, nos salva o nos mata. La parte oscura del mundo todavía reticente a la luz de la ciencia, las incógnitas del cosmos aún sin revelar, la parte negra de lo real habitando la profundidad de los agujeros negros sopla sobre la vida una constante tempestad de tinieblas. El mundo negro, infinitas veces mayor al censado, aplastaría la existencia del nuestro con apenas la aproximación de su sombra. El espacio, el tiempo, el dinero, la liquidez, el capitalismo, la riqueza, la pobreza, el hambre, la avaricia, los apalancamientos, el sexo, las hipotecas subprime constituyen, a su lado un ínfimo polvo sideral o ya unas cenizas donde se confunde el bien o el mal o son carbono carbonizado Keynes, Smith, Friedman, Marx, Obama, el Banco de España y la Reserva Federal.

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21 de noviembre de 2008
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Omega the Unknown

El interés que los novelistas norteamericanos de la nueva generación tienen por los comics es cosa seria. Están, sobre todo, los ensayos y la novela (Kavalier & Klay) de Michael Chabon, y los ensayos y la novela (La fortaleza de la soledad) de Jonathan Lethem. Ahora, el mismo Lethem se anima a recuperar a un enigmático superhéroe de los setenta, y guionizar diez capítulos de  Omega the Unknown, con dibujos de Farel Darlymple. En la post-apocalíptica historia original, Omega es el último sobreviviente de una raza de extraterrestres, que ha sobrevivido a un ataque a su planeta gracias a haberse escapado a la Tierra; ya en la Tierra, deberá luchar con los robots enviados a destruirlo. Todo eso se va descubriendo gradualmente, pero no parece ser lo central para el guionista original, Steve Gerber; éste estaba más preocupado por desarrollar la amistad de Omega con el adolescente James-Michael Starling que en mostrar los típicos combates del superhéroe con sus enemigos. En el mundo de Lethem, se nota la influencia de Philip Dick: no se puede distinguir quiénes son los robots enviados a matar a Omega y quiénes los seres humanos. Lethem ha escrito ensayos sobre Dick (es el editor de la edición de la obra del californiano en The Library of America) y en sus novelas hay guiños a Dick, pero el medio del comic le permite apropiarse de sus temas más directamente. Lethem ha creado una pesadilla a colores en la que los robots no son menos parte de la vida cotidiana que Starling, la enfermera que lo cuida y su entorno policial.

(Cuando muere la madre de Starling, éste descubre que ella era también un robot: Gabriel, mi hijo, que estaba leyendo el comic al mismo tiempo que yo, quedó algo preocupado por esa escena: ¿será que está pensando que sus padres podríamos ser unos robots?)

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21 de noviembre de 2008
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La Baronesa del pueblo

Nos hemos enterado de la simpática práctica de la Baronesa de ahorrar al máximo gracias a un incidente que se ha producido en un Outlet (me acabo de enterar de que este tipo de tienda existe), donde se vende de ropa y calzado de diseño a precios reducidos, porque son de temporadas anteriores o porque tienen algún defecto.  Resulta que estando Tita Cervera comprando en uno de ellos, separado de su fabulosa mansión por tan sólo seis kilómetros, un delincuente intentó atracar el establecimiento. Fue entonces cuando el guardaespaldas de Tita lo redujo salvando así a la cajera y clientes de un buen susto. Parece un cuento que podríamos llamar "La baronesa del pueblo". A diferencia de Rachida Dati y de Sarah Palin (que también han estado presentes en este blog por cuestión de la ropa) no se comporta como una nueva rica. No despilfarra, prefiere acumular. Porque si algo conserva la memoria es la sensación de pesarlas canutas, una sensación muy fuerte que ella querría trasmitir de alguna forma a sus herederos para que no derrochen a lo tonto. Y también ocurre que haber sido pueblo tira mucho, tiene su encanto entrar en las tiendas de "todo a un euro" y pasear por la calle mirando a la gente. Tiene su encanto ser uno más. Como dice Fernando Pessoa en unos versos que nos podríamos aplicar cualquiera de nosotros:

 

"Si recuerdo quién fui, me veo otro,

y el pasado es presente en el recuerdo,

quien fui es alguien que amo

aunque en sueños tan sólo."

 

La Baronesa Thyssen, esa mujer rubia de aire solitario, de la que se sabe que tiene hijos, nieto, cuadros, palacios, coches, pequeños perros, guardaespaldas y un pasado, tal vez debería tener un gesto con el pueblo de esos que hacen época y pasar definitivamente a la historia.

Tita, tienes potencial, dinero, aún eres joven. La afición por los cuadros y por crear colecciones la heredaste. Es hora de que crees tu propia causa. Arriésgate y disfruta. 

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21 de noviembre de 2008
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Galería de espectros: el pensador

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el espectro del pensador.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres a El pensador de Rodin, siempre tentador de comentarios?
R.A.: Sí; se trata de una estatua sobre la cual se han dicho todas las cosas, casi, pero que cuando la veo siempre me hace remitirme a toda la tradición iconográfica de la melancolía. El pensador, apoyando la cabeza sobre la mano, es algo así como una de las grandes culminaciones modernas de una tradición que enigmáticamente se remonta muy atrás. Me acuerdo hace años una exposición en París sobre la melancolía en que se podían ver piezas en las cuales había ya una representación humana con el motivo de la melancolía en el arte egipcio, y desde luego en el griego: es siempre esa posición del rostro, de la cabeza apoyada en la mano o el puño, como es el caso del mismo pensador. A lo largo de la historia ha tenido sucesivas encarnaciones ilustres: el Ángel de la melancolía de Durero o Lorenzo de Medici tal como lo esculpió Miguel Ángel. La fascinación extrema que nos produce el pensador de Rodin y que ya produjo en su propia época, a finales del siglo XIX, es que es una efigie, una estatua, que logra concentrar toda la energía de esa tradición iconográfica de la melancolía; es como si verdaderamente ese hombre que nos muestra Rodin estuviera en un estado tan supremo de concentración, que es ese estado en el cual la concentración prácticamente roza el vacío. Ese juego entre la plenitud y el vacío forma parte de las características de la melancolía, y en ese sentido el hechizo del pensador sería que nos obliga a meternos dentro de él, nos obliga en cierto modo a viajar a través suyo hacia dentro de nosotros mismos.

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21 de noviembre de 2008
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Guerras del siglo XXI

Las de Afganistán e Irak nos parecen, de pronto, viejas guerras, muy parecidas a las que vimos en el último tercio del siglo XX. Salvadas todas las distancias, por supuesto, respecto a sus respectivas coberturas jurídicas y a los motivos reales o ficticios que llevaron a emprenderlas. La que está en curso en Darfur o el Congo es más desconcertante, más nueva en la dificultad para orientarse entre tanta matanza y tanto desorden político, pero sigue siendo dramáticamente próxima de las guerras que vienen asolando la geográfica africana desde hace años. La guerra nueva, la distinta, la que rompe con todos los esquemas que actúan en nuestra cabeza es esa contiende naval de dimensiones desconocidas que se desarrolla en el mar, frente a las costas de Somalia, donde una flota de barcos piratas, perfectamente pertrechados con las más avanzadas tecnologías, asaltan como plaga de langostas la cosecha de buques mercantes y petroleros que circulan por la principal vía marítima del planeta.

¡Atención! Nosotros también estamos. Ahí están pesqueros españoles. Por estos caminos del mar circulan mercancías que nos interesan. Probablemente de vez en cuando algún mercante habrá con tripulación, capitán, bandera o destino que en algo nos concierne. En el dispositivo aeronaval que está poniendo en marcha la Unión Europea está también la Armada española. Esa sí es una guerra, sin declaración previa, de enemigo enmascarado y difuso, aunque muy bien localizado. Y si estamos allí no es para defender a Occidente, porque nos lo piden nuestros amigos y aliados o porque la OTAN no puede ser derrotada en su primera misión fuera de zona. Es porque nos interesa, porque defendemos allí lo que es nuestro.

Nada de valores, tal como se esgrimen, al menos sobre el papel, en otras guerras: lo que está en juego son meros intereses materiales, los nuestros legítimos y legales, y los otros totalmente fuera de la ley, pero vinculados a ese estado fallido que es Somalia y a los modos de vida de su población. Los piratas quieren cobrar peajes del tráfico marítimo que circula frente a las costas donde han levantado sus campamentos y participar ellos también en los pingües beneficios del comercio internacional. Se han atrevido con todos, China incluida. Y de momento, la única potencia que ha tomado el camino de en medio, el único practicable ante esos casos, ha sido India, la sabia y plural patria de Gandhi. Sus cañonazos, que han hundido un buque nodriza de los piratas, es la advertencia que nos reafirma en el carácter de esta contienda.

Eso sí es una guerra, que merece actuaciones urgentes, la máxima resolución a la hora de tomar decisiones y presupuestos especiales. Tiene, además, una peligrosa potencialidad: puede satisfacer a quienes sólo se sienten cómodos con aquella Guerra Global contra el Terror que Bush quiso librar contra la fuerza oscura de Bin Laden. Si no se ataja bien y pronto toda esta infección pirata, tomará cuerpo muy pronto como las fuerzas navales de Al Qaeda. Hay reclutas que empiezan a guerrear antes incluso de conocer la causa y la bandera. No deberíamos esperar a que el presidente Obama decida y zanje sobre el estado de las cosas. Habrá que olvidarse desde ya de la guerra global contra el terror y empezar a librar y vencer en las guerrillas concretas que nos aprisionan como a Gulliver los liliputienses. Encaminemos con Obama, por supuesto, las guerras de Irak y de Afganistán, pero la urgencia obliga a atacar y vencer a esa flota irregular de piratas del siglo XXI que parte cada día de las costas somalíes para cobrar sus rescates del tráfico marítimo internacional.

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21 de noviembre de 2008
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Clase XXVI. El relato Hiper breve (…y II)

Decíamos en la clase anterior que la clave de una composición narrativa tan breve es su sugerencia. Así, ésta actúa como el propio motor de la historia y a menudo, aunque no siempre, su eficacia radica en el giro final, en el brusco cambio de dirección que encara el texto, iluminando como en un chispazo las líneas anteriores. Habrán observado que a más brevedad, más densidad, por lo que mientras el cuento se comprime y repliega en unas breves líneas más es el alcance de la sugerencia. No es que un cuento breve sea más ligero, superficial o rápido que uno de más páginas, nada de eso: es más compacto, por decirlo así, como un acordeón replegado. Por lo tanto podemos decir que, en el sentido inverso, mientras el cuento se expande, más abundantes pueden ser los detalles y las precisiones, mayor el ángulo de iluminación de los personajes: ahora puedo verlos en acciones más nítidas,  escuchar sus diálogos, sus reflexiones e incluso las del narrador. No es pues la extensión de un cuento lo que determina su calidad, sino el grado de «compresión» que este comporta. Por lo tanto, hay cuentos de diez páginas que pueden resultar excesivamente cortos y otros de una página a los que les sobra la mitad. Saber cuándo un cuento requiere una página, cinco o quince es una exquisita alquimia que el buen narrador debe manejar con criterio, intuición y... oficio.

Respecto a nuestro trabajo de la semana que culmina,  muchos epitafios han estado francamente bien, pero otros han sido ganados por un «toque Groucho» y, sin desmerecer el ingenio mostrado, no han  sabido dar en la diana, pues la idea del epitafio que proponíamos era que sus dos o tres líneas pudieran sugerir una vida, un oficio, una situación particular del personaje. No se trataba de un epitafio en el sentido literal sino de aprovechar su brevedad y su intensidad para encausar un micro cuento.

La Propuesta de la semana:

Por ese mismo motivo, por la necesidad de practicar y adiestrarnos en el oficio, vamos a intentar ahora acercarnos al relato breve desde otra esquina. Intentaremos construir una historia de no más de diez líneas que contenga estas tres palabras: "Aguacate", "ambición", "manos".  Pueden ponerlas en el orden que deseen, incluso repetirlas, pero no deben faltar. No olviden que un cuento, mientras más breve, más elíptico. Igual que hicimos con la clase anterior, simplemente colgaremos los cuentos. ¡Una última sugerencia!: no se apresuren a enviar lo primero que se les ocurra, pues no es éste un concurso de ingenio ni de rapidez, sino de agudeza, observación y táctica. Que diría en «El arte de la guerra» Sun Tzu.( ¿O era Bruce Lee?). Los esperamos.

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21 de noviembre de 2008
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V. Quiero que me devuelvan mi voto

Ahora el país contempla con estupor e indignación la consumación de este robo a cara descubierta. No el robo de mi voto nada más, el de mi mujer y el de mis hijos, el de mis vecinos. El de miles de nicaragüenses que votaron en contundente mayoría el contra de los candidatos de Daniel Ortega, para derrotar a Daniel Ortega, que quería esta victoria a como diera lugar, para alentar la reforma a la Constitución Política que permita su reelección, o la elección de su esposa.

/upload/fotos/blogs_entradas/quiero_que_me_devuelvan_mi_voto_med.jpgUn robo que hace retroceder la incipiente democracia nicaragüense sesenta años, al año de 1947 del siglo pasado, cuando el viejo Anastasio Somoza consumó otro fraude parecido, de carácter total, para despojar de la presidencia al candidato de la oposición, el doctor Enoc Aguado, que había ganado abrumadoramente.

Esa vez Somoza había dispuesto, como manera de intimidar a los votantes, que los de la oposición votaran en una fila, y los suyos en otra. Las filas contra Somoza daban vuelta a la cuadra, y las suyas eran esmirriadas, porque la gente no tuvo miedo, y cuando se presentó a votar, fue recibido con rechiflas; él, campeón del cinismo como era, hizo la guatusa (la higa) con los dedos, y se las mostró a todos, riendo con todo descaro. Qué le importaban las filas, de todos modos se iba a robar las elecciones, siendo como era suyo, el Consejo Supremo Electoral que contaba los votos.

Todo el mundo pregunta por su voto hoy en Nicaragua. ¿Estará en un basurero, escondido en alguna parte, roto, mutilado, quemado? Si no me devuelven mi voto para que sea debidamente contado, entonces quiere decir que están enterrando a la democracia con burlas, en un funeral bufo.  Y que después de las risas, trágica historia la nuestra, allí será el llanto y el crujir de dientes.

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21 de noviembre de 2008
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Esslingen, Tarzán y yo

Caida la noche sobre Esslingen, Alemania, me quedo en mi habitación de hotel leyendo los primeros cuatro volúmenes del Tarzán dibujado por Harlod Foster entre 1931 y 1935.

Ha sido un buen día. Por la mañana, una lectura en público de La batalla del calentamiento (Das Lied von Leben und Tod, aquí) y una conversación con Sabine Giesberg, traductora del volumen. La preciosa sala de la librería LesArts -se escribe así en efecto, todo junto- está a tope, lo que ayuda a que uno se sienta más rock star que escritor. La gente es amabilísima, y la música de un grupo alemán llamado Tango Five nos levanta a todos los espíritus. Al final, mientras firmo libros me corto con el papel y mancho un ejemplar con sangre. Lejos de ofenderse, la dueña del libro regresa a los pocos minutos con una curita que ha conseguido para mí. Así es toda la gente aquí: amabilísima.

Esslingen am Neckar -o sea, sobre el río Neckar- es una ciudad de muñecas. A diferencia de la vecina Stuttgart, que ya ha comienzo del siglo pasado se destacaba por su perfil industrial, logró sobrevivir intacta a la lluvia de bombas. Por lo demás, los vecinos se han preocupado por mantener en forma a los bellos edificios que en el resto del mundo imaginamos alpinos. En el centro de su Markplatz sigue brillando su reloj astronómico , como lo ha hecho desde 1591; y por encima suyo un glockenspiel suena varias veces al día.

/upload/fotos/blogs_entradas/edgar_rice_burroughs_med.jpgSiempre fui fan de Tarzán, desde muy pequeño. Me gustaban más los libros originales de Edgar Rice Burroughs que las películas (hoy las detesto a todas por igual, no hay una sola, ni siquiera Greystoke, que esté a la altura del original) y por supuesto las adaptaciones a historieta: Foster el primero, pero también Burne Hogarth y Russ Manning, cuyos dibujos compraba cada quincena en revistas mexicanas editadas por Novaro. Encontrar esta edición en Madrid fue una suerte. Pero esta noche, al comenzar la lectura, temo que no me sea posible el regreso al disfrute de la infancia con que contaba. La historia del primer volumen es errática, Foster persiste en ese extraño ‘traje' que su predecesor Rex Maxon y el actor Elmo Lincoln le atribuyeron a Tarzán, una suerte de malla enteriza de leopardo con un único bretel -ridícula. Para colmo, por lealtad a su amigo el francés D'Arnot, Tarzán salva a un fuerte colonial francés del ataque de los locales. ¡Tarzán imperialista! El mundo y la experiencia me están complicando el goce de la aventura...

Por fortuna enseguida Tarzán ataca un barco esclavista y libera a los prisioneros, lo cual me reconcilia con su noción de la política. Y de inmediato se hace obvio que Foster empieza a tomarse en serio el asunto. Los dibujos mejoran y los argumentos también, Tarzán pierde la malla enteriza y gana su taparrabos de rigor. Siguiendo la línea más fantástica del original de Burroughs, que mete a Tarzán en recodos de Africa que atesoran dinosaurios y civilizaciones perdidas, el Hombre Mono lidia con un pueblo que conserva las tradiciones de los egipcios imperiales y después con un enclave vikingo. Es absurdo, pero no me importa. Lo he logrado. ¡Tengo diez años otra vez!

Las callejas de piedra están desiertas en Esslingen. La CNN dice en un titular que han hallado una canción perdida de Los Beatles.

¿Cuánto más feliz puedo ser, en la ausencia de mis seres queridos? 

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21 de noviembre de 2008
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