Javier Rioyo
En Huesca, "ciudad muy aireada" como decía uno de los hijos de ésta vieja, encantadora y pequeña ciudad del norte. Siempre que vengo a Huesca vengo con el recuerdo de Pepín Bello, español, liberal, experto en conectar a los contrarios, maestro en amistades, hombre que al final de su vida-103 años- sin obra conocida, sin trabajos dignos de mención, sin hijos y con toda la memoria de lo mejor del siglo decía: "yo soy mis amigos". Todos esos amigos famosos, esos que han pasado a la historia de la cultura, de las artes, los Buñuel, Lorca, Dalí, Sánchez Mejías, Alberti, Belmonte, Prados, Benet y otros cientos de amigos de una vida dedicada a no hacerlo.
Querido Bartleby de Huesca, que como dice Martín Otín- autor del libro fundamental para conocer a Pepín: La desesperación del té. 27 veces Pepín Bello, en la editorial Pre-Textos- podría haber sido un autor del que quedara constancia en los anales de la narrativa española por una muy singular obra narrativa, surrealista a la española, una novela que comenzó y acabó llamada : Lucas Grupo o el héroe andorrano. La única pega es que después de escribir el primer y el último capítulo se le olvidó escribir el resto. Con Buñuel hizo un "Hamlet" disparatado. Irrepresentable, decía Pepín. Y sin embargo, por empeño de Martín Otín, el querido Petón de tantos comentarios en tardes de fútbol, se representó en un teatro de la ciudad. Por algún lugar anda otra obra suya, El pobre, obra del absurdo y escrita con Alberti. En fin que nuestro Bartleby hizo su obra. No solo se inventó los llamados Anaglifos. Ejemplo:
"El té,
El té,
La gallina
Y el teotocópuli."
Ya saben, repetir el primer verso. El tercero siempre es "la gallina" y rematar disparatando. Fue un juego que todos jugaron en los años de la Residencia de Estudiantes. Pepín, era eso, un propiciador de juegos. Un niño grande que quiso siempre seguir jugando. Hoy me gustaría "jugar" con él, es decir escucharle hasta altas horas de la noche mientras beberíamos el agua que encierran los cubitos de hielo.
Gran tipo que tuvo el arte de nunca hacer nada. O casi nada. Que no es poco.