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El ocio y el mar

Esa "Vela" barcelonesa, esa parodia de barco, merecedora de la mayor desventura, es efectivamente todo un símbolo, a la par que todo un síntoma: símbolo de la sustitución de lo real de los problemas de los hombres por parodias de ficciones; síntoma de que ciertas sociedades, marcadas a la vez por los valores del capital y por la estulticia, están decididamente enfermas.
 
Las embarcaciones de recreo, son apenas utilizadas el fin de semana, pero, al ser triste símbolo de un pretendido status social, su número crece exponencialmente, exigiendo el uso exhaustivo de los muelles, moldeando la imagen del puerto como espacio para ociosos y arrinconando la treintena de embarcaciones que, saliendo cada día a faenar, configuran un ámbito laborioso, elemental, entrañable, y desde luego arcaico... pues incompatible con la reducción de toda expresión del esfuerzo humano a su valor de cambio, y de la propia vida humana a mercancía. ¿Anacrónica terminología? Pregúntesele a los habitantes del popular barrio de la Barceloneta, contiguo a lo que queda del puertecito pesquero, víctimas- en estos años ciegamente llamados de prosperidad- del expolio de su espacio por pirañas que (en connivencia con los inspiradores de la Barcelona del diseño) adecentan ciertamente viviendas insalubres... bajo condición de que sean expulsados los habitantes de las mismas. La total impunidad con la que en los barrios rehabilitados de Barcelona y de tantas otras ciudades del mundo operan las pirañas que vacían un espacio urbano de gente y de espíritu, vuelve a hacer perceptible algo que durante un tiempo resultaba una evidencia, a saber: que una sociedad dónde el mercado carece de polo moderador no garantiza, en última instancia, más libertad que la del mercado mismo. Mientras ésta última no sea vulnerada, el respeto a las demás libertades es de buen tono...pero no requisito para ocupar un lugar en el sol de la respetabilidad.

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28 de noviembre de 2008
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Premios tardíos

"A esta edad -decía Juan Goytisolo- los premios ya no me importan nada". Acababa de recibir, hace unos días, el Nacional de las Letras a los 77 años. A los 77 años justos ha recibido ayer Juan Marsé el "Cervantes". Buena parte de los periódicos titulan diciendo que, por fin, tras tantos años de espera, el premio llega a la cita con él. Pero estas citas, efectivamente, como las citas amorosas, no son en la senectud las mismas que en la juventud. Y no sólo porque la fatiga propia de vivir impida una celebración más briosa sino también porque, al cabo, muchos de los premiados hace ya tiempo que se sienten involuntariamente transportados por la sociedad desde su calidad de autor a la categoría de institución y, como se sabe, mientras al autor se le atribuye espontáneamente el beneficio de la creación a la institución no se le atribuye, prácticamente, nada bueno. Y desde luego nada innovador, sorprendente o genuinamente creativo. De ahí que los premiados acojan los premios con la ambigüedad correspondiente a verse tratados en una parte menor como individuos y en la parte mayor como monumentos. Lo primero permite evolucionar sin límites predeterminados pero el monumento se colmata en los confines de su instauración. Más aún: el monumento acaba con el bullicio de la vida del insigne. Será acaso un nuevo insigne para la posteridad pero a cambio pierde la vida de la actualidad. De hecho, buena parte de los escritores premiados, premiados como creadores de excepción, son ante todo conocidos y admirados no por su última o más recientes producciones sino por una o dos obras que realizó hace decenios, cuando era inconveniente otorgarle estos importantes premios a un joven. La importancia del galardón se presenta pues con la solemnidad temible de una distinción a título póstumo o demasiado, demasiado, tardío. En consecuencia, ¿cómo esperar que el premiado no perciba dentro de su justificable felicidad un acre sabor funerario? ¿Cómo no sentir a través de ese laurel demasiado aplazado el peso de un arreglo floral que culmina el epitafio?

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28 de noviembre de 2008
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Donostia

Pues sí, Miguel, lo pasé muy bien en San Sebastián. Para empezar, dejó de llover y salió el sol. Y contaré telegráficamente, sin regodearme, cómo fue el día más o menos. Vino a buscarme al aeropuerto mi amigo Patri Urkizu, profesor, escritor, académico... Como me llevaría varios blogs hablar sobre él, lo haré otro día con más calma. Hoy pienso en el paseo que dimos por Hondarribia (cuya traducción es vado de arena) y en la excelente comida de La Hermandad, un restaurante de pescadores donde se sirven las almejas más ricas que he probado. Se trata de un pueblo con un gran encanto. Casitas muy cuidadas con balcones de madera, las barcas sobre un mar con ganas de marcha y el viento que le daba a todo un punto de belleza salvaje.

/upload/fotos/blogs_entradas/breve_encuentro_1_med.jpgSan Sebastián es una ciudad entre melancólica y alegre, que se merece urgentemente una película de amor tipo Breve encuentro, de David Lean. El mar estaba furioso, gris y blanco, las olas al estrellarse levantaban un vapor que llenaba el aire de iones positivos. Por lo que cuando por la tarde me acerqué a la charla el ambiente ya estaba preparado. No tengo palabras para decir lo bien que me sentí entre aquellas lectoras (y algunos lectores) tan minuciosas e intensas, bajo la batuta de Beatriz. Además tuve la sorpresa de reencontrarme con una amiga de la adolescencia, Carmen Garmendia, y con Mikel Sarasola, que me dio un par de consejos sobre la vida y sobre mi trabajo que no olvidaré.

Lo pasé mejor de lo que había imaginado. A las ocho de la mañana siguiente iba camino de Málaga.

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28 de noviembre de 2008
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Vamos a ser exigentes con Obama

Vale la pena tener presentes las once exigencias de la ong Human Rigshts Watch a la nueva Administración norteamericana que se instalará el 20 de enero. Creo que van a ser una buena vara de medir sobre el rumbo de Obama. Su principal reto ahora mismo, antes de tomar posesión, es la devastadora crisis económica que está golpeando el conjunto del planeta (véase cómo van las cosas en China, donde crecen los disturbios sociales y laborales a pasos de gigante). Pero dónde debe mostrar su temple moral y su voluntad política es en estas exigencias que le presenta una de las principales entidades ocupadas de la defensa de los derechos humanos en el mundo. El primer punto, como no podía ser de otro modo, es el cierre de Guantánamo. Pero hoy quiero referirme especialmente al cuarto, en el que se le pide a Obama que "rechace la ‘Guerra Global contra el terror' como base para detener a sospechosos de terrorismo".

La propuesta de la ong está muy bien, pero para mi gusto todavía se queda corta. El concepto de Guerra Global contra el Terror no ha sido utilizado tan sólo como base supuestamente jurídica para detener sospechosos de actividades terroristas, sino que ha servido para construir el entero armazón de una presidencia abusiva, que sustrae al comandante en jefe militar que es el presidente de Estados Unidos del control parlamentario y judicial y le proporciona poderes especiales e indefinidos para ordenar todo tipo de actividades ilegales en la lucha contra el terrorismo.

Este concepto fabricado por la Administración Bush y sus neocons presenta al terrorismo como una ideología política, envuelve todos los terrorismos en un mismo paquete al que llamamos global y declara que estamos en guerra con él, algo que exige la utilización de medios militares. En su literalidad comporta un conjunto de peligrosas falacias: el terrorismo es un método execrable de combate político pero no una ideología; no se puede envolver e igualar a todos los terrorismos, si no queremos amanecer un día combatiendo juntos con Putin a los chechenos y con Hu Jintao a los nacionalistas de Xing Jian; y no es una guerra que debamos confiar a los militares, sino un combate muy complejo, civil, policial y militar, en el que hay que utilizar también la información, la diplomacia y la acción política. Tampoco es admisible que utilicemos el concepto de forma más laxa, como una metáfora: las carga el diablo y terminan buscando el significado literal.

Los ataques terroristas de Mumbay son fácil cebo para interpretaciones excesivas que reavivan esta idea de una Guerra Global contra el Terror. El ataque al centro turístico de una ciudad por una guerrilla, con atentados simultáneos y toma de rehenes, es lo que más se parece a un escenario bélico. Pero hay que ir con mucho cuidado porque una de las consecuencias más perversas de estas valoraciones entre frívolas e improvisadas es señalar al islam y a los musulmanes de todo el mundo como la base social y cultural de este terrorismo global al que declaramos la guerra. Además de que es mentira, es muy injusto porque las primeras víctimas de los principales grupos terroristas que reivindican al islam como ideología son los propios creyentes islámicos. Hay que intensificar la cooperación internacional contra estos grupos. No hay que bajar la guardia ante la amenaza terrorista. Pero sería mejor que diéramos por terminada esta guerra global contra el terrorismo que nunca debió existir.

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28 de noviembre de 2008
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Galería de espectros: Fausto

Litrografía de Delacroix para una edición de "Fausto", 1808Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el espectro de Fausto tal como a él le quería verse, que es cabalgando un centauro.
Delfín Agudelo: Sobra decir que te refieres al Fausto de Goethe.
R.A.: Sí, me refiero fundamentalmente al personaje de Goethe, pero también a todo el personaje Fausto que llega a desbordar la obra de un solo autor para convertirse en un prototipo literario que cruza todos los siglos modernos desde el Renacimiento hasta el propio siglo XX. Casi serían incontables los Faustos en los distintos campos -la pintura, la música, y evidentemente sobre todo en la literatura- que ha dado la cultura europea. Naturalmente quizá todos ellos deberían aglutinarse alrededor del que escribió Goethe. Pero creo que allí lo que vale la pena tener en cuenta es que una época desarrolla un prototipo porque lo necesita. Y en ese caso el hombre moderno, el hombre que se inicia en el renacimiento llega hasta nosotros. De alguna manera necesita plantearse ese personaje que en su tentación por vivir toda experiencia y por vivir todo conocimiento está dispuesto a vender su alma al diablo.
 Lo que ha ido variando con los siglos es cómo se plantea el infierno del diablo. En el primer Fausto, al final de la edad media, tal como sale en las leyendas populares alemanas, existe un diablo y un infierno medievales; en los Faustos del siglo XX, el de Valéry o Thomas Mann, el infierno es ya interior y el diablo de alguna manera es una derivación de lo mismo, una vertiente de uno mismo. Pero en todo caso es muy genuino del hombre moderno esa necesidad de plantear ese desafío con lo límites, esa transgresión, y al mismo tiempo padecer esas consecuencias, todo ello una especie de gran duelo en un escenario en el que Dios o no interviene o interviene relativamente poco. Creo que el surgimiento de Fausto y su gran duelo con Mefistófeles -que en cierto modo es el mismo visto desde otro lado, o sus ambiciones y sus pretensiones vistas desde otro lado, el juego, el duelo, el baile entre Fausto y Mefistófeles- representan como nadie el estatus del hombre moderno, que por un lado está investigando continuamente transgredir los límites de la realidad que lo rodea, pero por otro lado siente dolorosamente que la transgresión se convierta en algo desequilibrado, algo negativo y oscuro para su propio porvenir. Por tanto Fausto es esta especie de fuerza doble en el cual tan representados estamos. Por un lado tenemos la ambición máxima del progreso y de la felicidad, y por otro lado también debemos arrastrar muchas veces las consecuencias de nuestra propia ambición.

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28 de noviembre de 2008
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La India

Recuerdo viajes a la India. Viajes literarios. Del que guardo el mejor de los recuerdos es del "Viaje a India" de E. M Foster. También los viajes con Kipling tenían esa mezcla de exotismo y de occidente. Siempre, casi siempre, he mirado la India desde ese lado un poco nostálgico que tienen los enormes, exóticos y fascinantes países que conocieron la colonización. Y la colonización inglesa fue muy literaria.

Hoy nos llega la imagen de otra India. De un lugar de pánico, atentados, muerte e inseguridad. Fanáticos que no luchan como Ghandi, fanáticos de uno de los dioses que más veces ha sido usado para cometer atentados, para declarar guerras o justificar lo injustificable. "Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado", decía el imprescindible Rafael Sánchez Ferlosio. Creo que no es suficiente que cambien, mejor sería su desaparición. Pero nada se puede hacer por decreto. Y estamos invadidos de dioses. No tantos como en la India, pero también crecen en Occidente.

/upload/fotos/blogs_entradas/tigreblanco1_med.jpgAcabo de leer una excelente novela de un escritor nacido en India y, como otros de sus conciudadanos de castas superiores, educado entre la universidad de Oxford y la de Columbia. Se llama Aravind Adiga, era un perfecto desconocido y acaba de ganar el Broker Man Prize 2008. Su novela, "Tigre blanco", ya está traducida y publicada por la nueva colección "Miscelánea" de Roca Editorial.

Por muchas cosas hoy recuerdo al escritor y su libro. El escritor vive en Bombay y de cerca estará asistiendo a un terror que seguramente no le extraña tanto. Su novela da pistas del disparate que es la India de hoy. Lo hace desde la ironía, casi desde la picaresca de su personaje central, un poco filósofo, un poco maniobrero, un poco geta y muy listo. Un pobre que quiere dar el salto y abandonar moscas, enfermedades, pobreza y esclavismo.

El llamado "Tigre Blanco" habla sobre su país:

"Entre la gente de mi país, es una antigua y venerada tradición empezar una historia rezando a un Poder Superior.

Supongo que debería empezar besándole el culo a algún dios.

Pero, ¿a cuál? Hay tantas opciones...

Verá: los musulmanes tienen un dios.

Los cristianos tienen tres

Y nosotros, los hindúes, tenemos 36.000.000 de dioses.

Lo cual arroja un total de 36.000.004 culos divinos entre los cuales puedo escoger"

Sigue hablando de su ciudad, una ciudad de medio pelo, construida por hombres a medio hacer. Y ya desde la capital, desde Delhi, reflexiona sobre los mil millones de criados que fantasean con rebanarles la cabeza a sus jefes. O sobre los sueños que unen a los ricos y los pobres: los ricos sueñan estar delgados como los pobres.

Una buena novela sin aromas perfumados, ni palacios exóticos, ni princesas misteriosas. Un libro sobre la India. Ese país dónde viven muchos dioses, dónde mueren muchos humanos.

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28 de noviembre de 2008
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¿Llegará el día?

Pocas novelas disfruté más en los últimos tiempos que The Given Day, la nueva de Dennis Lehane -el autor de Mystic River. Lehane es de esos escritores que utilizan los elementos del género policial (como en Mystic River, como en los guiones que escribió para la serie The Wire) con la intención de hablar de algo más profundo y más urgente: las características de la sociedad en que nos toca vivir, las profundidades del alma humana.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_given_day_med.jpgA diferencia de sus relatos habituales, The Given Day es una novela ‘de época' -Boston, 1919- en la que de tanto en tanto aparecen personajes históricos -Babe Ruth, Louis Fraina, el futuro presidente Calvin Coolidge- y que lidia con un hecho que ocupó la plana principal de los diarios: la primera huelga policial, que derivó en un motín de proporciones. Pero al igual que en sus mejores novelas, hay una construcción del suspenso que impulsa de forma irrefrenable hacia delante y un par de personajes de esos a los que el lector se hermana de corazón y sigue hasta sus últimas consecuencias.

Danny Coughlin es hijo de uno de los más respetados policías de Boston, profesión a la que también se ha sumado. Enviado a infiltrarse en una agrupación socialista, con la excusa de prevenir ataques como los que los anarquistas solían lanzar, Danny advierte que los discursos que oye no están del todo desprovistos de razón. Y a consecuencia del vuelco que su corazón sufre, se aplica a organizar a los policías de Boston como organización gremial con la intención de mejorar su pago y las infrahumanas condiciones en las que trabajan.

Luther Laurence ha debido abandonar a su mujer y su hijo para escapar de la venganza de un malviviente. Su destino se cruza en Boston con el de los Coughlin, para quienes empieza a trabajar como sirviente -Luther, casi se torna innecesario decirlo, es negro. Lejos de sentirse a salvo en la gran ciudad, percibe cada vez más que los estamentos del poder harán lo imposible para evitar que los negros se organicen y ocupen espacios más allá de los marginales que la sociedad les depara.

Como habrán advertido, más allá del setting histórico The Given Day es una novela que resuena con fuerza en el hoy. Monumental por tamaño -700 páginas, en inglés- pero también por sus aspiraciones, The Given Day conmueve al representar dramáticamente la clase de dilema que enfrentamos a diario, vivamos donde vivamos: la crueldad con que este mundo trata al hombre honesto, y la feroz resistencia que ofrece -encarnada en otros hombres para nada honestos- a cualquier intento de convertir este lugar en un sitio mejor, más justo, más humano. 

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28 de noviembre de 2008
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V. El pasado no está muerto ni enterrado

¿Será Obama el primer negro en entender, se pregunta un escéptico Lévy, que en lugar de usar el dedo ancestral que señala la culpa del racismo, como víctima, debe usar la seducción, la esperanza en lugar del reproche? ¿Sería aquel el comienzo del fin de las ideologías basadas en la identidad racial? Las respuestas las dio el propio Obama en su campaña, al elevarse sin resentimientos sobre las disputas raciales.

No la ausencia de identidad, en lo que Lévy se equivoca, sino la búsqueda de una síntesis trascendente, escuchando primero la voz de la historia. Por eso en su discurso de Filadelfia sobre la raza cita a William Faulkner, el gran novelista blanco del profundo sur de los esclavos negros. "El pasado no está muerto ni enterrado", dice Faulkner. "De hecho, no es ni siquiera pasado". Y el mismo  Obama advierte entonces que tenemos que cargar con nuestro pasado, sin convertirnos en víctimas de ese pasado. Y que los sueños de uno no tienen que realizarse a expensas de los sueños de los demás.

Es Rosa Parks entonces, la humilde costurera negra del sur profundo, la que habla ahora, sentada por fin en las filas delanteras del autobús que recorre las calles de Montgomery.  

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28 de noviembre de 2008
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Las visiones de Barceló

El público levanta la cabeza y embelesado contempla la bóveda que desciende sobre sus cabezas. No es sólo un efecto óptico. Diremos que la obra de arte, en lugar de representar, convoca indescifrables sensaciones. ¿Qué violenta impresión lo conmueve?

Miquel Barceló saca del bolsillo de su camisa un papel y aprovechando el silencio de la audiencia, lee:

 

"Recuerdo que un día de gran calor en pleno Sahel con la vividez de los espejismos tuve la imagen del mundo goteando hacia el cielo. Arboles, dunas, asnos, gentes multicolores... Escurriéndose gota a gota. Consumiéndose también.

Todo esto puesto al revés es un mar, pero también es una cueva. La unión absoluta de contrarios. La superficie oceánica de la tierra y sus oquedades más escondidas.

En este mar agitado cabe suponer varios niveles:

El fondo de este mar y sus moradores policromos

El plano del agua

La espuma blanca de las mismas aguas revueltas en marejada

Y al final el reflejo. Lo que refleja este mar. Lo que está debajo : Nosotros".

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27 de noviembre de 2008
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Trabajadores del mar… ociosos de “La Vela”

En El Prat del Lobregat, en espacios dependientes de la administración portuaria de Barcelona, acaba de concluir la construcción de dos grandes diques, formando una nueva bocana que constituye la primera etapa de un proyecto que permitirá ampliar de manera portentosa la capacidad de los recintos, ganando al mar centenares de hectáreas, doblando así la potencia de albergar barcos de carga y contenedores. No estoy, obviamente, en condiciones de juzgar sobre la idoneidad del proyecto y lo justificado o no de las enormes cifras invertidas. En cualquier caso lo veo a priori con enorme simpatía, en razón simplemente de que Barcelona es un puerto de mar, y propio de los puertos de mar es ampliar su horizonte hacia el agua y conectarlo lo más eficazmente con la tierra firme. Cosa a lo que, con aparente eficacia, se dedican los responsables de las instalaciones.
 
Pero esto ocurre, como decía, en espacios de El Prat del Llobregat, y la imagen de barcos de carga vinculados desde la terminal por vía ferrea con diferentes destinos de Europa, la imagen simplemente seria de un puerto, no será en absoluto la que percibirá el visitante de la ciudad de Barcelona. Y no se trata de que, simplemente, el puerto quede (como en tantas grandes ciudades portuarias, Seúl, San Petersburgo...) lejos del centro urbano. Barcelona se publicita explicitamente como ciudad de mar, y el viajero es invitado a fundirse en su atmósfera marítima. Se trata, sencillamente, de que lo que se promociona es "otro" mar; mar que encontrará el que, buscando la orilla, tenga la entereza de llegar al final de la intransitable Rambla.

Hace poco menos de un año evocaba aquí mismo la escultura férrea que, en en el primer muelle al final de la Rambla se dedica al poeta Joan Salvat Papasseit, fijada la mirada en dirección de su mar. Y decía que era imposible reconocer allí la atmósfera de sus versos, decía que amante alguno podría alcanzar allí la cifra o medida de todas las cosas. ("Dona'm la mà, que anirem per la riva/ben a la vora del mar/ bategant/... tindrem la mida de totes les coses/només en dir-nos que en seguim amant).

Pues el "Moll de la fusta", dónde se ubica la escultura, cierra hoy una inmensa piscina- garaje, en la que se apiñan centenares de embarcaciones de recreo, es decir destinadas explícitamente a llenar las vidas de un complemento de vacuidad. Sobrevolando tal piscina, la mirada del poeta tropieza enfrente con el llamado Maremagnum, un templo de miseria consumista y evasión waltdissneyniana. Y a la derecha de la escultura, a fin de impedir realmente todo atisbo de mar, se encuentra la inmensa mole del Barcelona Trade Center, que pretende evocar un barco y que es de hecho un monumento al único Señor hoy universalmente reconocido y venerado, dónde, en lengua inglesa, se conjuga efectivamente la frase según la cual el negocio es el negocio. Espectacular premonición, hace ya unos años, de lo que sería una arquitectura alcahuete con el espíritu de rapiña, que ha corrompido literalmente lo que en su origen era efectivamente el núcleo de la barcelona marítima.

Si se bordea el Maremagnum, se tropieza de nuevo con un brazo de agua por todas partes cercenado, otra vez el garaje para barcos de ocio, que por este flanco exhibe asimismo una obscena muestra de lujo en forma de cruceros privados protegidos por vallas de alambre que impiden la excesiva proximidad de los curiosos. Estas vallas suelen tener como límite unos bancos de madera que allí subsisten como anacronismos, de tal manera que el que en ellos se sienta puede elegir entre estar asomándose al exterior o vislumbrando el interior de una cárcel. Cuando esto escribo, leo precisamente que un megayate llamado Pelorus, "diseñado" exterior y exteriormente mediante un presupuesto de 300 millones de dólares y perteneciente a un magnate ruso, ha encontrado amarre en estos muelles. Leo también que suele ser visto en lugares como la Costa Esmeralda, Portofino, Montecarlo o Port Antibes. Degradada compañía para una ciudad cuyo puerto -en el imaginario de muchos- tiene espejo en los de Rotterdam, Hamburgo, Vladivistok o Le Havre. Es simplemente desconsolador que más de un responsable vea con orgullo en esta indigencia estética y moral un auténtico emblema de la imagen futura de la ciudad. Sobre todo cuando perdura aun-desgraciadamente por escaso tiempo- un pequeño ámbito absolutamente contrapuesto. En efecto:

Si, al contornear el Maremagnum, el consumidor de ocio fija sus ojos en el malecón situado a unos cincuenta metros, que cierra en paralelo ese brazo del puerto, podrá contemplar, como un espejismo, un humanizado, paisaje. Hay allí un reloj de cuatro caras erigido sobre una armoniosa torreta de piedra, y en torno a lo que parece ser una lonja, se despliegan barracones irregulares, hechos de materiales diversos y antiguos, que confieren al conjunto el aire y la estética de descoordinación que caracteriza a los aledaños industriales de los pueblos. Al caer la tarde, hacia las cinco en invierno, puede verse a pescadores erguidos sobre el puente de proa, o bien en la popa, disponiendo para el desembarque las cajas donde parece depositarse la pesca lograda, pues en torno revolotea una bandada de gaviotas que seguían la embarcación desde kilómetros antes de la entrada al puerto. Esos hombres han debido estar faenando casi sin interrupción desde que se hicieron a la mar, punteando el alba.

Estoy evocando una imagen que cualquier barcelonés puede aun contemplar, no por mucho tiempo Pues este paisaje de barcos de pesca constituye un anacronismo casi provocador para los gestores del carnaval consumista, para los voceros de la reducción de una ciudad a parque temático y, desde luego, para las pirañas del espacio urbanizable, sea de titularidad pública o privada. Pues, como antes avanzaba, se cierne sobre el conjunto el fantasma de una rápida reconversión. Se dice que las amarras ampliarán la capacidad de recepción de yates o cruceros, y en torno a los actuales barracones y la lonja se erigirán bien "diseñados" inmuebles, que ampliaran a esa zona el espacio de ocio. El terreno es de propiedad pública, pero nadie duda de que se dará, una vez más, el necesario entendimiento con sectores privados. Nadie duda, en suma del triunfo de la alianza entre administración y dinero... arquitectos y diseñadores alternándose en la función de palanganeros. Y al respecto la última felonía.
 
Se ha criticado a los sucesivos gobiernos democráticos españoles por no haber elaborado nunca una eficaz ley de costas que impidiera la explotación de las riveras y playas por auténticos depredadores. Pues bien, la costa no es bastante. En armonía con esa atmósfera sin alma del "Maremagnum", pero en provocador contraste con esa "torre del reloj" a la que me refería (emblema para aquellos trabajadores y armadores que resisten al soborno, el chantaje o meramente el sentimiento de que se ha acabado "su tiempo", es decir, la forma de vida elemental que ha dado sentido a generaciones de hombres que han vivido de la pesca), se ha abierto una base, ya en el agua, para construir un aparatoso hotel de lujo, pomposamente denominado "La Vela" y al que sirve de coartada la firma de un conocido arquitecto.
 
"La Vela" como desalmado símbolo de un mar abstracto, y hasta corrompido en su esencia, arrancado a lo que el mar siempre ha significado para el hombre. Un mar cuyas riveras barcelonesas son reducidas a aparcadero (tan inmoral como estéticamente deleznable) para aparatosas embarcaciones, llamadas de lujo simplemente por su impúdico valor de coste. Embarcaciones- refugio para seres que intentan compensar la ausencia de sentido de sus vidas con el sentimiento jerárquico de pertenencia a una categoría social de ociosos.
 
Nadie se equivoca en esto. Todo el mundo sabe y siente, en un registro más o menos profundo, que la dignidad del hombre que se enfrenta al mar y que extrae de el su sustento, nada tiene que ver con la indigencia del que lo convierte en escenario ridiculamente teatral para las ficciones de su espíritu ocioso. Pase aun cuando el segundo se muestra en su impudicia sin interferir con el trabajo del primero. Mas ¡qué escándalo¡ (indisociablemente ético y estético repito), cuando emerge sobre la ruina del primero, ruina que ha contribuido a forjar.

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27 de noviembre de 2008
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El Boomeran(g)
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