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La América de Obama, 3

GENERACIÓN OBAMA

Vista la distribución territorial del voto, veamos ahora como se distribuye en las distintas franjas y grupos de población, según los principales parámetros de edad, raza, nivel económico o habitat. McCain venció entre los votantes de más de 65 años (53% frente a 45% para Obama), los blancos (55% a 43%), los ciudadanos de rentas medias (entre 50.000 y 200.000 dólares) y los habitantes de zonas rurales (53% a 45%). En todos los otros grupos étnicos, edad y habitat venció Obama. En las zonas rurales y entre los mayores de 65 años McCain amplió incluso la última victoria de Bush, que en el caso de estos últimos le dieron un margen más estrecho de 52% a 47%. Fácilmente se puede identificar a McCain con la América del siglo xx y a Obama con la del xxi, ya no tan sólo por su edad y personalidad, sino también por las características de sus electores e incluso por su implantación en regiones económicamente en declive o emergentes.

Si es relevante el comportamiento de los mayores de 65 años a favor de Mc- Cain más lo es todavía el de los menores de 30 a favor de Obama, que le han votado en una proporción del 66 por ciento. El Pew Research Center venía detectando desde las presidenciales de 2004 un cambio de actitud generacional, que se confirmó en las elecciones de mitad de mandato de 2006 y se ha consolidado de forma muy decisiva en estas elecciones. La propia afiliación de los jóvenes a los dos grandes partidos ha evolucionado en el mismo sentido, desde la práctica paridad en 2000 (36 % demócrata, 35% republicano) hasta una diferencia de 19 puntos porcentuales en 2006: 45% están inscritos como demócratas y el 26% lo están como republicanos.

Un análisis más detallado permite observar que la decantación generacional a favor de Obama es muy grande entre los jóvenes negros (95%) y muy importante entre los hispanos (76%), pero sigue siendo relevante entre los jóvenes blancos (54%, diez puntos por encima del voto a McCain). Entre estos últimos se revela decisivo el nivel educativo. Quienes tienen nivel universitario se decantan en una proporción del 55%, frente al 42% por McCain, mientras que quienes no la poseen llegan casi a la paridad (50% a 48%)

EL VOTO DE DIOS

El magnetismo de Obama se ha percibido incluso entre los jóvenes votantes pertenecientes a familias de la derecha cristiana. Los votantes protestantes en general votaron por Obama en un 45%, cinco puntos más que a Kerry. Entre los cristianos renacidos y evangélicos o baptistas, sólo un 24% votó a Obama, tres puntos más que a Kerry, pero en el caso de los menores de 30 años el porcentaje llega al 32%, duplicando a Kerry (16%), algo que también sucede con la siguiente franja de edad, menos de 45 años y mayores de 30, que votan a Obama en un 23%, mientras que a Kerry sólo lo hicieron en un 12%. Hay todos los elementos para identificar una Generación Obama que, según el Pew Research Center, es más diversa en cuanto a identidad racial y étnica y más secular en cuanto a orientación religiosa que las anteriores generaciones políticamente identificadas.

Respecto al reparto del voto según la identificación religiosa, Obama venció entre los votantes católicos (54% frente a 45% McCain), siempre según las encuestas a pie de urna del Pew Research Center, mejorando el resultado de Kerry en siete puntos. Bush venció en 2004 entre estos votantes con un 52%. Destripando el voto católico se comprueba que si se trata de católicos blancos ganó McCain (con 52% frente a 47% para Obama), aunque el demócrata ganó ampliamente entre los católicos hispanos (72%). Obama obtuvo el 94% del voto protestante negro y el 67% de los hispanos protestantes y pertenecientes a otras confesiones cristianas. Y sólo obtuvo, en cambio, el 24% de los blancos evangélicos (frente al 74% para Mccain).

Obama también ha mejorado el comportamiento de los demócratas entre otras minorías religiosas, como los judíos americanos. Entre estos últimos, tradicionalmente demócratas, ha mejorado en relación a Kerry en tres puntos, de 74% a 77%, aunque ha bajado en relación a Al Gore, que obtuvo el 79% en 2000, según el diario israelí Haaretz. Los expertos consideran que las modificaciones del comportamiento electoral según adscripción religiosa no corresponden a un cambio substancial. Lo revelan las cifras más generales sobre comportamiento religioso. Entre quienes asisten semanalmente a los servicios religiosos McCain ha ganado por un 55% frente a 43% para Obama, algo por debajo de Bush, que obtuvo un 61% en 2004 frente al 39% de Kerry. Entre los ciudadanos que no se identifican por su adscripción religiosa Obama ha vencido ampliamente (75% a 23%) y ha aumentado ocho puntos respecto a Kerry en 2004.

VOTO MULTIÉTNICO

Respecto a la identidad étnica, lo relevante de la victoria de Obama es que se debe al voto masivo de la minoría afroamericana y a su fuerte penetración en todas las otras minorías, especialmente la hispana, de peso creciente en el conjunto de Estados Unidos, pero especialmente en algunos Estados. El análisis del voto blanco merece una consideración específica, pues Obama vence sólo entre los menores de 30 años (54% a 44%), los poseedores de título de postgrado (54% a 44%), los habitantes de los Estados del Este (52% a 47%) y los habitantes de las ciudades (51% a 47%), pero pierde en cifras globales (41% a 57%). La identificación de McCain con la América wasp (white, anglosaxon and protestant) tiene un traslado casi directo en el comportamiento electoral y tuvo ya un correlato previo en la muy escasa representación de las minorías en la Convención republicana.

El voto negro no ofrece muchas dudas. Obama obtuvo el 95% de los votos, 3'3 millones más que John Kerry, de los que 2'9 millones era jóvenes negros que no quisieron votar a este último en 2004. Una cuarta parte del incremento de voto negro viene de votantes republicanos de 2004. La disciplina electoral afroamericana ha sido relevante en algunos Estados del antiguo sur segregacionista, como Carolina del Norte y Virginia, donde el alto nivel de inscripción electoral y de participación ha permitido arrebatárselos a los republicanos.

La alta participación electoral y el comportamiento en las urnas de los hispanos han sido factores cruciales, quizás el segundo argumento explicativo para la victoria después del voto joven. Obama obtuvo el 67% de sus votos, 23 puntos más que Bush, vencedor entre esta franja de población en 2004. McCain sólo ha obtenido el 32%, un 12% menos que Bush en 2004. Obama llevó a las urnas a 2'5 millones hispanos más que Kerry, un tercio de los cuales votaron a Bush en 2004.

Esta caída del voto republicano entre los hispanos es especialmente amarga para la coalición conservadora, que había considerado a este sector de población COMO muy próximo a los valores de la derecha religiosa republicana, y es además muy preocupante para el futuro por el auge demográfico que está experimentando esta minoría. Obama obtuvo la victoria en Estados del interior, donde Bush venció en 2004 gracias entre otras cosas al factor hispano. Este es el caso de Nevada, Colorado, Nuevo México y Florida. En la victoria de Obama en Estados como Virginia, Carolina del Norte e Indiana, donde no pudo ganar Kerry en 2004, cuenta también el factor hispano. Incluso en Arizona y Texas el incremento es tan importante que permite pronosticar una victoria demócrata en 2012 si no hay cambios sustanciales de tendencia.

Bush había manejado muy bien el voto hispano en sus elecciones gracias principalmente a su posición de apertura ante la inmigración. Aunque McCain apoyó a Bush en su intento de aprobar una ley de inmigración más permisiva, los republicanos se han convertido en el partido de los enemigos de inmigración, por lo que no son de extrañar los resultados adversos obtenidos. La sobrerepresentación de los hispanos en las fuerzas armadas es un segundo factor explicativo respecto a los recelos que suscita el republicanismo entre este segmento de población: es la más afectada por las muertes y los heridos de la guerra de Irak.

El comportamiento del voto hispano desmiente que fuera un voto cautivo de los Clinton y la supuesta dificultad de los hispanos para votar a un candidato afroamericano. Permite aventurar que su futuro comportamiento será un factor clave en la consolidación de la hegemonía demócrata, aunque dependerá sobre todo de la salida de la crisis económica y de las políticas sobre inmigración que realice el futuro gobierno.

También es muy significativa la fragmentación del voto por rentas, que da la victoria de Obama entre las más bajas (menos de 50.000 dólares al año) por un amplio 60% y las más altas (más de 200.000 dólares) que le votan en un 52% de casos frente al 46% a McCain. Se corresponde con el cuadro general de esta votación, en la que la América rural, de la tercera edad, cristiana renacida y conservadora pierde centralidad y da el relevo a una nueva América económicamente emergente, urbana, multiracial, nada fanática en sus expresiones religiosas y sobre todo joven y tecnológica.

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15 de diciembre de 2008
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Relatos después de la batalla (1808-1823)

Antonio Alcalá Galiano

Ramón de Mesonero Romanos

Gaspar de Jovellanos

Antonio de Capmany

Mariano José de Larra

Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad

Los sucesos del Dos de Mayo en Madrid y la subsiguiente Guerra de Independencia, la proclamación de la Constitución liberal en un Cádiz cercado por las tropas napoleónicas o el posterior regreso de Fernando VII y la sañuda destrucción de cuanto se había logrado durante su prolongado eclipse público fueron sucesos fundamentales y que no sólo marcaron decisivamente el devenir del siglo XIX en España sino que sus consecuencias se dejarían notar hasta bien entrado el siglo XX.

/upload/fotos/blogs_entradas/relatos_despus_de_la_batalla_18081823_1_med.jpgLa idea de recurrir al testimonio de grandes escritores que a la vez fueron testigos e incluso protagonistas de algunos de esos hechos era en principio una magnífica idea. En cambio resulta algo más discutible la elección de los autores. De Jovellanos, probablemente uno de los pensadores españoles más honestos y comprometidos, nada se puede objetar salvo que su intervención, titulada "Memoria en que se rebaten las calumnias divulgadas contra los individuos de la Junta Central...", difícilmente puede ser considerada un relato. Es, en todo caso, un alegato jurídico y moral en favor del derecho que asistía a la Junta Central para asumir el mando supremo sobre los destinos de una nación profundamente perturbada por la presencia de Napoleón al frente de 300.000 soldados. Y en otro orden de cosas lo mismo cabe decir de la intervención de Antonio de Capmany y Montpalau, cuyo título, "Centinela contra franceses", ya dice bien a las claras de qué va el contenido. Es evidente que Napoleón no era precisamente un caballero y que su actuación en España merecía de sobras un juicio severo y muy negativo. Pero incluir como relato un panfleto patriotero y repleto de improperios, insultos y descalificaciones ("vanísimo y soberbio", "malvado", "infame", "usurpador", etc.) resulta de una notable monotonía. Aparte de que tampoco es un relato.

Lo cual no es en absoluto el caso de Alcalá Galiano y Mesonero Romanos, cuyos escritos constituyen el grueso del volumen. Aparte de testigos directos de los sucesos que narran, ambos eran antes que nada periodistas. Y aunque muy conscientes de la trascendencia del momento, con sus escritos no trataban de emular al historiador ni pretendían aportar datos que sirvieran en el futuro a los científicos. Ambos eran conocidos cronistas de la actualidad y lo que les preocupaba era el retrato social, la vida cotidiana, la vestimenta y las costumbres, los periódicos que se leían: en suma, el reportaje de aquello que estaban viviendo. Uno, Alcalá Galiano, era gaditano y participó activamente en la creación de su propio tiempo. Son espléndidos los capítulos dedicados al desastre de Trafalgar (tocándole dar cuenta de la muerte de su propio padre en el mar) y las descripciones del Cádiz cercado por los franceses con las fiestas, la vida cotidiana y la galería de tipos curiosos locales o recién llegados a la ciudad; o los capítulos posteriores, ya en Madrid (1808), y de nuevo en Cádiz durante la proclamación de la constitución luego conocida como "la Pepa".

Y lo mismo con respecto a Mesonero Romanos, otro cronista de la Corte que era un niño cuando el alzamiento del Dos de Mayo pero que escribe sus memorias muchos años después y va mezclando recuerdos personales con hechos más generales y que conocería ya de mayor. Es impagable su relato de las revueltas populares previas al Dos de Mayo y durante las cuales el pueblo asaltó y destruyó primero el palacio de Manuel Godoy, después las viviendas de sus familiares y por último las de sus allegados, entre los cuales don Leandro Fernández de Moratín, que debió huir por el tejado para salvar la vida (que no los muebles) huyendo de un populacho exacerbado por las arengas de una cabrera tuerta, vecina y vieja enemiga de Moratín.

Y una sorpresa: acostumbrados a ver denigrada hasta el paroxismo la figura y la obra de Manuel Godoy (y los improperios que le dedica Capmany en su intervención son similares a los que le propinan los historiadores posteriores, desde el conde de Toreno hasta hoy) sorprende el respeto que le muestran tanto Alcalá como Mesonero. Ambos parecen coincidir en que le perdió la vanidad y que tratar de manipular a Napoleón en su propio beneficio fue un gesto insensato dictado por la soberbia. Pero ni rechazan de plano su obra de gobierno ni reducen a escombros su trayectoria humana. De lo cual cabe deducir que el autoproclamado Príncipe de la Paz era un hombre más complejo e interesante de lo que la propaganda contra los afrancesados ha dejado entrever. Y que merecería un buen biógrafo.

La intervención final de Larra, siendo simpática y dotada de la agudeza crítica que le caracteriza, vuelve a sembrar la duda en el lector normal, que cierra el libro preguntándose si de verdad en la España del XIX no hubo otros auténticos cronistas capaces de hacer buenos relatos de las batallas. La verdad es que cuesta creer que sea necesario recurrir a textos jurídicos, panfletos antibélicos o artículos ingeniosos como material de relleno.

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15 de diciembre de 2008
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El rostro del silencio

El paciente se desnuda, se cubre luego con una bata atada a la espalda a modo de sudario, se acuesta sobre una bandeja y con un deslizamiento suave le introducen en una cápsula similar a las que trasladan por el espacio a los héroes del cine de fantasía. En ese ataúd electrónico, bajo una luz cenital y un desconcertante espejillo en el que puede verse los ojos mirando a sus ojos, comienza la exploración. El paciente sabe que va a morir y también sabe que esta máquina blanca, impoluta, que emana una luz fluorescente, ha sido construida para proporcionar un simulacro de perduración a su vida.

El paciente habla consigo mismo. "Trataré de pensar algo entretenido, pero ¿cómo es posible que piense en lo que voy a pensar?". Y así sucesivamente. Si el paciente hubiera nacido cien años antes es probable que en lugar de monologar a solas hubiera rezado, pero hace ya más de cien años que nuestro monólogo no puede dirigirse a nadie fuera de nosotros mismos. Esa voz interna, tan enigmática, ha recibido muchos nombres: espíritu, hálito vital, alma, psique, conciencia, subjetividad... Ninguno de los nombres ha permanecido porque esa voz interior tiene su propio tiempo y, pasmosamente, cambia. Hace siglos, la voz interior se identificaba, en los sueños, con la voz de algunos animales y los humanos entonces tenían cabeza de caballo, o con las estrellas y adoptaban forma saturnal. La voz ha hablado con infinidad de extraños, con Osiris, con Gilgamesh, con Afrodita, con Yahve, con el Crucificado, y sucesivamente el humano ha tomado la forma del firmamento solar, de un guerrero divino, del éxtasis sexual, del Verbo, del resurrecto. El paciente actual no comunica con nada. Su voz sale y regresa de y al mismo lugar. Sólo se parece a sí mismo.

El paciente se sobresalta cuando comienza a oír unos ruidos furiosos. Es la máquina, se dice. Los ruidos son violentos, estridentes. Ahora comprende por qué le han impuesto dos tapones en los oídos antes de meterle allí dentro. Al poco, ya sosegado, distingue dos ruidos distintos, unos son parecidos a los que producen las hélices o las centrifugadoras de lavado y dan una impresión de torbellino. Otros, más dolorosos, son martillazos, perforadoras de pico que quieren horadar su cráneo. El paciente se dice que en esa soledad el estruendo es simplemente lo que le llega del mundo y que el mundo le habla en espiral o con percusiones. Mientras monologa, se percata de que tiene una segunda voz interior, una especie de sombra de la anterior, que simultáneamente le va diciendo: "¿Tú entiendes esta soledad?" Ambas voces, la que trata de ordenar el caos violento que le agrede y la que se pregunta melancólicamente por la desolación, son inseparables y suyas. También se dice que si la segunda voz habla de la soledad es porque previamente debe de haber concebido la compañía que ahora le falta. Dentro de la prisión íntima, en la desolación, va imponiéndose un orden que mitiga la angustia y el espanto. No obstante, ese orden es, a su vez, inexplicable. ¿Cómo puede el humano allí desamparado e inerme poner orden en algo? ¿De quién ha heredado esa capacidad de orden? Sin embargo, al orden se agarra como un naufrago al madero que aparece ante sus ojos flotando en el océano.

Ahora el paciente ya está preparado para ser un artista del siglo XX. Su tarea y su ambición será dar forma a esas voces interiores en lucha contra el ruido exterior, el caos que le devora. Las formas ya no puede tomarlas del mundo, los signos mundanos son puro ruido. A veces un fragmento de signo puede ayudar, una mano simplificada y grotesca, órganos sexuales dibujados con carboncillo sobre el muro de un retrete, la calavera... pero el artista de la modernidad tratará por todos los medios de que nada de cuanto produce se parezca al mundo exterior porque en ese mundo exterior predomina el ruido, la técnica, el dominio, y justamente lo que a él le abruma es el caos que se corresponde con ese mundo dominado, técnico y ruidoso. El artista del siglo XX sabe que el mundo exterior ha dejado de ser aquel lugar habitable en el que los caballos o las reales decapitaciones enriquecían la vida. Ahora el mundo exterior es tan sólo el escenario de una carnicería y esa carnicería es la de todos los humanos. Simbólicamente lo supo cuando los ciudadanos más avanzados del universo decidieron extirpar del globo a otros ciudadanos a quienes acusaban de tener una sangre sucia. Luego comprendió que aquella matanza técnica y ruidosa había sido un disimulo para ocultar la matanza verdadera que es la de todos los humanos, los cuales, ahora, carecen de refugio donde descansar tras la muerte. Son reses camino de la aniquilación.

El artista sabe que la suya es una tarea imposible, pero se empeña en ella. Va a dar forma y lanzar al mundo (ese cementerio divertido) los signos de la interioridad, del orden íntimo. Nacen así torbellinos y percusiones artísticos. Si usa palabras, a eso lo llamará "monólogo interior" y dará lugar a paisajes en los que Dublín es un torbellino del lenguaje. Si lo hace con sonidos construirá una gramática que quiere introducir la percusión de la matemática en el mundo del ruido mediante series que en sí mismas sólo muestran lo azaroso de la razón. Puede también querer dar forma visible a su monólogo. Entonces pinta.

/upload/fotos/blogs_entradas/kandinskyfull_med.jpgEn 1913 escribió Kandinsky una historia del arte. Decía así: "Primer periodo. Origen: deseo práctico de fijar el elemento corporal efímero. Segundo periodo. Desarrollo: la pintura se libra progresivamente de ese fin práctico y el elemento espiritual domina progresivamente. Tercer periodo. Meta: la pintura alcanza el estadio más elevado del arte puro, los vestigios del deseo práctico han sido por completo eliminados. Ahora habla de espíritu a espíritu en un lenguaje artístico. Es el ámbito de los seres pictórico-espirituales (los sujetos)". Los subrayados son suyos. En la revista donde se publicaba el artículo de Kandinsky (Der Sturm) venía de seguido otro de Blaise Cendrars con esta famosa frase: "Cada pintura es un estado de ánimo único". Aquí lo importante es la palabra "único".

El paciente encerrado en el tubo hospitalario atraviesa oleadas de emoción, reflexión, resignación, cólera, devoción. La prueba dura mucho y es muy breve. Cada uno de sus estados de ánimo (únicos) ha de ser arrancado de la clínica, de los ojos que ven sus ojos, del olor a formol, de las voces de unas enfermeras que conversan sobre el último fin de semana en Lloret, hasta convertirlo en un signo abstracto que dé perennidad a ese estadio pasajero, casi inexistente, del ánimo único. Espirales, percusiones, también manchas, grumos, trazos, rectas, telas rajadas o monocromas.

Dándose facilidades, sin embargo, otros artistas del siglo XX llevarán a cabo una operación indecente y que muestra la vileza del orden artístico. Estos inventarán "el arte primitivo". Atacarán y matarán de raíz los últimos vestigios que quedaban del antiguo diálogo entre humanos y divinos y coleccionará (¡coleccionará!) máscaras congoleñas, tótems de esquimales, estatuillas votivas precolombinas, para mostrar no sólo su desprecio por las anteriores encarnaciones humanas, sino la arrogancia del asesino civilizado. Los más audaces exhibirán su "estado de ánimo único" bajo la forma de un primitivismo de señorito y así como sus abuelos diseñaron toda la parafernalia que precisaban sus naciones (bailes típicos, vestidos regionales, rituales folklóricos) para matar de raíz la vida verdadera de los pueblos insumisos al funcionariado, ahora ellos fijan para la eternidad unas rameras de la calle Avinyo disfrazadas de venerables dioses africanos. La puta del arte suplantaba a la celebración de la tierra y Stravinsky podía convertir la consagración chamánica de la primavera en un refinado ballet.

En la cueva de Chauvet pudo oírse un relincho muy similar a una risa sardónica.

Artículo publicado en: El País, 13 de diciembre de 2008.

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15 de diciembre de 2008
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Hace 30 años

Era el año 1978, y todas queríamos ser Diane Keaton.

En la nueva España democrática, en que la mayoría acabábamos de votar por primera vez, las chicas llevábamos faldas largas, botas altas y jerséis anchos. Ocultábamos las formas o simplemente no las mostrábamos, no les dábamos importancia, de modo que el cuerpo desaparecía debajo de esta ropa todavía un poco ad lib, liberado del sujetador, del maquillaje y de cualquier perifollo. Por supuesto los zapatos de tacón de aguja estaban proscritos y también las uñas largas y las joyas auténticas, no digamos las pieles. Aquellas chicas nos forjamos en la sencillez más absoluta. Incluso los anuncios de Coca-cola alababan a una chica morena, de impresionante naturalidad. Pero ¿éramos así o algo más contradictorias? ¿cuáles eran nuestros deseos y sueños y angustias? Éramos una novedad, nadie nos conocía.

Y en eso... llegó Annie Hall. 

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15 de diciembre de 2008
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La cohesión

De la misma manera que el Dada y Duchamp acabaron con la seguridad del sistema del arte, la Gran Depresión de 1929 acabó con la seguridad del sistema económico. Más o menos desde entonces fue avanzando el tiempo de la inseguridad en todos los órdenes del valor, desde la muerte de Dios a la muerte de la novela, desde las persecuciones nazis hasta los pogroms, desde la amenaza policial a la amenaza terrorista. La pérdida de la seguridad dio paso a las alucinaciones, los miedos, proliferación de los espectros, las amenazas de las apariencias, los corros de simulaciones, la inestabilidad de la creencia, la disipación de la utopía, la proliferación de los sujetos, la pérdida de cohesión.

Esta suerte de desintegración de la fe, del sexo, de la cultura o de las leyes económicas, se correspondió con la desintegración de la física a nivel macro mediante el big bang y a nivel micro mediante la bomba de fisión. La desintegración del núcleo desencadena la energía nuclear, la desintegración nuclear de lo social lleva a la pérdida de la colectividad.

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15 de diciembre de 2008
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Galería de espectros: el Barón Rampante

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el espectro que salta de rama en rama del Barón Rampante.
Delfín Agudelo: Te refieres sin duda al personaje de Calvino.
R.A: Me refiero a uno de los personajes a los que tengo más simpatía de la literatura contemporánea. Una invención genial de Calvino, aunque sólo sea por el hecho de imaginar que vivir encima de los árboles -como era un personaje que en un momento determinado, en la adolescencia o primera juventud, se rebela contra el mundo que transcurre a ras de tierra, y se refugia en lo alto de los árboles -es precisamente imaginar algo de nosotros mismos, algo que forma parte de nosotros mismos. Esa rebeldía del Barón Rampante le lleva de alguna manera a no compartir ninguna de las leyes, de las intrigas pesadas que se dan en el mundo que transcurre a ras de tierra. Por decirlo en términos zoológicos el Barón Rampante, gracias a su perseverancia en las ramas, evita los pensamientos y las convicciones de reptil, de los que se arrastran por el suelo, y al mismo tiempo a lo largo de toda su vida sigue defendiendo toda una serie de ideales y purezas que seguramente, si hubiera descendido a tierra, hubiera sido muy difícil que hubiera mantenido. Es verdad que hay un utopismo, una clara característica utópica de esa posición, pero creo que a través del Barón Rampante Calvino nos venía a decir que si la presencia constante del aliciente del deseo, de la utopía, la vida en la tierra sería una servidumbre insoportable.

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15 de diciembre de 2008
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Horno al rojo vivo. Prólogo censurado a la antología de Carlos Martínez Rivas

A la hora del desayuno de mis tiempos oficiales en el gobierno de la revolución ya estaba allí el correo de Carlos Martínez Rivas como si una mano invisible lo hubiera dejado sobre la mesa: un sobre de manila que había tenido antes otro uso, rotulado con su letra escolástica, firmes y elásticos arabescos de tiempos de empatador y tintero que enlazaban con sus rúbricas, como virutas, unas palabras con otras. Caligrafía de alumno díscolo del Colegio Centroamérica de Granada junto al Gran Lago de Nicaragua, mimado de los jesuitas, sobre todo del poeta navarro Ángel Martínez Baigorri, su mejor maestro, y mimado de las musas. Dóctor, se dirigí a mí en el sobre, o Doktor. Él era the poet, nada más el poeta.

Ya estaban allí también los informes oficiales, los recados tempraneros, los partes y las tiras de telex que ya no existen más, pero la avidez me llevaba de primero a rasgar el sobre de Carlos para encontrar, sino era otra vez su testamento ológrafo, porque varias veces fui su heredero universal honorífico y legatario otras tantas veces de su biblioteca, disposición esta última que llegó a anular bajo el temor, sic, de que "la convertiría en una biblioteca popular", sus poemas aún envueltos en el dorado calor del horno: madeleines para mojar en la taza de te de tilo a la hora del asma en Combray, croissantes para comer de pie junto a la barra en los desayunaderos de piso cubierto de aserrín de la rue Monsieur-le-Prince, muy al alba aguardentosa, hora de la alta resaca, mareo nostrum, los tiempos aquellos  en que Octavio Paz lo recuerda aparecer entre los amigos de la inquerida bohemia con una guitarra y una botella llena de ron.

Su casa de Managua en el barrio de Altamira, uno de esos colmenares construidos después del terremoto, era como una panadería. Aunque alguien dijera por allí, quizás nosotros dos mismos conversando en eterna risa que ya traíamos muertos de risa desde los años ejemplares que compartimos en la década de los setenta en Costa Rica, que él llamaba con risa Costa Risa, encerrados en mi oficina burocrática de San Pedro de Montes de Oca, o en su celda monacal del falso Hotel Sheraton de la Avenida Central de San José, nombre ampuloso para un albergue de media mala muerte que sus propietarios chinos habían inscrito en el registro de marcas y no había trasnacional del mundo que pudiera quitarles, o como una ocurrencia más de aquellas de las tertulias de anochecer discutiendo literatura con José Coronel Urtecho a la luz de lámparas tubulares en el corredor con barandas de la hacienda Las Brisas que daba al Río Medio Queso anegándose en tinieblas, aunque alguien dijera, digo, cualquiera de nosotros dos, que más que una panadería se trataba más bien de una cueva, la cueva de Altamira con sus bisontes en la pared y el minotauro hidrópico que era él mismo paseándose en pelota entre esos muebles que no eran de hogar, sino de oficina de impuestos porque casa y muebles se los había proveído el gobierno, para qué más servía una revolución sino para amparar a un poeta, acaso sobre su desnudez una robe de chambre amarilla como una capa pluvial esponjándose en el aire tibio de la mañana. Y el espejo y la navaja de afeitar cruzados sobre la bacía llena de espuma de jabón. Cueva, o torre.

A esa puerta de la panadería de Altamira en la Managua que hervía a cuarenta grados centígrados llamó Graham Greene un mediodía de los dichosos años ochenta y el panadero barrigón en robe de chambre amarilla, válgame Dios, pelo hirsuto y labios tumefactos, abotagado de gin barato como aquel de la Fábrica Nacional de Licores de Costa Rica, comprado por cuartas en el Chellez Bar y que sabía a Pinesol, no le quiso abrir, y our man in Managua se quedó en el porche donde crecía feraz, el monte. La zarza ardiendo. Llamó con mejor suerte Mario Vargas Llosa, suerte que conocía a Blanca Varela y tuvo entonces entrada, y en la boca del horno le propuso al fauno comprarle su tomo crítico de las cartas de Flaubert, un viejo Flammarion de postguerra, y no se lo quiso vender, ni por todo el oro del mundo, me dijo luego esponjando en orgulloso disgusto la boca.

Por nada del mundo vendería tampoco la reproducción de la foto de Baudelaire, obra de Nadal, fijada con chinches al estante, pero quién quita un día de estos se la roban, como tantas cosas que desaparecen aquí, en toda fábrica de pan ocurre, se roban los huevos, la mantequilla. Hasta los moldes. Tanto derelict (palabra suya preferida=a social outcast, vagrant) rodeando a su dioscuro coronado de pámpanos, pululando ya de noche entre los sacos de harina, hurgando entre los desperdicios, un cardumen de gorgojos que busca pedacitos de gloria, fragmentos brillantes dispersos por el piso sin barrer, y a quienes el panadero de barba entrecana, una barba de días, gozoso de su papel, dirige como si se tratara de las pulgas amaestradas de un circo venido a menos.

En ese cuarto  ¾la alacena¾  están los libros en sus estantes y los viejos periódicos arpillados en mesas y en el piso donde andan los gatos, el viejo Poe que bota a su paso pelambre, el primero. ¡Amontillado! ¡Quién tuviera a su disposición un barril de amontillado aunque fuera en el rincón de la escena de un crimen! Huele por doquier a alcohol derramado, a orines estancados, a materia fecal, a desperdicios de cocina; pero aquí en la alacena toda la materia prima es apetitosa, aceite, harina, azúcar, sal: son los libros sabios y suculentos que uno siempre quisiera leer, libros citables, precisos, suficientes para confeccionar las hogazas de pan que se sirven en la fonda de Henry Fielding (Tom Jones, expósito, Libro I, Capítulo 1): los formidables portables de Penguin, ese Edmon Wilson, por ejemplo (y se colocaba imaginariamente el tomo bajo el brazo, dando un orgulloso paseo). O el sólido bollo, harina y levadura, que es Judas the obscure de Thomas Harding, y qué me decís de Sons and Lovers de D.H. Lawrence, ¿y Der Tod des Vergil, de Hermane Broch?, la muerte de Virgilio, no menos que la otra muerte, La muerte en Venecia, Der Tod im Venedig de Thomas Mann, y Dirk Bogarde sudando en la barbería funeraria bajo el maquillaje espectral. Una pronunciación espaciada, declamatoria, de cada título, el goce sapiente de cada palabra, como lo haría seguramente en las tertulias de cinco de la tarde Alexander Pope conversando con Orlando, el caballero-mujer de Virginia Wolf.

Libros arrastrados en el aluvión de su vida, piedras, lodo, amores perdidos, guitarras despanzurradas como aquella su guitarra en bandolera con la que lo vio llegar Octavio Paz, Carlos trastejando las cuerdas en el bar ya sin clientes del Hôtel des Etats-Unis, y otros amaneceres con Blanca Varela, y  Fernando de Szyslo, y Julio Cortázar, y Ernesto Cardenal,  todos juntos en aquella mesa del fondo que se aleja en un zoom inverso hasta que el obturador de la cámara se cierra en oscuridad, eternos desconsuelos, rencores de bolero, él, que como San Juan de la Cruz lloraba por verse postergado, (a ti te premian, a mi me plagian, le dijo en un poema a Octavio Paz), manías persecutorias, desprecio fementido de la fama.

Lecturas insuficientes: no hay lecturas suficientes, Doktor, porque ser sabio del todo sería como la muerte según el Doktor Faustus de Thomas Mann. Libros metidos en cajas de leche condensada para atravesar el mar, handle with extreme care, y los que se quedaron perdidos en París, y los otros abandonados en el apartamento de Argüelles en Madrid cuando fue el consejero cultural de la Embajada de Nicaragua que deambulaba por los bares hasta las claras del alba, y los que reposan aún en una oscura bodega en Los Ángeles, California, en espera del regreso de su dueño, el empleado de aduana marítima, puntual cuando no estaba en las cantinas, de corbata y cuello duro, mangas cortas, un clerk, como Rosseau el aduanero de los leones apacibles en azul nocturno. Igual a como vestía cuando lo conocí en León en tertulia improvisada, en la casa de Edgardo Buitrago en mayo de 1964, yéndose ya a España a asumir su puesto en la embajada, y yo a Costa Rica a asumir el mío en el Consejo Superior Universitario Centroamericano, clerk=la persona que realiza tales funciones como llevar registros y atender correspondencia, el clerk (oficinista) que guarda en una gaveta del escritorio el libro que lee furtivamente, talvez las poesías escogidas de William Blake, talvez las de Emily Dickinson: At last, to be identified!/At last, the lamps upon thy side/The rest of life to see! (¡Al fin, ser identificado! ¡Al fin las lámparas a tu lado, lo que queda de vida para ver!)

Después, en esa casa de Altamira, la cueva que fue panadería, estaban las sartenes, colocadas en orden, donde esperaban para entrar al horno los textos en proceso (work always in progress). Se ve lo que no se toca. Carpetas rotuladas con plumones violeta, negro, marrón, a las que nadie puede asomarse, y sin embargo, todo mundo se asoma, todo mundo se siente en esta feria con el derecho de secuestrar esos manuscritos (mecanoscritos) para llevárselos como souvenirs, travestis sin fortuna, efebos indefensos como aquel del dormir plácido en el sótano del Louvre, erinnias mal disfrazadas de monjas, o peor, de vedettes, o de vampiresas, putillas, poetillas: si no estuviera el otro. El difuso terco mundillo del amanecer. La pululante línea de la imperfección y el anonimato...

Y finalmente el horno, la máquina de escribir, seriamente colocada sobre el escritorio de contador segundo, frente al sillón de vinilo estacionado a la distancia precisa. Su firma al pie de cada poema, cmr. La manía cmr ha llegado a consistir en sus constantes denuncias contra los tipógrafos primero, y las operadoras de computadora al acabarse los tipógrafos, porque cometen demasiados errores y arruinan los textos ¡La fatalidad de una letra trastocada, de la línea de un verso mal cortada, traiciones a la fidelidad! De modo que las cuartillas salidas de la máquina, y tecleadas con primor maniático¾a veces con subrayados en rojo (llegó la hora en que esas cintas de máquina de dos colores dejaron, alas, de existir) iban directamente a la plana del suplemento literario, fotografiadas en vivo. Si es que iban, porque había aún una mejor manía, la de negarse a publicar sus poemas.

Pasaron los años. El horno, con su rojo fulgor de infierno, aventando chispas por la boca que traga las sartenes, no hay modo que no siga encendido en la cueva desierta del panadero que toda la vida pasó aprendiendo a actuar, a vivir, a beber como Baudelaire, la perfomance de su vida que fue toda su vida. Suyo el rescoldo del absintio, suya la resaca del ajenjo que tiñen de verde las llamas del horno y el cielo del paraíso, infierno de cielo. Un ensayo de infierno. Ensayo con trajes, hoy, general rehersal, y la gran gala, poet, suspendida por fuerza mayor. Pan duro, duro aprendizaje. La última sopita. La cama final de la sala J del Hospital Militar de Managua.

El coche funerario arrastrado por la pareja de caballos enclenques de cabezas empenachadas y los lomos cubiertos por un velo negro como de mosquitero, va por la Calle Real de Granada mientras los transeúntes se alinean extrañados en las aceras porque detrás la banda militar toca marchas dolientes. Y no hay manera que se aparte de la cabeza del muerto eximio el recuerdo implacable de su madre endeudada que se suicidó porque había dispuesto de las joyas que el Monte de Piedad le confiaba para colocar, sólo para que el hijo se hiciera poeta en París, el hijo pródigo, el hijo prodigio.  Y la edición príncipe de un mil ejemplares de La insurrección solitaria, su único libro que siempre crecía o disminuía, según el caso, que se trajo de México casi íntegra y se comieron la humedad y las polillas en la bodega de un beneficio de café de la hacienda de un pariente suyo, cercana a Managua. ¿Hay un ataúd que clavan con gran prisa en alguna parte? Ce bruit mystérieux sonne comme un départ...

Y vestido ya para la gran gala, según la foto de Nadal, mantos y mangas de mujeres lo depositan en la obscura y helada tumba que se buscó. Y que viene a ser lo mismo según su San Malcolm Lowry y el mío, la oscura tumba donde yace mi amigo.

[El Gobierno de Nicaragua veta a Sergio Ramírez]



[ADELANTO EN PDF]
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15 de diciembre de 2008
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Richard Yates y la invención de los suburbios

Confieso que decidí leer Vía Revolucionaria (Alfaguara), la novela de Richard Yates, gracias a la avalancha publicitaria para promocionar la película basada en la novela. Una de las funciones del cine es la de ser propagandista de la literatura (y de la novela gráfica: también estoy leyendo The Spirit, la obra maestra de Will Eisner, antes de ver la película). Yates nunca desapareció del todo, y ha tenido defensores de primer nivel -Vonnegut, Styron, Richard Ford--; lo cierto, sin embargo, es que sólo ahora su novela de 1961 ocupará su merecido lugar entre los clásicos de la literatura norteamericana del siglo XX.

El efecto Hollywood puede verse incluso en las páginas del New Yorker, la revista que en vida rechazó los cuentos de Yates por considerarlos crueles: esta semana, su crítico literario estrella, James Wood, dedica cinco páginas a una relectura de Vía Revolucionaria, y concluye que, a casi cincuenta años de su publicación, la novela de Yates "parece más radical que nunca".

¿Qué tiene de radical esta novela? Sus logros pueden apreciarse mejor si comparamos el trabajo de Yates con el de los escritores de su generación, J. D. Salinger y John Cheever. Salinger creó rebeldes al sistema en la década conformista de los cincuenta, y Cheever se ocupó de dotar a sus personajes de un aura romántica y situarlos en medio de los suburbios, esa invención de fines de los cuarenta. Lo que hace Yates en Vía Revolucionaria es, con una prosa que no llama la atención en sí misma pero que se las ingenia para alcanzar profundas resonancias simbólicas, crear personajes con apariencia rebelde y romántica, pero que en el fondo no son nada revolucionarios (el título de la novela es, por supuesto, irónico).

Frank y April, la pareja en torno a cuyas batallas conyugales gira la novela, se hallan atrapados en los suburbios de Connecticut, "aburridos" y "deprimidos". Tienen sueños de escape: Frank alguna vez quiso ser un artista, y April quiere que ellos y sus dos hijos se muden a París. Pero Frank parece intuir que las utopías de una vida nueva son sólo eso, utopías: la tentación a conformarse con lo que uno ya tiene es más fuerte que el miedo a fracasar en ese ilusionado futuro. En cuanto a April, su carácter es, en la jerga contemporánea, "pasivo-agresivo". Si Frank puede pero no quiere, ella es la ama de casa que quiere pero no puede. Las limitaciones que la sociedad impone a las mujeres, su rol subordinado a los hombres antes de las luchas por la igualdad de los sesenta y setenta, ganan la partida. Al final, a ella no le queda más que un trágico acto de rebeldía, y aprende, por fin, que "si uno quiere hacer algo del todo honesto y verdadero, esto siempre tiene que hacerse a solas".

Lo que impresiona de Yates es la capacidad que tuvo de ver el vacío, la soledad de los suburbios en pleno momento de su apogeo. En la década del cincuenta, la expansión de la clase media en los Estados Unidos y la prosperidad económica produjeron no sólo la explosión de los suburbios sino su conversión en algo a lo que se aspiraba: para una mejor calidad de vida, había que huir de las ciudades, lugares donde la moral decaía y se corrompía la gente. Los suburbios, al final, no fueron la panacea. Yates satirizó esa vida blanda, pero fue capaz de ver que sus personajes, en el fondo, querían esa vida blanda. Si a los editores del New Yorker esa mirada les parecía cruel, es porque lo era. No hay nada más radical que mostrar que no estamos a la altura de nuestros sueños.

La excelencia de una obra no sólo se mide por los admiradores o detractores que tiene sino por su capacidad de generar textos. Vía Revolucionaria es una máquina productora de textos: de ahí proceden las novelas de A. M. Homes (Music for Torching), Rick Moody (The Ice Storm) y Tom Perrota (Little Children), y los guiones de la película American Beauty y la serie televisiva Mad Men. Su mundo también insinúa varios temas que serán luego explorados por Carver y Ford.

Los adultos del suburbio de Yates son niños atrapados en un parque, y ya lo sabe el narrador de la novela: "en la distancia, todas las voces de los niños suenan igual". Sí, muchas obras nos suenan parecidas a Vía Revolucionaria. Pero Yates llegó primero, y lo que hizo, lo hizo mejor que nadie.   

(La Tercera, 15 de diciembre 2008) 

Una aclaración: leí la novela en inglés, en la edición de Vintage, pero como acaba de ser reeditada por Alfaguara en español, y este blog se lee sobre todo en América Latina y España, mencioné esta edición en español para los lectores interesados en conseguirla. Las traducciones que cito de la novela son mías.

 

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14 de diciembre de 2008
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La América de Obama, 2

UNA JORNADA COMPLETA

La jornada del 4 de noviembre fue electoralmente muy compleja. Además de los 538 delegados para la elección presidencial, se elegían ocho gobernadores, la entera Cámara de representantes, un tercio del Senado, y se renovaban también las cámaras bajas y un tercio de los escaños senatoriales de los 51 Estados. La generalidad de los resultados favorecieron a los demócratas, que consiguieron un gobernador más de los que tenían hasta llegar a 29 frente a los 21 republicanos y la mayoría en ambas cámaras en 27 Estados frente a 14 donde la doble mayoría es de los republicanos, lo que les da el control simultáneo de ejecutivo y legislativo en 17 Estados (tres más) frente a 10 los republicanos (dos menos).

Karl Rove, el artífice de la victoria de Bush en 2000 y 2004, ha querido minimizar la amplitud de la victoria demócrata, a pesar de la notable diferencia entre los resultados obtenidos por uno y otro en 2004 y 2008 respectivamente ("History Favors Republicans in 2010". The Wall Street Journal, 13 de noviembre de 2008). Además de una ancha horquilla en número de votos y puntos porcentuales, la diferencia en delegados para la elección presidencial es todavía mayor: Obama ha obtenido 365 (95 más que los 270 necesarios), mientras que Bush obtuvo 286 (16 más de los necesarios). Según ‘el mago' Rove "la victoria de Obama puede haber sido más personal que partidaria o filosófica".

Muchos comentaristas conservadores han insistido en los días posteriores a la elección en que no se ha producido cambio ideológico alguno en Estados Unidos, un país que sigue siendo de centro derecha o conservador. Rove aporta como argumento el detalle de los resultados de las elecciones en su nivel estatal y su comparación con la victoria de Reagan en 1980: los demócratas han conseguido diez escaños más de los 1.971 en juego en los senados estatales y 94 en las cámaras de representantes de los 5.411 sometidos a elección; mientras que con la elección de Reagan, los republicanos obtuvieron 112 senadores sobre 1.981, diez veces más que con Obama, y 190 congresistas locales sobre 5.501, el doble.

También hubo consultas populares en 36 estados sobre 153 medidas, de muy diverso tipo, desde legislación electoral hasta costumbres, pasando por fiscalidad. La cuestión que mayor atención ha suscitado ha sido la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo en tres estados, California, Arizona y Florida, de forma que ya son 30 los Estados que han ilegalizado este tipo de uniones. El caso más polémico es el de California donde el matrimonio gay ha sido legal durante seis meses, ha recibido el aval de su Corte Suprema y han sido extendidas 18.000 licencias matrimoniales, que no serán invalidadas según el fiscal del Estado. Tres nuevas demandas ante el Tribunal Supremo californiano han sido ya presentadas reclamando la invalidez del referéndum.

El referéndum californiano ha desencadenado una amplia movilización del movimiento de gays y lesbianas, así como una cierta controversia sobre los votantes demócratas. Los analistas venían considerando durante la campaña que cuanto mayor fuera la movilización de negros e hispanos a favor de Obama más probable sería el rechazo del matrimonio homosexual. El resultado global de la jornada no permite, sin embargo, entender que los votantes se hayan decantado en las consultas por medidas conservadoras y hayan hecho lo contrario a la hora de elegir al presidente, a los gobernadores y legisladores. Entre las 153 medidas sometidas a consulta hay para todos los gustos ideológicos, aunque la mayoría tienen un contenido fuertemente polémico y polarizador. El Estado de Washington reconoció el derecho al suicidio asistido, sumándose así a Oregón, que ya lo había hecho anteriormente. Massachussets y Michigan despenalizaron la posesión y uso de marihuana. Este último Estado levantó la prohibición de investigar con células madre.

MAPA ELECTORAL

El mapa electoral experimenta, en todo caso, una notable ampliación de la mancha azul demócrata obtenida por Kerry en 2004: Obama incorpora nueve Estados a la cuenta de delegados demócratas en relación a la anterior elección y no pierde ninguno. Obtiene 365 delegados frente a los 173 de McCain. Bush obtuvo en 2004 un total de 286, 16 más de los necesarios para la mayoría, y 271, uno más, en 2000; de forma que la victoria de Obama en cuanto a número de delegados se sitúa en niveles parecidos a las de Clinton (370 en 1992 y 379 en 1996) pero lejos de las mayorías abrumadoras de Reagan (489 en 1980 y 525 en 1984).

Es interesante analizar estos cambios desde el punto de vista de las grandes regiones informales de la geografía americana. El Rust Belt o Cinturón de la Herrumbre, por ejemplo, formado por los Estados de la vasta región industrial entre los Grandes Lagos y la costa nordeste, con la salvedad de Virginia Occidental queda para el Partido Demócrata. El Sun Belt o cinturón del sol, todo entero de Bush en 2004, a excepción de California, sitúa dos Estados como Nuevo México y Florida en el mapa azul demócrata. En la región de los Mountain States o también Mountain West, dos Estados más pasan de rojo a azul: Nevada y Colorado. El Partido Republicano, por su parte, pierde dos estados en el Bible Belt, o cinturón bíblico, donde hay la más alta concentración de evangelistas sureños y cristianos renacidos, como son Virginia y Carolina del Norte, algo que en este último caso no había sucedido desde 1976.

Obama ha vencido sólo en 44 de los 410 condados del llamado cinturón de los Apalaches, que es una región en gran parte rural, de poblaciones aisladas, que se extiende desde más allá de Nueva York hasta el Mississipi, según relata Adam Nossiter (New York Times, 10 de noviembre de 2008). El periodista asegura que estas comarcas han sido menos expuestas a la diversidad, al éxito educativo y al progreso económico que el resto del país. Son muy representativas de la época republicana que ahora parece acabar. Y es, en todo caso, el final de la Estrategia Sudista que inició Richard Nixon y le dio la presidencia en 1968, la otra cara de la legislación que abolió la legislación segregacionista en los estados sureños.

Parte de esta Estrategia Sudista explica que Obama sea el primer presidente demócrata desde John Kennedy que sale del norte del país. Todos los otros eran políticos sureños (Carter de Georgia y Clinton de Arkansas), que conseguían sus mayorías comprometiendo a los votantes de esta zona del electorado situada en el nudo estratégico de la mayoría desde el final de las legislaciones estatales segregacionistas. Las elecciones han dado desde entonces una especie de recompensa al electorado de los antiguos Estados segregacionistas, que han contado con una mayor influencia en la política americana y en consecuencia en la política mundial.

Los estados sudistas de Bush que se pasan a Obama o se acercan peligrosamente lo hacen por varios factores cruzados. Uno es el cambio demográfico, en dos direcciones: el aumento de la diversidad de su población, sobre todo con la incorporación de hispanos, y la incorporación de las nuevas generaciones a la política. Y el otro es el desgaste neoconservador, que conduce a una mayor inhibición de su electorado e incluso a la defección de los electores jóvenes.

Es muy significativo que las rentas conservadoras del final de la segregación racial en el sur terminen justo ahora con la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca. En este período el Sur Profundo ha ido tomando un protagonismo creciente en el Partido Republicano, hasta convertirse con Bush en el corazón del corazón conservador. Aún siendo gobernadora de Alaska, la nominación de Sarah Palin es quizás el último avatar de esta estrategia y a la vez la encarnación de su fracaso. Con la elección de Obama, en cambio, esta América reaccionaria que ha hecho valer sus ideas y valores durante los últimos cuarenta años queda fuera del main stream y de la Casa Blanca.

Tiene también interés reseñar lo ocurrido en Iowa, Estado del Medio Oeste mayoritariamente blanco, que dio sus delegados a Bush en 2004 y donde Obama ha desarrollado una campaña muy intensa y cuidadosa. Allí fue donde el candidato demócrata demostró que era elegible por parte del electorado blanco y lo hizo en unas elecciones organizadas en caucuses o asambleas locales, especialmente adaptadas a la campaña militante y juvenil de Obama. Su victoria el 3 de enero en las primarias sobre Hillary Clinton fue el aldabonazo, especialmente convincente para el electorado afroamericano, que le permitió situarse directamente en cabeza en número de delegados a la Convención Demócrata, posición que prácticamente no cambió a los largo de los siguientes seis meses de primarias.

Detengámonos también en observar lo sucedido en Pennsylvania, Estado al que McCain y Palin dedicaron ímprobos esfuerzos con la esperanza de robárselo a los demócratas. Allí ganó Clinton en las primarias, lo que permitía a McCain jugar con el populismo obrerista para evitar que la clase obrera blanca votara a Obama. Es significativo que el vicepresidente Joe Biden sea originario de una localidad de este Estado y tenga muy buen predicamento con los sindicatos y la clase obrera tradicional, algo que jugó sin duda como uno de los factores a la hora de seleccionarlo. El otro factor probablemente es su competencia en temas internacionales, como presidente hasta ahora del comité de relaciones exteriores del Senado.

En New Hampshire, donde también ganó Clinton, McCain llegó a albergar alguna esperanza de convertir el estado en la pieza clave para vencer a Obama. Fue especialmente interesante observar en el último tramo de la campaña cómo el demócrata jugaba fuerte en los swing states donde su posición era más débil, mientras que McCain intentaba quitarle los que se estaban decantando o votaron demócrata en la última elección.

PEPE EL FONTANERO

Otro estado crucial en esta elección era Ohio, donde ganó Bush en sus dos elecciones; y en la segunda de ellas, en 2004, también con numerosas irregularidades que condujeron a nuevos recuentos y revisiones de mesas electorales. De Ohio salió Joe the Plumber (Pepe el Fontanero), el personaje emblemático escogido por los republicanos para intentar responder a los demócratas en sus propuestas de fiscalidad. Joe es sobre el papel un empleado por cuenta ajena que quiere comprar la empresa donde trabaja y teme el incremento de impuestos a las empresas que preparan los demócratas. Es un transunto de otro estereotipo popular, Joe Sixpacks, el obrero bebedor de cerveza (paquete de seis botellas) que se contrapone a los intelectuales y burgueses bebedores de vino blanco. Esta misma contraposición se produjo en la campaña demócrata entre Hillary Clinton, amiga de los bebedores de cerveza, y Obama, más cercano a los bebedores de vino. Lo más interesante desde el punto de vista ideológico es que al final la derecha adoptó rasgos de populismo obrerista muy acusados frente al elitismo de la izquierda.

Dentro del voto blanco, destaca el caso de los trabajadores de los suburbios industriales, sobre todo del Este y de los Grandes Lagos, que han conformado uno de los núcleos de la hegemonía conservadora en los últimos 30 años, seducidos por Ronald Reagan, agraviados por las políticas de discriminación positiva hacia las minorías y hostiles a la inmigración y a la globalización en la misma línea de la clase obrera europea que ha desplazado su voto hacia la extrema derecha populista.

En el caso americano, esta versión del lepenismo fue caracterizada hace 20 años por el sociólogo Stanley Greenberg en un estudio sobre el condado de Macomb, en la periferia suburbial de Detroit (Michigan). Sus electores, a los que denominó demócratas de Reagan, votaron por aquel presidente conservador en una proporción de dos a uno en 1984, que contrasta con su apoyo masivo a Kennedy y Johnson en los años 60. En esta ocasión se han comportado como la mayor parte del país y han dado un 53% a Obama y un 45% a McCain. Greenberg les ha dado por liquidados como categoría electoral a tener en cuenta en un artículo en The New York Times ("Good Bye, Reagan Democrats" 11, nov., 2008).

Otro caso que requiere especial atención es el de Florida, Estado que dio la victoria en número delegados a Bush en 2000, tras no pocas irregularidades, y donde venció en 2004, a pesar de su fuerte tradición demócrata. Obama ha arrebatado el Estado a McCain y ha obtenido el 70% del voto hispánico no cubano, alcanzado el 35% del voto cubano, el mejor resultado obtenido por un candidato demócrata entre los exilados cubanos.

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14 de diciembre de 2008
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La América de Obama, 1

Como recapitulación de la larga campaña electoral norteamericana he escrito un artículo para el número de diciembre de la revista Claves de la Razón Práctica, que codirigen Javier Pradera y Fernando Savater. Para quienes no tengan oportunidad de acceder a la lectura de la revista en papel aquí tienen en cuatro entregas y a partir de hoy el texto íntegro del artículo. Su publicación puede servir también para la discusión por parte de los lectores interesados en comentar y polemizar con el autor del artículo. Una de las innegables virtudes de estos nuevos artefactos comunicacionales que son los blogs reside en la oportunidad de someterse al escrutinio y análisis de los lectores que lo deseen. Puedo garantizar que es un ejercicio muy útil intelectualmente y muy sano para el ego de quienes escribimos en los periódicos. Yo agradezco a todos lo que me leen por su paciencia pero más todavía a los que luego se toman la molestia de escribir y polemizar conmigo o entre ellos. Diariamente hago una rápida lectura de los comentarios e incluso tomo nota con frecuencia de algunas observaciones. Pero prefiero mantenerme al margen de los debates abiertos en el foro y limitarme a reaccionar como máximo de forma indirecta. Muchas gracias por leerme y espero que puedan sacar algún provecho de la lectura de este análisis sobre la campaña y los resultados electorales.

LAS ELECCIONES DEL 4-N

La peor presidencia de la historia de Est ados Unidos , según opinión mayoritaria de los historiadores, con el titular de la más alta magistratura peor valorado desde que existen sondeos de opinión, culminó el 4 de noviembre de 2008 con la elección del demócrata Barack Hussein Obama como sucesor de Bush, en unas votaciones celebradas en una atmósfera de cambio de época. Analizado en la distancia el resultado de esta elección llegará a parecer una obviedad, tan claras y óptimas eran las condiciones para que se produjera un cambio de color político en el vértice del ejecutivo. Era muy difícil imaginar que, tras el desgaste de ocho años de una presidencia republicana tan desastrosa, los electores norteamericanos dieran su confianza de nuevo a un candidato del mismo partido, haciendo abstracción del balance de los últimos ocho años de presidencia y aceptando la idea bastante peregrina de que el maverick (o jugador por su cuenta) republicano John McCain representaría una ruptura con la etapa anterior, con sus vicios y sus lacras, y que bastaba con cambiar el nombre del presidente para que pudiera aceptarse una presidencia del mismo color político.

Entre los propios republicanos se había extendido la idea de que Bush había arruinado irremisiblemente su programa y su ideario, y que sería muy difícil remontar en 2008. Según Dov S. Zakheim (Washington Post, 9 noviembre 2008), ex consejero y ex subsecretario de Defensa de Bush, había cinco principios en los que se basaba la victoria de Bush en 2000 que fueron vulnerados por su propia Administración, con el resultado de que ocho años después era inevitable que su propio electorado le pasara factura, ya fuera desertando al otro campo, ya absteniéndose. Según este sorprendido comentarista, éstos son los principios traicionados, que Bush había aplicado cuando era gobernador de Tejas: el conservadurismo compasivo, la modestia en las relaciones internacionales, el gobierno limitado con menos impuestos y menos burocracia, la modernización y desburocratización de la defensa, y la concertación bipartidista de las principales políticas. Parte del republicanismo se ha visto así impelido a desertar ante la ristra de desvaríos que contradicen los valores defendidos en aquella campaña: la extensión de la pobreza y el desamparo, incluso entre las clases medias, notablemente por los defectos de un sistema de salud privatizado; dos guerras abiertas, una preventiva en Irak y otra mal librada en Afganistán, junto a los desperfectos producidos en las relaciones internacionales; el déficit público, que alcanzará pronto la cifra dramática del billón de dólares; la intervención creciente del Gobierno en todos los ámbitos de la privacidad y de las libertades individuales, con la excusa de la política antiterrorista; o los numerosos casos de corrupción entre parlamentarios republicanos.

Y sin embargo, hasta el último momento se mantuvo un cierto margen de incredulidad respecto a la posibilidad de que un candidato de la minoría afroamericana alcanzara la presidencia de un país fundado como esclavista, refundado en un guerra civil que se libró alrededor del abolicionismo, y consolidado como superpotencia mundial mientras un gran número de sus Estados mantenían legislaciones segregacionistas. La cita electoral de 2008 se jugó, así, sobre dos tableros de resonancias históricas: el de la igualdad de derechos civiles, alcanzada legalmente en 1964 con la ley contra la segregación y la discriminación (Civil Rights Act, firmada por el presidente Lyndon B. Jonson) pero sin traducción automática en la realidad social y económica; y el del relevo del republicanismo con la clausura de la era conservadora iniciada por Ronald Reagan. Previamente las primarias demócratas habían permitido al electorado de este color ideológico optar entre la raza y el género a la hora de apostar por una candidatura presidencial que situara en primer plano la cuestión de la igualdad.

/upload/fotos/blogs_entradas/obama_y_clinton_med.jpgHillary Clinton no era un personaje cualquiera, sino la mujer mejor preparada de toda la clase política para alcanzar la nominación demócrata y la presidencia; y se hallaba asistida por un político de gran perspicacia, enorme poder de convicción y extraordinaria capacidad para recaudar fondos electorales como es su marido; aunque contaba, es cierto, con el hándicap de su carácter divisivo, ciertos hábitos de gestión desordenada y el argumento dinástico en contra: con otro Clinton en la Casa Blanca los Estados Unidos hubieran alcanzado un período como mínimo de 24 años con sólo dos apellidos (bushes y clintones) turnándose en la cumbre de su ejecutivo. Sólo las mujeres más jóvenes no cerraron filas detrás de Clinton, que contaba con el apoyo del feminismo en peso y con un fuerte ascendiente entre la clase obrera blanca y el electorado tradicional demócrata; y eso una vez establecido que Obama iba a llevarse el grueso del voto afroamericano, a pesar del ascendiente sobre esta minoría de Bill Clinton, al que se le ha considerado como el primer presidente negro de la historia.

Obama representaba el relevo generacional y el cambio político, tanto respecto al Washington de los Bush como a la división y a la guerra civil cultural en la que los Clinton y los liberales (los progres en lenguaje europeo) se han visto enfrentados con los neocons y la derecha cristiana. La incorporación de jóvenes, sobre todo estudiantes de los campus universitarios, y un uso intensivo e inteligente de las nuevas tecnologías, tanto en la recaudación de fondos como en la organización de la campaña, imprimió un carácter muy innovador a su candidatura, apoyada además por la personalidad y el temperamento del personaje, y por su fascinante oratoria, trabajada en el aula pero amoldada en las prédicas de las iglesias evangelistas negras y en el trabajo comunitario en los barrios pobres de Chicago.

EN CABEZA DURANTE LA CAMPAÑA

La duración de la campaña, 21 meses en el caso de Obama; el adelanto unas semanas de las primarias, hasta situar las iniciales en Iowa el 3 de enero, con el resultado de una prolongación del calendario; y la intensidad de la competencia dentro del campo demócrata, también contribuyeron a engrandecer las figuras de los dos contenientes del mismo partido, una vez descartados todos los otros y principalmente John Edwards. Para Obama, las primarias significaron además una purga general de todos los temas conflictivos que podían afectarle, que fueron aireados antes de entrar en liza con McCain y llegaron por tanto al tramo final con escasa fuerza. Así sucedió con sus relaciones en Chicago con Tony Retzko, un especulador urbano ahora encarcelado, y con Jeremiah Wright, el pastor negro radical que fue su mentor espiritual.

Una vez elegidos los dos candidatos en sus respectivas primarias, Obama se situó enseguida en cabeza en los sondeos electorales. McCain consiguió llevarse la nominación republicana más por defecto -frente a un coloreado plantel de oportunistas, ultra conservadores y extremistas religiosos- que por su capacidad de articular una propuesta interesante, capaz de soldar de nuevo la coalición republicana que llevó al poder a George Bush o encontrar una fórmula alternativa. Hasta la Convención Republicana, en los primeros días de septiembre, su campaña había sido mortecina, sin gran asistencia de público a sus actos, escasas apariciones en medios y mediocres resultados en la recaudación de fondos. Pero en julio cambió la dirección de la campaña, poniéndola en manos de un grupo de asesores salidos de la cuadra de Karl Rove, que imprimieron un tono mucho más agresivo y polémico, iniciaron una amplia ofensiva de publicidad negativa contra Obama y prepararon la nominación de la gobernadora de Alaska, Sarah Palin -pentecostalista, antiecologista, antiabortista, defensora de las armas y de la caza salvaje y totalmente ignorante en política internacional- como candidata a la vicepresidencia. /upload/fotos/blogs_entradas/sarah_palin_y_john_mccain_1_med.jpg

El único momento en que McCain consiguió adelantar a Obama en algunos sondeos electorales fueron los apenas doce días que transcurrieron entre el discurso de aceptación de Palin ante la Convención Republicana en Saint-Paul (Minnesota) y la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre. Todo el resto de la campaña Obama mantuvo una sensible ventaja en el pronóstico de voto, que en el caso de algunos sondeos llegó hasta afinar exactamente los seis puntos (52 a 46) que arrojaron las urnas, como fue el caso de Rasmussen Report. Como acotación al margen, los sondeos han funcionado esta vez de forma fiable, a diferencia de lo que sucedió en las dos anteriores campañas, debido a que entonces se jugaron en votaciones con márgenes muy cerrados a la vez en varios swing states (estados donde el resultado es oscilante entre republicanos y demócratas).

Las últimas esperanzas del equipo de McCain radicaban menos en las fortalezas de su candidato y de su campaña que en las debilidades que pudieran surgir en el campo contrario. Una vez Obama tuvo garantizada la mayoría de sus delegados en las primarias, el campo de McCain se lanzó a promover la rebelión de la senadora Clinton y de sus partidarios. Cuando se produjo el nombramiento de Sarah Palin quisieron confiar en que una mujer republicana tiraría del voto demócrata femenino, sobre todo maduro, descontento con la elección de Obama y todavía más con la de Joseph Biden como candidato a la vicepresidencia, en vez de Hillary Clinton. En el último mes de campaña la campaña de McCain jugó a suscitar recelos hacia Obama, sobre todo fiscales, pero también raciales, entre la clase obrera blanca de los viejos estados industriales, que había sido un granero para Clinton y tenía fuertes simpatías por Hillary.

Finalmente, ante el fracaso de todas las estrategias, McCain quedó esperando pasivamente la llamada sorpresa de octubre, expresión por la que se conoce a todo tipo de acontecimiento inesperado, sobre todo en política internacional, que suele significar un revés para Estados Unidos, por más que pueda favorecer a determinada opción política. Pero la sorpresa no llegó, o no llegó para los republicanos; al contrario: la quiebra de Lehman Brothers y el hundimiento de la banca financiera de Wall Street, símbolo del capitalismo más desregulado, fue la auténtica sorpresa de final de campaña, aunque se produjo en septiembre, y terminó de dar la puntilla a la campaña de McCain y al revulsivo lanzando por la llegada de Palin.

Parte del efecto letal de la crisis sobre McCain se debió al propio candidato republicano, que no supo reaccionar con acierto alguno a las pésimas noticias empresariales y bursátiles que interferían en la campaña. McCain minimizó primero la profundidad de la crisis, subrayando la solidez de los fundamentos de la economía norteamericana; luego intentó suspender la campaña para dedicarse a resolver la crisis en Washington; y finalmente evidenció su incapacidad para distanciarse de la vulgata de ideas reaganistas que el hundimiento de Wall Street estaba poniendo en evidencia. McCain no tuvo fuerzas para dar la vuelta a la correlación de fuerzas negativa. Aunque los tres debates televisivos en directo le fueron bien, no consiguió romper en ninguno de ellos la imagen presidencial y el aplomo del joven senador por Illinois. Y fue definitivamente letal para su candidatura la crisis económica, que sumó el desprestigio de los republicanos que habían gestionado la economía al desprestigio generalizado de la gestión de Bush. Se llegó así al 4 de noviembre con todo muy claro y jugado: el balance republicano, el shock de la crisis, la mediocre y voluble campaña de Mc- Cain y la excelente campaña de Obama como fundamentos del cambio.

La cuestión al final se centraba en conocer el margen de la victoria y del mandato. Había una gradación de tres posibilidades, de menos a más, y Obama se ha quedado en la mitad en su franja superior. No ha sido una victoria ajustada como la de Bush en 2004; o sólo en delegados como la de 2000, cuando ni siquiera alcanzó la mayoría de votos populares. Hay que tener en cuenta que con tan escaso mandato Bush se aventuró, gracias al 11-S, a una presidencia transformadora, que pretendía remodelar las bases incluso constitucionales de la república. Obama ha tenido una victoria muy holgada, en votos y todavía más en delegados. Pero no ha habido un corrimiento espectacular en votos populares, aunque sí en delegados. Y no se ha obtenido la ‘supermayoría' de 60 escaños en el senado que impide el filibusterismo u obstruccionismo de la oposición.

Barack Obama ha obtenido la mayor cifra de sufragios de la historia de Estados Unidos, 66'1 millones de votos, casi cuatro millones y 2'1 por ciento de voto popular más que Bush en 2004. El número total de votantes fue de 128'5 millones, seis millones y medio más que en 2004 y 23'5 más que en 2000. Nunca anteriormente habían acudido tantos electores a las urnas. Se incrementó notablemente, en cifras difíciles de precisar ahora, el registro de votantes, en gran parte como fruto de la campaña electoral; y descendió porcentualmente la participación, que se situó en el 64'1 por ciento, aunque no en términos absolutos.

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13 de diciembre de 2008
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El Boomeran(g)
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