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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La regla de Updike

John Updike. Fuente: Critical mass Mientras se anuncia que la última novela de John Updike "Las viudas de Eastwick", secuela de la novela Las brujas de Eastwick y editada en el 2008, será editada en España por Bromera (¿y qué pasó con Tusquets?) podemos leer esta frase de Updike acerca del incomprendido arte de hacer reseñas literarias, que él dominó con tanta eficiencia:Review the book, not the reputation. Submit to whatever spell, weak or strong, is being cast. Better to praise and share than blame and ban. The communion between reviewer and his public is based upon the presumption of certain possible joys in reading, and all our discriminations should curve toward that end." Review the book, not the reputation" vuelvo a leer. Palabras sabias. La frase ha sido recordada en el blog Paper Cuts por Jennifer Schuessler a partir de un pentálogo de Updike como crítico literario publicado en Critical Mass en el 2006.



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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MARGARITA POSADA por Mordzinski

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29 de enero de 2009
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Cuadernos de una vida

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Su post lo cuenta muy bien y nos hace pensar mucho en el valor del papel frente a las memorias RAM y ROM y a los discos duros que utilizamos. Cuidado: se trata de cuadernos para apuntar, no de cuadernos para hacer bocetos. La fotografía de Bierut que reproduzco me da envidia. Qué maravilla, poner toda una vida en posición vertical sobre una silla.

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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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En mis tiempos estas cosas no pasaban

 

 

Si cada uno de nosotros dejara en el aire un rastro de aroma fosforescente podríamos seguir el itinerario de sus pasos por la ciudad. Salir de casa, entrar en la cafetería, entrar en la oficina, entrar en el restaurante, salir de la oficina, irse de copas -o al cine. Quién sabe. El caso es que son muchas las vidas que dejan en el mundo una huella fácil de seguir.

Intento imaginar las reflexiones de uno de éstos ciudadanos cuando El País le descubre la trama de espionaje organizada en las instituciones públicas madrileñas. No creo que sufra el estupor del que hacemos gala los moralistas. Quizá le parezca raro el interés que suscita entre ciertos políticos la vida privada de sus colegas. ¡Es todo tan predecible! -pensará. ¿A qué viene eso de contratar guardias jubilados? ¡Si basta mirar el reloj para saber qué esta haciendo cada uno!

A pesar de las ficciones televisivas, al ciudadano cansado de ir y volver del trabajo le cuesta imaginar a sus dilectos próceres metidos en asuntos que exijan operativos furtivos de vigilancia policial. ¿Tendrán algo que esconder? -se preguntará rascándose la cabeza.

El asunto es un culebrón que ha dejado enmudecidos a sus protagonistas: a los espías, a sus jefes, a los espiados, y a su imprevisible cohorte de dañados colaterales. ¡Vete a saber lo que han encontrado! Buscarían adulterios y han encontrado cohechos. Sospecharían sobornos y han descubierto estafas. ¡Vete a saber!

Los documentos y los hechos que nos cuenta El País son abrumadores, aunque sólo sean la pista que conducirá, sin duda, a otros entramados. ¡Vaya tinglado el de los gestores públicos! ¡Qué osadía! ¿Y todo eso se paga con el dinero que recauda la Agencia Tributaria?

Un enterado dice en la cafetería: ¡pero si eso lo hace todo el mundo!

Manuel Fraga se ha apresurado a declarar que no está de acuerdo con esta presunción de sátiros y delincuentes: "En mis tiempos estas cosas no pasaban".

No ha tenido tiempo de aclarar a qué tiempos pasados hace referencia el destacado dirigente del Partido Popular. ¿Cuándo en 1962 era Ministro de Información y Turismo? ¿Cuándo en 1976 era Ministro de la Gobernación?

¡Qué tiempos aquellos! Cuando se podía espiar a todo el mundo sin esconderse ni avergonzarse.



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Otro Davos es posible, y además existe

Hay dos Davos. La cumbre elitista de la opulencia global, del pensamiento único y de la política inútil es el más conocido y denostado, el que suscita manifestaciones y juicios adversos y a la postre la organización de foros alternativos. Pero hay otro Davos, algo más discreto pero infinitamente más vibrante y vital, mucho más inventivo e inteligente, en el que hay científicos, pequeños empresarios, intelectuales e incluso organizadores sociales. Este Davos, hay que decirlo, merece la pena, incluso en este año de depresión y desorientación del Davos convencional debido a la recesión mundial que se nos ha caido encima. Ayer por la noche y esta mañana he podido hacer una pequeña incursión a esta cumbre que es realmente el paraíso para la curiosidad periodística. 

Después de esuchar ayer a Putin tenía marcado en mi agenda una cena con un título curioso: "El poder para el pueblo. La política en la era de Internet". El primer ministro ruso había ofrecido una imagen más suave, menos arisca, de los acostumbrado. Todos vamos en el mismo barco. Como Wen Jiabao, el responsable ruso se ofrece a Obama para reorganizar el mundo. Lanzó menos dardos de lo acostumbrado y se permitió criticar a los gobiernos intervencionistas que aprovechan la crisis para intensificar su manoseo sobre la economía. También le dio un corte al presidente de Dell que se ofreció a Rusia para ayudarla en el desarrollo informático: Rusia no necesita ayuda de ningún tipo, aseguró.

El contraste era fuerte. Después de la exhibición de modos convencionales de la tarde, por la noche me encontré con un debate riquísimo sobre el uso de las tecnologías en las campañas electorales y en las nuevas formas de hacer política. El centro del debate fue, como no podía ser de otra forma, Barack Obama y su cambio, que no es únicamente político sino integral, de formas, de generación, y de tecnología. Entre los ponentes, Arianna Huffington, la bloguera nortamericana más famosa, Moises Naim, director de Foreign Policy y columnista en El País e Irene Khan, la secretaria general de Amnistía Internacional.

No puedo hacer ahora un resumen completo de la discusión, pero sí señalaré algunas de las ideas más impactantes. Las nuevas formas de participación que permite la tecnología producen un efecto sobre las instituciones similar a los movimientos juveniles del 68. Regresa la idea de que es posible una cierta forma de participación democrática directa, un regreso al ágora ateniense (esto le gustó especialmente a Arianna, que nació en Atenas). Los ciudadanos son productores de información, no consumidores pasivos, algo que debe conducir a una seria reflexión a los periodistas. Hay también interrogantes sobre esta evolución: la democracia representativa exige partidos políticos; mejorar la conversación democrática y la transparencia no debe significar un modelo de relación directa entre el líder y los ciudadanos: siempre es sospechoso y preocupante.

Enlaza este debate con el que acaba de terminar ahora y que he ido siguiendo en twitter mientras estaba físicamente en otros debates. Hay enviados especiales que están twiteando, reporteando online, a través de este fantástico soporte: una especie de sms de 15 palabras que se difunde en red (recomiendo a quien no lo haya experimentado que no tarde en conocerlo). Es peligroso el mundo de la multitarea y de la multiatención, pero Davos lo exige. Mientras estaba en el Laboratorio de Ideas del MIT y luego en la conferencia de prensa de Ban Kimoon sobre Gaza, se producía un fantástico debate sobre el futuro de la prensa escrita en el que participaban Steve Forbes o Lionel Barber. Hay que decir que aquí están todas las alarmas en rojo. Se van a perder puestos de trabajo a montones y va a empezar una transición llena de dudas y temores. 

Reproduzco algunos "nanoreportajes" Justo de hace una hora: "Jarvis: Si no cambiamos el periodismo habrá que dejarlo en el museo". "Forbes: la gente quiere saber qué significan las noticias. Pagarán más por noticias que no sean una mera commodity". El tema central es cómo financiar el periodismo de calidad. Parece que hay consenso sobre su futuro, pero no tanto sobre cómo financiar la excelencia. Hay quien piensa en fundaciones, en periodismo sin publicidad ni beneficios. El debate está abierto y Davos, como casi siempre, toca los puntos más sensibles de nuestra sociedad cambiante. Seguiremos: me gustaría contar los extraordinarios inventos del MIT en medicina y la situación trágica que atraviesa Gaza y que el secretario general de NNUU quiere paliar con un plan de inversiones especial. Veremos si me alcanza el tiempo.



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Soros, Wen Jiabao, Putin

Escribo entre la intervención de Wen Jiabao y la de Putin. Esta es la cumbre del resto, las potencias que han ido acumulando ambición mientras Bush creía instalarse en el siglo americano de la superpotencia única. Antes, a mediodía, he podido almorzar a toda prisa mientras Soros hacía la suya. Está claro que la economía mundial, ya en recesión, está averiada. Como mi ordenador. El disco duro está irremediablemente maltrecho. En mi caso tiene remedio: Rosa Jiménez, que se ocupa de los blogs de El País, corregirá este texto antes de que lo lean los lectores. En el caso de la economía global el problema va mucho más lejos y no basta con resolver una cuestión ortográfica. Mi ordenador es un buen reflejo de cómo somos y nos van las cosas, siempre detrás en tecnología, algo que se convierte en hiriente en un lugar de punta como es el WEF.

Soros cree que esta crisis financiera es igual o mayor que la de los años 30. La mitad de los negocios financieros mundiales desaparecerá. El financiero que se cargó el sistema monetario europeo en 1992 aparece ahora como uno de los pocos visionarios que la vieron llegar. Él modestamente lo niega, y asegura que no pudo prever estas 36 horas de septiembre que terminaron con la banca financiera de Wall Street y sobre todo el colapso de Lehmann Brothers. Lo que sí señaló fue la superburbuja y la eventualidad de un superestallido: es decir, sí lo vio venir. Es lo que ha ocurrido. Sólo Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, y Robert Shiller, de Yale, aparecen ahora como sabios prudentes que no se dejaron obnubilar por la euforia. Roubini dijo, según el IHT, que la cuestión no era saber si habría un aterrizaje suave o violento, sino cuán violento sería el aterrizaje. Shiller señaló que la burbuja inmobiliaria americana era de tal envergadura que se verían muchos años de caída de precios y de debilidad económica. Esto fue el año pasado. Ahora ya todos lo saben y nadie lo discute. La cuestión es la fecha: ¿Cuándo saldremos? El consenso gira, vaya horror, alrededor de 2012.

Soros evalúa en un billón y medio de dólares la inversión pública que hay que hacer en Estados Unidos para enfrentarse a la recesión. Cree que Bush ha actuado tarde, poco y mal con el primer paquete financiero. No es extraño: estos mismos días llegan noticias sobre el reparto de bonus entre directivos de bancos que han recibido ayudas, ante el escándalo de las opiniones públicas respectivas. Tiene interés atender también a lo que dice sobre las implicaciones internacionales de la crisis, sobre todo en los países periféricos, como los de Europa del este, que él conoce muy bien. La devaluación de sus monedas va a dañar a las familias endeudadas en divisas extranjeras. O en Europa, donde ahora se nota como nunca la falta de un departamento del Tesoro europeo.

Wen Jiabao ha hecho un discurso impecable, de buen alumno que se tiene aprendida la lección. China está muy afecatada por la crisis, ha reconocido. Pero ha hecho sus deberes, que ha detallado de forma interminable, desde política bancaria hasta educación e infraestructuras. Lo que le ha permitido corregir el tiro: la economía china está en buena forma, sus fundamentales están la mar de bien. Para, a continuación, ofrecerse a echar una mano: queremos ayudar a restaurar la confianza, creemos en la confianza, la cooperación y la esperanza. Insuperable en su lengua de trapo. Perfecto.

El invierno se va y la primavera está a la vuelta de la esquina, ha terminado poéticamente: la única concesión retórica en todo el discurso. Ni una sola concesión política, como máximo el 'compromiso con el desarrollo pacífico'. Y cifras, cifras que hay que leer bien, para ver que son preocupantes: 9 por ciento el año pasado, sólo el 6'8 el último trimestre del año, pero confianza en que se llegará, aunque sea muy difícil, al 8 por ciento para 2009. Los agoreros especulan que estará alrededor del 6. Pero el primer ministro chino cree detectar signos, cuantificables, de una pequeña recuperación en diciembre.

Entre todos los que han intervenido hasta ahora es el único que está orientado y es optimista, lo cual no significa que tenga razón. Todo el resto sufre de desorientación y depresión como no se había visto nunca entre quienes guían la economía mundial. ¡Si así están los pastores, cómo estará el rebaño! No creo que Putin, al que voy a oir dentro de un cuarto de hora, pueda cambiar el humor de la reunión, más bien sombrío. Quizás lo haga, en cambio, una magnífica sesión dedicada a las lecciones que pueden sacar los empresarios del Macbeth de Shakespeare.



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Calle de Verdi, 182

"Cuanto más envejezco, más inquieto me vuelvo", le confiesa Carl Einstein a Daniel-Henry Kahnweiler en la última carta que le escribe el 6 de enero de 1939 desde Barcelona, donde ha pasado la última parte de su vida luchando en el ejército republicano. En esta carta, culminación de un epistolario que abarca un largo periodo de amistad entre ambos, y que acaba de ser publicado aquí por Ediciones de la Central, Einstein insiste en su optimismo sobre el resultado de la Guerra Civil española, a la que de un modo muy evidente vincula su propio destino. Un año después, derrotada la República, se cumple también este destino y Carl Einstein se suicida tras ser internado en un campo de concentración y antes de caer en manos de los nazis.

En nuestra época, que pocos epistolarios generará, la lectura de las cartas intercambiadas entre el marchante de la vanguardia parisina y el teórico del arte alemán es un ejercicio estimulante por muchas razones. Tanto Kahnweiler como Einstein ofrecen informaciones valiosas sobre la atmósfera intelectual que acompaña el asentamiento del cubismo, con referencias constantes a las obras de Picasso, Bracque y Juan Gris, cuya temprana muerte es motivo de tristeza y reivindicación. Desde París Kahnweiler le escribe a su amigo, a este respecto: "Aquí ahora se dicen muchas cosas que al pobre Juan le hubiera hecho mucha ilusión oír y leer en vida. Pero entonces no se decían. Lo mismo ocurre en España. De pronto se ha convertido en un gran pintor español, y en gloire de l'Espagne".

También por Kahnweiler nos enteramos de la sinuosa recepción de los grandes estudios de Carl Einstein acerca del arte africano y los nexos de éste con el cubismo. Mejor situado que nadie para conocer por dentro las vicisitudes de la vanguardia el marchante de arte utiliza un tono elegante y generoso, sin incurrir en un enojoso mercantilismo y, casi milagrosamente dada su profesión, sin ajustes de cuentas ni cotilleos. Einstein, por su parte, se revela como un hombre mucho más atormentado, intelectualmente seguro en sus convicciones pero conscientemente de que su existencia nunca gozará de la estabilidad que posee la de su interlocutor.

Esta diferencia de miradores y situaciones, que habría podido hacer brotar en las cartas momentos más o menos soterrados de resentimiento o, por el contrario, de excesivo proteccionismo, actúa como plataforma sobre la que se asienta paulatinamente la amistad entre Einstein y Kanhweiler. No es posible hallar un solo fragmento de reproche o de suficiencia aunque los acontecimientos lleven a uno hacia el desastre y al otro hacia el éxito. Lejos de esto el epistolario se revela como una pequeña obra maestra de la amistad en la que el paso de los años va sedimentando un afecto cada vez más vivo que se comunica con sutiles conquistas en el lenguaje de la intimidad.

A mí me ha parecido especialmente llamativa la última parte del libro, en la que se recuperan las cartas escritas por Einstein desde su domicilio de Barcelona, en la calle de Verdi, 182, y las respuestas parisinas de Kanhweiler. En este tramo postrero el epistolario se hace claramente asimétrico, con un interlocutor, Einstein, expresándose desde arenas movedizas, y otro, Kahnweiler, ofreciendo serenidad desde una fortaleza pese a que, judío como aquél, advierte cada vez con más lucidez la tempestad que se cierne sobre Europa y de la que la guerra española es sólo el primer episodio.

Pero es Carl Einstein quien está atrapado, y apasionadamente, en este episodio. En otras circunstancias, como se deduce de los textos, él se convierte en el protagonista de la historia y su amigo, en una suerte de duende lejano y acogedor. A Kahnweiler le pide libros, tabaco y determinados alimentos para iniciar una dieta con la que combatir una enfermedad estomacal; sobre todo le pide que comprenda su optimismo, un optimismo que a finales de 1938 y aun más en 1939 no puede ser sino desesperado, con relación al desenlace de la guerra y a su propio desenlace como ser humano.

Las últimas son las mejores cartas de Einstein. Son francas porque precisamente van destinadas a un amigo en el que tiene depositada toda su confianza, y son enérgicas, fruto de la determinación de un hombre consciente de que su margen se estrecha drásticamente cada día que pasa en Barcelona, sin huir. En ellas se contienen afirmaciones significativas, como su propósito de no escribir más sobre arte, harto de las veleidades y trifulcas de las tribus artísticas, o como su inclinación por lecturas esenciales -Hölderlin, Spinoza, Mallarmé, Valéry- que quedan al margen de los fuegos de artificio supuestamente literarios.

En estas cartas Carl Einstein da la impresión de que tiene poco que perder. Va al grano. Está combativo: "Todavía no he llegado hasta el punto de volver a ponerme las pantuflas". Hace declaraciones de felicidad: "España es el único lugar en el que se ha conservado eso llamado dignidad e independencia. Se respira un clima moral que no se ha dejado dominar ni por el miedo ni por el regateo mezquino e inútil. Por eso somos tan felices". No se anda con rodeos. "Mándeme tabaco cuanto antes y en grandes cantidades. Siempre seré lo contrario que usted. Usted lleva una vida equilibrada y en cambio yo, sin tabaco, sin una buena calada, no puedo vivir. Maldita sea, es vergonzoso pero es así".

 

El País, 03/01/2009



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29 de enero de 2009
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El papel de los grandes libros

Los grandes libros tienen a juicio de Proust un papel a la vez esencial y limitado: esencial por la potencialidad de servir de peldaño; limitado porque, invitándonos a una confrontación inevitablemente en solitario, nada  pueden hacer  por aquel que no esté dispuesto a ahondar en sí mismo. La lectura nos conduce al brocal de nuestra fuente interior, pero no puede reemplazar el gesto de sondearla y descender lúcidamente a ella. De hecho, para el que tiene un respeto por la verdad pero que la concibe como un fetiche exterior en razón de que, pusilánime, no entrevé la posibilidad de que esta verdad se encuentre en sí mismo,  la literatura juega incluso un papel pernicioso:

"Mientras la lectura sea para nosotros la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos, su papel en nuestra vida es saludable. Se convierte en peligroso por el contrario cuando, en lugar de despertarnos a la vida personal del espíritu, la lectura tiende a suplantarla, cuando la verdad se presenta...como algo material, abandonado entre las hojas de los libros, como un fruto madurado por otros y que no tenemos más que molestarnos en tomarlo de los estantes de las bibliotecas para saborearlo a continuación pasivamente, en una perfecta armonía de cuerpo y mente." (p. 43.)  

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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El Corto Maltés y la aventura de hoy (4)

Las últimas aventuras del Corto son imperfectas en el sentido en que también lo son las últimas esculturas de Miguel Ángel: porque marcan el tránsito hacia un nuevo estilo que nunca llegó a coagular, interrumpido por la muerte de ambos artistas. La suya es la clase de imperfecciones que no hay que descartar, en tanto funcionan como puente: no hay que ver lo que son en sí mismas, sino la dirección en la que señalan, aquello a lo que apuntan -buscar lo que quedó fuera de cuadro.
    Pratt lleva allí al extremo algo que venía insinuando desde La balada del mar salado: que lo que ocurre en el interior del protagonista es tanto, o incluso más importante que lo que ocurre en el mundo exterior. La aventura esencial es la del corazón y la mente: si ellas se transforman, si ellas progresan, si se elevan a un estadio superior al del inicio, la aventura ha triunfado, aunque nada parezca haberse modificado en la realidad que las circunda. Alguien dirá: se trata de un saber que siempre fue parte del género de la aventura, en tanto el aventurero triunfa precisamente porque ha conservado su alma durante la empresa. He ahí el quid de la cuestión. Con el correr de los siglos, los aventureros -y sus creadores y sus lectores- comprendieron que conservar el alma pura no es garantía de triunfo. Uno puede ser justo y honesto y perder. Más aun: ser justo y honesto es casi una garantía de derrota, dado que el mundo en que vivimos premia la injusticia y la deshonestidad -que siempre van de la mano, como en Guantánamo, como en Gaza. Ni siquiera el hecho de enriquecerse de manera ilícita conserva su encanto, dado que eso mismo es lo que hacen los hombres más poderosos y más despreciables de este planeta. Y sumarse a las luchas políticas a la vieja usanza -aquellas batallas por la liberación de pueblos, aquellas batallas contra empresas que manejan los hilos desde las sombras- significa arriesgarse a la etiqueta de incorrección política: al menos en el Hemisferio Norte, las agrupaciones reales que luchan esas luchas suelen figurar en el listado de organizaciones terroristas.
(Lo cual, dicho sea de paso, no debería importarnos a nosotros latinos y africanos: ¿para cuándo un aventurero apoyando el combate contra la explotación minera en Bolivia?)

(Continuará.)



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fumar no perjudica al arte

La revista Litoral, tan saludable viva después que el angélico Manuel Altolaguirre y su compañero en poesías y sueños, Emilio Prados, la fundaran en Málaga, en la mítica imprenta Sur- otro día hablaremos de ella- la revista que da consistencia a la generación del 27, dedica su último número al humo que hemos cantado, pintado, escrito, perseguido y disfrutado en años de tabaquismo y creación. Sin fumar no se entienden algunas de las grandes creaciones culturales de la historia. Fumar, como dice en la revista dirigida por Lorenzo Saval, el escritor Mesa Toré, "nunca fue perjudicial para la salud del arte"

La revista sigue siendo una hermosa tentación para los sentidos y las lecturas, lo malo de este número "Humo en el cuerpo" es, ¡ay!, la clara tentación que nos supone a los que hemos dejado de fumar leer los placeres tan peculiares que el tabaco nos ha proporcionado.

Decía Oscar Wilde que fumar era un placer perfecto, por "ser exquisito y dejarnos insatisfechos". Así, por su propia condición de dar placer, pero no terminar de satisfacernos, insistimos, volvemos, seguimos fumando aunque seamos exfumadores.

No llego a ser un ex fumador empedernido -sí fui empedernido fumador- porque alguna vez me dejo llevar por los aromas de algunas hierbas que se fuman al margen de la nicotina o en su compañía.

Creo como dice Alvaro Salvador, que "uno no se quita de amar, ni de fumar, uno descansa", que estoy en un tiempo de descanso de tantos años de haber seguido, como Pessoa, "al humo como una ruta propia".

Me gusta el tabaco, me gusta fumar. Volveré de mayor, de más mayor, en intentaré disfrutar de ese placer tan democrático, tan sin clases, tan placentero aunque nos mate recuperar ese rito que es capaz de hacer elegante a tantos que viven entre escombros. Fumar es un placer que ya no frecuento. Es un placer que me espera. Tardaré, pero volveré. Quien ha fumado fumará. Al menos me concederé el último cigarro. La última voluntad.



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29 de enero de 2009
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