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La obligación de vivir a toda costa

Por 10 de febrero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Basilio Baltasar

 

La lánguida mirada que nos dirige Eluana desde su retrato nos llega casi al mismo tiempo que su luminosa sonrisa. La melena larga y oscura parece ondular con el suave movimiento de cabeza que hizo un instante antes de ser inmortalizada. No sabemos nada de la joven muchacha, pero uno diría que ciertos rasgos de su carácter nos resultan familiares (tal vez un sentido del humor admirable o una singular capacidad de amar el flujo de la vida). Al dolorido padre que hemos visto en los tribunales italianos lo imaginamos mientras daba a Eluana el afecto que ayuda a crecer a los adolescentes. La saludable confianza en sí misma que delata el rostro de la joven es una huella familiar, sin duda.

Obligado por las circunstancias a resolver una tragedia que ningún padre quisiera para sí, el padre de Eluana reclamó para su hija el derecho a evitar una agonía de la que nada podemos saber. Nada, excepto lo que nuestra sensibilidad revele sobre esa existencia inmóvil, yacente, amordazada en el oscuro calabozo de la mente.

Por si la familia no tuviera bastante con haber asumido la dolorosa decisión de interrumpir el auxilio de la técnica clínica, aparece el empresario Silvio Berlusconi y el Vaticano en pleno a movilizar a sus huestes. Un nuevo pretexto para su política a contra pelo.

El derecho a morir ha sido en la Historia de Europa una reclamación herética que se funda en una presunción: el Creador del Mundo no es el Dios bueno: es el Otro. El mundo es la cárcel del espíritu y el Demiurgo mentiroso nos tortura encerrándonos en la prisión de la carne. Tenemos, dijeron los bogomilos en la Bosnia medieval y los cátaros occitanos en el siglo X, derecho a escapar cuando nos parezca insoportable prolongar el tormento.

Lo que está en juego es una visión del mundo realmente perturbadora: ¿nacemos con la obligación de seguir vivos a toda costa? ¿Hay vigilantes encargados de hacernos cumplir semejante mandato?

Los periódicos y las televisiones se han sentido atraídos por la hermosura de Eluana, pero para participar en ésta polémica con cierto conocimiento de causa deberían ofrecernos la imagen que durante diecisiete años ha contemplado su familia: la belleza ya marchita de la muchacha, la carne macilenta hundiéndose en el colchón, la cabellera raída, los dedos doblándose como ganzúas, los párpados cerrados de esa tumba en vida que es el coma.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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