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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Elmer Mendoza, nuestro guía en Culiacán

Hace un par de años leí por primera vez a Elmer Mendoza. Su novela Balas de plata (2007) acababa de ganar el premio Tusquets, y me tocó reseñarla. Recuerdo mi sorpresa al terminar los capítulos iniciales: la novela parecía escrita en un idioma que no conocía (había párrafos enteros que no entendía). Mientras los puristas se enfocaban en los Estados Unidos y en el spanglish como fuente de "corrupción" del castellano, el verdadero cambio radical estaba ocurriendo en la literatura del norte de México. Porque Mendoza, claro, había leído a ese gran estilista que es Daniel Sada (aunque sus mundos narrativos difieren bastante, estaba el ejemplo, el gesto, la obsesión por el entramado lingüístico de un texto). Un cambio, agrego, que le hace bien a nuestra narrativa: como dice el crítico Christopher Domínguez Michel, los escritores "bárbaros" del norte de México eran vistos con desconfianza hace un par de décadas, pero hoy se han convertido o se están convirtiendo en clásicos.  

Acabo de leer dos novelas policiales más de Mendoza: Un asesino solitario (1999) y El amante de Janis Joplin (2001). Mi primera impresión ha quedado reafirmada: pese a instalarse en un género supuestamente "menor", este escritor nacido en Culiacán en 1949 no tiene deseo alguno de hacerle la vida fácil al lector. El que no conozca ciertos códigos locales estará perdido durante un buen número de páginas (sé de lectores impacientes que han abandonado rápidamente la lectura). Mendoza no recrea de manera general el habla del norte de México, ni siquiera el del estado de Sinaloa; lo suyo es muy específico: su enfoque es el dialecto del mundillo del narcotráfico en Culiacán.

Por supuesto, se trata de una recreación estilizada: los personajes de Elmer Mendoza hablan sobre todo como otros personajes de Elmer Mendoza (de la misma manera, los habitantes de la sierra peruana no hablan como en las novelas de José María Arguedas). En Un asesino solitario, el lenguaje del sicario narrador es un verdadero tour de force: "Durante el año tres meses y diecisiete días que llevamos camellando juntos te he estado wachando wachando y siento que eres un bato acá, buena onda, de los míos, no sé cómo explicarte, es como una vibra carnal, una vibra chila..."

Todos estos juegos con el lenguaje no son gratuitos; permiten que Mendoza sea el guía necesario para adentrarse en el sórdido y violento mundo del narcotráfico del norte de México, el cual no está para nada desligado de lo que ocurre en el resto del país, y de hecho lo impregna con su manera barata de entender la vida (el narrador de Un asesino solitario tiene como objetivo matar a un candidato a la presidencia). En El amante de Janis Joplin, Mendoza va desgranando la forma en que hasta los más inocentes caen en el negocio, las relaciones corruptas entre la policía y los traficantes, las componendas de la prensa, el culto religioso de Malverde (el santo de los narcos), y nos entrega una visión nada romántica de la condición humana. La novela, situada a fines de los sesenta y principios de los setenta, enfrenta a los que quieren cambiar la sociedad a través de la lucha armada con los que prefieren el dinero fácil de los narcos. Está claro quiénes son los que ganan: "La gente normal no existe, te pareces al Chato, que estaba clavado en darle tierra y fábricas a la raza, ¿para qué? ¿tú crees que a la raza le gusta trabajar?"

Las novelas de Mendoza funcionan como radiografías de un territorio turbulento y complejo que hoy domina los titulares de los periódicos. Una intuición: cuando pase el temblor, seguirán siendo leídas. La literatura se impondrá a la coyuntura.

(La Tercera, 20 de abril 2009)



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22 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De la impossibilidad de este retrato (1)

Este texto fue prólogo del catálogo de una exposición de retratos de Fernando Pessoa en la Fundación Calouste Gulbenkian a principios de los años 80, creo que en 85. Como me parece que no hará mala figura en este blog, aquí lo traigo. Qué retrato de sí mismo pintaría Fernando Pessoa si, en vez de poeta, hubiera sido pintor, y de retratos? Colocado de frente ante el espejo, o de medio perfil, oblicuando la mirada a tres cuartos, como quien, de sí mismo escondido, se espía ¿qué rostro elegiría y por cuanto tiempo? El suyo ¿diferente según las edades, semejante a cada una de las fotografías que de él conocemos, o también el de las imágenes no fijadas, sucesivas entre el nacimiento y la muerte, todas las tardes, noches y mañanas, comenzando por la Plaza de S. Carlos y acabando en el Hospital de S. Luís? ¿El de un Álvaro de Campos, ingeniero naval formado en Glasgow? ¿El de Alberto Caeiro, sin profesión ni educación, muerto de tuberculosis en la flor de la edad? ¿El de Ricardo Reis, médico expatriado de quien se perdió el rastro, a pesar de algunas noticias recientes obviamente apócrifas? ¿El de Bernardo Soares, ayudante de contable en la Baixa lisboeta? ¿O de otro cualquiera, fuera Guedes o Mora, ésos tantas veces invocados, innumerables, ciertos, probables e posibles? ¿Se representaría con sombrero en la cabeza? ¿Con la pierna cruzada? ¿Con un cigarro entre los dedos? ¿Con gafas? ¿Con la gabardina puesta o sobre los hombros? ¿Usaría un disfraz, por ejemplo, quitándose el bigote y descubriendo la piel subyacente, de súbito desnuda, de súbito fría? ¿Se rodearía de símbolos, de cifras de la cabala, de signos del zodiaco, de gaviotas en el Tajo, de muelles de piedra, de cuervos traducidos del inglés, de caballos azules y jockeys amarillos, de premonitorios túmulos? ¿O, al contrario de estas elocuencias, se quedaría sentado delante del caballete, de la tela blanca, incapaz de levantar un brazo para atacarla o defenderse de ella, a la espera de otro pintor que viniera a intentar el imposible retrato? ¿De quién? ¿De cuál? De una persona que se llamó Fernando Pessoa comienza a tener justificación lo que de Camões ya se sabe. Diez mil figuraciones, dibujadas, pintadas, modeladas, esculpidas, acabaron haciendo invisible a Luís Vaz, lo que todavía permanece de él es lo que sobra: un párpado caído, una barba, una corona de laurel. Es fácil de ver que Fernando Pessoa también va camino de la invisibilidad, y, teniendo en cuenta la ocurrente multiplicación de imágenes, provocada por apetitos sobreexcitados de representación y facilitadas por un dominio generalizado de las técnicas, el hombre de los heterónimos, ya voluntariamente confundido en las criaturas que produjo, entrará en el negro absoluto en mucho menos tiempo que el otro de una cara sola, aunque de voces no pocas. Acaso será ése, quién sabe, el perfecto destino de los poetas, perderse en la substancia de un contorno, de una mirada gastada, de un pliegue en la piel, y disolverse en el espacio, en el tiempo, sumidos entre las líneas de lo que consiguieron escribir, si del rostro sin facciones ni limites todavía alguna cosa llega a entrometerse, está garantizado el día en que incluso ese poco será definitivamente arrojado fuera. El poeta no será más que memoria fundida en las memorias, para que un adolescente pueda decirnos que tiene en sí todos los sueños del mundo, como si tener sueños y declararlo fuese primera invención suya. Hay razones para pensar que la lengua es, toda ella, obra de poesía. (Continuará)



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22 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La shortlist del Orange Prize

Samantha Harvey. Fuente: the guardianGran sorpresa ha causado en The Guardian que Samantha Harvey, con su primera novela, haya desplazado a la premio Nóbel Toni Morrison de la shortlist del Orange Prize, que será anunciado el 3 de junio. Aquí la shortlist:Scottsboro by Ellen Feldman (Picador)The Wilderness by Samantha Harvey (Cape)The Invention of Everything Else by Samantha Hunt (Harvill Secker)Molly Fox's Birthday by Deidre Madden (Faber)Home by Marilynne Robinson (Virago)Burnt Shadows by Kamila Shamsie (Bloomsbury)



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21 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dan Brown arremete

Dan Brown y su pasión davinciana. Fuente looked.hooked.bookedLuego de seis años de haber conseguido enormísimo éxito con El Códio DaVinci, Dan Brown retorna el 15 de septiembre con un nuevo libro: El símbolo perdido. Otra vez el mundo de las sociedades secretas y otra vez Robert Langdon como protagonista. Si la fórmula funciona una vez, ¿para qué cambiarla, no? Dice la nota:En apenas cinco meses, los millones de seguidores de Brown repartidos por el planeta podrán adentrarse una vez más en las profundidades de las sociedades masónicas de la mano del ya casi legendario profesor de simbología de la Universidad de Harvard, Robert Langdon, según han anunciado sus editores en la Feria Internacional del Libro de Londres. En cuanto a los detalles de la novela, hasta la fecha sólo ha trascendido su título, que tendrá de nuevo como personaje central al protagonista de Angeles y Demonios y El código da Vinci, así como la localización y la duración temporal de la trama, que se desarrolla en los Estados Unidos en un intervalo de tan sólo doce horas. (...) Rodeada siempre de una expectación casi mística, la vuelta de Brown a las librerías ha estado salpicada en los últimos años por un sinfín de rumores. Tanto es así que cuando en 2006 se anunció que el título de la nueva novela podría ser La llave Salomón (The Solomon Key), un gran número de autores comenzaron a publicar trabajos sobre este mismo tema. Para evitar este "intrusismo", el autor ha buscado ahora un título lo más opaco posible que no dé lugar a especulaciones.



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21 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Murió JG Ballard

JG Ballard. Fuente: David Levenson/Getty Photograph: David Levenson/GettyTenía 78 años, pero parecía que iba a durar para siempre. Uno de los más grandes escritores ingleses que ha dado el siglo XX, J.G. Ballard, falleció hace unos días luego de una larga enfermedad. Si bien es cierto que gran parte de su obra transcurre en el universo de la ciencia ficción, quienes usan -erróneamente- ese rótulo para menospreciar un género o un autor se equivocan profundamente. Y Ballard es una prueba de ello. ¿Cómo despedir a J.G.? ¿Releeré El mundo sumergido? ¿O quizá las memorias que hace un mes conseguí entres las novedades librescas en Lima? Esto dice la nota de prensa:El escritor JG Ballard, uno de los grandes referentes de la literatura británica de ciencia ficción de las últimas décadas, murió hoy a los 78 años después de una larga enfermedad, informó su agente, Margaret Hanbury. El autor de obras como "El Imperio del Sol" y "Crash", cuyas adaptaciones cinematográficas fueron grandes éxitos de Hollywood, escribió un total de 15 novelas y numerosas historias cortas. Ballard, que afirmaba que sus libros no eran ciencia ficción, sino "un retrato de la psicología del futuro", obtuvo fama mundial con "El Imperio del Sol" (1984), novela basada en los años que pasó en un campo de concentración japonés en China cuando era un niño. La novela fue llevada a la gran pantalla por Steven Spielberg en 1987, al igual que lo fue "Crash" (1973), adaptada por David Cronenberg en 2000 y también un gran éxito de público y crítica. Ballard nació en Shangai (China) el 18 de noviembre de 1930 y durante la II Guerra Mundial fue encarcelado junto a su familia, que formaba parte de la comunidad británica de expatriados, por los invasores japoneses, cuya violencia es descrita en su obra.Esa experiencia cuando tenía 12 años le marcó y dejó una clara impronta en su obra, que comenzó a desarrollar plenamente a principios de los años 60, ya instalado en el Reino Unido.Por otra parte, así lo despide Tobby Litt en el especial que le ha dedicado The Guardian: I'll start by confessing something shameful. When I was sending my first and then second, and then third and fourth novels to publishers ? and having publishers send them back ? there was one particular editor who must have seen some talent in what she read. The way she tried to encourage me was this: instead of just sending me a formula rejection letter, she would invite me to come to her office where, over the course of a half-hour conversation, it would become clear that, no, she wasn't going to publish this one either, but that she still thought I should keep writing. What she was publishing ? I learnt because they soon started arriving in the bookshop where I worked ? were reprints of JG Ballard's short story collections: The Voices of Time, The Terminal Beach, Vermillion Sands. I remember thinking, as I placed these shiny paperbacks on the shelf, "Why's she bothering with this old guy? She should be publishing me." At that point, of course, I had hardly read anything by the old guy.It's best to get this out of the way, because it was about the only time I ever thought anything negative about Ballard, either as a writer or a man. Instead, over the years, he'd become the closest thing I had to a living role model. Henry James is fine, but he doesn't help you to deal with the violence and velocity of the contemporary world. And it was violence and velocity I was after when I wrote Corpsing, my second novel. On completing it, I felt the influence of Ballard was so obvious that it had better be acknowledged ? so I put Ballard's great novel Crash in the acknowledgements. It was my first attempt at a thank you.Crash, it seems to me, is the high-point of Ballard's writing ? where his style is at its most brilliant, where his social focus is most acute. I know others will disagree. His early novels ? The Drowned World particularly ? have their own mesmeric power. He was, from the beginning, a great short story writer. And he reached another kind of exploratory high-point in The Atrocity Exhibition ? not only for himself, but also for English literary fiction. Respectable English writers just don't do that kind of extremity, perversity, absurdity.But Ballard did.And I wanted to.



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21 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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LOS DIEZ PRINCIPALES

 

Hablo de gastronomía, que no se haga ningún lío Oe. Y que sepa que la bodega de Romeo también hace vinos baratos. Incluso un blanco excepcional desde la Rioja Alta, desde el pueblo de tantas mortificaciones que es San Vicente de la Sonsierra. Al lado de los que mortifican su cuerpo, que se fustigan hasta hacerse sangre, otros de allí se dedican a extraer lo mejor de su tierra. Romeo  es un genio de pueblo, un artista en su trabajo para el placer. Algo común a la mayoría de los cocineros españoles- casi todos vascos y catalanes- que han conseguido ser el equipo soñado para representar en el extranjero a la cocina española. Pasaron malos momentos, tienen heridas no cerradas, premian a unos y castigan a otros, les falta el debate abierto y sin apriorismos. Quizá nunca se pueda dar. Las acusaciones de Santi Santamaría sentaron tan mal a la inmensa mayoría de sus compañeros que ahora parece un apestado. Una pena. Un camino con pocas salidas.

Nada que ver con el sentido del humor, la crítica y autocrítica que se hacen a sí mismos desde el libro/ "cómic"- otro día hablaremos de comics que no sean Tintin- los grandes chef españoles en ese "ensayo crítico-patético sobre la Alta Cocina creado por Álvarez Rabo pero por culpa de Andoni Luis Aduriz". Un libro irreverente, inteligente, divertido, antropófago casi caníbal a la manera de Topor. Se llama los "Bajos de la alta cocina". Y están casi todos los grandes- Santamaría incluido- bromeando, discutiendo sobre sí mismos y su lugar preferente en el mundo de nuestra vida, nuestra cultura y nuestra marca de país desarrollado.

En la lista de más prestigio internacional somos toda una potencia. Primero, el indiscutible, imbatible y genial Ferrá Adriá y "El Bulli". En cuarto lugar "Mugaritz". E irresistible ascenso de "El Celler de Can Roca", que pasa del puesto veintiuno al quinto. El maestro Arzac se mantiene el octavo. Y entre los cincuenta primeros se mantienen Martín Berasategui. Y el Asador Etxeberri, que quizá es el más caro de los restaurantes españoles de élite. Nombres de nuestra alta cultura culinaria. Dicen que siguen siendo, por comparación con sus iguales del mundo, baratos por las excelencias de lo que ofrecen. Yo conozco casi todos esos restaurantes. Unas veces con mi dinero, otras he sido invitado. Pocas veces me han defraudado. Pero, lo normal, es que disfrute de comidas populares por debajo de veinte euros. La excepción es la visita a esos templos. Creo que no sería cliente habitual aunque pudiera. En cocina la excelencia puede ser un conejo en salsa. Por ejemplo el que el otro día comí en un pueblo castellano llamado Valderas. El conejo y un bacalao al ajoarriero, más el vino y postre, doce euros.

También se puede comprar a Kafka por seis euros en una bonita edición de bolsillo. Salud.



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21 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La bendición del mal genio

 La FNAC ha editado en DVD el documental de Xavier Robles sobre Juan Marsé. Lo distribuye con motivo del Premio Cervantes concedido al escritor catalán, lo cual permite pasar un agradable rato con el autor que mejor ha comprendido el alma de Barcelona. Aunque Marsé la considera un simple decorado -el único que conozco de verdad-, es inevitable aspirar en sus novelas el aire de una ciudad que sin él habría desaparecido. Los personajes que siguen viviendo en Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí o Un día volveré son los anfitriones de una Barcelona indiferente al entusiasmo burgués, desafiante con la impostura institucional, sarcástica con la ridícula amnesia de un país confundido.

En lugar de anunciar los museos y edificios solemnes, mejor sería que las agencias de viajes propusieran a sus clientes leer los libros de Marsé.  No hay mejor ni más profunda relación con los hombres y mujeres que habitan el pasado de sus calles y con sus vidas contadas alientan el verdadero paisaje de la ciudad.

Entre ellos está el propio Marsé, cuyo autorretrato, reproducido en el folleto de la FNAC, descifra los prolongados silencios de un autor reacio a complacerse con la sociedad de su tiempo: "pupila descreída, estatura escasa, escéptico de hombros, incierta la sonrisa y oscuros sus designios... ojos harapientos, arrimados a la nariz tumultuosa... bajo, desmarañado, poco hablador, taciturno y burlón... ceñudo, maldiciente..."

El mal genio de Marsé -un inconfundible brillo en su mirada- es la más educada de las réplicas que puede concebir un autor ante las peores ficciones de la Humanidad:  "soy anticlerical y antinacionalista". Y acto seguido Marsé se deleita recordando la prodigiosa fábrica de la escritura como taller artesanal de los grandes relatos literarios.



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21 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hacia afuera

La cumbre de las Américas terminó ayer y no parece que se vaya a convocar una reunión urgente del parlamento, ni un pleno extraordinario del Comité Central del Partido para analizar las propuestas hechas por Obama. ?Un nuevo comienzo con Cuba? dijo el presidente norteamericano en Trinidad y Tobago, pero hoy las reflexiones de Fidel Castro sólo aludían al largo discurso de Daniel Ortega. Los periodistas del Noticiero Nacional no han salido a las calles a recoger las impresiones del pueblo y a mi vecino lo alistaron para la Operación Caguairán, ante una posible invasión del Norte. Dada la importancia de lo que está ocurriendo, la reunión de rendición de cuentas que se hará hoy en mi edificio debería dedicarse a las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Sin embargo, el delegado prefiere hablar de los indisciplinados vecinos que botan la basura fuera de los tanques antes que saber nuestra opinión sobre el fin del diferendo. En la escuela de mi hijo, algún profesor le repite que ?Obama es como Bush, pero pintado de negro? y las vallas llamándonos a la lucha contra el imperialismo continúan en las calles. No sé qué pensar ante la diferencia entre lo que se dice hacia el exterior y el cansino sermón que nos administran cada día. Hasta el propio Raúl Castro parece estar dispuesto a hablar con Obama sobre temas que nunca ha querido debatir con nosotros. No puedo evitar cuestionarme, entonces,  si todo eso del ?ramo de olivo? y de la predisposición a tocar amplios temas, no serán sólo palabras dichas hacia afuera, frases pronunciadas lejos de nuestros oídos.



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21 de abril de 2009
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Ficción aceptable

Ted Gioia es una persona extraña que toca el piano, escribe (sobre jazz y publica también novelas) y además asesora empresas. Tiene un sitio: Tedgiogia. Escribe reseñas sobre libros en varios sitios, pero sobre todo construye en inglés una serie de críticas literarias de obras importantes publicadas en inglés durante el siglo XX -ficción conceptual (por lo que no necesita ser traducido al castellano). El conjunto de estas críticas apoya su voluntad de demostrar la creatividad de los autores de ciencia ficción o de obras de fantasy y también la idea de la crítica clásica de ignorar estas obras por distanciarse demasiado del realismo.

Leo las críticas que Gioia va añadiendo, poco a poco, a su sitio y me parece que vale la pena leer (en inglés) su especie de manifiesto. No por una posible respuesta (no hay) sino por la pregunta que se hace: ¿en qué consiste el realismo aceptable para la crítica seria? Esta pregunta, explica Gioia, define la diferencia entre la supuestamente gran literatura y la literatura comercial.

¿Por qué pienso en esto? Pues, los foros de aficionados a Haruki Murakami como éste o también éste y ciertos blogs hablan cada vez más y más sobre la próxima novela del artista japonés apoyándose en pequeñas informaciones como el cable de la agencia Efe reproducido por Clarín. Sabemos que el título de la novela es 1Q84, en homenaje a 1984 de Orwell, y que trata tanto del pasado como del futuro a través de la guerra del Pacífico entre Japón y los aliados. Otra vez Haruki Murakami va a contar una historia muy creíble del mundo real pero muy inverosímil (conocemos sus cráneos que guardan historias, sus gatos que hablan, sus ascensores que descubren pisos, sus fábricas de elefantes y sus corderos literarios). Ya se puede adivinar, al leer la novela traducida -que estará en quizás dos años-, que el escritor más apasionante de nuestra época (no he dicho que sea el mejor) nunca será reconocido como un autor de ficción aceptable por la crítica seria. Tal como Philip K. Dick o el propio Orwell.

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21 de abril de 2009
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Los botones de oro

En un singular momento de Du côté de Chez Swann, el Narrador evoca sus sentimientos infantiles ante el paisaje de los aledaños de Combray, contemplado desde la otra orilla del río Vivonne. Hay entonces una referencia a los botones de oro que siembran los prados entre ruinas de almenas. Los niños de un colegio religioso, que eligen el entorno de las almenas como espacio para sus recreos escolares y que introducen en el Vivonne botellas de cristal, parecen confundirse en la imaginación del protagonista con esos mismos botones de oro, flores venenosas y que el ganado evita, pero que atraen poderosamente a los pequeños. El niño que era entonces el Narrador se exalta profundamente, ante el amarillo intenso de la corola, pétalos y estambres de estas florecillas:

"Avanzábamos en el camino de sirga que dominaba la corriente desde un terraplén de varios pies; del otro lado la orilla era baja, prolongándose hasta el pueblo y hasta la estación, distante del mismo, en amplios prados. Se hallaban sembrados de ruinas, medio sepultadas en la hierba, de castillos de los antiguos condes de Combray, que en la Edad Media tenían de este lado el caudal del Vivonne como defensa contra los ataques de los señores de Guermantes y los abades de Martinville. No eran más que unos fragmentos de torre salpicando la pradera, apenas visibles, almenas en las que en el pasado el arcabucero lanzaba piedras y el vigila mantenía a ojo Novepont, Clairfontaine, Martinville-le-Sec, Bailleau l'Exempt, todas ellas tierras vasallas de los Guermantes, entre las cuales Combray era un enclave, hoy al raso nivel de la hierba, dominadas ahora por los niños de la escuela de los hermanos que venían allí a estudiar sus lecciones o a jugar durante los recreos- pasado casi sumergido en la tierra, acostado junto al agua como un caminante que toma el fresco, pero que provocaba mis ensoñaciones, haciéndome añadir al nombre de Combray, a la pequeña villa de hoy, una ciudad muy diferente, fijando mis pensamientos por su aspecto incomprensible y arcaico, que apenas lograba esconder bajo los botones de oro. Eran muy numerosos en este lugar al que habían escogido para sus juegos en la hierba, aislados, en parejas, por tropas, amarillos como yema de huevo, brillando tanto más, me parecía, que, no pudiendo derivar hacia veleidad alguna de degustación, el placer que su vista me causaba, lo acumulaba en su superficie dorada, hasta que se hiciera suficientemente poderoso para producir una belleza inútil; y ello desde mi primera infancia, cuando desde el sendero de sirga tendía hacia ellos los brazos, sin acertar a deletrear completamente sus hermosos nombres de Príncipes de los cuentos de hadas franceses, llegados quizás siglos atrás desde Asia, pero tomando patria para siempre en el pueblo, satisfechos en su modesto horizonte, amando el sol y la orilla del agua, fieles a la reducida vista de la estación, conservando aun, sin embargo, como en ciertas de nuestras antiguas telas pintadas, en su simplicidad popular, una poética luminosidad de Oriente." (Marcel Proust, A la Recherche... Gallimard 1987, tomo I p. 165-166.)

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21 de abril de 2009
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