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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Canarios en la mina

Este año de 2009, creo que ya lo escribí en algún momento, habrá que ocuparse con frecuencia del periodismo. La época no permite la licencia de la falsa modestia: corresponde hablar en primera persona de este oficio para el que muchos auguran lo peor. El New York Times ha perdido casi 75 millones de dólares en el primer trimestre del año. De todos son conocidas las dificultades en que se encuentran prácticamente todos los grandes periódicos de referencia en los países industrializados. Millares de puestos de trabajo se han perdido y se van a perder muchos más. Y no es una crisis, sino una acumulación de crisis: hay una recesión mundial en marcha, un problema de liquidez global, una crisis de las instituciones regulatorias, una transición tecnológica, y al final una pérdida de confianza en los políticos, los empresarios, los reguladores y, naturalmente, los periodistas. Con tantas crisis amontonadas, ningún recurso más a mano pero a la vez imposible que sacudírselas de encima. Aquí no se escapa nadie, ni siquiera esos políticos que han hecho exhibición en cadena de ceguera voluntaria, quietismo político y negacionismo público. Pero tampoco podemos escaparnos los propios periodistas.

El director del Financial Times, Lionel Barber, entraba ayer en el capítulo autocrítico. Cito tan sólo el último párrafo de su artículo, en el que hace caer sobre este oficio, mi oficio, la responsabilidad de una falta sistemática de clarividencia, también en esta crisis: ?Muchos de los más importantes desarrollos de la década pasada ?el auge del terrorismo islamista radical, la apertura de la economía china, así como las dos burbujas crediticias- se han quedado ampliamente fuera de toda anticipación o no han conseguido atraer la atención que merecían. Los periodistas tienen, a este propósito, un papel crucial a jugar. Pueden haberse equivocado, pero tienen todavía la capacidad para ser canarios en la mina. Y ojalá lo sean durante mucho tiempo?. Indro Montanelli nació ahora hace 100 años. La Stampa ha publicado, como homenaje, su última lección de periodismo, impartida el 12 de mayo de 1997 en la Universidad de Turín. Una buena manera de celebrar su aniversario, echar en falta su aguda inteligencia, su pluma mordaz y limpia, e intentar aprender algo de la lección de su magisterio práctico y de su última conferencia. La clase que nos da sirve también para esta época de crisis. Su lección, perfumada por el nihilismo de la senectud, es una reivindicación de los canarios en la mina: ?Este oficio es bellísimo. No conduce a nada, pero es bellísimo. El periodismo se hace por el propio periodismo y por ninguna otra cosa?. Juan Marsé, que no es periodista y recibió ayer el premio Cervantes en Alcalá de Henares, impartió también una lección, de vida y de literatura, y dejadme añadir también con un punto de imaginación periodística, también de periodismo: ?Con respecto al trabajo mantengo algunos principios, pocos, que bien podrían resumirse en dos: procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad del tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo. Ciertamente es un utillaje del que no puede uno presumir. Porque el oficio comporta, por supuesto, otras obligaciones y menesteres. Alguna vez he reflexionado sobre el asunto, pero no he llegado muy lejos; sobre la persistencia de la vocación, por ejemplo, en tiempos de silencio, o sobre el imperioso dictado de la memoria y sus laberintos?. ¿No son acaso estos unos buenos consejos para que los canarios en la mina sigan haciendo bien su trabajo?.



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Disculpen que cuelgue este texto más temprano de lo habitual. Pero en un par de horas entraré en la vorágine de los aeropuertos y entonces quedaré desconectado durante medio día, entre una cosa y la otra.

………………………………………

Pocas cosas amo más que viajar. Cualquier excusa resulta buena para agarrar mis petates (cinco minutos antes de salir y nunca antes, esto es parte del ritual) y salir disparado hacia cualquier punto del planeta. Una de las razones por las que elegí la vida del narrador es que le permite a uno defender, y del modo más convincente, planes que cualquier otro encontraría imposibles. Por ejemplo: ‘Tengo que ir a Palestina a investigar para mi próxima novela’. (Anécdota verídica. Fui con esa intención y allí terminé descubriendo una novela que no estaba en mis planes: la inminente Aquarium. Pero esa es otra historia.)
Uno ama viajar, en esencia, por la misma razón que ama escribir: porque sólo saliendo de casa, o de nuestra zona de confort (sólo aproximándose a las fronteras, diría Michael Chabon) se pone en condiciones de recibir lo que Kundera define como ‘la sabiduría de la incertidumbre’.  
    Este viaje no constituyó excepción. La excusa fue brindar un taller de adaptación de novelas al cine en Puerto Rico, iniciativa de mi amigo José Artemio Torres que hizo posible la Corporación de Cine local. Después, por esas cosas de las escalas obligadas (no hay vuelos Buenos Aires-San Juan, lo inevitable es hacer escala en alguna ciudad americana de las grandes: Atlanta, Miami…), aproveché para quedarme un par de días en New York.
    Es la primera vez que visito NY durante la era Obama. El hombre del momento resulta tan ubicuo, que el producto más ofrecido en las calles es –lo juro por Dios- uno por demás práctico para la cartera de la dama y la billetera del caballero: ‘Obama condoms!’, gritan los vendedores al viento.
    Pero esa también es otra historia. Lo que quería contar es que a medida que transcurre el tiempo, he aceptado que ya no puedo viajar solo ni siquiera cuando viajo solo. Si me toca visitar un sitio que ya he pisado en compañía de mi familia (mis hijas, en este caso), lo inevitable es recordar las imágenes del pasado: ser testigos de la primera nevada del año desde el interior de FAO Schwartz, ver Chicago en Broadway, caminar el Village hasta gastar las suelas. A menudo visito ciudades que conocí a solas (nunca vine a New York con mi mujer y mucho menos con mi hijo, que tiene apenas siete meses), y en ese caso imagino qué dirían de estar conmigo: si me perdiese en el Central Park con mi mujer (me encantaría mostrarle la fuente de Bethesda, mi lugar favorito), o entrando en Toys R Us para que Bruno vea el tiranosaurio que brama y se mueve.
    Nuestra naturaleza está atravesada por la contradicción. No concibo dolor más punzante y a la vez más delicioso que el producido por la distancia. Estando lejos puedo apreciar las dimensiones del amor que mi familia me inspira con un rigor casi científico. Lo que siento por mis hijas Agustina, Milena y Oriana, por cuyos ojos aprendí a ver el mundo. (Y sin las cuales, por ende, sería ciego.) Lo que siento por Flavia, mi compañera: la mujer más valiente y alegre que conozco. (Desde que veo también a través de sus ojos, el mundo es un poco menos trágico de lo que solía creer.) Y lo que siento por Bruno, una energía tan nueva como irreprimible. Daría la vida por ese pequeño desconocido. Nada me gustaría más que ayudarlo a ser feliz en este mundo que, Kundera again, a veces funciona como una trampa.
    Desde este café en la esquina de University Place y East 11th Street, (corazón del Village, tarde de sol) querría ser capaz de expresar con palabras cuánto los adoro. Pero intuyo que no es necesario. Todos ustedes deben haber sentido lo mismo alguna vez, así que saben bien de qué hablo.
    Pocas cosas amo más que viajar. Y aun así, mi reloj sólo mide las horas que restan para reencontarme con las personas que son y serán siempre mi hogar –allí donde estén.   
    



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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No sé si esa luz se queda

Fuente: hispalug Tu nombre sobre mi nombreMientras el sol se filtra por mi ventanano sé si aquella luz regresa aquí.No sabes coómo extraño mi calma,no sé si voy a ser feliz así...Dime mi amor ¿Me perdí?Dime porque no te vi.Y espero que te olvides mi nombre.Mientras el sol se filtra por mi ventanala lluvia brinda su aire en mí.No sabes cómo extraño mi calma,no sabes si voy a ser feliz así.Dime mi amor ¿Qué pasó?No sé por qué yo no fui.Y espero que te olvides mi nombre.Solo espero que las brumas del albatraigan un nombre a mi vida.Espero que las llamas del albatraigan un alma.Bien sabes cómo extraño mi alma,no sé si aquella luz se queda.Sabes cómo extraño tu alma,no sé si aquella luz se queda en mí.Espero que las llamas del albatraigan un rumbo a mi vida.Espero, sólo espero tu nombresobre mi nombre en este día.La eternidad busca un paso en ti, amor.Es que la eternidad solo busca un paso en ti, amor.Luis Alberto Spinetta



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Marsé ya es Cervantes

Juan Marsé. Fuente: abc En una ceremonia plagada de anécdotas, que han comentado en extenso diarios como el ABC o El País, el narrador catalán Juan Marsé recibió el Premio Cervantes de literatura, el máximo galardón del idioma, de manos del rey Juan Carlos. El muy comentado discurso con que aceptó el galardón ha sido publicado en el diario El País. De ahí rescato algunas líneas dedicadas a El Quijote:Cuando el Quijote entra en mi vida cumplo los 16, vivo en la barriada de la Salut, situada en lo alto de Gracia, cerca del parque Güell, y sigo en el taller. Años atrás había iniciado una intensa relación con la literatura de quiosco, y enseguida la amplié con autores que por aquel entonces, en los años cuarenta, gozaban de gran predicamento, como Somerset Maugham, Stefan Zweig, Knut Hamsun y otros. Y no tardé en descubrir a mis admirados Baroja y Galdós, a Dickens y a los grandes novelistas del XIX, que nunca me he cansado de leer. Pero la primera lectura completa del Quijote fue, por supuesto, una experiencia especial. Si recuerdo bien, al tercer intento lo leí de cabo a rabo. Tardes enteras de domingo sentado en los bancos ondulados del parque Güell, en el otoño del 49, bajo un sol rojizo y en medio de un griterío de niños jugando en la plaza entre nubes de polvo. Una lectura germinal. Y siempre que he revisitado el libro, esa impresión germinal ha persistido. En el corazón del caballero chiflado que no distingue entre apariencia y realidad, anida, como es bien sabido, el germen y el fundamento de la ficción moderna en todas sus variantes. Por supuesto, el lector adolescente no se paró a pensar en eso. Ninguna teoría le distrajo entonces de unas aventuras tan descomunales y descacharrantes, sujetas a tantos desencantos y amarguras, pero hoy le gusta pensar que algo percibió de aquel prodigio fundacional, del remoto primer deslumbramiento que supuso aquella lectura. Me refiero, y no pretendo descubrir nada nuevo, al asunto que articula la entera composición del genial libro, la temática medular de la que nacerá, según opinión general, la novela moderna. Lionef Trilling dijo que toda obra de ficción en prosa, es inevitablemente una variación del tema de Don Quijote. Por mi parte sólo puedo decir que, desde no sé cuánto tiempo, quizá desde aquellas tardes soleadas en el parque de Gaudí, de un modo u otro, consciente o no de ello, he buscado en toda obra narrativa de ficción un eco, o un aroma, de ese eterno conflicto entre apariencia y realidad, que de tantas maneras se manifiesta en el transcurso de nuestras vidas. Porque yo soy ante todo un lector de ficciones, un amante incondicional de la fabulación. Tan adicto soy a la ficción, que a veces pienso que solamente la parte inventada, la dimensión de lo irreal o imaginado en nuestra obra, será capaz de mantener su estructura, de preservar alguna belleza a través del tiempo. Una excesiva dosis de realidad puede resultar indigesta, incluso para un adicto a la realidad y al bistec como Sancho y como yo. Se trataría de ser algo más lanzados en esta cuestión, un poco locos, y admitir la posibilidad de que lo inventado puede tener más peso y solvencia que lo real, más vida propia y más sentido, y en consecuencia, más posibilidades de pervivencia frente al olvido. Como nos enseñó don Quijote. Desde su primera salida al campo de Montiel, o desde la primera de sus famosas hazañas, él es el guardián del laberinto, el valedor de lo más noble, bello y justo que alienta en el corazón humano, el que vela por el espíritu, la vigencia y el esplendor de los sueños.



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El genio impaciente

 

Supongo que el Día del Libro nos obliga a elaborar algún pensamiento edificante sobre esa industria a la que hemos dedicado grandes elogios, tenaces esfuerzos y, sin duda, los mejores años de nuestra vida. Si me hubieran preguntado alguna vez ¿qué quieres ser de mayor? me habría apresurado a responder con esa petulancia característica de los niños atrevidos: editor, por supuesto. 

Las primeras sensaciones explican el nacimiento de esta vocación. Retuve el aroma de la tinta oxidada en el viejo papel de un libro ilustrado y entornando los ojos adiviné que todo estaba ahí dentro contenido. En mi tierna y vivaz imaginación se habían vinculado poderosamente dos figuras: como en la lámpara de Aladino, el libro retenía un genio dadivoso. Sólo hoy he podido comprender hasta qué punto aquél infante tuvo la más irrefutable de las intuiciones. Que las décadas hayan transcurrido sin ver defraudada aquella súbita visión es un motivo de regocijo trascendental.



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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UN DIA DE ABRIL

 

Este día de Abril, aunque sea con trampas de calendarios cristianos, julianos o cómo se llamen, es un raro y extraordinario día para la literatura. Es cómo celebrar unidos a los dos grandes profetas, santos, demonios o dioses de la capacidad de los hombres de trascender el tiempo por lo que escribieron. Digamos que el día 23 de Abril de 1616 une para la eternidad a dos seres eternos, dos escritores con vidas y obras que parecen una ficción de la vida como aventura que merece la pena vivir. Entre el gozar y el sufrir. Cervantes y Shakespeare. Con Cervantes tengo mucha cercanía. Desde pequeño estuve cerca de su vida. Y su obra fue poco a poco entrando en mí ser lector. Siempre me sorprende, siempre me acompaña. Y nunca olvidaré que adolescente me gustaba hacer picardías en aquellas ruinas alcalaínas que descuidaban el lugar de su bautismo. Pronto me di cuenta que eso del bautismo no debía ser para tanto.

Con Shakespeare también tengo antiguas relaciones. Peregriné a su pueblo, visité sus teatros, crecí como espectador teatral con sus obras y, de vez en cuando vuelvo a sus sonetos de amor. Hoy, que estamos tan cervantinos, yo miraré, leeré algún soneto de Shakespeare en esa traducción que quiero tanto de García Calvo. Y lo hago porque sí, porque es veintitrés de Abril, el mismo día que nació, que tal vez murió.

Y no olvidaré a otro de los míos. De los que me acompañan en éste camino incierto de la vida y sus lecturas, Josep Plá, que se le ocurrió morir un día como hoy. Creo que lo hizo por razones literarias. Tranquilo y después de haber fumado. También para él, gracias por lo escrito.

Cómo estoy de viaje y no tengo claro mi tiempo para estar aquí hasta dentro de unos días, dejaré un soneto- corto- de Shakespeare...Para ellos, para los que aman. Para los que amaron. Y los que amarán.

 

"Ah, ¿qué poder te ha dado fuerza tan potente

que el corazón me abate a fuerza de flaqueza

y hace que diga a mi visión fiel que miente

y jure que no es alba cuando el día empieza?

 

¿ De dónde es que tan bien te sienten prendas viles

que en las escorias mismas de tus actos quede

tal fuerza y garantía de artes tan sutiles

que, a mis ojos, tu mal a todo bien excede?

 

¿Quién te ha enseñado a hacerme más quererte cuanto

más oigo y veo causa justa para odiarte?

Ah, aunque ame yo lo que desprecian otros tanto

no debías con otros despreciar mi parte:

 

que si tu indignidad enciende amor en mí,

más digno yo de recibir amor de ti."



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bram Stoker reescribe "Drácula"

Rafael Argullol: Hubiera sido muy interesante que un Kafka de finales del siglo XX o comienzos del XXI hubiera recogido la materia prima de Orson Welles: que hubiéramos pasado de Praga a Nueva York y ahora volviéramos a recoger esto kafkianamente pero con toda la experiencia del siglo XX.

Delfín Agudelo: Creo que hay un gesto de valentía absoluta cuando el director toma el libro y decide hacer a partir de él no digamos una libre traslación en la que sencillamente toma un personaje y lo sitúa, sino tomar la historia y otorgarle un elemento que no forma parte del libro, ya sea porque no forma parte del libro mismo o porque decide sencillamente cambiar directamente la novela y hacer la versión a su gusto. Es un tema que está ahí sobre la mesa por cuestiones de grandes productoras que no les gusta la historia y piden el cambio para así tener más público. Sin embargo, hay casos ejemplares, como el Drácula de Coppola -de hecho ya lcomentado alguna vez- que incluye el episodio de cómo y por qué Drácula se convierte en Drácula: luego de la muerte de Elisabeta, clava la espada en la cruz, y bebe de la sangre que de allí emana. Aquello no está en Drácula de Stoker; pero la manera como lo lleva a cabo permite pensar, en el imaginario vampiresco, que ése es precisamente el nacimiento de Drácula.

Rafael Argullol: Creo que los grandes trasladadores al cine de obras literarias son aquellos que siguen el proceso de Orson Welles; es decir, toman la materia prima, la recrean, y la convierten no solo en una obra acabada sino en una nueva  materia prima. Es decir: también ahí sería muy interesante ver cómo escribiría actualmente Drácula Bram Stoker, después de haber visto todos los Dráculas del siglo XX. Éste sería un juego intelectual de primera categoría: ver cómo el propio literato podría recoger la experiencia cinematográfica y en qué se convertiría. El caso que estábamos comentando de Orwell en 1984: lo que sería muy interesante es que él fuera capaz de construir su anti-utopía a partir de lo que ha ocurrido desde 1984 hasta ahora, este doble juego. Esto pasaba en la relación más tradicional de pintor-literato, por ejemplo en el renacmineto o en el barroco. Ocurría muchas veces que el pintor trasladaba al héroe antiguo y entonces el cuadro llegaba a incluir todas las representaciones literarias que se podían hacer. Por ejemplo en el teatro es evidente: Shakespeare lo que hace es trasladar toda una materia prima anterior, la convierte en visualidad -porque no podemos olvidar que Shakespeare fue visualidad-, y esto repercutió de nuevo en textos antiguos.

Todo allí lo vemos de una manera que encuentro clave en nuestra época: en lugar de contraponer, como a veces se hace tópica y fácilmente, la cultura de la imagen con la cultura de la palabra, lo realmente interesante es que actuara este circuito: cómo de la palabra se pasa a la imagen y cómo desde la imagen se vuelve a pasar a la palabra. En ese sentido creo que es obligación de un escritor de nuestra época estar al tanto de todo lo que es el bagaje visual, la sensibilidad visual de nuestro tiempo. Si un escritor de nuestra época estuviera solo encerrado en bibliotecas, encerrado exclusivamente con lo textual y aislado de lo visual, necesariamente sería un escritor incapaz de captar el espíritu de nuestra época. De la misma manera que, al contrario, todos los que desde la supuesta cultura visual se desvinculan radicalmente de la palabra, del anclaje de la palabra, acaban perdiéndose, que es lo que ocurre actualmente con tantísimas películas en las cuales los efectos visuales o especiales son espectaculares pero están totalmente mutilados por falta de gravedad en el guión, por falta de peso en el guión, por falta del peso de la palabra.



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Toque de sartén

Las viejas herramientas para alimentar a la familia logran convertirse ?llegado el caso? en la boleta que no podemos dejar en la urna y en esa mano que no nos atrevimos a levantar en la asamblea. Cualquier objeto sirve, si de exigir espacios se trata: una tela que se saca al balcón, un periódico que se blande en público o una cazuela que repiquetea junto a otras. El gran coro metálico que forman las cucharas y las sartenes, pudiera ser ?este primero de mayo a las 20:30 horas? nuestra voz, decir aquello que tenemos trabado en mitad de la garganta. Las restricciones para entrar y salir de Cuba han durado demasiado tiempo. De manera que haré sonar mi olla por mis padres, que nunca han podido cruzar el mar que nos separa del mundo. La sinfonía de las cacerolas la entonaré también por mí misma, obligada a viajar sólo virtualmente en los últimos dos años. Apretaré el ritmo de la cuchará cuando piense en Teo, condenado a la salida definitiva si se le ocurriera subir a un avión antes de los dieciocho años. La haré repiquetear por Edgar, que está en huelga de hambre después de siete negativas a su solicitud de permiso de salida. Al final del concierto de metales le dedicaré un par de notas a  Marta, que no obtuvo la tarjeta blanca para conocer a su nieta que nació en La Florida. Después de tanto darle al fondo de la cazuela, probablemente ésta no me sirva para freír ni un huevo. Por el necesario ?alimento? de viajar, moverse libremente, salir de casa sin pedir permiso, bien vale la pena romper todos los implementos de mi cocina.



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ropa en concierto

En el pasado, sastres como el padre de Adolfo Domínguez, recorrían los pueblos en carro o a lomos de una mula ofreciendo sus servicios a los habitantes de los pequeños pueblos. Se escogía el tejido, se tomaban las medidas y en la siguiente o siguientes rondas se probaba el vestido o el traje. La marca alemana de lujo "Clemens en August" comenzó hace tres años a practicar la misma estrategia alrededor del mundo y a acrecentarla en estos tiempos de crisis. La firma, con sede en Munich, ha visto que en los tiempos de escasez ni siquiera basta con ofrecer sus productos muy rebajados o echar mano de los outlets en los alrededores de su ciudad. La nueva acción consiste en realizar "bolos", a la manera de los cantautores, los grupos musicales, los circos o las compañías de teatro. "Clemens en August" sale de gira por 12 ciudades donde va creando temporalmente un pop-up-store.

Considerado el prestigio que desea preservar la marca, los locales de ventas no son unos espacios cualquiera sino que se alquilan estancias en museos, galerías de arte y centros culturales de renombre. El tour se lleva a cabo dos veces al año para vender exclusivamente los productos de temporada, y sus visitas a Berlín, Viena, Tokio, Chicago o Nueva York se anuncian de la misma manera que los espectáculos más esperados. Ya antes los outlets se convirtieron en lugares turísticos y las agencias de viajes los incluyen frecuentemente en sus tours. Ahora son los outlets quienes viajan en cuanto espectáculos en directo, oportunidades de ocio, de ahorro y de excitación.

"Clemens en August" es el nombre de dos hermanos que en 1841 fundaron C&A con más de 400 establecimientos en 16 países para dirigirse entonces y ahora, con esa marca, a un consumidor popular. El promotor actual de las giras Alexander Brenninkmeijer (41 años, melenudo a lo hippy) es un descendiente de aquellos pioneros.



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23 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los riesgos de la creación (2)

Lo que Chabon sugiere es que es virtualmente imposible contar una buena historia (ni dar vida a un gólem) sin afrontar algún tipo de riesgo.
    ‘He llegado a creer que este miedo, esta sensación de ser puesto en peligro por mis propias creaciones, es una parte inevitable, necesaria del escribir ficción y a la vez una garantía, si es que esto es posible, del poder de mi obra; un signo de que estoy en la senda correcta, de que estoy aplicando la receta tal como se debe, de que estoy pronunciando los encantamientos adecuados. La literatura, como la magia, siempre ha girado en torno de los secretos, del dolor, la destrucción y la maravillosa liberación que ocurre cuando son revelados’, dice Chabon en Maps and Legends.
    Y sigue: ‘Si un escritor no revela secretos, ya sean los suyos o los de la gente que conoce; si no se arriesga a ser desaprobado, a recibir reproches e ira generalizada, ya se trate de parte de sus amigos, familia o burócratas del partido; si el escritor somete su trabajo a un censor interno mucho antes de que nadie pueda leer su trabajo, el resultado será pálido, inanimado, un pegote de tierra’.
    Me gustaría decir aquí que me siento identificado con esta visión que Chabon tiene del proceso. (Y esto sin ánimo alguno de compararme con él, amigo Gólgota: Chabon ganó un Pulitzer y yo no gané en mi vida ni a la bolita, él es un best-seller y yo soy un modesto-seller en el mejor de los casos. Y dicho sea de paso: ¿desde cuanto no leer Bolaño ni saber de Cortázar es un crimen, querido Gólgota? Cuando uno conoce escritores maravillosos el impulso natural es el de difundirlos, darlos a conocer. Reírse de los que no leyeron lo mismo que uno es como reírse del que no tiene para comer mientras se mastica un Big Mac. La literatura no es patrimonio de nadie, sino una plaza pública en la que todos jugamos como queremos, cuanto queremos y con quiénes queremos, sin ser castigados por hacer uso de esa libertad.)
Lo que quiero decir es que, más allá de las diferencias entre la obra de uno y de otro, suscribo la intuición de Chabon de que sólo saliéndonos de nuestra zona confortable se concibe ‘un pequeño mundo que, como el de Dios, es a la vez terriblemente imperfecto y lleno de asombrosa vida’.  



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23 de abril de 2009
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