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La seriedad de las series

Por 29 de abril de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

¿Será casual? ¿O un envite de la providencia? El caso es que en la Fundación MAPFRE de Madrid coinciden dos reputadas series de grabados, la que Picasso reunió con el nombre de "Suite Vollard" y la celebérrima "Une semaine de bonté" de Max Ernst. Si la del malagueño reúne cien grabados, la del alemán junta más de ciento ochenta. ¿Se pueden ver en serie casi trescientos grabados?

Que son "series" quiere decir que cada lámina cuenta con las anteriores y posteriores, no es independiente ni autónoma, no tiene sentido propio. Es obligado ir siguiendo las mutaciones paso a paso, como quien ve un filme. La fluctuación (tan temida en la vida real) es el fundamento de la serie y lo que la acerca a nuestra experiencia. ¿Pueden vivirse trescientas variaciones en una mañana? Lo intento.

Empiezo por lo fácil. La "Semana benéfica" de Ernst es obra maestra del surrealismo y por lo tanto arte juvenil. En estos grabados los cambios siguen un despliegue narrativo: actores con cabeza de león, de perro, de pájaro, de dragón, o bien con alas de murciélago, de mosca, de cigüeña, matándose en ámbitos oníricos, agua, barro, fuego, sangre. Me llama al móvil El Bosco: figuras con un ojo en el vientre, una oreja en el ojo o una pierna en el culo, compuestos a los que cuadran todos los simbolismos. La mecánica de estos cambios puede tener mayor o menor poesía, pero creo que se dirige a los adolescentes. Corto.

Me voy a Picasso. Toros, caballos, minotauros, modelos, escultores una y otra vez, ahora con trazo quebrado, ahora curvas, ahora sombreado a lo Rembrandt, ahora manchas. Implacable exhibición de dominio técnico y constatación de que en esas fechas Picasso no tenía nada que decir. Su frialdad, su aplomo, se compadecen con la Grecia de baratija, casi de Cocteau, que propone y que tan bien queda en una vajilla. ¡Cómo se aburría Picasso en los años treinta! El pintor con mayor habilidad técnica desde Rubens, y sin ideas para seguir una carrera agotada. El Guernica le daría un respiro.

Salgo de esta soberbia exposición temiendo que rara vez las series sean serias.

Artículo publicado el sábado 25 de abril de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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