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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El Mito de Babel

 

James L. Jones, asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos dice en El País que debemos abordar el mundo como es y no como era en el siglo XX. Su artículo analiza los desafíos más notables asumidos por Obama en los primeros cien días de su mandato pero no se extiende lo suficiente en considerar el  interrogante que ha formulado: ¿Cómo es el mundo de hoy?

Para hacernos una imagen aproximada del impetuoso acontecimiento que nos arrastra deberíamos visualizar tres episodios contemporáneos: la caída del Muro de Berlín (1989), la caída de las Torres Gemelas (2001) y la caída de la Bolsa (2008). El estrépito causado por estas demoliciones nos ayudará a medir la magnitud del cambio que estamos viviendo. Pero el ruido no es la respuesta.

Quizá nos haya tocado en suerte vivir una época destinada a renovar sustancialmente el legado heredado del pasado. Lo que orgullosamente erigieron las generaciones, se desplomará ante nuestro estupefacto asombro. Será inevitable recordar el Mito de Babel y preguntarnos si es ésta la imagen de la transformación cultural de nuestro tiempo.



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4 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El espíritu áspero

El lector que entre en contacto por vez primera con la narrativa de Gonzalo Hidalgo a través de su última novela, El espíritu áspero, debe prepararse a recibir una avalancha de signos -nombres de personas, de poblaciones y de montes, ríos o acontecimientos - que parecen puestos ahí para impedir deliberadamente cualquier referencia concreta con la llamada realidad.  No es en absoluto una narrativa compleja, ni conceptual ni técnicamente hablando. Al contrario: don Gumersindo, un viejo y respetado profesor que ha gastado los mejores años de su vida dando clases en el instituto de Murania se jubila y sus compañeros de claustro y las autoridades locales le dedican un acto de homenaje y despedida en el Salón Murtes del Hotel Valdeflor. Además de obsequiarle con la canónica estilográfica, autoridades y compañeros deciden que uno de ellos -justamente el narrador - reúna material para hacer un libro en que guarde memoria de los muchos años de labor pedagógica llevada a cabo por el viejo profesor. El cual aprovechará la estilográfica y sus últimos años de vida para escribir en papel de exámenes una sucinta biografía que con el tiempo, y todavía en vida del professor, irá a parar a las manos del narrador-compilador-biógrafo, quien decidirá incluir ese material en el libro homenaje que le ha sido encargado.

                Si este arranque es un clásico, también lo es el desarrollo elegido para llevar a cabo la semblanza de aquel muchacho que pasó los primeros años de su vida en Casas del Juglar, bajo la paternal pero exigente tutela de don Bonifacio, el cura, y don Ananías, el maestro. Cuando, culminados los años de su primera infancia en el pueblo le llegue la hora de ir interno a un colegio de la capital, Murania, los dos mentores le esperarán al regreso de las vacaciones para averiguar sus progresos y reforzar sus conocimientos allí donde en el colegio no sean lo suficiente generosos, por ejemplo en lo referente a la gramática y las literaturas griega y latina. Por descontado que dicho colegio no es de jesuitas, dominicos o de los hermanos de Lasalle, como le ocurre a todo el mundo: allí los docentes son hervacianos. Y por la misma razón cuando termine sus años de bachiller y deba ir a Madrid, no va a una residencia de estudiantes normal sino a un lugar llamado Unión Universitaria Universal, donde completará su formación para la vida en las asignaturas académicas al uso y también las de fuera de programa, es decir, nociones básicas acerca de la amistad, la bebida, las mujeres, el sexo y demás.

Tras unos años en Madrid, Sindo, como le llaman los amigos, se instala de nuevo en Murania para emprender su larga y después muy respetada trayectoria docente. Si de niño sus compañeros de correrías fueron Nicéforo y Teófilo, y aquellas  tuvieron como escenario los ríos Jayón o Murtes, o las poblaciones de Portazgo de Murania y Andarón, ahora como profesor sus referencias con el mundo exterior son los alumnos, por ejemplo la bella Minerva Cabañuelos, o Valentín Valiente Ruíz, mejor conocido como Mente Cato y  líder del conjunto musical más moderno de Murania. El relato de esas sucesivas etapas se presenta moderadamente alterado, en el sentido de que hay continuos saltos de tiempo y escenario pero que el lector puede ordenar sin mayores problemas mientras lee.

Ocurre sin embargo que ese doble aparato técnico - relato acompasado de muchas vidas estructuradas por la peripecia del personaje principal,  y un sistema de signos deliberadamente opacos para evitar referentes inmediatos - es una de las características más acusadas de la narrativa de Gonzalo Hidalgo. Y el lector ya veterano reconocerá de inmediato tanto los nombres como los accidentes geográficos que configuran una región imaginada cuya capital es Murania. Y lo mismo con los personajes, pues ese Lucas Cálamo que en El espíritu Áspero le proporciona el manuscrito de don Gumersindo al narrador, ya cumplía un papel muy similar en Mísera fue, señora, la osadía (1988), de la misma forma que personajes secundarios de ésta novela luego cobrarán protagonismo en El cerco oblicuo (1993). Es decir que Gonzalo Hidalgo lleva media vida construyendo un paisaje imaginario en el que hasta las batallas, como se ve en el espléndido pasaje de la invención de la batalla de Múrida, de 1044,  son fruto de la creación.

Otra característica de la narrativa de Gonzalo Hidalgo es un humor que no se limita a la descripción de escenas chuscas (que las hay a docenas) o a la (elegante) manera de contarlas. Lo que más trasluce, y más se agradece, son unas infinitas ganas de jugar con el lenguaje. A  veces son simples malabarismos de puro artificio ("...el propio Gumersindo detesta como tal por cerro y por cencerro, por hucho y avechucho, por ripio y por repipio..."(p.21).  Pero a veces es un juego divertido y magistral que empieza con la burla a costa de un alumno (o alumna, pues en este caso se trata de Minerva Cabañuelas) y termina con una imaginativa lección sobre Grecia y Roma y las artimañas del lenguaje. Incluso el título es engañoso, pues el espíritu áspero al que hace referencia el título no se refiere a don Gumersindo (que es un hombre encantador) sino a una cuestión del sistema politónico de la gramática griega.  Ya ves.

 

El espíritu áspero

Gonzalo Hidalgo Bayal

Tusquets Editores



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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La amenaza

Rafael Argullol: Hablando de las amenazas de nuestra época esta mañana he recibido un curioso email que me ha remitido una amiga, una información sobre México que ella recibió a su vez de un corresponsal en este país, en la que se vincula  la actual situación de epidemia con supuestas conspiraciones. Algunos de los aspectos del email, éste que te he dejado leer,  parecen bastante verosímiles mientras otros producen una cierta sensación de perplejidad o incertidumbre. Para que nuestros amigos lectores y amigos lo comprendan, en el mail de origen mexicano se vincula la crisis económica mundial, la pandemia, la reciente reunión del G7 y al mismo tiempo se interroga acerca de algunos aspectos del desarrollo de la pandemia sobre todo en México, como la invisibilidad de los muertos, determinadas entradas en acción previas a la noticia como la dosificación de la información, etc.

Delfín Agudelo: Si bien nunca he sido un ferviente seguidor de las teorías de la conspiración, debo admitir que, tal como dices, encuentro algunas ideas del correo bastante verosímiles. Me llama la atención la conexión que el autor, quien quiera que haya sido, ha podido encontrar entre la crisis mundial, el G7, el estado de emergencia y la falta de imágenes de los enfermos y aquellos que han lastimosamente muerto.

R.A.: Lo curioso es que evidentemente por un lado no podemos caer en la irresponsabilidad de negar la evidencia científica de lo que está sucediendo, pero por otro lado no deja de ser curioso esta especie de impulsión cíclica en la amenaza que se produce en el mundo en los últimos decenios. Hoy se habla de la gripe porcina, hace unos pocos meses se hablaba de la gripa aviar, hace un poco más se hablaba de las vacas locas, del Sars, etc. Se va reproduciendo cíclicamente la amenaza, ante la cual siempre estamos desconcertados: por un lado podríamos mostrarnos escépticos pero el ciclo de la amenaza difundido por los medios de comunicación globales es tan poderoso que viene a decirte, si te muestras escéptico, que finalmente puede pasar como en el cuento en que el lobo viene de verdad. Cada vez que se presenta el nuevo ciclo de amenaza evidentemente entramos en una situación de duda y de contradicción. En ese caso, aunque a mí las teorías conspiratorias nunca me han gustado y a veces me parecen algo infantiles, no deja de ser relevante la cierta coincidencia entre esa pandemia y una necesidad de ocultamiento de las consecuencias de la crisis económica.

 

 


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4 de mayo de 2009
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Investigación rigurosa y fina

Siempre que se abate sobre el mundo una crisis, los cráneos científicos buscamos un lugar donde constatar con rigor los datos que se publicitan y politizan. La vez anterior trabajé sobre Sanlúcar, de manera que ahora me voy a Cádiz. Sólo en lugares como esa milenaria península, castigada por las finanzas y relegada de la caridad autonómica, se puede medir el grado de espanto y horror de la crisis. Puedo adelantar que el consumo de langostinos ha subido un ochenta y cinco por ciento en los últimos dos meses y el de manzanilla un setenta y tres.

    Es jueves: los bares, tabernas y figones están a rebosar, los restaurantes elegantes más. Me acerco a la calle Columela, el banco de datos más denso de la ciudad porque concentra el negocio refitolero tipo Armani, pero no puedo entrar. Es una corredera de unos tres metros de ancho, pero desde las cuatro de la tarde está tomada por la población toda de Cádiz. Con hegemonía de las madres de cochecito. Cuento en media hora noventa y cuatro cochecitos en feroz competencia con los manteros que extienden su producto (tan nocivo para la ministra) sin compadecerse de las jóvenes madres. Atascos fenomenales.

    Recojo datos con Perico, de la Asociación Qultura y, según vemos, el pueblo gaditano ha elegido una senda feliz para luchar contra la crisis: gastar más. Los cien langostinos extra sirven para que el tabernero se compre zapatos, el zapatero una moto, el gasolinero un pantalón, y así sucesivamente. La crisis, allí, ha sido detenida.

    Para verificarlo, me voy en barco al Puerto de Santa María, lugar muy pavorosamente castigado por la crisis. Todo en orden: el consumo de langostinos, según constato en los cocederos, es superior al de Cádiz. Regreso feliz. Mañana podré explicar a Zapatero o quizás a Carla cómo hay que apañarse para salir de la crisis. Desde el barco veo relumbres blancos de alas como hoces, son los charranes lanzándose en picado sobre las aguas de las que emergen con un boquerón en el pico. En este pasmoso lugar, la Gran Madre Inagotable ha adiestrado a todos sus hijos en la lucha por el pescaíto.   

Artículo publicado el 2 de mayo de 2009.

 

 

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4 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Déjame entrar

Llegué a Let the Right One In porque me habían dicho que era una estupenda película de vampiros. Pero si me gustó fue precisamente por la sagacidad con que utiliza los elementos del género: la cuestión de los vampiros es apenas un recurso narrativo que siempre aporta misterio, pero la esencia de Let the Right One In pasa por otro lado. El film del sueco Tomas Alfredson es, por encima de toda otra consideración, una historia de amor entre dos inadaptados. Una suerte de Midnight Cowboy preadolescente –lo cual incluye, por cierto, la marginalidad y ambigüedad sexual del original.
    Basada en una novela de John Ajvide Lindqvist, Let the Right One In (título que remite a una canción de Morrissey, el rey de los inadaptados) cuenta la historia del pequeño Oskar y de su amor por su nueva vecina, la vampiro Eli. Hijo de padres separados, Oskar sabe que no puede contar con uno ni con otro. En la escuela es víctima recurrente de sus compañeros, liderados por un tal Conny. La llegada de Eli al vecindario (de hecho se muda al apartamento contiguo al de Oskar) significa primero una compañía para su soledad, y después un aliciente para enfrentarse a los matones que lo atormentan. Pronto se están pasando mensajes en Morse a través de la pared.
    La improbable relación entre ambas criaturas se concreta porque aun cuando Oskar descubre quién es Eli en realidad (en lo que hace a su condición de vampiro, y a la zona gris de su sexualidad), la acepta tal cual es. Por supuesto que las costumbres de Eli le producen un profundo rechazo, pero Oskar logra cruzar ese puente una vez que acepta el pedido que Eli le formula: ‘Sé quien soy aunque más no sea por un instante’. Si todos nos pusiésemos en el lugar del otro tal como Eli lo solicita, si todos invitásemos al otro a entrar en nuestra casa como presupone el folklore en torno de los vampiros, ¿no sería nuestro mundo infinitamente más amable?
    Dejen de lado la cuestión de los vampiros. Más allá de su violencia y de su oscuridad, Let the Right One In es una de las películas más tiernas que he visto en mucho tiempo.
    Y para aquellos que se quedaron con la duda: la palabra que Oskar le comunica a Eli en la escena final, con golpecitos en clave Morse, es la siguiente: k-i-s-s.



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4 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pandemia

Es la palabra de moda. Declinada en todas sus acepciones y evocada en todos sus usos más o menos memorables. Pero dado que toda epidemia en la época de la globalización es una pandemia, lo más notable del caso es preguntarse cómo hemos tardado tanto en descubrirla. Sin esperar a la gripe. Ni a la OMS. Sin atender ni siquiera a la información globalizada, pandémica, de los medios de comunicación. Sin acordarnos del carácter viral de la información a través de las nuevas redes sociales.

La noticia de la pandemia no es la gripe ni sus eufemismos, con los que cada uno quiere sortear o esconder sus problemas. Es la reiteración del carácter negativo de la globalización. Cada vez más cosas del mundo global terminan agriándose en las sociedades amoldadas a los estados y las mentes nacionales. Me temo que la crisis durará mientras el globo no sea capaz de nuevo de darnos buenas noticias y alegrar nuestras vidas. O de reconocer que, de pronto, todo se ha convertido en pandémico y terrestre. Felizmente.



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3 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Expulsión

Espero que a estas horas los agresores de Vital Moreira ya hayan sido identificados. ¿Quienes son, finalmente? ¿Qué les hizo proceder de forma tan repudiable? ¿Qué relaciones partidarias son las suyas? Sin duda la respuesta más clarificadora será la que se de a la última pregunta. A Vital Moreira le han llamado ?traidor?, y esto, se quiera o no se quiera, es bastante claro para que lo tomemos como el cordón umbilical que relaciona el despreciable episodio de la manifestación del 1º de Mayo con la salida de Vital Moreira del Partido Comunista hace veinte años. En este momento estamos asistiendo a algo ya conocido, todo el mundo, con la más clara falta de sinceridad, pide disculpa a todo el mundo o exige, como vestales ofendidas, que otros se disculpen. De repente, nadie parece interesado en saber quienes fueron los agresores, dignos continuadores de aquellos célebres matones que ejercieron una importante actividad política a través de la porra en épocas pasadas. No tanto por contrariar, sino por cuestión de higiene mental, me gustaría saber qué relación orgánica existe (si existe) entre los agresores y el partido del que soy militante hace cuarenta años. ¿Son militantes también ellos? ¿Son meros simpatizantes? Si son sólo simpatizantes, el partido nada podrá contra ellos, pero, si son militantes, sí, podrá. Por ejemplo, expulsarlos. ¿Qué dice a esta idea el secretario general? ¿Serán provocadores ajenos a la política, desesperados por sufrir esta crisis y que piensan que el enemigo es el PS y su candidato independiente a las elecciones europeas?? No se puede simplificar tanto, ni en la calle ni en los despachos. Aunque lo hayan incluido en la lista de los candidatos, el Premio Nobel de Literatura nunca se encontrará con su amigo Vital Moreira en el Parlamento Europeo. Se diría que la culpa es suya, pues siempre quiso ir en lugar no elegible, pero también habrá que decir que sobre él en ningún momento se ejerció la mínima presión para que no fuese así. Ni siquiera la Asamblea de la República pudo conocer mis brillantes dotes oratorias? No me quejo, más tiempo he tenido para mis libros, pero lo que es, es, y alguna explicación tendrá que tener. Que espero que no sea la de considerarme a mí también traidor, pues aunque militante disciplinado, no siempre he estado de acuerdo con decisiones políticas de mi partido. Como, por ejemplo, la de presentar listas separadas para el Ayuntamiento de Lisboa, que, a lo que se ve, vamos a entregar a Santana Lopes, eso sí, sin que nadie haya perdido la virginidad del pacto municipal. Me apetece decir ?Dios nos valga?, porque nosotros parecemos incapaces.



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2 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La primera jornada de mayo

Click here to view the embedded video. Ayer fue un día intenso. Hubo desfile por la mañana, aguacero en la tarde y algunos impertinentes hicimos un cacerolazo a las ocho y treinta de la noche. La concentración en la Plaza de la Revolución se parecía a la de todos los años, la lluvia era igual de húmeda y el toque de sartén sonó como la peculiar sinfonía de unos pocos. Les traigo algunos trozos de sonido e imagen, para que vivan el primero de mayo tal y como lo sentí yo? con toda su intensidad y su locura. Desde mi terraza se escuchó poca reacción ante los primeros golpes de cazuela, pero nos queda la alegría de que los nuestros se oyeron bien lejos. A través de una rápida encuesta telefónica  supe que en la ciudad de Pinar del Río también se percibió el sonido de los metales, mientras varios barrios de La Habana guardaron silencio. El limitado repiqueteo fue hecho desde la pequeñez del individuo que se atreve y no con el masivo automatismo de los que desfilaron en la mañana. Esa viene a ser la diferencia entre el pío-pío espontáneo y el cacareo orientado. Toda chispa es pequeña, le dije a alguien que me preguntó por la magnitud de lo que ocurrió anoche, y cuando se estrena una herramienta de expresión se hace tímidamente. Al enterarme de la convocatoria que circulaba por Internet, coincidí con varios amigos que sería más realizable el simple gesto de apagar la luz. La cacerolada implica exponerse demasiado y hay muchas personas que todavía le temen a las represalias. Poner a oscuras una casa es algo que se hace sin quedar en evidencia y es el tipo de gesto que está dispuesto a hacer nuestra ciudadanía, no más. A pesar de las pocas notas escuchadas, creo que algo cambió en la rutina del día de los trabajadores. Fue apenas un ligero toque de latas y cucharas, que vino después del primer aguacero de mayo. Click here to view the embedded video.



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2 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Clase XXXVII. El racontto

 

Como vimos en la clase anterior, la analepsis es un recurso literario cuyo funcionamiento propone un fragmento de la narración que, planteado de manera retrospectiva, rompe la secuencia cronológica de un relato. Y vimos de manera especial una forma de analepsis que el flash back. Ese chispazo repentino del pasado que viene a iluminar una secuencia del presente. Como hemos podido observar en los textos enviados, muchos no tuvieron en cuenta que el fragmento de flash back no es una rememoración: es un corte vertical en el relato, es un trozo limpiamente extraído del pasado y puesto en medio de una situación presente, por lo que se narra también en presente, como si estuviera sucediendo en el mismo momento, una interferencia que deja perplejo al lector y que sirve para hacer comprender mejor el funcionamiento de un cuento.

Pero no sólo el flash back sirve a este propósito. El racontto es otra forma de analepsis donde el narrador propone una intensa y amplia mirada retrospectiva para desarrollar el texto. El narrador suele posicionarse en tiempo presente en los primeros párrafos y desde ahí lentamente va descendiendo por la madeja de situaciones que han llevado a los personajes hasta allí, a menudo con tal intensidad que el lector pierde momentáneamente la conciencia de que en realidad todo es un recuerdo y es menester llevarlo nuevamente al presente con una frase que rompa la fluidez de la inmersión en el pasado. Observen este párrafo del cuento Tu ojos que me olvidaron tarde (del libro de cuentos Hasta luego, míster Salinger) del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez:

«Tú no entenderás lo que te digo. Sólo tus ojos retienen esa mínima ternura que fuimos. La repiten. La repitieron hace un rato. Y luego todo se disipó con sutileza. Cualquiera que nos hubiese contemplado hace unos instantes (el propio Iñaki que ahora baila contigo) habría tenido muchos problemas para saber que el año pasado éramos una figura inseparable en los pasillos de la universidad; tardes de cerveza helada; comida tailandesa; horas completas escuchando música electrónica, discutiendo las noticias del periódico; madrugadas en las calles más oscuras y feas de la ciudad para mordernos, explorarnos, para conocer que nuestras pieles también tenían el sabor del humo y la madera y las frutas y los árboles y las ventanas y las aceitunas y el papel y la cebada  y.

            ¿Ves? Hace meses que no pienso en estas cosas.»

 

En el racontto, todo resulta sutil y a menudo lento: casi siempre el narrador propone las líneas iniciales de los párrafos para situar al o a los personajes en un momento presente y desde allí ir rememorando poco a poco la cadena de acontecimientos que los han llevado hasta ese momento. Lean por favor El Camino, de Miguel Delibes, o también Pedro Páramo, para que vean como ambas historias se proponen como raconttos. También, si no los tienen a mano, pueden volver a leer el cuento de Fernando Iwasaki que colgamos en la clase XIII del nueve de mayo, El vuelo de la libélula, donde podrán observar cómo muchos de los primeros párrafos están en tiempo presente y son sólo una excusa para que el personaje rememore su pasado y vuelve -atención al dato- al momento inicial.

 

La propuesta de la semana:

Un niño viaja en un autobús y va en silencio, solitario, probablemente con miedo: se ha escapado de casa. Ese es el plano temporal presente (primeras líneas de cada párrafo) Aquí asistimos  al viaje, vemos lo que el niño observa, las calles, los pasajeros, es decir, la inmediatez, y el segundo plano temporal  es lo que él nos va contando poco a poco para que el lector pueda entender por qué se escapó. La idea del racontto aquí nos permite explicar el porqué de la situación actual del personaje (un niño que ha escapado, en este caso) a través de pasajes narrativos que nos deslizan al pasado, pero que siempre vuelven al presente. Propónganse que todos los párrafos empiecen en el autobús.

 

Otra cosa: en julio, concretamente del día 6 al 10 y de 20:00 a 22:00 horas, voy a dictar un taller de relato breve (aquí en Madrid), que tendrá un coste de 200 €. Es un curso intensivo que suelo hacer en verano, antes de empezar el curso habitual de septiembre. Lo comento para que lo sepan o avisen a quien pueda estar interesado. Son sólo diez plazas de las que dispongo. Si quieren más información, la podrán encontrar en mi página web o en el correo habitual, tallerdejorge@yahoo.es

 

 



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1 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dignamente indignado (2)

Siguiendo la línea del cuento de Ray Bradbury, Mariana Enríquez confiesa que su temor es devenir en uno más del coro. ‘…Nadie está exento de convertirse en un Indignado y sumarse a esas filas de bocas incansables y palmas, de baba y presión alta, de multitud casi lista para linchar, y no pensar, y congratularse, y seguir adelante’, dice en su artículo de la revista Lamujerdemivida. No pude evitar el recuerdo de Las ménades, un cuento de Cortázar que siempre me gustó mucho y que expresa otra manifestación de histeria colectiva, otro éxtasis violento.  
    El hecho de que el rictus y el graznido de los Indignados repugne a nuestras almas no debería inducirnos al error. Dejar de indignarnos tan sólo para no parecernos a los Indignados sería tan sólo una nueva variante del no pensar y del congratularse, al igual que las muletillas que se repiten en esas fauces bramantes: ‘Esto ya no da para más… ¡Ya no se puede vivir así!’
    Porque si de algo estoy seguro es de que las razones para la indignación abundan. En todo caso, estamos mucho menos indignados de lo que deberíamos. Este mundo fabrica injusticias escandalosas a diario. Lo jodido es que además fabrica distracciones, lanza cortinas de humo y nos provee de válvulas de escape que alivian la presión. Esa gente que aparece en la televisión frunciendo la jeta y elevando el tono mientras repite lugares comunes no expresa indignación verdadera, y mucho menos indignación sincera. Lo que hace es abandonarse a un mini brote psicótico socialmente aceptado, al igual que los fragores en el estadio de fútbol, la violencia en los comentarios de los foros de internet y ciertas manifestaciones callejeras. Al mejor estilo de El gatopardo de Lampedusa (y de Visconti, por cierto), se trata de una efusión que no sirve para cambiar nada –pero sirve, eso sí, para masajear la conciencia y el ego del Indignado y dejarlo satisfecho mientras dure el efecto del narcótico.
    Como dijo Mónica López Ocón la otra noche, como sostiene Esteban Schmidt en su artículo de la revista, ‘la mejor indignación es la que se vuelve acción, como obra de arte o como programa político’. He ahí un problema esencial de nuestras sociedades: que la rebeldía real ya (casi) no existe, o tal vez que la rebeldía real no es televisada ni se expresa por las radios comerciales. En otros tiempos hubo ideologías, canales naturales de participación, agrupaciones políticas de base, movimientos culturales. Hoy lo que ocupa ese rol social es ‘la señora de los anteojos enormes de carey y tintura Koleston’ que vocifera desde el noticiero, como dice Mariana. Hoy la línea del esto ya no puede seguir así no la marca un Che Guevara ni un Gandhi sino Susana Giménez, que indignadísima decreta, cual Moisés bajando de la montaña: el que mata tiene que morir.
    Parafraseando a Schmidt: convirtamos a nuestra digna indignación en una de las bellas artes.



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1 de mayo de 2009
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El Boomeran(g)
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