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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Jean Giono

Imagino que Jean Giono habrá plantado no pocos árboles durante su vida. Sólo quien cavó la tierra para acomodar una raíz o una esperanza de que venga a serlo podría haber escrito la singularísima narrativa que es ?El hombre que plantaba árboles?, una indiscutible obra maestra del arte de contar. Claro que para que tal cosa sucediese era necesario que existiese un Jean Giono, pero esa condición básica, afortunadamente para todos nosotros, era ya un dato adquirido y confirmado: el autor existía, lo que faltaba era que se pusiese a escribir la obra. También faltaba que el tiempo transcurriese, que la vejez se presentara para decir: ?Aquí estoy?, pues tal vez solo con una edad avanzada, como ya entonces era la de Giono, es posible escribir con los colores de lo real físico, como él lo hizo, una historia concebida en lo más secreto de la elaboración de ficción. El plantador de árboles Elzéard Bouffier, que nunca existió, es simplemente un personaje construido con los dos ingredientes mágicos de la creación literaria, el papel y la tinta con que en él se escribe. Y con todo, acabamos conociéndolo a la primera referencia que de él se hace, como alguien a quien estuviéramos esperando hace mucho tiempo. Plantó miles de árboles en los Alpes franceses, después esos miles, por acción de la propia naturaleza así ayudada, se multiplicaron en millones, con ellos regresaron las aves, regresaron los animales de los bosques, regresó el agua, allí donde no había nada más que secano. En verdad, estamos esperando la aparición de unos cuantos Elzéard Bouffier reales. Antes de que sea demasiado tarde para el mundo. P.S. Tiene razón el Sr. D. Duarte de Bragança, se trataba del Evangelio, no del Memorial, pero ya no la tiene cuando dice que yo atribuyo la paternidad de Jesús a un soldado romano. Ninguno de los millones de lectores que el libro ha tenido hasta hoy lo confirmaría. Conozco la tesis, pero, creo que por una cuestión de buen gusto, no la utilicé en la historia que escribí. En compensación, le dediqué unas cuantas páginas a la concepción de Jesus por José y María, sus padres. Me permito sugerirle al Sr. D. Duarte de Bragança que lea mi Evangelio. Atrévase, no sea tímido, le garantizo que la lectura le aprovechará.



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14 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El secreto de Campanella

Me gustó El secreto de sus ojos, la nueva de Juan José Campanella. La película marca un viraje respecto de las comedias dramáticas que lo consagraron, desde El mismo amor, la misma lluvia a Luna de Avellaneda, pero en sentidos que van más allá del cambio de género.
    Basado en la novela La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, El secreto es un film que propone un misterio en dos tiempos: el espectador se pregunta cómo se resolverá un crimen ocurrido a mediados de los 70 (esta, obviamente, es una duda que concierne al pasado) y también qué pasará con el amor nunca confesado entre Benjamín Espósito (Ricardo Darín) e Irene Menéndez (magnífica Soledad Villamil), dilema que subsiste hasta el presente del relato. En buena medida la Buenos Aires de Campanella –tanto en su versión años 70 como en el presente- sigue siendo la misma de sus otros films: una ciudad fantasma, habitada por todos aquellos personajes del cine italiano, español y argentino a los que habíamos amado tanto en otras épocas, y que ya no parecen tener lugar en el cine de hoy. Pero el viraje hacia el thriller es mucho más que un cambio de registro.
    Cuando vi El mismo amor, la misma lluvia me pasó una cosa contradictoria. Por una parte aprecié la realización del film, que estaba muy bien hecho y bien narrado. (Acá en la Argentina las cosas son así: primero nos fijamos si la película está bien hecha, después consideramos si está bien narrada. En general nunca vamos más allá, porque la mayoría de los films sucumben antes de sortear alguna de las dos barreras.) Pero me inquietó el hecho de que la película tuviese por protagonista a un ser que yo encontraba detestable: un porteño prototípico, que traicionaba todo lo bueno que había recibido y a todas las personas que lo habían amado en la vida. Lo que me molestó entonces (hace mucho tiempo, sepan disculpar) no fue que la película eligiese como protagonista a un tipo despreciable, sino que de alguna manera me demandase que lo mirase con cariño porque estaba interpretado por Darín y Darín, cosa inevitable, es simpático y no se puede menos que quererlo. Este peligro que yo encontraba en la confusión de lo despreciable con lo amable (en el cine italiano clásico que Campanella conoce bien, los personajes salvajes pueden ser cómicos pero nunca dejan de ser salvajes), hizo que me negase a ver El hijo de la novia, que según decían estaba protagonizada por un personaje –interpretado por Darín, para colmo- que tenía mucho que ver con el Jorge Pellegrini de El mismo amor.
    Pero Luna de Avellaneda me gustó. Como me gustó lo que vi de Vientos de agua. Y ahora, en El secreto de sus ojos, encontré que el viraje (¿o debería decir, más bien, el viaje?) se había completado. Benjamín Espósito es un personaje en las antípodas de aquel de El mismo amor. Es un tipo que siempre ha sido íntegro y siguió siéndolo aun en las malas –mucho más de lo que él mismo se ha dado cuenta.
    La película, como ya dije, transcurre en dos tiempos: un presente en que Benjamín Espósito, ya jubilado del Poder Judicial argentino, decide convertir hechos de su pasado en una novela. El segundo tiempo es aquel de los hechos que pretende narrar, el crimen pasional de los 70 (violación seguida de homicidio) en cuya investigación se vio involucrado sin final feliz.
    La clave que une ambos tiempos es simple: para Espósito, el crimen (el pasado) no está cerrado. La novela que pretende escribir funciona como excusa para preguntarse por aquello que no se resolvió del todo a causa de la intromisión de la Historia –así con mayúsculas- en el dominio de lo privado.
    Tanto el crimen como la vida de Espósito quedaron en suspensión virtual al sobrevenir la dictadura militar. Porque en aquel entonces el país se convirtió en el reino del revés, con los victimarios convirtiéndose en próceres y la justicia –empezando por aquella que también solemos escribir con mayúsculas- utilizando la venda de los ojos para atarse las manos.
    Sobre el final, alguien dice lo siguiente (cito de memoria): “No va a ser fácil”. Y sin embargo uno se queda contento. Porque la vida y la Historia ya nos han probado que lo fácil no rinde, que lo fácil es un engaño: fáciles fueron las traiciones en que el Jorge de El mismo amor, la misma lluvia incurría, fácil fue mirar para otro lado y tolerar la dictadura en silencio, fácil es no hacerse cargo del pasado. Sostener lo bueno de esta vida es (casi) siempre difícil. Esa es la razón por la que Espósito no hace nada durante décadas para poner en juego el amor que siente por Irene: porque, conscientemente o no, sabe que un amor fundado sobre la injusticia –y el crimen del pasado sigue flotando entre los dos, como un fantasma-, sería tan sólo un amor mentiroso que, por ende, se depreciaría a sí mismo.
    Cuando uno está metido en esto del cine suele fijarse en detalles que al común de los espectadores se le pasan por alto. Por ejemplo el plano secuencia que arranca en el cielo, por encima de un estadio de fútbol, sobrevuela a los jugadores y finalmente llega a los protagonistas. Esta es la secuencia más espectacular de la película, pero a mí me llamaron mucho la atención otros dos detalles. El primero, lo bien hecho que está el maquillaje que se ve obligado a llevar la carga del tiempo sobre los actores. (La ficha técnica le otorga el crédito de lo que llama ‘maquillajes especiales’ a Alex Mathews.) Lo segundo fueron las fotos del pasado. Por lo general, hasta las producciones de Hollywood resuelven mal este recurso de meter el rostro del actor de hoy en medio de una foto vieja: siempre se nota la superposición, la impostura. Y sin embargo en la película de Campanella las fotos parecen viejas de verdad y los actores están perfectamente integrados.
    Lo que al principio me pareció un prodigio técnico se me fue revelando de a poco como un mérito mayúsculo. Porque lo que las fotos y el maquillaje cuentan es esencial a la historia, aquello que determina las acciones de Espósito y por añadidura las intenciones de Sacheri y de Campanella: si el pasado no está bien resuelto, no podremos aspirar nunca a plenitud alguna en el presente.
    Puede sonar a verdad de Perogrullo, pero en el contexto del cine de Campanella y de la historia argentina, El secreto de sus ojos afirma algo que es (casi) revolucionario: la clave de nuestro futuro está en la manera en que resolvemos nuestro pasado; un tiempo pretérito que, de no obtener el cierre y la clausura que amerita, nunca dejará de jodernos el presente.



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13 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Falta la ?Y?

Las memorias se escriben al final de la vida y los diccionarios con frases de un hombre se compilan cuando se le sabe acabado, incapaz de producir nuevas ideas. Quedar reducido a las páginas de un libro, cuando una vez se tuvo el micrófono ante un millón de personas, debe ser un consuelo tan insípido como la papilla que se le administra a un enfermo. El Diccionario de pensamientos de Fidel Castro, del investigador Salomón Susi Sarfati, viene a ser entonces la despedida del locuaz líder que inundó nuestra vida ?cada minuto de ella- con su incontrolada retórica. Según una nota de Prensa Latina, ?exquisito y minucioso en su selección, el autor divide el diccionario en 20 letras del alfabeto español (excepto k, q, w, x, y, z) … ?. Como tengo obsesión por esa penúltima consonante que da nombre a este Blog, me pregunto si en los más de mil 978 aforismos nunca habrá sido referido  a alguien de la ?Generación Y?. En esta Isla llena de Yordankas, Yohandris y Yunieskis, cómo es posible que ?la esencia del pensamiento? de quien estuvo casi cincuenta años en el poder, no contenga una alusión a nosotros. Parece ser que el libro sólo recoge conceptos, no personas, lo cual lo hace para mí un muestrario de entelequias, un compendio de nociones inaprensibles. Quizás hoy ?día de su 83 cumpleaños-  el orador de antaño esté ante este diccionario que han creado para halagarlo, para decirle que su obra perdurará y se leerá por los siglos de los siglos. Mirará el año de publicación y se preguntará si harán una edición ampliada con el contenido de sus próximas reflexiones. No notará que falta la ?Y?, esa pequeña e insignificante letra que no le ha salido como él hubiera querido: desinteresada, altruista, disciplinada y estoica. Quizás se regodee más en la ?R? de revolución o en la ?I? de imperialismo, pero su magna mirada no llegará al final del abecedario. Allí, agazapada y oculta está esa letra en forma de tirapiedras, con la liga tensada en dirección al mañana.



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13 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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LEONARD COHEN

 

 

 

Hace tiempo que no escucho en directo a Leonard Cohen. Esta noche lo haré en Vigo y pocas cosas me pueden prometer placeres como el de escuchar su voz. Su ronca voz que me acompaña desde que éramos casi adolescentes. El pertenece a esos poetas que cantan cosas que tienen que ver con nosotros, con nuestros sentimientos, con nuestro mundo, nuestros amores, nuestros deseos. Esta noche estará bien, así se llama una de sus más hermosas canciones, una canción hermosa como una suave, dulce, salada noche de amor. Me gusta Cohen por lo que dice, por como lo dice, por lo que es y por lo que parece. Me gusta que le guste Lorca, ¡sería imposible que no le gustara! Me gusta que se puedan tener setenta y cinco años y seguir siendo como aparenta ser. Me gustan las canciones de Cohen, sus poemas y ese que robó a Lorca. Me gusta Cohen cantado por Enrique Morente.

"Solo soy una estación en tu camino, yo se que no soy tu amante". Pero nos hace desear ser muchas estaciones, recorrer muchos caminos, tener muchos amores. Me emociona Cohen. Nunca olvidaré la primera vez que escuché su voz. Allí estaba entre los grandes del rock, del pop, de las músicas libres en el festival en el que todo el mundo quería estar. El, delgado, elegante, susurrante, un poco ronco y cantando: "Ahora Suzanne te toma de la mano y te conduce al río...y el sol se derrama como miel sobre nuestra señora del puerto y ella te enseña dónde mirar entre la basura y las flores...". Hoy, esta noche, otra vez soñaremos con Suzanne.

Mañana seré el que anoche escuchó cantar a Leonard Cohen.



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13 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Errores

No puede con el error. Sobre todo con el error propio. De forma que lo convierte en motivo de cien excusas, en error de los otros, en detalle sin importancia. 

Quien mejor lo lleva es quien vive del error y para el error. Ese que se acostumbra a no dar jamás una sola cifra correcta ni un solo detalle exacto, hasta alcanzar la gloria del error, que es la invención pura y llana.  Del error sistemático a la falsificación consciente hay un corto trecho que muchos recorren encantados, como quien se suelta en una pendiente.



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13 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Guatemala

Cada día va quedando más claro en todo el mundo que el problema de la justicia no es de la justicia, sino de los jueces. La justicia está en las leyes, en los códigos, luego debería ser fácil aplicarla. Bastaría saber leer, entender lo que está escrito, escuchar de manera imparcial las alegaciones del acusador y del acusado, las testimonios, si los hubiere, y finalmente, en conciencia, juzgar. La corrupción tiene mil caras y la peor de todas, en este asunto, tal vez sea, a favor o en contra, la naturaleza de la relación entre quien juzga y quien es juzgado. Um caso típico de perversión juzgadora ha sucedido muy recientemente en Guatemala donde el editor Raúl Figueroa Sarti de la casa F&G Editores ha sido condenado a un año de prisión conmutable a razón de 25 quetzales diarios y al pago de una multa de cincuenta mil quetzales, más las costas del proceso. ¿Cual fue el crimen de Raúl Figueroa? Haber publicado, a solicitud y con el conocimiento del autor, Mardo Arturo Escobar, una fotografía que fue insertada en un libro editado por F&G. De ese libro le fueron entregadas al ahora acusador algunos ejemplares. A los jueces no les importó nada que el propio Mardo Escobar hubiese reconocido que le había entregado voluntariamente una fotografía a Raúl Figueroa, al que le dio autorización verbal para usarla en una publicación. Sí les importó que el acusador fuese su colega: Mardo Arturo Escobar trabaja en el Cuarto Juicio de Sentencia Penal, siendo, por tanto, compañero de actividades de jueces, oficiales y magistrados… Pero este caso no es un simple episodio de baja corrupción. El acoso del que, desde hace dos años, ha sido objeto F&G Editores, se encuadra en la situación represiva que se está viviendo en Guatemala, donde el poder oficial está persiguiendo e intentando acallar las voces discordantes, ésas que, sin desánimo, siguen denunciando las violaciones de los Derechos Humanos en el país. Por lo visto, tenía razón aquel ya viejo juego de palabras entre Guatemala y Guatepeor. De los ciudadanos guatemaltecos se espera que el inocente juego no se transforme en triste realidad.



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13 de agosto de 2009
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V. ¿Y la ética revolucionaria?

Sólo antes de la transferencia de poder al gobierno de Violeta Chamorro, los títulos de reforma agraria vinieron a ser otorgados de manera completa, pero caótica, dando pie a un enredo descomunal en cuanto a los derechos de propiedad, entre antiguos y nuevos propietarios, que aún no termina de resolverse. Pero los campesinos, abandonados a su propia suerte, sin créditos ni recursos productivos, fueron vendiendo sus tierras a precios de remate a los antiguos propietarios, o a nuevos propietarios, voraces también, muchos de ellos surgidos de las filas del propio sandinismo.

Y la ética revolucionaria, ¿adónde fue entonces a parar? Junto con el caos en la distribución de tierras a los beneficiarios de la reforma agraria, se dio durante el período de transición un masivo reparto de bienes del estado, que favoreció a dirigentes y partidarios del Frente Sandinista en todos los niveles, la rapiña que llegó a ser conocida como "la piñata" y que venía a contradecir los principios éticos proclamados por la revolución. En todas partes de América Latina existen los corruptos, pero sólo en Nicaragua había habido una revolución.

Y peor que esa primera piñata fue la segunda, cuando el Frente Sandinista consintió en que el gobierno de Violeta Chamorro privatizara el grueso de los bienes y empresas estatales, a cambio de un 30% de esos bienes y empresas que pasarían a mano de los trabajadores, una operación que nunca se dio. Los verdaderos beneficiarios fueron líderes sindicales corruptos, que en su mayoría vendieron luego su participación, y dirigentes del propio Frente Sandinista, ahora parte de la elite de nuevos ricos de Nicaragua.

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12 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El hombre que amaba el enigma

En 1941 la Warner Brothers contrató a John Huston para que dirigiera una película basada en El tesoro de Sierra Madre, una novela que había tenido gran éxito en Europa y que por aquel entonces se estaba afianzando también en Estados Unidos. Como Huston, además del realizador tenía que ser el guionista, el autor de la novela, B. Traven, fue invitado a Hollywood para comentar el proyecto. Traven respondió a la productora que prefería que fuera John Huston quien viajara a México para conocer la atmósfera en que se situaba su obra. El ataque a Pearl Harbour, en noviembre de aquel mismo año, interrumpió provisionalmente el inicio de la película.

Tras la guerra, en 1946, se reiniciaron los contactos de modo que Huston se trasladó a Ciudad de México para conocer a Traven. Esperó una semana en el hotel donde debía producirse la cita sin que el novelista se presentara. Finalmente acudió a su encuentro un hombre delgado, de ojos azules, más bien bajo de estatura que respondía al nombre de Hal Croves, traductor de Acapulco. El desconocido le entregó al cineasta una carta de Traven en la que éste se disculpaba a causa de una enfermedad, al tiempo que concedía a Hal Croves toda su confianza para negociar no sólo los aspectos económicos sino también los creativos de aquella colaboración que debía culminar en el traslado del texto literario a la pantalla.

Así comenzó una relación extraña, entusiasta al principio y al final tempestuosa, en la que Huston, crecientemente interesado por averiguar la identidad del invisible Traven, intercambió numerosas cartas con Hal Croves, el representante de Traven a todos los efectos. Durante la filmación de El tesoro de Sierra Madre, a lo largo de 1947, Croves se presentó en San José Purúa, Michoacán y Tampico, los escenarios naturales en los que Huston trabajaba. Al parecer no estaba demasiado convencido con el guión. Tras la finalización de la película el desacuerdo fue total. Hal Croves escribió a la revista Life que John Huston no volvería a utilizar jamás una novela de Traven y, pese a la gran acogida que tuvo la película, acusó en Time al director de ser un "mal observador".

Naturalmente, pese a sus esfuerzos, John Huston nunca tuvo contacto con el autor de la novela, B. Traven, sino únicamente con Hal Croves. En cualquier caso el éxito de la película excitó la curiosidad del público norteamericano por averiguar la auténtica personalidad del novelista. Sin embargo esta curiosidad ya estaba por entonces bien consolidada en Europa, sobre todo en Alemania, y también en México. Nadie sabía exactamente quién era Traven a pesar de que sus libros, en especial El barco de los muertos y El tesoro de Sierra Madre, publicados originalmente en alemán en los años veinte, habían tenido una difusión extraordinaria. El propio B. Traven, desde la invisibilidad, había contribuido a fomentar la confusión de manera que ya en la época de la filmación realizada por Huston, además del enigma de su identidad, había un auténtico desconcierto sobre la lengua literaria del novelista. Para unos era el alemán; para otros, el inglés norteamericano. Al no indicar que se trataba de traducciones, sino de textos originales, Traven insinuaba que las ediciones norteamericanas e inglesas de sus obras recogían los textos que habían salido de su pluma, lo cual no dejaba de ser anómalo dado que en los años veinte, cuando irrumpió como autor en el panorama literario, todos sus libros aparecieron en alemán.

Paralelamente en la patria de adopción de B. Traven, en México, donde tenían lugar la mayoría de sus narraciones, el interés por descifrar la identidad del novelista se acrecentaba, singularmente tras hacerse públicas las tensiones ocurridas durante el rodaje de la película de Huston. Inalcanzable por el momento B. Traven los periodistas encontraron la pista de otro hombre que, como Hal Croves, era delgado, de baja estatura y ojos azules. Este hombre se llamaba Torsvan.

En plena polémica alrededor de la película de El tesoro de Sierra Madre, con Hal Croves contra John Huston por la traición intelectual a B. Traven, éste fue inequívocamente identificado con Torsvan por el periodista Luis Spota en un artículo publicado en la revista mexicana Mañana. El artículo de Spota, que había entrevistado repetidas veces a Torsvan en Acapulco, causó sensación porque aparentemente acababa con el enigma de B. Traven. De acuerdo con el periodista el verdadero nombre del escritor sería Traven Torsvan (o Traven Torsvan Croves, lo cual integraría al irascible Hal), un norteamericano nacido en Chicago en 1890. Torsvan habría aparecido en México en 1926 -paradójicamente el año de la publicación de El barco de los muertos en Alemania- y allí habría participado, en calidad de fotógrafo, en la expedición del arqueólogo Enrique Juan Palacios a Chiapas. B. Traven sería finalmente visible: norteamericano, con el inglés como lengua materna y viajero por el sur de México, como se refleja en las novelas.

Sin embargo Torsvan lo negó todo e incluso envió una carta al diario mexicano Hoy en la que rechazaba la tesis de Spota y proclamaba: "¡Yo no soy Traven!". Recuperada la invisibilidad B. Traven no se pronunció sobre el asunto, ni siquiera a través de su mensajero Hal Croves. En cualquier caso tanto Hal Croves como Torsvan eran hombres delgados, de baja estatura y con ojos azules, y cada vez había más adictos a la idea de que también B. Traven reunía estas características.

Hay un cuarto hombre implicado: se llama Ret Marut, un escritor anarquista y antibélico que en los años de la Primera Guerra Mundial y la inmediata posguerra publicaba un periódico radical, Der Ziegelbrenner (el horneador de ladrillos), enteramente escrito por él mismo. Marut era actor de teatro, agitador y alegaba haber nacido en Estados Unidos. Estuvo a punto de ser fusilado durante los acontecimientos revolucionarios de la primavera de 1919 en Múnich. A partir del último número de Der Ziegelbrenner, dos años después, sus huellas se desvanecieron, no sin que corriera la leyenda de que Ret Marut era un hijo ilegítimo del káiser Guillermo II.

Cuando aparecieron las primeras novelas de B. Traven varios críticos compararon el estilo y las ideas de éste con los de Ret Marut y en la década de 1960 Rolf Recknagel demostró con notable contundencia, a través de un exhaustivo análisis textual, que Ret Marut y B. Traven eran el mismo autor con dos nombres distintos y en dos etapas distintas de su vida. Y de hecho Ret Marut se esfumó en Europa por la misma época en que Torvsan hizo su aparición en México.

Ahora que se publica entre nosotros la nueva edición de El tesoro de Sierra Madre (Acantilado) no es ocioso recordar que, a pesar de todo nuestro empeño, B. Traven ha conseguido mantener su camuflaje y, en consecuencia, ese enigma que en su caso se convirtió en una verdadera razón de ser. Probablemente fue Ret Marut; probablemente fue Torsvan; probablemente fue Hal Croves. Pero nunca estaremos seguros.

En 1969 la prensa mexicana lamentó la muerte de B. Traven al morir Hal Croves. Las cenizas de Traven o de Croves, o de Torsvan, o de Marut, fueron dispersadas por la selva de Chiapas, el Estado tan amado por el autor y donde ocurrieron varias de sus aventuras novelescas. En el testamento, Traven (o Croves) había expresado su deseo de "volver a la selva". Algo así como cuando en el espléndido final de El tesoro de Sierra Madre el polvo de oro, alejándose de la codicia de los hombres, es empujado por el viento de regreso a la montaña.

El País,  09/05/2009



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12 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Michael Mann: una apreciación (6)

El domingo, mientras todas estas ideas en torno de Michael Mann daban vueltas en mi cabeza, A. O. Scott publicó un artículo en el New York Times al que tituló ‘Open Wide: Spoon-Fed Cinema’ (lo traduciré libremente como "Gran Estreno: Cine Papilla”), que de algún modo describe a la perfección el mundo donde el director de Public Enemies está haciendo cine.
    Scott evalúa el verano cinematográfico de USA (que en términos creativos y comerciales ya está virtualmente cerrado) y sostiene que nada lo sintetiza mejor que una imagen de Funny People de Judd Apatow donde se ve la cabeza de Adam Sandler superpuesta al cuerpo de un niño. ‘No concibo representación más incisiva de la imagen que Hollywood tiene de sí mismo, ni tampoco espejo más verdadero, más condenatorio para la audiencia”, dice Scott. “Pequeños paquetes berreantes e incontinentes, con mentes y bocas sucias –eso es en buena medida lo que los estudios piensan de nosotros”.
    “¿Qué clase de persona demanda constantemente algo nuevo y al mismo tiempo la misma cosa? Un niño, por supuesto”, reflexiona. “Los niños demandan sin cesar, es cierto; pero al mismo tiempo se los satisface con facilidad, y esta combinación de apetito y docilidad los convierte en el público ideal. Pero como el número de niños literales es limitado, tanto como sus ingresos y su capacidad de prestar atención, Hollywood tiene que encontrar nuevos. Y así es que los estudios han lanzado, con vigor e intensidad crecientes, un programa de infantilización masiva… Los juguetes, comics y personajes de ficción reconocibles son una apuesta más segura que las estrellas o directores conocidos –y más fáciles de controlar”.
    Los números son clarísimos, aunque en último término resulten engañosos. En el verano de USA, nada ha triunfado económicamente que no esté asociado a juguetes, comics o una franquicia probada como Harry Potter.     
    “Wolverine, el Capitán Kirk, Harry Potter, la fábrica de juguetes Hasbro —estas marcas, estos recursos de merchandising llevan chicos a los cines. Pero a los ejemplos de The Taking of Pelham 1 2 3, Public Enemies y quizás Funny People se los usa para decir que artistas como Denzel Washington, John Travolta, Michael Mann, Johnny Depp y Judd Apatow no ofrecen las mismas garantías. No importa que Public Enemies haya funcionado bien después de un arranque lento en la taquilla… La opinión pública siempre está contenta a la hora de ignorar esos matices”.
    Lo que Scott sugiere es que el estado de cosas no sólo es malo para la audiencia pensante, aquella que no prefiere comer papilla –esto es, comida predigerida. También es malísimo para los artistas, que se ven obligados a comparar sus obras con, por ejemplo, G.I. Joe: The Rise of Cobra, que el crítico de la Rolling Stone Peter Travers definió como “una estupidez de dimensiones galácticas, tan incoherente como impiadosa”… y que ya recaudó más de 55 millones de dólares en una semana.
    Las lecciones que se extraen de la lectura interesada de estas recaudaciones, dice Scott, “sirven convenientemente para reforzar un statu quo que limita cada vez más el riesgo, la originalidad y la inteligencia”.
    El ejemplo de Transformers: Revenge of the Fallen, sugiere, es elocuente. Según Scott, se trata de una película que “elimina toda posibilidad de reflexión y desactiva toda respuesta inteligente. Lo más interesante del film –más allá de los modelitos de Megan Fox, presumo- es que ya ganó casi 400 millones de dólares tan sólo en nuestro país”.
    Paradójicamente, la única película del verano del Hemisferio Norte que triunfó a pesar de tratar temas genuinamente adultos es, según Scott, Up, o sea la última de Pixar. “Trata sobre la pérdida, la frustración, la decepción… Si ustedes quieren hacer una película madura para público maduro, asegúrense de que sea de animación”.
    Quizás sea un consejo al que Michael Mann debería atender. Le ha tocado hacer cine en un momento muy poco agraciado. ¿Qué habría sido de John Ford o de Alfred Hitchcock si se los hubiese sometido a las demandas del ‘programa de infantilización masiva’ del que habla Scott? El hecho de que el cine de USA de hoy no llegue a la media docena de directores de gran nivel –además de Mann están Fincher, Paul Thomas Anderson y… um…- no es atribuible a la fatalidad, sino a la dificultad que los artistas de verdad encuentran para desarrollarse en semejante (nunca mejor dicho) mercado.
    Pero como no lo veo dirigiendo dibujitos animados, me limitaré a decir lo que estimo son sus verdaderas opciones. Puede seguir privilegiando la senda Melvin Purvis, como se le ha notado tanto en Public Enemies –que en este caso significaría decidirse a meter gente en los cines (casi) a cualquier precio, para no perder su trabajo a manos de, ugh, ¿Michael Bay?-, o emular al antihéroe Dillinger, lo cual entrañaría darle la espalda a la corporación hollywoodense y hacer lo que quiere y como quiere. En el peor de los casos moriría con la gloria que, hasta ahora, a Mann se le ha escapado siempre por un pelo.



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12 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Citas

La cita correcta es una fruta extraña. La mayoría de las citas son falsas. Pero la buena cita es un sortilegio. No es la autoridad, ni la intención, ni el sentido. Es sólo el encantamiento. Como los fuegos artificiales en la noche.

Pero la cita excelente es como una fruta desconocida y fresca, presta para llevársela por primera vez a la boca. El periodista debe recogerla directamente de labios de quien por primera vez la pronuncia. Y hacer con ella grandes titulares. Las citas ocultas son las mejores, porque nos permiten jugar dos veces. Primero a encontrarlas y luego a adivinar si el citador es un ladrón o un exquisito.



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12 de agosto de 2009
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