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La vuelta al mundo del antropoide

Sabemos que durante un millón de años nos condujimos con la sensatez de cualquier otro animal y las tribus humanas sólo se trasladaban por motivos razonables. La alimentación, la reproducción, la supervivencia, y punto. Se agotaban los recursos de un valle o aumentaba la prole, pues había que moverse. En consecuencia, si llegaba a nuestro valle una horda forastera huyendo del hambre (o de otra horda) y eran más fuertes, pues había que largarse. Y si no, quieto hasta ver.

    Se dice que quien inauguró los viajes poco claros fue Herodoto, inventor del turismo primitivo hace dos mil quinientos años. Parece que emprendió camino para indagar si los dioses griegos descendían de los dioses egipcios. Razón ya un poco refitolera, pero que podemos admitir pues, al fin y al cabo, el traslado por motivos religiosos y comerciales viene siendo el más común. Los islámicos acuden a La Meca desde los rincones más apartados del globo, como si no tuvieran nada mejor que hacer.

    Pero esta desazón que empujaba a los europeos a moverse sin tregua por motivos cada vez más caprichosos, se convirtió en una epidemia a partir del descubrimiento de América. Miles de occidentales comenzaron a subir a los más altos montes, sumergirse en todos los océanos, sudar por todos los desiertos, entrar en los pueblos más sosos, acopiar plantas, animales y minerales, bailes de muerto, boinas y guitarras. La dificultad de permanecer en casa se transformó en una ansiedad intolerable. Las excusas se fueron ampliando: la ciencia, pegar tiros, el oro, la fornicación, salir en la tele, fisgar como porteras, el tedio.

    La eficacia de la cultura occidental ha infectado con esta desazón a todas las poblaciones de la tierra. Son ahora cientos de millones los que se mueven como ardillas, aunque sea durante medio mes, buscando no se sabe qué. Es una industria, dicen, pero también lo es la venta de estampitas. Yo diría que se trata del ritual religioso más notable de una cultura que se ha librado de la tutela divina y sale de casa cuando le da la gana, casi siempre para matar el tiempo.

Artículo publicado el sábado 29 de agosto de 2009.

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7 de septiembre de 2009
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Cine o literatura

Como disyunción o como pregunta, esos dos términos acechan a todo escritor con veleidades fílmicas, sean pasivamente cinéfilas o sean más activas. El primer registro se ha hecho muy amplio desde los tiempos en que yo era un ‘joven turco' de la crítica especializada, rodeado de chicos todos en torno a los 20 años y todos poetas (entonces la crítica cinematográfica hecha por chicas era una entelequia, o como mucho un desideratum). Escritores cinéfilos ‘mayores' se contaban con los dedos de una sola extremidad, y los modelos literarios vivos que teníamos a mano no eran en absoluto proclives a esa operación de equidad estética que para nosotros resultaba natural: poner en el mismo altar del ‘walhalla' estético a Rilke y a Fritz Lang, a Montale y a Rosellini, a Proust y a Bresson, a Faulkner y a John Ford. Para nuestros maestros, Juan Benet, Gil de Biedma, Barral, García Hortelano, Claudio Rodríguez, la cinematografía era poco más que un arte aplicada, a la altura del diseño de muebles o la filatelia, y sólo el ‘western' despertaba (en Benet, sobre todo) una leve emoción épica, teñida de distanciamiento irónico.

   Hoy ya no es así, y los escritores, unos por cautela y otros sinceramente, conviven con el cine, cuentan con él en su repertorio imaginativo, van incluso asiduamente a las salas de exhibición, y nadie se escandaliza en una cena de novelistas (como a mí me pasó de adolescente) si se menciona con reverencia el nombre de un cineasta taiwanés o turco que acaba de estrenar una película tan buena o más que el último libro de Coetzee o Echenoz.

   Y luego está la segunda y más rebuscada categoría, a la que  -sin yo haberlo previsto en los treinta últimos años de mi vida- me veo ahora perteneciendo de modo creciente: la categoría del escritor que se acerca al cine con la intención de tomárselo tan a pecho que acaba haciéndolo él mismo, no ya como guionista sino como director. Estoy tranquilo, a ese respecto, cuando quedan sólo unos días para lo que antes se llamaba la primera vuelta de manivela de mi segunda película, porque también ahí tengo precedentes o contemporáneos de gran solvencia, que actúan como colchón (si no como inspiración) en el salto mortal que es siempre rodar con un amplio equipo de actores y técnicos. Pasolini (un guía siempre para mí, en todo lo que hizo), Cocteau, Genet, Edgar Neville, Robbe-Grillet, Marguerite Duras, Samuel Beckett, Susan Sontag, Gonzalo Suárez, Paul Auster. Algunos ejemplos, unos más persistentes tras la cámara que otros, de esta rara voluntad de no contraponer excluyentemente el cine a la literatura, que para ellos, y por tanto para mí, dejan de ser hermanos regañones o amantes furtivos, convirtiéndose en formas paralelas -aunque no similares- de contar historias.

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7 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Relatos autobiográficos

 

 

Relatos autobiográficos

Hubo una época en que la presencia de Thomas Bernhard en la vida pública era constante, cambiante, casi benéfica, porque la irrupción de una persona inteligente siempre resulta estimulante y por ende  benéfica. Como, de una manera u otra, todo el mundo lo estaba leyendo, o ya lo había leído, o tenía intención de hacerlo y sentía curiosidad y preguntaba, la imagen resultante de tal estado de agitación era enigmática.

                Más o menos todo el mundo coincidía en que era un tipo áspero, implacable consigo mismo y con los demás, y profundamente antipático. Por no decir amargo. Insolidario. Desarraigado. Y además blasfemo, pues no sólo abjuraba de sentimientos que muchos consideran indiscutibles porque constituyen en tanto que persona (por ejemplo de Salzsburgo, su ciudad natal, decía que era una enfermedad contagiosa e incurable) sino que negaba la posibilidad de inocencia incluso en la infancia. Y hasta ahí podíamos llegar. Pero basta releer el último de los presentes relatos autobiográficos, Un niño, para recordar que para Bernhard ni los niños están libres de culpa, por lo que tampoco hay posibilidad de salvación. Ni ellos ni nadie.

                Hasta aquí las quejas y reproches de sus lectores. Luego venían los elogios, casi siempre desmesurados. Hubo incluso algún escritor de postín que además de no tener  inconveniente en imitarle en sus tics de escritura tampoco lo tenía en reconocerlo públicamente, como si decirse lector y alumno aprovechado fuese su particular forma de homenaje al entonces recién fallecido escritor austriaco.

                Ahora, veinte años después de su muerte, Anagrama reúne en un solo volumen los cinco relatos autobiográficos que ya publicó en su día: El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño. Me apresuro a comunicar que, tras su lectura, no tengo ningún comunicado urgente que transmitir, ni una revelación escandalosa. Quizá, a lo más, una pequeña reflexión, que es esta: no es posible erigirse en conciencia moral sin sentir una profunda empatía por la vida y los seres que la habitan. Y Bernhard carece de ese sentimiento hasta límites asfixiantes. Analizando una por una las brutalidades que van brotando de su pluma es difícil acusarle de exagerado, mendaz o ventajista. Al revés. Uno más bien tiende a sentirse solidario con él. Al fin y al cabo, si la guerra (encima al estilo nazi) ha pulverizado tu infancia  y con ella el mundo que conociste al llegar; y si luego has ido a caer en las garras de unos educadores nacional católicos (en cierto modo muy similares a los nuestros, que el cielo confunda); y después te descubren una enfermedad pulmonar no mortal pero sí incurable, o sea, de por vida; y si a ello vas sumando lo demás,  tampoco es como para echarse las manos a la cabeza si a la hora de contar todo eso te sale un tono desabrido y nada risueño.

                Sin embargo, curiosamente, la concatenación de verdades que cuenta, el discurso considerado como un hecho literario, no da cuenta del mundo. Página a página la verdad que cuenta es incontrovertible: las cosas fueron así y así las transmite. Pero al cabo de 489 páginas, el mundo resultante es parcial, casuístico, irrepetible. Y por lo mismo, cuestionable.

                Entiendo la crítica a esta última afirmación: eso es lo que el abrumado lector quisiera creer porque preferiría que las cosas no fuesen así  en realidad. Pero con el diván hemos topado, y esa vía es tan estéril como tranquilizar la propia conciencia diciendo que, al asumir la desgracia infinita de la condición humana, Bernhard se hubiese puesto al abrigo del dolor (una especie de vacuna) que le permitió hablar continuamente del dolor sin que le doliese, de la misma forma que habla continuamente del suicidio sin que (al menos que se sepa) llegase a suicidarse nunca.

                O sea que volviendo a la literatura: aquí se habla de un libro de ficción que encima lleva incorporada una connotación autobiográfica: falsa autobiografía, dicen sus críticos, pues se ha demostrado que todo lo que en él se dice está manipulado. Faltaría más. Pero volvamos al motivo de la reflexión inicial: aceptando que ejerció una influencia decisiva en vida, ahora que lleva veinte años muerto ¿Bernhard ha quedado reducido a un fenómeno aislado en el pasado o continúa siendo una referencia para la generación actual?

                Todo hace pensar que no, que ya no es una referencia. Lo cual es una desgracia. Primero porque continúa siendo un escritor soberbio y con una poderosa capacidad de fabulación, como lo prueba el hecho de que cuenta cuentos (hemos quedado en que no hay autobiografía, que todo es ficción, ¿no?) capaces de acongojar al lector e igual que acongojas a un niño contándole un cuento de terror.  Y segundo porque todavía tiene mucho que enseñar, incluso desde sus errores. Pero que conste que leerlo sigue siendo un ejercicio de estilo durísimo.

 

 

 

Relatos autobiográficos

El origen, El sótano, El aliento, El frío, Un niño

Thomas Berhard

Anagrama



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7 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Don Quijote en Guantánamo

Tres son los autores más solicitados por los prisioneros que todavía permanecen recluidos todavía en el campo de detención de norteamericano de Guantánamo. La escritora británica J.K.Rowling, Miguel de Cervantes y Barack Obama, y los libros más leídos son la serie de Harry Potter, el Quijote y Sueños de mi padre, por este orden. Tan curiosa noticia la publica el diario árabe londinense Al Hayat, con la firma del periodista Besan Sheik, que cifra en 10.000 el número de títulos a disposición de los presos en la biblioteca de tan siniestra institución. Las lecturas clásicas de los musulmanes piadosos vienen detrás de estos tres más leídos, incluido El Corán.

Debo la noticia a Juan Cole, uno de los más bien informados y mejores blogueros norteamericanos sobre temas de política internacional y más concretamente Oriente Próximo, a quien sigo en tiwtter. Cole es historiador y profesor en la Universidad de Michigan y su conocimiento del árabe y del persa le da acceso a fuentes nada habituales en los medios occidentales. Ha mantenido posiciones muy críticas con Bush y criticado duramente la guerra de Irak y su política antiterrorista. Nacido en Alburquerque, Nuevo México, demuestra que no le falla la cultura hispánica cuando se pregunta si los presos de Guantánamo ?saben que Cervantes luchó en la segunda batalla de Lepanto en 1571 en la que la Liga Santa derrotó en el mar al Imperio Otomano, y que más tarde su barco fue capturado por los argelinos y pasó cinco años encarcelado y esclavizado en Argel antes de de ser rescatado?. Lo más sorprendente desde el punto de vista político es la admiración que suscita Barack Obama entre los presos por sus orígenes africanos y musulmanes, que cuenta más en su valoración del presidente que sus limitados esfuerzos por devolverles la libertad. Juan Cole no se olvida de contarnos en su blog que los presos de Guantánamo no pueden acceder libremente a la prensa, que les llega censurada de informaciones relacionadas con el terrorismo, para evitar que se inspiren en los males ejemplos. Con la información de Al Hayat sobre la biblioteca, se nos recuerda que son 229 los detenidos que permanecen en el limbo jurídico de Guantánamo, sobre cuya clausura adquirió un compromiso Barack Obama para el próximo 1 de enero. Sirva esta historia cervantina para subrayar la enorme decepción que se produciría en el mundo si Obama no cumpliera su palabra y nos encontráramos dentro de cuatro meses, en el segundo año de su presidencia, con la ominosa permanencia en Guantánamo de una mazmorra digna de los tiempos en que los piratas berberiscos mantenían a Miguel de Cervantes esclavizado. (Enlaces, con el blog de Juan Cole y Al Hayat en inglés).



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6 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Lejos de China?

 

 

 

Estoy en casa sin haber dejado Pekín. "Quien se aleja de su casa ya ha vuelto": como decía Borges en aquél poema que dedicó al I King, o I Ching, es decir al "El libro de las mutaciones". Por cierto el libro más antiguo que la humanidad ha conservado y que sigue ejerciendo su influencia en la poesía, el pensamiento o en la narrativa fantástica.

Sigo con la cabeza en ese país, en esa ciudad que todo lo mezcla, lo transforma, lo asume y lo hace suyo. Mantiene la fuerza de lo sombrío del pasado- del remoto y del cercano- y es capaz de adornarse de belleza para no dejar ver la convulsa belleza de los interiores. Ciudad de secretos, de murallas y de rascacielos. Ha cambiado sus colinas imperiales por edificios de la arquitectura de la posmodernidad. De callejones tan estrechos por dónde solo pasan los gatos o de plazas tan enormes capaces de acoger ejércitos enteros. Plaza por dónde pasó la historia por el lado más siniestro y por dónde sigue pasando la vida cada día de este país que produce terrores y ternuras. Lugares que recuerdan a aquél relato de Kafka sobre la edificación de la Muralla China. Kafkiana ciudad y sin embargo de dulzuras de sal, lugar de todas las agridulzuras. Y ahora mezcladas con un "dry martini" en algún bar abierto en algún "hutong" a la luz de la luna.

Hace días hablé del libro "Brothers" de Yu Hua, una novela que deben leer los amantes de la literatura y los que quieran saber más de China contemporánea y pasada. Mucho más dura que aquella hermosa narración de Dai Sijie, "Balzac y la joven costurera china". Hoy quiero recomendar una novela que estoy leyendo sobre ésta ciudad que me atrapó durante cinco días- que podían haber sido cincuenta y cinco o quinientos cincuenta y cinco o...- y también es el personaje de central de la novela de Ma Jian, "Pekín en coma". Otro escritor que conoció el país y sus miserias, que lo recorrió por trabajo y por placer, que ama y teme a la gente que gobierna en la ciudad, en el país. Mirada poética, mirada crítica, mirada amarga y dulce a una ciudad que todo lo permite y mucho prohíbe.

Ciudad capaz de llenar uno de sus grandes teatros porque uno de sus renovadores teatrales, Meng Jinghui, se enamora del Quijote y se empeña en trasladar al teatro esa obra casi inabarcable llamada "El Quijote". Un moderno almodovariano, un atrevido director capaz de hacer que el Caballero de la Triste Figura baile un rap, Sancho se mueva con un casco de moto o los del Toboso bailen el "Sevilla" de Miguel Bosé. Todo era posible en esa ciudad que culturalmente no está en coma sino todo lo contrario está sobre varios volcanes.

Comienza la realidad. Tendré que desengancharme de esa irrealidad que he llamado Pekín. ¿He vuelto?



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6 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Juan, Juan, Juan?

Se sentó a la mesa con Velasco Alvarado, Brezhnev le regaló una bicicleta, Fidel anunció su nacimiento durante un discurso en la Plaza de la Revolución y el propio Pinochet le hizo una limonada. Con esas peripecias vitales, es difícil terminar siendo una persona común. A quien le ocurría todo eso era a su vez un divertido hedonista, conversador nato, tolerante pertinaz y el peor guerrillero que uno pueda imaginarse. Se decantó por la trinchera del cubalibre, por las refriegas que ocurren sobre las camas y por los combates que se libran con el tenedor y la cuchara. Juan Juan Almeida rozó al poder y éste terminó por arañarlo, sin que le sirviera de mucho ser el hijo de un Comandante bajado de la Sierra Maestra. Su ascendencia fue más bien un agravante, pues le hicieron pagar el no estar a la altura épica que se esperaba de la prole de los ?héroes?. El entrenamiento militar, los estudios en la Unión Soviética e incluso las clases para formarse como agente de la Inteligencia cubana, le mostraron lo que se esconde bajo el antifaz de la utopía. De ahí que su libro ?Memorias de un guerrillero cubano desconocido? sea la narración de un testigo extravagante: alguien que se codeó con quienes nos llaman al sacrificio mientras llevan una vida de placeres y excesos. Al decir del autor, son esos que ?hablan como los de izquierda, piensan como los del centro y viven como los de derecha?. Este cuarentón regordete cojea de una pierna, pero salta con humor descarnado en cada página de sus memorias. Parece querer decirnos que desde el yate, las cacerías en los cayos y el vodka bien frío, nuestras dificultades cotidianas se ven tremendamente desdibujadas, lejanas y poco importantes. De una vida picaresca y colmada de viajes, pasa Juan Juan ?abruptamente? a la situación del hombre acusado y acosado. Una secuencia de interrogatorios, registros y detenciones le hacen experimentar lo que ha sido el día a día de los más críticos, de los opositores y de los disidentes en esta Isla. ?Memorias de un guerrillero?? es la historia de una caída, de un desplome que se cuenta sin rencor, más bien con desparpajo. Lo narra alguien que aprendió ?rápidamente? la acepción más extendida de la palabra ?guerrillero?, aquella que implica luchar por un status, matar por ciertas posesiones, mentir por quedarse en el poder. Como adelanto a quienes se interesen en el libro de Juan Juan Almeida ?publicado por la editorial Espuela de Plata? les copio aquí un fragmento: ?Yo soy sólo un ser humano que se crió y se formó entre corruptos, inmodestos y modernos corsarios que jugaron a ser estrictos, sencillos y guardianes del honor, pero olvidaron callar frente a los niños. Porque este niño creció admirando esos vicios heroicos y vandálicos que apologetizaron nuestros líderes haciéndome ver que el asalto a un cuartel, en un país con leyes, puede ser una cosa justa. Haciéndome ver que subvertir países con ideas extranjeras, usando métodos ilegales, era algo necesario. Haciéndome ver que los problemas del estado se solucionan más fácilmente si ahuyentamos a nuestros propios ciudadanos. Haciéndome ver que repudiar, desprestigiar, pisotear, golpear, escupir o encarcelar era una buena opción para aquellos que no piensan como el sistema exige. Haciéndome ver que el pueblo es una masa amorfa y lejana a la que se tiene en cuenta desde un estrado para elogiarla un poco, azuzarla otro tanto y luego regresar al aire acondicionado. Me hicieron ver tantas y tantas cosas que terminé confundido como millones de cubanos que no sabemos la diferencia exacta entre el bien y el mal.?



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6 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Comisión Europea sobre Google Books

Libros Google. Fuente: elpaís Hoy se vence el plazo para que los autores que no quieran ser digitalizados por Google digan "no". Lo que pretende hacer Google Books con la digitalización de libros no ha pasado desapercibido en EE.UU ni en Europa. Mientras algunos apoyan la prepotencia y el abuso de Google al digitalizar libros a diestra y siniestra como "señal de los nuevos tiempos", burlándose de los copyright, los países con leyes firmes empiezan a analizar esa pretensión buscando poner freno al monopolio que pretende Google. La extensa nota está en "El País":La Comisión Europea ha convocado el lunes en Bruselas una reunión para examinar en detalle el impacto de este intrincado mecanismo legal que supone la creación de un registro universal de obras. Mediante ese mecanismo se regularía el reparto a todo el mundo del dinero que generen las futuras ventas online. Cuánto de ese dinero acabaría en manos del gigante informático, y cuánto en las de los autores y editores. Por el momento el mecanismo está limitado a Estados Unidos. El plazo para que los autores y editores se autoexcluyan de dicho pacto vence hoy. En Europa, Alemania lleva la voz cantante entre los detractores. Berlín considera que el pacto es contrario a sus leyes y a las iniciativas públicas para crear bibliotecas digitales mundiales no comerciales, como es el caso de Europeana, el proyecto de digitalización europeo. "Esperamos que el tribunal rechace el acuerdo o que al menos retire del mismo a los autores y editores alemanes", declaró el martes la ministra germana de Justicia, Brigitte Zypries. Berlín ha dirigido un escrito al juez neoyorquino que instruye el caso. La reacción del Gobierno alemán se corresponde con el recelo que el acuerdo ha suscitado entre los intelectuales de aquel país, que el pasado mes de abril firmaron el llamado Manifiesto de Heidelberg. El Gobierno alemán ha sido el único hasta el momento en oponerse al acuerdo. Aunque en Francia, su Biblioteca Nacional, locomotora hasta la fecha de Europeana, ha sorprendido al respetable anunciando hace unos días su intención de cooperar con Google. El Gobierno francés se ha dado un plazo de dos meses para decidir si da su plácet a dicha colaboración. (...) En España el Gobierno... no sabe, no contesta. Tampoco se ha producido una movilización similar a la de los intelectuales alemanes. "No sé si por falta de interés. Quizá hay países donde están más organizados", señala por teléfono Magdalena Vintent, presidenta de la Federación Internacional de Entidades de Gestión de Derechos de Reproducción, que también dirige CEDRO, la rama española de dicha organización. Vintent, que acudirá a Bruselas, subraya que estos organismos están informando a sus socios (autores y editores) del contenido del acuerdo. También están tratando de garantizar que quienes quieran darse de baja o realizar ulteriores reclamaciones económicas puedan hacerlo. El responsable del buscador de libros de Google en España y Portugal, Luis Collado, insiste en que el pacto de Estados Unidos no supone exclusividad. "Cualquier otro particular puede firmar un acuerdo similar", señala. Collado subraya que es necesario separar lo que está ocurriendo en EE UU del proyecto general de Google para la digitalización de libros. "Son dos cosas distintas. La cuestión, en Europa, es qué hacer con todos esos libros que están fuera del ámbito comercial". No obstante, Google nunca ha negado su intención de extender a Europa el modelo estadounidense, si se dan las condiciones. El tira y afloja iniciado hace tiempo en EE UU (el gigante informático comenzó su gigantesca empresa hace cinco años) se ha convertido, más bien, en un "todos contra Google". La última empresa en unirse al coro de detractores del acuerdo es Amazon. Ese inmenso supermercado online ha presentado esta semana en los juzgados una petición para que el juez Denny Chin, que instruye el caso, detenga el acuerdo, porque lo considera "una versión en alta tecnología de esos pactos de desván de los que se nutren las pesadillas monopolísticas".Amazon, junto con los otros dos grandes rivales de Google en el mercado de las búsquedas online, Yahoo! y Microsoft, pertenece a la Open Book Alliance, una agrupación creada el mes pasado para canalizar la oposición a Google Book Search. A esa iniciativa se han ido uniendo todo tipo de entidades, desde la Asociación de Bibliotecas de Nueva York hasta la principal agrupación de escritores de ciencia-ficción, a la que pertenecen unos 1.500 autores. Hoy se cumple el plazo para presentar alegaciones en el caso que está valorando la juez Chin, que deberá decidir si le da la aprobación final al acuerdo. Google se ha comprometido a pagar 90 millones de euros a las editoriales a cambio de los derechos para escanear los libros. Según la propuesta, esa empresa ofrecería los libros escaneados de forma gratuita en bibliotecas y cobraría por el acceso completo a esos volúmenes en la Red, pagando un gran porcentaje de sus beneficios a los autores. Además, el pacto es no exclusivo, por lo que otras empresas podrían llegar a acuerdos similares. La Asociación de Escritores salió ayer en defensa de Google. En una carta abierta, criticó la "impresionante hipocresía" de Amazon, una empresa a la que le atribuye un control casi total y férreo del mercado de los libros en Internet. "Amazon no necesita preocuparse, de verdad: este acuerdo es sobre los libros que están fuera de impresión. Su control de la distribución online de libros en imprenta, desafortunadamente, parece garantizada".



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4 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El poder de lo real

El cuento de Lorrie Moore People Like That Are The Only People Here: Canonical Babbling in Peed Onk tuvo un derrotero extraño.

         Publicado por primera vez en enero de 1997 en el New Yorker, salió sin la tradicional aclaración que lo definía como ‘ficción’. (En el sitio de internet, sin embargo, se ocuparon de devolverlo a la categoría adecuada.) Dado que la historia es narrada por una mujer que, como Moore, es profesora y escritora, y tiene además -como ella tenía por entonces- un marido y un niño pequeño (los personajes de People Like That sólo son identificados por su función: la Madre, el Bebé, el Marido), asumir que se trataba de una historia autobiográfica y por ende de nonfiction era un salto obvio. La vividez con que Moore narra esa historia de visos terribles, que se inicia con el descubrimiento de un tumor de Wilms en el riñón del Bebé, hizo el resto. La historia está tan bien contada y es tan desgarradora, que asumir que Lorrie Moore pasó algo similar resulta lo más natural del mundo.

         En más de un sentido, la cuestión es secundaria. Que el hijo de Lorrie Moore haya atravesado o no un trance parecido no tiene relación directa con la excelencia del relato: si toda la gente pudiese contar sus historias personales con el arte de Moore, el mundo desbordaría de narradores eminentes –y eso está muy lejos de ocurrir, por cierto, aun cuando el mundo ofrece a diario una sobreabundancia de anécdotas dignas de un cuento.

         La confusión alrededor de su naturaleza no altera el hecho de que People Like That es uno de los grandes cuentos de Lorrie Moore: lleno de humor y de desesperación en las proporciones adecuadas para ponernos en contacto con lo que John Mayer llamaría the heart of life, el corazón de la vida. La mejor ficción, aun cuando participa de géneros claramente no realistas como el fantasy o la ciencia ficción, tiene esa propiedad de hacernos sentir que estamos recibiendo ya no una historia de la más pura imaginación, sino una verdad sobre la vida que está tan sólo a milímetros de una Revelación –así con mayúsculas, como en los textos religiosos.

         A veces pienso que tratar la cuestión ficción-no ficción dentro de lo estrictamente literario sería incurrir en reduccionismo. También hay no ficción y ficción en el contexto de nuestras vidas materiales. En estos días, las noticias de la muerte de un niño cercano y de la agonía de alguien a quien le profeso cariño y gran admiración modificaron el prisma con que suelo ver las cosas.

         El día de la presentación de Aquarium, sin ir más lejos, regresamos a casa en plena madrugada. A pesar de que todo había salido maravillosamente bien, de que la tecnología había hecho su parte y los actores su aporte generoso y de que la gente me había expresado su afecto en mil modos diferentes, nada me preparó para lo que sentí cuando entramos con sigilo en el dormitorio y Bruno se despertó.

         Estaba del más soleado de los humores. Reía a carcajadas y saltaba sobre la cama, haciendo un uso inmejorable de sus resortes. Nada más que eso –y nada menos.

         Riendo con él, pensé que no había sentido cosa más intensa en todo el día… ni más real.



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4 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hoy cumplo el doble de años que tenía en 1993, cuando empecé a hacerme cargo de mí misma y decidí irme de casa. Renuncié a la protección, a la comida caliente ?más bien a la broma de comida, porque era el peor momento del Período Especial-, al mínimo sustento económico que podían brindarme mis padres y al escudo que ellos conformaban entre la dureza de la calle y mis ilusiones adolescentes. Cargué con una jaula de pájaros, un montón de libros y con mi única muda de ropa para lanzarme sin red en busca de esa independencia, que aún hoy me obsesiona.

Este 4 de septiembre, habré pasado ya la mitad de la vida siendo responsable de mis acciones. En este tiempo, he aprendido a valorar la autonomía, a desconfiar de los subsidios y de todas esas ?dádivas? que constantemente nos echan en cara a los ciudadanos. Disfruté y padecí el tener que responder por lo que hacía y no poder resguardarme en la frase ?yo no sé, pregúntenle a mi mamá?. Después de muchos tropiezos, llegué a comprender que mi verdadero hogar tiene forma de Isla y que de ese, al menos, no pienso irme dando un portazo. Ya me marché una vez con mis pertenencias a cuesta, ahora ?que tengo el duplo de aquella edad- me toca quedarme. *Canción tema: “La vida es un divino guión”. Grupo Habana Abierta



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4 de septiembre de 2009
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Primorskiy Krai, ‘País del borde del mar’

"Y este terruño  ruso, que es ahora mi morada, acogerá nuestra muerte pero no lo rendiremos"|.Estas palabras de Sierguei Lazo  (1894-1020), héroe de la guerra civil que diezmó a Rusia en los años posteriores a la Revolución,  pueden leerse bajo el monumento a él erigido en una de las colinas que circundan la Zolotoy Rog, principal bahía de Vladivostok, sede de la estación marítima de la que zarpan los barcos a las islas circundantes de Russkiy o Popota y, en paralelo a la costa, al puerto limítrofe de Slavianka, base de la región que, en Khasan, tiene fronteras contiguas con China y la republica de Corea del Norte ( y dónde en 1938 el Ejército Rojo libro una decisiva batalla contra el militarismo japonés).

A veces en  el entorno de Vladivostok- el golfo Amursky, la bahía Uliss, la bahía Domid- el mar del Japón es extremadamente plácido,  y entonces en Zolotoy Rog las aguas  son tan estables como las de la laguna veneciana  en días serenos.  En los muelles de esta principal bahía anclan numerosos cargos así como, en permanencia, barcos de la armada rusa de un color profundamente oscuro.  Tras  estos barcos de guerra, junto a la Karavelnaya, avenida paralela al muelle,  se encuentra el Memorial  en honor de  los hijos de la región,  Primorskiy Krai,  País del borde  del mar,  caídos entre 1941 y 1945.

Se oye a veces en Vladivostok que la región nunca llegó a recuperarse del desequilibrio entre el número de hombres y mujeres provocado por las sucesivas  hecatombes,  guerra ruso- japonesa, primera guerra mundial, revolución, guerra civil rusa, segunda guerra mundial... En cualquier caso la tesis parece tremendamente apoyada por la interminable lista de hombres caídos en el último conflicto, lista que cubre por entero las  enormes  lápidas (con aproximadamente 1000 nombres cada una) que forman -verticalmente o en ángulo hacia el mar- secuencia a los pies de la capilla del apóstol Andrey Pervozvanny.

A  cincuenta metros de allí,  junto a una vía muerte de la cercana estación- término del ferrocarril transiberiano, hay una sobria evocación de lo comandantes que en 1905 fueron pioneros en la inmersión submarina en el océano pacífico y que fallecieron junto a la tripulación en la guerra ruso-japonesa, la cual es asimismo evocada en toda su generalidad en un monumento que se alza a media altura ya en la colina circundante.   

 

Quizás en ciudad alguna se hace presente como en Vladivostok  la memoria de los hombres, civiles o militares, caídos en el mar. En  la ciudad hay un "Cementerio Marino" tan conmovedor como los versos del mismo título de Valery y tan cargado de evocaciones tremendas como las de "Los grandes cementerios bajo la luna" de Georges Bernanos.

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4 de septiembre de 2009
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