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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El bautismo de 'Aquarium'

Para no dejar en ascuas a los que manifestaron su interés, todo salió bien ayer en la presentación de Aquarium. Como los actores involucrados son muy populares en la Argentina, la prensa sopló su vendaval. Pero una vez iniciada la presentación, la intensidad que ellos mismos aportaron en sus roles transformó el clima en uno íntimo, aquel que era adecuado para contar las vidas tan delicadas como preciosas que la novela pretende reflejar.

         Pablo Echarri asumió la voz del Narrador. Adrián Navarro interpretó a Ulises. Mónica Antonópulos fue Irit. Leo Sbaraglia fue el irrefrenable Ari Broitman. Juan Gil Navarro fue David Kaufman. Y last but not least, Alejandro Awada le brindó su humanidad a ese Morty para quien nada importa más que la amistad.

         Como las presentaciones se ven obligadas a ocurrir poco después de la salida de un libro, la mayor parte de la gente acude a ellas antes de haberlo leído. Como yo no quería abrumar al público hablando de un texto que les iba a resultar desconocido, preferí que los actores leyesen / representasen algunas escenas selectas, de modo que nadie se fuese de la presentación sin haberse enterarado de la historia que se cuenta, del clima que se busca, del tono general de la narración.

         Además mi hija Agustina editó un video con las fotos de mi amigo Pasqual Górriz, a quien conocí en Jerusalén en el año 2000 cuando ambos cubrimos la Intifada para la revista española Planeta Humano: imágenes que oscilan entre lo bello y lo desgarrador, en tanto narran la excepcionalidad de esos paisajes y el dolor del enfrentamiento que los torna casi inhabitables. Las fotos de Pasqual hicieron de telón de fondo, colaborando con el clima que buscábamos crear –ayudados, también, por las grabaciones del músico suizo Erik Truffaz que en su debido momento Pasqual me hizo conocer.

         En la locura general de la velada, seguramente ofendí a algunos a los que no pude prestarles la debida atención. A todos ellos, mis disculpas de corazón. En circunstancias como las del martes, uno hace más bien lo que puede y nunca lo que debe.

Aprovecho este instante de reflexión para agradecer a todos aquellos que colaboraron para que la presentación saliese tan bien: a Julia Saltzmann, Gabriela Franco y Augusto Di Marco de Alfaguara Argentina, que también figuran en los agradecimientos del libro. A Ezequiel Martínez y Paula Etchegoyen, de prensa de la editorial. A la gente de la librería Cúspide de Recoleta. A mi hija Agustina, que además de editar el video se encargó de alquilar los atriles y los plasmas donde se vieron las fotos y sufrió como una madre en ausencia del cable que siempre falta. A mi hija Milena, que colaboró con la musicalización. A Luis Andrade, que lo grabó todo.

         Muy especialmente a los actores, que son gente ocupadísima y aun así invirtieron un tiempo que fue mucho más allá de la lectura de ayer, dado que se tomaron el trabajo de leer el material y ensayar los textos en la tarde del lunes que suele ser su día de descanso: la pasión que le pusieron a la narración y a los personajes me hizo sentir indigno de semejante homenaje.

         Entre ellos muy especialmente a Adrián Navarro, que es parte esencial de la historia de Aquarium dado que me inspiró la historia de Ulises e Irit y escribió conmigo la adaptación cinematográfica de la novela: antes que nada, es un amigo de fierro.

         Y ahora sí, gracias a todos los que fueron y aportaron sus cuerpos y su emoción para que todo saliera como salió. Además de la gente conocida y amada estuvo Jane, a quien quizás conozcan del blog por su insistencia en reclamarme finales felices. Y la gente de Lamujerdemivida, una de mis revistas favoritas en el mundo entero. Y Martiniano y Rosana, que de tanto en tanto irrumpen por aquí con comentarios maravillosos. Y la legendaria Natu Poblet. Y el guionista Marcelo Camaño, que acaba de ganarse dos premios Martín Fierro –uno de ellos el de Oro- por la serie Vidas robadas. Y los escritores Elsa Drucaroff, Mariana Enríquez, Graciela Mochkofsky, Cristina Piña, Esther Cross, Fernando Cittadini, Diego Rojas, Juan Terranova, Alejandro Soifer y Leo Oyola, que aunque debía irse a trabajar se tomó el esfuerzo de presentarse temprano a saludar. E Isabel de Sebastián, una de mis cantantes preferidas y gran amiga desde hace años. Y la periodista Andrea Rabolini. Y Perla, una actriz israelí que no sé cómo supo de la existencia de Aquarium. Y el documentalista Coco Blaustein, siempre sosteniendo. Y la cineasta Sandra Gugliotta. Y la productora Margarita Gómez. Y por supuesto los amigos y la familia: mi hija más grande Oriana, mi padre, mis hermanos, mis cuñados, mis yernos, Zule Kompel, mi prima Ana, mi mujer Flavia y por supuesto Bruno, el benjamín. Hijo mío: ya has sido bautizado en las aguas procelosas del mundo literario… ¡Me hizo muy feliz tenerte cerca!

         El resto –ustedes incluidos- estuvo presente en espíritu: Mayté Bravo, Eduardo Varas, Valeria Sobel, Bisiesta, Rodrigo, Sara F…

         El cineasta Marcelo Piñeyro me envió un mensaje desde Madrid que conservaré para siempre.

         Y los amigos que no pudieron estar (el dictamen de la Corte Suprema despenalizando el consumo personal de marihuana y la renuncia del Fino Palacios a la policía de Buenos Aires fueron dos buenas noticias que retuvieron a algunos en las redacciones, como Cristian Alarcón y Eduardo Fabregat) enviaron sus plácemes por escrito: los cineastas Miguel Cohan y Nicolás Lidijover, la productora Vanessa Ragone, Patricio Zunini de la librería Eterna Cadencia…

         Si me olvido de alguien, por favor sepan disculpar. Estoy seguro de no haber tenido la oportunidad de registrar a todos los que estaban.

         Esta gente contribuyó para transformar algo que podría haber sido un trámite en una creación colectiva de un instante de belleza.

         Me hicieron muy feliz. Ojalá esté a la altura de tanta generosidad.



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26 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Jean Seberg, celos y envidia

 

 

 

De poca gente conocida he sentido tantos celos como de Ricardo Franco. De los desconocidos habría una lista muy larga. Y sentí esa mezcla de celos y envidia cuando me enteré que sus amores con Jean Seberg no fueron ni una invención, ni una alucinación. La historia comenzó en Madrid y tiene testigos, entre otros el amigo y vecino de estos territorios, Vicente Molina Foix.

La culpa la tuvo Madrid, la noche, las copas, un poco de jazz y la puñetera gracia que tenía el pequeño- en estatura- y muy seductor Ricardo Franco. ¡Se ligó a Jean Seberg! Y no era tan guapo como Carlos Fuentes, ni siquiera como su ex marido Romain Gary.

Era una mujer hermosa, complicada, bebedora, insegura, encantadora y fascinante en camiseta por las calles de París y dejándose seducir por Jean Paul Belmondo. Siempre será la americana de "A bout de souffle". Pero es, fue y será muchas más cosas, en el cine y en la vida-

Ahora surgen sospechas sobre su muerte, su posible suicidio, el acoso de la CIA o lo que sea, el caso es que murió demasiado pronto, demasiado imprevistamente, demasiado estúpidamente como cuando se mueren las personas que queremos, que admiramos. Siempre nos dejan con una pregunta sin responder.

A Jean Seberg-esa americana tan francesa- siempre la recordaremos como un claro e imposible objeto de deseo. Un deseo que se concretó en los amores con un amigo, con alguien que tomábamos algo más que unas cañas. Con alguien., ¡ay!, que también nos tocó despedir de manera inopinada e incomprensible. Han pasado años. Los recordamos. Ahora por un amigo. Siempre porque el cine que nos acompañó cuando entonces de vez en cuando lo sigue haciendo.

¡Como me gustaría haber pasado alguna noche con Jean Seberg!...La lista de los deseos incumplidos es larga, pero ella está muy destacada.

Me voy de viaje largo, pero vuelvo. Seguiremos soñando, teniendo que domesticar los celos y envidiando. En París, en China, en Galicia o en Portugal.



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26 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La masa "megapolitana"

Rafael Argullol: Creo que la multitud en Poe o en Baudelaire todavía tiene unas ciertas características de identidad propia.
Delfín Agudelo: Pensaría, de esta manera, que es precisamente el protagonismo de la calle, la manera como ésta actúa sobre la multitud y las distintas posibilidades que ella acarrea, el gran elemento coyuntural de dicha transformación. Ya desde mediados del siglo XIX la idea que contrapone a la multitud, el flâneur, se daba por obsoleta: ya él mismo formaba parte anónima de la masa.
R.A.: Exacto. Consiste en ese segundo estadio en que la multitud se convierte completamente en masa; es decir, que ya pierde todo perfil individualizador, como si perdiera toda el alma, y casi nos trasladamos al escenario urbano del primer tercio del siglo XX que acogerá los grandes totalitarismos, el nacional-socialismo, el estalinismo, y que desde el punto de vista literario dará lugar a una literatura como la de Kafka, puesto que el personaje de La metamorfosis no deja de ser el individuo en una época de hegemonía absoluta de la masa. Un individuo que no puede sostener su propia resistencia moral e individual, y se hunde y queda sometido en cierto modo a los engranajes que lo rodean. El gran poeta de la época en que la literatura recoge la transformación de la multitud en masa es precisamente Kafka, con todo su sentido de la para-realidad, de lo onírico, de lo absurdo. En general lo que en el siglo XX se llamó la literatura del absurdo, entre muchas otras cosas no dejaba de ser la imposibilidad del individuo en un momento de predominio de lo masivo. Pienso por ejemplo en los textos de Albert Camus, incluso en un texto como El extranjero, donde el acto gratuito, absurdo, se convierte en protagonista. Eso no sería posible sin que hubiera reinado ya el mundo de los grandes totalitarismos masivos. Pienso también en la gratuité y la absurdité de André Gide, donde también se refleja esto: por un lado la presencia de ese elemento absolutamente socavador de perfiles individuales que es la masa, y por el otro la dificultad de la resistencia individual a no ser que sea muchas veces a través de lo absurdo.
Me da la impresión que en la segunda mitad del siglo XX, y sobre todo a finales del siglo XX y principios del XXI, nos hemos trasladado a otro escenario, que sería el más genuino de la megápolis, en el cual ni siquiera la masa, la multitud-masa, interviene disciplinadamente en la calle como había sido bajo los totalitarismos, sino que esa multitud-masa se convierte fundamentalmente en masa a través de las conexiones de nuestros medios de comunicación y de nuestras pantallas. En nuestros días no hace falta que haya grandes manifestaciones de la masa en la calle para que la conciencia se comporte de una manera arbitrariamente masiva porque creo que la complicidad masiva en nuestra época se da desde los hogares individuales a través de las terminales infinitamente no repetidas de los medios de comunicación. En la época de Mussolini o Hitler, la masa era convocada a la calle y de alguna manera el poder de la masa se manifestaba visualmente a través de su presencia en la calle. Creo que nuestros días el poder de la masa ya no metropolitana, sino megapolitana, por así decirlo, se manifiesta precisamente a través de esa uniformidad de las conciencias, provocadas no por su asistencia masiva, sino por esa especie de uniformización que producen los terminales de los medios de comunicación.   



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26 de agosto de 2009
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VIII. La democracia no es canjeable

Nadie a estas alturas, cualquiera que sea su color político, cambiaría esa democracia ni por una dictadura militar de derecha, ni por otra de izquierda inspirada en la majestad omnímoda de un partido. Imperfecta como es, envilecida  desgraciadamente por la corrupción tantas veces sin castigo, y amenazada por el autoritarismo,  la democracia se ha vuelto insustituible.

Las figuras de Daniel Ortega, caudillo sandinista, y la de Arnoldo Alemán, caudillo liberal, oscurecen las perspectivas democráticas de Nicaragua porque conformen sus pactos vedan toda participación política que no sea la de sus propios partidos; y porque esos mismos pactos alimentan los repartos de poder, facilitan la manipulación de los tribunales de justicia, e impiden el desarrollo institucional, vienen a ser también responsables de la corrupción.

La perspectiva desgraciada es que hoy, Ortega pretende reformar la Constitución para reelegirse como presidente de manera indefinida, y para ello contará con el apoyo de Alemán.

La ambición de reelección por parte de Ortega, y el fraude electoral en las elecciones municipales del año pasado, que arrebató Managua y 3º importantes municipios más a la oposición, habla con claridad de cuál puede ser el futuro de la democracia en Nicaragua. Y lo mismo los embates para convertir a la Policía Nacional en un instrumento personal del poder de Ortega, de lo que se ha librado hasta ahora junto con el Ejército, instituciones que han sido de conducta ejemplar.

Por el momento, este Frente Sandinista de líderes envejecidos, aunque dueño de un respetable poder de convocatoria popular, ha dejado de encarnar cualquier idea de revolución. La revolución que llevó a empeñar su vida en acciones audaces a héroes anónimos como Manuel Salvador Gómez, "El Chirizo".

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26 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dos escritores

Se llaman Ramón Lobo y Enric González. Ejercen de periodistas y lo son de hecho, de lo mejor que se puede encontrar en las páginas de un periódico, aunque yo prefiero verlos como escritores, no porque establezca una jerarquía entre las dos profesiones, sino porque en la lectura de lo que escriben percibo emociones y defino sentimientos que, al menos en principio, son más naturalmente mostrables en una obra literaria de calidad. A Ramón Lobo ya llevo algunos años leyéndolo, Enric González es un descubrimiento reciente. Como corresponsal de guerra, Ramón tiene la superior cualidad de colocar cada palabra, en su exacta medida expresiva, sin retórica ni deslizamientos sensacionalistas, al servicio de lo que ve, oye y siente. Parece obvio, pero no lo es tanto, sólo es posible hacerlo con un dominio excepcionalmente seguro del idioma que se utiliza, y él lo tiene. De Enric González no era lector. Veía sus columnas en ?El País?, pero mi curiosidad no era lo bastante fuerte para hacerme integrar sus escritos en mi lectura habitual. Hasta el día en que me llegó a las manos su libro ?Historias de Nueva York?. La palabra deslumbramiento no es exagerada. Libros sobre ciudades son casi tantos como las estrellas en el cielo, pero, por lo que conozco, ninguno es como éste. Creía que conocía satisfactoriamente Manhattan y sus alrededores, pero la dimensión de mi equivocación se manifestó clara en las primeras páginas del libro. Pocas lecturas me han dado tanto placer en estos últimos años. Tómese este breve texto como un homenaje y una manifestación de gratitud para con dos excepcionales periodistas que son, al mismo tiempo, dos notables escritores.



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26 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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A la hora señalada

Hoy es un día especial para mí. Esta tarde presento mi novela Aquarium aquí en Buenos Aires, en la librería Cúspide del Village Recoleta. Por regla general estas cosas lo ponen a uno muy nervioso –tienen algo de parto, o de strip-tease delante del público equivocado-, y más cuando uno se aparta de la ruta convencional (charla con crítico-periodista-escritor amigo) para meterse en un berenjenal como el que yo diseñé para que no todo fuese tan fácil y poder sufrir un poco más, como le debo mi formación culposo-cristiana: un fondo de imágenes de Israel-Palestina tomadas por mi amigo, el fotógrafo mediterráneo Pasqual Gorriz, editadas en video como un sinfín, y un grupo de maravillosos actores leyendo / interpretando escenas del libro –Mónica Antonópulos, Alejandro Awada, Pablo Echarri, Adrián Navarro, Juan Gil Navarro, Leo Sbaraglia.

         Cuento todo esto antes del hecho porque se me ocurrió que, dado que internet y esta clase de blogs tienen tantos usos, bien podrían servir para pedirles que me deseen suerte –dado que la voy a necesitar…

         Gracias desde ya. Ojalá estuviesen aquí.



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25 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Reseñas: una confesión

Me di una vuelta por las librerías de Madrid en busca de alguna novedad interesante para reseñar. Volví a casa con tres libros: Inherent Vice (Jonathan Cape, 2009), de Thomas Pynchon; Por los tiempos de Clemente Colling (Ediciones del Viento, 2009), de Felisberto Hernández; La confesión (Beatriz Viterbo, 2009), de César Aira.

Comencé por Pynchon. El territorio de Inherent Vice era el de Vineland, una de mis novelas favoritas. La prosa era más prolija de lo esperado, había diálogos contundentes ("You are one crazy motherfucker." "How can you tell?" "I counted."), y el personaje principal era entrañable: Doc Sportello, un detective que, en la contracultura californiana de los setenta, andaba siempre drogado, tenía claras similitudes con el Dude de El gran Lebowsky. Pero yo viajaba a Barcelona, había amigos que ver, y Pynchon, incluso en su versión más liviana, requería de toda mi atención, así que llegué a la página 50 y me dije que volvería en otro momento a la novela.

Continué con Felisberto Hernández. Del maestro uruguayo admirado por Italo Calvino había leído hacía mucho los cuentos de Nadie encendía las lámparas. Me pareció curioso que en las librerías españolas coincidieran dos ediciones recientes de Colling; ¿había llegado la hora del redescubrimiento de Hernández? Podía ser.

Por los tiempos de Clemente Colling, publicado inicialmente en 1942, es una evocación del pianista ciego que fue profesor de piano de Hernández (el escritor vivía de dar conciertos). Me interesó la forma en que el escritor uruguayo mostraba que los recuerdos tenían algo de arbitrario ("Los recuerdos vienen, pero no se quedan quietos... Además, parece que protestaran contra la selección que de ellos pretende hacer la inteligencia. Y entonces reaparecen sorpresivamente, como pidiendo significaciones nuevas, o haciendo nuevas y fugaces burlas, o intencionando todo de otra manera"). No hubo muchos escritores proustianos durante la primera mitad del siglo veinte en América Latina; el Hernández de Colling venía a ser uno de ellos. Un Proust extraño, pasado por el tamiz de alguien que incluso en su tono más realista tenía algo fantástico: "Yo me echo vorazmente sobre el pasado pensando en el futuro, en cómo será la forma de estos recuerdos. Y eso será lo único distinto o diferente que me quedé del sentimiento de todos los días. El esfuerzo que haga por tomar los recuerdos y lanzarlos al futuro, será como algo que me mantenga en el aire mientras la muerte pase por la tierra".

Concluí que Colling no me daría para toda una columna, así que pasé a la última novela de Aira. La leí en el tren de regreso de Barcelona a Madrid. ¿Última? Por la forma en que publica el escritor argentino, ya debía ser la penúltima.

La confesión pertenece a las novelas meta de Aira, que reflexionan sobre el arte de la escritura y el relato. Aira contrapone dos escuelas, parodiadas en el texto: la elitista del conde Orlov, que narra como él (inicio realista, fin fantástico), y la del gaucho Don Aniceto, que narra en la escuela de un realismo que carga las tintas en torno a lo sucio y miserable. A lo largo de la confesión se pueden encontrar las reglas de Aira para narrar: "Para que una historia valiera la pena, debía haber algo que no se entendiera del todo"; "las extensiones relativas de las partes de un relato podían ser todo lo desproporcionadas; la imaginación y la inercia narrativa neutralizaban las desigualdades en la mente del oyente o lector".

Aira prefiere las "bellas asimetrías" del relato elitista, pero reconoce que aun sin ellas "un cuento podía entretener y entenderse". Como el conde Orlov y Don Aniceto pertenecen a la familia, alguien podría intentar una lectura simplista y alegórica de La confesión: aquí no hay jerarquías, hay espacio para todos en la gran casa del relato argentino. Pero, como suele ocurrir con Aira, no hay posibilidad de una resolución limpia, y los niveles de lectura proliferan.

Sí, Aira me daría tema suficiente para una columna. Debía reseñar La confesión.

(La Tercera, 24 de agosto 2009)



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25 de agosto de 2009
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Marcel Proust. Analectas (1)

Espejo verídico

 " Y pude verme como en el primer espejo verídico hasta entonces encontrado, en los ojos de los viejos, que en su opinión seguían siendo jóvenes, como yo lo seguía siendo en la mía, y que cuando me ponía a mi mismo, en espera de un desmentido, como ejemplo de viejo, no tenían en sus miradas, que me veían de una manera diferente a como se veían a sí mismos, pero coincidente con la mía sobre ellos, ni un solo rasgo de desacuerdo. Pues nosotros no veíamos nuestro propio aspecto, nuestras propias edades, sino que cada uno, como un espejo invertido, veía tan sólo el del otro."

Como en el reino vegetal

"En algunos ni siquiera los cabellos habían emblanquecido. Así pude reconocer al viejo mayordomo del príncipe de  Guermantes cuando vino a saludar al señor de la casa. Los pelos que erizaban tanto sus mejillas como su cráneo seguían siendo de un pelirrojo cercano al rosa y no cabía sospechar que eran resultado de un teñido, como en el caso de la  duquesa  de Guermantes. Y sin embargo no dejaba de parecer viejo. Se sentía tan sólo, que se dan entre los hombres, como en el reino vegetal...especies que no cambian a la llegada del invierno"

Estéril para la viña

 "Como los rasgos en los que se había grabado sino la juventud, al menos la belleza habían desaparecido en las mujeres, se preguntaban si con el rostro de que ahora disponían no cabría fabricarse una belleza nueva. Desplazando el centro, si no de gravedad al menos de perspectiva, de su cara, y componiendo en torno a ella  los rasgos   en conformidad  a otra idea, se iniciaban a los cincuenta años en una nueva suerte de belleza, como se adopta ya tardíamente un nuevo oficio, o como a una tierra que ya nada vale tratándose de viñedos se la reconvierte para la producción de remolachas. En torno a estos nuevos rasgos se hacía florecer una nueva juventud..."

La renuncia

 "Lo que había comenzado para ella-sólo que antes de cuando acontece habitualmente- es la gran renuncia de la vejez que se prepara para la muerte, se envuelve en su crisálida, lo cual es observable hacia el final de las vidas que se prolongan hasta muy tarde, incluso entre los viejos amantes que más se han querido, entre los amigos unidos por los lazos más espirituales, y que a partir de un cierto año dejan de hacer el viaje o la salida necesaria para verse, cesan de escribirse y saben que en este mundo nunca más volverán a comunicarse"

Ha de crecer la hierba

 

"Victor Hugo dice : Ha de crecer la hierba y han de morir los niños (Il faut que l'herbe pousse et que les enfants meurent)...Yo digo que la ley cruel  del arte es que los seres mueran y que muramos nosotros asimismo, apurando todo sufrimiento, a fin de que crezca la hierba no del olvido sino de la vida eterna, la hierba vigorosa de las obras fecundas, sobre la cual las generaciones, indiferentes a los que bajo la hierba reposan, vendrán a realizar su merienda campestre."

 

 El libro

 "...soportado como una fatiga, aceptado como una regla, construido como una iglesia, seguido como un régimen, vencido como un obstáculo, conquistado como una amistad,  sobrealimentado como  un niño, creado como un mundo...

...Un acto de creación en el que nadie puede sustituirnos, ni siquiera colaborar con nosotros.  Por ello, ¡cuántos eluden el escribirlo! ¿Qué tarea no están dispuestos a asumir, con tal de escapar a ésta? Cada acontecimiento, ya sea el affaire Dreyfus, ya sea la guerra, proporciona la excusa oportuna para no descifrar dicho li­bro. Pretendían asegurar el triunfo del Derecho y la justi­cia, rehacer la unidad moral de la nación... se trataba sólo de excusas... excusas que en el arte no constan, pues en éste las intenciones no cuentan... el arte, lo más absolutamente real, la escuela más sobria de vida y el verdadero Juicio Fi­nal."

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25 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pierre Michon, un hombre que llora

 

 

 

Hace años, una vez más gracias al querido Jordi Herralde, leemos en español a Pierre Michon sin duda uno de los más grandes escritores contemporáneos. Quizá deberíamos decir extemporáneos porque Michon, como pocos, como los mejores, pertenece a la estirpe de los que escriben desde su tiempo pero sin estar sometidos por las circunstancias. Los libros de Michon suceden en tiempos pretéritos, en el pasado remoto o cercano, pero a la vez son cercanos. Absolutamente contemporáneos. Da igual que sean monjes medievales, emperadores, soldados bárbaros, Van Gogh, Goya, Rimbaud o cualquier minúscula vida en la decadencia del Imperio Romano.

Los libros deMichon desde "Vidas minúsculas" hasta este último "Mitologías de invierno/ El emperador de occidente"- esta vez publicado por la querida Diana Zaforteza en Alfabia- son tan cercanos porque son verdaderos. Verdaderos como lo son sus protagonistas. Personajes pasionales. Personajes contradictorios, seres fuertes o desvalidos. Seres humanos capaces de querer, odiar, sufrir, llorar o gozar. Seres humanos que reconocemos. Fue muy interesante la entrevista que "Babelia" publicó el sábado de éste hombre tan solitario, tan ajeno a los medios, el escritor Fajardo nos acercó a ese hombre atemporal capaz de no disimular sus sentimientos: "lo que Faulkner y Borges tienen en común para mí, es la capacidad de hacerme llorar como una muchacha. No sé por qué. Hay algo en ellos que me emociona hasta ese extremo"

No es habitual oír éstas confesiones en un escritor, menos en uno tan poco dado a mostrarse. Excelentes las fotos de Mordzinski que enseñan la cara, el rostro de éste hombre que- como señala Jesús Ferrero- es de los que piensan que "la vida es una farsa sostenida entre todos". Prometo que a la vuelta de mis vacaciones añadiré fotos.

Entre mis libros del verano estaba- no por casualidad-uno de Michon, "Señores y sirvientes". Un libro que se "inventó" Herralde al unir textos de Michon que sobre fragmentos de vidas de pintores que se habían publicado de manera dispersa. Ese libro viajó conmigo por el deseo de volver a Michon después de haber leído "Mitologías de invierno". Hay libros, hay autores que no pasan de moda porque no están de moda. Que no se olvidan porque se nos graban en el lugar dónde habitan las emociones.

Fragmentos de vidas, personajes periféricos como ese amigo y vecino de Van Gogh, el factor Roulin. Un impresionante retrato literario de éste hombre barbudo que conocemos por la pintura de Van Gogh

"...Y de ahí tomó una vida interior que le sirvió para casarse con Agustine y preñarla, y para arrullar y echar broncas a Armand, a Camilla y a Marcelle, nacidos de Agustine, y para tener un jardincillo donde binar lechugas. Y le proporcionó una pizca de apariencia, pues, en este mundo, no basta con ser factor, o almacenista; como si ya la cosa en sí no fuese bastante agotadora, encima hay que ser un factor rojo o blanco, y tener ideas y ese cajón de sastre de azares, comportamientos y palabras trilladas que se denomina carácter; hacen falta esas menudencias para no beberse a solas los ajenjos en una taberna de las afueras de Arlés y lo señalen a uno con el dedo y vaya a parar al arroyo..."

La literatura, también, sirve para no ser ese que bebe a solas los ajenjos.



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25 de agosto de 2009
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Ya somos el olvido que seremos

Hace más de veinte años, el 25 de agosto de 1987, Héctor Abad acudía para identificar el cadáver de su padre antes del levantamiento. Lo habían asesinado en Medellín. Al vaciar los bolsillos encontró un poema escrito a mano y con las iniciales JLB. Ocupado durante meses con la indagación policial, Abad no entregó el poema al diario "El Espectador" hasta noviembre y allí se publicó firmado por Jorge Luis Borges. El poema, sin embargo, no aparecía en las Obras Completas y los especialistas acusaron a Abad de falsario. Debo resumir de un modo brutal una historia bella y detectivesca.

El caso es que no se resignó. No le angustiaba la acusación de los borgianos, sino la memoria de su padre. Aquel poema había sido lo último que pudo leer y era un poema sobre la certeza de una muerte próxima. Como si el poema anunciara lo que le iba a suceder. De modo que Abad comenzó una pesquisa que le llevó años, visitas a dos continentes, cientos de cartas, correos electrónicos, entrevistas. La autoría del poema era, además, una cuestión de honor porque Abad lo había hecho grabar en la tumba de su padre con el título de "Epitafio".

¿Quién había escrito aquel poema profético y fatídico? En su búsqueda topó con personajes de novela negra, como Harold Alvarado Tenorio, quien aseguraba haberlo escrito él plagiando a Borges. O con la aborrecida viuda de Borges, María Kodama, uno de esos herederos que se apropian del Gran Muerto como si fuera su finca. Kodama, como siempre, negó por completo la autoría de Borges si no había dinero de por medio. O el encantador Jean Dominique Rey, que le proporcionó la pista más firme. Y el no menos delicioso pintor Guillermo Roux, que cerró el caso con un regalo inesperado.

Ahora, y justamente porque Kodama dice que no es de Borges, Abad lo ha podido publicar sin miedo a la denuncia. Y no viene solo. Está en la excelente revista hispano-mexicana Letras Libres de agosto. Cinco poemas y una historia novelesca sobre el amor a la poesía, el respeto filial y la pasión precisa para desenterrar bellos poemas. El primer verso lo tienen en el título. Borges sabía que le quedaban pocos meses de vida.

Artículo publicado el sábado 8 de agosto.

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25 de agosto de 2009
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