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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Onetti en el convento

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a uno de los encuentros más originales de todos los que se han realizado este año para conmemorar el centenario de Juan Carlos Onetti. Un grupo de escritores, periodistas y críticos nos reunimos en el convento de San Benito, en Alcántara, una población extremeña a quince kilómetros de Portugal. ¿Onetti en el convento? Sí, se trataba de la sede de la fundación que auspiciaba el encuentro, pero no era motivo suficiente. El último día, sin embargo, conocimos la iglesia del convento, dejada a medias en el siglo XVI debido a que el rey requirió los servicios del arquitecto para la construcción del palacio de El Escorial, y entendimos que había algo de justicia poética en que estuviéramos allí celebrando al escritor uruguayo. Onetti era el gran escritor de los proyectos fallidos, y se hubiera sentido muy a gusto en ese convento majestuoso con una iglesia a medio hacer.

El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez habló de Onetti como un adelantado. Recordó un artículo de García Márquez, publicado en 1954, en el que señalaba que Joyce, Woolf y Faulkner eran los escritores necesarios para la renovación de la literatura latinoamericana; el artículo no mencionaba que ya en la década del treinta Onetti los había leído y procesado. La renovación estaba en marcha sin que Gabo lo supiera, y se había iniciado en 1939 con la publicación de El pozo, primera novela de Onetti. A esto, el escritor uruguayo Rafael Courtoisie, uno de los que más sabe sobre Onetti -tiene anécdotas para todas las ocasiones--, añadió otras influencias en la obra del inventor de Santa María: Arlt y Dos Passos. Esas primeras influencias están en las novelas fallidas de esta época -Tiempo de abrazar y Tierra de nadie--, pero Dos Passos desaparecerá pronto para dar paso a Faulkner. Arlt, en cambio, seguirá presente, y será clave para que Onetti desarrolle ese estilo que Vargas Llosa llama "crapuloso" (el narrador insulta a los personajes con frecuencia y provoca al lector mostrándole lo más deleznable de la condición humana).

La grandeza de un escritor se mide por su capacidad de permitir lecturas disímiles de su obra. Los dos días en el convento mostraron que hoy son muchos los Onetti que interesan. El peruano Santiago Roncagliolo prefiere al escritor apolítico y antiépico, autor de textos intimistas y perversos como Los adioses; ese Onetti está presente hoy en películas como Whisky y La ciénaga. El chileno Carlos Franz articula una lectura político-económica y se queda con el Onetti de El astillero y Juntacadáveres, el de los fracasados sueños de progreso ("toda Latinoamérica como un gigantesco astillero astillado, en ruinas... La empresa de la modernidad la corrompemos o bien nos viene ya corrupta-como el prostíbulo de Juntacadáveres", ha escrito Franz en un brillante artículo sobre Santa María). Yo estuve alguna vez con el Onetti existencialista y nihilista de "Bienvenido, Bob" y "El infierno tan temido", y ahora me deslumbro con un autor tan contemporáneo que en 1950, con La vida breve, se anticipaba a todos esos escritores posmo que décadas después inventarían ficciones muy conscientes de ser ficciones (el publicista Brausen inventa en su cabeza la ciudad de Santa María y luego se va a vivir allí).

Courtuoisie recordó al autor mítico de las mil anécdotas; el que alguna vez, luego de leer un relato de Cortázar ("El perseguidor"), entró al baño del piso en el que vivía y rompió un espejo de un puñetazo; a Onetti le hubiera gustado escribir ese texto. Juan Cruz y Roncagliolo coincidieron: estar en Montevideo es como visitar una versión fantasmal de Santa María. Como en un cuento de Borges, las ficciones de Onetti se van imponiendo sobre la realidad, e incluso un convento español perdido en la frontera con Portugal nos remite a sus páginas.

La Tercera, 21 de septiembre 2009



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21 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El futuro ya llegó

Lo más sorprendente de la entrega de los Emmy, esto es los premios a la TV de los Estados Unidos que fueron entregados anoche en Los Angeles, fue que todo el mundo involucrado coincidiese en el diagnóstico de que, más temprano que tarde, la TV tal como la conocemos ya no existirá más.

         Esto puede pescar mal parados a ciertos espectadores, en especial a aquellos que como yo le agradecen a diario a HBO, AMC y a algún otro canal por hacer nuestra vida más interesante ahora que Hollywood ha muerto y el resto del cine está en coma. ¿Cómo es posible que en plena Edad de Oro de la TV, la era de Mad Men y de Breaking Bad, de True Blood y de Weeds, alguien nos diga que estos días están contados?

         Si la TV que ya no existirá fuese la Argentina que conocemos, yo saldría a la calle a celebrar. Salvo contadísimas excepciones (¡Dios preserve a Capusotto por muchos años!), la TV argentina está viviendo su Edad de Plomo (Rediviva): en los cuarenta y pico de años que llevo viéndola, nunca ha estado peor.

         Pero lo que está amenazado no es el estercolero nacional, sino el formato todo, de aire y de cable, y en el mundo entero. Lo que está en cuestión son los Prime Suspect, los The Sopranos del futuro.

         Si los mejores momentos de la entrega del Emmy sirven como indicación, la suerte está echada. El musical de apertura a cargo de Neil Patrick Harris fue una humorada en la que prácticamente se le rogaba a los espectadores que no apagasen la TV. Y el sketch tomado del programa que Joss Whedon (Buffy the Vampire Slayer, Firefly, Dollhouse) concibió para internet bajo el título de Dr. Horrible’s Sing-Along Blog (protagonizado nuevamente por Neil Patrick Harris, con Nathan Fillion como Captain Hammer), confirmó precisamente lo que todos temen: que en un futuro tan cercano que ya ha comenzado, los programas de TV no serán vistos en la TV, sino en esta misma pantalla donde ahora me están leyendo –o incluso en las más diminutas de sus teléfonos favoritos.

         Temblar o lamentarse por anticipado no tiene sentido, como no lo tuvo cuando la TV irrumpió y Hollywood se rasgó las vestiduras. (Más le valdría rasgárselas ahora, que está hundiendo al cine por sus propios desméritos.) La TV sobrevivirá, aunque transformada, del mismo modo en que el cine se transformó bajo su influjo. La verdad incuestionable es que internet está modificando nuestra vida a velocidad ultrasónica. Ya está alterando en los hechos la forma en que recibimos la narrativa audiovisual, a pesar de que todavía la calidad del material es más que cuestionable: ¡cuánto más lo hará cuando obtengamos un standard de calidad aceptable! De aquí en más, la forma en que se concibe y se produce un relato audiovisual se amoldará cada vez más a las demandas y excelencias de este medio al que todos, para qué negarlo, nos hemos hecho adictos.

         La frase el futuro está al alcance de nuestras manos nunca pudo ser interpretada de manera más literal que hoy.

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21 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los personajes de la novela (II)

  Qué es lo que diferencia a un personaje de un relato corto de un personaje de una novela? Probablemente poco, dirán algunos, ya que en ambos casos son creaciones de un narrador que responden a las exigencias de la historia tanto como a su propia capacidad de persuasión. Y en principio quienes esto afirman están en lo cierto. Primero: Un personaje cumple un "destino" marcado por el narrador y su vida se agota en las páginas que se le asignan. Y segundo: Un personaje sólo tendrá vigor cuando su actuación en el texto se admita sin objeciones por parte del lector, es decir, mientras no disuelva ese "sueño vívido y contínuo" del que habla John Gardner al referirse al atributo principal de la ficción.

Pero detrás de esta verdad más o menos evidente se esconden algunas diferencias que tienen que ver con el rango de espacio y de tiempo en el que se mueve un personaje de cuento o relato corto, muy distinto al del personaje de una novela. Digamos que el personaje de una ficción breve (intensa, de pocas páginas, con una sola trama, etc) es como una persona que conocemos en una fiesta o en un viaje, por ejemplo en el breve tiempo que dura nuestro trayecto en tren o en avión. E intuímos que, por lo poco que se nos ha dado a conocer de esa persona, esta resulta sumamente interesante, aunque nosotros sólo hayamos podido atisbar algunas hebras de esa vida interesante, más vislumbrada que vista. Un personaje de cuento es así: por escasas páginas que le concedamos, es tridimensional y tiene "vida", pero el narrador se limita a mostrar lo que interesa exclusivamente para el recorrido de la anécdota. Lo demás siempre sobra...aunque el narrador lo sepa. Es más: lo tiene que saber.

El personaje de una novela es igual de rico y lleno de vida, pero de él conocemos todo o casi todo, lo bueno, lo malo, lo ocioso y lo provechoso, lo íntimo y lo público: es como una persona que aparece en nuestra vida y poco a poco, con el correr de los años, se va volviendo primero alguien cotidiano, anejo a nuestra rutina, y después familiar e incluso íntimo. Porque el recorrido de la novela requiere muchas páginas, el narrador sabe que tiene que dosificar la aparición de sus personajes principales para que estos ganen la confianza del lector y se le vuelvan -en el trayecto que una novela inicia en sus primeras páginas- familiares e incluso íntimos. Nunca se presentan con todas sus características de golpe. Se nos van desvelando página a página. Y también, qué duda cabe, guardan secretos.



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21 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El invierno liberal toca a su fin

Los grandes partidos están preparados para el verano del poder y para el invierno de la oposición. Cuando pierden el Gobierno utilizan el descanso obligado impuesto por los votantes para cargar las pilas y tomar carrerilla para ganar la siguiente partida. Es lo que han hecho los liberales alemanes, que han tenido que soportar 11 años en la oposición, primero frente a la coalición roja y verde de Gerhard Schröder y luego frente a la Gran Coalición negra y roja de Angela Merkel, aunque sin tener hábito alguno, pues se habían sentado prácticamente en todos los Gobiernos desde la fundación de la República Federal de Alemania. Salvo cinco años en que les descabalgó la mayoría abrumadora de Adenauer, el FDP ha gobernado con los democristianos de la CDU-CSU y con los socialdemócratas del SDP hasta 1998. Con una presencia marcada por una especialidad liberal que es ya una tradición difícilmente eludible: la cartera de Asuntos Exteriores.

Los liberales alemanes no se cansan de recordar que ningún otro partido ha tenido más responsabilidades de gobierno en la historia de la República Federal. Dos liberales, Theodor Heuss, del 49 al 58 y Walter Scheel, del 74 al 79, han ocupado la más alta magistratura representativa, aunque sin poder ejecutivo alguno, que es la presidencia de la República. Y sin alcanzar ni siquiera el 13%, han sido la tercera fuerza durante décadas, hasta la caída del Muro, momento en que empezó a complicarse la competencia para el tercer puesto en el podio, primero con Los Verdes y más tarde con Die Linke (La Izquierda en la que se fusionan los socialdemócratas desengañados de Lafontaine con los ex comunistas del Este). Ahora mismo están en cinco Gobiernos regionales y pronto estarán en un sexto, Sajonia, donde hubo elecciones el 30 de agosto. Pero su aspiración es entrar en el Gobierno federal de Angela Merkel, en una fórmula conservadora-liberal, y en ninguno de los casos con Frank-Walter Steinmeier, en una coalición semáforo (rojo socialdemócrata, verde ecologista y amarillo liberal). La actitud liberal tiene su exacta correspondencia en la apuesta simétrica de Merkel por la coalición con Guido Westerwelle, presidente del FDP. Ni el uno ni la otra quieren saber nada de los socialdemócratas, a los que presentan como responsables de todo lo que no funciona. Pero el monopolio de la oposición es entero del jefe del partido más institucional de la República, lo que le permite incluso una radicalidad en sus críticas a los Gobiernos pasados que ningún otro partido está autorizado a formular. Todos se han comprometido en un momento u otro con las políticas vigentes, a excepción de Die Linke, fuerza todavía maldita, pero condenada a pactar algún día con verdes y socialdemócratas para que la izquierda alcance de nuevo la mayoría federal. Los liberales son esta vez el partido que propone el cambio y una mayoría nueva, que quiere decir sin socialdemócratas. La travesía del desierto no ha sido fácil. Guido Westerwelle ha fracasado en dos elecciones consecutivas, aunque en cada una de ellas ha mejorado los resultados de la anterior: en 2002 pasaron del 6,2% al 7,4% y en 2005, cuando empezaba a tener aspiraciones, al 9,6%. El mejor dato jamás obtenido en un sondeo, este pasado invierno, les llegó a dar el 18%, coincidiendo con el momento de máxima ebullición de las políticas de intervención del Estado en la economía para atajar la crisis. La nave liberal quiere aprovechar el viento que sopla hacia la izquierda para hacer un giro hacia la derecha. Nadie más tiene esta oportunidad ni ocupa este lugar privilegiado. Su apuesta, fundamentalmente fiscal y social, es muy clásica -menos impuestos, un mercado laboral más flexible y un Estado menos intervencionista y más ligero- y quiere mantener y quizás incrementar la energía nuclear. Todo esto conviene a la CDU-CSU. Pero hay capítulos que les servirían para pactar con las distintas izquierdas. En costumbres, por ejemplo, es difícil ser más moderno y progre. Pocos partidos defienden mejor la lucha contra la censura en Internet. Pero no hay duda de que con quien mejor liga su dirigente es con Angela Merkel, con la que tiene una excelente relación personal. En la fiesta del 50 cumpleaños de quien todavía no era la canciller, Westerwelle dio la campanada de presentar a su pareja, un hombre seis años más joven que él. Los titulares de Exteriores han llegado en algunos momentos a eclipsar al canciller en su protagonismo en la escena internacional. Veremos ahora si este liberal brillante, moderno y a veces algo demagogo, también intenta hacerlo con Merkel. Está por ver que no prefiera un superministerio económico y financiero. Casi se olvidó de la política exterior ayer en su discurso, todo dedicado a los asuntos domésticos. A fin de cuentas, en política exterior hay consenso incluso con socialdemócratas y verdes y es donde Merkel ha asentado mejor su prestigio en sus primeros cuatro años.



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21 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las Visperas Sicilianas

Quienes opinan que un libro de historia debería leerse como no importa qué obra literaria tienen en sir Steven Runciman un magnífico valedor. Quienes afirman que, además de la historia, deberían leerse como obras literarias la filosofía, la antropología o incluso la botánica, pueden esgrimir en defensa de su pretensión los nombres de Platón (Diálogos), Lévi-Strauss (Tristes trópicos) o Pius Font Quer (El Dioscórides renovado). Pero podrían sacarse numerosos ejemplos más en apoyo de los lectores abiertos a cualquier tema pero que exigen una buena prosa.

                Porque ése es justamente el problema: si el autor sabe de lo que habla, sea cual sea la disciplina que profese, fantástico. Pero el requisito indispensable para justificar el ajusticiamiento del árbol proveedor del papel donde quedará impresa, la obra en cuestión debiera mostrar una escritura de una calidad equivalente al valor del árbol. Como mínimo. Y no creo descubrir nada si digo que eso es algo que pocas veces pasa. O sea que cuántos árboles se salvarían si alguien aplicase con un mínimo de rigor esta norma tan sencilla.

                Y que no es el caso de Runciman, seguramente uno de los historiadores que más éxitos ha cosechado tanto desde el punto de vista del reconocimiento académico a su labor científica como desde el contundente argumento de las ventas millonarias de sus libros. De todos sus libros, incluidos los de lectura no sencilla, como es el caso de Las Vísperas Sicilianas. Pero no podía ser de otro modo porque el episodio al que se refiere el libro es endiablado, más que nada por la cantidad de fuerzas poderosas, contrapuestas y cambiantes que alcanzaron su clímax  en la matanza de angevinos (partidarios de Carlos de Anjou) ocurrida en Palermo la víspera de la Pascua de Resurrección de 1282. Cuenta la leyenda que un grupo de palermitanos  que se dirigía a la iglesia fue interceptado por la soldadesca angevina en busca de armas. El registro a los hombres ocurrió sin incidentes, pero cuando se trató de las mujeres (el cronista Ramón Muntaner habla explícitamente de que al registrarlas les sobaban descaradamente los pechos) los acompañantes masculinos atacaron a los odiados franceses y en pocos instantes la insurrección se extendió primero a todo Palermo y después a Sicilia entera, poniéndose en marcha un proceso que iba a terminar con Pedro III de Aragón proclamándose rey de Sicilia. Como, además de los ya citados Pedro de Aragón  y Ramón Muntaner no tardan en aparecer otros personajes como Roger de Lauria y compañía, a ratos parece que estés leyendo una guía de calles de Barcelona.  Pero ahí justamente vamos: el gran mérito de Runciman es tratar esas fuerzas múltiples y encontradas como Zola o Dickens tratan a los personajes de sus novelas: primero las describe y dice quiénes son, qué papel juegan en el drama que ya se perfila en el horizonte y con qué armas cuentan o cuáles son los argumentos morales de que disponen unas y otras para apoyar sus pretensiones. Y una vez que el lector dispone de esa información básica, el autor procede a introducir esas fuerzas en la narración procurando no confundirlas ni dejar que en el fragor de la pelea el lector pierda de vista qué está pasando en cada momento, y cuál es el papel que desempeña cada cual en la trama.

                En su estupenda edición para Redonda, Javier Marías ha puesto de su parte todo lo necesario para completar la información que puede necesitar el lector: ha buscado la ayuda de Francisco Rico para que de noticia en su prólogo de los pormenores que rodean al texto y ha añadido al final unas tablas dinásticas por si alguien siente de pronto la curiosidad de saber con quiénes se casaron Teofanía de Armenia, Andrónico Tarchaniotes o Eva Evangelina del Épiro. Y nada costaría además elaborar una lista de personajes en la que, además de los Carlos de Anjou, el papa Martín IV o el astuto Juan de Prócida, podrían ser presentadas las fuerzas políticas, diplomáticas o ideológicas en juego, pues como he dicho, Runciman les da tratamiento de personajes. Y que podrían ser:

-las ambiciones de la casa de Hohenstaufen por devolver al Sacro Imperio Germánico la magnificencia perdida.

- la lucha a muerte del papado por impedirlo.

-las tentaciones vaticanas de crear un Sacro Imperio Mediterráneo que fuese desde España a Constantinopla para contrarrestar al Germánico.

- la marcha atrás vaticana al caer en la cuenta del error que cometería al quedar aprisionado entre dos grandes imperios rivales.

- las aspiraciones imperiales de Alfonso X el Sabio, hijo de Beatriz de Suabia.

- las aspiraciones al trono de Sicilia de Pedro III el Ceremonioso por su matrimonio con Constanza de Hohenstaufen, y que en definitiva va a permitir a la Corona de Aragón iniciar su gloriosa expansión por el Mediterráneo.

                No sigo porque debería incluir la menos una docena más de "personajes" que jugaron papeles de diversa importancia en esa matanza ocurrida en Palermo y que por el genio narrativo de Runciman se transforma en un fascinante retrato del Mediterráneo en las postrimerías del siglo XIII.

 

 

Las Vísperas Sicilianas

Una historia del mundo mediterráneo

a finales del siglo XIII

Sir Steven Runciman

Nota previa de Francisco Rico

Reino de Redonda

 



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21 de septiembre de 2009
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La ternura común por las cosas

En 1922 la Rusia de la Revolución de Octubre salía de una tremenda guerra civil que había arruinado su agricultura, generado hambrunas, hundido la capacidad adquisitiva del rublo y costado millones de vidas humanas. Pero esa misma Rusia  era un hervidero de proyectos artísticos,  científicos y desde luego filosóficos, todos ellos intrínsicamente vinculados a un ideario de emancipación social. Y sin embargo...

 Al leer en Vladivostok  los textos de los múltiples memoriales en los que se evocan momentos heroicos de la Revolución, el discurso de Sergei Lazo en 1920 en la plaza del ferrocarril trans-siberiano, su muerte y sus conmovedoras palabras relativas a  la asunción de la misma para evitar que el territorio de Primorye Krai cayera en manos de la reacción "blanca", no podía dejar de pensar en  ese mismo año de 1922 en que Vladivostok parece alcanzar la libertad, ocurrían hechos como éste del que da cuenta otro memorial situado en el  otro extremo de Rusia y ante otro mar: 

"De este malecón en 1922 salieron en expedición forzada hacia el exilio, ilustres hijos de nuestra patria: gentes que enriquecían la filosofía, la ciencia y la cultura 

La sociedad filosófica de San Petersburgo erige esta  placa en su memoria"

.

Al  malecón evocado en la lápida, llamado "Lugarteniente Schmidt", se llega por el puente del mismo nombre que, en San Petersburgo,  cruza  el Neva desde el Embarcadero de los Ingleses.  Este brazo del Neva, conocido como  "grande" desemboca en el "Morskoi Togrovii Port", zona de barcos de carga y horizonte propiamente marítimo de esta admirable ciudad, que, como Vladivostok, en el imaginario de algunos es aun sobre todo un puerto.

Toda contradicción parece cristalizar en ese 1922 en el que  la "máquina" Rodentxo- Maiakovsky,  ponía su enorme talento y toda su exigencia al servicio de la causa que -en el mundo entero- conmocionaba a todo aquel que simplemente tuviera entrañas. Pero en esa misma Rusia, en un muelle de la ciudad que paradigmáticamente  encarna la Revolución, un grupo de filósofos se embarca para el exilio. No se de que personas se trata, ni cual era su valía. Simplemente me hacen recordar que también Sócrates fue invitado a exiliarse. Hay aquí como un indicio de que en sus años más fértiles la Revolución de Octubre se desgarraba internamente...hasta acabar abismándose. Quizás este sea el destino de todos los idearios de emancipación del ser humano, lo cual no justifica que dejen de ser alimentados. Pues pasa con la libertad lo que ocurre con la verdad: una cosa es no conseguirla y otra cosa es renunciar a ella. Lo primero es trágico, lo segundo es simplemente lamentable, y casi siempre expresión de cobardía.

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21 de septiembre de 2009
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Profesores, delincuentes y triunfadores

Si la reforma de Esperanza Aguirre toma cuerpo (lo dudo: hay mucho miedo a combatir el miedo) los profesores contarán con un arma de defensa. Si un chaval les rompe la cara podrá ser imputado de un delito contra la autoridad. No acabo de entender que eso traiga sosiego, porque, dada la ley del menor, no hace falta que le rompa la cara al profesor, puede aserrarlo en dos y tampoco le pasará nada. La justicia española, como todo lo de la raza, es un rompecabezas: sirve para partirnos la crisma.

    El endemoniado asunto de la mala educación española no pueden resolverlo nuestros actuales políticos porque en gran medida son gente que no entiende la necesidad de la educación. No digo mi ministro, que es una excelente persona y un sabio (aunque por el reparto de competencias sólo pueda ejecutar faenas de aliño), pero sí buena parte de la clase política central, autonómica y municipal.

    Supongo yo que ningún periódico osaría investigar el grado de estudios de la élite política. Sería peligroso. Sin embargo, basta con lo que leemos en el currículo de sucesivos nombramientos para percatarnos de que muchos de los actuales responsables de la decisión administrativa sólo han terminado el bachillerato, y no todos. Es verdad que hablo sin datos, pero me temo que esos datos han de ser más secretos que los ingresos reales de sus señorías.

    El caso es que nuestros numerosos políticos tienen empleos a los que no afecta la crisis, ganan sueldos de ejecutivo, ejercen un trabajo muy descansado y reciben unas pensiones fastuosas. Dicho en breve, han triunfado en la vida. Han logrado eso que todos los españoles desean: currar lo menos, buen rollo en el tajo, salir en la tele y cobrar un pastón. Ricos y famosos.

    Podría suceder que pensaran como esos triunfadores, casi todos del ramo del tocho, que miran con estupefacción al hijo que quiere estudiar. Si persiste, llega un momento en que su padre le suelta el grito eterno, inmortal: "¡Pero no ves, desgraciao, que los estudios impiden triunfar en la vida! ¡Mírame a mí!". Y lleva razón.

Artículo publicado el sábado 19 de septiembre.

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21 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Después de Juanes

Mañana amanecerá como cada lunes. El peso convertible seguirá por las nubes, Adolfo y sus colegas tendrán otro día tras las rejas en la prisión de Canaleta, mi hijo escuchará en la escuela que el socialismo es la única opción para el país y en los aeropuertos nos seguirán pidiendo un permiso para salir de la Isla. El concierto de Juanes no habrá cambiado significativamente nuestra vida, pero  tampoco fui a la Plaza con esa ilusión. Sería injusto exigirle al joven cantante colombiano  que impulse aquellos cambios que nosotros mismos no hemos logrado hacer, a pesar de desearlos tanto. Estuve en aquella explanada para comprobar cuán diferente puede ser un mismo espacio cuando alberga concentraciones organizadas desde arriba o cuando cobija a un grupo de personas necesitada de bailar, cantar e interactuar, sin la política de por medio. Fue una experiencia rara estar allí, sin gritar una consigna y sin tener que aplaudir mecánicamente  cuando el tono del discurso apuntaba que era el momento de ovacionar. Claro que algunos elementos sí se parecían a los de cualquier marcha por el primero de mayo, especialmente la  proporción de policías vestidos de civil dentro del público. Ciertos detalles técnicos resultaron incómodos. El audio no se escuchaba bien, la pequeña pantalla que reproducía lo que ocurría sobre el escenario no se veía en la distancia y la hora elegida era inhumana, por coincidir con los peores momentos del sol. Por suerte se nubló después de las cuatro y los que estaban atrincherados debajo de los pocos árboles se lanzaron a bailar con Orishas. Son detalles a superar en la próxima presentación que hará Juanes en Cuba, esa donde no abundarán las fallas técnicas y en la que sí podrán cantar los excluidos de esta tarde. Si vemos la presentación de este 20 de septiembre como el ensayo general del concierto que algún día tendremos, entonces hay que felicitar a los que participaron. Incluso si no hubiera otra y la Plaza retomara sus solemnidad y su grisura, al menos esta tarde de domingo vivimos algo diferente. En un sitio donde se ha sembrado sistemáticamente la división entre nosotros, Juanes ?al caer el sol- ha gritado  ?¡Por una sola familia cubana!?



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21 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Retrato de una desconocida

Angela Merkel no ha cambiado. A otros el cargo les cambia. A ella no. Tal como llegó a la cancillería en 2005 llega ahora a las elecciones. Con el mismo estilo, su perfil bajo y sin aristas o su limitada capacidad para entusiasmar a los alemanes. Así lo demostró en su debate televisivo cara a cara con Frank-Walter Steinmeier, el vicecanciller y ministro de Exteriores, ahora rival y candidato también a la cancillería. Al igual que sucedió en la campaña de 2005 frente a Schröder, aunque con la sordina que impone la Gran Coalición, esta mujer sobradamente preparada para dirigir un partido y para gobernar no consigue enamorar a las cámaras y al gran público. En un tiempo de seductores y vendedores de peines sin púas, Merkel no tiene glamour. Si enternece a buena parte de quienes la admiran en Alemania, que son muchos, es precisamente por lo contrario, por ese rostro tristón e inexpresivo de patito feo, sus gestos de fastidio ante los focos o su vestuario alejado de cualquier veleidad y pretensión: no hay trampa ni cartón, vale lo que vale y se la debe valorar por sus acciones y resultados. También, es verdad, por la súbita luz que ilumina su rostro cuando sonríe abiertamente o por su ironía inteligente pero mordaz, alejada de cualquier vulgaridad. Es todo lo contrario de lo que representan los prototipos de Sarkozy o Berlusconi, dos variedades, ciertamente de distinta calidad moral, en la fauna contemporánea del poder que comparten narcisismo, vanidad e hinchazón del ego, características ajenas a la sicología de la canciller. Merkel es la vacuna contra la antipolítica y el populismo.

Pinchando aquí puede leerse el artículo entero publicado en El País Domingo.



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20 de septiembre de 2009
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