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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hilary Mantel, premio Booker

Hilary Mantel. Foto: Eamonn McCabe. Fuente: The Guardian Aunque los nombres de JM Coetzee y AS Byatt eran los que más sonaban en la prensa, el de Hilary Mantel era el favorito de todos (incluyendo las casas de apuestas que le daban el 80% de favoritismo). La novela histórica Wolf Hall tenía todos los ingredientes para convencer al jurado. Y lo hizo. Ahora, Hilary Mantel es la Booker 2009 y, al parecer, todos quedaron contentos. Dice The Guardian:She was the bookies' favourite, the people's favourite and tonight Hilary Mantel became the judges' favourite as Wolf Hall, her vividly told tale of Tudor intrigue, emerged triumphant at the Man Booker prize. By the end of their three-hour meeting today the Booker judges were split three-two in favour of Mantel's fly-on-the-wall account of the life of Henry VIII's fixer, Thomas Cromwell. Although it was not a unanimous decision, Jim Naughtie, the BBC broadcaster who chaired this year's judging panel, said all five were happy to name it the winner. He said: "Our decision was based on the sheer bigness of the book, the boldness of its narrative and scene-setting, the gleam that there is in its detail." Wolf Hall had been one of the hottest favourites in years with, according to Ladbrokes, 80% of all bets on the winner. Some thought being so heavily backed might even count against it, as no bookmakers' favourite had won since Yann Martel's The Life of Pi in 2002. The prize seemed to follow the script, which read: it is Mantel's year and about time too. She is one of the most highly regarded and under-rewarded ? in terms of prizes ? novelists working in Britain today, and it surprised many that this was her first time on the Booker shortlist. She admitted to the Guardian this week that winning "would provide freedom from having to win the Booker". The novelist was given the trophy at London's Guildhall, along with a £50,000 cheque and a guaranteed leap in worldwide sales. Her victory is all the more impressive because this year's shortlist was widely seen as one of the strongest in years and included former winners JM Coetzee and AS Byatt.



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pandemia y detergente

Persigo ?sin éxito? un pomo de detergente para fregar esos vasos marcados por la grasa y las huellas dactilares, que ya no ceden ante el agua sola y el trapito. Tras el jabonoso líquido, he caminado hoy parte de La Habana, pues los anuncios televisivos nos llaman a aumentar la higiene ante el avance del H1N1. Sin embargo, la alerta provocada por la epidemia no ha hecho que en las tiendas rebajen los productos de limpieza, ni siquiera el costo de un simple jabón que equivale al salario de toda una jornada de trabajo. En lugar de eso, ha ocurrido lo contrario. El colapso de las importaciones se hace más notable en aquello que sirve para bañarse o desinfectar. La voz del locutor nos llama a lavarnos las manos frecuentemente, usar pañuelos cuando estornudamos y mantener una buena higiene personal, pero la realidad nos obliga a la cochambre. Faltan los tapabocas, el agua corriente en muchas casas, la simple tenencia de una vitamina C con que fortalecer el organismo y la limpieza en los sitios públicos. La llamada ?gripe porcina? tiene, así, un terreno propicio donde propagarse. Mientras avanza en nuestros barrios, los medios oficiales mantienen su parquedad y no mencionan las escuelas cerradas, los sitios en cuarentena y los hospitales repletos. Esta ilusión de paraíso nos está matando. Este querer aparentar que vivimos mejor y que nuestras estadísticas se desmarcan de la media mundial, no logra esconder la fragilidad de nuestra sociedad ante una epidemia que exige recursos materiales en manos ciudadanas. Si enjabonarse el cuerpo o tener un poco de alcohol para esterilizar las manos se convierten en lujos, ¿cómo vamos a detener la pandemia que ya tenemos encima? Si ni siquiera llegó la cuota de jabón de septiembre al mercado racionado, cómo es posible que en la tele se convoque a la higienización sin aludir a la base material para lograrla. ¿Es qué no habían notado antes que nos estábamos hundiendo en la mugre? Tenían que hacer estragos la conjuntivitis, las diarreas y los virus para que repararan en que la sanidad no es solamente la de bata blanca y estetoscopio, sino que comienza en las calles, en la recogida de la basura, en las duchas de las casas y en esa madre que no puede fregar el plato donde comerá su hijo.



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Escolios de un deslumbrante desconocido

 

 

 

No suelo cumplir las promesas pero hoy me siento un traidor a mí mismo y cumpliré una que por aquí dejé comprometida hace unos días. Cité un escolio de Nicolás Gómez Dávila. Ilustre desconocido para el crítico José Miguel Oviedo- uno de los pocos que señaló su importancia- e ignorado para casi todos. Repetidas gracias sean dadas a la editorial Atalanta que nos acerca a éstos pensamientos críticos de un colombiano culto, enciclopédico, voraz lector y minucioso escritor. Uno de los más extravagantes e indefinibles escritores, "el solitario de Dios" como lo define Franco Volpi en su prólogo tan esclarecedor para conocer mejor al raro Gómez Dávila.

La "biblioterapia" como forma de vida. La inteligencia como arma contra toda modernidad. Al margen de la democracia- "solo la muerte es demócrata"- reaccionario con rasgos de aristócrata liberal, creyente, católico- "el catolicismo es mi patria"- tan lejos de nosotros y sin embargo tan cerca. "Los hombres son menos iguales de lo que dicen y más de lo que piensan". Desde hace días es mi lectura de cada noche. Como la oración de cuando fuimos pequeños.

De él ha dicho Àlvaro Mutis que es "un territorio celosamente conservado en la penumbra. Y Gabriel García Márquez, refiriéndose a sus diferencias irreconciliables, casi lamentándose de sí mismo: "Si no fuera de izquierdas, pensaría en todo y para todo como él". Y Junger, otro admirable raro del siglo XX, dijo que era "una mina para los amantes del conservatismo". Creo que es una mina para todos. Al menos para los que aún sean capaces de dudar. Creo.

Aquí algunos de sus escolios:

 

"Los Evangelios y el Manifiesto Comunista palidecen; el futuro está en poder de la Coca- Cola y la pornografía"

"Las ideas confusas y los estanques turbios parecen profundos"

"La idea inteligente produce placer sensual"

"El placer es el relámpago irrisorio del contacto entre el deseo y la nostalgia"

"La posteridad es cena de pocos invitados.

Con pocos anfitriones"

"El optimista acaba viviendo de mal humor"

"Errar es humano, mentir democrático"

 

"Escribir corto, para concluir antes de hastiar"

 

 



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vacilación

Edward Roper, un científico británico, está decidido a cambiar de bando y poner todos sus conocimientos al servicio de los soviéticos. La prensa, los altos cargos del servicio de inteligencia británico y el Parlamento se preparan a darse un festín en el que "la seguridad nacional", "el amor a la patria" o "la honestidad", "la traición" y la "doble militancia" van a convertirse en los platos estrella del menú. Sin embargo, por encima de todo ello hay una mente pensante a la que no le gusta ni imaginar toda la basura que va a salir a la superficie cuando estalle el caso Roper. De manera que traza un doble plan. En primera instancia se trata de traer de vuelta al presunto traidor vivo o muerto, y de ello se encargará Denis Hillier, un viejo espía que gracias a este último acto de servicio se ganará el derecho a retirarse con una pensión mínima y que a duras penas si le dará para pagarse un asilo de jubilados. El plan se basa en la negativa del científico traidor a ser repatriado, razón por la cual Hillier no tendrá más remedio que eliminarlo.  En cuyo momento, y aquí entra en juego la segunda parte del plan, un asesino a sueldo se encargará de Hillier y todos contentos.

                Acantilado ha elegido como portada de su edición un detalle de La cocina de Pulcinella, de Tiépolo, probablemente con intención de alertar al lector de que se dispone a comprar una obra bufa. En la contraportada se habla claramente de una "auténtica caricatura del género de espionaje". Y algo hay de eso, aunque también habría que prevenir al lector de que se está llevando a casa una tragedia grotesca en la que, llevados a situaciones límites, todos los personajes deben asumir sus respectivos destinos (por descontado que apocalípticos).

                Como es propio de la comedia bufa, todos los actores van profusamente disfrazados y, atrapados entre sus propias mentiras y las de los demás, actúan a la desesperada y sin más horizonte que su salvación. Y quién tiene tiempo para la moral, el altruismo o la amistad cuando está en juego la propia vida. Es decir que todos son unos miserables y nada sale como estaba previsto, por lo que la trama se adentra en el juego de las traiciones y engaños tan  habitual entre espías. La irrupción de un gigantesco traficante internacional llamado Theodorescu y su mano derecha, una bellísima hindú de nombre Diva, son los agentes propiciadores de un crescendo de situaciones imposibles aderezadas con unas dosis bastante satisfactorias de asesinatos, emociones y sexo.

                Sé que es una sugerencia imposible de poner en prácticas, pero creo que, puestos a dar pistas al posible lector, la editorial debería animarle a sobrellevar con paciencia una primera parte mal escrita, pesadísima y que, debido a las notorias diferencias de técnica y estilo, incluso parece un añadido. Como si el editor inglés, al leer el manuscrito, hubiese llamado a Burgess para decirle: "Anthony,  tu novela es fantástica pero queda algo corta. ¿No podrías añadir 70 u 80 páginas para  justificar que la vendamos a 20 €? "

                La solución elegida por Burgess es una suerte de informe que Hillier le escribe a su jefe aunque varias veces se lamenta de que éste no lo vaya a leer nunca, por razones no especificadas. Pero le ha salido un pegote "anovelado", pues se trata de un informe que se parece demasiado a una novela o una novela que sufre de todos los males inherentes a un informe. Con el agravante de que ha sido colocada en el arranque de la obra. Es una lástima y recomiendo vivamente saltársela sin más. Primero porque, insisto, es una pesadez. Y segundo porque, salvo por unos pocos detalles iniciales , no es relevante para la narración en sí.  

                Pero quien no se desanime ante semejante entrada, o quien opte por leerla un poco en diagonal y sin dedicarle más allá de diez minutos, apenas entrar en la Segunda Parte tiene reservado un regalo impensable. Se trata de una competición gastronómica entre el malvado Theodorescu  y Hillier, que ya nos ha sido presentado como aquejado de dos males crónicos: la glotonería y la satiriasis. Y si durante la competencia pantagruélica con el traficante se da cumplida muestra del primer mal, gracias a Diva, la hindú ayudante de Theodorescu y experta en Putam (una técnica erótica oriental  que reduce el Kama Sutra a una horterada para dependientes del Corte Inglés) alcanzamos a comprender en la práctica lo que Burgess entiende por sufrir de satiriasis. Son veinte o treinta páginas disparatadas, repletas del mejor humor inglés y con metáforas tan afortunadas como la sustitución de la palabra "penetración" por una detallada enumeración de todos los acorazados, destructores, dragaminas y paquebotes de la armada inglesa que atraviesan tan disputado estrecho, pero ahora veo que, fuera de su contexto, la broma pierde gran parte de su hilaridad. O sea que mejor leer la secuencia completa, entre otras cosas porque detrás de semejante entrada, todo el resto de la novela se lee con sumo gusto e interés.

 

Vacilación

Anthony Burgess

Acantilado



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oficio de vivir

Todos vivimos rachas en las que las cosas van bien y otras rachas en que las cosas se ponen mal. Un viejo amigo de Santa Pola, tan experimentado como los demás en  este vaivén de la fortuna, me decía que lo interesante de esta vida no consiste en sentirse bien cuando las circunstancias marchan bien y mal cuando vienen mal. El desafío de la existencia radica en lograr sentirse bien cuando las cosas no son buenas.... ¿y sentirse, por tanto, mal cuando nos son propicias?

 No exactamente. Los momentos  favorables poseen por si solos un  impulso incontrolable y no hay por qué trabarle su dulce desarrollo. Sin embargo, lo que es adverso invita a investigar el interior de sus entrañas, desmontar sus componentes y maniobrar en ellos como un mecánico lo hace sobre un artefacto averiado.

La materia a la que aplica su oficio el mecánico, el abogado o el médico no es precisamente el bien sino la avería, el litigio, la enfermedad.

 La existencia en su conjunto tiende a presentarse sólo de vez en cuando como un animal sano y optimista pero, en general, su estar natural es un estar quebrado o enfermo. Es demasiado obvio y deslucido mostrarse positivamente ante el mundo cuando las cosas  marchan bien pero lo peculiar y lucido de la vida, el alto oficio de vivir consiste en la  fina disposición para atender con animosa serenidad aquellas cosas que, en general, casi constantemente, nos marchan mal.



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6 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 9. Peluqueros de verdad y mentira

Me sorprendo a mí mismo volviendo una y otra vez a las peluquerías, en la ficción, pues hace tiempo que, por razones logísticas que no vienen al caso, el pelo me lo corto en casa. Uno de los primeros cuentos que escribí, ‘Cuento de la peluca', pertenecía tal vez al género fantástico, y hace poco se ha reeditado en una antología. Tiene quizá algo ‘monterrosiano', aunque yo no había leído entonces a Monterroso. Hay cabello lacio, alopécico, en mi segunda novela, ‘Busto', pero por esa novela y por ese pelo ‘setentista' no pondría yo ahora la mano en el fuego. Y hay peluqueros entreverados, dos si no recuerdo mal, en ‘El vampiro de la calle Méjico', aunque en apariciones episódicas. En mi libro más reciente, ‘Con tal de no morir', el cuento central (que no, en mi opinión, capital) de esa colección de relatos se llama ‘El peluquero de verdad', y a bastantes de sus lectores les ha gustado mucho. Quizá más que otros cuentos del libro que a mí me gustan más. Graham, mi peluquero de verdad, es inglés, y el crítico del Times Literary Supplement que reseñó hace un par de meses ‘Con tal de no morir' resaltaba mucho una imagen del relato, en la que el narrador compara los embates amorosos de Graham y su pareja española con la Armada Invencible chocando contra las duras rocas de Dover.

También hay peluquería y peluqueros en ‘El dios de madera', con un guiño egipcio y una clientela de mayoría interracial, por no decir étnica. Calculo que casi un 20% de la acción de la película trascurre en el interior de ese salón unisex, ‘Cleopatra', donde trabajan Rachid, co-protagonista del film (Soufiane Ouaarab), y su colega y tal vez amante ocasional Susa (Nuria Herrero). Creo que es la primera vez que expongo por escrito esta rara fijación peluqueril mía, aunque no por ello voy a tomar la decisión de ponerme en manos de un psicoanalista. Prefiero seguir, sin hacerme preguntas, en las de mi peluquero de toda la vida.

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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El imperio de los sentidos

Me gustó mucho Map of the Sounds of Tokyo. Lo cual no tiene nada de sorprendente: a este altura me considero un incondicional de las películas de Isabel Coixet. Cada vez que me topo con una de ellas entiendo hasta qué punto me acostumbré a esperar que un film me proporcione un cierto tipo de relato (lo cual supone además un cierto tipo de personajes, y de conflictos), olvidando en el proceso que el cine puede, y sobre todo debe, narrar de otras muchas formas.

Por supuesto que hay una historia en el corazón de Map of the Sounds of Tokyo. Uno de los protagonistas es español: David (Sergi López), dueño de una vinoteca en Japón, trata de reponerse del suicidio de su novia Midori. El otro es una chica japonesa, Ryu (Rinko Kikuchi), a quien se le paga para que asesine a David por no haber salvado a Midori. La íntima relación que David y Ryu desarrollan llevó a que muchos comparasen el film con Ultimo tango en París; un rasero injusto, ya que la sensibilidad de Coixet no comulga con la desesperación de los personajes de Bertolucci. David y Ryu no son Paul y Jeanne, son otra cosa. Su aproximación a la vida es por completo diferente: más zen, si se quiere, en tanto se abren a lo que el destino les pone por delante (el sexo, el amor y la muerte, en ese orden) con un abandono que está en las antípodas de la desesperación. Bailan la música que les tocó en suerte hasta el final, y de un solo trago, sin ser visitados jamás por la culpa. Lo cual, al menos en mi libro, es sinónimo de una vida bella, por breve que sea.

Cuando salí de los cines Princesa, Madrid ya no era la que había sido hasta que entré. Todo se veía, se sentía distinto: más intenso, más brillante, más lírico. Mi percepción hipertrofiada de aquel momento da cuenta de la capacidad de Coixet para desorganizar los sentidos del espectador y devolverlo al mundo en otro estado del alma. Al menos por un rato, me creí en condiciones de leer el mapa de los sonidos de Madrid -su trama más sensible y más profunda.

El cine de Coixet juega en otra liga. Tan distinta de aquella en la que revistan casi todos los demás, que resulta fácil perderse su música en medio de la cacofonía.




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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nietos de Saturno

¡Y que esos amagos de la ley de Saturno sean rechazados! ¿Y cuál es la ley de Saturno? Aquella ley clásica, o dicho clásico, o refrán clásico, que dice que la Revolución, como Saturno, devora a sus propios hijos. ¡Que esta Revolución no devore a sus propios hijos! ¡Que la ley de Saturno no imponga sus fueros! ¡Que las facciones no asomen por ninguna parte, porque ésos son los amagos de la ley de Saturno, en que unos hoy quieren devorarse a los otros!.

Sucedió en La Habana, en la noche del 26 al 27 de marzo de 1964, cerca ya de las dos de la madrugada. Estas palabras altisonantes y solemnes forman parte del largo testimonio de Fidel Castro ante la Sala Primera del Tribunal Supremo de la República, en un juicio singular que terminó con una ejecución sumaria. Convocado a hora intempestiva y con toda la elite del régimen sentada en la sala. Se enjuiciaba a un supuesto delator por haber entregado a cuatro militantes contra la dictadura de Batista. Pero estaba en juego mucho más: las relaciones de Castro con la Unión Soviética; las rivalidades entre los comunistas cubanos primigenios y el comunista sobrevenido que era Fidel Castro; o la autoridad suprema del jefe supremo. Lo cuenta y muy bien Miguel Barroso en su novela ?Un asunto sensible. Tres historias cubanas de crimen y traición? (Mondadori), una novela que no es novela sino historia verdadera. ¡Vaya si Saturno iba devorar y estaba ya devorando a sus hijos! Aquello sólo era el aperitivo, ahora investigado gracias al interés de los hijos de los hijos, esos nietos de Saturno que quieren conocer hasta el último detalle de la desgracia que se abatió sobre sus padres y sobre ellos mismos. Gracias también a que todavía quedan unos pocos supervivientes de aquellos tiempos turbulentos y oscuros. Volveré a escribir sobre esta historia y este libro, pero por hoy quiero sólo glosar aquí el negro humor del comandante revolucionario y su invocación saturniana, que sólo a él y a su hermano han protegido hasta ahora.



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El rey de las Dos Sicilias

Alguien llamó la "peste amarilla" a la editorial Anagrama. Ahora también habrá que llamarla la "peste roja", por el color de la nueva colección, Otra vuelta de tuerca. Jorge Herralde tuvo una idea tan maravillosa como simple: de su amplísimo catálogo, recuperar libros importantes que hacía rato que no estaban en librerías, y también juntar en un solo tomo varios libros de un autor que estuvieran relacionados. Para mí, todo un éxito: hace un par de semanas regresé de España con tres libros rojos: Historia argentina, de Rodrigo Fresán; Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard; y El rey de las Dos Sicilias, de Andrzej Kusniewicz.

A Fresán y Bernhard ya los conocía bien; a Kusniewicz no. ¿Qué fue lo que me atrajo? Varias razones: la contratapa me recordó a La marcha Radetzky, una de mis novelas favoritas; este año leí a otros escritores polacos (Lem, Schulz) y quedé fascinado; una frase elogiosa de la contratapa comparaba a esta novela con las de Proust y Musil; me gusta, de tanto a tanto, dejarme sorprender por un autor del cual jamás he oído hablar. Mil razones, y ninguna: en el fondo uno nunca sabe del todo por qué escoge lo que escoge.

El rey de las Dos Sicilias, publicada en 1970, gira en torno a los hechos que en 1914 dieron lugar a la primera guerra mundial (el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo), punto de partida para que Kusniewicz narre un vasto retrato de lo que él llama acertadamente "el fin del siglo diecinueve". No se iguala en impacto emocional a La marcha Radetzky, pero sí uno sale de esta novela admirado por el logro de este escritor polaco.

La estrategia narrativa es compleja. Interesado por la forma en que hechos importantes ocurren de manera simultánea a hechos insignificantes, Kusniewicz sugiere que el significado objetivo de los hechos puede ser diferente pero la importancia subjetiva es la misma, de modo que todo forma "un todo indivisible del cual no se puede excluir nada, ya que cada uno de sus componentes tiene la misma importancia". Entonces, para narrar el fin de una época, Kusniewicz no se concentrará en lo obviamente importante -el asesinato del archiduque- sino que procederá por desplazamiento y se enfocará en el asesinato de una adolescente gitana en la misma época.    

La gitana muere en la ciudad donde se encuentra el regimiento de las Dos Sicilias, al que pertenece Emil R., un joven de la alta burguesía de Viena que se ha alistado para hundirse en ella y así escapar del amor incestuoso que le tiene a su hermana Elizabeth. Kusniewicz no nos dice del todo quién ha matado a la gitana, pero se sugiere que ha sido Emil R. Más desplazamientos, entonces: Emil R. se aleja de Viena para refrenar sus deseos perversos; un asesinato es cometido como forma simbólica de poseer lo que no se puede poseer. La historia individual se une a la de los imperios: al contar la decadencia de Emil R., Kusniewicz nos está contando la decadencia de la burguesía ilustrada vienesa, y por ende las razones del fin de un imperio que está podrido por dentro.

"Será entonces cuando Emil R. dirá en voz alta lo que ya ha pensado muchas veces: que ellos dos [Kokourek y él], subtenientes de reserva arrojados aquí por un curioso azar, arrancados de la vida normal, participan de manera pasiva en un acontecimiento sumamente importate; que, a pesar de las apariencias, no es el estallido de la guerra con Serbia, ni siquiera una al parecer inminente guerra con Rusia, ni tal vez una guerra mundial, ya que Francha, seguramente Inglaterra, y quizás Italia... No, no se trata de eso, existe un problema mucho más importante, y es que, aquí, en esta pequeña estación de Banat, son testigos del fin del siglo XIX".

¿Cuántos otros Kusniewicz están escondidos entre tantos libros publicados? Un gran editor debe estar no sólo pendiente de las novedades; debe buscar también en aquellos libros que acumulan polvo, provocar relecturas, sugerir nombres pasados por alto. Herralde ha vuelto a acertar. El rey de las dos Sicilias, por sí sola, justifica esta nueva colección, pero por suerte hay, habrá más...

La Tercera, 5 de octubre 2009



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5 de octubre de 2009
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Desde el país de la divina sordera

Hermanos en la música, cofrades de oído zorruno, secreta sociedad de los que oyen, por fin una buena noticia. Los de Seix Barral (benditos sean) han tenido la generosidad de traducir el libro de Alex Ross que conocéis con el título "The Rest is Noise", un desafío para el traductor ya que la cacofonía "El resto es ruido" chirría en el oído fino. Por fortuna eligieron a Luis Gago el Grande y lo ha transfigurado en: "El Ruido Eterno". Si el original jugaba con la desolada: "El resto es silencio", Gago juega con otra desolación: "El sueño eterno". Shakespeare al piano y Chandler al violín.

    Quienes no lo conozcan tienen abierta la mejor puerta para la música del siglo XX, esa muchacha harapienta a la que tantos confunden con su desalmada y opulenta madre, la vanguardia subvencionada. Porque una de las virtudes de Ross es la de no ser europeo, así que no paga gabelas a la corrección política. Ross puede dar su opinión sin tentarse el bolsillo. Y dice, por ejemplo, que Adorno es un gran analista, pero un peligroso moralista. O que Schoenberg no es preferible a Stravinsky. O que Boulez es mejor director de orquesta que compositor. O que Copland es superlativo. Todo lo cual provocaría un linchamiento en Europa.

    Sus capítulos sobre Mahler, sobre los Ballets Rusos, sobre Shostakovich, sobre Sibelius (odiado por Adorno), sobre Britten (otro odio), sobre música y estalinismo, sobre Berlín años veinte, son modelos de inteligencia e ironía. Pero lo más singular es el espacio que dedica a la música americana que no obedeció a las vanguardias europeas. Esa música tan atacada por comisarios de limitada cultura y suculentas relaciones con el poder gubernamental. Los auténticos conservadores.

    Para adobarlo, el libro se puede seguir en el blog de Ross. Mientras lees un capítulo, oyes la música de la que trata y decides si estás de acuerdo. Gracias a Ross (colaborador habitual del "New Yorker") y a su blog, muchos melómanos han descubierto un sonido del siglo XX tan serio como popular y que no te llama reaccionario, beocio e imbécil si te aburres.

Publicado el sábado 3 de octubre de 2009.

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5 de octubre de 2009
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