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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Agonía jurídica del régimen cubano

 

La intensidad del acoso contra la bloguera Yoani Sánchez -hospedada en El Boomeran(g) desde que recibió el Premio Ortega y Gasset de Periodismo- es un termómetro del umbral de tolerancia que puede permitirse el régimen cubano con sus disidentes. Leyendo sus crónicas de la vida cotidiana el lector puede hacerse una idea de las penalidades sorteadas por el ciudadano cubano para subsistir a la miseria, convivir con la impotencia y soportar la vigilancia de la policía política. Cabe preguntarse cuánto durará la permisividad de un régimen que no tiene previsto consentir semejante ejercicio de periodismo libre. El relato de Yoani, con su veracidad testimonial, corroe las consignas publicitarias del gobierno cubano y ridiculiza la opinión colegiada por las instituciones del régimen con una eficacia que hace de su blog un nudo de tensión narrativa: ¿cuándo durará?  De hecho, el lector puede contrastar dos maneras de entender hoy el periodismo en Cuba: el virtuoso ejercicio de Yoani, seguido a diario por millones de lectores en todo el mundo (incluído desde hace poco el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama), y el nuevo periodismo que Fidel Castro redacta en el diario Granma. Desde su retiro, el Comandante en Jefe ensaya con su proverbial entusiasmo egocéntrico las interpretaciones que más convienen a su posteridad. Que las crónicas de Yoani sean la réplica contestataria y disidente del mandatario cubano nos da una idea de la fuerza y de la fragilidad que esta mujer tiene en la Cuba de hoy.

Ayer pudimos ver en la televisión las imágenes grabadas en una calle de La Habana. El periodista Reinaldo Escobar, esposo de Yoani, tuvo la osadía de poner en práctica un heroico ejercicio de disidencia pacífica: convocar al policía que había secuestrado y golpeado a Yoani Sánchez para conocer el motivo de tan descarnada violencia. La respuesta del régimen no se hizo esperar: una multitud de agentes disfrazados de pueblo cubano se prestó a escenificar el profundo deterioro del castrismo. Exento de posibilidades jurídicas, el régimen organizó ante la mirada estupefacta de medio mundo su último recurso de acción política: el linchamiento.



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22 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Claudio Magris llega a Lima

Claudio Magris. Fuente: EFE/ hoy.es Por cierto, a propósito de visitas de escritores a Lima, Tanque de Casma (Ernesto Carlín) me comentó hace unos días, pero me olvidé de postear, que El Peruano había dado la primicia -que hoy confirma La República- de que Claudio Magris llega a Lima. Así es, señores, no solo Kiss, Oasis, Depeche Mode, The Killers, Metallica o Camilo Sesto (o lo que queda de él) llegan a Lima. También escritores extraordinarios y "nobelizables" como Claudio Magris. A ver quién me guarda sitio.El escritor italiano Claudio Magris llegará a nuestra ciudad el próximo mes para brindar dos conferencias abiertas al público.Magris, considerado una de las figuras más importantes de la literatura italiana contemporánea, ha recibido, entre otros premios, el Príncipe de Asturias de las Letras en el 2004 y se ha desempeñado además como ensayista y traductor de textos de Henrik Ibsen, Heinrich von Kleist y Arthur Schnitzler al italiano. El autor de Conjeturas sobre un sable y candidato al Nobel compartirá la palabra con el reconocido Mario Vargas Llosa durante la primera sesión que se realizará el miércoles 9 de diciembre en el Biblioteca Nacional. En esta cita los destacados narradores debatirán sobre el rol de la novela y su influencia en la cultura y la sociedad.En tanto que la segunda charla, dictada en La Casona de San Marcos el viernes 11, se centrará en la figura del griego Homero



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20 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La ultima estatua

 

 

 

El irónico Lech decía que lo mejor era conservar los pedestales después de haber derribado las estatuas. Era mejor ser precavidos para el ahorro de la comunidad. Vendría otro dictador, otro prócer, otro militar con el que se podría aprovechar el viejo pedestal. A los irónicos nunca les hacen caso. Y hemos perdido muchos pedestales. También, felizmente, muchas estatuas. Me gustan algunas, incluso muchas estatuas. Incluidas las de algunos dictadores. Siempre que no fueran los nuestros cercanos, esos que hicieron que durante muchos años viviéramos peor.

Hoy es 20-N, el día de la muerte de Franco, también el día de la muerte de José Antonio Primo de Rivera y de Buenaventura Durruti. Al anarquista lo sigo mirando con curiosidad, con cierta cercanía y con una muy matizada admiración. A Primo de Rivera con curiosidad y poca simpatía. A Franco con desprecio ético, estético, vital y visceral. Algo que se parece al odio que apenas conocemos.

He venido de Melilla, ciudad que disfruto por muchas cosas, algunos amigos, de curiosa e interesante arquitectura y de una ubicación que hacen de ella la más insólita ciudad española. Una rareza en el norte de Afrecha. Una plaza militar que se convirtió en ciudad civil y que conoce convivencias que en otros lugares son muy complicadas. Algún día hablaré de ella, de su curiosa historia y de algunos de sus personajes.

En compañía del historiador Vicente Moga Romero recorrí algunos de los últimos lugares públicos que en la ciudad recuerdan a Franco y a su ignominiosa victoria de guerra. Aquí se fraguaron muchas cosas. Hoy nadie- al menos no la mayoría- quiere ser la ciudad española que conserva la última estatua de Franco. Ahí sigue, en compañía de otros monumentos que hablan de "una, grande y libre patria". Eso para referirse a la pobre y secuestrada patria que nos arrebataron por la fuerza.

La estatua es tan prescindible como su representado comandante Franco. Disimula con la apariencia de militar tranquilo, casi parece un cazador, un ornitólogo. La cara es de ese estilo pánfilo que siempre tuvo y el gesto es el del asustado que convivía con el taimado. Es una birria escultórica que debería estar en el feo museo de algunos nostálgicos y no a la entrada portuaria de Melilla. Al menos está bastante solo. Deberían quitarlo un día de éstos y no aprovechar ni el pedestal porque sigue la representación en bronce de las "gestas" de  la historia del militar de la estatua. No esperemos a que sea un noble hierro herrumbroso. Mejor que termine como esas estatuas de piedra del poema de Ángel González:

"....Hacia la piedra regresaréis piedra,

indiferente mineral, hundido

escombro,

después de haber vivido el duro, ilustre,

solemne, victorioso, ecuestre sueño

de una gloria erigida a la memoria

de algo también disperso en el olvido"

 

Que se vaya al olvido. Y en compañía de otros.

 

 

 

 

 



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20 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Angeles y escritores (2)

Esa es la razón por la cual los relatos de Goyen pueden ser tan endiablados, tan frustrantes. A diferencia de lo que suele considerarse el paradigma del cuento perfecto, las historias de Goyen nunca cierran artificialmente –no le proveen al lector la catarsis del argumento redondo, que se completa a sí mismo con un ‘clic’ casi mágico.

Jamás sabremos que fue del señor Stevens de El huésped. Ni de la incansable Rhody. Dentro de los confines que marca El enfermero, tampoco se nos dirá qué fue de Chris, ni del narrador mismo.

Para Goyen no es necesario, porque la búsqueda pasa por otro lado. Nada notorio cambiará en el mundo físico, no habrá acciones precipitadas ni resoluciones tranquilizadoras. El cambio verdadero –que más que cambio representa una suerte de certificación- ocurre en el interior de los personajes, en la medida en que acceden a la iluminación a que aspiran.

Los narradores jóvenes, llenos de pasión, de lengua inquieta, van demasiado rápido y avanzan con vehemencia excesiva. Se saltean, a menudo, hermosas, pequeñas señales de cosas que siempre están allí, a su paso, y que el viajero anciano, en cambio, sabe mirar”, dice el enfermero del cuento homónimo. Lo que importa es dar con el signo adecuado, aquel que sintetiza lo que hace falta saber. Esther Cross traduce atinadamente the shape of my patient como la imagen de mi paciente, pero también podemos traducir shape como forma, y de ese modo leer: “La forma de mi paciente –presten atención a esa palabra- se convirtió en el objeto vivo con el que se relacionaba todo lo que sucedía”. Esa forma precisa –la del cuerpo roto de Chris, la del cuento igualmente roto, o imperfecto a ojos del lego- proporciona todas las piezas que nos hacen falta para decodificar no el argumento (¡que no lo hay!), sino el “despertar” del narrador.

Aun los relatos que se niegan a penetrar en la interioridad del protagonista –nunca sabemos exactamente qué ocurre en la cabeza del señor Stevens de El huésped-, nos entregan las claves de la búsqueda. Se trata de un hombre de mediana edad, viudo, que decide vivir en una casa de muñecas a pesar de las incomodidades que esto entraña: la falta de agua corriente, la ausencia de cama que lo relega a una bolsa de dormir. No nos cuesta nada imaginar que Stevens está buscando conectar con su propio despertar, la casa de muñecas es una flecha que remite a la infancia.

Pero aunque el relato se muestre reticente con este proceso (alguien sugiere que Stevens debe pagar el precio que pagan todos los pioneros sacrificados –el mismo Goyen, sin ir más lejos), sí es generoso con los despertares de las señoras Algood y Pace. Estas mujeres, que siendo vecinas no tenían contacto real, logran mediante la intercesión de Stevens –el pionero sacrificado- conectar con sus propios despertares, y algo más: encuentran en la casa de muñecas –es decir, en el cuento- “un lugar donde reunirse”.

Goyen parece insinuar en los hechos que, para aspirar a la gloria imperecedera, un relato debe ser siempre más que un relato. Sus cuentos, por lo pronto, apuntan a producir una doble iluminación: la del escritor y la del lector. El enfermero es transparente a ese respecto. Curran, el narrador, vive en una torre. (Como la proverbial, marfileña del escritor.) Su tarea diaria supone hacerse cargo de cuerpos desarticulados, a los que monta sobre un aparato al que llama “el telar”; resulta inevitable pensar que su objetivo es reconstituir, pues, un cuerpo-tejido que se había deshilachado. “Lo habíamos rescatado para recomponerlo”, reflexiona el narrador-enfermero. “Lo que estaba roto, destrozado, lo uníamos de nuevo en ese lugar de recomposición” que es en este caso el hospital pero puede igualmente ser la casa de muñecas de la señora Algood, el mástil del Ermitaño… o el cuento mismo.

“…esos lugares estaban dedicados, también, a la mente. Porque la mente, liberada, corría hacia delante o hacia atrás, trabajaba en su remiendo, en su regeneración”. El narrador-enfermero establece que la esencia de su tarea es el amor; que esa labor tiene algo de brujería, de hechicería; que mientras ocurre –mientras se concibe, mientras se escribe- se pierde “la noción del vínculo con el mundo” que nos rodea, al punto de descuidar otras responsabilidades; y que si el trabajo llega a buen puerto, no sólo regenerará al paciente-lector: también lo hará con el enfermero –o sea, con el escritor.

Cuando el cuento sale bien, sugiere Goyen, lo que ocurre es una “misteriosa acción doble”, la “maravillosa reciprocidad que se da cuando los humanos nos influimos”. “Así como hay narradores que dicen que nunca se meten en la historia que cuentan –sostiene Curran en el relato, para aventar cualquier duda sobre el asunto-, también dicen que hay enfermeros que nunca sufrieron el dolor de sus pacientes ni se curaron a través de la curación del paciente. …Existe el matrimonio del dolor con el dolor, de la curación con la curación”.

Para Goyen, la literatura es ese matrimonio entre el dolor del narrador y el dolor del lector; pero ante todo, el matrimonio entre la curación del uno y la curación del otro. La literatura concebida no sólo como ejercicio de una de las bellas artes, sino como “una conexión, tejida por hilos y venas y vasos, a través de los cuales los seres humanos pueden comunicarse y contarse todo”.

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(Continuará.)



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20 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fuegos

Una gran ilusión del pensamiento, la ilusión central de la filosofía ha sido hallar un único elemento que lo explicara o comprendiera todo. Dios único fue la solución cristiana. Antes, la solución filosófica fue en Tales hacer del agua el componente de todas las cosas y desde lo húmedo a lo seco discurría cualquier material del mundo. Tales sustituye la diversidad infinita de la naturaleza por una unidad  y una totalidad: contra la tabarra de la biodiversidad a toda costa el agua que lo anega y penetra todo. Hercáclito trató el fuego como tales el agua, aunque de manera más sutil. El fuego del tiempo va del no-fuego (lo helado) al fuego absoluto (el sol, los incendios, las catástrofes debidas al fuego). Los seres calientes son superiores a los seres fríos porque el fuego es creador y trabaja en ellos. El fuego sagrado, hogar, centro, contiene la razón (logos) de la casa, de la ciudad, de la vida, del cosmos. La poesía fue la ciencia de la vida. La vida, la primera escena de la ciencia, el mito la memoria constante del cielo. Es decir la mar y la hoguera gigantescas   



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20 de noviembre de 2009
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El país del anti-turista

Desde que unos señores británicos con tiempo suficiente y fortuna lo inventaron a finales del XVIII, el turismo es el paraíso de lo indeterminado. Lo es, hay que aclarar, cuando se hace bien, sin seguir por el Valle de los Muertos la enseña del paraguas amarillo del guía ni cantar karaoke en los cruceros bálticos. Para ello no es preciso tener los medios ni el séquito del antiguo ‘gentleman'; estamos en la era del ‘low cost', apenas inferior en calidad de vuelo a las grandes compañías aéreas, y perderse en la red de sus autobuses, con una mochila en la espalda, es uno de los modos más seguros de entrar en el corazón de la India.

   El cine ha sido muy turístico desde el principio, por razones fáciles de comprender, aunque sólo unos pocos maestros han viajado bien, sin disparar su cámara con la facilidad aniquiladora del gatillo; Pasolini, Malle, Agnès Varda, Rossellini, y el Orson Welles de sus reportajes españoles son ejemplos distinguidos de viajeros de gran clase, pero ninguno de ellos llegó al atrevimiento de Jim Jarmusch en ‘Los límites del control' (The Limits of Control'). Es doloroso, como lo son siempre las comparaciones, que su película coincida en la cartelera con ‘Si la cosa funciona' (‘Whatever Works'), el último Woody Allen, en la que el gran director neoyorkino, incluso rodando en su ciudad, incurre en escenas de agencia turística (la visita a la Estatua de la Libertad, el Museo de Cera), quizá el inevitable destilado de esa colección de postales bobamente iluminadas que fue su anterior ‘Vicky Cristina Barcelona'.

   Advierto que no soy un incondicional de Jarmusch, lo que traducido en hechos contantes significa que hay algún título suyo del que he prescindido como espectador, algo que nunca he hecho ni haré con Allen. ‘Los límites del control' no está a la altura de las que, a mi entender, son sus obras maestras, ‘Noche en la tierra' (‘Night on Earth') y la aún reciente ‘Flores rotas' (‘Broken Flowers'), faltándole creo el humor -‘deadpan' pero verdaderamente divertido- que ambas tenían y tendiendo más, por el contrario, al un tanto inconsistente trazo de sus primeras y significativas obras, ‘Permanent Vacation' y ‘Extraños en el paraíso' (‘Strangers than Paradise'), que le pusieron en el mapa del mejor cine independiente americano a principios de los años 80. Se trata, sin embargo, de un ejercicio de vaciamiento de la noción de turismo fílmico que, con todos sus defectos de ritmo y sus autocomplacencias de guión, resalta la paradójica verdad de una hermosa frase de Emerson: "Si uno se pone expresamente a mirarla, la luna se convierte en oropel".

   La acción de la película trascurre toda ella en una España de la que Jarmusch no evita clichés. El Solitario matón que encarna con adecuada impasibilidad estatuaria Isaach de Bankolé se sienta a tomar sus expressos repetidos en el Madrid antiguo, toma el AVE en Atocha y se baja en Santa Justa, se detiene ante la Torre del Oro y recorre algunos de los rincones más típicos del barrio de Santa Cruz, sin dejar de asistir, en uno de los más sugestivos momentos del film, al espectáculo de un tablao flamenco. En su trayecto elípticamente criminal, el Solitario visita cuatro veces el museo Reina Sofía y tiene citas o encuentros con personajes disfrazados, en general lo menos logrado de ‘Los límites del control', pese a que esos personajes los interpreten actores de la talla de Bill Murray, Luis Tosar, Tilda Swinton, John Hurt, Gael García Bernal y la libanesa Hiam Abbass, que últimamente sale en todas las películas. Un helicóptero que al final desciende del cielo sin mostrarnos de dónde viene sobrevuela la mayoría de los episodios.

   Jarmusch ha definido, en una entrevista de ‘Film Comment' que traduce en su número de septiembre ‘Cahiers du Cinema España', como "una película de acción sin acción", lo que no es del todo cierto; hay un asesinato, desnudos, niños locuaces, sicarios, y la silueta del edificio madrileño de Torres Blancas, en sí mismo un icono de lo irresoluble y lo ‘unheimlich'. El secreto del trasfondo fascinante de ‘Los límites del control' es su falta de determinación, de norte, de fijeza. Madrid, Sevilla, Almería, son paradas de un recorrido que bien podría llevar al protagonista a cualquier otro lugar de España o América sin por ello dejar de ser un viaje. En este caso, un ‘trip' alucinante voluntariamente rebajado con el frío del juego de las simetrías y los silencios.

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20 de noviembre de 2009
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Perdurar podridos

"Comprendía entonces la significación de la muerte, el amor, las exaltaciones del espíritu, la utilidad del dolor, la vocación etcétera. Pues si los nombres habían perdido para mí su individualidad, las palabras me revelaban todo su sentido. La belleza de las imágenes va  detrás de las cosas, la de las ideas delante de las mismas. De tal manera que la primera cesa de maravillarnos cuando las cosas se alcanzan, mientras que sólo se comprende la segunda cuando se va más allá de las cosas" (IV, 510)

    Enigmático párrafo de la Recherche de Marcel Proust que traduzco algo libremente y que tiene eco en uno de los esbozos de la obra (el clasificado como XLIV: IV, 905-908 de la edición de la Pléiade que vengo citando),  que culmina de la manera siguiente:

   "Pensaba en lo que me había dicho Madame de Guermantes en casa de Madame Verdurin, su tristeza por el hecho de envejecer y me decía que, aunque acaba de percibir el Tiempo, no me entristecía envejecer porque ponía la finalidad de mi vida no detrás  de mí sino ante mí,  no considerándome como una flor que se marchita sino como un fruto que se forma, y que los años que iban a venir no me alejarían de algo que intentaría encontrar."(IV, 908)

   El contexto en el que se inscribe esta reflexión es "la entrada en el Tiempo", la aprehensión concreta del cambio destructor no sólo en el entorno sino en el propio Narrador: "el encantamiento en el que vivía desde mi infancia acababa de romperse: yo también, al igual que todas las personas envejecidas, había entrado en el Tiempo" (IV, 906)

     Y esta entrada en el Tiempo acontece  "en el momento mismo en el que me proponía mostrar claramente, convertir en  inteligible a través de una obra de arte, realidades extra-temporales" (IV, 507-508), es decir: la obsesiva polaridad- a la que aquí me he referido tantas veces-  entre el tiempo de minerales y de bestias por un lado y por otro lado el tiempo paradójico, "tiempo en estado puro" de los tropos del lenguaje, tiempo en el que la imaginación deja de ser asténica y en el que la palabra funciona  sin sumisión a imperativos prácticos, tiempo que retrotrae a la edad dorada, perdida definitivamente para todos los que rodean al Narrador.

  Mas este  descubrimiento de la obra del tiempo no diezma la moral del Narrador, en razón de que ya definitivamente el objetivo de la  obra prima, en razón de que, al igual que la belleza de los nombres va detrás de las cosas mientras que la belleza de las ideas va delante de ellas, los años transcurridos en la esterilidad de la vida mundana, y que ahora vienen de "hacerse visibles", no cierran el destino (como acontecería con un fruto que no hubiera llegado a maduración),  sino  que tan sólo lo anuncian, anuncian la belleza de la obra que está por delante del yo actual del Narrador, efectivamente viejo, pero no a la manera de los antiguos jóvenes descritos en el tremendo párrafo que sigue:

    "Mas entonces los viejos no eran lo que yo había creído siendo niño, es decir, una especie de hombres especiales, de los cuales sabía que habían sido jóvenes sin realmente representármelos tales. Los viejos, eran los jóvenes que había conocido como permaneciendo tales, pero que empezaban a no leer fácilmente, a necesitar gafas, como las hubieran necesitado en su adolescencia tras una enfermedad de los ojos, que tenían ahora un cierto embotamiento de la tez, la vejez casi no llegaba a ser una transformación, era un hombre joven,  que permanecía joven en mi mente, y sin duda en la suya, que a la larga se  podría en la planta como un fruto que no ha llegado a madurar"(IV, 907)

      Así pues, polaridad entre la vejez como fruto que no ha llegado a madurar y la vejez como proceso de maduración. Vejez yerma a la que se hallan condenados los que simplemente se dejan llevar por la continuidad de lo milésimo,  frente a vejez fértil de los que ponen esta continuidad al servicio de la obra. Sólo la obra redime, constituyendo de hecho una falsa alternativa la de consagrarla a "realidades extra- temporales" o  a los efectos devastadores del tiempo. Pues obviamente el primer objetivo sólo tiene sentido, precisamente a través del segundo. Sólo porque la Recherche describe con implacabilidad la ruindad  de  los frutos que perduran sin maduración (nada que ver con los que perecen antes de realizarse) puede proponerse el Narrador, y proponernos a nosotros mismos, escapar a tal destino, fertilizando la imaginación, haciendo que sea "actual" lo no presente, trascendiendo la irreversibilidad "en una metáfora"

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20 de noviembre de 2009
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II. Una constitución inconstitucional

No ha existido en el caso del golpe de estado en Nicaragua, al que bien podríamos llamar un golpe silencioso, una concertación de fuerzas internacionales capaces de poner el grito al cielo de manera igual, o siquiera parecida, que en el caso del golpe de Honduras, cuando se unieron las Naciones Unidas, la Unión Europea, el gobierno de Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA), los países del Pacto de Río, y los gobiernos del ALBA que descollaron a la cabeza, tanto así que la batuta de las protestas fue entregada al presidente Chávez.

Hoy, en el caso del golpe en Nicaragua, ha habido declaraciones "de preocupación" de parte de Estados Unidos, silencio  sepulcral de parte de la OEA, y los gobiernos del ALBA, reunidos en Cochabamba al momento en que en Nicaragua se daba el golpe, declararon más bien su entusiasmo, seguramente porque Ortega quedaba ya en pie de igualdad con los demás presidentes del grupo para poderse reelegir para siempre.

¿Qué importa tachar con burda tinta roja los artículos de la Constitución que estorban la pretensión continuista de Ortega? El socialismo del siglo veintiuno  necesita líderes perpetuos.

La razón alegada para el golpe en contra de Zelaya fue que se quería reelegir, cuando la Constitución de Honduras lo prohíbe en artículos irreformables, que por eso son llamados "artículos pétreos". La razón alegada para el golpe en favor de Ortega fue que la "Constitución era inconstitucional", porque le prohibía a Ortega reelegirse, y ahora, la desaparición del texto constitucional del artículo maldito, que por eso fue enviado a consumirse en las llamas, ha sido declarada escrita sobre piedra. Es decir, es una desaparición pétrea. Un castigo por lapidación contra la Carta Magna por el hecho de impedir la reelección.

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20 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una conversación con Jordi Pujol

A mitades de octubre tuve la oportunidad charlar un par de horas con Jordi Pujol, que fue presidente catalán durante 23 años, a propósito del segundo volumen de sus memorias, que acaban de aparecer en castellano con el título de 'Tiempo de construir. Memorias (1980-1993)', publicadas por las barcelonesas Destino en la traducción castellana y Proa en su versión original en catalán. No hubo suficiente con la conversación y luego tuve que mandarle un cuestionario con las preguntas que habían quedado en el tintero. Del conjunto sale el texto de la entrevista que publicará este próximo domingo El País Semanal (EPS). Con una salvedad. Una parte de la entrevista, precisamente la dedicada casi exclusivamente a política internacional, ha quedado fuera por las limitaciones conocidas que ofrece el papel. Gracias a las facilidades digitales, puedo dar aquí la parte de la conversación que no se podrá leer en la edición impresa el domingo.

P: El segundo volumen de sus memorias transcurre desde 1980 hasta 1993, el año en que CiU se convierte en fuerza decisiva en el Parlamento español para la continuidad de Felipe González como presidente del Gobierno. En este período hay un año excepcional para la historia de nuestro mundo, 1989, que quizás no recibe toda la atención que requeriría en su libro ¿Qué significa para usted el año 1989? R: Pasaron dos cosas muy importantes: una fue Tiananmen y la otra la caída del muro. Yo estaba en viaje oficial a China en mitad de las movilizaciones estudiantiles, pero ya me había ido cuando se produjo la masacre. Vi dos cosas: la plaza, acordonada y ocupada por el ejército, estaba vacía; debíamos inaugurar una exposición de Tàpies y no se pudo hacer porque no pudimos pasar al estar cerca de la plaza Tiananmen. También vi algunas manifestaciones, en buena parte de muchachos en bicicleta. Coincidió en un día en que la Generalitat ofrecía un concierto de Montserrat Caballé y la gente llegó tarde, incluso algunas de las autoridades chinas invitadas. P: ¿Tuvo algún pálpito de lo que iba a pasar en la Europa del este? R.- Hay dos hechos premonitorios: en el mes de marzo yo estoy en Hungría y me entrevisto con el Jefe del Gobierno, Miklós Németh, y me explica lo que hacen y quieren hacer. Quedo un poco sorprendido y le pregunto hasta dónde quieren llegar con esta evolución y me responde que quieren que Hungría sea como Holanda, con una democracia occidental. Ese mismo día, me entrevisto con el Ministro de Asuntos Exteriores, Gyula Horn, y me dice que la semana próxima retirarán las vallas que separan Austria de Hungría. P: ¿Usted pensó que aquello iba en serio? R: Pensé que iba en serio pero no tanto. Ese verano, en agosto, a través de esta frontera, hay una huída sobre todo de alemanes que van a pasar las vacaciones en Hungría, en concreto el lago Ballaton, dentro del área comunista. Más tarde, alguien de los que huyó por esta frontera me comentó que corrieron y tuvieron mucho miedo y que un guardia húngaro les dijo que no lo tuvieran. Este es un hecho que te obliga a preguntarte: ¿qué pasa aquí?. Segundo hecho, siendo yo vicepresidente de la Asamblea de las Regiones de Europa -el presidente era un italiano llamado Carlo Bernini? éste me comenta que hay una gran ebullición en los países de Europa del Este pues ahora los dejan salir mucho más; todos tienen ganas de tener contacto con los países occidentales y que se les podría invitar a una de nuestras reuniones. En aquella reunión, en la que vino mucha gente de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Rumania?.el presidente de Eslovenia, siendo parte de la Yugoslavia aún comunista, me comenta que quiere decirme algo que me alegrará. El sabía que yo era católico y me dijo que ?ese año, por Navidad, por primera vez en el mundo comunista, en Eslovenia se celebrará la Navidad y será festivo?. P: Fue una paradoja que de todos los gobernantes de Europa Occidental no fueran Thatcher ni Mitterrand, sino un español, Felipe González, quien apoyara la unificación alemana tal como la planteó Kohl. R: No, no fue una paradoja. Francia es una adversaria tradicional de Alemania, y procura que sea débil y muy condicionada. Y a Gran Bretaña tampoco le ha agradado nunca una Alemania con mucha fuerza en el Continente. Por otra parte, a mi entender es uno de los momentos de Felipe González en donde tuvo una actuación más brillante y además con efectos muy positivos para España. Con ello, Felipe González se puso a Kohl en el bolsillo. Luego González obtuvo gracias a Kohl aquellos fondos de cohesión europeos que han sido tan importantes para las inversiones públicas en España. P: Su posición respecto a la unificación alemana tampoco ofrece dudas. R: Creo que había que hacerlo a pesar de todos los inconvenientes, y se hizo bien. Se podría criticar tal vez a Kohl, por ejemplo por la equiparación que hizo entre el marco occidental y el oriental. Pero en una conversación que tuve con Pöhl, el entonces gobernador del Bundesbank, me dijo que técnicamente era un disparate y que así se lo había indicado al canciller hasta tres veces. Era más bien de tendencia socialista y fue el único que le planteó resistencia a la paridad entre los dos marcos, pero no porque fuera anti-Kohl. El canciller le comentó que no había más remedio que hacerlo y Pöhl llegó a una conclusión: esto no es una decisión técnica, ni tan siquiera una decisión política; es una decisión histórica. Y ante una decisión histórica, el gobernador del Bundesbank asumió que la responsabilidad era del Canciller y punto. El ya había dicho lo que tenía que decir. P: El otro problema era la velocidad de la unificación. R: Mire, yo tenía y tengo una muy buena relación con la Fundación Bertelsmann, la cual organizaba entonces tres o cuatro reuniones anuales en Gütersloh básicamente de gente alemana y algún suizo, y a mí me invitaban. Siempre habíamos enfocado Cataluña con una proyección exterior mitad política y mitad cultural. Pues bien, me invitaban. Había gente importante, como el asesor de Kohl, Teltschik, en cuestiones de política exterior, con quien tuve una buena relación. Éste tenía una relación conflictiva con Genscher, porque Genscher, ministro de Asuntos Exteriores, no veía con buen ojo que Kohl tuviera un asesor de política exterior y no coincidían en un punto. Genscher no estaba en contra de la reunificación, pero iba con pies de plomo, tenía reservas. Kohl marcaba el paso hacia delante. Se elaboraron entonces los famosos 10 puntos, que en buena parte fueron de Telschik, sobre cómo hacer la unificación. Teltschik me comentó que esto no tenía solución; o había una reunificación rápida o habría una invasión de la Alemania Occidental por parte de los alemanes orientales. P: ¿Y qué significa el año 1989 no para usted, sino para Cataluña? R: Para Cataluña y de una manera inmediata no tuvo un especial significado. Tuvo significado para Europa. P: Pero empezó la fiebre de las independencias y de recuperación de soberanías. R: Yo dije por aquella época algo que creo que debería ser fácil de entender, si quieren, para gente relacionada con la política, el pensamiento o la prensa; que Cataluña es como Lituania, pero España no es como la Unión Soviética. O bien, que Cataluña es como Eslovenia, pero España no es como Yugoslavia. Las independencias son el resultado de una voluntad. Hay un sentimiento, una fidelidad, la defensa de una identidad, pero lo decisivo fue la explosión de los imperios. P: ¿Y no juega la exclusión? ¿No se produce también cuando un país se ve excluido de un proyecto más amplio? R: Sí, puede ser. Sería la desafección de la que ahora hablamos en Cataluña y en España. Pero la explosión es lo determinante. Tomemos el ejemplo de Turquía, otro imperio que también explotó en otro momento histórico. P: Entonces usted está diciendo, para quien lo quiera entender y a pesar de lo que pensaban muchos nacionalistas catalanes, que aquel no era el momento de Cataluña. R: Simplemente digo lo que hay. Las pequeñas naciones se independizan porque lo desean, pero sobre todo cuando explotan los imperios. Hay la explosión de Rusia en el año 1917 y 1918; los finlandeses hacen una guerra civil entre ellos, más que contra Rusia durante estos años. Y la de los Países Bálticos, incluso la de Polonia. Hay la explosión de Turquía que por poco provoca la independencia del Kurdistán. No hay una explosión en Alemania, pero no se consolida ningún nuevo Estado a expensas de Alemania; excepto Polonia, naturalmente. Ucrania se independiza durante estos años. Armenia y Georgia son independientes hasta que la Unión Soviética se recupera. En 1989 nadie de los países bálticos pensaba que serían independientes. Una vez, durante un encuentro en Davos, coincidí con un ministro lituano que me explicó su historia. Me dijo haber nacido en Kaunas, que estudió ingeniería en Kaunas, y que más tarde amplió los estudios en Moscú y entró en el partido comunista. Porque, dijo, había tres cosas que no se podía imaginar en 1974: que el comunismo se acabaría, que la Unión Soviética se desharía y que Lituania sería independiente. ¿Y la independencia de Ucrania? Históricamente Rusia nace en Ucrania. Yo comparo la independencia de Ucrania como si de España se independizaran Asturias y León. Reconozco que es una comparación un poco forzada. P: Pues mucha gente aquí creyó que era el momento. R: Desde el punto de vista catalán, si Rusia en vez de desmembrarse hubiera previsto un sistema flexible interno de autonomías, si Yugoslavia no se hubiera desmembrado ni Checoslovaquia, entonces Europa en relación con las autonomías y minorías nacionales habría tenido una actitud distinta. El tema hubiera ocupado un lugar central. Ahora no. P: ¿En el fondo ha perjudicado a la idea nacionalista? R: Yo no digo esto. En realidad lo sucedido demuestra la fuerza y legitimidad de las identidades. A mí me parece positiva la recuperación de la libertad de todos estos países. Pero por otro lado produce una consolidación de los Estados, de unos Estados nuevos. Y éstos son especialmente celosos de la soberanía que acaban de recuperar. Nuevos Estados como Estonia están escarmentados con los Imperios; por eso la Unión Europea les produce prevención. En Finlandia, la independencia ya la tenían desde 1917, pero el tema europeo se ha planteado desde una perspectiva nacionalista. Todos son nacionalistas; eso de que solo los catalanes somos nacionalistas es un invento de la doctrina estatal, y no sólo en España. Todo somos nacionalistas. Los finlandeses lo son y mucho. Hubo oposición nacionalista para entrar en la Unión Europea, pues se habían independizado de Rusia y no se querían comprometer de nuevo, ni que fuese con la UE. Y en nombre también del nacionalismo había los que decían que el problema siempre era Rusia. Y que todo lo que les protegiera de Rusia era bueno, y por consiguiente era bueno integrarse en la UE. P: La Unión Europea se ve, pues, debilitada por este proceso de retorno al Estado nacional. R: Últimamente, sí. Los Estados tenían la sensación de que se les escapaban demasiadas cosas. Perdieron la moneda, los tipos de interés, las fronteras, en cierto modo hasta el Ejército. Por otro lado, hubo un movimiento regionalista potente que en parte encabezamos nosotros, y que inquietaba a los Estados. P: Usted es un nacionalista muy realista. Las independencias de los países del Este no le ?quitaron el sueño?. Pero tuvo en cambio un papel en la independencia de Eslovenia? R: No tuve ningún papel; es más, dije a Kucan que no sabía qué debían hacer. La crisis de Yugoslavia viene por varios motivos. Uno de ellos porque los serbios querían que en Yugoslavia hubiese una fuerte hegemonía serbia, en todo. Una idea que en España se veía bien, pero que en la antigua Yugoslavia provoca un gran oposición. Le dije a Kucan que no le podía aconsejar, pero que tenía que tomar una decisión rápida. Que lo que tuviera que hacer que no lo dejara para dentro de seis meses. P: Y así fue. Se declararon independientes en seguida. R: Sí. Pero mire en cambio el caso de Eslovaquia. A ellos los echan fuera. En Eslovaquia había un movimiento nacionalista fuerte. Recuerdo haber mantenido una conversación con un primer ministro eslovaco, cuando aún existía Checoslovaquia. Pero no le vi como para proclamar la independencia al día siguiente. Pero de repente los echan. Los checos siempre consideraron que los eslovacos eran unos desgraciados. Primero, porque eran católicos, segundo, porque eran rurales, y, tercero, porque eran menos desarrollados. Tuvieron la sensación de que molestaban. De que les frenaban. Almunia tiene una cuñada checa; el día en que se separaron, ésta estaba exultante pues decía que ya se habían sacado de encima a esos inútiles de los eslovacos; Almunia estaba atónito. P: Pero le insisto en que el mundo nacionalista catalán, con todas sus variantes, creyó que esta vez quizás ?tocaba?? R: Yo no la alimenté. Y no era esta mi opinión. P: Volviendo a su nacionalismo realista; en relación con las selecciones deportivas lo que usted dice es de un realismo absoluto: considera que no las habrá. R: Pero hay que compaginar el realismo con la ilusión. P: Y esto es difícil? R: Ahora estamos en un momento difícil? En más de un aspecto. P: Usted ha viajado mucho, pero no ha visitado África. Y hay un personaje trascendental en este momento del siglo XX que no aparece en su libro, donde desfilan casi todos? R: Mandela, claro. Pero le conozco. En una cena, en la cual éramos unas seis o siete personas, coincidí con él. Estaba también el cardenal Martini y Oscar Arias. Disfrutamos de una larga sobremesa y nos dejó la muy buena impresión que deja a todos. Pero no hay que cenar con él para llevarte una buena impresión. Alguien que ha estado encarcelado durante 27 años y que cuando sale dice que con los que le han encarcelado hay que estar en paz? pues simplemente ¡chapeau! La situación en Suráfrica era insostenible. Hay un hombre que también tiene mérito, De Klerk. Los norteamericanos y británicos seguro que recibieron un mensaje de que estuvieran tranquilos; que Mandela no iba a crear la ?República Soviética de Sudáfrica?. P: ¿Y por qué usted no se interesó por África? R:. Por África me interesé en términos personales. Tuve contactos con los cooperantes y misioneros catalanes. También tuvimos una actuación esporádica en Mozambique. Pero en términos políticos y económicos creí que no podía hacer nada. Teníamos tantas responsabilidades encima que no podíamos atender y me desentendí. En cambio, he tenido al Magreb muy en cuenta, al igual que Suramérica, incluso Asia. Tampoco fui a los países del Golfo, pero sí fui a Jordania. Respecto a África tenía tanta sensación de impotencia? Pero hice mal. Tuve una cierta relación con gente de Guinea Ecuatorial; Convergència ayuda a guineanos exiliados. El caso es que ahora quiero visitar África aunque sólo sea para reparar este olvido. P: Me ha sorprendido lo que dice sobre Israel, pero en especial lo que no dice pero se sobreentiende, cosas importantes y poco conocidas. Usted habla de los asentamientos de forma crítica. Explíquenos su posición? R: Sí, hice un discurso en Israel hará aproximadamente un año y medio o dos. Yo he sido, desde siempre, amigo y simpatizante del pueblo judío. Y lo soy. Defiendo el sionismo y la existencia del Estado de Israel. A partir de esto creo tener el derecho y el deber de hablar con claridad de lo que creo que no se hace bien. Lo mismo a los judíos y los israelíes que a los árabes y los palestinos. No se puede hacer nada que ponga en peligro el Estado de Israel, pero hay que hacer justicia a los palestinos. Yo soy partidario de la doctrina de los dos Estados. La conferencia de Oslo se basó en un principio muy sencillo: paz contra territorios. A partir del momento en que los israelíes se comen territorio, se comen la posibilidad de la paz arrinconando a los palestinos hacia la desesperación. Lo dije en el Parlamento de Jerusalén, ante mucha gente. La Presidenta del Parlamento se fue con una salutación muy seca sin darme las gracias y el antiguo presidente de Israel, Isaac Navon, gran conocedor de la cultura española y sefardí, y conocido mío me dio las gracias en público, pero añadió que mi discurso no agradó a todos los allí presentes. Lo dijo con gran cordialidad. (La continuación, el domingo)



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20 de noviembre de 2009
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El Boomeran(g)
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