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Ciclos

¿Tiene sentido revisar el año que está a punto de concluir? Yo tiendo a creer que sí. El ser humano no aprende nada sobre sí mismo –nada que le permita calibrar los pasos que dará en el porvenir, cuanto menos- si no contempla y pondera los pasos dados. Nuestra subsistencia misma depende, sin ir más lejos, del equilibrio que preservemos en el siempre delicado manejo del tiempo.

Cuando escribía la novela Aquarium me vino a la cabeza la siguiente imagen: de algún modo, vivir supone una coordinación entre acciones y perspectivas análoga a la que tiene lugar cuando conducimos un vehículo. Mientras el cuerpo se aboca a una serie de movimientos y administra su reposo, nuestra percepción debe estar atenta en simultáneo a la visión que se despliega delante nuestro, pero en igual medida a lo que ocurre detrás, mediante los espejos retrovisores. Si miro tan sólo hacia delante estaré expuesto a accidentes sorpresivos (siempre hay alguien dispuesto a sobrepasarnos por donde no debe); las probabilidades de lastimarme aumentarán exponencialmente si miro tan sólo hacia atrás. Por eso mismo la única manera sensata de dirigirse al sitio elegido es avanzar con la vista atenta al frente, pero sin permitir que lo que acabamos de dejar atrás se nos escape. El pasado que pretendemos ignorar no suele regalar perdones: nunca desaprovecha oportunidades de arrollarnos a la primera distracción.

         En mi caso particular sería tonto rehuir este tipo de revisiones, ya que el año 2009 ha sido una divisoria de aguas que no puedo ignorar. Mi hija Agustina terminó la carrera de cine aquí en Buenos Aires. Mi hija Milena concluyó su escuela secundaria y se apresta a iniciar la universidad. A pesar de que nació en septiembre de 2008, este ha sido en efecto el primer año que compartimos con el pequeño Bruno. Acabo de casarme (el jueves pasado fue el civil, el viernes la ceremonia –pagana, por cierto- y la fiesta) y tengo ante mí una mudanza inminente que no sólo lo será de casa, sino también de país. Mi amigo Miguel Cohan me dijo hace poco que las tres causas principales de stress en el ser humano son las siguientes: vivir en zona de guerra, casarse y mudarse. Dos de tres no es un mal promedio. (No, no me mudo a una zona de guerra: ¡tampoco se trata de tentar a la suerte!)

         También ha sido un año conmovedor en lo profesional. Además del estreno argentino de Las viudas de los jueves, publiqué aquí mi quinta novela –la Aquarium que antes mencioné, un libro con el que conservo una conexión emocional que, imagino, no hará otra cosa que seguir potenciándose con el tiempo. (He aprendido a valorar mis libros de una manera muy poco académica: tiendo a medirlos de acuerdo a la cantidad de nuevos amigos que me granjean, y Aquarium ha sido al respecto de una riqueza que no revisitaba desde Kamchatka.) Además, después de tanto tiempo de coquetear con la idea terminé dirigiendo (vaya sorpresa) un documental, como les conté en aquí hace no mucho. La ficción está cerca: sería muy poco elegante de mi parte no haberle dejado nada que hacer al pobre 2010…

         Como no voy a abrumarlos más con mis asuntos, les propongo que a partir de mañana martes revisemos con ánimo lúdico aquellas cosas –libros, películas, música, pero también noticias- que difícilmente se nos olviden del año 2009 que ya se nos escurre entre los dedos.

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21 de diciembre de 2009
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Life of Python

Por favor no se pierdan el documental sobre los Monty Python (Monty Python: Almost the Truth) que al menos aquí en la Argentina está emitiendo el canal de cable I.Sat los domingos a la una del mediodía.

Aquellos que los definen como el equivalente de Los Beatles en el terreno de la comedia no están descaminados. No sólo fueron coetáneos (el programa de TV Monty Python’s Flying Circus debutó en la BBC en 1969), sino que además compartían influencias (Lennon era tan fanático del programa humorístico de radio The Goon Show como los Python) y, en consecuencia, exhibían la misma preferencia por el humor absurdo y subversivo que hunde sus raíces en Lewis Carroll y al que llevaron a su máxima expresión en sketches como La Inquisición Española y El Ministerio de Andares Tontos (The Ministry of Silly Walks). De hecho George Harrison creó Handmade Films para ayudarlos a producir su película Life of Brian. Hasta el nombre que el grupo eligió para sí mismo (‘Monty Python’ pretendía sonar como el apelativo perfecto para un representante artístico de dudosa moralidad) no habría desentonado nada en el contexto de una canción como For the Benefit of Mr. Kite.

         El documental proporcionará un gozo desmedido a todos aquellos que quieran saber más sobre los Python. De hecho cuenta con entrevistas a los cinco miembros sobrevivientes (Graham Chapman murió en 1989): John Cleese, Eric Idle, Michael Palin, Terry Jones y Terry Gilliam. (Sí, ese mismo Gilliam: el que después dirigió películas inolvidables como Brazil y The Fisher King.) También hablan aquellos a quienes frecuentaron durante su breve carrera y asimismo comediantes de hoy, revelando hasta qué punto se consideran influenciados por su irreverencia. (Es impresionante, sin ir más lejos, la forma en que Steve Coogan puede recitar sketches enteros imitando las voces de los Python a la perfección.)

         Aquellos que no hayan tenido oportunidad de verlos en acción, encontrarán entonces en el documental la posibilidad de saborear sus mejores rutinas: en el segundo episodio, sin ir más lejos, se pueden ver El Sketch del Loro y La Danza de las Bofetadas con los Peces (The Fish-Slapping Dance), que casi me hace caer del sillón a causa de la risa. Los que se queden con ganas de más, irán de cabeza al canal propio que los Python tienen dentro de YouTube (www.youtube.com/MontyPython).

         Al final de Manhattan, Woody Allen incluye en su Lista de Cosas por las que Vale la Pena Vivir a Los Hermanos Marx. Que me parecen geniales, por cierto; pero en mi lista, los que no podrían faltar son los Python.

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20 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La coca-cola del olvido o el guarapo de la nostalgia

Para Roberto San Martín He vivido aquí y allá. He sido una voz pidiendo el permiso para salir de mi país y una exiliada esperando por la autorización de entrada. La maquinaria me ha triturado con ambos lados de sus ruedas dentadas: por estar afuera y por decidir quedarme en mi Isla. Fui a un consulado para pagar las altas tarifas mensuales de permanecer en otro país y he tenido que enfrentar también el costo del regreso, la enorme suma personal de ser una ?retornada?. Durante dos años miré la Isla en la distancia y tuve el dilema de si tomarme la ?coca-cola del olvido? o el ?guarapo de la nostalgia?, pero ninguno de los dos pasó por mi garganta. Preferí el agridulce sabor de esta realidad. Tengo pesadillas de que entro por la aduana cubana y un uniformado me conduce a un cuarto gris. Rodeada de paredes despintadas y de una enorme foto de Fidel Castro, retiran mi pasaporte y me anuncian que si entro no podré ?nunca más? viajar a otro destino. Todo esto me lo explica un funcionario de cara sudorosa, que tiene una pistola en el costado y un bolígrafo sobresaliendo del bolsillo. Presiento que pasaré la eternidad frente a este ser de hoscas palabras, sin la posibilidad de cruzar la puerta hacia el salón donde me espera mi familia. La desazón llega a un punto en que me despierto y compruebo que sigo en mi casa, igual de presa, pero satisfecha de haber vuelto. Tan obsesivo sueño se alterna con otro en el que no me dejan volar hacia mi propio país. Estoy en un aeropuerto lejano, tratando de abordar una nave con destino a La Habana. La joven que chequea los boletos me dice que no puedo embarcar. ?Tenemos órdenes de no dejarla subir?, concluye, sin la carga dramática de quien acaba de notificar a otro su condición de expatriado. No hay nadie cerca a quien apelar y las pizarras electrónicas marcan las próximas salidas hacia New York, Buenos Aires, Berlín. Me siento y coloco el equipaje sobre mis piernas, para apoyarme en él e intentar dormir. Esto no puede ser verdad ?me digo? tengo que descansar y cuando despierte estaré en la cabina, a miles de metros de altura. Ya he probado con té de tilo, con leer historias de pilotos antes de acostarme y poner música relajante en la habitación. Pero lo único que terminará con esta secuencia onírica de enclaustramiento y expulsión es el fin de las restricciones migratorias para los cubanos. Quiero tener el derecho a viajar, como mismo quiero poder dormir sin ver al uniformado que me quita el pasaporte y sin escuchar el ruido de un avión que levanta vuelo, dejándome en tierra ajena.



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19 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Better left unread…?

http://betterleftunread.blogspot.com/Todos sabemos que estas fechas navideñas son fechas de listas de libros. Ya he colocado varias en el blog. Pero siempre aparecen más. En The Guardian han hecho una nueva, por ejemplo, camufalda como recomendaciones de libros para Navidad. Asimismo, Michelli Pauli en los Book Blogs de The Guardian ha escrito un post resumen titulado "Books of the decade: Your best books of 2009" donde destaca el éxito de ventas y crítica de Hillary Mantel. Sin embargo, en el mismo The Guardian han hecho este año una lista muy especial: The decade's best unread books, es decir la lista de libros publicados entre el 2000 y el 2009 que no han tenido la atención debida. Se pidió a un grupo de especialistas, entre traductores y editores, que escogieran alguno que merezca estar en la lista. Aparecen varios nombres desconocidos para mí, obvio, de eso se trata, aunque algunos tan conocidos como una traducción específica de El Quijote de la Mancha, o el Journal de Hélène Berr, que fue traducido por Anagrama con éxito. En el blog de The Literary Saloon dicen que esperaban más de la lista y proponen su propio libro: Al Piano, de Jean Echenoz.No quiero limitarme a las fechas del 2000 al 2009. Tengo mi mente, ahora mismo, cinco libros (cinco de tantos más) que debieron tener mayor atención para mí, o por lo menos más lectores, y que lamentablemente no lo consiguieron. Aquí va mi lista:1.- Tomasso y el fotógrafo ciego de Gesualdo Bufalino.- la última novela del gran escritor italiano, la última risa, irónica, divertida, inteligente, poética, absolutamente libre. Nunca entenderé por qué Bufalino no ha tenido éxito en castellano.2.- La punta de Charles D´Ambrosio.- para mí el mejor cuentista de su generación en EEUU y, sin embargo, editado por Norma hace bastantes años, pasó sin pena ni gloria. The Dead Fish Museum, la colección de relatos que publicó en el 2006, no tiene traductor aún. Inconcebible.3.- Otras tardes de Luis Loayza.- El delicadísimo escritor peruano, una de las prosas más bellas del idioma, escribe el libro definitivo sobre Lima y los limeños en esta colección de relatos. No me canso de recomendarlo -y regalarlo incluso- a todos los extranjeros que conozco. Y nunca han dejado de agradecérmelo. Hace un año, supe que El Acantilado pretendía dar con él y quizá publicar el libro. ¿Será?4.- La cuestión de Bruno de Aleksandar Hemon.- Una colección de relatos audaz, poderosa, que editó Anagrama con entusiasmo pero lamentablemente no tuvo mucho éxito y lo veo todos los años en la mesa de remates de Océano en las Ferias de libros. Ahora que El Proyecto Lázaro se proyecta tan bien en EEUU quizá haya un renacimiento de Hemon en castellano y puedan buscar en la mesa de saldo este libro maravilloso.5.- Saña de Margo Glantz.- Un libro tan extraño como su nombre. Un libro que demuestra cómo las fronteras de lo literario son tan elásticas. Un libro escrito con el estómago, pese a parecer superficialmente un tramado de citas eruditas. Un libro freak escrito por una especialista en otra freak, como fue Sor Juana Inés de la Cruz. Apareció en la editorial Era en el 2008 y tuvo una circulación exclusivamente mexicana. ¿Por qué? Quizá sea el precio que se paga por caminar sobre el abismo de la escritura y dejarse caer; es decir, por jugar con fuego, quemarse completamente y, en vez de morir, salir purificado del incendio.



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De la imposibilidad de comprar un libro

Esta primavera me había propuesto dictar un curso dedicado a la literatura trasatlántica del siglo XXI  para explorar el diálogo entre las orillas del idioma desde escenarios  comunes de lectura.  El 2000 dicté un curso  sobre la literatura del XXI aunque, en rigor, entonces no existía, pero cuyas tendencias anunciaban horizontes de escritura.  Un país cuya constitución exige a sus ciudadanos ser felices, como observó Borges, y cuyo deporte nacional es planear el porvenir,  nos asegura estudiantes capaces de creer en la literatura que vendrá, distintiva y necesaria.  Pero esta vez, además, contábamos en mi universidad con la estancia del escritor español Juan Francisco Ferré,  autor de la estupenda novela Providence  (Anagrama), a quien invité a hacerse cargo de las clases dedicadas a la nueva novela española. Después de haber hecho juntos una antología de la nueva narrativa española (Mutantes, término que se ha usado para nombrar al conjunto, más que grupo, de escritores que algunos llaman “Nocilla,” y otros “Nociva,” y que ha merecido una divertida e ingeniosa refutación de Javier García Rodríguez titulada Mutatis mutandis ), no fue difícil acordar los textos del programa. 

Pienso, por lo demás, que no hay ninguna razón, salvo las del funcionariado difundido, para que un profesor pase su vida en una sola universidad dictando para siempre las mismas materias. En el futuro los cursos serán cada vez más compartidos, con especialistas de distintas áreas, y entre facultades de España, América Latina y Estados Unidos. Esa aula plural está en construcción y se debe al carácter del nuevo humanismo, que será internacional o no será.

Pero he aquí que la librería de la Universidad me alerta de que los distribuidores de Nueva York o Boston que importan libros para las universidades norteamericanas no cuentan en sus fondos con títulos de la nueva novela española.

Y me advierten de que los precios serán hasta tres veces más caros que en España, dados los costos del transporte. Un problema del siglo XIX nos impedirá hacer un curso sobre el siglo XXI.

¿Es que no hay un distribuidor visionario, una librería dedicada a lo nuevo, una editorial que se adelante con su oferta? Ni siquiera en Amazon se puede comprar una novela española reciente.

No estoy seguro de que podamos pedirle al distribuidor de Boston los libros para este curso a los precios que nos asignan. No recuerdo que los textos de una clase exijan de los estudiantes ese costo. 

Estos son los libros, el precio que tendrían en dólares, y el que tienen en euros en una librería madrileña:

 

 Ricardo Menéndez Salmón. Derrumbe. Seix Barral: $52.95 (19 euros)

 Isaac Rosa. El país del miedo. Seix Barral, edición de bolsillo: $24.95 ( 7.95 euros)

 Belén Gopegui. Deseo de ser punk. Anagrama: $31.95 (15 euros)

 Agustín Fernández Mallo. Nocilla Experience. Alfaguara: $35 (16 euros)

 

No listo los libros latinoamericanos porque ya no existen. Lo lamentan, me dicen los libreros, pero esos libros están “out of print.”  Agotados, descatalogados,  descontinuados.  Casi el tango del libro.  ¡Y se trata de obras del siglo XXI! Alguien tendrá que escribir la historia del ingenioso caballero que de tanto leer libros por venir dio en imprimirlos.

Los bibliotecarios de la Asociación internacional de adquisición de libros de universidades, provenientes de unas 1500 bibliotecas universitarias, intercambian en sus reuniones anuales  historias de horror sobre la imposibilidad de comprar un libro en español.  En una de esas reuniones melancólicas un bibliotecario que había logrado comprar las obras completas de un autor peruano recibió una ovación. Se publican, tal vez, demasiados pero los mecanismos para distribuirlos son arcaicos.

Los editores y libreros argentinos, en cambio, han logrado un acuerdo con las compañías de paquetería internacional y tienen tarifas especiales para enviar sus libros a cualquier parte sin afectar los precios.

      Seguramente que el lector avisadísimo ya encontró la solución a estos  dilemas: que los libros se publiquen no solamente en papel sino en su inmediata edición electrónica. 

        Todavía no son tan caros como para que sean más baratos.

Pero entre la piratería de los libros más vendidos, la conversión en pulpa de los libros de poesía y la descatalogación de la nueva literatura,  tendría cierta lógica que ésta sea, al final, la que mejor circule, gracias a que es primicia y memoria del porvenir.

 

 


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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un hoax a la checa

The Thi Hong Nhung, la chica que se hizo pasar por Pham Thi Lan en un video clip. Fuente: vietnam.netJan Cempirek, el autor de la broma. Fuente: vietnam.net La novela White Horse, Gold Dragon escrita por una joven vietnamita de 19 años radicada en República Checa, Pham Thi Lan, donde cuenta la tragedia del exilio, ganó un prestigioso premio en República Checa, fue el orgullo de los vietnamitas emigrados y conmovió tanto a los checos que se convirtió en un rápido bestseller. Pero los periodistos no se tragaron la broma y buscaron a la misteriosa e inubicable (salvo en videos) Pham Thi Lan. Al final, todo fue un hoax, una broma, una burla o una estafa, mejor, del escritor checo Jan Cempirek. Así lo cuenta la web Periodistas en Español:El oscuro escritor Jan Cempirek, de 40 años y natural de Bohemia del Sur, que tiene dos novelas publicadas desdeñadas por la crítica, termina en marzo de 2008 la novela Caballo blanco, dragón amarillo, escrita en primera persona por una joven vietnamita salida de una familia de las muchas que, en los años 80 del siglo pasado, emigraron a una Checoslovaquia que buscaba mano de obra barata. La firma con un nombre inventado y empieza a buscar editor. Como no lo consigue, en diciembre decide enviarla al premio anual del Club del Libro, perteneciente al grupo Bertelsmann, con la firma de Lan Pham Thi (un nombre elegido al azar en Internet) y en marzo de 2009 le comunican que es la ganadora, a pesar de que ni alcanzaba las 150 páginas que figuran en las bases del concurso. A partir de ese momento Cempirek monta una rocambolesca historia con la supuesta autora como protagonista, sin descuidar los detalle: él se convierte en ?el mensajero? de la chica que es hija del propietario de una restaurante vietnamita de la localidad de Budejovice (restaurante que realmente existió y cerró sus puertas en 2008), ha crecido allí y ahora estudia ciencias del medio ambiente en la universidad de Kuala Lumpur, en Malasia. Crea un correo electrónico y abre un blog desde los que Lan Pham Thi contesta a las preguntas de periodistas y lectores. Como el premio incluye también un contrato para la publicación del libro la editorial envía supuestamente el contrato a la capital malasia, por correo, aunque no llega más lejos de Budejovice. Lo reenvía, firmado, desde Kuala Lumpur, un amigo de Cempirek que se encuentra allí de vacaciones. El Club del Libro tiene organizada la ceremonia de entrega del premio para septiembre y anuncia que el acto contará con la presencia de la autora. A última hora tiene que conformarse con exhibir un vídeo en el que un plano medio de Lan Pham Thi (la novia vietnamita de otro amigo del escritor, residente en Australia) se excusa por no poder acudir (los exámenes) y da las gracias al jurado (escritores y personalidades varias). Jan Cempirek ingresa en su cuenta bancaria el cheque de 50.000 coronas checas (2.000 euros), aunque se queda solo con las 10.000 necesarias para pagar los impuestos correspondientes al premio y envía el resto a la Asociación Vietnamita para la Literatura y el Arte, que lo ha destinado a la elaboración de un diccionario checo-vietnamita. ?Recibimos 40.000 coronas de un donante desconocido?, ha confirmado el presidente, Nguyen Quyek Tien. Hace un mes Cempirek, que ya se sentía demasiado acorralado, confesó la trama a un realizador de televisión quien, al saberlo, se negó a secundar su idea de hacer un documental sobre el asunto diciéndole que todo parecía una mala broma de estudiantes. La editorial está furiosa pero el libro ha sido el best-seller del otoño. El Club del Libro ha ofrecido a Cempirek un contrato, ahora sí con su nombre. El se desahoga: ?Es un libro muy banal, nada importante, una visión esquemática, en blanco y negro, del mundo. Reúne todos los lugares comunes de lo que los checos piensan de los emigrantes vietnamitas: que solo viven para el trabajo, que no hacen nada por ?integrarse?, que no consiguen ni siquiera aprender nuestra lengua?Todo ello aderezado con unas cuantas palabras vietnamitas, algunos tacos y una leyenda auténtica sobre un dragón. El mosaico que aparece en la foto de la portada está en el suelo del restaurante que me inspiró la historia. Solo quería probar el esnobismo de la clase literaria checa ante un relato tan ?exótico? como el de la penosa vida de una niña emigrante vietnamita?. Y parece que lo ha conseguido. Suerte que no estamos en la Checoslovaquia de los años 50 y Cempirek no es el Ludvik de la novela de Kundera, al que una broma le costó más de media vida fracasada. Muy bien, un hoax simplemente. Pero ¿se acuerdan de JT Leroy? ¿Se acuerdan cómo se deprimió todo el mundo con la broma-estafa? Sin embargo, a Cempirek le ha ido mejor entre los checos estafados que a JT con sus estafados norteamericanos. Dice una nota en Vietnam.net:Hong Nhung told Denik that in her opinion, this book cannot be written by a young girl and that after this truth was unveiled, she was teased by her schoolmates. However, she said she doesn?t hate Cempirek because this writer has helped Czech people to understand more about the community of Vietnamese. (...) Bui Thuy Linh, 37, a businesswoman in Kladno, said: ?I read an article introducing this novel on an online Vietnamese newspaper here. If the author is a Vietnamese, it is of course a matter of pride for the community of Vietnamese here. But if the author is a native Czech, I still love him because he dared to reflect the society and partly defend Vietnamese people. I regret that I can?t read the book in the Czech language to understand the story thoroughly. But I bought the book for my kids and my Czech staffs?. Another Vietnamese businessman named Chu Tien Thanh told iDnes newspaper that he read the book twice and likes it very much. He doesn?t care who is the author of that book. He said he saw part of himself in the book. Also to iDnes, Marcel Winter, Chairman of the Vietnam-Czech Friendship Association, said: ?It was a mistake for the author to hide himself behinds a Vietnamese name but it is helpful for the Vietnamese community? I thank Jan Cempirek for his alias of Pham Thi Lan and the winning book ?White Horse, Yellow Dragon,? though I regret his lie to the organizing board.? ?Many Czech people have sympathized with the pains of Vietnamese. According to the law here, they have the duties to pay tax and insurance? but they don?t have any benefits. They are always the targets for envy and discrimination. They work hard and their children have good achievements at school. The book is helps Czech society to get nearer to the Vietnamese community,? Winter said. Dinh Quoc Hoi, who is living in Prague, wrote: ?This book is very famous in the Czech Republic. It has told the Czechs about the pains Vietnamese feel when they suffer discrimination. In the last two weeks, two clothing shops owned by Vietnamese in Ostrave were burnt by extremists?.



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cápsula del tiempo española

Contenido de la cápsula del tiempo. Fuente: la vanguardia. Otra mala noticia para los antropólogos literarios, de inusitado éxito reciente en España. La "cápsula de tiempo" guardada debajo del monumento a Miguel de Cervantes ha sido abierta al fin. Encontraron un ejemplar en cuatro tomos de El Quijote de la Mancha de 1819 y un Estatuto Real. Es decir, ni siquiera una primera edición. Pero, eso sí, la caja está en perfecto estado de conservación. Aburrido. Dice la nota:Cuatro tomos de El Quijote del año 1819 y un ejemplar del Estatuto Real para las Cortes del Reino de 1834 son algunos de los documentos que, en buen estado de conservación, contiene la "cápsula del tiempo" hallada bajo la estatua de Miguel de Cervantes, frente al Congreso de los Diputados. La urna, un cofre de plomo herméticamente sellado, fue abierta ayer en el Museo Arqueológico Regional (MAR) de Alcalá de Henares y su contenido ha sido presentado hoy a los medios de comunicación por el vicepresidente y consejero de Cultura y Deporte de la Comunidad de Madrid, Ignacio González.Los objetos encontrados en el interior de la urna, algunos de ellos aún sin identificar, se encuentran en un "extraordinario estado de conservación", ha resaltado González, al estar sellada e impregnados los documentos con una especie de insecticida, lo que la convierte en "uno de los hallazgos más importantes de urnas de esta naturaleza".La misma, colocada en el lugar donde ha sido hallada en 1834, contiene también un Diario de Aviso de Madrid de ese mismo año, que envuelve un libro calendario manual y guías de forasteros, editado en la Imprenta Real y que es una "fuente inestimable para conocer la organización administrativa y política" de la época al ser una "guía de carácter oficial".Un libro de vida del General Mina, guerrillero español que luchó en la guerra de la Independencia y fue fusilado en 1817 en México; un manuscrito, algo más deteriorado; un libro sobre la vida de Cervantes y ocho paquetes pequeños, que previsiblemente son monedas de la época, son otros objetos que contiene la urna



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18 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bailando con Borbones

 

 

Nunca imaginé hacer algunas cosas que he terminado haciendo. No confesaré en público algunas de las cosas que por azar, necesidad o gusto he tenido que hacer. Que hago. O que seguiré haciendo. Siempre hay que ir derrocando las certezas. La tiranía de lo previsible es una guerra que nunca termina. Sigo intentando que la sorpresa me tome por asalto en las ocasiones que sea necesario.

Y nunca me imaginé bailando con Borbones. No por convicciones republicanas, que las mantengo pero sin fanatismos- tomar el palacio sí, pero dejar libres a sus ocupantes- sino porque no estoy en la lista de los candidatos cortesanos. Y además no me gusta demasiado bailar. Algunos hombres que nos somos tan duros tampoco bailamos. Pues la otra noche bailé al lado de Borbones. Y no era la hermosa Leticia, querida ex compañera de algunos cercanos pupitres profesionales, sino una hermana del rey. No estoy seguro si era una u otra, una de las dos ¿infantas?, ¿princesas? o lo que sean, pero una de ellas estuvo en esa comunión de bailes, estribillos, coros y danzas que son los conciertos de Joaquín Sabina. Ahí estaba la Borbón, la hermanísima del rey, al lado de los piratas cojos con pata de palo, al lado de las banderas negras, rojas y moradas, al lado de los de nombres impropios o de nombres tan peleones como Carmela, ay!. Allí estaba coreando con Benjamín Prado, saltando con Almudena Grandes y cerca del silencio cómplice de Caballero Bonald. Allí estaba de manera real esa señora de nuestra real familia. Bailando entre lobos republicanos. Cantando entre paganos. Participando en esa ceremonia al lado de treinta mil maneras de encontrarse con el mejor comunicador de nuestro cante poético. Después de Serrat, de Miguel Ríos, llegó sabina y no mandó parar. Quiso ser continuador de esos, de otros y dejar camino a los que sean capaces.

El concierto de Madrid fue un emocionante éxito para Sabina. Y un regalo inesperado para los que no bailamos con Borbones. Está claro que en este insólito ruedo ibérico ya hemos enterrado en guerra civilismo, aunque algunos se empeñen en poner puertas al campo. Sabina, lo diga Agamenón o su porquero, es el mejor retratista musical de nuestro tiempo. Con nuestras contradicciones republicanas o monárquicas incluidas. El que lo bailó lo sabe.



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18 de diciembre de 2009
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Lo que somos capaces de explorar

Cuando hace algo más de dos años empecé desde Venecia a participar en este boomerang, mis textos eran de carácter fundamentalmente filosóficos. Tras varias inflexiones e incursiones por diversos campos, salpicadas a intervalos por una presentación  hermenéutica de textos de Marcel Proust, tengo el sentimiento de que el camino que queda abierto es el de un retorno a la filosofía. Retorno sui generis, pues no se trata- no puede tratarse- de retomar simplemente los problemas al principio desplegados y que coincidían con las grandes cuestiones de la tradición ontológica.

El retorno adopta la forma de interrogaciones que hasta en el aspecto técnico posiblemente más problemáticas para mí que para alguno de los lectores. Asuntos de cuya acuidad me he apercibido recientemente o que, contemplados con interés un día fueron sin embargo aparcados o archivados por unas  u otras razones, razones entre las que desde luego no está ausente la desidia, el escepticismo  y -ardid a veces para las anteriores- el sentimiento de incompetencia.

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18 de diciembre de 2009
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Metafísica del champán

Como un asesino, he vuelto al lugar donde cometí algunos excesos juveniles poco tiempo después de llegar a vivir a Madrid. Yo frecuentaba entonces, a la tierna edad de diecisiete años, dos lugares de la ciudad: un café y un cine. El café era el Chócala, en la calle Alcalá, donde una vez por semana se reunían los integrantes de la revista de cine Film Ideal, en la que yo había sido admitido, como si de una secta se tratara, gracias a la publicación de un artículo mandado espontáneamente desde mi provincia natal. Además de tomar copas en el Chócala, los ‘filmidealistas', sobre todo los más seguros de sí mismos, que no era mi caso, organizaban también actos cuasi-dadaístas con motivo del estreno de alguna película dirigida por un maestro reverenciado. Hubo varios ‘estrenos espectáculo' en aquella época de devociones cinéfilas un poco talibanas, pero el que yo recuerdo especialmente es el de la película ‘Dos en la carretera', que debió de tener lugar hacia 1968 en el Avenida, mi cine  predilecto de la Gran Vía.

    El Chócala sigue intacto, casi frente por frente al aplomado caballo del general Espartero, pero no los cines a los que tanto íbamos recalcitrantemente y a veces en grupo. De los grandes coliseos emplazados en la por aquella época llamada avenida de José Antonio Primo de Rivera sólo quedan en función cinematográfica, un tanto despedazada, el Callao, el Capitol y el Palacio de la Prensa, mientras otros están clausurados o se han convertido en contenedores de musicales de Broadway o ‘shopping malls'. Todo muy americano, como antes, pero con otro calibre. Hace tres días entré con una mezcla de nostalgia y susto en el Avenida, escenario del citado estreno de ‘Dos en la carretera', al que los más exaltados críticos de la revista llevaron botellas de champán y vasos de plástico para brindar antes de la sesión, en el amplio vestíbulo, a la salud de los protagonistas Audrey Hepburn y Albert Finney y del director de esa maravillosa comedia, Stanley Donen, cuya obra fílmica, según la expresión de uno de los más ocurrentes ‘filmidealistas', representaba en el cine la metafísica del champán.

     El Avenida es ahora una sucursal de la multinacional de ropa H&M, mientras que el otro gran cine contiguo, el Palacio de la Música, sigue en obras, tapiado, para dar cabida en su día a un local dedicado a la música, lo que es una buena noticia, una de las pocas que nos da el sádico equipo municipal ‘gallardoniano'. Se me hizo extraño entrar, bajo la atenta mirada de un ‘segurata' (mucho menos marcial que los antiguos porteros del cine), en el ex-Avenida, que sigue luciendo bien en el vestíbulo de mármol policromado, con sus pinturas galantes y su doble escalera espejeada. Los remodeladores han hecho guiños al local anterior, dejando por ejemplo los rótulos que indican la Sala 1 y la Sala 2, una partición que se inauguró 2002, cuando ya amenazaba la crisis de las audiencias cinematográficas. Lo que no hay es patio de butacas ni pasillo central, ni pantalla, habiendo en lugar de los acomodadores opulentos, un tanto prusianos, que se veían en tiempos de esplendor, dependientes espigados, algunos con ‘piercings' y aun así bastante eficaces. Se han cometido estropicios, desde luego, sobre todo en las escaleras automáticas, el techo y la planta sótano, que, la verdad, no recuerdo qué función tenía en su día pero ahora parece un quiero y no puedo de lujo goyesco e informalidad ‘prêt-à-porter'.

       No hay que mitificar innecesariamente. El Avenida no era una obra maestra de la arquitectura, y por tanto la alteración de sus interiores no es un magno delito contra el patrimonio. Construido en 1927 por el arquitecto José Miguel de la Quadra-Salcedo, el edificio carece de carácter: ni es racionalista, como por fecha le podría haber correspondido, ni regionalista, afrancesado o vienés, al modo en que lo son, en dosis variables, algunos de sus más bellos vecinos de esa parte de la Gran Vía. Ahora bien, despejada de los inmensos cartelones cinematográficos pintados a mano que tanto nos gustaban, la fachada queda neta y elegante, y está de noche bien iluminada.

     Convertirse en un templo del vestuario moderno  -sin atrezzo suntuario pero amplia selección de bisutería- no es el peor destino para un antiguo cine. Baste recordar, a ese respecto, la transformación del Infantas en supermercado ‘low cost' y la pura y simple demolición o ruina de otros añorados locales del barrio de Salamanca como el Carlton o el Mola. Hay algo escenográfico (y es otro de los méritos de sus actuales ocupantes) en la disposición de las ropas y los complementos en este nuevo H&M, que, con un poco de imaginación, puede hacernos pensar en una Audrey Hepburn que, en tiempo de penuria, ya no desayuna en Tiffany´s sino en Starbucks.  

    Me probé un chaquetón ese día pero no me compré nada. Echaba de menos las burbujas.

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18 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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