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La electricidad

Una tía de mi padre, nacida justamente en 1900 y exmonja carmelita, me hacía ver siendo niño el milagro que comportaba  accionar una llave aquí   y que una lámpara se encendiera allá a unos metros de distancia. Y todo ello, además, con el mauro confort e inmediatez, el absoluto silencio y una limpieza completa. Que se prendiera la bombilla sin acercarle una tea o que se alumbrara la habitación sin  necesitar gas, carbón u otro combustible, constituía el milagro perfecto, la obra característica de Dios. Y efectivamente, más allá de la historia material del progreso, acaso ninguna invención halla sido  más elegante y divina.

Gracias a la electricidad el proceso civilizatorio que llegó después se basó primordialmente en la devoción de su desarrollo. La electricidad es luz y potencia  dentro de la casa mediante  una eficacia que asombra y a través de un sentido que manifiesta la suprema importancia de la red. El sistema eléctrico se cumple literalmente en redes y nódulos y merced a ellos las  web 2.0 no son otra cosa  que la plasmación natural del espíritu electrónico que  traba los cuatro puntos cardinales, las innumerables funciones y los miles de millones de habitantes.  De hecho la electricidad y el magnetismo no son sino las dos caras de la misma empatía y las  ondas electromagnéticas, de la radio, la televisión o el wi-fi, exponen a los seres humanos en una interacción conjunta y a través de un segundo espacio  radical que devuelve claramente a la especie la autoconciencia de sobrevivir unidos.

La misma palabra "electricidad",  del griego electrón,  "ámbar" alude a los efectos observados en su descubrimiento y que fueron sino la atracción de pequeñas  partículas de papel o hilo tras frotar el cuerpo de una barra de ámbar. En la atracción halla la electricidad su causa y su destino siendo su insignia el imán y su bipolaridad un remedo del amor entre dos sexos.

Los enchufes se machihembran siendo la luz y la energía, en general, un resultado de la copulación cuyo gozo desprende calor y brillo, pero también la felicidad o la inteligencia.

Cuerpo y espíritu se confunden en la acción de la electricidad, en el grado de calor o de claror que reciben las habitaciones o el guiso de los alimentos. Luces entornadas para el amor, luces penetrantes para las búsquedas, luces medias para hornear la carne a fuego lento, luces que trasforman la muerte de la tiniebla en los objetos a la vida de sus perfiles y electricidad que mata en la alta tensión o en la silla eléctrica. Sin electricidad parece ahora que no se pueda vivir civilizadamente o, exactamente, no pueda vivirse del todo. Sin la intervención productiva de la electricidad prácticamente toda la historia  desde la segunda revolución industrial quedaría anulada o a ciegas. La gigantesca escombrera de cenizas que deja tras de sí el fuego, fue siendo sustituida desde finales del siglo XIX  por un vacío mágico.

 Un vacío radiante que, cuando falta, confunde a  los habitantes puesto que, expresado caseramente, cuando la luz se va de la vivienda, los huéspedes se sienten perdidos o abandonados.

Se vive en consecuencia no sólo entre la luz eléctrica sino inherentemente pegados  a ella y advertimos dolorosamente ese gran entrañamiento cuando  nos falta aún por unos momentos. Existir sin electricidad en el mundo desarrollado ha llegado a ser lo mismo que exiliarse hacia un territorio místico. La electricidad es a la civilización económica y social lo que la agricultura al campo. Dentro de la hora electrificada existimos como gentes de la contemporaneidad, fuera de su fulgor el mundo se retrotrae sin memoria o misericordia a la prisión ancestral, la angustia mental o el horror de la  miseria.      

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13 de enero de 2010
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Tan inútiles no somos

¿Qué se perdería si de pronto los periódicos impresos desaparecieran? Uno de los mejores institutos de investigación sobre periodismo del mundo, el Pew Research Center, acaba de publicar un estudio que intenta dar una primera respuesta a esta pregunta a través del seguimiento de lo que ha sucedido durante una semana con los medios de información en la ciudad portuaria de Baltimore, vecina de Washington, que cuenta con un área metropolitana de más de dos millones y medio de habitantes. La conclusión más sobresaliente que se deduce del estudio respecto al impacto de los nuevos medios digitales es que ?si bien el paisaje informativo se ha ampliado rápidamente, la mayor parte de lo que llega al público es mayoritariamente obra de los medios tradicionales, especialmente los periódicos impresos?. Hasta tal punto es así que el 95 por ciento de los reportajes que incluyen información original tienen su origen en los periódicos y éstos son todavía los que fijan las agendas para el conjunto de todos los medios.

El estudio capta perfectamente el declive del periodismo en Baltimore, sobre todo cuando echa las cuentas del número de reportajes que ofrece la prensa tradicional. Uno de los periódicos estudiados ha fabricado en 2009 un 32 por ciento de piezas periodísticas menos que el 1999 y un 73 por ciento menos que en 1991. Pero también capta muy bien el papel bien limitado de los nuevos medios (blogs, twitter, etc.), que suelen funcionar sobre todo como sistema de alerta y mecanismo de diseminación. Donde han conseguido relevar a la radio y la televisión es en la rapidez con que actualizan las noticias y sobre todo los urgentes. Cuestión especialmente preocupante es la desaparición de muchos filtros críticos, de forma que ?con frecuencia encontramos comunicados de prensa que aparecen palabra por palabra en las primeras informaciones sobre acontecimientos, aunque sin hacer mención de ello?, en lo que el estudio llama una ?cámara de resonancia on line? de creciente importancia. Aunque Baltimore no es una gran metrópolis, es muy representativa de un tipo de ciudad media norteamericana, con cinco periódicos de interés general, dos periódicos especializados, cuatro websites de interés general, cinco blogs locales y una treintena larga de estaciones radiofónicas. El estudio se ha centrado en examinar en detalle las seis noticias locales de mayor importancia de una semana, con resultados bastante descorazonadores para todo tipo de medios: la mayor parte de las informaciones, en una proporción de ocho a diez, eran noticias recicladas de otras publicaciones, y de las originales el 95 por ciento fueron producidas por los medios tradicionales. El estudio dará pie a muchos debates y ya han empezado a polemizar con el Pew algunos de lo blogueros más significados de la galaxia digital norteamericana. (Enlaces, con el estudio del Pew Rewsearch Center, con Buzzmachine, el blog de Jeff Jarvis).

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13 de enero de 2010
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De lo literario a lo filosófico

Rafael Argullol: Por tanto Hesíodo y Homero serían el punto de inflexión donde la sabiduría enigmática llega  a su formulación más pura y donde se está preparando ya el camino para la sabiduría y escritura filosófica. 

Delfín Agudelo: En esta transición de la sabiduría mistérica hacia la filosófica hablas de la épica como el género más visible; sin embargo, ¿cómo ves esta continuación- que es un tema que en particular te gusta mucho-, el momento en que para bien o para mal la filosofía se parece desconectar de un aspecto literario, incluso en la antigüedad?

R.A.: No es todavía en este momento; creo que todavía hay un fecundísimo período de transición que iría prácticamente desde los primero épicos hasta Platón, en el cual la filosofía y la literatura -lo que llamamos filosofía y literatura, o lo que en otra terminología sería sabiduría enigmática o sabiduría filosófica- están entrelazados, están en una especie de ósmosis continua. Este es el caso en un sentido primero de la épica de Homero y de Hesíodo, es el caso todavía de todo el mundo de los llamados presocráticos, y es el caso de los Diálogos de Platón, en los cuales hay una manifiesta voluntad literaria que se traduce continuamente en la proposición de nuevos mitos, de nuevas formulaciones metafóricas y simbólicas, sin que se produzca un deslinde entre un lenguaje diríamos abstracto conceptual y un lenguaje sensitivo o literario. Naturalmente en ese contexto de transición que iría desde la épica hasta el mundo de Platón, hasta la Atenas inmediatamente después de Pericles, en todo ese mundo la manifestación más privilegiada es la tragedia, porque allí claramente conviven el tipo de razonamiento que será al que aspirará la filosofía en el futuro, y un tipo de razonamiento que aún forma parte del mundo del enigma y del misterio. Por eso algo de razón tenía Nietzsche al utilizar las categorías simbólicas de lo apolíneo y lo dionisíaco, porque a través de lo apolíneo se iría imponiendo este saber filosófico racional y solar, y a través de lo dionisíaco continuaría manifestándose la sabiduría enigmática, la sabiduría vinculada a lo mistérico. Solo ulteriormente una especie de hiperracionalismo que desprecío la parte enigmática de la naturaleza y del hombre asentó una división de funciones entre lo que hemos denominado literatura y lo que hemos denominado filosofía, pero creo que esto es una divergencia posterior. 

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12 de enero de 2010
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Lo político – maravilloso

En un post anterior comentaba, a propósito del más reciente libro de Luisgé Martín, "Las manos cortadas" las escasas novelas de contenido político que se escriben en España, al menos en los últimos años. Quizá se deba, dirán algunos, al hecho de que desde la entrada de la democracia, el tema ha perdido su atractivo ficcional, cosa que no ocurre en Hispanoamérica, donde todavía sigue perseverando -aunque también en declive- la novela de trama intensamente política y con muy buenos representantes, como el chileno Pedro Lemebel ("Tengo miedo torero") o el boliviano Edmundo Paz Soldán, quien además agrega un importante ingrediente, poco frecuentado en dicho género: la presencia de lo High Tech, por decirlo de alguna manera. No sólo ellos escriben ficción política  y quizá sería interesante volver sobre el asunto en otro post, pero en este caso, simplemente los pongo como ejemplo de contraste respecto a la situación en España. Y es que las novelas de corte político, como aquella magnífica y desasosegante novela de Eduardo Mendoza, "La verdad sobre el caso Savolta", son muy pocas. Realmente son escasas las novelas que dejando de lado la Guerra Civil -un género en sí mismo- se propongan ahondar, por ejemplo, en la Transición. Prueba de ello quizá es que en el frondoso jardín editorial español de los últimos tiempos resulta casi un exotismo la  muy reciente novela de Cercas, "Anatomía de un Instante". Pensemos en "El Socialista Sentimental" de Paco Umbral, o en esa tan extraña como maravillosa novela de José Julio Perlado, "Lágrimas Negras", donde un elemento mágico parece rondar las páginas más políticas de esta suerte de universo potencialmente distópico que plantea Perlado. Incluyamos también "Lo real", de Belén Gopegui y esa ambiciosa saga de Francisco Casavella, "El día del Watusi". Pero creo que hay poco más.

En todo caso, el tema político -la intriga abiertamente política, quiero decir- no parece interesar mucho a los narradores españoles. Y resulta curioso por tres razones: Primero,  porque muchos escritores son perseverantes tertulianos, acérrimos columnistas, analistas perspicaces y opinadores vehementes de asuntos claramente políticos, como podemos comprobar abriendo las páginas de la prensa diaria, u oyendo cualquier programa de radio o viendo alguna tertulia televisiva. Segundo, porque precisamente desde la Transición existe en España un caldo nutricio de temas claramente políticos y potencialmente susceptibles de ser novelados: tramas inmobiliarias, conspiraciones parlamentarias, ataques terroristas, corrupciones de toda índole, separatismo, transfuguismo, dinero y poder, esperpento casi propio de lo real maravilloso. Y tercero, porque muchos de esos escritores crecieron leyendo las novelas hispanoamericanas (marcadamente políticas en su mayoría...) de las que un gran porcentaje se declara deudor o admirador. ¿Qué ocurre entonces? Quizá sea que el aspecto político lo tienen más que resuelto como opinantes de prensa y espacio público. Quizá que el panorama político les resulta inverosímil para ser susceptible de ficcionalizarse. Quizá que han tomado buena nota de que la novela política parece en declive incluso al otro lado del Charco. Pero yo me aventuro a creer que, simplemente, el rapidísimo cambio que supuso la Transición apenas les ha dejado tiempo para digerir y aceptar que la política no sólo es el territorio ríspido donde ocurren los pormenores de nuestra vida cívica y electoral, sino también la comarca de nuestros más recónditos sueños y pesadillas.

 

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12 de enero de 2010
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¡Gracias!

 

Gracias y gracias por vuestras felicitaciones y comentarios. Me alegra mucho que me acompañéis en este momento bonito de mi vida. Al fin y al cabo todos los que compartimos este espacio vamos conociendo nuestros estados de ánimo ante el día a día. Yo no los oculto porque sólo tenemos esta vida para expresarnos tal como somos y también leo vuestros comentarios y adivino, intuyo quién se esconde detrás de un nombre.

Espero que leais la novela fruto de este premio, una historia donde casi nadie es lo que aparenta ser, LO QUE ESCONDE TU NOMBRE, y que podamos hablar de ella en este foro.

Estará en las librerías el día 4 de febrero.

 

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12 de enero de 2010
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El orín

A efectos de los enseres domésticos no es igual referirse al orín, como una sustancia común a todos los habitantes. El orín del esposo y el orín de la esposa difieren sensiblemente tanto en el olor y la consistencia física como en la composición  y la significación simbólica.

Hay un orín corrientemente odiado, refutado y denigrado, correspondiente al hombre/hombre de manera que no habrá nunca modo de aplicarle algún tratamiento que no signifique sino impugnación, su ignominia y su impertinencia.

Efectivamente se da el caso de ciertas esposas condescendientes y eminentemente maternales que toleran esa secreción masculina como un mal menor pero no suele ser de ningún modo la norma. Lo habitual es afear la micción masculina como un hecho asqueroso, sea por su intenso olor como por su trayectoria fuera del sitio establecido. Cuestiones ambas parcialmente asumidas en la vida de convivencia o más bien tenidas  como una lacra del hogar siendo sus  líquidos turbios una constante desacreditada y negativamente juzgada.  Pero, además, puesto que el aumento de la edad crea a través de la próstata declinantes efectos y humillantes frecuencia en la fuerza y la cadencia del chorro su paso a la chirigota, más o menos cruel, no tarde de referirse en las conversaciones. Puesto que la próstata y su desarrollo al pasar del tiempo decide la definitiva energía de la micción es fácil la equivalencia entre la potencia de esa eyección  y de la potencia sexual . Con lo cual el orín se yergue en un indicio mismo de la virilidad y de la relativa decadencia corporal de quien lo emana.

El orín del niño o de la niña poseen igual tratamiento y lugar en el sistema social y la benevolencia o la ternura hacia ellos confunde sus  valores en cuanto hacen de esa excrecencia una señal  inocente y de esa humedad una misión alegre, dulce y bien amada.

Más adelante, sin embargo, frente  el orinar de la mujer que a menudo se incluye entre  lo sexy,  el orín masculino sólo es peste o inmundicia. Los mutros de la ciudad se cubren de la chorreante mancha que el hombre lanza impunemente sobre las fachadas  mientras el orín de la mujer queda  recluido o recatado en su sitio, coquetamente confinado en los retretes. Neruda canta el sonido del orín de su querida que amada desde la otra punta del patio y ese ruido evoca la continuación de una viva atracción sexual que se decora y prolonga. Pudiendo ser, en el caso de los hombres el orín una alusión más inmediata al orgasmo y la expulsión del semen, los dos casos se hallan radicalmente escindidos y sin importar incluso que su conducción parezca del todo la misma.

 Definitivamente, el orín masculino corresponde a la parte más canalla o bruta del macho, mientras el orín  femenino se acerca a la calidad de un ornamento a colonia singular que reúne en su interior la intensidad y cualidad de una lubricia real o imaginada.

De este modo, en el espacio doméstico sólo el orín del hombre, fuera o dentro de la taza, sufre la incuestionable consideración de la porquería. No hay atenuante para el orín masculino que a menudo si se expone, a menudo, fuera de su sitio en la toilette no será sólo signo de un tolerable descuido sino prueba adicional de la insufrible prepotencia del patriarcado y su probable relación con el maltrato de mujeres. Víctimas aquí también, las mujeres, de un agravio o incluso una agresión que las obliga a soportar el carácter de por sí ultrajante de los varones, sea cualquiera el grado en que sea.

Una mujer es, en general, un ser sin apenas necesidad de orinar y, excluyendo los momentos de alguna enfermedad, la alusión queda reducida al "pipí" infantil o enteramente excluida del habla. Los hombres hablan, sin embargo, con gran soltura de mear aquí y allá o de hacerlo groseramente, ofensivamente, sobre esto y aquello.

En casa, mientras las mujeres se encierran discretamente en el cuarto de baño, los hombres apenas se recluyen para una micción  sin apenas cuidado en ocultarla o enmascararla. Ese orín de hombre es, consecuentemente, el que más se oye, se huele y existe en la vivienda. Olor de orines que no son sino olores del peor género masculino y en donde  se adensa la pestilencia, el insulto o la desfachatez. Así, en la descarada molestia que encierra se halla la insinuante cara simbólica de la violencia doméstica. Una descontrolada violencia proveniente de ese macho que se expande insolentemente en la orina y marca la semejanza entre su aparente humanidad y su temible inhumanidad encerrada en la delirante presión la vejiga.

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12 de enero de 2010
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Sepharad vive

Los mitos son eternos. No mueren por un avatar circunstancial de la pequeña historia. Así sucede con Sepharad, país mitológico fabricado por uno de los poetas mayores del siglo XX europeo, Salvador Espriu, en su libro 'La pell de brau'. El ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, ha escrito un artículo, titulado ?El fracaso de Espriu?, que ha suscitado muchos comentarios en Cataluña y muy pocos o ninguno en el resto de España, en el que da por liquidado el mito espriuano de Sepharad, país de lenguas y gentes diversas unidos en el diálogo y en un mismo amor, según rezan sus propios versos.

Según Pujol, y algunos de quienes le han glosado, como mis admirados colegas Enric Juliana y Antoni Puigverd en 'La Vanguardia', el nuevo Estatuto catalán y su impugnación ante el Tribunal Constitucional han llevado a una situación insólita, en la que todo lo catalán se ha convertido, dice uno de ellos, ?en una molestia insufrible para la gran mayoría de los españoles?. La desafección política en España, según la aguda visión de estos amigos, es también desafección española hacia Cataluña y desafección catalana hacia España: una forma de decir que esas gentes y hablas diversas, sin diálogo y con desamor, terminarán divorciadas y separadas. Yo no lo creo. Puedo equivocarme, obviamente, pero no lo creo. Con independencia de cuál sea mi deseo: que de otra parte no puede ser más espriuano. Las encuestas lo dicen, es verdad. Lo dicen también los comentaristas. Si atendemos a unos y a otros, articulistas sobre todo, pero también políticos, se diría que hay una pulsión creciente y simétrica, en uno y otro lado, para que así ocurra. Es así en el caso de quienes aseguran que el Estatuto catalán es de imposible encaje constitucional y consideran un órdago inadmisible que Cataluña lleve ya tres años aplicando una ley orgánica aprobada por dos parlamentos, el español y el catalán, y por un cuerpo electoral, el catalán: desean la sumisión y si no la obtienen prefieren el divorcio. A ellos hay que leerles, con tono entre plegaria e imprecación profética, otros versos del gran poema de Espriu sobre el mito de Sepharad: ?Escolta, Sepharad: els homes no poden ser/ si no són lliures./ Que sàpiga Sepharad que no podrem mai ser/ si no som lliures./ I cridi la veu de tot el poble: "Amén."?. Pero es así también en el otro caso, entre otros, esos genios sobrevenidos de la neopolítica mediática y deportiva que considerarían una afrenta que el Tribunal Constitucional tocara aunque fuera una sola coma del Estatuto. Quieren ser los líderes de un pueblo reivindicativo y airado y en ningún momento están dispuestos a hacer otra cosa que no sea dirigir y mandar: nada de sacrificios ni martirios. Para ellos son también los versos del mismo libro de Espriu, que ya evoqué hace unos meses: ?Si et criden a guiar/ un breu moment/ del mil.lenari pas/ de les generacions? No esperis mai/ deixar record,/ car ets tan sols/ el més humil/ dels servidors?. Quieren ver el Estatut tumbado para convertir el despojo en el pedestal desde donde saciar sus ansias de poder. El propio Pujol, sin veleidades de provocador y con toda su ambición personal ya descontada, también considera que ésta es una nueva etapa, en la que hace falta tomar una atajo (una ?drecera? dice en catalán) que deberá ser político y en el que ?hay que actuar no teniendo en cuenta lo que nos darán los otros, o pensando si nos ayudarán ?pues no nos ayudarán ni nos darán nada, porque para ellos la solidaridad es palabra de engaño--, sino contando con los tesoros propios, con los propios activos, con la propia capacidad y la propia voluntad?. No tienen en cuenta quienes dan por liquidado el mito espriuano, sea con alegría feroz o sea con tristeza, sea en Barcelona o sea en Madrid, que el poeta construyó Sepharad frente a un país real, desgarrado por la guerra civil y postrado por la opresión resultante. La idea poética de Espriu sirve para Cataluña y España, naturalmente, porque son las realidades en las que se ha inspirado, pero sirve también para cualquier grupo, comunidad o nación, con independencia del momento histórico que atraviesen. Considerar que las relaciones Cataluña-España estaban mejor cuando Espriu escribió su libro pertenece a otro tipo de mitificación que no tiene nada de poética y mucho de tergiversación histórica. Una cosa es lo que piensan las elites políticas, inteclectuales y periodísticas, unas y otras, y otra muy distinta es lo que piensa y siente la gente. Yo me atrevería incluso a defender la tesis contraria: nunca Sepharad ha estado tan viva, sus gentes más mezcladas, sus hablas más aceptadas y reconocidas. Lo que ha cambiado, y quizás es lo que muchos echan en falta, es la memoria. En las relaciones Cataluña y España sucede algo parecido a lo que ha ocurrido entre Alemania y Francia. Los políticos e intelectuales de ambos países han vivido hasta hace muy poco traumatizados por un siglo de guerra entre ambos países. De los fantasmas del pasado y de su superación consiguieron sacar las energías para hacer nada menos que la unidad europea, basada sobre todo en la soberanía compartida entre alemanes y franceses. Entre los españoles ha sucedido otro tanto: el fantasma de la guerra civil proporcionó las energías para salir de la dictadura en una transición impecable y para resolver al menos para una generación  entera el problema secular de la estructura del Estado.  Ahora no es Sepharad la que ha desaparecido: es, a pesar de la moda de la memoria histórica, el fantasma de la guerra civil, que ha dejado de contar en la acción política y sobre todo en los combates periodísticos. De lo que se deduce, precisamente, que hay que recuperar el mito espriuano en su sentido más universal y genuino. Nada debe hacerse si no es el diálogo y en el respeto de unos a otros. "Salvador Espriu, a pesar de su infinitio amor a su lengua y al pequeño mediterráneo de Sinera, nunca apostaría por el enfrentamiento", escribe Puigverd. Y añade y termina y yo con él: "Seguiría recetando, como Antígona, "una limosna recíproca de perdón y tolerancia"'. (Enlaces, con los artículos de Pujol, Juliana y Puigverd)

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12 de enero de 2010
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Andreas, 7 años

foto: moleskineBEAUTIFUL BOYClose your eyes,Have no fear,The monsters gone,He's on the run and your daddy's here,Beautiful,Beautiful, beautiful,Beautiful Boy,Before you go to sleep,Say a little prayer,Every day in every way,It's getting better and better,Beautiful,Beautiful, beautiful,Beautiful Boy,Out on the ocean sailing away,I can hardly wait,To see you to come of age,But I guess we'll both,Just have to be patient,Yes it's a long way to go,But in the meantime,Before you cross the street,Take my hand,Life is just what happens to you,While your busy making other plans,Beautiful,Beautiful, beautiful,Beautiful Boy,Darling,Darling,Darling Andreas.John Lennon

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12 de enero de 2010
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Silenciar a un blogger

Hace años leí un estudio de la Organización Internacional del Trabajo en el que se consideraba la profesión de periodista como la segunda más riesgosa a nivel mundial, sólo superada por la de aquellos que realizan pruebas de vuelos con nuevos modelos de aviones. No sé si en la investigación estaban incluidos los cazadores de cocodrilos o los guardaespaldas, pero todo el estudio se había hecho en los años noventa, cuando todavía no había bloggers. Ser periodista no tiene en Cuba los riesgos que corren los profesionales de la prensa en otros países. Aquí no les disparan a los redactores de noticias, ni los secuestran, sino más bien les envenenan la profesión. ¿Para qué eliminar físicamente a un individuo que escribe verdades incómodas si pueden anularlo con el plumón rojo del censor? ¿Para qué matarlo si tienen todos los recursos para domesticarlo? La muerte profesional no incide en las estadísticas, si acaso en la frustración de quienes ?como yo- un día proyectaron su destino unido a la información. El que elije dedicarse a la noticia en esta Isla sabe que todos los medios están en manos del poder, llámesele a éste lo mismo Estado, partido único o Máximo Líder. Sabe que tendrá que decir lo que sea conveniente y necesario, y que no será suficiente que aplauda si no lo hace con devoción, con mucho entusiasmo. En estos casos el riesgo es enorme para la conciencia. Desde hace más de veinte años hay en nuestra isla un nuevo tipo de reportero. El adjetivo ?independiente? los diferencia de los oficiales. Ellos enfrentan otros riesgos, disfrutan de otras oportunidades. Como es de suponer, muchos no cursaron estudios universitarios, pero aprendieron a contar lo que escondía la prensa partidista, se hicieron especialistas en la denuncia, se cultivaron en el lado oculto de la historia. En la primavera del año 2003 todo lo que parecía peligro y riesgo se convirtió en castigo. Muchos de ellos fueron a la cárcel a cumplir penas de diez, quince, veinte años. La mayoría está todavía tras las rejas. Los bloggers llegamos después, entre otras razones porque la tecnología ha tenido una lenta aparición entre nosotros. Me atrevería a decir que las autoridades no se imaginaban que los ciudadanos apelarían a un recurso planetario para expresarse. El gobierno controla las cámaras de los estudios de televisión, los micrófonos de las estaciones de radio, las páginas de revistas y periódicos que se localizan en el territorio insular, pero allá arriba, lejos de su alcance, una red satelital -satanizada pero imprescindible- ofrece a quien se lo proponga la posibilidad de ?colocar? sus opiniones de forma prácticamente ilimitada. Les llevó tiempo comprenderlo, pero se están dando cuenta. Ya saben que para silenciar a un blogger no pueden usar los mismos métodos que lograron acallar a tantos periodistas. A estos impertinentes de la web nadie puede despedirlos de la redacción de un diario, ni prometerles una semana en Varadero o un auto Lada como compensación, mucho menos podrían captarlos con un viaje a Europa del Este. A un blogger, para anularlo, hay que eliminarlo o intimidarlo y esa ecuación ha comenzado a entenderla el estado, el partido? el General.

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12 de enero de 2010
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Camus, pasando por Vicent

 

Pasar de la gestación de Lennon a la muerte de Albert Camus no es tan forzado. No lo es por muchas cosas. Dos chicos de barrio, dos que jugaron en la calle. Uno hizo música y el otro hizo literatura. Los dos tuvieron preocupaciones morales, los dos denunciaron miserias, hipocresías y los dos fueron dueños de su propia libertad. De las calles de Liverpool, nada mediterráneas, a las playas de Argel, ese Mediterráneo pobre y esencial dónde el escritor Albert Camus, el ídolo de los jóvenes intelectuales de los años existencialistas, aprendió a gozar la vida, conocer la libertad, la dicha de la piel, del sol, de los cuerpos y el juego del fútbol.

Después vino París, las publicaciones, el éxito, el compromiso y su inveterado amor a la independencia. Llegó el Premio Nóbel, y pasó. Camus, durante décadas ha sido el espejo dónde se miraban muchos de los jóvenes que querían escribir. Un escritor fotogénico, un triunfador que no había dejado de ser un buen tipo. Ni un seductor de algunas de las más interesantes mujeres de su época y en la ciudad más canalla y glamourosa de los años de la posguerra europea.

 Chicos de toda condición, jóvenes mediterráneos porque "el Mediterráneo- lo dice Vicent en el primero de sus retratos sobre escritores que llama "Póquer de ases"- no era un mar, sino una pulsión espiritual, casi física, la misma que yo sentía sin darle nombre: el placer contra el destino aciago, la moral sin culpa y la inocencia sin ningún dios".

Cuenta Vicent que el primer libro que compró de Camus fue "El verano", todavía clandestino y en una editorial argentina. Nosotros ya pudimos leer a Camus con más o menos normalidad, se representaba su teatro en los Colegios Mayores, y se editaban sus primeros libros sin tener que venir de Argentina. Yo también recuerdo el impacto de "El verano", un cuento largo que venía acompañado de "Las bodas" en la edición que siendo muy joven me llevé conmigo hasta Argel. Después de infortunios varios,  historias de mi vida inocente, ese libro fue mi casi única compañía fiel hasta Tipasa. Después continuaron los accidentes, incluso algunos muy buenos, por aquellos complicados mediterráneos en los que me enredé. Terminé en Cerdeña, antes de que nadie pudiera pensar que alguna vez llegaría un Berlusconi.  Nunca me abandonó su libro, era otra manera de seguir cerca de ese chico argelino, de antepasados franceses y menorquines, que ahora recordamos cincuenta años después de un estúpido accidente.

Vuelvo a Vicent que mejor que nadie dice lo que muchos sentimos del escritor, los escritos y la vida de Albert Camus:

"Al principio fue sólo una emoción estética por su forma de estar en el mundo lo que me atrajo de este escritor, pero llegó un momento en que, en medio del naufragio de todas las ideas, lo elegí como un buen guía frente a mis propias dudas y contra toda clase de infortunio".

Hay literaturas, hay vidas, que salvan de los infortunios. Camus es uno de nuestros santos paganos. Y no hay que rezarle. La fe se demuestra leyendo.

 

 

 

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11 de enero de 2010
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