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Rodrigo Rey Rosa: Llamadas telefónicas

Hay pocas cosas más inquietantes que una llamada telefónica en la narrativa del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. El teléfono suena, y a veces no es necesario escuchar una voz al otro lado de la línea. La llamada es portadora de malas noticias, es el símbolo de una amenaza exterior, y muestra lo precaria que es la vida en el mundo de este escritor. Todo puede remitir a la deteriorada situación de la Guatemala contemporánea, o ir más allá del contexto social y exponer la fragilidad de la condición humana. Esta sensación de inquietud y amenaza recorre casi todas las páginas de Siempre juntos y otros cuentos (Almadía, 2008), una antología de cuentos y nouvelles, y la novela El material humano (Anagrama, 2009).

En Siempre juntos y otros cuentos se encuentra el Rey Rosa más conocido. El narrador lacónico y austero pero no por ello minimalista; el escritor que sabe que a veces el realismo no es suficiente para narrar el misterio de la realidad. La evolución de Rey Rosa se puede seguir aquí: desde los breves y despojados relatos de El cuchillo del mendigo/El agua quieta (1985), que encontraron en Paul Bowles a un ferviente defensor, hasta los de Ningún lugar sagrado (1998) y Otro zoo (2006), algo más extensos y complejos. Algunos de estos textos son verdaderas obras maestras: "Otro zoo", "La niña que no tuve", "La prueba", "El pagano". La crueldad y la violencia siempre están narradas sin aspavientos, como si fueran parte inherente de la vida cotidiana, y habría, más que protegerse, lidiar con ellas de frente. En "La prueba", Miguel decide matar a un canario para comprobar si Dios existe: "'Si existes, Dios mío, haz que este pájaro reviva'. Mientras lo decía, fue apretando poco a poco el puño, hasta que sintió en los dedos la ligera fractura de los huesos, la curiosa inmovilidad del cuerpecito". Un acto perverso se transforma en una prueba moral. En "La niña que no tuve", un padre pasea por Manhattan con su hija enferma de ocho años, a la que le quedan cuatro meses de vida. Los pensamientos fúnebres del narrador transforman la realidad. En el subterráneo, "el carro dio un bandazo, y los pasajeros que estaban de pie fueron lanzados unos contra otros, pero los cuerpos con caras grises se mantuvieron de pie, con un movimiento pendular, como si colgaran de sus ganchos en un matadero prolongado. Cadáveres de todas las edades".

Hay textos en los que Rey Rosa se pronuncia directamente sobre la violencia en Guatemala. En la antología, por ejemplo, "Ningún lugar sagrado" y "Hasta cierto punto". En "Ningún lugar sagrado", un cineasta se somete a una suerte de psicoanálisis. Su relato ocurre poco después del fin de la guerra civil, y narra las dificultades para construir una nueva sociedad a partir de los escombros de la guerra (este tema también aparece en la obra de Horacio Castellanos Moya). Cuando es asesinado el monseñor a cargo del documento que investiga las atrocidades de la guerra, la hermana del cineasta, junto a unas amigas, protesta contra el crimen, y menciona nombres de los responsables, explicitando aquello que todos saben pero pocos se atreven a sacar de las sombras. Comienzan las amenazas, las llamadas telefónicas. El asesinato del monseñor es una "advertencia, para que nadie vaya a creerse eso de que las cosas han cambiado en Guatemala, como para decir, todavía estamos aquí y todavía mandamos". No hay ningún lugar sagrado: en la postguerra, la guerra todavía sigue pesando en la conciencia y en el inconsciente de los guatemaltecos, y, por más que uno se vaya del país, "es imposible huir". El psicoanálisis ayuda a verbalizar el trauma, pero tiene sus límites.

El material humano puede leerse como una versión extendida de "Ningún lugar sagrado". Esta novela que toma la forma de un diario comienza de forma excepcional: con el hallazgo de un Archivo de la Policía Nacional, con documentos que se remontan hasta finales del siglo XIX. El narrador, el escritor Rey Rosa, recibe un permiso para revisar los documentos que se encuentran en el Gabinete de Identificación. Las conclusiones de la lectura son contundentes: en el Gabinete, en el que se ve cómo a lo largo del siglo XX la gente ha sido detenida en Guatemala por razones arbitrarias-por ejercer sin título, por ser "impertinente", por dañar los árboles, por "insubordinarse contra su patrón"--, la justicia es culpable de haber sentado "las bases para la violencia generalizada que se desencadenó en el país en los años ochenta y cuyas secuelas vivimos todavía". Hay una línea recta que va desde un sistema de justicia kafkiano hasta una violencia goyesca: los sueños de la sinrazón producen monstruos.

Del Archivo emerge un gran personaje, Benedicto Tun, jefe del Gabinete de Identificación durante cincuenta años. Benedicto es el Gabinete, el Archivo, y Rey Rosa le sigue la pista; a través de sus hijos, trata de saber más de él. Es una tarea vana: el retrato no se concreta del todo, apenas tenemos trazos poco imparciales. Mientras tanto, el escritor quiere seguir con su vida familiar y literaria, pero no es fácil: un clima de amenaza se cierne sobre él (llamadas telefónicas de una funeraria) y sobre el país (asesinatos de diputados salvadoreños, muertes extrajudiciales de agentes de la policía). Aquí tampoco hay lugar seguro: los policias que vigilan el Archivo son "integrantes de las mismas fuerzas represivas cuyos crímenes los archivistas investigan"; de El Coco, un agente asesinado, se sabe que también es policía.

Rey Rosa ha concebido intencionalmente El material humano de forma suelta: citas de libros, elementos de una historia, fragmentos de una vida. Se trata de una apuesta arriesgada: si en los hechos de la vida real no hay tensión, no hay cierre, Rey Rosa va a tratar de respetar esa falta. Si la novela es un género artificial que le da coherencia a lo incoherente, el escritor guatemalteco se niega a jugar el juego. Pero lo que hace en el fondo no es más que responder al artificio del orden narrativo con otro artificio. Así, lo que comienza con fuerza notable termina abruptamente, desarmado por el mismo proyecto. Aquí había una gran novela. Pero esa novela está más sugerida que mostrada.   

(Letras Libres, febrero 2010)

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1 de febrero de 2010
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La información proscrita

Rumores que se propagan, murmullos convertidos en notas oficiales y periódicos que cuentan ?varias semanas después- lo que ya sabe todo el país. Hemos pasado del racionamiento informativo a un verdadero ?destape? que fluye en paralelo a la censura de los medios oficiales. Nuestra glasnost no ha sido impulsada desde las oficinas y los ministerios, sino que ha surgido en los teléfonos móviles, con las cámaras digitales y las memorias extraíbles. El mismo mercado negro que nos ha abastecido de leche en polvo o detergente, ahora ofrece conexiones ilegales a Internet y programas televisivos que llegan a través de las prohibidas antenas parabólicas. De esa manera hemos sabido de los sucesos ocurridos en Venezuela durante la pasada semana. Mi propio celular ha estado casi al borde del colapso de tantos mensajes contándome sobre las protestas estudiantiles y el cierre de varios canales. Copia de estos breves titulares los he reenviado a toda mi agenda de contactos, en una red que remeda la transmisión viral: yo contagio a varios y ellos a su vez inoculan el vacilo bacilo de  la información a un centenar. No hay manera de parar esta forma de difundir noticias, pues no usa una estructura fija sino que muta y se adapta ante cada circunstancia. Es anti hegemónica, aunque la palabrita adquiere connotaciones diferentes en el caso cubano, donde la hegemonía la tienen Granma, la Mesa Redonda y el DOR*. Conocimos de las muertes en el hospital psiquiátrico días antes del anuncio oficial, de la suerte de los defenestrados de marzo de 2009 estamos al tanto a través de ?radio bemba? y un día sabremos que ha llegado el ?final?, antes de que autoricen a contarlo en la prensa. El caudal de informaciones se ha quintuplicado, aunque eso no obedezca a una decisión gubernamental de proveernos de mayores referencias, sino al desarrollo tecnológico, que nos ha permitido saltarnos los cintillos triunfalistas y los noticiarios vacíos de contenido. Cada vez dependemos menos de la papilla masticada e ideologizada de los telediarios. Conozco cientos de personas a mi alrededor que no sintonizan Cubavisión y el resto de los canales nacionales desde hace meses. Sólo miran la tele proscrita. La pantalla de un Nokia o un Motorola, la brillante superficie de un Cd o el minúsculo cuerpecito de una memoria flash, hacen jirones nuestra desinformación. Al otro lado de ese velo de omisiones y falsedades ?creado durante décadas- hay una extensión desconocida y nueva, que nos asusta y nos atrae.

*Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central que determina la política informativa de todos los medios del país.

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1 de febrero de 2010
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Live to tell

Hablando de padres que se van... Reproduzco a continuación el texto que colgué aquí hace ya unos cuantos años, porque encapsula lo que sentía y siento por Tomás Eloy Martínez, que murió ayer aquí en Buenos Aires a los 75 años.

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La generosidad no es la característica más difundida entre los escritores, y menos aún cuando se trata de consagrados. La presencia de Tomás Eloy Martínez en la inauguración de la Feria del Libro local (ya anduvo por aquí Hanif Kureishi, juntando multitudes que habitualmente sólo atraen rockeros o estrellas de la TV) me trajo el grato recuerdo del Tomás que conocí hace ya muchos años, cuando editaba el primer suplemento cultural que tuvo el diario Página 12 (la era pre-Radar) y yo era un simple colaborador. A pesar de que ya acreditaba algunos años de experiencia periodística, Tomás fue el primer editor verdadero con quien me topé: discutía mis textos, solicitaba correcciones; en suma, me exigía por encima de lo que yo parecía dispuesto a dar. Poco tiempo después, durante la escritura de mi primera novela, El muchacho peronista, me abrió la riqueza de su archivo periodístico personal. La foto de Perón y de su primera esposa, Potota, que figuraba al final del texto, me la prestó Tomás. Las cartas originales de Potota también me las proporcionó él; fue su lectura la que me sugirió la idea de que Potota escribía a los suyos con un código secreto.

         No tengo forma de medir cuánto influyó La novela de Perón en mis escritos, pero doy fe de que me marcó a fuego. Sin saberlo, Tomás Eloy Martínez me demostró que nuestra historia inmediata no era algo de lo que convenía huir (como, de hecho, hacían y hacen la mayor parte de mis coetáneos) sino que, por el contrario, se trataba de nuestra materia dramática más próxima –la misma que, como cultura viva, necesitábamos convertir en literatura de la manera más perentoria. Una de las funciones tácitas de los artistas es la de ayudar a su público a asumir, y por ende a digerir, las experiencias más traumáticas de la historia. La novela de Perón me hizo sentir que no estaba solo, que existía un escritor que escribía para mí como si respondiese a mis deseos y mis necesidades más profundos, exorcizando los mismos fantasmas. Agradezco haber tenido la posibilidad de descubrir a Tomás Eloy Martínez el escritor, pero ante todo el hecho de no haber sufrido decepción al conocer a Tomás Eloy Martínez el hombre. Si hay algo que no abunda en nuestra generación son los maestros merecedores de verdadero respeto.

 

 

 

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1 de febrero de 2010
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Ojos que no ven

 

"Cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla". Esos versos de Calderón definen a un personaje que calla. A un pobre hombre de cuneta, un campesino, un obrero, un pobre español que es el protagonista de una de las mejores novelas españolas de los últimos tiempos. La novela se llama "Ojos que no ven", el autor J. A. González Sainz, no es nuevo entre nosotros pero no deja de ser cada vez más imprescindible. Eso sí, para los que les importe nuestra historia además de para todos los demás que les interesa la literatura.

Cuenta, desde Trieste- la más literaria de las ciudades italianas- historias de un tiempo, de éste país. De aquél tiempo de los pueblos abandonados y de éste tiempo de la recuperación de la memoria de los perdedores. Pero la novela va más lejos, más profunda, más emocionante. La discreta vida de Felipe Díaz Carrión, sus silencios, sus caminos al margen, su paciencia, su conocimiento del campo, del nombre de las cosas del campo, de las aves y de las plantas, su saber esencial de la dignidad, su memoria de los hombres buenos, su ética y su estética, son un retrato de lo mejor de un país pobre, algo así como España de la posguerra. Después vinieron las emigraciones. Y los discursos de los fanáticos. Los engaños, la manipulación y el miedo. También es una novela sobre la infamia y la cobardía. Una novela sobre el odio. Sobre el sinsentido del discurso del miedo. Una novela sobre la familia, el amor y el desamor. Sobre el pasado de un padre, pobre y digno, un hombre que le tocó vivir bajo la amenaza y la intimidación. Al lado de la ignorancia y la bravuconería. Un hombre que no se dejó engañar, que no se engañó. La emocionante y desnuda historia de un perdedor que conquista el poder vivir sin la vileza de los nuevos zoquetes. Vivir sin matar. Una novela que habla de España. De Castilla y del País Vasco. Del ser humano y de algunos seres inhumanos, perdidos en su propia seguridad. Atados, presos de sus pistolas.

La novela, la historia de ese padre que lleva orgulloso a su hijo en bicicleta, no se puede dejar de leer. Una historia que atrapa desde las primeras líneas, que nos hace recorrer sus caminos y nos lleva a los abismos de lo mejor y lo peor del ser humano. Como decía la amiga María, una novela para recuperar- a pesar de sus dolores narrados- la necesaria "joie de lire".

Quince euros, tres horas y una emoción que les perseguirá mucho tiempo.

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1 de febrero de 2010
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La poca biografía. Otro enfoque a la película de Gil de Biedma

El país más cotilla de Europa es también el más pudibundo cuando se trata de muertos ilustres, que, según el hipócrita concepto prevaleciente, conviene dejar en un aura santificada y borrosa. Hace casi seis años salió publicada la biografía de Jaime Gil de Biedma, uno de los grandes poetas españoles del siglo XX, escrita por Miguel Dalmau; aunque tuvo una mayoría de críticas negativas, nadie se rasgó las vestiduras, quizá porque los que ejecutan ese tipo de actos rituales no leen. El cine es otra cosa. La iglesia católica lo vigila de cerca de toda la vida, y muchos españoles recordamos aún las clasificaciones morales que se colgaban a la puerta de los templos numerando con colores el pecado inherente a las películas. ‘El cónsul de Sodoma', la película de Sigfrid Monleón, habría sido entonces un 4 de color rojo, es decir, "Gravemente peligrosa", y lo curioso o lo desolador es que hoy, habiendo desaparecido según dicen el nacional-catolicismo, la iglesia de Monseñor Rouco ha vuelto a estigmatizar esta película veraz, honesta y atractivamente provocadora.

    Me preocupan también, y más, otras reacciones laicas, porque delatan nuestra quizá congénita falta de entrenamiento en el género biográfico en todas sus formas: la biografía, el diario íntimo, la memoria, los epistolarios. A ‘El cónsul de Sodoma' le están negando lo que los británicos, maestros en las literaturas biográficas sin tapujos, hacen abiertamente también en cine (y eso que pasan por ser muy puritanos), por ejemplo con el pintor Francis Bacon, con la escritora Iris Murdoch, con el dramaturgo Joe Orton o con iconos tan legendarios de su historia como Lawrence de Arabia. Aquí, por el contrario, se está insinuando que la sexualidad y un erotismo descarnadamente carnal deberían ser sólo aludidos o directamente eludidos, que es lo que ‘no' ha hecho, con toda justicia, el director Monleón, también co-guionista del film. Ayer mismo, sin ir más lejos, el filósofo José Luis Pardo hablaba en El País, en un artículo de opinión titulado ‘Basado en hechos reales', de "cinta pornográfica"; él sabrá por qué. Y esto en una sociedad que se traga ávidamente el envase amarillo de su basura televisiva y que, en el otro polo más exigente de la conciencia progresista, aplaude una película tan brillante pero para mí tan obscena como "El divo", sólo porque el personaje reflejado (y estigmatizado) no era una gran poeta de izquierdas sino un político curil y maquiavélico como Giulio Andreotti.

    Es cierto que algún personaje del ‘biopic' de Monleón aún vive, si bien yo diría que su tratamiento es más que decoroso, llegando, en el caso de quien quizá fue el gran amor de su vida, Luis (su apellido no lo puedo decir, para no incurrir en la posible denuncia legal con la que el interesado ha amenazado), a cambiarle el nombre en el film. Pero Jaime Gil de Biedma está muerto, y con su muerte y las ediciones recientes (se anuncian más textos póstumos de carácter confesional) se levanta el velo de discreción que los vivos requieren. Jordi Mollà encarna destacadamente su papel, secundado en general muy bien por los demás actores, y a la película sólo cabe reprocharle su desmesura; como retrato del artista seriamente ‘salido' funciona y emociona, pero al querer también retratar ambiciosamente la época que él vivió se cae en el esquematismo de alguna escena -las del club Bocaccio- que, al contrario que la auténtica ‘gauche divine', carece de sustancia y huele a frívolo.

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1 de febrero de 2010
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Salvar a la patria cuesta una pasta

Es una grave injusticia la escasa gratitud pública que mostramos hacia el heroico gobierno de Cataluña. Lleva ya un montón de años luchando a brazo partido contra los catalanes, tratando de persuadirles para que sean catalanes, pero los catalanes, gente montaraz e insumisa (ya se vio en tiempos de Franco), no enmiendan.

    Lo han intentado por todos los medios, con sermones de altísimo rigor intelectual (ahí ha destacado el joven Herrera de finos aires abaciales), con el ejemplo a la manera de los misioneros en tierra pagana (¡mártir Carod!), y también con la firme mano que sostiene la porra. O sea, con multas, una fruslería, una futesa: entre 2003 y 2006 recaudaron 225.225 Euros en sanciones contra catalanes con ramalazo español. Los últimos tres años han superado tan tímida cifra, pero no hay datos solventes para no dar armas al enemigo. Considérese que cada multa obedece a una denuncia previa ya que hay un número discreto de patriotas (lo mejor de la sociedad, no hay que decirlo) que se sacrifican denunciando al prójimo. Una auténtica élite secreta que constituye el escuadrón de choque del social-nacionalismo de Montilla.

    Pero no hay descanso. Hoy son los catalanes que tienen el privilegio de poseer salas de cine los que se niegan a catalanizar su negocio. Dicen que el doblaje al catalán les arruinaría, como si eso fuera una excusa. ¿Se imaginan a San Ignacio de Loyola arguyendo que cristianizar la China iba a ser la ruina? Ya se sabe que salvar una patria siempre cuesta dinero. ¡Sobre todo cuando se tiene en contra a la población!

    En los últimos treinta años nuestros misioneros políticos han gastando cientos miles de millones de euros (ajenos, por suerte) para obligar a los catalanes a que sean catalanes. Ya se ve que la cosa no va como la seda. Por eso suenan voces en el gobierno que estudian una alternativa audaz: emigrar a Zaragoza. Según expertos profesores de la Autónoma, los aragoneses están deseando ser catalanes y la capital de Cataluña quedaría preciosa junto a la Pilarica. ¡Les deseamos de todo corazón un gran éxito!

Artículo publicado el sábado 30 de enero de 2010.

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1 de febrero de 2010
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Vic desde Davos

La población mundial dejará de crecer dentro de 40 años, según Naciones Unidas. Pero en estas cuatro décadas todavía aumentará un 50 por ciento más, desde los 6.830 millones de seres humanos que habitamos ahora el planeta hasta 9.150 millones. No es novedad alguna este crecimiento desbocado de la humanidad: en realidad se ha ralentizado un poco, pues en los últimos 50 años hemos estado creciendo a un ritmo del 1?8 por ciento anual, mientras que ahora estamos creciendo al 1 por ciento.

Los expertos reunidos en Davos han sacado punta a la metáfora de la bomba demográfica, acuñada por Paul Ehrlich en 1968, esa idea de que el crecimiento de la población en el siglo XX iba a producir una catástrofe alimentaria mundial, hasta sustituirla por otra, la de una bomba de fragmentación ('cluster bomb'), que dispersa pedazos explosivos cada uno con capacidad para actuar letalmente por su cuenta. Esta nueva idea permite distinguir entre comportamientos totalmente distintos en los países occidentales (Europa, América del Norte y Japón), con una población declinante y envejecida, y los emergentes, donde la población seguirá creciendo, con el matiz de que serán los más frágiles y pobres los que experimentarán los incrementos más espectaculares. Lo que llamamos ?occidente? representaba una quinta parte de la humanidad en 1.800, en 2000 ya era el 17 por ciento y 2050 será sólo el 12 por ciento. Lo mismo sucederá con el peso ?occidental? en la riqueza mundial y las clases medias, concentradas hasta hace muy poco en las ciudades europeas y ahora engullidas por las clases medias globales, que habitan las nuevas grandes megalópolis y tienen una incidencia determinante en el consumo mundial. La vieja Europa necesitará 70 millones de trabajadores de aquí el 2050, a riesgo de poner en peligro el modelo entero de sociedad, su nivel de vida y su estado de bienestar. Al contrario de lo que difunde la demagogia populista, lo único que puede dar un impulso de competitividad y de innovación en las cansadas sociedades europeas es la aportación y el mestizaje que aportan los jóvenes de origen familiar alógeno. Ahí no caben ?buenismos? ni ?malismos?: nada va a frenar las migraciones desde el campo a la ciudad y desde los países más pobres a los más ricos. A lo más que se puede pretender es organizar y gobernar este plebiscito mundial en el que los más necesitados votan con los pies y con las pateras si hace falta. Davos significa el sueño, mantenido durante años, de una globalización gobernada, es decir, un mundo conducido por alguien. Hasta 2008 era bien claro a quien se atribuía la tarea de conductor, desde el crecimiento económico hasta la organización de las relaciones internacionales. La presidencia de Bush y la crisis financiera indicaron un nuevo camino, todavía indefinido en la anterior reunión de 2009, debido a la llegada todavía reciente de Obama a la Casa Blanca. Ahora ya está todo claro: han llegado los emergentes, China, India y Brasil por este orden, pisando fuerte y con exigencias en todos los terrenos; el G 20 se ha ocupado de evitar la gran recesión que hubiera ocasionado el colapso de la circulación fiduciaria mundial; pero todavía no existen los resortes eficaces para gobernar el mundo en cuestiones tan acuciantes como la población, el cambio climático, la pobreza o la proliferación nuclear. Vic desde Davos no son las lecciones sobre la demografía mundial que imparten los expertos: nadie desde la cercanía suele atender los consejos cuando debe resolver los problemas cotidianos que plantea un cambio demográfico masivo en casa. Lo ocurrido en Vic, como en Torrejón, es un reflejo de este mundo desgobernado, en el que los Estados son todavía los únicos sujetos de derecho que pueden decidir, pero las decisiones que deben tomar escapan a sus capacidades y exigen la concertación y la gobernanza primero europea y luego incluso mundial. No es España la que se deshilacha; es Europa la que no es capaz de gobernarse y el mundo global e interdependiente el que no tiene instrumentos, al menos todavía, para organizar su gobierno. Ni en políticas migratorias, ni prácticamente en nada.

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1 de febrero de 2010
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Murió Tomás Eloy Martínez

Tomás Eloy Martínez. Fuente: rubendariobuitronEl escritor argentino Tomás Eloy Martínez, ganador del Premio Alfaguara con El vuelo de la reina y figura importantísima de la literatura latinoamericana, murió hoy a los 75 años. Desde aquí le envío un fuerte, muy fuerte, abrazo y mis condolencias a Ezequiel Martínez, su hijo, a quien conocí en Bogotá39 y a quien sigo diariamente en su extraordinario blog "En Minúscula" y en la revista Ñ. Dice la nota en los cables:El prestigioso periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez, autor de novelas como ?Santa Evita?, murió hoy a los 75 años tras una larga lucha contra el cáncer, según informa en su web el diario La Nación, del que era columnista. Entre sus principales novelas figuran ?Santa Evita?, traducida a más de 30 idiomas, y ?La novela de Perón?, basadas en las vidas del presidente argentino Juan Domingo Perón (1946-1955 y 1973-1974) y su segunda esposa, Eva Perón, en las que combinó elementos de la ficción y la realidad. Asimismo fue el autor de otras muchas novelas como ?El cantor de tango?, ?La mano del amo?, ?El vuelo de la reina? y ?Purgatorio?, la colección de relatos ?Lugar común la muerte? y el relato periodístico ?La pasión según Trelew?, además de escribir libretos de cine y televisión. Era asimismo columnista de los diarios ?El País? de España y del ?The New York Times?. Nacido en San Miguel de Tucumán en 1934, tuvo una larga trayectoria como periodista, novelista y crítico de cine, además de haber trabajado en importantes medios argentinos como el diario ?Página 12? y el semanario ?Primera Plana?. A su vez, fue reconocido también por su intensa actividad académica brindando conferencias y cursos en universidades de todo el mundo. Vivió exiliado en Caracas durante la última dictadura militar argentina (1976-1982). Allí se mantuvo en la actividad periodística: fue editor del periódico ?El Nacional? y fundó ?El Diario de Caracas?, ocupando el cargo de jefe de redacción hasta 1979. Vivió gran parte de su vida en Estados Unidos, donde dirigió el Programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutgers University, en New Jersey, siendo profesor distinguido de la institución. En 2002 fue galardonado con el premio Alfaguara, uno de los más importantes concursos literarios en lengua castellana, por su novela ?El vuelo de la reina?.Hace unos meses, Tomás Eloy Martínez recibió el Premio a la Trayectoria Cultural de la Revista Ñ del diario Clarín. No pudo recogerlo por estar enfermo, en su lugar lo hizo su hijo Jorge Aulicino. En esa ocasión, Ezequiel Martínez, editor de Ñ, presentó el premio con una confesión entrañable:Quisiera terminar con una confesión. Cuando era chico, jugaba a ser como él. Lo acompañaba a las redacciones donde trabajaba y lo veía tipear con devoción las teclas de su máquina de escribir. Me gustaba imitarlo cuando revisaba las pruebas de imprenta o cuando se concentraba buscando datos en algún archivo de hojas amarillentas. A veces, si le prometía silencio y compostura, me permitía escoltarlo en sus entrevistas, que luego transformaba en piezas periodísticas que parecían cuentos de ficción. Narraba la realidad con las herramientas de la imaginación. Y yo sabía que de grande quería hacer eso. Yo quería, como quieren todos los chicos, ser como mi papá."Estoy seguro de que su Tomás Eloy estaba tan orgulloso de Ezequiel como él de su padre.

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1 de febrero de 2010
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Otro elogio de la lectura

 

1. Conversaciones en Madrid

Tiene razón Basilio Baltasar: el papel, me dijo, es para siempre.

No se trata, claro, de tapar el sol con un libro, y creo que es bueno que la tecnología de la lectura ponga a prueba el valor del papel impreso. Pero yo también dudo que termine por sustituirlo.
 
Estos días, entre viajes, he tenido alguna evidencia de ello.
Casi en cada vuelo alguien llevaba un libro electrónico en las manos, leyéndolo a sorbos, pulsando alternativas, evidentemente complacido de acariciar su poderoso juguete.  

Los primeros libros también tuvieron dueños decorativos, que más que leerlos los exhibían. La nobleza no era precisamente lectora, y leían más las clases ascendentes. El Kindle es también un signo de estatus.

Ya sabemos que la tecnología es una fuerza democratizadora, pero puede dejar de serlo y convertirse en otro aparato ideológico. Aunque parece hoy inconcebible, en sus inicios la televisión fue una promesa de desarrollo humano.  

Hoy todavía creemos que la tecnología de los juegos de video tendrá, en el futuro, una función educativa.  Aunque no sé si tú, crédulo lector, tienes alguna esperanza.

Leer es creer, ciertamente, pero la conversión de la tecnología en entretenimiento nos ha hecho, frente a los países más avanzados, no precisamente aldeanos (“¡qué inventen ellos!”); tampoco vanamente defensivos (“Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”), pero sí algo cautelosos.  Hace tiempo que José Emilio Pacheco lo dijo mejor: “Ahora todos sabemos para quien trabajamos.”

Por ello, uno concluye (provisionalmente, por sentido crítico) que la gran diferencia entre la revolución de la imprenta y la post-revolución de la tecnología digital es la noción del cambio en cada caso. La primera produce un nuevo objeto, una forma distintiva, que transforma la lectura como actividad individual, creativa y cambiante.  Cada libro es el mismo pero cada lectura es otra.

El libro electrónico ya no es un libro, es un aparato de información: postula el lenguaje como entetenimiento instantáneo, permutable y serial.  No sostiene (intuyo, interpreto, evalúo: leo) el escenario crítico de la lectura sino la indistinción de una lectura dependiente, poco íntima y más pasiva.
Pulsar botones es una actividad programada. Leer sobre el papel es más participativo. Y sin intervenir en la producción de la lectura, en su mecánica abierta, el exceso de información  virtual aumentará la pasividad.
Me doy cuenta de que escribo esto desde un blog, como si lo hiciera en un papel.  Pero se que éste ligero anacronismo se redime en la conversación.
Este discreto escepticismo ante la era ultramecánica de la superproducción digitalizada de la post-lectura, donde el sujeto es un operador creado por el aparato, no se debe, en todo caso, al libro y sus posibles formatos sino a las operaciones de lectura que esos dispositivos postulan. 

El libro impreso, las revistas impresas, los periódicos impresos no están condenados a desaparecer mientras sigan abriendo espacios de investigación, crítica, aprendizaje e imaginación donde el lector sea convocado como sujeto creativo y libre, capaz de juicio y verdad.  Esto es, capaz de hacerse en la lectura.

Por lo tanto, las preguntas sobre la lectura que nos debemos serían: ¿Estamos haciendo el mejor periodismo? ¿Estamos publicando los mejores libros?
Y ya que de libros se trata, ¿se lee en los diarios una crítica (reseñas, comentarios, reportajes, entrevistas) capaz de alentar  la inteligencia de la lectura, la calidad del lector?
 

 

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31 de enero de 2010
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Invisibilidad

Si Davos es una bolsa de cotizaciones sobre el poder y la influencia internacionales, España viene cotizando históricamente muy por debajo de su realidad económica, política y cultural. Veamos las pruebas. Basta con ver la lista de los participantes y sobre todo de las intervenciones públicas en las que ciudadanos españoles figuran en los paneles de discusión o en la moderación de los debates: muy pocos banqueros, escasísimos empresarios, algunos economistas y poco más. Suelen estar siempre, naturalmente, los que cuentan internacionalmente: Joaquín Almunia, aún comisario de Asuntos Económicos y Monetarios que tomará posesión de la cartera de Competencia dentro de una semana; Jaime Caruana, director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea, y naturalmente algunos de los ministros vinculados a los temas del Foro: este año la vicepresidenta Elena Salgado.

Los presidentes españoles no son clientes habituales del Foro de Davos ni hay perspectiva de que lo sean. El manejo de idiomas, sobre todo del inglés, cuenta decisivamente a la hora de sacar provecho de los contactos y citas, donde sólo hay intérpretes cuando es literalmente inevitable. Y no está de más recordar que ningún presidente de la democracia, a excepción del efímero Calvo Sotelo, ha podido hablar directamente en público a un auditorio no español, incluido Aznar, que aprendió el inglés ya como ex presidente. Esta circunstancia tiene un valor relativo, naturalmente. Pero Zapatero tuvo la mala suerte el pasado miércoles de que su handicap quedara subrayado a la hora de hacer su intervención, por una caída del sistema de audio que obligó a la intérprete a situarse en su flanco para susurrarle la traducción española y a subir luego al atril para interpretar en inglés su intervención. Zapatero estuvo bien en las dos intervenciones que realizó en el Foro: la primera sobre la crisis financiera en Europa y la segunda sobre la gobernanza mundial, principalmente alrededor del cambio climático. Sorteó correctamente los nubarrones alpinos que le esperaban. Algunos de los periodistas anglosajones que han escrito los artículos más acerbos contra su gobierno, con motivo del arranque de la presidencia europea, acudieron a escucharle, pero fijaron su atención en Grecia y en Giorgios Papandreou, que aunque habla inglés como corresponde a quien se ha educado en Estados Unidos, no consiguió convencer ni a los periodistas ni a los mercados sobre la credibilidad de los bonos griegos. A Zapatero le ha acompañado, así, una suerte bien repartida. También ha jugado en su contra otra circunstancia. En principio, debía hablar en una mesa redonda sobre el futuro de Europa, exactamente la repetición de una mesa del mismo tipo en la que participó Aznar, ahora hace exactamente diez años, en la que se pudo envanecer de la entrada de España en el euro y de las cifras de ocupación en comparación con las que le había dejado González. Pero precisamente la crisis económica y su susceptibilidad ante las críticas de la prensa anglosajona dieron que pensar a los organizadores: al final decidieron que sería mejor dedicar el panel al euro y las dificultades de las finanzas públicas europeas. Además, la mala fortuna quiso redoblar: no acudieron al panel el primer ministro belga, Yves Leterme; el belga, Jan Peter Balkenende, y el presidente polaco, Lech Kascynski; y quedaron solos, junto al presidente del Banco Central, Jean-Claude Trichet, con su rostro de profesor severo, los tres malos alumnos: el presidente letón Valdis Zalster, el griego Giorgios Papandreu y Zapatero. La mala suerte también se busca. Aznar hace diez años, con su español y su bandera, que quiso colocar detrás suyo en la conferencia de prensa, en un gesto insólito en este Foro cosmopolita, hizo mejor las cosas que Zapatero ahora, cuando éste tiene además la responsabilidad de la presidencia semestral de la Unión Europea y debe ayudar al presidente Herman Van Rompuy a organizar la Cumbre sobre Empleo el 11 de febrero. En el Foro de 2000, además del panel sobre el futuro de Europa, Aznar pronunció un discurso en solitario y convocó una rueda de prensa, muy breve es cierto, pero suficiente para manchar las primeras páginas al día siguiente, cosas que el actual presidente no quiso o no pudo hacer. Hay que subrayar que la actuación de Zapatero está muy en sintonía con el funcionamiento de las cosas en la Unión Europea y quizás en el nuevo mundo multipolar. Si el presidente semestral en ejercicio se limitó a participar en dos mesas redondas, y eludió el discurso especial y solemne dirigido al Foro en compañía de su presidente Klaus Schwab, todavía ha sido más espectacular la decisión de los dos nuevos cargos nombrados por los 27 en aplicación del Tratado de Lisboa. Tanto Van Rompuy como Catherine Ashton prefirieron no quemarse en actuaciones de relaciones públicas con los líderes de todo el mundo en Davos. EE UU mandó a Lawrence Summers, un amigo de la casa de toda la vida, que probablemente aprovechó el Foro para mostrar su fidelidad a Obama y no quedar descabalgado de la Casa Blanca después del giro populista. Ortega dijo que España era el problema y Europa la solución. Siguiendo la ecuación, a una Europa invisible corresponde una España invisible. Exactamente lo contrario de lo que le sucede a Francia: por eso Sarkozy inauguró el Foro y criticó al capitalismo y al mercado en casa del ahorcado.

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31 de enero de 2010
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El Boomeran(g)
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