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Literatura en tiempos de Twitter

Una semana de vacaciones en Jamaica. Como siempre, lo primero es decidir qué leer en el viaje. Pongo en el maletín un solo libro, Angels, de Denis Johnson. Tengo mi Kindle para lo demás. Veré cómo me va. En tres meses he descubierto que es útil para leer manuscritos en Word o PDF, pero, por lo demás, yace ignorado en un rincón de mi mesa de noche.

VIERNES, Montego Bay.Hace poco comencé a coquetear con el Twitter. Tenía una cuenta abierta años atrás, pero la ignoré hasta el terremoto en Chile. La necesidad de noticias, el hecho de que un buen grupo de amigos chilenos está en Twitter, me animó a reactivar la cuenta. Me había prometido no hacerlo, ya con el Facebook tenía suficiente, pero por lo visto siempre hay buenas razones para perder el tiempo.
Escribo un tuit (tweet): "El aire de Montego Bay huele a ganja".

SABADO. Reviso el manuscrito de mi nueva novela en el Kindle. De pronto, el Kindle se muere. ¿El sol, la arena, los caprichos de la tecnología? Recuerdo a Abel Posse, que decía: "la electrocultura funciona hasta que alguien desenchufa el aparato".
Me pongo a leer la novela de Johnson. Leo 60 páginas de corrido. Lo comento en mi Facebook. Cinco minutos después me entero que Iván Thays también la está leyendo. Antes, a través de Twitter, Tryno Maldonado ya me había contado que Angels era una de sus favoritas.

DOMINGO. Me interesa la relación de los tuits con la literatura. Cómo se pueden distinguir estilos, una poética, una estética. Tryno tiene humor: "Cuando era niño era tan feíto que mi madre me rentaba como Barrabás para el viacrucis de la colonia". Cristina Rivera Garza anda por los aforismos a lo Jabès y Porchia: "Infinitamente viva. Finitamente aquí".
El Kindle sigue sin funcionar. Por la noche, continúo con Angels. "Cómo escribe el cabrón", pongo en Facebook.

LUNES. En el Bobsled Café, me entero de la concesión del premio Alfaguara a Hernán Rivera Letelier. Siglo a través de Twitter las reacciones generadas en Chile. Baradit escribe: "Hay un montón de vaquitas sagradas que deben estar llorando sangre XD XD XD XD".
Me pregunto qué significa XD. Escribo un tuit: "Reggae como música de fondo en el desayuno. Con muchas ganas de no escribir".

MARTES: Termino la novela de Johnson. Una novela de un grande escrita para ser devorada en un avión o en la playa. Personajes tan patéticos como desesperados. Descripciones que se te meten en la piel.

MIÉRCOLES. El Kindle resucita gracias a instrucciones en un blog. Bajo un ejemplar de la revista Electric Literature. Hay ahí un cuento de Rick Moody, "Some Contemporary Characters", escrito a través de tuits. El cuento es un agudo comentario sobre nuestra relación obsesiva con la tecnología y las redes sociales. Los personajes de Moody son capaces de ir al baño en medio de una cita solo para mandar por celular un mensaje acerca de cómo está yendo la cosa. Lo más interesante, sin embargo, no es tanto la preocupación temática sino la cuestión de la forma. En las manos de Moody, Twitter se revela como un descendiente directo de las reglas estrictas para escribir del grupo Oulipo: Perec y su novela escrita sin usar la letra e, los malabares de Queneau... El rigor formal como un punto de partida, un desafío para la escritura.
Escribo un tuit: "Groundhog Day del bueno: otra vez café y playa y lectura".

JUEVES. De regreso a los Estados Unidos. En el aeropuerto de Charlotte, Homeland Security nos detiene a mi pareja y a mí. Estoy escribiendo una novela sobre migrantes y fronteras, la experiencia puede ser buena. Pasamos a una sala llena de polacos. Me pregunto por qué los han detenido.
Nos dejan en la sala más de una hora. No se puede usar el celular, tampoco hay conexión a Internet. Recuerdo la semana en Jamaica. Las playas eran espectaculares, y Kindle y Twitter tuvieron sus momentos, pero lo mejor de todo fue la novela de Johnson.
El agente nos llama a su ventanilla. Voy pensando en mi próximo tuit.

(La Tercera, 29 de marzo 2010)

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29 de marzo de 2010
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Destrucción de los trascendentales (II)

Vinculada a la "filosofía natural de nuestro tiempo", por recoger la expresión de Heisenberg,  asistimos a la demolición de ciertos principios que pueden ser considerados por así decirlo como lo más natural, tan natural que el hecho de que la naturaleza no responda a los mismos puede parecernos simplemente un sin sentido.

*¿A quién, por ejemplo, se le ocurre que el lazo con el entorno fuera posible si la naturaleza no estuviera subordinada al principio de individuación, es decir si aquello que percibimos como un individuo (o sea, dividido respecto a todos los demás e indiviso respecto a sí mismo), se revelara carecer de existencia independiente?

*O bien-aspecto correlativo- ¿qué seguridad de que hay ámbitos locales, es decir ámbitos protegidos de externas influencias, si algo que se produce  en un objeto físico en Santiago de Compostela se hace presente de inmediato en un objeto otrora vinculado al anterior, pero ahora privado de contigüidad física con él en Barcelona.

*Asimismo, ¿cómo conservar la confianza en la regularidad de los fenómenos en nuestro entorno si no tenemos certeza de que idénticas causas- y en ausencia de otras variables- generarán idénticos efectos?

* ¿Cómo mantenerse fieles a la sana convicción de que propio del espíritu humano es confrontarse a lo real, si llegamos a la conclusión de que las observaciones que hacemos y los resultados que obtenemos no nos dicen lo que el mundo era antes de haberlo observado, sino más bien aquello en lo que se ha convertido como resultado de la observación? ¿Cómo en definitiva no caer en la tentación del solipsismo si la ciencia natural de nuestra época parece poner en entredicho el axioma según el cual existe un mundo exterior?

* En fin: si el realismo, consiste en afirmar  que el mundo físico es independiente, es decir, que se da  aun en ausencia de todo observador, el determinismo añade que este mundo subsistente no es aleatorio, sino que se haya sometido a una regularidad que eventualmente permite hacer previsiones: "posibilidad general de predecir exactamente como cambiará el estado del sistema en una circunstancia dada cualquiera", dice al respecto el físico D. T. Gillespie. Pero también el determinismo parece barrido en esta suerte de destrucción de  los principios elementales sobre los que -según la afirmación de Einstein- reposa la ciencia física. [1]  


[1]  Avanzando sobre lo que vendrá ulteriormente:

La Mecánica Cuántica rompe con la idea determinística postulando que antes de haber efectuado una medida, lo único que podemos prever es la probabilidad de que el vector que actualmente representa el sistema se convierta en uno u otro de los vectores propios del operador que representa el observable a medir (y en consecuencia la probabilidad de que surja el número real que es valor propio de tal operador).

Supongamos que efectuamos una operación de medición tendiente a determinar la cantidad de movimiento. Supongamos además que lo hacemos  tras haber efectuado una operación de medición tendiente a determinar la ubicación. En la jerga del formalismo matemático de la mecánica cuántica ello significa que, antes de la nueva intervención, el sistema se halla entonces bajo la legislación del operador del espacio de Hilbert  posición  y que carece propiamente hablando de cantidad de movimiento. Esta sólo surgirá como resultado de que en el espacio de Hilbert el operador posición (que carece de vectores propios que lo sean también de la cantidad de movimiento) ha sido sustituido por el operador cantidad de movimiento, y que el rasgo de la entidad que la cantidad de movimiento constituye surge como resultado de tal sustitución. Tenemos

a) El rasgo físico ha sido literalmente creado, por la intervención, o al menos cabe decir que ésta ha posibilitado su paso de un ser meramente potencial a un ser actual. Acéptese además,

 b) El investigador tiene antes de la intervención una posibilidad de hacer previsiones sobre lo que va a resultar de la operación que va  a realizar, es decir: conoce la probabilidad estadística de que salga una determinación  (un número real) u otra.

Como corolario de la asunción  de a) y b) cabe enunciar.

c) El investigador hace previsiones, no exactamente sobre la realidad que a él le es dada sino sobre la realidad que él mismo forja. El  investigador hace previsiones estadísticas sobre una contingencia (contingencia porque, al menos que se vuelva a medir lo que ya está dado, es decir, en el caso señalado volver a intervenir con el operador posición (y aun así haciendo abstracción de la perturbación termodinámica) la probabilidad 1 de que deba salir tal valor determinado nunca se da. Pero el espectro global de tal contingencia sólo depende del propio observador, en tanto sujeto que mide. Como escribe D. T. Gillespie "una medida nos dice mucho más acerca del estado del sistema inmediatamente después de la medida, que del estado del sistema antes de la medida.

De todos los resultados posibles de una medida, sólo saldrá uno. Quizás salga el que tenga mayores probabilidades, pero ello no es seguro pues no hay lazo directo entre el estado actual y lo que saldrá. Aquí es dónde la teoría de los múltiples mundos tiene algo a decir 

 

   

 

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29 de marzo de 2010
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El vorticista

Pasé unos años obsesionado, siendo joven, con Percy Wyndham Lewis, y ahora he ido con una sensación de temor a la sede en Madrid de la Fundación Juan March, que expone una amplia selección de su obra. ¿Resistiría el artista británico el paso del tiempo? ¿Mantendría yo la fogosidad de mi antigua fascinación por él, o me encontraría, por el contrario, con la figura de uno de esos artistas marginales que es propio del alocado entusiasmo juvenil clasificar entre los grandes?

    Mi primera aproximación a Wyndham Lewis fue literaria y empezó en 1972 con la adquisición de ‘La venganza por amor', un libro suyo que acababa de ser publicado en una bonita edición de bolsillo por Penguin, ilustrada con la pintura que me hizo fijar en él. La pintura, de estilo cubo-futurista, se llamaba, según decía la contraportada, ‘La rendición de Barcelona', y era del propio novelista, hasta ese momento desconocido del todo para mí en cualquiera de sus facetas. Al cubo-futurismo de la ilustración y al título barcelonés se añadió, para animarme a comprar y leer la novela, el comentario editorial: "Ser herido en la guerra civil española...discutir sobre Marx en una fiesta...un hombre de negocios de la City convertido en un rabioso anticapitalista...el cuerpo y la mente desnudos de las inhibiciones sobre el sexo y el arte...ideales de los años 1930, pero hay ideales y hay hombres, y Wyndham Lewis se concentra en los hombres". Lo devoré y, pese a ciertas connotaciones políticas que no me gustaron, me cautivó el estilo y la sorna, no siempre muy humanista, del autor, a quien seguí leyendo (‘Los monos de Dios' es una devastadora sátira del mundo de Bloomsbury) hasta que le descubrí, poco tiempo después, como pintor y, lo que era para mí más sensacional, como animador y portavoz del grupo Vorticista, una vanguardia que no tenía en mi colección de ‘ismos'.

    Salí de la Fundación aliviado. Mi fijación no había sido una pérdida de tiempo. Lewis no es un genio del arte, pero sí una figura original y estimulante, que se inserta, ahora lo veo mejor que entonces, en una peculiar tradición, muy gloriosa, del arte británico: la de los excéntricos plásticos de cuño literario, en la que destacan los nombres de William Blake, Samuel Palmer, Dante Gabriel Rossetti, Richard Dadd el loco, Edward Burra o, tal vez el más grande de todos, Stanley Spencer. Por ese motivo, y por la carencia casi total de obra suya de ficción traducida en España, yo aconsejo encarecidamente, además de la visita a la exposición, la compra de la publicación que la acompaña (el misterio de Wyndham Lewis revelado en forma de libro, uno y trino a la vez), aunque la recomiendo, lo advierto, a quien tenga brazos potentes (pues pesa el todo cuatro kilos comprobados) y disponga de los 85 euros que cuestan, un precio, me apresuro a decir, nada caro para la suntuosa y enjundiosa calidad de los tomos.

     Como tantos vanguardistas del período de entreguerras, Lewis tuvo veleidades totalitarias, con la ventaja de que su carácter impetuoso le hizo ser, también en eso, volátil; su inicial atracción por Hitler pronto se convirtió en un desdén absoluto. También tuvo una amistad particular con España, país que recorrió varias veces y sobre el que escribió en más de una ocasión, con una mezcla de romántica exageración y agudeza; véase, en una de las vitrinas documentales que tanto interés le dan a la exposición de la March, la página abierta de su relato ‘Un soldado con humor', del libro de 1927 ‘El cuerpo salvaje', que arranca con estas palabras: "España se desborda en lo sombrío". En otro viaje de 1931, el artista tomó un barco en Alicante y fue al norte de África, por donde viajó varios meses en compañía de su esposa, escribiendo al volver uno de los títulos suyos que prefiero, ‘Filibusteros en Berbería', que tiene entre otros aciertos de percepción el ponderar -yo diría que antes que nadie- la extraordinaria belleza de las ‘kasbahs' de adobe del sur de Marruecos.

     Naturalmente, el grueso de la exposición lo forma el arte de Lewis, y en ese apartado se puede apreciar la buena mano en el dibujo del artista, que ofrece además la paradoja de ser enemigo del naturalismo en su pintura ‘vorticista' y a la vez un magnífico retratista (de, entre otros, Ezra Pound, Edith Sitwell, T. S. Eliot o Stephen Spender, cuadros pertenecientes en su mayoría al fructífero período de los años 30). Lewis vivió hasta 1957, pero es justo decir que su pintura murió antes que él. Desprovisto de la armadura conceptual del vanguardismo y alejado del retrato, el artista se convierte en el metafísico enrevesado que ocupa, con menos lustre, las últimas salas del edificio de la calle Castelló. Nunca sin embargo falló su inteligencia. Leyendo por la noche, tras la visita, el catálogo, fui a dar en el apéndice con un texto que me sorprendió. Es de 1949 y reseña una exposición de Francis Bacon con un clarividente entusiasmo que pocos sentían entonces por el pintor irlandés. Lewis dice de él que es "hoy uno de los artistas más impactantes de Europa", y que, al contrario que su tocayo, el filósofo renacentista "más brillante y sabio", es "oscuro y endemoniado". Wyndham Lewis saludaba en Bacon a un allegado.

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29 de marzo de 2010
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Del alfiler al elefante

Así se llamaba la columna. El nombre lo decía todo. Un día era un análisis del principal acontecimiento internacional y al siguiente la necrológica de un pintor o de un poeta. Todo lo que ocurriera en el planeta entero cabía en el folio y medio mecanografiado que solía escribir por la mañana, estrictamente al hilo de la actualidad. Era un periodista orquesta, que sabía de todo y de todo podía escribir. Y siempre rápido y bien. Una bendición para un periódico vespertino como era aquel Tele/eXpres en el que se formó una entera generación de periodistas, quien firma estas líneas entre muchos otros.

El periodismo es mucho menos efímero de lo que creemos, empezando por los periodistas. Se escribe a toda prisa, a veces sin corregir; se lee con más prisa todavía; y luego se pasa página: el olvido. Pero más tarde las cosas se complican. Hay una sedimentación de las ideas y las palabras. Sobre todo si no son flor de un día y han ido manando con abundancia y regularidad, de una pluma inteligente y observadora: 9.000 artículos en 43 años, a razón de siete u ocho folios al día. Los escritores cuando mueren suelen ir directos al purgatorio, de donde algunos no van a salir nunca jamás, pero otros regresan resucitados y como nuevos. Los periodistas, en cambio, solemos ir de derecho al infierno, a menos que nos hayamos prodigado en una escritura también literaria que merezca la deferencia de una pequeña posteridad. En el caso que nos ocupa, el periodista tiene los mismos méritos que el escritor, hasta el punto de que no se entiende uno sin el otro, y eso era algo que todos sabíamos, pero necesitaba de la labor de los antólogos para que quedara, además de la constancia, abierto el camino de la resurrección. Lo ensayaron con éxito Carles Geli y Marcel Mauri en la primera antología que se publicó, en 2008, con el título de El mundo según Manuel Vázquez Montalbán (Editorial Ronsel), editada originalmente en catalán (Col·legi de Periodistes), en la que recogían una selección de 130 artículos, columnas y reportajes. Ahora ha repetido la demostración, nuevamente exitosa, Francesc Salgado con el primer volumen de la Obra periodística, que lleva por título La construcción del columnista y abarca desde sus inicios en el oficio en 1960 hasta 1973. Lo menos que puede decirse de este primer volumen de tres es que Manolo entero está contenido en esos 128 artículos antologados. No hay que esperar al siguiente volumen para encontrarse al periodista maduro y eficaz, que escribe de deporte y de moda, de gastronomía y literatura, de política española e internacional, a pesar de que todavía está vivito y coleando el franquismo. La mitad del volumen corresponde a un periodismo ejercido bajo régimen de censura previa. La segunda mitad bajo un régimen de autocensura y amenazas de sanciones penales y administrativas. A veces se olvidan estos detalles. Vázquez Montalbán hizo su trabajo de reportero y de columnista en estas condiciones lamentables con profesionalidad, pundonor y decencia; incluidos sus primerizos artículos entre 1960 y 1962, que han merecido el apartado El debut en la prensa falangista. Tal como se percibe en estos textos, en aquella época no se limitaba a sortear la censura, sino que ponía todo su gusto y empeño en probar las costuras del régimen, actividad en la que destacó como artista, maestro y pionero. Habrá que ver los siguientes volúmenes, pero el rescate de esos artículos que tienen entre 35 y 50 años va más allá del interés de historiadores y colegas. Todo se mantiene en pie en una selección antológica que supera su carácter de testigo de una época y merece ser leída por periodistas y lectores que no la han conocido. Si no han decidido que leerán en estos días festivos, ahí tienen una recomendación de lectura. Los lectores también pueden disponer de una antología específica de la columna Del Alfiler al Elefante en este blog en el que se utiliza la misma rúbrica. La tomé prestada de Manolo hace tres años, en homenaje a su labor de comentarista de política internacional, y en agosto de 2007 recogí aquí y comenté 31 de sus columnas.

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29 de marzo de 2010
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Dialogismos

 
 

Marie Pinot, profesora de español en una escuela secundaria, comenta las composiciones de mis estudiantes incluidas en esta bitácora: “el español no es la lengua de mis estudiantes, pero con ese ejercicio en torno a ‘Borges y yo’ siempre terminan por expresar la otredad propia y la otredad de la lengua a través de formas muy encantadoras.”  Mi experiencia es la misma: mis estudiantes tienen distinto grado de control del español. Sólo algunos de ellos son hablantes nativos; otros, son de origen hispánico y  manejan un español doméstico, pero buscan recuperar la fronda que les fue arrancada de raiz; la mayoría ha nacido en el inglés. Y, en efecto, es fascinante ver la creatividad que ensayan en la otra lengua; el español es una suerte de espejo que les devuelve un nuevo hablante. Prefieren el español a otro idioma extranjero porque creen ser más libres en español. Lo bueno es que ambas lenguas, el inglés y el español, conversan a gusto. Me alegra saber que en la secundaria francesa se puede rescribir a Boges, como se hace en la norteamericana, donde los profesores tienen el privilegio de decidir los textos de sus cursos. Páseme unas versiones de sus estudiantes, estoy seguro de que los míos las disfrutarán al ver en el espejo otros hablantes de paso.

 

Carmen Saintain,  estudiante de filología española en la Universidad de Borgoña, me escribe que está investigando  los blogs de escritores españoles y latinoamericanos guiada por una pregunta: ¿es el blog una nueva forma de escritura? Y me hace algunas otras preguntas, que aqui comparto.

 

¿Por qué elegir este soporte más bien que una publicación tradicional?


 

Casi toda escritura es, en español, provinciana: está limitada por sus fronteras. Y la que presume ser cosmopolita es provinciana con énfasis.  Borges decía que cuando Lugones iba en el tren se sentía obligado a anotar el paisaje. Cada vez que visito un museo, yo tengo que controlar la urgencia de escribir una crónica. Más provinciano todavia, un buen amigo no puede ir al cine sin tener que publicarlo. Rubén Darío tiene la culpa: inventó el cosmopolitismo para dejar de ser del siglo XIX, y creyó que debía escribir el obituario de todo muerto ilustre.  Escribir en español demanda definir un interlocutor en un espacio comunicativo indeterminado.  El blog, en cambio, permite borrar fronteras, y apostar por  la inmediatez de la conversación. Es un acto de fe comunicativa, digamos, porque postula la inteligencia y la decencia de la interlocución.  El blog inventa la conversación: actualiza la hipótesis de una comunidad dialógica.  Y, para un escritor, tiene sobre los demás medios una virtud: es una escritura gratuita. Se puede compartir el luto por las víctimas de las varias violencias, gratuitamente.
 

¿A quién se dirige? Y, ¿con cuál(es) objectivo(s)?


 

Leyendo los comentarios que algunos blogs convocan, uno llega a temer por la suerte de la democracia. Se dice que el correo electrónico ha aumentado la agresividad pero, de nuevo, la tecnología no es buena ni mala en sí misma, depende para qué se usa. El objetivo es seguir abriendo lugares de comunicación y humanizar el espacio de debate. Lo ideal seria que los lectores formaran parte del blog, para poder diversificarlo, más allá de su monólogo discreto, hacia nuevas formas de intercambio. Es un espacio en construcción. A mi me tienta la posibilidad de no escribir dos iguales.
 

¿Por qué no escribir una novela o algo como folletines mediante el blog?


 

Algunos escritores jóvenes empiezan a hacerlo. Por lo pronto, cuelgan en sus blogs capítulos de sus novelas en proceso. Y no dudo que varios lo asumen como un work in progress, aunque la realidad virtual no está destinada a terminar en un libro.
 Más bien, pronto el cuaderno de notas, los dietarios y prosa varia tendrán el blog como destino. La libreta de viajes que se convierte en libro hoy nos resulta de un anacronismo conmovedor. El blog está terminando también con la autobiografía, que es tolerable en la pantalla pero imposible en la página. Por ejemplo, el otro dia leí este comienzo: “Cuando yo era niño, fui a la escuela.” En el blog es irónico (supone complicidad en la parodia del género más redundante); en la página, en cambio, resulta banal (literal, y de un humor involuntario). 
 

¿Estaría usted a favor de una "autopublicación" mediante un soporte informático?


 

Yo sí, a pesar de que aun creemos que la publicación en papel impreso tiene una validación y autoridad propias. En el mundo académico, con la crisis que viven las editoriales universitarias, imposibilitadas de publicar libros eruditos, tendremos que valorar la publicación electrónica en paridad con la impresa. Ahora que la evaluación se ha contabilizado, seguramente que algunas editoriales electrónicas tendrán mecanismos internos de selección de manuscritos equivalentes a los de las editoriales establecidas y las mejores revistas. La cuestión crucial será esa: el valor crítico de las ediciones electrónicas, que dependerá de su calidad; o al menos, de su evaluación. 
 
¿Piensa usted que la publicación electrónica pone en peligro el mundo de la edición?


 
No hay que olvidar que la preservación de la información electrónica es perecedera. Irónicamente, las cartas escritas a máquina de escribir durarán mucho más que los mensajes electrónicos guardados en el disco duro. Lo mismo ocurre con los manuscritos de los libros: las copias impresas en papel libre de ácido vivirán más que la versión guardada en devedes. Es probable que el libro electrónico acelere la crisis de las editoriales pequeñas y medianas, cuyos costos de producción son cada vez más onerosos. Pronto no podremos incluir en nuestros cursos en las universidades de las Américas, libros publicados en España porque sus precios son tres veces más altos, dados los costos de transporte y los porcentajes que imponen al libro las distribuidoras y librerías. Por otro lado, hay autores y libros que son de acceso sólo nacional, y resultan inhallables fuera de sus países; las grandes editoriales carecen de colecciones para autores literariamente significativos, que no llegarán a ser best-sellers ni mucho menos pero cuya obra nos es fundamental. Las editoriales tendrán que adaptarse a la demanda y diversificar sus colecciones, de modo de que no abandonen a la literatura que no reproduce la lógica del mercado.
Sería el fin del mundo tal como lo hemos leído si las grandes editoriales terminan publicando libros de entretenimiento y las ediciones electrónicas se dedican a la literatura que vale la pena leer y estudiar.
 
Muchas gracias por sus preguntas.
 
 

 

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28 de marzo de 2010
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La lenta victoria de Barack Obama

La victoria de Obama ha sido trabajosa, lenta, obtenida con mucho esfuerzo y gracias a una obstinada fijación. Y ha sido mucho mayor porque también iban creciendo los obstáculos y la oposición a toda reforma del sistema de salud, hasta convertir la eventualidad de que el presidente mordiera el polvo en la bandera para arremolinar a las bases radicalizadas de un republicanismo todavía herido por la derrota de 2008. Queda mucho margen para calibrar la sustancia y los resultados de la reforma que dará acceso a la cobertura sanitaria a 32 millones de ciudadanos que carecían de ella. Habrá todo tipo de triquiñuelas para aplazar su aplicación o para impedirla, incluido el recurso a un Tribunal Supremo amoldado por las presidencias conservadoras. Y tardará en aplicarse en su integridad, cosa que no ocurrirá hasta 2014, al igual que la evaluación de sus efectos deberá esperar, según los expertos, hasta 2019 como muy pronto, cuando la presidencia de Obama ?sea corta, hasta 2012, o larga, hasta 2016? será ya historia.

Pero el efecto político de la reforma, que quiere decir en la correlación de fuerzas del presente, es el de una victoria rotunda, por más moderada que sea la legislación aprobada y a pesar de los siete meses de retraso respecto a las previsiones iniciales de la Casa Blanca. Hasta ahora, esta presidencia se había caracterizado por la tensión entre la intensidad de sus discursos y la evanescencia de sus acciones. De ahí la importancia de las reformas del sistema de salud, que nos proporciona una hipótesis: Obama, además de convencer y cambiar las percepciones, también consigue modificar, aunque lentamente, la dura y antipática realidad. Escribo hipótesis por una razón: deberá suceder varias veces para que la teoría quede comprobada. Lo exige la teoría, pero lo más grave es que también lo exigen las elecciones de mitad de mandato de noviembre, en las que se renueva un tercio del Senado y la entera Cámara de Representantes. Del resultado saldrán los márgenes de maniobra para los dos últimos años de su primer mandato: ya hemos visto cómo son con una doble mayoría demócrata como la que obtuvo, hasta el punto de que la pérdida de un solo escaño senatorial estuvo a punto de hacer descarrilar su reforma sanitaria. Para que le salgan las cosas rodadas, Obama debe seguir cosechando victorias en casa ?en la economía y en la creación de puestos de trabajo sobre todo?, pero debe afirmar también su autoridad exterior, sometida a impugnación permanente en ese nuevo mundo multipolar donde surge de cada esquina la arrogancia de un nuevo agente global dispuesto a retar y declarar en declive a la superpotencia única. Y vista la larga fabricación de su primera victoria, quizá sirve para Obama la vieja máxima latina de Augusto, el emperador: festina lente (apresúrate lentamente).

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28 de marzo de 2010
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DHL o cómo se apoya a la censura

Imagen tomada de: http://media.photobucket.com/ Hace un par de años fui a la oficina de DHL en Miramar para enviar unos videos familiares a unos amigos en España. La empleada me miró como si pretendiera trasladar a otra galaxia una molécula de oxígeno. Sin siquiera tocar el casete MiniDV, me dijo que la filial habanera sólo aceptaba transportar modelos VHS. Pensé que se trataba de una cuestión de tamaño, pero la explicación de ella fue más sorprendente: ?Es que nuestras máquinas para visualizar el contenido sólo leen casetes grandes?. Ante mi insistencia, la mujer sospechó que en lugar del rostro sonriente de mi hijo, yo quería remitir ?propaganda enemiga? al extranjero. Regresé frustrada a casa ?adonde nunca me llega correo regular? y pasado un tiempo estuve otra vez necesitada de los servicios de esta empresa alemana. Ante la imposibilidad de viajar a Chile para presentar mi libro Cuba Libre, la editorial me remitió, hace pocos días, diez ejemplares en un sobre con la palabra ?express?. Ni las numerosas llamadas telefónicas a la oficina de la calle 26 esquina 1ra, ni mi presencia allí, han logrado que me entreguen lo que es mío. ?Su paquete ha sido confiscado? me han  dicho hoy en la mañana, aunque en realidad debieran haber sido más honestos y confesarme ?Su paquete ha sido robado?. Aunque se trata de los mismos textos que, sin echar mano de la violencia verbal, he ido publicando en la Web desde hace tres años, los censores de la aduana lo han tramitado como si fuera un manual para fabricar cocteles Molotov. Ahora que los titulares de todo el mundo cuentan el fin del contubernio entre Google y la censura china, las empresas extranjeras radicadas en Cuba siguen obedeciendo los filtros ideológicos impuestos desde el gobierno. Con sus aires de eficiencia, su tradición de inmediatez y sus frases al estilo de ?Keep an eye on your package?, DHL ha aceptado una tabula política para medir a sus clientes. No hacerlo le valdría la expulsión del país y la consiguiente pérdida económica, de ahí que pasen por alto la inviolabilidad del correo y miren hacia otro lado cuando alguien demanda que le devuelvan lo que le pertenece. Los colores rojo y amarillo de su identidad corporativa nunca me habían parecido tan estridentes. Al mirarlos hoy siento que en lugar de celeridad y eficacia nos están advirtiendo: ?¡Cuidado! Ni siquiera entre nosotros tu correspondencia está segura?.

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26 de marzo de 2010
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El argumento de la obra

 

Dentro de unos días estaré paseando por esos lugares que tanto gustaron a Jaime Gil de Biedma. Paisajes de horizontes, de soledad en la llanura, amables algunas veces cuando aparece esa ribera de los alisos o cuando, desde un altillo, se divisa el mar de pinares. Tierras pobres de Castilla. Lugar en que tantas veces vivió el poeta. Unas veces para cuidar su juvenil convalecencia tuberculosa y, tantas veces, por el placer de pasear sus parajes abiertos. O para gozar de su "palacete" rural.

Por allí volveré con sus poemas, el verdadero argumento de la obra, y con ese otro tan sincero e íntimo argumento, su correspondencia. En sus cartas asistimos, como en los heterónimos de Pessoa, a esa "escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas". El, con sus muchas voces, distintas y la misma, es el verdadero argumento de la obra. Culto, cercano, irónico, feliz a veces, inseguro tantas veces. Acompañado y solitario como tantas veces. Cartas a maestros-Jorge Guillén, María Zambrano - , cartas a los amigos Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Ángel González, Caballero Bonald, cartas a los jóvenes Benítez Reyes, García Montero. Y cartas, muchas cartas, al fascinante "coronel", al maestro, amigo, cómplice y complejo Gustavo Durán. Cartas a Gustavo, el soldado de porcelana, dónde la sinceridad vital, dónde la confesión erótica y la vida personal se hacen más evidentes, mas desnudas que con ningún otro. Tendremos que hablar más de Gustavo Durán, se acaba de publicar un libro sobre su compleja y apasionada vida, pero hoy el "argumento" es Jaime Gil de Biedma y sus cartas privadas. Gracias a la editorial Lumen.

Así se cuenta, así escribe a Gustavo Durán en 1967:

"...Hay algo en estos primeros años de la edad madura que los emparenta con los años de la adolescencia: uno vive bajo el signo de la soledad erótica, ame a quién ame y esté con quién esté; sólo que ahora esa soledad ha quedado casi por completo desnuda de ilusiones sentimentales, o quizá lo que ocurre es que éstas se han corrompido y se han convertido en fetiches de ellas mismas, en imágenes. Estoy tan lleno de obsesiones eróticas que temo acabar volviéndome un puritano, porque hay momentos en que mi sexualidad me inspira verdadero terror, es como si de repente sospechase que estoy poseído por una fuerza impersonal que no tiene nada que ver conmigo ni con mi vida

  • - Afrodita Despótica, Eros Anarquista, la Subversión de la Carne"

 

En fin, comienza la semana de pasión.

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26 de marzo de 2010
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II. Ciudad perdida

Las ruletas del Malecón que giraban con un incitante cascabeleo, los rimeros de fichas sobre el mantel de hule, no lejos el Cabaret Copacabana que se alzaba sobre pilotes en las aguas del lago, y el Hipódromo vecino donde corrían los caballos de Somoza. La catedral de muros orinados, rodeada de pordioseros que acampaban en sus balaustradas. Los baldíos de la bajada de Chico Pelón donde acampaban los circos extranjeros, y se oían los rugidos de los leones hambrientos. Las campanadas de la estación y el tren que se alejaba por entre las breñas de la costa.

            No hubo nada de lo que me haya perdido.  De los primeros en llegar al lugar del accidente cuando cayó ante mis ojos uno de los aviones a chorro de la escuadrilla acrobática de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, que rompían con estruendo de trueno la barrera del sonido para perderse sobre la sierra de Managua y volver rasantes sobre el lago.  La visión de Clarita Parodi en traje de montar negro, encabezando un desfile hípico en la calle 15 de septiembre, el cabello rubio, peinado al estilo de Eva Perón, bajo las alas de un sombrero cordobés.

            El rosario viviente en el Estadio Nacional, en honor del Cardenal Francis Spellmann, arzobispo de Nueva York, invitado por el viejo Somoza a visitar Nicaragua. Llegó al aula Gulliver en busca de reclutas, un alumno por lámpara eléctrica, de las miles que deberían irse encendiendo, misterio por misterio, hasta completar el rosario extendido en forma de corazón, y yo me ofrecí voluntario.

            Los sábados esperaba con ansiedad a que Gulliver llegara a buscar a quienes querían confesarse en una sala de la segunda planta, con un padre capuchino de largas barbas, que irrigaba saliva al hablar y olía a trapos antiguos. Yo era de los primeros en alzar la mano porque así podía huir de la clase de geometría, y me entretenía en la fila que iba acercándose al capuchino mientras miraba maniobrar a los cadetes por encima del muro al otro lado de la calle, preparándose para el desfile marcial de cada domingo por la avenida Roosevelt, cuando iban a oír misa a la catedral al son de la banda de guerra...

            Es la ciudad que se llevó para siempre el terremoto del 22 de diciembre de 1972.

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26 de marzo de 2010
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Los demasiados (pocos) libros

‘Los demasiados libros' fue, hace ya más de diez años, el título de un hermoso ensayo del escritor mexicano Gabriel Zaid que quedó finalista del premio Anagrama y publicó aquí la editorial barcelonesa. La obra trataba de la abrumadora cantidad de los libros, los que se publican y los que quedarán como manuscritos guardados en cajones llenos de polvo, y también sobre lo que rodea al libro y no siempre lo acompaña bien: las presentaciones, las pre-publicaciones, los anticipos, el costo de la edición, las reseñas, el olvido injusto de algunos autores y la conversión de otros en figurones ridículos, los lanzamientos espectaculares y las librerías menguantes, la cada vez más extendida práctica de la destrucción de los ejemplares no vendidos de una edición, eso que los americanos llaman ‘to pulp', y no es ninguna ficción.

    Siempre digo que hay demasiados pocos libros, aun siendo consciente, por supuesto, de su abundancia y de su  -en tantos casos-  redundancia. Pero nadie se queja de la inmensa producción mundial de obras plásticas o videográficas, de películas, de canciones; sólo el libro les parece a muchos una ‘delicatessen' que convendría hacer más escasa, menos visible. Lo malo es que quizá llegue el día en que ese escamoteo o desaparición del libro vengan impuestos por la industria, por la incultura, o por el ‘e-book', que es, a mi juicio, un apreciable artilugio, algo así como un nuevo aparato clínico para casos de necesidad o urgencia. Mientras tanto, y antes de que caiga sobre nuestras cabezas la hecatombe, observo con esperanza y con convencimiento -por glosar a Ángel González- un saludable fenómeno español dentro del mundo de los libros: la proliferación de pequeñas editoriales independientes que, sin hacer sombra a las grandes casas, están no sólo ampliando el catálogo de los libros que a uno le apetece leer, sino también, más significativamente, explorando autores y literaturas que da casi vergüenza llamar marginales.

     No seré exhaustivo, porque ni aun queriendo podría dar un censo completo, dada su cantidad. Pero ahí van unas cuantas: Ediciones del Viento, Barataria, Demipage, Cabaret Voltaire, Neverland Ediciones, Periférica, Sexto Piso, Impedimenta, Errata Naturae, Contraseña, Umbriel, Barril & Barral, Libros del Bronce, Libros del Asteroide, Trama. Se advertirá que estas editoriales, además de poner en circulación obras de calidad, cultivan la imaginación en sus nombres. Y conste que sólo he citado aquí algunas de las que editan narrativa y ensayo; si añadiéramos las pequeñas editoriales de poesía, el número y la hermosa nomenclatura serían inagotablemente encantadores.

    Cuando yo empecé a leer con (cierto) entendimiento y a publicar (con gran atrevimiento), en España había muy pocas editoriales en las que confiar: Seix Barral, Destino, Alianza, Aguilar, Plaza y Janés, un tanto devaluada ésta desde la época en que sólo era del señor Janés. En los años siguientes surgieron Alfaguara, Anagrama, Tusquets, Siruela, Acantilado y alguna otra de calidad probada y larga vida, que deseamos asimismo para sus unipersonales directores: Jorge Herralde, Beatriz de Moura, Jacobo Siruela, Jaime Vallcorba. A ellos se suman ahora el valeroso, inquieto, atrevido conjunto de los pequeños editores independientes, responsables de que siga habiendo no demasiados pero sí suficientes libros para los que nos resistimos al apocalipsis del texto de papel.

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26 de marzo de 2010
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El Boomeran(g)
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