Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Exigente

Preguntan a un político regional en quién le gustaría reencarnarse en caso de fallecer un día de estos, y responde que en Garbiñe Muguruza. Una espléndida elección, pienso yo; esbelta, campeona de tenis, rica, agraciada, pero, y aquí detengo la reflexión, con un pésimo cutis, comido por el acné más salvaje. Mi altísimo nivel de exigencia vuelve a jugarme una mala pasada; habría coincidido con el político, lo que, bien llevado, me hubiera reportado pingües beneficios, pero, zas, por esa nimiedad, lo he tirado todo por la borda. Por cierto, recuerdo ahora, con todos los detalles, cómo se vino abajo mi noviazgo con la heredera destacada de una de las grandes familias del franquismo económico y estratégico. Una interesante mujer, hasta que descubrí que pronunciaba Norruega en vez de Noruega y que en la exposición sobre Turner que visitamos en la Tate llevaba, escondida en la manga, una chuleta escrita a bolígrafo con los datos sobresalientes del pintor.

Leer más
profile avatar
4 de marzo de 2021
Blogs de autor

Contenidos

La primera manifestación de tu vida es como el primer beso: recuerdas el dónde y el a quien, pero no a qué supo. El futuro es un sabor incierto. Después de una larga vida de manifestante resoluto aunque pacífico contemplo con curiosidad el mapa de las actuales protestas callejeras, prestando especial atención a las de Barcelona, no tanto por su inusitada violencia como por sentimentalismo; fue la ciudad donde, sin vivir en ella, me manifesté el 11 de septiembre de 1977 en la Diada de Tarradellas. Besos, aquel día gozoso, di muchos a quien me llevó del brazo.

Como vengo de un tiempo antiguo y muy largo, las causas por las que me movilicé antes en el Madrid antifranquista de mi juventud, siendo ineludibles tenían la adrenalina de la peligrosidad: todas estaban prohibidas. Mi primera manifestación permitida y multitudinaria hube de hacerla fuera de mi país, protestando en otoño de 1973 y en Londres, donde vivía entonces, por el derrocamiento de Salvador Allende. Pocos años después ya se pudo ocupar la calle en España, y supimos de otras injusticias, de otros crímenes, de otros derechos todavía por conseguir. Se hacía conciencia al andar.

Guardo en la memoria con especial viveza la de febrero del 2003 por la Guerra de Irak, casi tres millones en toda España unidos por el No a la guerra. Yo la recuerdo porque se hizo eterna en el lento trayecto de Cibeles a Sol; siempre he sido andarín, pero mis huesos ya se me quejaron, y aún no quiero llevar, por presumido, un sillín desplegable.

En la televisión destaca mucho el fuego barcelonés. Ya no hay manifestación que se precie sin contenedor en llamas, aunque es verdad que contra el franquismo la basura se lanzaba peor: había demasiada. Aquellos primeros besos robados a la concupiscencia de la libertad los veo llenos de contenido, ardientes con razón. Quemar por quemar es como un gatillazo.

Leer más
profile avatar
4 de marzo de 2021
Blogs de autor

María Iordanidu

El verano de 2019 me fui de vacaciones al Cáucaso para cruzarlo a pie. De Tiflis a Batumi, ciudad sin igual. La gran belleza ocurrió en Kazbegi, región en la que me hubiera gustado quedarme unos días más. Allí conocí a Guli, dueña de una tiendita de abarrotes. Guli hablaba inglés porque su hermana gemela vivía en Reino Unido y la visitaba muy a menudo. Me contó que su hermana se fue de Georgia cuando apenas tenían veinte años y la guerra de Abjasia ya había hecho mucho daño. «I missed her so much, but I felt like staying home», me dijo.

Guerra y vidas separadas. Hace poco llegué al nombre de María Iordanidu (Constantinopla 1897 – Atenas 1989), a quien la irrupción de la Primera Guerra Mundial la pilló de vacaciones en el mar Negro, en Batumi. Como a la protagonista de su novela, Ana, este acontecimiento la obligó a quedarse en Rusia cinco años. Borrada de la faz de la tierra y sin noticias de casa, tuvo que aprender ruso y adaptarse a un país trémulo. «Cuando se encienden las estufas y los samovares, cuando tienes los pies enfundados en unas buenas botas de fieltro y el estómago lleno, el invierno ruso es precioso. Pero si no tienes todo eso, mejor que no hubiera invierno».

Cada vez me gustan más las novelas de aventuras, lo raro es que antes las aborreciera tanto. Por cierto, sigo deseando que publiquen los viajes de Ibn Battuta en español. Leer en inglés resta entusiasmo.

El libro de Iordanidu me ha maravillado por su cotidianidad en los grandes acontecimientos. El tono costumbrista genera comodidad al leerla, una narración superficial que admite y busca la imaginación del lector. Cómo me hubiera gustado entrevistar a María Iordanidu. ¿Quién más es capaz de describir en un tono tan irónico y entusiasta un naufragio en tierra hostil? Personaje fragmentado, pero campechano. La edición de Acantilado cuenta con un glosario esencial y unas valiosísimas notas de la mano de la traductora Selma Ancira.

«Amorcito». Algunas palabras resuenan como un semantron en el oído, como una voz venida de otro mundo. De un mundo que ya no existe, y runrunean nostálgicas en el mundo que empieza.

Semantron: instrumento de percusión idiófono que en los monasterios ortodoxos es usado para llamar a los monjes a orar.

Kazbegi

 

Batumi

Leer más
profile avatar
3 de marzo de 2021
Blogs de autor

Violencia S.A.

Yo no creo que a los incendiarios les importe una higa el rapero matón, se trata de una violencia similar a la de los hijos de ETA, pero mejor organizada y con varios brotes a muchos kilómetros

Puede ya verse con cierta distancia cómo arden las ciudades más ricas de España. Los cuerpos de policía hacen lo que les ordenan sus jerarcas, los cuales, en algunos casos, no es evidente a quién obedecen. El portavoz de Unidas Podemos, el personaje llamado Echenique, felicitó a los violentos. Los jefes del separatismo y un valenciano riñeron a los guardias. Salió entonces Carmen Calvo para hacer de policía buena y reprochó a Podemos que no condenara el terror. Sin embargo, Pedro Sánchez no dijo ni pío hasta el tercer día, con lo que imaginamos que estaba recibiendo un mensaje y tenía que rumiarlo. Es lento.

Yo no creo que a los incendiarios les importe una higa el rapero matón, se trata de una violencia similar a la de los hijos de ETA, pero mejor organizada y con varios brotes a muchos kilómetros. Tienen dinero. En los reportajes, a pesar de que los periodistas procuran sacar siempre de espaldas a los terroristas, se distingue con claridad a los cabecillas, aunque desde luego nunca cazan a ninguno. También se observaba que en Barcelona los Mossos actuaban con exquisito cuidado para no amostazar a su alcaldesa.

Visto a distancia, se advierte que no es una exhibición de kale borroka, sino un aviso a Pedro Sánchez. Le están diciendo: te gusta mostrarte díscolo, Pedro, así que toma nota de la que podemos armar cuando nos dé la gana. Sánchez ha de agachar la cerviz, ese es el mensaje que le han enviado los grupos que usan medios fascistas disfrazados de antifascistas para lograr fines fascistas. Sométete, chulito español, humíllate, o ponemos el país a sangre y fuego con el permiso de la burguesía nacionalista y sus tontos útiles. Y es que por eso están en el Gobierno, para mear hacia fuera de la tienda, como sugería Robert McNamara.

Leer más
profile avatar
2 de marzo de 2021
Blogs de autor

El equilibrio y el caos

 

Hay una reflexión sobre el equilibrio y el caos que, tantos años después, saco de los recuerdos de mi infancia en Masatepe, el pueblo por encima de cuyos tejados se alzaba el volcán Santiago, que me despertaba con sus retumbos en las noches, como los de un cañoneo de asedio a una ciudad sitiada.

Mi padre fue construyendo a retazos nuestra casa, en un solar que hacía esquina con la plaza frente a la iglesia parroquial, comprado en comunidad con un amigo; luego decidieron ambos, mediante una moneda tirada al aire, quién de los dos se quedaba con la parte esquinera, y a mi padre lo favoreció la suerte. Era un lugar ideal para lo que se proponía, recién casado, abrir su tienda de abarrotes; porque despreciando el oficio de músico que ejercían sus hermanos bajo la batuta de mi abuelo, decidió hacerse comerciante.

Su olfato le decía que la concurrencia de clientes sería siempre numerosa, pues frente a la tienda habrían de pasar necesariamente las procesiones religiosas, el cortejo de las bodas a media calle, y los entierros; y la plaza y la iglesia eran el epicentro de las fiestas patronales, con sus misas de revestidos y las algaradas de pólvora, las ruletas y mesas de dados, los juegos mecánicos y los bailongos.

Primero levantó el local destinado a la tienda, un corredor trasero y el dormitorio matrimonial; luego agregó el comedor y una sala, y los demás dormitorios se fueron sumando a medida que aumentaban los hijos, todo se acuerdo a sus propios cálculos y diseños, pues él definía el lugar de puertas y ventanas y la altura de las paredes.

Me recuerdo siempre entre albañiles y carpinteros pendencieros y bromistas, que iban y venían entre andamios y escaleras, la cal apilada en un corralillo, el cerro de arena y la zaranda para colarla; rimeros de tejas de barro, piedras de cantera, los ladrillos de mosaico que luego simularían una alfombra persa en el piso de la sala, costales de cemento Portland, el cajón de la argamasa, reglas y ripios para el henchido de las paredes de taquezal, zapatas y alfajillas.

Los instrumentos y herramientas, podían encontrarse al paso en aquel desconcierto, en cajones de madera con asas, o sobre el banco de carpintero castigado y carcomido como pasado por el fuego. Piochas, palas y picos, garlopas de mango torneado, cucharas triangulares para batir la argamasa, gubias, martillos de oreja, el berbiquí y su juego de brocas, el cepillo que aventaba en colochos perfumados las virutas, la garlopa como un zapato ortopédico, la escofina dentada.

Y estaban también el nivel y la plomada.

Cada vez que era requerido, el nivel aparecía de manera misteriosa en las manos del maestro de obras malhumorado, vestido de dril kaki y sombrero borsalino de ancha badana, el lápiz en la oreja y el metro plegable en el bolsillo de la camisa, distante por su solo atuendo de la pandilla de operarios, respetuosos y a la vez burlones, que trabajaban en camisolas sin mangas, las gorras de beisboleros con roturas por las que asomaban moños de cabello, los zapatos sin cordones con las lengüetas de fuera, el olor a argamasa mezclado en su piel con el rezumo de alcohol de estanco y sudor viejo.

El nivel era una pieza rectangular de madera que conservaba el brillo del barniz a pesar de los rigores de su uso, al medio la burbuja que parpadeaba como un ojo atento y preocupado de que la exactitud del eje entre las dos muescas marcadas en la hilada de piedras, sobre la que era colocado, se mantuviera sereno, y no acusara inclinaciones a uno u otro lado, como un juez recto de criterio que debe mostrar su imparcialidad.

La redundancia no sobra cuando digo que el nivel atestiguaba el nivel. Era el custodio de lo justo y de lo exacto y prevenía las catástrofes y los derrumbes cuando, rematadas las paredes, el techo de tejas asentado en las soleras de cedro recién labradas por el escoplo, descendiera desde la cumbrera de dos aguas hacia los aleros en un oleaje tranquilo, sin riesgos ni sobresaltos.

Y si el orden horizontal del mundo lo custodiaba el ojo imperturbable del nivel, el orden vertical correspondía a la plomada. El albañil lo llevaba en el bolsillo trasero del pantalón y semejaba más bien un trompo con la cuerda enrollada, sólo que este era de fierro, y la cuerda servía para colgarlo junto a la pared, aún desnuda del repello, de modo que, separado apenas unos milímetros, probara que la correspondencia entre la cuerda y la pared era exacta, ambas en la misma perspectiva, sin rozarse, y que de esta manera la pared a plomo jamás se desplomaría sobre nuestras cabezas.

Esa casa sigue allí, con sus estancias ahora desiertas, la tienda de abarrotes desaparecida hace tiempo, con su tráfago de clientes, desde los últimos en entrar en el cine vecino que compraban apresuradamente cigarrillos Esfinge porque la función ya empezaba, a los cazadores de venados que se aprovisionaban de tiros veintidós para sus excursiones nocturnas en las faldas del volcán. Sola, pero sus muros y la techumbre resisten el tiempo, bajo el imperio del nivel y la plomada.

Leer más
profile avatar
1 de marzo de 2021
Blogs de autor

Diario del confinamiento (16) La conciencia perdida de los seres y las cosas

 

 

 

 

 

Estábamos en la estación de Atocha cuando me dijo:

-¿Te acuerdas de Madrid?

-Pero si estamos en Madrid -le dije.

-Sí - me dijo ella-, ¿pero te acuerdas de aquel Madrid

de antes de la pandemia?

-No, no lo recuerdo –respondí-.

Todo  son imágenes borrosas, todo es  niebla.

 

El olvido es un producto

típico del aislamiento.

La experiencia me indica

que la memoria necesita anclarse en el mundo

más que en las simas

de cada uno.

Los destinos

no se explican sin el otro.

 

Tardaremos en saber quiénes somos

y quiénes hemos sido.

Leer más
profile avatar
1 de marzo de 2021
Blogs de autor

Comprender (y soportar) la fragilidad

Azotados por las sucesivas oleadas del coronavirus mutante, la crisis fabril –y ética– de las vacunas, los lunáticos titulares de los tabloides británicos y la escasa edificación de la retórica política presente –en especial la catalana y la madrileña–, resulta sanador volver a los clásicos griegos para tratar de encontrar algún asidero sobre la condición humana ante tantas tribulaciones.

No estuvieron exentos de emociones. Los atenienses –que son los griegos buenos tal como hemos decidido– vivieron con intensidad el siglo V antes de Cristo, algo más de media centuria a lo largo de la cual crearon un imperio naval, promovieron un sistema político que seguimos llamando democracia, se embarcaron en la cruenta guerra del Peloponeso, padecieron una terrible peste que duró más de un lustro, se arruinaron económicamente, fueron invadidos y, finalmente, en el 404, exhaustos, se rindieron ante los temibles hoplitas espartanos.

Todo esto nos lo ha contado, entre otros, Tucídides, cuya descripción de la peste ateniense está considerado el primer gran relato médico de la historia. Hace de ello unos 2.500 años, época en la cual floreció la llamada tragedia griega así como la sátira, vehículos literarios a través de los cuales se exponía la visión de la vida y se educaba a la ciudadanía en una cierta resignación, dado el dominio del azar sobre el destino de los hombres.

No obstante, los héroes y demás protagonistas griegos se rebelaban sin cesar contra la ruleta de la fortuna –motivo central de las creencias medievales, todavía–. Y hubo razonamientos, como el utopismo platónico, que presagiaron un gran futuro para la humanidad a través del dominio de la espiritualidad.

Contra las lecturas más o menos conocidas de ese espíritu helénico, construido entre otros por el pensamiento de filósofos alemanes como Schopenhauer y Nietzsche, conviene rescatar estos días el libro de la neoyorquina Martha Nussbaum (Craven de soltera, premio Príncipe de Asturias 2012), titulado La fragilidad del bien (La balsa de la medusa, 2015), dedicado precisamente a entender el mundo emocional griego.

Nussbaum ha teorizado mucho sobre las desigualdades promovidas a lo largo de la historia, tanto por cuestiones económicas como políticas y también de género e incluso de orientación sexual –mucho antes de que se pusiera de moda y nos invadiera un tsunami de exposiciones plásticas al respecto. En El conocimiento del amor (La balsa de la medusa, 2005), por ejemplo, ya nos sorprendió con un atrevido ensayo en torno a la literatura al considerar la gran novelística, de Henry James a Proust, de Dickens a Homero, como fuente documental para la construcción ética del ser humano.

En La fragilidad del bien lo que nos señala, en cambio, es que el entramado cultural helénico fue toda una construcción para que los griegos sobrellevaran su extrema vulnerabilidad. Pero puede que siguiendo ese razonamiento, toda la civilización humana, incluida la religión, busque precisamente eso, sobrellevar nuestra fragilidad. Y solo ahora, nosotros, hijos de la opulencia, estemos comprendiéndolo en medio de la pandemia. Veníamos de una larga paz augusta. Demasiado tiempo sin conflictos ni grandes tragedias, viviendo un mundo donde lo políticamente correcto, el bien, ha sido, al menos en teoría, hegemónico.

No es extraño que andemos desnortados. Para empezar, no hay una comunicación eficaz ni constructiva, entre otras razones porque ya no se trata de divulgar sino de contemporizar, habida cuenta de que los principios bioquímicos del nuevo virus se desconocen. Éramos semidioses en busca de la inmortalidad a través de la ciencia y la tecnología –según el vaticinio del best seller Homo Deus de Yuval Hariri, el profesor de la Universidad de Jerusalén que a estas horas debe ya estar vacunado por Pfizer. Pero no ha sido así, lo que venimos padeciendo semeja una plaga bíblica de Egipto.

Ignorantes de asuntos tan básicos como las causas de los contagios, desinfectamos hasta los zapatos y desatamos críticas políticas de unos contra otros, de un extremo ideológico al siguiente confín, incluso competimos por países y territorios. En España, cabía esperarlo, nos enzarzamos en debates de campanario y padecimos unas largas ruedas de prensa con generales recordando los viejos tiempos de pomposidad militar y la falta de prosapia de los nuevos políticos. Hasta que decidieron dejar solo al epidemiólogo útil –o inútil, tanto da– de Fernando Simón, el denostado.

En poco más de lo que dura un embarazo, Portugal ha pasado de ser ejemplar a un desastre, y no digamos Ibiza. Empezamos todos encerrados y enseñando civismo a los niños desde los balcones hasta que un spin doctor (el súper asesor de turno) se inventó lo de la “nueva normalidad”. Construimos y deconstruimos nuevos hospitales de campaña. Demonizamos a los chinos mientras proliferaban los negacionismos. El primero que perdió el norte fue Miguel Bosé, hace poco Victoria Abril. Hemos descreído de las vacunas y semanas después se resucitó el espíritu del estraperlo en torno a las primeras que llegaron.

Nos hemos acordado de Unamuno y su “qué inventen ellos”, cuando descubrimos, al fin, que este es un país hospitalario que se gana la vida con sus camareros, y que apenas da para cuatro investigadores de verdad y ninguna fábrica de vacunas, salvo si son veterinarias. Tal vez en el siglo XV y en el XVI fuimos como atenienses, pero ahora padecemos una extrema fragilidad y culpamos siempre al gobierno, como los italianos cuando llueve. Como sea que gracias a las autonomías tenemos políticos de todos los colores haciendo el ganso, acaba esto como en una de las buenas comedias del centenario Berlanga, nuestro último gran educador social.

Leer más
profile avatar
28 de febrero de 2021
Blogs de autor

El hombre cuenta (VI): ¿algoritmo versus duda?

En  la columna que preceden  he intentado poner de relieve que la duda no constituye un elemento contingente en el despliegue de la inteligencia. Descartes erige la duda ni más ni menos que en método, es decir en punto de arranque para intentar encontrar alguna base que permita precisamente asentar el conocimiento.

Sin la duda no habría siquiera conjeturas sino de entrada afirmación pura y simple. Decir que el conocimiento científico avanza por hipótesis y verificación equivale a decir que en la matriz del mismo está la disposición de un ser que esencialmente duda.

Y por supuesto este aspecto se exacerba cuando consideramos esas actividades humanas como son la búsqueda de creación artística o la toma de partido en una alternativa moral. Pensar no es sólo deliberar pero sí es en gran parte deliberar. Y ello en la triple dimensión que Kant otorgaba a la razón humana. Ello parece indicar que si estamos hablando de máquinas que serían verdaderamente inteligentes,  estamos desde luego yendo mucho más allá de la noción de algoritmo:

El algoritmo en el sentido convencional se enfrenta realmente  a alternativas, pero ello no significa que realmente  dude: No hay luz, ¿estará la ventana cerrada? Resulta que así es… pues la abrimos. Resulta que está abierta…ha oscurecido.

Estos datos son cualitativos, los datos a los que están sometidos las máquinas llamadas inteligentes son números símbolos o gráficas, pero el principio no cambia. Una entrada, unos pasos a dar (eventualmente alternativos) y una salida a la situación. En principio hay un programa que ordena los datos, que pueden ya haber sido previamente ordenados constituyendo así una información. Base en principio de todo mensaje.

Y aquí el asunto del “banco de datos”, del  monto de información que sobre algún asunto se ha llegado a recopilar.  Tengo ante mí una  máquina susceptible de recibir datos, someterlos  a un proceso y devolverme resultados en  torno a los mismos.

Ahora bien hay mensajes y mensajes. Supongamos que una computadora está programada para traducir  del español al inglés Introduzco el mensaje: “la piedra es una espalda para llevar al tiempo” y recibo la respuesta: The stone is a back to take to time. Y añado: “con árboles de lágrimas y cintas y planetas” recibiendo: with tear trees and ribbons and planets”. Obviamente ante esta traducción literal me digo que la máquina ignoraba que el sentido era metafórico. Pero la pregunta va más allá: ¿captó la máquina algún sentido, metafórico o no? Habrá ocasión de retomarla.

Leer más
profile avatar
26 de febrero de 2021
Blogs de autor

Rap y RIP

Me sentí emparejado a Pablo Hasél, aunque no estoy en la cárcel, solo preso. La cosa comenzó el pasado septiembre, cuando unos nuevos vecinos llegaron al piso situado encima del que habito y pusieron música, creo que incluso antes de poner las camas. El concierto no se ha interrumpido desde entonces, ni de día ni de noche, siendo su repertorio algo similar al rap, modalidad sonora de la que me confieso indocumentado pero en la que voy adentrándome a mi pesar. Un domingo, después de 5 meses altisonantes, con pataleos y gritos (pues parece que el rap no amansa, como otras músicas, a las fieras, ni apacigua a los hombres), uno de esos jóvenes vecinos rapistas dijo, ante mis protestas, la fórmula mágica: “tengo mi libertad de escuchar música”. ¿Escuchar? Yo la oigo, sin captar los matices de sus letras, que me suenan, un piso por debajo, como el rezo de un rosario.

A todas estas apareció Hasél, apoyado por un amplio espectro (social): acólitos vándalos y gobernantes celosos de proteger la libertad de expresión. A quienes vivimos mal que bien de la expresión escrita, dicha o cantada, esas protecciones nos resultan poco de fiar; alguno de nosotros, los mayores, recordamos el tiempo de la verdadera falta de libertad expresiva en las artes, muy bien reflejada por cierto en la reciente novela de Manuel Gutiérrez Aragón Rodaje. ¿Y se acuerdan ustedes de la tan pregonada “libertad de acceso a la cultura”? Ese era el lema de los piratas del disco y del libro, de quienes hoy se habla menos, quizá porque haya más o naveguen bajo estandartes de camuflaje.

Mis vecinos no quieren mi muerte violenta “al modo Hasél”, ni yo a ellos les deseo la cárcel; voy en son de paz. Pero ayer, mientras escribía esta columna bajo el fragor de sus letanías, tuve un recuerdo: las voces estentóreas y el ruido de las armas, hace 40 años, en el lugar de la palabra.

Leer más
profile avatar
26 de febrero de 2021
Blogs de autor

Cine y justicia

Ahora que andamos con los dimes del Consejo Superior del Poder Judicial, y a la espera de los diretes, me he tomado la molestia de proponerles un top ten tan del gusto anglosajón sobre al género cinematográfico dedicado a la justicia, empezando por recomendarles que se abonen a cuantas plataformas de televisión puedan y deseen dado que los últimos aparatos reproductores ya son capaces, conectados a internet, de conseguir cualquier película en el archivo infinito de la red. Al parecer, desde que tenemos esta capacidad alienante de ver la tele sin desmayo ha disminuido el consumo de alcohol y hasta el índice de criminalidad.

Así que vayamos a los clásicos. La película predilecta del gran penalista Javier Boix, no puede ser otra que Testigo de cargo (Witness for the Prosecution), obra maestra de Billy Wilder en la que el guapo Tyrone Power consigue engañar a su propio abogado, el inefable Charles Laughton, quien termina fumando puros a pesar de su infarto y fascinado con Marlene Dietrich. La mentira como herramienta de convicción.

Otro clásico, Anatomía de un asesinato, de Otto Preminger, comparte con la película anterior la estrategia del engaño por parte del criminal ante su propio defensor, en este caso el soldado Ben Gazzara frente a James Steward, este último dedicado a la pesca y a fumar en pipa con un amigo jubilado, con quien forma un dúo de solitarios en la América rural. Aunque el clásico de los clásicos es, claro está, el film Matar a un ruiseñor de Atticus Finch / Gregory Peck bajo dirección de Robert Mulligan, cuyo sentido de la justicia y la ética le hace ser uno de los personajes más empáticos sino el que más de la historia del cine –y de la literatura, por más que su creadora, la novelista sureña Harper Lee, firmara una segunda parte (Ve y pon un centinela, publicada en 2015) tratando de liquidar el mito de Atticus. No ha podido.

Cómo no, en esta lista no puede faltar Doce hombres sin piedad (12 Angry Men) de Sidney Lumet, la duda razonable y razonada con Henry Fonda rodeado del mejor elenco de secundarios que se hayan podido concentrar en un escenario tan reducido como la sala de un jurado bajo el mando fotográfico de Boris Kaufman (el hermano de Dziga Vértov). A su altura, la francesa La verité, de Henri-Georges Clouzot, con Brigitte Bardot en el mejor papel de su carrera, una musa del situacionismo parisino. También añadiría al top la producción monumental con actores de postín que llevó a cabo Stanley Kramer sobre el juicio de Nuremberg, que aquí titularon ¿Vencedores o vencidos? (Judgment at Nuremberg). Y debería incluir otra de Spencer Tracy, el afable actor que todos desearíamos como letrado: Una noche traicionera (The People Against O'Hara), de John Sturges.

De las recientes solo seleccionamos El juez, duelo de actores y actitudes complejas, Robert Duvall y Robert Downey Jr. Y una teleserie, desde luego, The Good Wife –y su secuela, The Good Fight–, en las que lo mejor no son los abogados sino los jueces, precisamente, a cada cual más extraviado en su propio mundo. Ya no se parecen en nada a los magistrados de las películas clásicas. Todo ha cambiado, la justicia se ha ensimismado, convertida en un oficio de papeleos y recursos. En nuestro país, además, se suele tardar de uno a dos lustros en instruir una causa. Entonces, me pregunto, si en el tiempo en que se tarda con la instrucción, el acusado se ha arrepentido, pide perdón, restituye lo que pueda del mal cometido y la comunidad de vecinos avala su integración social, entonces qué, ¿cómo se hace justicia?

Leer más
profile avatar
24 de febrero de 2021
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.