En función de lo sostenido en las columnas anteriores, un ser equiparable a nosotros en inteligencia debería pasar por una triple prueba:
Debería en primer lugar explicar el conjunto de descripciones y previsiones a las que procede, y en los casos en que tal explicación no se diera, inquietarse por ello, a la manera en la que en el arranque del siglo XIX los físicos se inquietaban por el hecho de que el efecto foto-eléctrico, (controlado en el laboratorio, y en consecuencia soporte de posibles previsiones) no tenía explicación en el marco de la concepción de la luz como continuo ondulatorio.
Recuérdese al respecto que pese a su decisión de conformarse con la “generalización por inducción”, y no conjeturar hipótesis alguna, nunca Isaac Newton se sintió satisfecho con su desconocimiento de la razón de la gravedad. No vale en ningún caso el silencio al respecto del que hasta ahora da muestra un ente como AlphaFold2, en relación a la causa de sus prodigiosas previsiones.
En segundo lugar, debería desde luego eventualmente mostrar un comportamiento altruista (concretizado, por ejemplo, en espontánea y desinteresada ayuda a una entidad -maquinal, humana o animal- en dificultades), bien radicalmente egoísta, es decir, de un egoísmo no marcado por la necesidad sino por el deseo (por ejemplo, acaparando una fuente de energía para él superflua y necesaria a la subsistencia misma de otra entidad). Pero, sobre todo:
Debería dar muestra de deliberación en torno a imperativos que van más allá no sólo del propio interés, sino eventualmente del interés empírico de los seres que forman parte de su entorno favorable. Esta sumisión a imperativos puede tener diversas formas, siendo la más radical la explícitamente formulada por Kant como no traicionar la propia condición de ser racional, incluso teniendo la disposición de hacer el mal. Pero se manifiesta también en la fidelidad a una ley que conduce por ejemplo a no traicionar la palabra dada del secreto de confesión, pese a saber que ello pudiera acarrear efectos calamitosos.
En fin, nuestra entidad debería sino producir una obra de arte (muchos humanos no la producimos al menos ateniéndose a la categorización usual de las formas de arte), sí el juicio estético, eventualmente en acuerdo singular (por irreductible a causa objetiva) con seres humanos o con otros entes maquinales que (de responder asimismo a las otras dos modalidades de juicio) deberían plenamente ser considerados inteligentes.
Variable secundaria sería en estas condiciones la diferencia entre ser maquinal y ser biológico, pues entre los predicados esenciales del concepto de inteligencia humana no figura el de animal y a fortiori el de vida.
Habría entonces que volver de nuevo la mirada al hombre e interrogarnos sobre la condición humana: ¿ese ser racional que es el hombre habría de ser necesariamente animal, es decir determinado esencialmente por la biología? Quizás fuera entonces legítimo pasar de considerar al hombre como un caso particular de animal (racional por oposición a los animales que no lo son) para poner en primer término su condición de racional que eventualmente (sólo eventualmente) tendría soporte biológico.
Pero desde luego, estamos bien lejos de todo ello. Por el momento, sólo los seres humanos parecen susceptibles de entrar en interlocución con quien, simplemente, efectúa las preguntas que preceden.