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Escrito por

Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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Vuelve Marx

El sistema (el sistema de la moda, del reciclaje, de la inversión) ha incidido durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XIX en el juego con el revival, vintage, la recuperación, la restauración, el encanto del retro. El colmo de esta tendencia del capitalismo de ficción se concreta ahora con su crisis más amplia mediante el límite extremo de recuperar a Marx. En Alemania se vende El Capital con cifras de ejemplares que recuerdan poco a poco el fenómeno de los bestseller al estilo de las Converse o Van, y las citas marxistas proliferan rescatando las palabras del materialismo histórico, las peroratas sobre las contradicciones internas del orden capitalista. En no pocos pasajes los caminos hacia la destrucción del sistema dominante se parecen a las profecías de los Santos Padres y de un modo semejante se reciclan en el presente revival intelectual. 
 
/upload/fotos/blogs_entradas/karl_marx_med.jpgEl mundo ha tomado una deriva acaso tan simbólicamente próxima al apocalipsis de Marx que sus escritos adquieren provisionalmente el carácter de letras evangélicas muy propicias para la exégesis, la conmemoración, la revulsión y la fe.
 
¿El destino fatal del capitalismo será en suma el comunismo como hace un siglo, entre socialistas utópicos y científicos, se llegaba a creer? El sistema alumbraría un nuevo mundo mediante una revolución donde la clase obrera ejercería de partera. O lo que podría ser finalmente lo mismo: la clase capitalista misma, irremediable explotadora llegaría, en su máximo delirio, a la autoexplotación, a ser el terrorista de su propia vida.
 
Las quiebras de empresas y bancos, el desplome de las bolsas y las divisas, tendrían como actores terroristas a los capitalistas. El sistema estallaría así en pedazos no como efecto de los sabotajes de la pobre vanguardia obrera sino como la obra suprema del gran capital. El capital se come al capital hasta dejar sin fluido a las fuentes del capital. El sistema se seca como un cuerpo viejo que perdiendo flexibilidad y liquidez se transforma en una suma de sarmientos y hojarascas propensa a la gran cremación. La hoguera de las vanidades que se dice o la vanidad del fuego en la orgía del capital. El sistema se quema por el sobrecalentamiento de la superespeculación, el sistema se hace de este modo oscuro espejo de sí mismo y desaparece en la redundancia de una especularidad sin reflejo, el agujero negro de su cremación. Su mal fatal vendría así inscrito en la quiebra anterior del comunismo y su ruina actual no sería sino el cumplimiento de la maldición de su opositor. La muerte de su oponente arrastra su propia muerte puesto que en toda relación de polos opuestos, uno a otro se proporcionan la razón de su vida y la energía de su vitalidad. En consecuencia, la desaparición del otro, la ausencia de la alternativa crea un abismo de realidad. El mundo, convertido ya en un absoluto capitalista, se desploma por falta de alteridad, el sistema, en fin, se suicida en la desolación de la unicidad.
 
Lo mismo que ocurrió con la vitalidad de Dios cuando desapareció la energía el pecado o lo mismo que ahora significa el regreso de Dios como un gigantesco parámetro en este espacio fantasmal del mundo actual donde la crisis se representa como un pecado de avaricia global. Ignominia y pecado mundano que se corresponde con la necesidad de un correctivo divino. Un Pecado del capitalismo materialista y el lujurioso consumo transgresor ante el cual Marx llega con Dios cogidos del brazo. Uno y otro se muestran casi como dos caras del mismo personaje, ente gemelo que habiendo pronosticado, cada cual por su cuenta, el fin de la orgía explotadora y el advenimiento de la revolución o la redención, proclamaban a la vez la inexorable transformación expiatoria para acceder a un mundo mejor. Uno y otro Dios y Marx, Marx y Dios son hoy, contra todos los expedientes científicos, los auténticos referentes de Verdad. La Verdad que regresa convertida en Gran Revival y en contra del mundo fundado en la mentira, lo falso y la second life. Vuelve la Verdad revestida de plaga, la Verdad justiciera revestida de suspensiones de pago, la Verdad de la catástrofe cortando cabezas y fortunas. La Dolorosa Purificación regresa como en los tiempos de la fe. La fe religiosa o la fe revolucionaria que apilan ahora sus dogmas sobre los males de la especie humana y su necesidad de transformación.

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28 de octubre de 2008
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El desierto de la liquidez

Que la crisis esté saltando de continente en continente, del país desarrollado al pobre y del pobre al rico, hace pensar que el suceso pertenece a un orden sobrenatural. Si sólo fuera cosa de seres humanos la condena distinguiría entre víctimas y verdugos. Sin duda un puñado de jugadores a la baja se ha enriquecido en estos meses pero su número no es tan significativo como para deducir una matanza en beneficio del poder, una sevicia en provecho de los especuladores. La mortalidad cae sobre toda la población y la pobreza, insólitamente, se extiende como una plaga de pelagra sin pelagra, como una catástrofe natural sin siniestro natural, una epidemia vírica sin gérmenes ni virus. ¿Qué puede deducirse sino que un Ser Extraño se encuentre ensañándose contra los habitantes del planeta y haya encontrado en la extensión global de la miseria una réplica a su indeseable progreso o prosperidad del mundo? ¿No será precisamente esta implosión de la prosperidad un efecto de la prosperidad y sus leyes internas cuyo contenido fue grabado por alguna Fuerza Superior?

¿Una Fuerza que trata de manifestar su Presencia? ¿Un Ser que ataja la mundanal pretensión de Divinidad?

El Más Allá visita el Más Acá revestido en la forma más convincente de su potente existencia. La cara del Mal. Del Mal y no del Bien puesto que el bien pasa fácilmente desapercibido, los buenos días, los buenos resultados, la salud, las buenas noches, se dan por fenómenos normales mientras el Mal constituye la suprema insignia de una presencia firme y ajena. El Mal se opone a la razón vital, destila muerte contra la vida, inaugura un espacio de vacío incomprensible para el individuo cuyo hecho de existir persiste ineludiblemente asociado a lo tangible, lo visible, el bulto, el ruido, la carne, la riqueza. ¿El vacío? ¿La Ausencia? ¿El Silencio? Todo ello coincide con la expresión de una Nada letal. La evidencia de hallarse anulado, desaparecido, desbancado, desplumado, transformado en el cero absoluto, el absoluto desierto de la liquidez.

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27 de octubre de 2008
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La oscuridad y la edad

Algunos psicólogos sostienen que quienes nacimos en otoño o invierno tenemos de la vida una visión más sombría como consecuencia de la achicada luz con que nos recibió este mundo. Por el contrario, serían personas optimistas las alumbradas con la claridad de la primavera o el verano.

Curiosamente muchas de las crisis financieras que tanto factor  psicológico poseen han estallado repetidamente en otoño y en los centros de la estación cuando la luminosidad se ha restringido considerablemente. No sé ahora si ocurrió así en todas las hecatombes económicas pero sí en algunas de ellas. Lo miraré. Miraré que efectivamente la civilización, por mucho que haya revestido, encofrado o perfeccionado la condición humana no ha borrado su primitiva construcción y por tanto tampoco su vulnerabilidad interior, su pertenencia a lo natural y su condicionamiento solar. El día se oscurece ahora y la penumbra va ganando horas día tras día. Hay países o regiones propiamente invernales como Suiza, otros que quedan realzados en otoño como yo viví en los dorados estados de Nueva Inglaterra. Y hay países como Inglaterra a los que la primavera les cae especialmente bien. Francia, Italia, Portugal o España somos eminentes países estivales. Ser español y cumplir años a finales de octubre como en mi caso añade al individual peso de la edad la coral pesadumbre de la oscuridad. ¿Crisis? ¿Qué tipo de crisis?

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24 de octubre de 2008
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Dogal o venda

He sostenido numerosas veces en conferencias y mesas redondas que la relación entre los internautas ofrece compañía, conocimiento y entretenimiento tan real como la vida real, y que carecía de pertinencia la vetusta visión peyorativa de los cortejos, los consejos o los concejos a través de la red. A fin de cuentas tan efectiva es la peripecia en la pantalla como cualquier otra puesto que, al cabo, mueve las emociones, mediatiza el estado de ánimo y teje, en suma, los tiempos que disponemos de vida. 
 
Esta tesis positiva me llevaba inconscientemente, sin embargo, a celebrar los vínculos y enredos en la red en general mientras mi perspectiva olvidaba los perjuicios humanos que también se padecen.
 
Ciertamente, si se acepta la existencia de vida en la red debe también contarse con las desdichas vitales además de sus gozos, ha de contarse con la adversidad y la ofensa además de la felicidad o el amor. Y del mal además del bien, en cualquier contacto.

Es fácil hallar casos de dolor internauta por muchas partes pero yo no había reparado en su dimensión ni tampoco en su cualificada importancia. Así la red no podrá entenderse como un centro sanitario, una fuente de información o un coro de prestaciones afectivas, sociales o individuales. En su interior habita, como es lógico, la traición, la perfidia, la ignominia y la tortura que hace apenas 24 horas he visto reflejadas en una persona amiga asidua a los blogs. El mal no conoce límites y esta obviedad había que tener presente al abordar la aventura de las pantallas, por virtual, distante, blindada o supuestamente abstracta que pretenda considerarse. Los nicknames pertenecen a seres con corazón y garras, con armamento personal que les permite destruir tanto como entretener y desde esos lugares tan desconocidos, supuestamente remotos pero decididamente cercanos. Del oscuro malestar de esta persona amiga conservo, desde anoche, un amargo regusto hacia esta pantalla que a todos procura un efecto sosegante cuando actúa como vendaje pero que hiere, lacera, descuartiza cuando su pálida presencia se vuelve un veneno inasible, incombatible, letal: una tela envolvente que presiona y ahoga la respiración. Incluso de las estrellas.

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23 de octubre de 2008
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El capital y la cabeza

Para que una burbuja financiera se forme no basta con la malicia del especulador, es necesaria además la crédula colaboración de quienes se dejan soplar el dinero.
 
No es la primera ni será la última vez en que un delirio semejante, con las casas, con los tulipanes, con el oro, con los ferrocarriles, con el petróleo o con el maíz, acabe en un despeñamiento para muchos y en una encimada escalada para otros. Por lo común estas recurrentes crisis de la historia económica se atribuyen al mismo efecto de la condición humana, de ciertas instituciones imperfectas o de la relajación de los gobiernos.
 
En realidad, se debe a todas estas causas juntas, pero también a algunas más y no menos importantes. Se trata de fuerzas relacionadas con la variable idea del progreso, con los convencionalismos ideológicos y, más generalmente, con el flotante espíritu del tiempo.
 
No confiar, por ejemplo, en la prosperidad del futuro de una nación o un mundo puede tenerse por reaccionario o antipatriota (como decía Zapatero) o por ser un derrotista, un cenizo o un desdichado. Prácticamente a nadie le gusta pasar por tal y será mejor no decir nada. En ese silencio, la burbuja se expande.
 
La burbuja crece con el bonacible espíritu del tiempo o, exactamente con "el aire del tiempo". No se ha registrado de hecho una crisis grande o espectacular que no se corresponda con una época tendente al ascenso del pensamiento emocional, romántico y aventurero. Estos años posmodernistas han sido efectivamente así: reactivos ante la severa racionalidad de la modernidad, más femeninos que masculinos, más románticos que matemáticos, más propensos a juzgar mediante el golpe de vista (el "Blink", convertido en libro de moda norteamericana) que a través del análisis minucioso y detenido. /upload/fotos/blogs_entradas/lair_du_temps_med.jpgCasi todo ha sido en estos años móvil, veloz, intuitivo, efímero, cambiante, impulsivo-compulsivo. Bipolar. Y de  esta bipolaridad maniaco depresiva proviene la marca del aire actual, "L´air du temps", de Nina Ricci. Volando, lanzados a la mayor velocidad hacia el  destino sin nombre, encabalgados en una evolución donde las cosas sustituyeron al sentido y decididos a vivir exhaustivamente la vida inmediata sin ningún más allá. De estos componentes parte la extraña fuerza que conduce a la máxima aceleración y al máximo accidente, a la suprema cotización de las acciones hasta el linde de la acción mortal.
 
Unos cuantos han dirigido la operación desde sus puestos claves, otros cuantos se habrán enriquecido desde su telescopio con las operaciones a la baja. Entre tanto, la muchedumbre, en el violento vaivén, ha ido perdiendo  el capital y la cabeza. O al revés.    

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22 de octubre de 2008
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Esta crisis (1)

Continuar pensando que la crisis financiera procede de la financiera es un pensamiento infantil. Tan alicorto que deja fuera de consideración el proceloso y complicado discurrir de la sociedad, sus anhelos y sus sueños, sus modos de organización y de producción, de creación y de destrucción, sus miedos e inquietudes.
 
A medio plazo quedarán en evidencia, flotando sobre la superficie del naufragio, la mayor parte de las piezas implicadas directa o indirectamente en la hecatombe. Como parece fácil de asumir, ningún sistema de envergadura planetaria llega al desfondamiento actual sólo por un defecto de fondos bancarios. Muchos otros fondos se han desplomado o van desplomándose al compás del desmoronamiento general para que pronto quede a las claras el coro de factores que al quebrar, más o menos a la vez, preparan el tránsito a otra época mientras matan sañudamente ésta.
 
No me refiero, desde luego, a una muerte de época a manos de Dios o cualquier otra fuerza purificadora, aleccionadora o de talantes espirituales por el estilo. Si se tratara de esto la Biblia sería la nítida clave del sudoku actual pero nadie debe dar nada por resuelto, diagnosticado y conocido. La Historia enseña a comprender la Historia pero el presente todavía no se ha convertido en esa materia histórica de edificante instrucción.
 
Toda actualidad es interesante sólo en cuanto se transforma en noticia. O más aún: toda actualidad se esfuma, no puede realizarse sino como noticia. De otro modo desaparece, vuela al limbo como un algo deletéreo, imposible de exponer, imposible de verificar, irrelevante para la publicación que es sinónimo de vida, vida pública, notoria, noticia en fin.
 
Si ahora la crisis es la Gran Noticia, se debe a que nunca antes se había producido con esta apariencia, ni tampoco su naturaleza real copia, replica o se asemeja a nada anterior, incluida la pobre Gran Depresión. 

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La pobre Gran Depresión viene a presentarse, gracias a ser ya historia e historia de hace un siglo, como un suceso explicable desde múltiples puntos de vista y, a estas alturas, el acontecimiento puede de hecho observarse desde su reflejo financiero y psicosocial, religioso, literario y hasta sexual. Al auténtico hecho histórico le sobran incluso explicaciones mientras a la actualidad, por mucho striptease que haga, se hace difícil de observar no se diga ya de desentrañar.
 
De otra parte, una Gran Crisis no alcanzaría hoy su apogeo, carecería de envergadura y de suficiente profundidad si dependiera exclusivamente o principalmente del comportamiento de los bancos y, dentro de ellos, de algunos banqueros a los que podría nominarse, condenarse y quemar. La trascendencia de lo que pasa, su colosal facilidad para absorber los adjetivos más hiperbólicos únicamente se corresponde con la posesión de sustantivos, masas orgánicas, de todas las especies y reunidas en una composición crítica cuyo máximo valor no es su aglomeración, su peso o su espesura, sino su singular cristalización.
 
La física habría actuado ante un fenómeno semejante con paciencia, prudencia y cautela supremas. Todos los diagnósticos, sin embargo, que recibe la Gran Noticia poseen el carácter de lo periodístico, apresurado y veloz. En la manera de abordarla, en los caracteres para divulgar su marcha, en el histérico comportamiento de los mercados y mercaderes, en el sentir de ciudadanos, políticos o economistas, en el conjunto de la coyuntura, el signo general y dominante es la velocidad, la lógica de la explosión, el alma de la bomba.
 
El modelo terrorista que ha ido imponiéndose en otros órdenes, desde el periodístico al político, desde el bestseller literario a la obra de arte, desde el marketing a la enfermedad, se representa plenamente en el ser de esta Crisis. O exactamente: esta Gran Crisis viene a ser como la suma perfecta ("La tormenta perfecta") de todo el múltiple terrorismo al detalle. La Gran Crisis brota de súbito y se expande como un aire radiactivo, un virus misterioso, una melodía o su i-pod.
 
El mundo se ha preparado y vertiginosamente en los últimos años para comportarse como una bomba. Una y otra vez el ejercicio de la explosión, sea de la pornografía o de la web social, del videojuego o del rumor, el cambio de sexo, de fe, de gen, de cara o de procreación, ha dispuesto la situación para proceder explosivamente hasta el punto en que la explosión ha llegado a convertirse en la manera más actual de ser.
 
Ser alguien viene asociado a producir impacto. Conseguir influencia queda asociado al don sensacionalista, súbito y de máxima proyección. El proyecto se reasume de este modo en el proyectil, el proceso en el tiro y el rosario de diferentes hechos en una única cuenta.
 
La cuenta única que actualmente parecería definir la crisis. Una gran cuenta con números rojos ante la cual como si, por su color y su metáfora moral, representara a hemorragia formidable fuera preciso actuar de urgencia: taponar las brechas, suplir los déficits, inyectar dinero, lograr, en fin, que el corazón del sistema vuela a cobrar tono y vuelva a funcionar con normalidad.
 
La magnitud de la Gran Crisis en cuanto hecho terrorista, su analogía con el gran accidente y el siniestro induce a creer en una causa decisiva puesto que lo más terrible y fácil de entender es aquello que proviene de un Mal absoluto, el Mal por antonomasia, sin aderezos, cómplices o complejidades que distraen la integridad del pavor.
 
Sin embargo, cuanto sucede en la Gran Crisis no puede proceder de un solo origen, por abominable que se desee. Mil crisis internas arman la Gran Crisis en la que interviene tanto el pecado de los bancos como las virtudes de los mendigos, la religión del Vaticano como la ignominia del capitalismo, el sentido de la prosperidad y el sentido de la posteridad. En definitiva, el buen sentido y los otros sentidos del progreso, la eficiencia, el trabajo, el low cost, el cómic, el evangelismo, el catolicismo, el budismo y la ley del capital.
 
(CONTINUARÁ)

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21 de octubre de 2008
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La producción del bien

Algunos vulgares consejos evangélicos merecerían formar parte de los más reputados libros de autoayuda. Uno de ellos, tan práctico como efectivo, es el de hacer el bien a los demás.
 
El bien para sí mismo es el bien más tratado por los manuales para ser feliz pero, aunque parezca un incómodo rodeo, hacer el bien a los demás termina siendo la medicina perfecta para mejorar la autoestima. 
 
/upload/fotos/blogs_entradas/hacer_el_bien_1_med.jpgHacer el bien a los demás posee dos virtudes económicas principales: el favor es un regalo que llena al otro de gozo y el gozo del otro, aparte del gozo generado de por sí en el ambiente compartido, deriva en el deseo de la otra parte por devolvernos gozo. Porque así como todo regalo constituye simultáneamente un acto de generosidad y un ejercicio de poder, el bien otorgado generosamente compromete implícitamente la bondad de la otra parte.
 
En realidad, todo el universo vital y productivo de la especie humana, se compone de continuas contraprestaciones que no son al cabo otra cosa que la analogía de la copulación. Toda cópula o encastramiento se realiza gracias al ensamblamiento entre un vano y un relieve, un vacío y un lleno, una erección y una depresión.
 
En el caso evangélico, el actor del bien ubica su presente en la holgura del halagado puesto que todo ser halagado halla su satisfacción en el relleno que se deposita en su predeterminado vacío. Un espacio vacío que podría considerarse sin límite en el gran vanidoso pero que en el común de los seres posee limitadas proporciones gracias a las cuales el don se recibe dichosamente entre las paredes de su seno. El seno se estremece con el don depositado en él gracias a que su oquedad o su hondón se siente dulcemente habitado. El favor que entregamos se expande como un elixir  en el hondón o, exactamente, como una espuma espiritual que conmueve al receptor y, como último resultado, dilata su afectividad y la esparce para suscitar el bien recíproco.
 
Con todo lo dicho sería suficiente pero, por si faltaba poco, el bien que se hace a los demás verifica la propia capacidad particular para hacer bien, ser una fuente de bien, fábrica de bienes. Y ¿qué mejor signo de nuestro enorme valor que constatarse como deliberado productor de sustancias felices? 

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20 de octubre de 2008
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La foto

A las mujeres se les detecta mucho más que a los hombres si su vida fue o no feliz en las relaciones amorosas. En torno a los cuarenta, pero también  antes, en el rostro de una mujer queda impreso el desengaño o la felicidad que sufrieron o disfrutaron con su principal pareja. En determinados hombres también sucede así pero la marca resulta incomparablemente menos intensa.
 
Puede decirse, a riesgo de parecer vulgar, que el depósito destinado al amor es, como se dijo siempre, mucho más abundante y decisivo en la constitución del semblante, el cuerpo y el aire de las mujeres. Muchos más hombres desdeñados han conseguido sublimar o paliar sus grandes desengaños pero en las mujeres esta peripecia dibuja a buril sus rasgos tal como si su plasticidad fuera especialmente propensa a esa grabación o su aspecto histórico se realizara fundamentalmente a través de esta sentimentalidad que no halla ni compensación ni maquillaje.
 
De casi todo decimos que las cosas han cambiado mucho pero en esta cuestión han cambiado francamente menos. De hecho las mujeres siguen siendo más capaces que los hombres para disfrutar la felicidad cuando son pasionalmente felices y más proclives a padecer en mayor grado cuando son traicionadas, defraudadas o despechadas. De ahí que su rostro, su cutis y toda su piel, venga a ser no sólo el reflejo del alma tal como se dice comúnmente sino que además transparenten el estado del corazón. Todo pues dentro de la misma categoría corporal, dentro de la circunstancia del  gesto, la presencia, la apariencia, la estampa personal inmediata, la instantánea, la foto.

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16 de octubre de 2008
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El trabajo y la jubilación

Casi todas las semanas desde hace un par de años recibo mails de amigos y amigas que se jubilan. Cuento ya con muchos más amigos y conocidos jubilados que en activo, algunos de ellos no de avanzada edad pero todos erradicados del trabajo. La mayoría sufren la tara que acompaña a esta nueva situación y conservan ya un sabor amargo del lugar trabajo vivido, del trato recibido, del fin ingrato que les ha obligado o invitado al retiro. ¿Ha de ser así fatalmente la historia? ¿Debe quedar una memoria áspera de las innumerables horas confiadas al empleo?

Casi sin excepción, una y otra despedida parece la clase de adiós de quien se traslada hacia un mundo invisible o denota un grave tránsito que lleva desde la presencia a la ausencia, desde el profesional que cuenta a la que no contará más, que no formará parte de lo que tiene peso y acaso incluso tampoco visibilidad. En el término del empleo, incluso de empleos sin demasiada singularidad se pierde, en no pocos casos y como de paso, parte también de la identidad. No debería ser así pero ¿qué decir de los currículos que redactamos nosotros mismos y en los que sólo hablamos de nosotros en cuanto trabajadores o preparados para cumplirlo? El trabajo se va y con él se marcha todo el informe vital, nos vamos de la nómina tal como si el asidero de nuestra denominación estuviera pendiente de su vigencia ¿Cómo no sentir la injusticia y la crueldad de este trágico malentendido? ¿Cómo no reivindicarse antes y después de la jubilación como alguien que existe plenamente hasta que efectivamente muera? ¿Cómo no imaginar que pronto el trabajo no acabe nunca y el empleo, más o menos largo, no signifique el más o el menos de nuestro valor?

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15 de octubre de 2008
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El pensamiento mágico

Dentro de la trágica fantasía en que consiste la crisis financiera internacional, la ficción constante de los hechos dobla a la ficción de la narración y, en la interminable cadena de derivados y fantasmas contables inaccesibles al saber lógico, la gran reunión del G-8 ha concluido el pasado día 12 de octubre en que la auténtica solución al conflicto ha de pasar por financiar el sistema de financiación. La solución al conflicto, pues, exige mediante una nueva financiación la antigua financiación y con el fin de que el anterior sistema funcione. ¿El sistema anterior? El desastroso sistema anterior se ha estancado hasta el punto en que muchos analistas confunde con su fin y, sin embargo, para volver a la vida financiera preciso sumar al fenecido sistema de financiación una financiación obtenida del mismo sistema de financiación. Porque ¿qué otro sistema de financiación cabe imaginar en el bucle total del sistema?
 
En El País (13-10-2008) Abdeslam Baraka, ex-ministro marroquí de Relaciones con el Parlamento y ex-embajador en España decía que sin la inyección de financiación "la sangre dejará de fluir en el cuerpo de la economía y el paro cardiaco será inevitable. O, en todo caso, las secuelas sobre las funciones del cerebro estarán servidas". A falta, por tanto, de un acceso racional al fantasmagórico problema económico se recurre al simple ejemplo de la salud humana. A falta de inteligibilidad del mal en la economía del sistema de financiación se invoca el mal del cuerpo y sus líquidos vitales como muestras de la trascendencia del factor liquidez en no importa qué sistema, tanto en el riego sanguíneo como en las inyecciones de capital circulante. Fuera ya de toda posible comprensión, fuera de cualquier control, desbordando la medida de la dimensión inteligible, The Washington Post de ese mismo día titulaba: "La crisis financiera une al planeta". ¡Quién iba a predecir este colosal milagro! La hecatombe de capitales refunda la unidad capital y gracias no sólo a su envergadura sino en virtud también de la brillante ininteligibilidad del fenómeno. Los milagros son precisamente de esta misma naturaleza y logran tan portentosos resultados. Lo milagroso deshace las posibles diferencias, con la extremosidad de su luz vela cualquier punto negro y crea con su deslumbramiento un ámbito general radiante y homogéneo, desnudo de tropiezos, desprovisto de razones, aplastado ante la magna categoría del suceso. Financiación para el sistema de financiación, vida para el sistema de vida, líquido para el sistema de liquidez, existencia para la existencia de la existencia o la inexistencia cabal.
 
La suma de lo idéntico sobre lo idéntico conduce hasta la masa crítica de Dios. El ser absoluto que es absolutamente el que es. Acaso en ningún momento de la historia tras la llegada de la modernidad las explicaciones más técnicas y profesionalizadas se aproximaron más al pensamiento mágico a la palabra y la mitología del salvaje.

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14 de octubre de 2008
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El Boomeran(g)
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