Rafael Argullol: Nos describimos a nosotros mismos a través del mundo, pero no describimos tanto al mundo a través de nuestro yo.
Delfín Agudelo: Hay una clara simbiosis entre el yo y el mundo, y este proceso, que es reflejo opaco o luminoso, se traduce en literatura. Imagino que habrás tenido cientos de experiencias como éstas en tus viajes.
R.A.: Muchas. Entiendo y comparto la expresión de Novalis al decir que todo viaje es a través del interior. Pero yo diría que todo viaje es a través del interior si tú estás en condiciones de hacer un viaje exterior. En ese sentido, el puro viaje interior que queda en el interior puede desembocar en un solipsismo. El viaje exterior, que es la experiencia del contraste con el mundo, con lo que tienes alrededor, proporciona la materia prima que reelaboras como experiencia interior. En ese sentido, el viaje sucede continuamente. No quizá de la manera que tú prevés. Uno de los grandes atractivos del viaje es que lo que te proporciona no es tanto lo que habías previsto, sino aquello que se presenta, o que quizá tú estás predispuesto; pero no exactamente aquello que habías pensado. Esa dislocación de la experiencia me parece muy importante en todos los sentidos. Recuerdo lo que decía Van Gogh cuando estaba en Provenza: que él no podía pintar si no era sintiendo el mistral que le azotaba la cara. O lo que decía Nietzsche: todo pensamiento que no se produzca al aire libre se convierte rápidamente en un pensamiento venenoso.
Uno de los grandes defectos del arte contemporáneo o incluso de la pintura en la segunda mitad del siglo XX es que el artista se fue encerrando en su estudio, en lugar de salir a ese aire libre que decía Van Gogh; y el pensador o sabio se quedó encerrado en su universidad, en su despacho o en su estudio, en lugar de ser un paseante, o asumir la figura del caminante. El pensador tiene que ser un caminante. En ese sentido, contrastarse con el mundo siempre proporciona una materia prima, aunque sea inesperada- incluso lo que podamos ver en un paseo que hacemos en nuestra ciudad siempre será inesperado. El Viajero debe evitar que su viaje sea puramente un interior. El viaje interior es la consecuencia y matriz de ese viaje exterior, es un circuito que se va alimentando. El uno alimenta al otro. El viaje exterior sin reelaboración interna se convierte en puro deslizamiento por la superficie.
