Rafael Argullol
Rafael Argullol: Al igual que el Viajero o el Topógrafo, el escritor tiene en cuenta las grandes perspectivas; y al igual que el Cirujano, tiene en cuenta lo que es la piel interior de las palabras.
Delfín Agudelo: Todo escritor, de alguna manera, debe ser Topógrafo y Cirujano a la vez. Desde el viaje interior al viaje físico, el reconocimiento de sí mismo en una situación extraña. Arte, Vida o Sabiduría deben son terruños que va dejando o encontrando. Quizás es por esto que los ritmos de escritura cambien dramáticamente cuando se está viajando, o reconociendo un mapa de un lugar al cual se está visitando.
R.A.: En mi caso la escritura siempre ha tenido dos ritmos distintos, el ritmo rápido y el ritmo lento. El rápido es el que va vinculado a cuadernos y anotaciones que yo siempre llevo conmigo en cualquier desplazamiento; viajo, o incluso estoy en la ciudad, y casi siempre llevo cuadernos u hojas de papel en las cuales hago anotaciones que son prácticamente crípticas, que sólo entiendo yo. El ritmo rápido es también la caza de instantes. Tengo un libro titulado El cazador de instantes, y sería el intento de coger al vuelo sensaciones, emociones, lo que está a tu alrededor.El ritmo lento sería el que está basado en la reelaboración, en la evocación, que incluso físicamente viene físicamente dominado por la lentitud de la escritura.Yo escribo lentamente; procuro corregir poco, pero escribo con lentitud. Lo que hago muchas veces es recuperar los cuadernos de anotaciones crípticas, los cuadernos de viaje, en ese otro ritmo lento. Integro los dos ritmos, procurando que lo que es el ritmo lento se vea vivificado siempre por esa especie de estado nervioso que significa la escritura rápida. Pienso que esto también es representativo de las dos formas en que se va proyectando la escritura. Por un lado elaboramos a través de palabras, estructuras lingüísticas y conceptuales, y eso corresponde al ritmo lento; y por otro lado la escritura es siempre también huella de la efervescencia, huella de algo volcánico, y por lo tanto conserva ese elemento de la rapidez. Eso abundaría en el intento de superar la dicotomía de la que hablábamos antes entre pensamiento y sensaciones, o entre el "sabio" y el "artista": en realidad, recoger la experiencia humana a través del arte o de la literatura significa asumir los dos planos, tanto el plano de la sensación más descarnada o ardiente, como el plano mucho más lento, elaborado y frío de lo conceptual.
D.A.: Pero que no se vean los tedijos: como la prenda que sólo dándole la vuelta evidencia la costura.
R.A.: Una obra literaria puede considerarse un éxito por uno mismo si esa fusión de los dos ritmos es una fusión que no se hace visible, que no se muestra. El triunfo de la construcción literaria es conseguir que para el lector no haya estos dos ritmos separados, sino que se fusionen en lo que podríamos llamar un tercer ritmo, que es el ritmo de la escritura, una nueva forma de experiencia. Ésta no es la experiencia fulminante de la captación de los instantes, ni es la experiencia lenta de la reelaboración, sino que es un tercer nivel de experiencia que es el que en definitiva tiene que llegar a los lectores. La escritura se convierte en una nueva experiencia. Para mí no existe tanto el mundo reducido al yo, sino el yo extendido al mundo. Nos describimos a nosotros mismos a través del mundo, pero no describimos tanto al mundo a través de nuestro yo. Y al describirnos a nosotros mismos a través del mundo de la escritura, realizamos la experiencia. La escritura sería algo así como "experiencia de la experiencia".