Víctor Gómez Pin
Al principio de estas reflexiones me refería a una suerte de caricatura de la filosofía en la cual el discurso pecaría de esoterismo terminológico encubridor de la ausencia de auténtica problemática. Cabe mencionar, asimismo, otra modalidad bajo la cual se presenta la filosofía, y que no es menos indigente que la anterior. Se trata de su imagen como consuelo espiritual frente a las vicisitudes negativas. En nuestros tiempos, tal imagen ha dado lugar a la aparición de ensayos filosóficos mediáticamente voceados que (con mayor o menor pudor y mayor o menor agudeza) nos ofrecen un equivalente de los antiguos breviarios en los que se refugiaba la sabiduría popular. Uno de los más exitosos vinculaba (hace ya unos diez años) un conocido medicamento antidepresivo a la filosofía que, a juicio del autor, debería sustituir al primero.
Dado que una de las cualidades de tal droga es la de neutralizar las razones de ansiedad provocadoras de insomnio, su homologación a la filosofía permitiría catalogar a esta última entre las modalidades contemporáneas de la tisana. Propongo pues al lector de tal ensayo que, a la hora de apagar la lámpara, enriquezca el cúmulo de rituales encauzadores del sueño con el abordaje del siguiente problema (¡filosófico donde los haya!):
¿Es el mundo realmente finito? Y, en tal caso, suponiendo que responde al modelo de la esfera riemanniana (en lugar de tener forma de esfera simple, como el mundo finito de Aristóteles)… ¿hay manera de que la imaginación alcance a representar tal mundo?, o en otros términos, siendo nosotros tridimensionales, ¿hay manera de dar imagen al concepto de un espacio curvado? Tras esforzarse toda la noche en hallar respuesta adecuada a ese problema, el lector de alguno de los breviarios aludidos estará en condiciones de discernir si, efectivamente, la imagen de la tisana es válida tratándose de filosofía.
Esta alusión a los empleos ilegítimos de la palabra filosofía apunta a poner relieve que el discurso filosófico es a menudo vampirizado por una operación que traiciona los orígenes mismos de la filosofía, operación que tienda más bien a encubrir que a desvelar. Por decirlo llanamente: el lugar de la filosofía habría sido ocupado por usurpadores. Mas en esta hipótesis: ¿cuál sería la característica del discurso que respondería a la exigencia filosófica? Se intenta aquí dar una respuesta de mínimos. La filosofía se enfrenta a interrogantes que se presentan al espíritu en cuanto éste deja de estar distraído. Entendiendo por distraído lo siguiente: ocupado en problemas contingentes, es decir, problemas que (por apremiantes y hasta dramáticos que puedan ser) no son parte de las alforjas elementales de la humanidad, no se presentan necesariamente en toda organización humana concebible.