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Escrito por

Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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Galería de espectros: Godot

Rothko, "Verde sobre morado", 1961Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he intuido el de Godot.

Delfín Agudelo: Te refieres evidentemente al de Beckett.

R.A.: Sí, me refiero a Godot de Beckett, un espectro del cual no se puede decir que lo ves, sino que sólo lo intuyes porque Godot sería el espectro del espectro, el espectro por antonomasia. Es el personaje más invisible de la historia de la literatura. A lo largo de toda la obra de Beckett se le está esperando y él no aparece. Y en la medida en que se le está esperando se le está también construyendo, se le está creando. Creo que ese espectro por antonomasia que es Godot nos introduce a uno de los grandes temas de la condición humana, y uno de los grandes temas de la literatura en relación a ésta, que es el tema de la espera, que es al mismo tiempo el de la esperanza. El hombre siempre ha dudado sobre si era mejor esperar o no esperar; si es mejor tener esperanza o no, porque el que nada espera —el que no tiene esperanza— quizás se ahorra el dolor de esperar. En ese sentido Epicuro y Lucrecio aconsejaban a sus discípulos no tener ninguna esperanza; y sin embargo siempre estamos dudando entre esto o su posición contraria, porque la espera y esperanza nos significa una incitación a la vida. Creo que Beckett, a través de Godot, planteó de manera sublime esta violencia. Los que están esperándolo tanto desearían que llegara, así como desearían desembarazarse por fin de esa necesidad de esperar. Y ahí se va creando alrededor de ese gran protagonista invisible en cierto modo toda la geografía del alma humana, y es por eso que Godot aparece como el dios que esperamos, el vacío que nos acecha, el horror que está cercano, la indiferencia, la ilusión, la apatía. Es un caleidoscopio que va girando alrededor de ese magnífico personaje invisible. Evidentemente, en este caso el espectro de Godot es un espectro que casi podríamos decir entra por el olfato, sólo lo podemos leer con el espíritu, sólo lo podeos intuir; porque sin aparecer nunca representa las más diversas facetas de la mente humana y en ese sentido, curiosamente, creo que es uno de los personajes literarios más exhaustivos que se hayan escrito.
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4 de julio de 2008
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Estilo y espíritu

Rafael Argullol: Pero en general se ha impuesto una abstrusidad lingüística que ha llevado a la filosofía a un cierto callejón sin salida.
Delfín Agudelo: El callejón sin salida del que hablas me recuerda el Affaire Sokal, que consistió en escribir un paper académico en un estilo puramente posmodernista que implicaba una oscuridad sin sentido. ¿Se debe acaso este callejón sin salida a la    investigación filosófica en sí misma, en su sentido temático, o al lenguaje con el cual se escribe, su mero discurso estliístico-académico?
R.A: Me refiero a las dos cosas. Frecuentemente en el siglo XIX, por ejemplo, de la mano del idealismo, como en el siglo XX de la mano de un movimiento contrario y antagónico como lo es neopositivismo lógico, se ha caído en el error de creer que la investigación filosófica llevaba consigo la necesidad de ser un lenguaje de fuerte oscuridad léxica. Creo que en ambos casos, que se trata de movimientos contrarios, es un error. Me da la impresión de que la filosofía, también en la época moderna, ha llegado a lo mejor de sí misma en el momento en que ha recuperado la que creo era su voluntad original, de ser una escuela del saber y por tanto de la vida: en el momento en que la filosofía no pretende ser exclusivamente de conocimiento teorético sino que quiere ser casi diríamos un modo de existencia, un modo de saber la existencia, un modo de penetrar en la existencia.
Para que esto sea así, evidentemente tiene que partir de la experiencia. Dicho con otras palabras, tiene que partir de un reequilibro entre el mundo de las ideas y el mundo de las sensaciones que frecuentemente no se da. Por tanto, creo que para que la filosofía vuelva a asumir su condición armonizadora y mediadora en el terreno espiritual, tiene que renunciar al oscurantismo y eclecticismo, muchas veces propios ámbitos académicos cerrados, y volverse a abrir a esa original visión que sería ser escuela de vida y de conocimiento. Por eso sigue siendo valioso el nombre, filosofía como voluntad de saber más que el dominio del saber, que se va abriendo paso a través de la propia experiencia. Naturalmente por esa cuestión en mi caso siempre he tendido el carácter importantísimo de lo estético como un camino filosófico, porque lo estético es aquello que permite la parte sensitiva de la experiencia humana, y creo que el mundo de las ideas que puede proporcionar la filosofía debe nutrirse fundamentalmente a través de lo sensitivo. Podemos fijarnos en la manera como en un mundo cosmopolita como el nuestro, el verdadero puente de contacto de distintas tradiciones espirituales es el estético. Las creaciones artísticas o experiencias estéticas en mayor medida proporcionan el elementos de conexión entre diversas tradiciones. En cambio, el momento en que cada una de éstas se encierra en sí misma, sea a través de sistemas filosóficos cerrados o de supuestas característica religiosas, el diálogo se hace más y más difícil.
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3 de julio de 2008
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Oscurantismo y cultura. Filosofía, teología y ciencia

Rafael Argullol: Una de las posibilidades que ha tenido el pseudo-espiritualismo ha sido precisamente que se ha visto facilitado por el propio oscurantismo de determinada corriente intelectual.
Delfín Agudelo: Hubo un punto en el cual —pensado en términos no de mass marketing sino de espiritualidad pura—la filosofía decididamente se desligó de lo espiritual. ¿Cómo consideras que funciona esa afiliación entre lo filosófico y espiritual, haciendo eco un poco de ese libro titulado Más Platon y menos prozac?
R.A.: Independientemente de lo publicitario de ese título, la idea es buena; la idea que se recurra a uno de los grandes tesoros de la situación humana, que ha sido la filosofía, frente a un recurso muchas veces abusivo de lo que sería la química, me parece una buena propuesta. Pienso que las dificultades de que esto se haga realidad es la trayectoria nefasta que ha tenido el estilo filosófico en la época moderna. En sus orígenes europeos y griegos la filosofía surgió como una búsqueda de saber que abarcaba tanto lo que  ahora llamamos cultura humanística como lo que llamaríamos cultura científica, la ciencia. En la época moderna, sin embargo, a partir del renacimiento reproduce una especialización cada vez más acusada entre por un lado las ciencias y por el otro una cultura filosófica que además de competir con su vieja rival que es la teología, compite con una nueva rival que es la ciencia moderna. Creo que estas dos competencias llevan a la filosofía moderna a un progresivo oscurantismo del lenguaje que ha sido tremendamente perjudicial.
Ese oscurantismo, ese lenguaje abstruso en el cual muchas veces la filosofía moderna ha tomado o usurpado el estilo de su rival, la teología, tampoco le ha servido para mantener a raya a la ciencia, no ha sido hegemónica, y se ha quedado entre dos aguas: por un lado en la abtrusidad de la tradición teológica sin llegar a la claridad e impacto social de la ciencia moderna, cosa que ha sido tremendamente negativo y antifilosófico. El oscurantismo filosófico es creo yo decididamente antifilosófico. Decididamente contrario al propio espíritu del nacimiento de la filosofía. Por tanto, al respecto estoy de acuerdo con lo que decía Witgenstein, “Todo aquello que se puede decir, se puede decir con claridad”. Lo que no se puede hacer no lo digamos, pero lo que sí con claridad. Soy binario de la dupla profundidad-claridad. Creo que en la filosofía moderna muy frecuentemente no ha seguido ese binomio. Naturalmente hay excepciones: hay filósofos como Schopenhauer, Nietzsche o Kierkegaard que tuvieron un estilo literario aplicado a la filosofía que redundó en una auténtica claridad estilística. Pero en general se ha impuesto una abstrusidad lingüística que ha llevado a la filosofía a un cierto callejón sin salida. Por un lado sin llegar a ocupar por completo el ámbito espiritual que tradicionalmente intentaba afrontar la teología y sin llegar tampoco a conquistar el ámbito de la ciencia moderna. Sin embargo, el papel de la filosofía desde el punto de vista del conocimiento y del espíritu me parece imprescindible, porque la filosofía de nuestra época debería ser aquella tendencia nuestra a buscar un saber global, un saber equilibrador, que fuera mas allá de las especializaciones de la ciencia y más allá de las respuestas frecuentemente dogmáticas que la religión da a la cuestión espiritual.
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2 de julio de 2008
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Noticia de última hora

Había escuchado en la radio del coche informaciones fragmentarias sobre las consecuencias del ciclón Nargis en Birmania y las cifras eran devastadoras. Al llegar a casa puse el Telenotícies de las 21.00 horas de TV-3 y, en efecto, la presentadora anunció una noticia de última hora justo al iniciarse el informativo. Era evidente, me dije, que esta noticia reciente tenía que estar relacionada con lo ocurrido en Birmania. Pero fallé.

Con voz solemne, de primicia, la presentadora trasladó a los ciudadanos de Cataluña la noticia de última hora que cualquiera de ustedes puede verificar acudiendo a los archivos y comprobando cómo empezó el Telenotícies del día 5 de mayo de 2008: TV-3, en un alarde investigador, estaba en condiciones de informar de que la comisión deportiva del Fútbol Club Barcelona propondría en la próxima reunión de la junta el nombramiento de Josep Guardiola como nuevo entrenador del equipo.

Naturalmente, tras esta bomba informativa de alcance universal, la presentadora entró en detalles, desmenuzando para el espectador el desarrollo de los hechos, algunas de sus causas y las posibles previsiones. Sólo después de un pormenorizado análisis se dio paso a otras noticias del día y entonces el otro presentador contó lo de la catástrofe de Birmania y lo de sus muertos, que provisionalmente oscilaban entre 10.000 y 15.000 (ahora sabemos que quizá han llegado a 200.000).

No está mal como lección de periodismo para explicar en el futuro lo que no debe ser: lo que no debe ser la información, lo que no debe ser la ética periodística, lo que no debe ser una televisión pública. No está mal tampoco como lección política para un país que consiente, y tal vez incluso aprueba, este tipo de actuaciones con el dinero del contribuyente.

Ahora bien, volviendo a este caso concreto, ¿qué factores tienen que reunirse para que el responsable del Telenotícies dé la prioridad a una información nimia y ponga en lugar secundario a la tragedia birmana que en el momento de emitir el programa está conmoviendo al mundo? Como no creo que sea una falta de respeto a los damnificados ni una pura insensibilidad ante el dolor, tengo que deducir que la explicación va por otro lado.

Seguramente, de entrada, el director del Telenotícies ignora que la elección de un entrenador de fútbol es una noticia intrascendente no sólo en relación con el desastre de Birmania, sino también en comparación con la mayoría de las informaciones que ha generado el día. Y lo ignora porque él está acostumbrado a una atmósfera en la que se respira lo contrario. En TV-3 el fútbol y singularmente el FC Barcelona son sagrados tanto desde el punto de vista del negocio como del supuesto patriotismo. Y el director del Telenotícies, o quienquiera que mande, acata esta sacralidad.

Claro que el caso del FC Barcelona va más allá y afecta patológicamente a la entera sociedad catalana, convencida de que un equipo de fútbol es un ejército simbólico que gana o pierde batallas reales. Aún recuerdo como, a la mañana siguiente de la victoria del Barça en la final de la Copa de Europa celebrada en París, un influyente periodista escribió que la decadencia y la tristeza de Francia quedaron en evidencia porque muchos parisienses desconocían la celebración del encuentro. ¡París había dejado de ser una gran ciudad!, diagnosticaba en el colmo del provincianismo. Reconozco que no soporto la enfermedad futbolística de nuestra sociedad por más que me gusten los buenos partidos de fútbol y desde niño haya deseado el triunfo del Barça.

Sin embargo, para que pudiera producirse aquella noticia de última hora no basta la patología recurrente del fútbol. El encargado del Telenotícies pensaba, probablemente, que se estaba apuntando un tanto al ofrecer una información local frente a una de alcance general, siguiendo así la pauta de una televisión, la suya, que apuesta por la corta distancia.

Y esta es una de las paradojas más sangrantes de TV-3. Por un lado, oficialmente, aspira a ser la televisión de un país normalizado, volcado hacia el mundo sin complejos; por otro, no obstante, en lugar de comportarse de acuerdo con esta normalidad, se inclina permanentemente por una visión localista y empobrecida del escenario que le rodea. La televisión pública catalana, con calidad en algunas de sus vertientes, desde la perspectiva informativa está sometida a una abrumadora presión endogámica que no deja de proyectar sobre los espectadores.

Aunque tampoco de eso es plenamente responsable la televisión pública, y mucho menos el director del Telenotícies: éste, como sus jefes, cree que la endogamia que ellos ponen en imágenes es lo que realmente solicita la sociedad catalana a través de sus representantes políticos. Y, en definitiva, que resaltar la noticia del nuevo entrenador del Barça por encima de la del ciclón de Birmania es un servicio patriótico.

 

El País, 31/05/2008

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1 de julio de 2008
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Galería de espectros: Mr. Clay

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros he divisado al obeso espectro de Orson Welles.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres a Welles como protagonista de Historia inmortal, Charles Clay?

R.A.: Me refiero a esa historia completamente mágica que filmó Orson Welles con un escasísimo presupuesto y que en gran parte, si no toda, la filmó en España, donde situó una colonia asiática; pero en realidad estaba filmado en un pueblo y plaza españolas, y con escasísimo dinero, pero adaptando con maravillosa fidelidad y enorme gracia un cuento de Isac Dinesev, seudónimo de Karen Blixen. En esa historia recogemos la vida de un hombre, un comerciante viejo que está llegando a los últimos años de su vida y que quiere verdaderamente convertir en realidad todo aquello que él concibe. Es un hombre tosco, acostumbrado exclusivamente a amontonar dinero, un hombre que no ha leído libros, que tan sólo ha leído libros de contabilidad, pero que en un momento determinado, sintiendo que se acerca el final de su vida, quiere hacer realidad una historua que ha oído años atrás, y que se va contando por parte de los marineros de los bares del sur. La historia es sobre un hombre muy poderoso que en un momento determinado hizo que un marinero se juntara con su mujer para engendrar un hijo, haciendo así realidad también el poder sobre la fecundidad, el poder sobre las almas y los cuerpos de los demás. Pero esa historia, que es un relato literario oral que se va explicando en las tabernas de los bares del sur, él piensa que va a por la realidad a través de su propio poder. Efectivamente se traslada al puerto, recoge al marinero más vigoroso y hermoso que encuentra, y lo junta no con su mujer porque no tiene, sino con quien había sido hija de su rival comercial, a quien también compra para esa ocasión. A partir de aquí les hace copular; hacen el amor, y es entonces cuando se desborda la propia historia puesto que en el momento en que él toma posesión de aquello que había sido ficción, la muerte va a tomar posesión de él, y en la medida en que él creía que sería un puro acto mecánico en el cual se produciría el fruto de su propio poder, deviene un amor entre el marinero que a ha contratado y esa otra mujer. Con lo cual nos encontramos con una fascinante alteración de los juegos entre la ficción y la realidad, y es que cuando a través del poder convertimos en realidad la ficción, ésta nos desborda, haciéndonos olvidar el juego, situándonos en un plano que no es ni lo uno ni lo otro. 

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30 de junio de 2008
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Galería de espectros: Io

"Io e Zeus", Correggio, 1531Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el de Io.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres a la Io de Correggio?
R.A.: Sí, me refiero a este espectro de una de las mujeres tomadas por Zeus, gran tema de la mitología antigua, y gran tema de la pintura moderna a partir del renacimiento Al parecer los pintores se han sentido subyugados por esas distintas posesiones de Zeus, como lo podemos ver por el caso de Séleme, de Danáe, de Leda, o de la misma Io. En todos los casos hay un elemento muy interesante entre pintura y sensualidad, y es que las posesiones de Zeus generalmente van vinculadas a metamorfosis. Zeus, para acercarse a esas muchachas a las que quiere poseer, va adoptando distintas formas; a veces es una lluvia, a veces cisne, y eso tiene unas posibilidades imaginistas y sensitivas que a la fuerza tuvo que excitar la imaginación de los pintores renacentistas, barrocos y de la modernidad. En el caso concreto de Io, mi preferida es la situación que pinta Correggio, porque en esa pintura es poseída por una de estas formas de Zeus, que es de total tiniebla y oscuridad. Zeus no ha adoptado la forma de determinado animal o fenómeno de la naturaleza, sino que es como un monstruo que ha perdido la forma, y en ese sentido pienso que voluntariamente o no Correggio introduce una de las máscaras más apropiadas para lo divino, que es esa mezcla de horror y de abstracción, de forma informe, presencia que es ausencia, esa posesión que al mismo tiempo es poder lejano, que queda claramente puesta de manifiesto en esta sombra que por detrás abraza al personaje femenino. Me parece una de las pinturas más sensuales de la historia de la pintura europea porque en definitiva nos encontraríamos casi con el sueño de una posesión por parte de lo inconmensurable y de lo inconocible; en ese sentido entraríamos dentro de uno de los sueños o pesadillas eróticas más extremas, que es ser poseído por algo que no tiene forma.
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27 de junio de 2008
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El mercado del espíritu: verdad y persuasión

Salvador Dalí, Rafael Argullol: La búsqueda espiritual, la lucha por lo espiritual es un proceso duro, lento, complejo, en el que cada individuo se implica en la medida que puede a través de su vida cotidiana o a través de sus esfuerzos espirituales o artísticos, sin esperar esas fórmulas de "Sea usted espiritual en diez días", que es como aprender un idioma en diez días.

Delfín Agudelo: Me parece que esos pseudo-espiritualismos fast-food tienen la gran característica de ser un objeto de mercado, de consumo, para las librerías, tiendas esotéricas, etc. Pensando en esto que hablábamos del thriller histórico-religioso, recuerdo en El péndulo de Foucault de Eco el momento en que un personaje se imagina a los cuatro evangelistas sentados en la mesa de un bar inventando a un personaje histórico, cuyo nombre sería Jesús. Cada uno decide qué decir y cómo decirlo: la creación de un personaje histórico al enumerar determinadas características para que sea llamativo e interesante para el público. Lo mismo sucede con la espiritualidad, cuyo gran problema es que es un producto concebido en el cual, después de una gigantesca estrategia de mercadeo, se reconoce cuáles son las carencias del público, qué le falla, qué le hace falta a la vida normal de un ejecutivo, empresario o estudiante, entre muchos otros. En esa medida se crea una espiritualidad no muy diferente a la plantilla del zapato que necesitas si tienes el pie plano, o del café descafeinado que puedes tomar después de las seis de la tarde. La espiritualidad es un producto más, masticado, en una dinámica de consumo y mercado.

R.A.: Eso está muy bien visto. En realidad el espiritualismo fast-food depende estrictamente de la oferta y la demanda y hay un estudio previo de las necesidades de la sociedad, un estudio de aquellos mecanismos a través de los cuales se puede persuadir a la sociedad. Por eso es un terreno en el cual queda particularmente en evidencia una contradicción básica en todo lo que ha sido el desarrollo de la civilización humana, que es la contradicción entre persuasión y verdad. Lo que busca el pseudo-espiritualismo es la persuasión. Persuadirnos los unos a los otros. Es un poco también lo que busca el autor de esta literatura de best-sellers, el comunicador: "cómo puedo persuadir a mis semejantes a través del estudio de sus propias necesidades", y es evidente que muchas religiones organizadas en la historia han actuado también así. Frente a eso creo que hay otra actitud que sería, para decirlo de manera sencilla, la búsqueda de la verdad propia- no de la absoluta sino de la propia-, en la cual uno está dispuesto a enfrentarse a la búsqueda de esa verdad, dispuesto a enfrentarse incluso a la incomprensión de los otros, dispuesto a enfrentarse al hecho de lo que en un momento determinado expresa no es lo que los otros quieren escuchar, que es como en cierto modo creo yo ha actuado siempre el artista auténtico, y también como ha actuado el espiritual auténtico- el místico auténtico-: no tanto por la voluntad de la persuasión sino mucho más por la expresión de la verdad. Pero si repasamos toda las facetas de este espiritualismo fast-food veríamos que las ideas que hay en común sería esa búsqueda asfixiante y casi totalitaria de la persuasión. Por supuesto en su utilización por parte del neoconservadurismo; por supuesto y evidentemente en su utilización en la publicidad o en las sectas; pero diría también en lo que podía ser una utilización en apariencia más inocente como es el de esos folletines que intentan aglutinar la imaginación de la gente en una determinada dirección. Todo está dominado por una gran retórica de la persuasión. Frente a eso creo que la espiritualidad que nosotros podemos otorgar al arte está mucho más basada en esa especie de investigación o explotación de la verdad y por eso tiene que ser más lenta, un proceso de sedimentación.

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26 de junio de 2008
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Folletines de alma

Rafael Argullol: Por eso tenemos todo ese contexto que conforma un cuadro de lo que podríamos llamar espiritualidad de comida rápida, que en cierto modo distorsiona la auténtica necesidad espiritual que tiene el hombre.
Delfín Agudelo: Pienso que la distorsión se encuentra precisamente en que todas estas nuevas tendencias espirituales de autoayuda —y no solo del género de autoayuda sino también del género novelístico que sugiere un regreso al thriller histórico-religioso—, resultan en una invitación facilista a la vida espiritual. Lo que dices de recetario significa “Haga esto y verá aquello”, siendo que lo espiritual es precisamente aquello que nunca ha pertenecido a un recetario, surgiendo muchas veces espiritualidades o religiosidades individualidades que implican la adherencia a una mayor. Hay un interés y es el que siempre ha existido, y es el de repentinamente desvelar, recuperar lo oculto o lo supuestamente oculto del pensamiento o de la cotidianeidad del espacio. Entonces repetinamente existe un interés por leer los secretos ocultos del París del siglo XII, de la Roma de Bernini, o de muchas otras. De repente la necesidad por encontrar lo oculto se traduce a sí mismo en una espiritualidad que invita aun facilismo que no oculta a la vez que no muestra nada porque es completamente transparente.
R. A.: Creo que esa espiritualidad fast-food de nuestra época tiene actualmente diversos frentes, y muy poderosos: evidentemente, por ejemplo, todo lo que serían las diversas sectas que se vuelven alrededor de esta pseudo espiritualidad, como es la cienciología; todo lo que sería una pseudo literatura histórica o pseudo literatura iniciática de la cual las librerías tienen las estanterías llenas, y que podrían ir desde el modelo de El código Da Vinci hasta tantísimos títulos en los cuales se presenta precisamente ese carácter supuestamente iniciático.
En ese caso podemos aceptar algunos de estos títulos en cuanto a literatura folletinesca, como folletinesca era la literatura que se hacía sobre los misterios de París y Londres en el siglo XIX. Lo irritante de algunos de esos autores es su pretensión de veracidad espiritual. Hay autores que además tienen una gran difusión en diversos países en los que no se presentan como autores de folletines sino como autores en los cuales se transmite una determinada verdad iniciática. Y luego podríamos pasar incluso a elementos de expresión de esta pseudo espiritualidad todavía más potentes y más agresivos. Quisiera recordar aquí el uso y abuso que está haciendo la publicidad actual de fórmulas supuestamente esotéricas, incluso supuestamente místicas en determinados anuncios. Es muy claro, por ejemplo, en anuncios de coches. La publicidad de coches que incorpora ese discurso místico-esotérico, evidentemente retorcido y vaciado a través de un imaginismo muy potente como es propio de esas marcas que tienen tanto dinero para publicidad. Y de allí a la pretensión ya diríamos de determinados poderes, políticos, de utilizar también esa pseudo espiritualidad. Recordemos la parafernalia que ha acompañado al neoconservadurismo en Estados Unidos en la época Bush, y cómo recientemente personajes como Blair indican que hay que devolver a Dios a la vida pública. Es decir, es un frente muy amplio en el cual se manifiesta eso que iría desde las grandes campañas de publicada hasta sectas poderosísimas, incluyendo toda serie de campañas de distribución comercial de locales de supuesta excelencia espiritual, hasta todo esa literatura folletinesca que se potenta como iniciática.
A mi modo de ver, en cambio, hay una prueba de fuego para la espiritualidad en un sentido más auténtico y profundo, y es que ésta siempre requiere —para utilizar una imagen geológica—de una sedimentación: es un proceso lento. La búsqueda espiritual, la lucha por lo espiritual es un proceso duro, lento, complejo, en el que cada individuo se implica en la medida que puede a través de su vida cotidiana o a través de sus esfuerzos espirituales o artísticos, sin esperar esas fórmulas de “Sea usted espiritual en diez días”, que es como aprender un idioma en diez días. Me parece que un elemento bastante seguro para la búsqueda espiritual es aceptar la complejidad, lentitud y en cierto modo el carácter matizado del proceso de búsqueda. De ahí que personalmente siempre me he inclinado, aunque admito evidentemente otros caminos por el camino artístico o estético como el más apropiado para la búsqueda personal de una espiritualidad que yo desde hace mucho tiempo no confundo como un camino religioso pero desde luego tampoco quiero que se confunda con esos diversos espiritualismos.
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25 de junio de 2008
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Los pseudoespiritualismos de nuestra época

Rafael Argullol: Uno de los fenómenos más agobiantes de nuestra época es la propagación de una espiritualidad fast-food.

Delfín Agudelo: Es esta espiritualidad fast-food que surge de una súbita necesidad por la misma espiritualidad. Sin embargo, es una necesidad espiritual mas no necesariamente teológica.

R.A.: No, creo que es la consecuencia de un doble fenómeno. Por un lado la quiebra de la religiosidad tradicional, quiebra que viene de lejos y en cierto modo se inicia con el renacimiento, llega a su punto culminante con la ilustración y a su fase de máxima lanzada con la modernidad. Sería un fenómeno que viene de lejos. Y el segundo fenómenos sería el de la quiebra de las grandes utopías ideológicas de la propia modernidad, originadas en la misma ilustración y romanticismo. Utopías que en cierto modo se presentaron como alternativas a la religiosidad tradicional. En ese sentido, por ejemplo habría que recordar que gran parte de las formulaciones de esas utopías, anarquistas, liberadas y socialistas, comunistas -incluso las utopías vinculadas en general a todo lo que es el mito del progreso son utopías que cuando vamos a los documentos textuales o prácticos muchas veces se presentan como una especie de nueva religiosidad.

Los románticos hablaban de la religiosidad personal; se ha hablado de la religión del progreso, se ha podido hablar con razón de una religiosidad utopista, anarquista, comunista; es decir, las grandes utopías del XIX y XX tienen una vocación de presentarse como alternativas a la anterior religiosidad. En cambio ahora nosotros nos encontramos en un horizonte distinto, en el que el ser humano en cierto modo recoge la quiebra de la religiosidad tradicional pero también recoge la quiebra de aquellas utopías ideológicas que durante mucho tiempo se presentaron como alternativa. Creo que allí está una de las razones por las cuales ha habido un nuevo viraje a la búsqueda de una espiritualidad que a mi modo de ver nunca se ha dejado completamente de lado, sino que ha tenido una metamorfosis con distintas máscaras. No es que Dios hubiera muerto, sino que Dios había sido sustituido por otros dioses, el de la igualdad, el de la libertad, el del progreso, el de la razón, el de la ciencia; y ahora nosotros asistimos a un escenario distinto en el que también esos dioses decimonónicos o del siglo XX está puestos en cuestión. Pero el ser humano sigue necesitando esto que llamamos espiritualidad. Es decir, sigue necesitando enfrentarse al enigma de la existencia, enfrentarse a la trascendencia de la relación con la muerte, enfrentarse a todos aquellos territorios que habitualmente han tenido una respuesta a lo largo de los mitos y religiones. O incluso de las filosofías. Lo que a mí me resulta sin embargo asfixiante y muchas veces escandaloso es cómo en nuestra época se intenta dar una solución que llamaba fast food, una solución de recetario ante esa necesidad espiritual. Y por eso tenemos todo ese contexto que empezó a finales del siglo XX que se ha llamado cultura new-age, y toda esa literatura de autoayuda, muchos de los pseudo misticismos que ahora pueden estar en boga, todo ello conforma un cuadro de lo que podríamos llamar espiritualidad de comida rápida, que en cierto modo distorsiona la auténtica necesidad espiritual que tiene el hombre.
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24 de junio de 2008
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Galería de espectros: Ulises

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el de Ulises justo antes de llegar a Ítaca.

Delfín Agudelo: Sería muy difícil que hubieras visto uno solo, debido a la gran variedad de representaciones.

R.A.: Estoy seguro de que en esta galería aparecerán varios espectros de Ulises. Ahora me refiero fundamentalmente a un espectro o situación de Ulises sobre la cual he dado varias veces vuelta. ¿Qué ocurre con un hombre después de veinte años de ausencia -en la guerra de Troya y la errancia por el mediterráneo-llega por fin a Ítaca, su patria, a la meta que se había trazado? ¿Qué ocurre en el momento justamente anterior a esa llegada?  Esa es una situación de Ulises que me interesa particularmente, porque a veces he pensado que Ulises tiene precisamente miedo a dar el último paso y volver de nuevo a Ítaca al lado de Penélope. La razón fundamental es que él mismo viene así a cerrar un círculo. Cuando se cierra el propio aprendizaje queda cerrado y también cerradas las grandes justificaciones del aprendizaje, que es la continua provisionalidad. Mientras que uno está en una situación provisional, sin tener que decidir definitivamente entre una y otra opción, se siente con una mayor libertad que cuando finalmente elige aquel acto que le hace cerrar el círculo, que es lo que le ocurrirá a Ulises cuando pise tierra firma de Ítaca. Sobre todo, creo yo, cuando vuelva a hacerse con el poder, circunstancia que no relata Homero pero sobre la cual podríamos preguntarnos. ¿Qué le ocurre a Ulises cuando de nuevo rehace la rutina del poder, rey otra vez de Ítaca? A veces he sospechado que la errancia de Ulises tiene algo quizá de voluntario e involuntario. Es una errancia a través de la cual va retrasando su propia llegada al hogar, como el aventurero retraza el retorno a la patria, como quizás el padre de familia retrazaba el retorno al hogar, porque en la medida en que se produce el aplazamiento, se van configurando una serie de situaciones en las que Ulises es realmente el Ulises que ha conocido la historia y han leído decenas de generaciones: aquél que se encuentra continuamente en unas arenas movedizas que supera. Esas arenas movedizas tienen enorme riquezas en sí mismas: vencer al cíclope Polifemo significa un conocimiento personal, estar con Calipso supone una gran aventura e la sexualidad, y así sucesivamente. Para mí el retorno a Ítaca -el ansiado retorno a Ítaca- me parece que es la gran paradoja humana del cumplimiento final de la meta, de cerrar el círculo, anulando así la posibilidad de estar a la aventura, que es, como el propio nombre indica, sometido a la ventura, al azar, a la fortuna, que es lo que hace Ulises a lo largo de sus años de errancia. Como una parte de esa errancia debió ser voluntaria, el espectro de Ulises justo ya mirando a Ítaca tiene que ser la sombra de alguien que está en una actitud como mínimo dubitativa.

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23 de junio de 2008
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