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Oscurantismo y cultura. Filosofía, teología y ciencia

Por 2 de julio de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Una de las posibilidades que ha tenido el pseudo-espiritualismo ha sido precisamente que se ha visto facilitado por el propio oscurantismo de determinada corriente intelectual.
Delfín Agudelo: Hubo un punto en el cual —pensado en términos no de mass marketing sino de espiritualidad pura—la filosofía decididamente se desligó de lo espiritual. ¿Cómo consideras que funciona esa afiliación entre lo filosófico y espiritual, haciendo eco un poco de ese libro titulado Más Platon y menos prozac?
R.A.: Independientemente de lo publicitario de ese título, la idea es buena; la idea que se recurra a uno de los grandes tesoros de la situación humana, que ha sido la filosofía, frente a un recurso muchas veces abusivo de lo que sería la química, me parece una buena propuesta. Pienso que las dificultades de que esto se haga realidad es la trayectoria nefasta que ha tenido el estilo filosófico en la época moderna. En sus orígenes europeos y griegos la filosofía surgió como una búsqueda de saber que abarcaba tanto lo que  ahora llamamos cultura humanística como lo que llamaríamos cultura científica, la ciencia. En la época moderna, sin embargo, a partir del renacimiento reproduce una especialización cada vez más acusada entre por un lado las ciencias y por el otro una cultura filosófica que además de competir con su vieja rival que es la teología, compite con una nueva rival que es la ciencia moderna. Creo que estas dos competencias llevan a la filosofía moderna a un progresivo oscurantismo del lenguaje que ha sido tremendamente perjudicial.
Ese oscurantismo, ese lenguaje abstruso en el cual muchas veces la filosofía moderna ha tomado o usurpado el estilo de su rival, la teología, tampoco le ha servido para mantener a raya a la ciencia, no ha sido hegemónica, y se ha quedado entre dos aguas: por un lado en la abtrusidad de la tradición teológica sin llegar a la claridad e impacto social de la ciencia moderna, cosa que ha sido tremendamente negativo y antifilosófico. El oscurantismo filosófico es creo yo decididamente antifilosófico. Decididamente contrario al propio espíritu del nacimiento de la filosofía. Por tanto, al respecto estoy de acuerdo con lo que decía Witgenstein, “Todo aquello que se puede decir, se puede decir con claridad”. Lo que no se puede hacer no lo digamos, pero lo que sí con claridad. Soy binario de la dupla profundidad-claridad. Creo que en la filosofía moderna muy frecuentemente no ha seguido ese binomio. Naturalmente hay excepciones: hay filósofos como Schopenhauer, Nietzsche o Kierkegaard que tuvieron un estilo literario aplicado a la filosofía que redundó en una auténtica claridad estilística. Pero en general se ha impuesto una abstrusidad lingüística que ha llevado a la filosofía a un cierto callejón sin salida. Por un lado sin llegar a ocupar por completo el ámbito espiritual que tradicionalmente intentaba afrontar la teología y sin llegar tampoco a conquistar el ámbito de la ciencia moderna. Sin embargo, el papel de la filosofía desde el punto de vista del conocimiento y del espíritu me parece imprescindible, porque la filosofía de nuestra época debería ser aquella tendencia nuestra a buscar un saber global, un saber equilibrador, que fuera mas allá de las especializaciones de la ciencia y más allá de las respuestas frecuentemente dogmáticas que la religión da a la cuestión espiritual.
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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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