Rafael Argullol
Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros he divisado al obeso espectro de Orson Welles.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres a Welles como protagonista de Historia inmortal, Charles Clay?
R.A.: Me refiero a esa historia completamente mágica que filmó Orson Welles con un escasísimo presupuesto y que en gran parte, si no toda, la filmó en España, donde situó una colonia asiática; pero en realidad estaba filmado en un pueblo y plaza españolas, y con escasísimo dinero, pero adaptando con maravillosa fidelidad y enorme gracia un cuento de Isac Dinesev, seudónimo de Karen Blixen. En esa historia recogemos la vida de un hombre, un comerciante viejo que está llegando a los últimos años de su vida y que quiere verdaderamente convertir en realidad todo aquello que él concibe. Es un hombre tosco, acostumbrado exclusivamente a amontonar dinero, un hombre que no ha leído libros, que tan sólo ha leído libros de contabilidad, pero que en un momento determinado, sintiendo que se acerca el final de su vida, quiere hacer realidad una historua que ha oído años atrás, y que se va contando por parte de los marineros de los bares del sur. La historia es sobre un hombre muy poderoso que en un momento determinado hizo que un marinero se juntara con su mujer para engendrar un hijo, haciendo así realidad también el poder sobre la fecundidad, el poder sobre las almas y los cuerpos de los demás. Pero esa historia, que es un relato literario oral que se va explicando en las tabernas de los bares del sur, él piensa que va a por la realidad a través de su propio poder. Efectivamente se traslada al puerto, recoge al marinero más vigoroso y hermoso que encuentra, y lo junta no con su mujer porque no tiene, sino con quien había sido hija de su rival comercial, a quien también compra para esa ocasión. A partir de aquí les hace copular; hacen el amor, y es entonces cuando se desborda la propia historia puesto que en el momento en que él toma posesión de aquello que había sido ficción, la muerte va a tomar posesión de él, y en la medida en que él creía que sería un puro acto mecánico en el cual se produciría el fruto de su propio poder, deviene un amor entre el marinero que a ha contratado y esa otra mujer. Con lo cual nos encontramos con una fascinante alteración de los juegos entre la ficción y la realidad, y es que cuando a través del poder convertimos en realidad la ficción, ésta nos desborda, haciéndonos olvidar el juego, situándonos en un plano que no es ni lo uno ni lo otro.