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Escrito por

Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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El despertar de un negocio

Rafael Argullol: Si finalmente vistes de púber, finalmente consigues que el viejo sea púber. Por tanto, lo que sucede es que si el viejo parece un viejo, está enfermo. Es en ese sentido que la ciencia -o la información científica-sanciona.

Delfín Agudelo: Es como si se llegara a la conclusión de que la adolescencia también es una enfermedad, con la diferencia de que la juventud es todo aquello a lo que se quiere regresar. Tomándola como un periodo muy preciso, se puede pensar como un peligro ante sí mismo: la juventud atenta contra sí. Lo pienso en términos de edades. Sería mucho más enfermo un adolescente que un viejo.

R.A.: Sí, pero desde el punto de vista de nuestros mecanismos, el adolescente tiene toda una vida por delante para ir consumiendo. En cambio, cuando leí esta noticia, he pensado: "Qué gran negocio puede haber detrás de esta noticia." Imagina que en realidad se consolida esta idea. Puede haber algún buen negocio artístico por parte de los best-sellers, porque inmediatamente lo que hay que hacer es fabricar uno que demuestre eso. Tomar a los viejos, hacerles un tratamiento adecuado, y los regresas a la juventud. Pero imagina la industria médico-farmacéutica, el negocio que podría plantear a través de esto, y arrastrando todas las medicinas alternativas que plantearían el mismo negocio. Durante los próximos años pueden manejarse millones de euros alrededor del tema de cómo tratar la enfermedad de la vejez.

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18 de septiembre de 2008
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El error de Miguel Ángel

Detalle de la Capilla Sixtina Rafael Argullol: Esa noticia presentada en el principal periódico de la lengua española, a doble página, es una noticia que no sólo puede deprimir a mucha gente que se considera vieja, sino que altera en un tanto por ciento elevadísimo todo lo que es nuestra cultura, nuestra herencia, nuestra idea de que en la vejez se compensaba a través de la serenidad y el equilibrio las pasiones un poco caóticas de la adolescencia o pubertad.

 

Delfín Agudelo: Lo primero que se me viene a la cabeza, tomando la idea de la vejez como sabiduría y experiencia, es en las representaciones clásica de Dios en la pintura, que siempre aparece como un hombre viejo. Ya no estaríamos frente a un Dios que denota sabiduría, sino frente a un Dios que evidencia su enfermedad.

R.A.: Es una estupidez. A partir de ahí, si tú miras en la Capilla Sixtina que Miguel Ángel pintó al Padre creando al primer hombre, lo que hay allí es un enfermo terminal que está creando al primer hombre. Lo que hubiera tenido que poner es un putto, un angelito pequeñito creando al primer hombre. Esta noticia planteada de manera central llama la atención porque es plenamente subversiva, más que cualquier grupo guerrillero, porque desarticula absolutamente todo lo que es nuestra herencia. Sin embargo, encaja bien con uno de los aspectos más cuidados del híper-capitalismo nuestro actual, que es el hecho de que la producción masiva sobre todo se realiza dirigida al consumidor más joven. No porque al capitalismo le importe que uno sea joven, sino porque el más joven es el que tiene más años por delante para consumir. Uno de los productos que se ha vendido mejor en el último medio siglo es precisamente el hecho de que la juventud es un valor en sí mismo. No es una etapa de la vida, sino que es un valor per se. Eso probablemente se puso en marcha de manera generalizada en los años sesenta, no antes; a partir de entonces, en cierto modo, hay un status de ser joven que es imprescindible y si no se es joven, aparentar ser joven. Recuerdo que la primera vez que estuve en Estados Unidos y vi cómo se vestía la gente en la Florida, que entonces se denominaba informal. Eran los años ochenta, y con la óptica europea, me pareció que todos los viejos iban vestido de payasos. Pero es el modelo que se ha generado universalmente, y eso ya sucede por todos lados. Es decir, lo que se intenta es, independientemente la edad que tenga la persona, la apariencia de juventud como valor. Si al viejo lo vistes de púber, como sucede en la actualidad, ya no es de extrañar que finalmente la envoltura crea el contenido. Si finalmente vistes de púber, finalmente consigues que el viejo sea púber. Por tanto, lo que sucede es que si el viejo parece un viejo, está enfermo. Es en ese sentido que la ciencia -o la información científica-sanciona.

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17 de septiembre de 2008
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¡Noticia!: ¡La vejez es una enfermedad!

Rafael Argullol: Esto me hace recordar algunas noticias que han salido este verano que son muy jugosas, y todas ellas aparecidas en los suplementos o bien de ciencia o bien de salud, o en las informaciones sobre grandes acontecimientos científicos.

Delfín Agudelo: Cuéntame, pues, a qué noticia carnavalesca te refieres.

R. A.: Sin ir más lejos, el día 4 de septiembre ha aparecido en el periódico que la vejez no es un proceso natural como hemos creído a lo largo de miles de años, sino que es una enfermedad y que por tanto podemos curarnos de ella. Si un viejo lee el periódico y sobre todo lee los titulares y los subtitulares del periódico, llegará a la clara conclusión de que está definitivamente enfermo; un enfermo que ha sido tan estúpido que debió cuidarse un poco de tal manera que nunca hubiera llegado a viejo: que debió haber tomado los fármacos necesarios para no llegar a viejo. Esa noticia presentada en el principal periódico de la lengua española, a doble página, es una noticia que no sólo puede deprimir a mucha gente que se considera vieja, sino que altera en un tanto por ciento elevadísimo todo lo que es nuestra cultura, nuestra herencia, nuestra idea de que en la vejez se compensaba a través de la serenidad y el equilibrio las pasiones un poco caóticas de la adolescencia o pubertad. Todo esto queda desfigurado porque en definitiva el lector, si no tiene un prisma un poco crítico, se considerará un idiota por no haber afrontado eso.

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16 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Ofelia

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me ha parecido ver el de Ofelia.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al espectacular cuadro de Millais?

R.A.: Me refiero a este cuadro que parece hecho directamente como una escena de un sueño, pero de un sueño muy elaborado y refinado. Hubo un tiempo en que yo no admiraba demasiado a los prerrafaelitas, pues me parecían al margen de lo que era la genealogía de la corriente moderna en pintura. Pero debo reconocer que desde hace ya unos años he reconocido una importancia e interés en los prerrafaelitas, en su alegato a favor de volver a una pintura como la que se daba en la transición entre la edad media y el renacimiento. Esencialmente pienso que el ideal prerrafaelita en reconvertir al artista en un artesano, con una capacidad para el oficio, para el aprendizaje de ese oficio, una cierta modestia ontológica, etc., es importantísima en un momento, en una época como la nuestra, en que se ha llegado a una especie de hiper-artista, a una especie de metástasis de la propia denominación de artista. Recuperar la esencia original del artista como artesano es un reto de futuro y no es un ideal de pasado.

En ese sentido Millais logra captar muy bien en su cuadro sobre Ofelia el destino de ella misma, que siempre me ha llamado la atención. Como ya comenté al hablar del espectro de Hamlet, él no es uno de mis personajes favoritos. Lo encuentro un personaje caprichoso, una especie de deificación de la adolescencia perpetua, como un ser incapaz de tomar decisiones. En su indecisión y en su carácter dubitativo, su incapacidad para reafirmar una posición frente a la vida, crea todo un engranaje de desgracias a su alrededor que todo lo arrastra: amigos y parientes. Y en ese engranaje lo más injusto es el propio destino de la novia, el destino de Ofelia. En cierto modo es empujada de una manera completamente cruel por parte del personaje Hamlet hacia una locura y hacia una desesperación para la cual ella no está preparada; ni siquiera le encuentra sentido ni raíz a esa desesperación. Es un personaje muy entrañable porque es la desesperada que no sabe muy bien el por qué ha sido arrojada a ese territorio de desesperación, más allá de la caprichosa actitud de Hamlet. Entonces en el cuadro de Millais esa especie de muerte exquisita, elegante, de Ofelia que flota sobre el estanque, rodeada de un lecho casi diríamos paradisíaco, es una especie de justa compensación estética por esa desesperación sin sentido a la que ha sido arrojada, a partir de la propia extravagancia caprichosa de Hamlet. Ofelia no es tanto un personaje de gran entidad en vida sino que la adquiere en el momento inmediatamente anterior a su muerte. También tiene una gran entidad -aunque pueda parecer macabro- como cadáver. Una gran entidad como organismo que mantiene una extrema dignidad en el tránsito entre la vida y la muerte.

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15 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Drácula

Fotograma "Bram Stoker's Dracula", Coppola

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me pareció ver el espectro de Drácula.

Delfín Agudelo: ¿A cuál de todos sus posibles espectros, variaciones, configuraciones o versiones cinematográficas has visto?

R.A.: He dicho me pareció ver porque técnicamente, quizá, no sea posible ver el espectro de Drácula porque una de sus características es su invisibilidad desde el punto de vista del reflejo especular. Drácula no se refleja en los espejos, no sé hasta qué punto podemos ver el espectro; o únicamente podemos ver una especie de avatar -de encarnación tipo avatar hindú- de Drácula. Pero esa rememoración se me produjo tras ver de nuevo la película de Coppola sobre Drácula, una película que además intenta ser fiel a la novela original, la de Bram Stoker, y que en ese sentido es muy elocuente e interesante. A mí me lleva a mi propia relación personal con el personaje de Drácula, que creo me ha ocurrido como a muchos que tuvo primero una relación visual, cinematográfica, con el personaje Drácula, teniendo en un cierto menosprecio a la fuente original que era la novela. Hasta que la leí y me pareció una novela fascinante desde el punto de vista de lo que en el siglo XIX se llamaba "El terror gótico". Por un lado la culminación de ese terror gótico pero al mismo tiempo una cierta premonición de fenómenos que han envuelto y que han interesado al hombre contemporáneo. En ese sentido, al mito de Drácula le sucede lo que a todos los mitos, y es que verdaderamente logra enraizarse en una época si responde a una necesidad o responde a un dilema propio de la sensibilidad de esa época. Y perduran más allá del tiempo en que fueron creados, si siguen suscitando esos dilemas y preguntas.

Creo que curiosamente el personaje Drácula, un personaje que el cine ha hecho popular, se vincula mucho con preguntas que nosotros nos hacemos acerca del tiempo, de la muerte, acerca de la posibilidad de una juventud eterna por parte del hombre, o de un alargamiento biológico de la vida que pueda llevar a la ilusión de la juventud, sólo que en ese caso se invierten los términos y lo que le ocurre a Drácula es que no puede morir: su condena es una especie de no-vida eterna, una no-vida que también es una no-muerte. En ese sentido es un hombre fronterizo, muy bien visto desde el principio por Stoker porque ese situarlo siempre al filo de la medianoche, como su momento de traspaso, nos ayuda a comprender su carácter: alguien que no vive porque no vive entre los vivientes de su época, pero que tampoco ha muerto ni puede morir. Entonces todos los problemas, todo el submundo que rodea a Drácula está vinculado con esa condición fronteriza. Incluso todos los símbolos y metáforas que le rodean, la necesidad de la sangre. Drácula es un sobreviviente muy especial, un naufrago, que no puedo estar tranquilo en el mundo de los muertos ni evidentemente estar en la civilización o en la sociedad. El cine encontró allí una materia prima excepcional desde el expresionismo con el tratamiento que le da Murnau al tema de Nosferatu, al tema de Drácula, hasta las múltiples encarnaciones cinematográficas, hasta llegar a la de Coppola, que creo que acierta mucho en ese tono operístico, típico de sus películas, y también en la recuperación del espíritu original de Stoker, situado en una sociedad como la nuestra que es una sociedad del espectáculo, una sociedad de la hipervisibilidad. En ese sentido, este espectro imposible de Drácula, errante por los escenarios y pantallas a lo largo del siglo XX, tiene todavía un inmenso porvenir.

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12 de septiembre de 2008
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Efectos especiales y verdad

Rafael Argullol: A veces no solo la televisión sino que los diarios tienen que llenar las páginas como sea, publicando noticias supuestamente espectaculares.

Delfín Agudelo: Me recuerda una noticia que no sé qué tanto tenga que ver con aquella que estás a punto de contar, pero tiene su lado carnavalesco. Apareció hace años en El Tiempo de Bogotá, y era de un campesino que había demandado a una vecina que, bruja, en la noche se había convertido en ave negra y había logrado entrar a su cuarto robándole veinte mil pesos colombianos- unos seis euros. La noticia unía tres elementos muy ricos: la legalidad en cuestiones de folklore; la evidente pregunta de qué tanto puede ser eso una noticia; y, más importante, ¿qué hacer si se fuera el abogado? Me gusta ver los tres frentes de la noticia, pero en realidad la noticia es lo inusual, carnavalesco, que pueda suceder en cualquier pueblo de tierra fría colombiana. La noticia se convierte en tal cuando el lector, evidentemente, quiere leer algo así.

R.A.: Creo que es uno de los factores de la información que siempre ha estado presente, porque ahora en nuestros días va volviéndose más barroco y con más efectos especiales. La noticia que comentas entra de lleno en aquello que antes se llamaba realismo mágico, esta vez aplicado al periodismo nuestro. Además, acompañado siempre de un supuesto rigor informativo-científico para todas estas cosas. Porque si esa noticia del campesino a la que aludes hubiera aparecido hace cincuenta años, simplemente se hubiera reflejado sin más bases científicas. Pero ahora eso lo acompañamos de toda una serie de fundamentos científicos que nos llevan a ver el tipo de sección del cerebro que hace ver que una bruja se convierta en ave negra, o el tipo de gen que despierta en nosotros el realismo mágico o la magia. En nosotros todo tiene una base supuestamente científica, de manera que las noticias que recibimos, sobre todo a través de la televisión, acostumbran a ser impunes. Si alguien sale en la televisión y explica que una campesina se ha convertido en bruja, y después de esto en ave negra, y muestra unos efectos especiales que corroboran esto, el espectador tenderá a creer que es verdad científica; no que es ese terreno magníficamente pantanoso de la imaginación mágica, sino de la científica. Esto me hace recordar algunas noticias que han salido este verano- las que te comentaba- que son muy jugosas, y todas ellas aparecidas en los suplementos o bien de ciencia o bien de salud, o en las informaciones sobre grandes acontecimientos científicos.

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11 de septiembre de 2008
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XVII. Información y carnaval. Información y espectáculo

Rafael Argullol: Bienvenido de regreso a Barcelona, Delfín.

Delfín Agudelo: Muchas gracias, Rafael.

R.A.: Has tenido la fortuna de estar en Bogotá, y no habrás seguido las informaciones o el mundo de las noticias que ha habido este agosto en España y Europa, y por tanto quizás has logrado evitarte más agudamente el instinto carnavalesco que adquiere el mundo de la información en verano.

D.A.: Por lo visto nuestra pasada conversación no diferirá mucho de ésta que estamos a punto de tener: cuéntame del instinto carnavalesco de la información veraniega.

R.A.: Una de las características más grotescas, más carnavalescas de nuestra época, es el propio mundo de la información. Fíjate que en toda Europa, e imagino que en Latinoamérica, cada vez se ha ido confundiendo más información y espectáculo. Recuerdo en mi infancia y en mis primeros contactos con lo que eran los noticieros y telediarios en la televisión, en que las noticias eran expresadas de una manera muy austera. Había una clara separación de lo que era el noticiero y el resto de la programación, sobre todo de la publicidad. En nuestro mundo sucede que siempre se ha tendido a la confusión. No solamente las noticias se plantean a través de un gran marco espectacular, sino que todas las televisiones recurren a la inclusión de la publicidad en medio de las noticias, de modo que a veces uno puede encontrarse con obscenidades como noticias por muertes y asesinatos, masacres a las que tan acostumbrados estamos, que sin transición se conectan con noticias dedicadas a los detergentes, o a las cremas de adelgazamiento. Se pasa de un tema al otro sin ninguna transición y el espectador queda teniendo en la retina, juntos, los temas dramáticos con temas completamente superficiales. También tenemos esta especie de monstruosidad del decorado y de la ornamentación, como por ejemplo maravilloso las convenciones electorales americanas. La propia del demócrata Barack Obama, que montó una especie de templo griego dentro de un estadio de fútbol americano, con sus columnas, frisos, etc., y allí se hizo la presentación y convención en gran público. Es decir, tenemos la mezcla de todos los elementos de la información y del espectáculo, y eso se agudiza todavía más en verano porque muchas veces no solo la televisión sino que los diarios tienen que llenar las páginas como sea, publicando así noticias supuestamente espectaculares.

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10 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Lady Macbeth

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el espectro sangriento de Lady Macbeth.

Delfín Agudelo: Te refieres evidentemente al personaje femenino de Macbeth.

R.A.: Sí, me refiero a ella porque además creo que Shakespeare en su obra se equivocó de título, y el auténtico debió haber sido Lady Macbeth, que es la auténtica protagonista. El rey Macbeth, en ese sentido, es como un personaje no secundario, pero que sigue la inercia de una voluntad de poder y de un impulso trágico desmedido, que es absolutamente ejemplar. No es quizás mi obra favorita de Shakespeare; pero sí creo que es aquella en la que se llega más lejos en las consecuencias sobre la propia conciencia de la voluntad del poder. En ese sentido Lady Macbeth expresa una voluntad de poder que se va acelerando a través de un vértigo magistral, de violencia y de sangre magistralmente reflejado por la poesía de Shakespeare, pero que en un momento determinado este sufre un gran punto de inflexión y se vuelve en dirección contraria, como si fuera un ciclón o remolino, que, impulsado hacia fuera, se impulsa hacia el interior mismo de la conciencia de Lady Macbeth. Eso es lo que da una auténtica grandeza a la obra. No es solo la expresión brutal de la ambición de poder hacia fuera, sino cómo en un momento determinado esa voluntad de poder se reflejara en la superficie del mar o de un espejo; esto revierte hacia dentro y empieza a acosar y a corroer la propia conciencia de Lady Macbeth. Nos encontramos en la obra con una simetría a mi modo de ver dramática y teatralmente perfecta, y es por un lado ese impulso de conquista hacia fuera, y por otro lado esta retracción hacia dentro. Lady Macbeth va enloqueciendo de cara a sus próximos; incluso de cara a su marido cada vez se va distanciando más, se va aislando, se va encerrando en su propio sentimiento de culpa, y eso tiene una traducción plástica y física en la exteriorización de la sangre a través de los espectros. Como en toda la obra de Shakespeare, éste recoge las figuras de los fantasmas que ya estaban presentes en el mundo clásico, y los convierte en alter egos, en interlocutores de los propios personajes vivos. Entonces entramos en el clímax de la obra: cuando Lady Macbeth ve esos espectros que le rodean en la mesa, que nadie más puede ver; o cuando se siente sucia de sangre e intenta lavarse. Esa sensación de suciedad a través de la sangre y la imposibilidad de limpiarse o lavarse es la muestra más refinada de la propia locura de lady Macbeth. En definitiva es un personaje que sería sin ningún interés de la brutalidad del poder y de la violencia si no se produjera ese punto de inflexión, esa retracción que hace que ella misma tenga que ver con sus propios abismos de culpa, abismos que además se traducen hacia el exterior en forma de una locura inconvencible para todos. Y así tenemos en cierto modo un análisis de la pasión de la ambición, de la ambición del poder extraordinario porque no es solo la pasión del poder sino la mala conciencia que esa pasión puede producir.

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8 de septiembre de 2008
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Galería de espectros: Sócrates

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el perfil de fauno de Sócrates.
 
Delfín Agudelo: ¿Viste acaso el personaje histórico de Sócrates o el literario de Platón?
 
SócratesR.A.: Evidentemente todo lo que podemos saber de Sócrates lo sabemos a través de Platón y algún otro contemporáneo. Es completamente llamativo que alguien que ha influido tanto en la historia y en la mente humana no haya dejado ni una sola página que podamos leer; por tanto, apenas tenemos posibilidades de distinguir entre Sócrates como personaje histórico y Sócrates como personaje literario creado o recreado por Platón. A mí me interesa fundamentalmente resaltar este último; siempre he creído que Platón, que generalmente es calificado de filósofo con razón, es uno de los principales escritores que ha dado la historia de la literatura. En esa dirección su dibujo del personaje Sócrates, protagonista absoluto de la mayoría de sus diálogos, es simplemente excepcional. Creo que Platón logra crear uno de los personajes que más trasciende la propia literatura, que trasciende evidentemente su época y llega a los siglos venideros. Lo precioso de este personaje es que es alguien que de alguna manera hace confluir en él lo que son los dos grandes espejos de la cultura griega del momento: el espejo de la comedia y el espejo de la tragedia.
Sócrates, como personaje de Platón, afronta muchísimos de los temas que simultáneamente o un poco antes han afrontado los poetas trágicos vinculados con la condición humana, con la colectividad, vinculados con la ética, vinculados con la metafísica. Pero los afronta de una manera completamente distinta al rescatar una de las figuras cruciales de la comedia que era el eiron, un personaje que se hacía el tonto, dejaba que los otros hablaran para finalmente darle la vuelta a los argumentos. De ahí la ironía socrática que construye con tanta habilidad Platón. Sócrates, ese personaje que en lugar de avasallar a los otros con sus argumentos y verdades dogmáticas, lo que hace que irónicamente, como lo era la figura de la comedia, los otros vayan hablando, él va escuchando, y de una manera muy hábil va desarticulando los argumentos de los otros y finalmente ofrece su propia verdad que se va desgranando con una gran ductilidad y flexibilidad. Por tanto, si tenemos en cuenta la participación de Sócrates como interlocutor principal en todos los diálogos o mayoría de diálogos de Platón, hay que concluir que difícilmente en la historia de la literatura hay un personaje de tal envergadura, que incluso evidentemente nos lo agiganta por encima del Sócrates histórico del cual sabemos relativamente pocas cosas, y no podemos leer nada.

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5 de septiembre de 2008
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Creamos nuestro laberinto

Rafael Argullol: Nosotros tenemos regulado de una manera muy hábil todo lo que son esa especie de carnaval que sirve para potenciar el propio orden de la sociedad
Delfín Agudelo: Pensaría que la palabra monstruoso, o el concepto de monstruo, abarca más espacios de los que en realidad creemos en la cultura.
R.A.: Lo monstruoso siempre pretende estar libre, y el poder siempre pretende domesticar a lo monstruoso. De ahí por ejemplo la propia figura del Minotauro, a la que aludías al principio: el minotauro es una criatura simbólicamente de extrema libertad. Pero por eso se le recluye en el laberinto. Eso lo vieron muy bien los surrealistas y Picasso con su fascinación hacia el personaje: tenemos un minotauro interior al cual nosotros le construimos un laberinto para encerrarlo. No es que se construya a partir de un poder exterior: nosotros lo hacemos. Tenemos el minotauro y construimos nuestro laberinto: es la manera de domar, y tener recluido al minotauro, para que no se manifieste y no se escape de nosotros. Evidentemente lo monstruoso tiene esa especie de plus de libertad que nos atrae pero al mismo tiempo nos da miedo. Y eso se retrotrae a nuestras primeras experiencias de infancia.

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4 de septiembre de 2008
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