Skip to main content
Escrito por

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Blogs de autor

Una mujer increíble

Uno no se olvida fácilmente de la persona con la que vio un bombardeo.

En abril, durante mi último viaje a España, destripé un ejemplar del diario El País para conservar la contratapa. Había reconocido la foto a simple vista: se trataba de una entrevista de Juan Miguel Muñoz a Gaby Lasky, a quien yo había conocido en Jerusalén a fines del año 2000, a poco de iniciada esta segunda Intifada-de-nunca-acabar. Descubrir que Gaby estaba bien, y todavía haciendo de las suyas -cuando la conocí era una de las directoras de Peace Now, una organización pacifista de origen judío; ahora, como socia fundadora del estudio de abogados Benatan-Lasky, defiende a palestinos en tribunales israelíes- me puso muy contento. Metí la doble página del diario en mi equipaje y me la llevé conmigo a través del Atlántico, con la idea de escribir sobre Gaby algún día. Siempre hay buenas razones para escribir sobre gente que,  aun en medio de una circunstancia violenta, consagra su vida a erigir fundamentos para una paz verdadera.

‘Sé que hay mucha gente que nos considera traidores', dice Muñoz que Gaby Lasky le dijo. En aquel momento del año 2000, en plena eclosión de violencia, las amenazas de muerte le llegaban a diario. A mí me dijo entonces: ‘No se puede defender lo indefendible'. La mayor parte de la gente tendería a pensar que lo verdaderamente indefendible es su posición, esto de saberse absoluta, combatida minoría en un contexto que privilegia las soluciones militares. Pero es obvio que Gaby Lasky, que aguantó los embates entonces, aguanta todavía. El reportaje de Muñoz cierra con una verdad inapelable: ‘He comprendido por mi trabajo que si hablaran todas las personas buenas que callan, se podrían cambiar muchas cosas'.

Aquella vez nos reunimos en las oficinas de Peace Now, en la Colonia Alemana de Jerusalén. Al finalizar salimos al sol y vimos pasar dos aviones israelíes de combate, rugiendo por encima de nuestras cabezas. Un par de minutos después oímos la primera bomba. Y después las otras.

Por fortuna la voz de Gaby Lasky suena todavía, para que no sean las bombas las únicas que hablen.

Leer más
profile avatar
4 de junio de 2008
Blogs de autor

La escafandra, la mariposa y el corazón

Qué bonita película es The Diving Bell and the Butterfly, de Julian Schnabel. Basada en el libro de memorias de Jean-Dominique Bauby, que a los 43 años sufrió un ataque cerebrovascular que le quitó a su cuerpo toda movilidad con la extraña, poética excepción de su párpado izquierdo, el film hace suyo el desafío que enfrentó Bauby: encontrar la manera de expresarse, y hasta de volar, a pesar de estar confinado en la cárcel de un organismo inerte.

Bauby era editor de la revista Elle en París. Separado de la madre de sus hijos -que son dos y no tres, como en la película-, estaba en pareja con una colega periodista cuando sufrió el ataque. Al salir de un coma de veinte días, los médicos le diagnosticaron una condición llamada síndrome locked-in, siendo locked-in el equivalente en inglés de la palabra encerrado. Así estaba Bauby en realidad: encerrado dentro de su cuerpo, puesto que podía pensar y ver y oír, pero no controlar ninguna parte de su cuerpo -salvo el dichoso párpado. Con la ayuda de terapeutas, aprendió un método que se convirtió en su único modo de expresión: estas mujeres recitaban delante suyo el alfabeto y Bauby parpadeaba cuando oía la letra que quería usar. Fue así que, en el curso de dos meses, alcanzó a ‘dictar' el texto del libro que en su idioma se llamaría La escafandra y la mariposa, aludiendo a la sensación de estar hundido en el mar y a la libertad que aun así le proporcionaban sus dos medios de escape: ‘La memoria y la imaginación'.

El film se ha tomado libertades con la historia que borran con el codo el mensaje que Schnabel pretende escribir con la mano. En la película la que cuida sistemáticamente de Bauby es su ex mujer, mientras que su novia resulta pintada como caprichosa y egoísta, negándose de hecho a visitarlo con la excusa de que no quiere ‘verlo en esa condición'. Todo indica que en verdad fue su novia, Florence, quien lo cuidó a diario. Pero fue la ex mujer quien se relacionó con el guionista Ronald Harwood y con Schnabel, logrando así, al menos en apariencia, una pequeña victoria post mórtem sobre la mujer que se quedó con el amor de Bauby. De hecho Elle no cubrió el estreno de la película, limitándose a una texto donde honraba a Bauby y a Florence como su compañera de todas las horas. Esas cosas tan tristes de la condición humana: ¿cómo se puede ser tan mezquino, en especial cuando se trata de una historia que pretende ensalzar un triunfo del espíritu?

Más allá de las zancadillas, el film es bello y transmite lo esencial de la aventura de Bauby. Encerrándose voluntariamente dentro de su mente -la mayor parte del relato está contada desde la perspectiva de ese ojo libre-, Schnabel narra en imágenes el tránsito del encierro a la trascendencia. En algún sentido la epopeya de Bauby es la misma a la que nos enfrentamos todos. Más allá de que el locked-in syndrome exagere las limitaciones de la condición humana, en esencia todos estamos encerrados dentro de nuestros cuerpos; y sufrimos y hacemos sufrir con nuestra torpeza para comunicarnos; y padecemos por culpa de nuestra impotencia para cambiar el mundo exterior con nuestros actos. Bauby tuvo que ser privado de (casi) todos sus poderes para ponerse en contacto con la parte más luminosa de su ser, y producir belleza -en este caso un libro- que seguirá transformando al mundo para bien, aun cuando él ya no esté entre nosotros. (Murió de una infección, diez días después de la edición de sus memorias.) Sumergido en lo más hondo, descubrió que su memoria y su imaginación eran todo lo que necesitaba para ser libre y vivir intensamente, incluso en el fondo de la caverna de su mente. Bauby mismo no lo dice en el film, pero de todos modos Schnabel muestra una tercera pata al triángulo de su descubrimiento: voló cuando recordaba y voló con la imaginación, pero ante todo voló porque nunca, en ningún momento, perdió el contacto con sus afectos.

Leer más
profile avatar
3 de junio de 2008
Blogs de autor

Aquel imperdonable Mundial 78

Soy un argentino atípico, dado que el fútbol me tiene sin cuidado. Cuando trato de racionalizar este desapego, recurro a nociones de mi infancia. Me digo que, dado que era miope y no podía jugar bien, la mía debe ser una reacción al estilo de la fábula La zorra y las uvas: desprecio lo que no puedo poseer. O bien que debe haberme quedado un rechazo instintivo, dada mi infausta suerte en dos oportunidades en las que jugaba a la pelota: cuando en Neuquén me corté el tobillo con un vidrio de Coca-Cola (hospital, varios puntos), y cuando en Córdoba -vacaciones accidentadas todas ellas- le pegué un chutazo a un panal de abejas, que salieron de inmediato en nube a vengarse (debo decir que con sumo éxito) de su agresor.

Pero cuando pienso de esa forma tiendo a olvidarme de la razón principal. Que recordé ayer domingo, leyendo el suplemento Radar del diario Página 12. Justo en esa fecha, un 1º de junio de treinta años atrás, se inició el Mundial de fútbol que la Argentina terminaría ganando, de local y de manera que nunca dejará de ser sospechosa.

Recuerdo el fervor -recuerdo ver partidos en mi casa rodeado de compañeros de la secundaria, tenía 16 y estaba terminando quinto año- y también recuerdo el festejo final en las calles. Yo salí a celebrar, como todos. Y nunca me lo voy a perdonar. No porque haya sido cómplice consciente de la dictadura: en esos tiempos yo no tenía la menor idea de nada de lo que estaba ocurriendo, no había presenciado actos de represión ni conocía a nadie que siquiera conociese a un desaparecido -o que en fin, confesase conocerlo. Lo que no me perdono es no haber sido fiel a mi intuición. Yo no sabía por qué, carecía de datos y de argumentos para justificar esta sensación, pero mi estómago -o si prefieren, mi alma- me decía que si había alguien a quien yo debía temer no era a los presuntos ‘subversivos', protagonistas de tanta propaganda oficial que los presentaba como la reencarnación del Hombre de la Bolsa, sino a los militares, policías y representantes -de uniforme o no- de cualquier otra fuerza de seguridad.

Luchaba yo en esos tiempos para no dejarme atenazar por el sentimiento que la dictadura trataba de inspirarme a toda hora: un miedo pánico, miedo de salir a la calle, miedo de opinar, miedo de hacer algo por los demás -miedo de pensar. Y embarcado en mi batalla personal y por ende solitaria, no advertí que iba a caer de narices en otro sentimiento, totalmente contrario al anterior pero igualmente manipulador: el alivio. Alivio de poder gritar sin que nadie te mirase raro, alivio por poder manifestar con otros sin parecer sospechoso, alivio por poder expresarme en la calle sin que nadie me haga desaparecer. Para ponerlo en términos del Indio Solari -no el del fútbol, el cantante de Los Redonditos de Ricota-, les dejé que secuestraran mi estado de ánimo. Y desde entonces no he logrado dejar de percibir el fútbol de esa manera. Como una de las formas favoritas que tiene el poder de secuestrar el ánimo de millones de personas: para que no griten lo que tienen que gritar sino consignas huecas, para que tapen con sus gritos de fervor los gritos de aquellos que claman por sus vidas -como en aquel odioso, imperdonable Mundial 78.

Leer más
profile avatar
2 de junio de 2008
Blogs de autor

Nashville no ha muerto

/upload/fotos/blogs_entradas/nashville_med.bmp¿Conocen Nashville? Yo nunca había visto el clásico de Robert Altman. Pero en estos días, cuando estoy adaptando para el cine la novela Las viudas de los jueves de Claudia Piñeyro, encontré la excusa perfecta: como ambos relatos son corales, en tanto lidian con gran cantidad de personajes...

Aunque estrenada en 1975, Nashville no ha envejecido nada. Como decía, es un relato coral que transcurre durante el festival de música country llamado Grand Ole Opry, en simultáneo con la campaña política de un candidato imaginario llamado Hal Philip Walker. Los discursos de Walker, propalados por altavoces durante todo el film, proponen una mirada crítica sobre los Estados Unidos. En la entrevista que acompaña a la película, Altman dice que le encargó el diseño de la campaña de Walker al actor y guionista Thomas Hal Philips -un nombre es la deformación del otro-, con la siguiente consigna: ‘Escribí la clase de discursos que querrías oír sinceramente de boca de un político'. Pero aunque su plataforma nos resulta atractiva, cuando vemos funcionar a uno de sus principales operadores (Triplette, protagonizado por Michael Murphy), comprendemos que Walker es tan sólo un político más: igualmente corrupto y corruptor que la mayoría de sus congéneres.

El vistazo que echa a las estrellas del country también es desolador. Las hay acomodaticias a la vez que reaccionarias (Haven Hamilton), mentalmente enajenadas (Barbara Jean) y egomaníacas hasta el solipsismo (Tom Frank). /upload/fotos/blogs_entradas/nashville_l_med.jpgLa gente que las rodea no es mucho mejor: ni el abogado de Hamilton, Delbert Reese, ni el marido y manager de Barbara Jean, ni los otros dos vértices del trío del que Tom Frank forma parte. Y ni hablar de aquellos que orbitan en torno de las estrellas, como Opal (Geraldine Chaplin), presunta periodista de la BBC en plena realización de un ‘documental', L. A. Joan (Shelley Duvall), que se olvida de su tía moribunda para corretear detrás de cada pantalón que se le cruza, o Sueleen Gay (Gwen Welles), una camarera que sueña con ser estrella aunque no puede cantar ni el arrorró y termina haciendo un strip-tease en una de las escenas más desoladoras de una película que es desoladora en términos generales.

Había escuchado muchas veces esta acusación dirigida a Altman: que filma como un misántropo, esto es sin sentir la menor compasión por sus propias criaturas. Nunca la había creido cierta, hasta que vi Nashville. No hay un solo personaje que no sea miserable, o en su defecto patético. No voy a negarle a Altman que nuestra especie deja mucho que desear, pero prefiero pensar que hasta el más desgraciado de nosotros tiene en algún momento de su vida algún momento de gracia, o un gesto de compasión hacia otro.

En fin: aunque amarga como la hiel, Nashville sigue siendo una gran película. Y el mundo, para qué negarlo, tampoco ha mejorado nada desde entonces. Alguien debería recrearla hoy, sólo que olvidándose de la música country para dedicarse a la industria del pop, bastión de los sonidos más conservadores -y de las estrellas más reaccionarias- del presente.

Leer más
profile avatar
30 de mayo de 2008
Blogs de autor

La fabulosa Michelle Pfeiffer

Me gustó ver a Michelle Pfeiffer en Desde el Actor's Studio, el programa de entrevistas que conduce James Lipton y emite aquí Films & Arts. Siempre tuve debilidad por esa mujer: bella y buena actriz como pocas -una alquimia tan difícil como inestable.

Después de una temporada en la que estuvo desaparecida, Pfeiffer retornó con películas como Stardust y Hairspray, donde brilla, entre otras cosas, porque a pesar de que ha madurado no arruinó su precioso rostro con estiramientos, botox o relleno quirúrgico; de hecho, en Stardust hasta se atreve a aumentar la cuenta de sus años hasta 5000, personificando a una malvada bruja dispuesta a hacer cualquier cosa -he aquí la broma- por recuperar su juventud.

El envarado Lipton repasó su carrera deteniéndose en algunos hitos obvios: la Elvira de Scarface, la inolvidable Susie Diamond de The Fabulous Baker Boys, la Gatúbela de Batman Returns. Para mí gusto se salteó algunas películas que encuentro memorables, como Into the Night -una comedia de John Landis en la que se volvía inevitable enamorarse de ella, aun cuando amarla supusiese una invitación al peligro- y la divina Ladyhawke, donde encarnaba a la mitad de una pareja de malditos. Hechizada por un obispo celoso que ansiaba separarla de su amante, Isabeau (Pfeiffer) era un halcón durante el día, y al caer el sol recuperaba su forma humana... en el preciso instante en que su amado Etienne (Rutger Hauer) dejaba de ser hombre para convertirse en lobo hasta el nuevo sol. ¿Quién no lo arriesgaría todo como lo hace Etienne, tan sólo por una oportunidad de verla nuevamente?

/upload/fotos/blogs_entradas/laedaddelainocencia1_med.jpgTampoco habló Lipton de La edad de la inocencia, que estrenó en Venecia hace algunos años. Yo estaba cubriendo el festival para Clarín, y apurándome para llegar a tiempo a la sala casi me la llevo por delante. No era precisamente la manera en que había fantaseado encontrármela, pero me habría proporcionado una broma a la que todavía seguiría sacándole jugo: podría haber dicho que Michelle Pfeiffer cayó a mis pies... aunque por todos los motivos equivocados.

Respondiendo a la pregunta de uno de los alumnos del Actor's Studio, Pfeiffer se refirió a una parte del proceso artístico que, al menos para mi gusto, suele ser soslayada. Se dice que uno se dedica al arte por vocación, por dinero, por ansia de fama. Sin negar nada de lo anterior, también es cierto -y muy importante- que el proceso de creación artística también nos da la posibilidad de curar ciertas heridas. ‘Puede contribuir a la sanación', dijo ella, y yo concuerdo. Esa es una de las bendiciones de nuestro trabajo: que nos otorga la posibilidad de entender lo que de otra manera no habríamos entendido, o de cicatrizar lo de que otro modo se habría infectado, mediante el proceso de prestarle el cuerpo a un Otro imaginario (como hacen lo actores) o de ponerse en espíritu en su piel -como además de los actores hacemos, o deberíamos hacer, los escritores y los directores.

Bella e inteligente, eso estaba claro. Pero además, sabia.

Leer más
profile avatar
29 de mayo de 2008
Blogs de autor

El otro Robin

Ayer Página 12 me dio una alegría, al dedicar su tapa de Cultura & Espectáculos a uno de mis ídolos de la infancia: el guionista Robin Wood, creador de historietas como Nippur de Lagash, Dennis Martin y Jackaroe, entre tantas otras. Durante muchos pero muchos años conservé unas páginas que por aquel entonces la revista Gente -qué se le va a hacer, mis padres la compraban- le dedicó a Wood. Seguro que esos recortes andan todavía por algún rincón de casa. Lo que recuerdo vívidamente es la foto en que un Wood sin canas practicaba tae kwon do: la clase de información que yo atesoraba desde muy niño, en la medida en que siempre admiré a los escritores de aventuras que no se contentaban con escribirlas. Y Wood, condenado a ello desde que le endilgaron ese nombre que parece seudónimo y no lo es, pertenecía sin dudas a aquella cofradía.

Paraguayo de nacimiento, irlandés por sangre y trotamundos por vocación, hizo de todo un poco -trabajar en obrajes, o de camionero- hasta que la argentina Editorial Columba, que publicaba las revistas D'Artagnan, El Tony y Fantasía, le permitió dedicarse al oficio de narrador. Lo cual no equivalía necesariamente a establecerse: durante cinco años viajó por el mundo con una mochila y una máquina de escribir portátil, confiando sus guiones al correo. Imagino que, tal como lo sugiere el autor de la nota, Facundo García, ese andar habrá tenido algo que ver con la creación de su personaje más célebre.

/upload/fotos/blogs_entradas/nippur_de_lagash_med.jpgNippur de Lagash era un guerrero que iba de aquí para allá desfaciendo entuertos, sin otra ambición que la de algo que comer, un odre de vino, un fuego oportuno y -cómo no- la ternura de una mujer. Le decían El Errante, pero estoy seguro de que su otro apodo, aquel de Incorruptible, le quedaba mejor. Dice Wood que lo imaginó a semejanza de Charlton Heston, el actor de Ben Hur, de El Cid, de 55 días en Pekín, de Sed de mal, de El planeta de los simios, que para tantos -yo incluido- era por aquel entonces sinónimo de aventura. ¡Si habré dibujado Nippurs en mil y una hojas! También me gustaba Dennis Martin, aquel agente secreto que era como Bond pero decontracté: pelilargo, afecto a los pantalones de botamanga ancha y a las pelirrojas, me contagió para siempre su debilidad por las rosas amarillas.

Wood pretende que ignora por qué Nippur sigue vigente. Yo tengo una explicación muy simple. En aquel momento, para todos los que éramos niños o jóvenes, Nippur era un héroe por su coraje y su destreza con la espada. Hoy en día es un Héroe -sí, con mayúscula- porque el apodo de Incorruptible le hacía justicia. Si algo nos consta en estos tiempos es que es más difícil ser honesto que blandir bien una espada.

Leer más
profile avatar
28 de mayo de 2008
Blogs de autor

Operación futuro

Fui a ver Cordero de Dios, debut en el largometraje de Lucía Cedrón. Supongo que hacer abstracción de la identidad de Lucía es un imposible: ella es la hija de Jorge Cedrón, el hombre que llevó al cine uno de los libros más -terriblemente- memorables de la cultura argentina, Operación masacre de Rodolfo Walsh, y que terminó asesinado en París en 1980, donde vivía como exiliado político, en circunstancias aún misteriosas. A nadie sorprende, pues, que la película de Lucía tenga que ver con la terrible experiencia de la dictadura. En Cordero de Dios, Mercedes Morán interpreta a Teresa, una mujer que vive en París desde que su marido, periodista y militante político, fue asesinado por un grupo de tareas en plena calle. Pero lo que sí sorprende, y gratamente, es que Cordero de Dios no se limite a ser un ajuste de cuentas con el pasado. La sabiduría de Lucía, con apenas 33 años que -imagino- a veces se sentirán como 80, subraya las sutiles, pero no por ello menos abrumadoras, maneras en que el pasado condiciona por completo la experiencia del presente. Lo que parece obsesionarla es el hoy, en tanto esclavo de un pasado que, mientras siga irresuelto, seguirá tiranizando a tirios y troyanos.

/upload/fotos/blogs_entradas/corderodedios1_med.jpg

La maquinaria de Cordero de Dios se pone en funcionamiento en el año 2002, en pleno auge de los secuestros extorsivos. El rapto de Arturo (Jorge Marrale, efectivo como siempre) determina el regreso de su hija Teresa (Morán), que vive en París desde hace décadas, habiendo armado lo que imagina una nueva vida. Mientras lidia con la angustia y busca dinero para el rescate, Teresa revive los hechos que condujeron a la muerte de su marido, al tiempo que vuelve a cuestionarse el rol de Arturo en esa tragedia: veterinario ligado por trabajo y afectos a los militares, Arturo bien puede haber entregado la vida de su yerno a cambio de salvar a Teresa.

Con mano firme y dominio de las elipsis, Lucía Cedrón describe las formas en que el tiempo practica su perversa circularidad. Sin dar mayores detalles, sugiere que Arturo ha sido secuestrado por una banda vinculada a la policía, que seguramente recluta a lo que un eufemismo muy usado aquí denomina ‘mano de obra desocupada'; esto es, ex militares y ex policías que han sido dados de baja por delitos de lesa humanidad y / o simple corrupción, pero que siguen vinculados a la trama mafiosa del poder. Y al tiempo que asimila al marido asesinado, Paco, con un corderito de juguete -la tradición judeocristiana tiene al cordero por bestia de sacrificio-, introduce la figura del otro padre puesto en situación de ser sacrificado, esto es Arturo. ‘Ojalá se muera', le dice Teresa a una amiga en uno de sus arrebatos de bronca. Teresa también coquetea con la idea del sacrificio: ¿acaso no merece la muerte su padre, en su condición de probable entregador de Paco? ¿No sería el suyo un sacrificio justo y necesario?

Teresa evita ser condenada al tiempo circular al negarse, finalmente, a entregar a Arturo. Quizás no pueda perdonarlo nunca, pero en cualquier caso no propiciará su sacrificio. Hay que tener un alma muy grande para llegar a una decisión semejante. Por fortuna Teresa, y a través de ella Lucía, han tenido muchas maestras -casi todas ellas mujeres, madres y abuelas- en la historia reciente de nuestro país.

Nos vienen bien las historias que invitan a nuestra sociedad, tan adicta a la negación, a enfrentarse con su enfermedad. Mientras sigamos dando la espalda a nuestras responsabilidades, la Operación futuro no será sino una quimera.

Leer más
profile avatar
27 de mayo de 2008
Blogs de autor

Heredarás el viento

Día raro, el de ayer. En Argentina se celebraba otro aniversario de la Revolución de Mayo, a exactos dos años de lo que será en el año 2010 la -agónica, pero merecida- fiesta del Bicentenario. Parte de la atención del país estaba en Rosario, donde los dirigentes del campo hicieron un acto envolviéndose en la bandera y hablando de patriotismo, cuando no buscan más que torcerle el brazo al Estado para no tener que ceder nada de sus ganancias extraordinarias. ¿Qué clase de patriota es aquel que, sin más argumento que el de su propio beneficio, presenta ultimátums de corte mafioso a un gobierno elegido de modo democrático?

/upload/fotos/blogs_entradas/el_actor_juan_diego_botto_la_presidenta_de_la_abuelas_de_plaza_de_mayo_estela_parnes_de_carlotto_y_el_abogado_carlos_slepoy_derecha_med.jpgEn medio de mi estado de ánimo un tanto nublado (con la edad que tengo, y todavía no termino de entender la pulsión de muerte que inflama a tantos sectores de nuestra sociedad; hay mucha gente que no soporta estar bien, y que sólo parece sentirse viva durante las crisis terminales), me encontré en Página 12 con una entrevista que Nora Veiras le hizo a Carlos Slepoy, un abogado argentino cuya dedicación a la causa de los derechos humanos en particular, y de la Justicia en general, le valió el mayor de los elogios de parte de Baltazar Garzón. Hablando de cuestiones puntuales, referidas en general a los juicios a los genocidas que aún están en trámite, empecé a leer en las palabras de Slepoy cosas que interpelaban nuestra realidad más allá del marco concreto de las injusticias perpetradas durante la dictadura. Reproduzco sus palabras de manera literal, a ver si a ustedes les pasa lo mismo que a mí:

"Cuando decimos que la dictadura tuvo que contar necesariamente con la complicidad o colaboración activa de los gerentes de las fábricas, de los rectores de las universidades y de los colegios secundarios para señalar a quienes iban a ser objeto del secuestro o de la muerte, estamos diciendo que hay muchos responsables que no están rindiendo cuentas de todo esto".

Agrego yo: y también tuvieron que contar con la complicidad o colaboración activa de algunos obispos y sacerdotes, de dirigentes políticos y de gerentes de la actividad agropecuaria, muchos de los cuales siguen hoy en día dando discursos como si representasen otra cosa que su interés personal, y su propia capacidad de supervivencia. Sigo -sigue Slepoy:

"Acá hay un consenso general de que la dictadura no fue más que el brazo ejecutor de una política criminal... Se llega a la conclusión de que toda la deuda externa contraida durante la dictadura es una deuda fraudulenta, que consistió en avales públicos para la estatización de la deuda privada, que todo ha sido fraudulento, que no se puede justificar por qué se tomaron determinados préstamos. Sin embargo no se puede juzgar a estos responsables, entre los cuales están muchos de los que formaron parte del equipo económico de Martínez de Hoz (el primer Ministro de Economía de la dictadura), aparte de Martínez de Hoz mismo, porque está prescripta la acción. Esto es una auténtica aberración, porque si responsable es Videla de crímenes contra la humanidad, cuánto más son responsables sus mandantes, quienes pergeñaron el plan criminal como modo de llevar adelante las políticas económicas y sociales. De lo que se trataría simplemente es de plantear que esa aparente cosa juzgada que ha tenido por objeto dejar en la impunidad a quienes son también responsables de estos crímenes podría ser revisada".

Y por último:

"A mí me parece muy bien que se lo juzgue a Ménem por (la causa del contrabando de) las armas, pero quién lo va a juzgar por haber destruido la industria nacional, las empresas públicas, por haber hecho una política que sumió a este país en una situación de exclusión social, de marginación. Creo que otra cuenta pendiente es juzgar los crímenes del menemismo como tales... El Pacto Internacional de Delitos Sociales, Políticos y Culturales habla de las riquezas naturales como un patrimonio inalienable de los pueblos y ese patrimonio fue liquidado por el menemismo". (Agrego: buena parte de esa ‘liquidación' sigue perpetrándose hoy día.)

Mi pregunta es la siguiente: si esta sociedad se hubiese hecho cargo de sus responsabilidades, y forzado a que estos gerentes, obispos, políticos, economistas, rectores y demás actores de los que hablamos fuesen juzgados por su desempeño, en pie de igualdad con los militares que oficiaron de brazo asesino, ¿sería nuestro país lo que hoy es? ¿Habría existido el acto del campo tal como ocurrió ayer, motorizado por esos mismos dirigentes?

Cuándo celebramos la Revolución que nos convirtió en un pueblo independiente, ¿qué estamos celebrando?

Leer más
profile avatar
26 de mayo de 2008
Blogs de autor

Mr. Jones, toma cuatro

Con la neurona y media que me queda funcionando -son las dos y media en la madrugada del viernes aquí en la Argentina, y he estado escribiendo desde muy temprano-, cumplo con lo prometido y doy parte del rato entrañable que pasé anoche en compañía del doctor Henry Walton Jones Jr., después de tanto tiempo sin saber de su vida. Es verdad que Indiana Jones and the Temple of the Crystal Skull es la película más floja de la saga, pero nadie me quitará lo bailado. Como ocurre en los reencuentros tanto tiempo postergados, las cosas ya no son lo que eran -el otro no es el mismo y tampoco lo es uno, como ya lo sabía Heráclito- pero basta la proximidad para encender el calor de los buenos recuerdos compartidos.

/upload/fotos/blogs_entradas/indiana_jones_41_med.jpgA uno lo alegra saber qué fue en todos estos años de un personaje al que uno considera parte de su familia espiritual. Y una buena secuencia de acción -que las hay en esta película, como en todas las previas- es algo que siempre se disfruta. (La fuga en moto por dentro de la universidad me resultó muy simpática.) Encuentro loable el intento de poner a Indy en sintonía con los tiempos que corresponden a su edad física (el mundo de 1957 ya no es el mismo que no preveía la existencia de Auschwitz), lo cual genera una escena perturbadora que nunca creí que presenciaría: Indiana Jones y un hongo nuclear, compartiendo el mismo cuadro. Pero la promisoria línea argumental que ponía a Indiana Jones en el bando de los políticamente sospechados -un amigo subraya el hecho de que el gobierno ve comunistas ‘hasta en la sopa'-, se diluye enseguida en la intrascendencia.

Dicho esto, mentiría si no admitiese que disfruté. Mi hijo-en-camino empezó a zapatear en el vientre de su madre con los aplausos que el público dedicó a los títulos del film, y siguió haciéndolo en sintonía con la música de John Williams. Cada vez que miraba los rostros de mi familia y de la de mi amiga Miriam, no veía otra cosa que luz, esa expresión azorada en la que se transparenta el niño que alguna vez fuimos. ¿Se le puede pedir algo mejor a una película que nos transporta a ese estado del alma?

Al comienzo del film Indiana reflexiona sobre la familia que perdió -incluyendo a su padre, Henry Jones Sr.-, pero sobre el final ha ganado otra. Somos muchos los que no podemos pensar en Indiana Jones sin recurrir a las reglas que definen una familia. Uno puede ser el hombre más objetivo del mundo y tener consciencia de los defectos de su gente, y aun así no renegar de ellos. Con Indiana ocurre lo mismo: a pesar de todo, se lo quiere igual.

Leer más
profile avatar
23 de mayo de 2008
Blogs de autor

La aventura continúa

Llegó, ¡al fin!, el día por el que tantos esperamos casi veinte años.

¿Qué era de mi vida hace dieciocho años, cuando se estrenó la -hasta hoy- última película de la saga, Indiana Jones and the Last Crusade? Una verdadera catástrofe: acababa de separarme, trataba de salvar una complicadísima relación nueva, mi carrera estaba en ruinas y mi madre padecía una enfermedad fatal. Pero creo que incluso en esas circunstancias aciagas, los inconfundibles acordes de la música de John Williams me devolvían las ganas de interpretar mi vida como una epopeya -una que podía ser ganada en la hora clave, por más que el camino nos deparase tantos peligros, golpes y caidas como los que suele sufrir durante sus peripecias el doctor Henry Walton Jones Jr. -Indy, para los amigos.

Me hice devoto de la saga desde su debut. Raiders of the Lost Ark fue para mí un clásico instantáneo del género, uno de mis favoritos: era la perfecta mezcla de Gunga Din con Terry y los piratas, protagonizada por el héroe perfecto. Que quede claro: un héroe sólo es ‘perfecto' -esto es, para la aventura que protagoniza- en tanto posea la justa proporción de fallas humanas. ¿Cuál sería la gracia de un héroe sabelotodo y todopoderoso? (Esta es una de las razones por las que Superman me inspira tan poco.) Pero Indiana Jones es deliciosamente falible: pagado de sí mismo, atolondrado y fóbico, sus triunfos se valoran precisamente porque le demandan elevarse por encima de sus muy comunes miserias.

Un cuarto de siglo después de aquel goce inicial, he llegado a un tramo de mi existencia en que puedo apropiarme de la inolvidable frase de Indiana en Raiders: yo también prefiero pensar mi vida en términos de millaje, antes que de edad. Esta noche me juntaré con mis hijas, con mi amiga Miriam y con sus propias hijas (Bruno, el hijo que está en camino, escuchará por primera vez la música de John Williams desde el vientre de su madre), para disfrutar en cofradía del esperado regreso de Indiana Jones.

Mañana les cuento si salimos enteros.

Leer más
profile avatar
22 de mayo de 2008
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.