Marcelo Figueras
Ayer Página 12 me dio una alegría, al dedicar su tapa de Cultura & Espectáculos a uno de mis ídolos de la infancia: el guionista Robin Wood, creador de historietas como Nippur de Lagash, Dennis Martin y Jackaroe, entre tantas otras. Durante muchos pero muchos años conservé unas páginas que por aquel entonces la revista Gente -qué se le va a hacer, mis padres la compraban- le dedicó a Wood. Seguro que esos recortes andan todavía por algún rincón de casa. Lo que recuerdo vívidamente es la foto en que un Wood sin canas practicaba tae kwon do: la clase de información que yo atesoraba desde muy niño, en la medida en que siempre admiré a los escritores de aventuras que no se contentaban con escribirlas. Y Wood, condenado a ello desde que le endilgaron ese nombre que parece seudónimo y no lo es, pertenecía sin dudas a aquella cofradía.
Paraguayo de nacimiento, irlandés por sangre y trotamundos por vocación, hizo de todo un poco -trabajar en obrajes, o de camionero- hasta que la argentina Editorial Columba, que publicaba las revistas D’Artagnan, El Tony y Fantasía, le permitió dedicarse al oficio de narrador. Lo cual no equivalía necesariamente a establecerse: durante cinco años viajó por el mundo con una mochila y una máquina de escribir portátil, confiando sus guiones al correo. Imagino que, tal como lo sugiere el autor de la nota, Facundo García, ese andar habrá tenido algo que ver con la creación de su personaje más célebre.
Nippur de Lagash era un guerrero que iba de aquí para allá desfaciendo entuertos, sin otra ambición que la de algo que comer, un odre de vino, un fuego oportuno y -cómo no- la ternura de una mujer. Le decían El Errante, pero estoy seguro de que su otro apodo, aquel de Incorruptible, le quedaba mejor. Dice Wood que lo imaginó a semejanza de Charlton Heston, el actor de Ben Hur, de El Cid, de 55 días en Pekín, de Sed de mal, de El planeta de los simios, que para tantos -yo incluido- era por aquel entonces sinónimo de aventura. ¡Si habré dibujado Nippurs en mil y una hojas! También me gustaba Dennis Martin, aquel agente secreto que era como Bond pero decontracté: pelilargo, afecto a los pantalones de botamanga ancha y a las pelirrojas, me contagió para siempre su debilidad por las rosas amarillas.
Wood pretende que ignora por qué Nippur sigue vigente. Yo tengo una explicación muy simple. En aquel momento, para todos los que éramos niños o jóvenes, Nippur era un héroe por su coraje y su destreza con la espada. Hoy en día es un Héroe -sí, con mayúscula- porque el apodo de Incorruptible le hacía justicia. Si algo nos consta en estos tiempos es que es más difícil ser honesto que blandir bien una espada.