Skip to main content
Escrito por

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Blogs de autor

Alicia en la Sao Paulo de las maravillas

Me está seduciendo Alice, la miniserie brasileña que produce HBO. Vi el primer episodio por pura curiosidad, respondiendo a la enorme campaña publicitaria que se sentía omnipresente en la TV y porque me llenó de intriga que HBO se jugase por una ficción latina que no estuviese contenida por un género o subgénero definido, a la manera de Mandrake, de Epitafios (vi tan sólo el comienzo, que no me gustó nada) y de Capadocia. El debut de Alice me pareció tibio: se limitaba a poner en marcha la historia de la protagonista homónima (Andréia Horta), una chica que viaja de la provinciana Palmas a la devoradora Sao Paulo para asistir al funeral de su padre, a quien no veía desde hace años y que acaba de suicidarse. Aunque la realización estaba muy bien, el guión me pareció flojo. Pero el encanto de Andréia Horta y la generosa producción me persuadieron de renovarle el crédito.

El segundo episodio ya estuvo mucho mejor. Alice permanece en Sao Paulo, enfrentándose a las tentaciones de la gran ciudad y empezando una relación con Regina Celia (Daniela Piepszyk), su media hermana de 12 años, hija de su padre y de su segunda mujer. Esta pequeña actriz es en verdad notable, y forma con Andréia Horta un dúo digno de ser atendido.

Ignoro si de aquí en más Alice es convertirá en una historia de iniciación tardía o si se limitará a ser un melodrama cool, una suerte de The O. C. a la brasileña, mejor filmado que la mayoría y con las osadías que permite la emisión por HBO. Pero a partir de lo visto, y de lo insinuado por el abanico de personajes que recién comienza a abrirse (la abuela, el hermano y el novio abandonado en Palmas; la tía de Sao Paulo que parece a punto de lanzarse a un romance lésbico; la contradictoria viuda de su padre; sus nuevos y alocados amigos), Alice promete ser la primera serie latinoamericana que sigo en mucho pero mucho tiempo. 

Leer más
profile avatar
30 de septiembre de 2008
Blogs de autor

El hombre que no quiso ser rey

La muerte aceptó al fin que Paul Newman le impusiese sus términos, arrancándole una última dignidad a la enfermedad más cruel. Murió en su casa de Westport, Connecticut, tal como había querido, en compañía de la que fue su mujer durante 50 años, la aún luminosa Joanne Woodward. (Cuando le preguntaban por la perdurabilidad de su matrimonio, Newman solía decir: ‘Tengo el mejor steak en casa. ¿Para qué salir a buscar hamburguesa?')

Aunque estaba convencido de que su apostura le jugaba en contra (alguna vez bromeó que su carrera acabaría el día que sus ojos se volviesen marrones), nunca sobreactuó a lo Brad Pitt ni eligió papeles destinados al impacto fácil. Simplemente confió en que la cámara percibiría la inteligencia que operaba por detrás de esos ojos azules. Y la cámara no le falló: en Hud, en The Hustler, en Cool Hand Luke, en Butch Cassidy and the Sundance Kid, en The Sting y en The Color of Money -donde volvió a interpretar al Fast Eddie Felson de The Hustler, veinticinco años después- se convirtió en la clase de hombre que uno soñaba ser, uno que vive intensamente sin llamar demasiado la atención sobre sí mismo. ‘El truco', dijo alguna vez, ‘es entrar y salir de este planeta con el menor alboroto posible'.

Conoció el peor de los dolores cuando perdió a su único hijo varón, Scott, en 1978. Se convirtió en el rostro de unas salsas famosas, cuyas ganancias donó por completo, después de deducidos los impuestos, a las obras de caridad. ‘No estoy aplicando al rol de santo', solía decir. ‘Tan sólo creo que en la vida hay que ser un poco como el granjero, que devuelve al suelo lo que tomó de su seno'.

La última vez que lo vi actuar fue en la miniserie de HBO Empire Falls, donde interpretaba a un viejo tan extravagante como querible. Desde entonces se me metió en la cabeza que uno de los personajes de mi nueva novela, llamada Aquarium, tenía su rostro; se ve que le estaba pidiendo prestada esa dignidad que parece haber sobrevivido a todos los dolores.

Y Newman, que como resulta evidente era un hombre generoso, no me dijo que no.

Leer más
profile avatar
29 de septiembre de 2008
Blogs de autor

El Reino del Revés

Me dijeron que en el Reino del Revés / nada el pájaro y vuela el pez.

Hay días en que uno se despierta con los pies sobre la almohada y tarda un instante en entender dónde está. En el mismo lugar de todas las noches, claro: pero la perspectiva es diferente...

Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies.

Hoy debe ser uno de esos días. Los canales de noticias no hablan de otra cosa que del plan de Bush, Paulson & Bernanke para salvar a las compañías que crearon el desastre financiero, empleando para el rescate (una cuestión urgente, dicen con gesto compungido) la plata de los contribuyentes que Obama pensaba destinar a planes de salud, educación y esas otras minucias. Los directivos de los bancos y las financieras están saltando en una pata: ¡acaban de meter doce goles en contra a su equipo y Bush los llama para integrar la selección de fútbol! A mí me suena tan absurdo como entregarle el Nobel de la Paz a Dick Cheney, pero en fin: seguramente soy yo el que está al revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés / cabe un oso en una nuez.

Un día descubrimos que W., el más acérrimo defensor del libre mercado, propugnaba la más profunda intervención estatal en las finanzas de su país y por lo tanto del mundo. Y nosotros que nos creíamos en nuestro derecho, cuando protestábamos por los gobiernos corruptos que no hacían más que estatizar la deuda privada... Nunca creí que viviría para ver con mis propios ojos la creación de lo que el economista Nouriel Roubini llama la Unión de Repúblicas Socialistas Americanas (URSA, vendría a ser), pero en fin: el que está al revés soy yo.

Me dijeron que en el Reino del Revés / hay un perro pekinés / que se cae para arriba y una vez / no pudo bajar después.

/upload/fotos/blogs_entradas/guido_alejandro_antonini_wilson_med.jpgTambién me asombra el juicio en Miami al gordo Antonini Wilson. El hombre fue detenido en Buenos Aires con una valija llena de dólares que pretendió haber llenado de libros, y ahora jura que no era suya: tan sólo le preguntaron si la podía llevar -pobre Antonini, se ve que no había viajado en avión desde el 11 de septiembre y nunca le hicieron ese interrogatorio sobre las valijas y quién las armó- y el gordo, de pura buena fe, aceptó hacer la gauchada... Lo llamativo es que el fiscal Mulvihill diga creer en el testimonio de Antonini, que hasta a plena luz es un empresario oscuro, como si se tratase de San Francisco de Asís, pero en fin: el que está al revés soy yo.

Me dijeron que en el Reino del Revés / un señor llamado Andrés / tiene 1530 chimpancés / que si miras no los ves.

Está claro que esta voltereta se viene gestando desde hace tiempo. No han pasado muchos meses desde que vi a los dirigentes de la Sociedad Rural, gente elitista y golpista por trayectoria histórica, siendo aclamados por miles de manifestantes que cantaban si este no es el pueblo / el pueblo dónde está. También vi empresarios millonarios cortando las rutas, en defensa de su derecho al lucro infinito (gesto revolucionario, si es que los hay), y fascistas probados criticando al gobierno por su falta de vocación democrática. Se ve que la gente evoluciona. ¡El que está al revés soy yo!

Me dijeron que en el Reino del Revés / una araña y un ciempiés / van montados al palacio del marqués / en caballos de ajedrez.

Y ahora Bush da un mensaje al pueblo reclamando su confianza -su dinero ya lo tiene- para salvar al sistema financiero al que benefició y aplaudió mientras se metía en el pozo donde hoy está. Y lo pide de forma que le permitan disponer de esa millonada como mejor le parezca, sin cuestionamientos y protegiéndose de demandas ulteriores. La última vez que solicitó esta confianza ciega lo que resultó fue el Patriot Act que convirtió a cada ciudadano americano en sujeto bajo vigilancia. ¿Alguna vez vieron algo más parecido al zorro reclamando su derecho a cuidar de las gallinas?

Cuando yo era chiquito me encantaba esa canción en la que María Elena Walsh nos invitaba: Vamos a ver cómo es / el Reino del Revés.

Hoy ya lo vi, María Elena. Ya lo vi...

Leer más
profile avatar
26 de septiembre de 2008
Blogs de autor

El paciente colombiano

Yo soy de los que desconfían de los que quieren vendernos dos productos por el precio de uno. Cuando eso ocurre, intuyo que el vendedor está tratando de encima un producto viejo que no pudo encajarle a nadie en su momento, con el propósito de despejar sus estanterías. Pero hoy jueves sé de un sitio en el que ofrecen dos productos inmejorables por el precio de uno, oferta de veinticuatro horas, tómelo-o-déjelo: en el marco del Hay Festival de Segovia, el colombiano Juan Gabriel Vásquez (un gran escritor en construcción) entrevista a Michael Ondaatje (un gran escritor ya construido). ¡Por qué no viviré en Segovia, Dios mío!

Los que frecuentan estas páginas saben que Ondaatje es uno de mis escritores favoritos. Lo que en todo caso no intuyen es que ese hecho no deja de ser extraño, dado que suelo preferir las historias sólidas y Ondaatje trabaja, más bien, sobre las tenues marcas que esas historias dejaron en el suelo al pasar como un huracán. Ganador del Booker Prize por The English Patient, nacido en Ceilán -hoy Sri Lanka- y canadiense por adopción, Ondaatje es un hombre de prosa exquisita que trabaja con el lenguaje no de modo descriptivo, sino evocativo: del mismo modo en que dos notas bastan para conjurar el sonido de un acorde, Ondaatje utiliza unas pocas palabras para sugerir un mundo entero. A veces creo que construye narrativas al estilo de un juego de mesa que aquí en la Argentina se llama Shenga. El Shenga ofrece a cada jugador un sinfín de bloquecitos de madera armados en forma de torre. Lo que el jugador hace es entresacar bloquecitos de aquí y de allá, apostando a que la torre no se derrumbará. Aquel que logra sacar más bloques dejando la torre en pie es el ganador indiscutido. Así funcionan las novelas de Ondaatje: se leen como prodigios de construcción, dado que sugieren la torre entera a pesar de ser poco más que un esqueleto... ¡y nadie en sus cabales puede explicar cómo demonios siguen flotando!

/upload/fotos/blogs_entradas/juan_gabriel_vsquez_med.jpgJuan Gabriel Vásquez es uno de los mejores escritores de hoy a la vez que padre de gemelas. (¿Cómo demonios logra que su mundo flote? Esto también merecería una explicación, o en el peor de los casos una exégesis.) Autor de Los amantes de Todos los Santos, Los informantes e Historia secreta de Costaguana, pasó brevemente por la Argentina la semana pasada como jurado de un premio y se ganó mi envidia eterna al contarme lo de su charla de hoy con Ondaatje. Yo me consolé rápidamente, mintiéndome parte del asunto al proporcionarle todas las figuritas sobre Ondaatje que vinieron a mi mente en ese instante. Le presté The Conversations, el libro en que Ondaatje reproduce sus charlas con Walter Murch, editor de El Padrino, Apocalypse Now y The English Patient. (La relación no es caprichosa. Ondaatje escribe de la manera en que construyen los editores de cine: con pedacitos que sugieren un todo que por apenas entrevisto se insinúa mágico, musicalmente -como los jazzmen más libres.) Y recordé a último momento que Ondaatje es amigo de Clyde Snow, el forense que entrenó en la Argentina a los miembros del EAAF que identifican los restos de los desaparecidos -y a quien convirtió en personaje de Anil's Ghost. Lo que me olvidé de decirle es que Ondaatje escribió un libro juvenil sobre Leonard Cohen, otro canadiense egregio a quien admiro. Seguramente Ondaatje preferirá olvidar ese opúsculo (yo escribí hace mucho un libro sobre Jim Morrison del que por suerte nadie se acuerda), pero cualquier cosa que tenga que decir sobre aquel otro constructor de poemas será digna del mejor oído.

Si viven en Segovia o están a distancia prudente, no se lo pierdan.

Leer más
profile avatar
25 de septiembre de 2008
Blogs de autor

Raskolnikov está vivo y habita en Buenos Aires

Cuando uno relee un libro décadas después de la lectura original, el libro parece haber cambiado, pero no: el que cambió es uno.

/upload/fotos/blogs_entradas/crimen_y_castigo_med.jpgAcabo de releer Crimen y castigo. Años atrás, cuanto todavía era adolescente, la novela de Dostoievski (publicada originalmente por entregas en una revista, a la manera de mi adorado Dickens; insisto, debemos recuperar para la literatura el poder de estos relatos fraccionados que hoy sólo usufructúa la TV) me impresionó como obra literaria: su ambición, su inspiración arrebatada, sus dimensiones. La historia de Raskolnikov, que asesinaba a una usurera vil creyendo probar una teoría filosófica y, de paso, librando al mundo de una pequeña peste, inflamó al romántico que había -y todavía hay- en mí. Por supuesto, no entendí del todo a Raskolnikov entonces y quizás no lo haya hecho tampoco ahora. Ese equilibrio inestable entre contradicciones que es el protagonista de Crimen y castigo no podrá nunca ser reducido a un cliché, y es por eso, entre otras razones, que perdura: aunque objetivamente existe sólo en la bidimensionalidad del papel, Raskolnikov tiene la tridimensionalidad de lo humano.

Pero aquel encuentro original me marcó ante todo como lector, preocupado por cuestiones formales, puramente literarias. Esta vez la conmoción fue más hondo. Sin dejar de producirme admiración, Crimen y castigo me impresionó ahora por la manera en que se relaciona con el mundo que le tocó en suerte -un mundo que, en esencia, no ha cambiado nada: entre la miseria de aquella San Petersburgo y la miseria actual en Sao Paulo, Nueva Delhi o Buenos Aires, las diferencias son circunstanciales.

Se espera de nosotros que analicemos la obra como si fuese un producto de laboratorio, concebido con guantes en un ambiente aséptico. A lo sumo se nos permite que hurguemos en el contexto histórico, en la biografía del autor o en los movimientos artísticos en los que se inscribe o con los que rompe. Pero a medida que pasan los años, yo tiendo cada vez más a leer las obras como piedra Rosetta de su tiempo, o mejor aún: de la condición humana. Las imagino como pequeños códigos, que llevan cifrados en su seno algunas verdades sobre esta existencia que deberían serme esenciales para vivir mejor, de modo más sabio y más pleno. /upload/fotos/blogs_entradas/the_adventures_of_augie_march_med.jpgPor eso no puedo considerar The Adventures of Augie March y Crimen y castigo tan sólo como ficciones, o como libros; en cualquier caso lo son del mismo modo que el Libro de Libros, la Biblia: textos sapienciales y hasta oraculares, sin los cuales mi vida transcurriría a los tumbos.

Durante aquella lectura inicial me impactó la cuestión de la culpa y de la redención. Esta vez la registré también, pero con un matiz importante. En aquel momento me tomé al pie de la letra lo de Raskolnikov intentando probarse una de las cuestiones filosóficas de la época, la que se preguntaba si además de hombres existen übermensch, seres superiores llamados a hacer cosas por las cuales no puede responsabilizárselos a la manera de un simple criminal: ¿o acaso no consideramos estadista a Napoleón, en lugar de definirlo como una criatura tan ambiciosa como salvaje? Escrita en un tiempo de fermento de las ideas anárquicas, Crimen y castigo se pregunta si es posible mejorar al mundo mediante la violencia. (Anoche vi Gandhi por TV. Pero incluso antenoche habría respondido a la pregunta de la misma, categórica manera: no.)

Pero esta vez reparé más en la condición social y en las trampas culturales donde cae Raskolnikov, ese estudiante universitario que abandona las cátedras por falta de dinero y, hundido en la pobreza más abyecta, rechaza la idea de que su hermana se case con un burgués para ayudar a salvarlo. En algún sentido, Raskolnikov se parece mucho a un típico joven de la ex clase media argentina en los arranques del siglo XXI: sobreeducado para las posibilidades laborales y de realización que la vida le presenta, se siente superior a la plebe -aún en la pobreza, observa la miseria de Marmeladov como si fuese un espectador, esto es: desde afuera- y por eso mismo se cree eximido de las generales de la ley. Está convencido de que la vida está en deuda con él, de que tiene más derechos que los demás y menos obligaciones. De ahí que rechace la idea de pagar por su crimen: ¿o acaso no le ha hecho un favor a la sociedad, librándola de la vieja usurera? ¿No es éste el dilema que desvela hoy a miles de personas de clase media en las más grandes ciudades del orbe: el temor a perder sus privilegios, a descubrir que ya nada los diferencia de la masa, que son uno más, tan comunes e indistinguibles entre sí como una hogaza de pan de la otra?

A pesar de haber sido escritos ayer, los grandes libros parecen haber sido escritos mañana.

Leer más
profile avatar
24 de septiembre de 2008
Blogs de autor

Mi pasado (televisivo) me condena

La semana pasada fui a un acto escolar en que mis sobrinos mellizos y sus compañeros de tercer grado homenajeaban a sus abuelos. Me sorprendió que el homenaje adoptase la forma de un popurrí televisivo, con los niños recreando viejos programas; y pensé entonces que, en efecto, la generación de sus abuelos era la primera que no había construido recuerdos comunes de la forma más tradicional -a partir de los hechos de su época, de los usos y costumbres sociales, de los titulares de la Historia- sino con la ayuda de esa invención tecnológica que se aplicó desde su nacimiento a fabricar recuerdos a escala masiva: la televisión.

Ahora, además de los recuerdos personales, todos nosotros tenemos recuerdos compartidos por el hecho de haber disfrutado de los mismos programas. Gente que no se cruzó nunca ni tuvo relación alguna produce una empatía instantánea apenas encuentra coincidencia en la visión de tal o cual show: de repente, somos casi como hermanos. ‘¿Te acordás de Sábados circulares de Mancera? ¿De El club del clan? ¿De Tato Bores?' Y eso porque todavía tenemos la experiencia de una época en la que primaba la producción nacional. Aquellos que ya contamos más de cuarenta cambiaremos sin duda de repertorio no bien cruzamos la frontera: en la Argentina, yo crecí disfrutando de cómicos como Balá y Marrone y Dringue Farías y los uruguayos de Hupumorpo, de telenovelas como Rolando Rivas, taxista y de programas infantiles como el del Capitán Piluso -ah, Alberto Olmedo... Imagino que cada uno de ustedes en sus países podría recitar su propia lista sin esforzarse demasiado. Pero en el futuro las listas se harán todavía más comunes, más compartidas. Siempre habrá un programa de éxito local, pero será la excepción. Las preguntas serán las mismas aunque seamos japoneses, turcos o chilenos: ‘¿Te acordás de Lost? ¿De E.R.? ¿De Los Soprano?'

Habrá quien sienta inquietud ante esta novedad, la de millones de personas desconocidas compartiendo los mismos recuerdos. ¿Supone esto homogeneización, una pérdida en materia de idiosincracias? Yo no lo creo necesariamente, pero después de todo soy de los que tiende a ver el vaso medio lleno. /upload/fotos/blogs_entradas/el_padrino_2_med.jpgEs cierto que la televisión es vehículo de entretenimientos vacuos (ese programa imbécil que alguna vez mencioné, con participantes que deben atravesar orificios en un muro de telgopor, es un formato japonés que ya tiene sus versiones en Europa y también en USA), puro escapismo, control social en formato electrónico. Pero también es cierto que la comunidad de intereses, de imaginación y de deseos que a la literatura le llevaba siglos construir (‘¿Leíste Moby Dick? ¿Y Crimen y castigo?') y que el cine acortó a tan sólo años (‘¿Viste El Padrino?'), se arma en tan sólo una temporada cuando la televisión hace algo bien, cosa que, seamos sinceros, ocurre cada vez más seguido. Quizás en un futuro no tan lejano, el hecho de haber vibrado con las mismas historias en la India, en Bolivia y en Sudáfrica nos ayude a entendernos mejor y a compartir ya no recuerdos y sueños sino también realidades: más justicia social, menos discriminaciones, igualdad entre los sexos (todos ellos) -en suma, un mundo mejor.

Leer más
profile avatar
23 de septiembre de 2008
Blogs de autor

Más Luthiers que nunca

Parafraseando al Rick Blaine de Casablanca: siempre tendremos a Les Luthiers. Pase lo que pase, aunque suene The Wall o suene Wall Street, a nosotros (we happy few, diría Henry V) nos quedará de por vida el recurso de recordar momentos de Mastropiero que nunca o de exponerse al ridículo imitando al tenor Tulián en Voglio entrare per la finestra, conscientes de que mientras cantemos las piezas de López Puccio, Maronna, Mundstock, Núñez Cortés y Rabinovich, jamás conoceremos la soledad.

A esta altura del partido, la cofradía luthierística es numerosísima y existe en todas partes. En Ecuador, el escritor Andrés Neuman y yo torturamos a nuestros amigos entonando un popurrí de la Cantata de Don Rodrigo Diaz de Carrera... y encontramos nuevas voces que nos hacían eco. El fin de semana fui a ver el nuevo espectáculo titulado Luthierapia con Juan Gabriel Vásquez (cuya Historia secreta de Costaguana, por fortuna, está editándose en la Argentina), y en el rincón del teatro para el que conseguí entradas -allá al fondo, junto a la pared del costado: menos mal que Juan Gabriel había llevado sus binoculares invisibles-, nos descubrimos rodeados de extranjeros que también disfrutaban de la velada a pesar de las complicaciones linguísticas: ¡gente que hablaba en inglés y le traducía a otra los chistes a medida que sonaban!

Luthierapia utiliza el hilo conductor de las sesiones que el psicoanalista ‘diplomado aunque sin ejercicio' de Mundstock dedica a un atribulado Rabinovich. Los números musicales y el humor ya suenan más que familiares, después de tantos años, pero de todos modos siempre se las ingenian -pocos verbos les resultan más adecuados- para poner en juego algunas fichas nuevas: en este caso, la reducción ad absurdum de la postura antiabortista de la Iglesia en El día del final (¿cómo impedir el nacimiento del Anticristo, sin apelar a algo parecido a ‘la píldora de los nueve meses después'?) y una ‘cumbia epistemológica' nacida de un error de Mastropiero -otro más y van...-, en la que un ritmo digno de Los Wawancó logra encajar versos inspirados por Wittgenstein y Erasmo de Rotterdam.

Los entrevisté tan sólo una vez, años atrás. La velada fue un placer, superado tan sólo por el descubrimiento de que eran tan brillantes y agradables en privado como arriba del escenario. Y encima Mundstock me acercó a mi casa en su auto...

Ojalá sean tan eternos como Mastropiero.

Leer más
profile avatar
22 de septiembre de 2008
Blogs de autor

La razón de la sinrazón (2)

En los últimos tiempos, cada vez que me embarco en un debate me asalta la sensación de que la conversación nunca va más allá de la racionalización de una serie interminable de prejuicios, sensaciones viscerales y cuestiones de piel. Como si alguna(s) de la(s) persona(s) con la(s) que converso ya hubiese(n) hecho su elección -antiperonista, racista, pro Estado vigilante, pro liberalismo económico- mucho antes de estar en condiciones de justificar verbalmente esas adhesiones. Es decir: sucumbiendo primero a lo estomacal -o sea lo pre-racional, la sinrazón más literal-, para después, mucho después, argumentar a favor de esa elección ya tomada.

Si no asumimos que la sinrazón es la verdadera explicación de tantas decisiones (aparentemente) racionales, nunca podremos aproximarnos siquiera a la comprensión de los mecanismos que operan en este mundo. /upload/fotos/blogs_entradas/sarah_palin_y_john_mccain_med.jpg¿Cómo entender, si no, que millones de ciudadanos de los Estados Unidos se tapen los ojos ante la magnitud de su crisis actual y consideren seriamente la posibilidad de votar a una candidata a la vicepresidencia (y eventual presidenta, dada la edad provecta y la endeble salud de John McCain) todavía más impresentable, más irresponsable, más peligrosa que George W. Bush? Esta realidad es tan racional como la actitud de aquel peatón que, después de haber sido atropellado por un auto en la calle, decide atravesar a pie una autopista.

A veces pienso que aquel que nos definió como esencialmente racionales nos hizo un flaco favor. Desde que el mote caló, vivimos haciendo de cuenta que la racionalidad rige nuestras vidas cuando a lo sumo, con mucha suerte, nuestros actos racionales son tan sólo la punta visible del iceberg de nuestras conductas.

Si dejásemos de pretender que discutimos argumentos racionales y cuestionásemos nuestros prejuicios e impulsos, seguramente superaríamos el estancamiento producido por tanto diálogo de sordos. ¿De dónde sale el rechazo visceral a las masas populares, a las clases menos privilegiadas? ¿Por qué tanta gente siente una inseguridad atroz, que deriva en recelo, en agresividad, en conductas y decisiones mezquinas? ¿A qué se le teme demasiado (¡irracionalmente!), y a qué se le teme demasiado poco? ¿Cuál es la fuente de los prejuicios raciales que (casi) todos tenemos? ¿A qué se debe esa tendencia a apoyar y seguir líderes de pies de barro, que traicionan hasta a sus seguidores a la primera de cambio? ¿Por qué existe tanta gente educada y de buen pasar que es tan lábil, tan superficial, tan poco pensante? ¿Qué clase de angustia puede ser tan atroz como para pretender diluirla entregándose al entretenimiento más banal?

Más que una razón, los poderosos y violentos de la Historia (los militares de la dictadura argentina, los nazis, los ricachones de los Estados Unidos y sus políticos falderos) tenían un interés. Las consecuencias de sus actos demuestran que la forma en que persiguieron esos intereses fue quizás racional en sus métodos, pero irracional en su inspiración.

Por el bien de la humanidad toda, deberíamos ser menos proclives a bailar la música de estos flautistas de Hamelin.

Leer más
profile avatar
19 de septiembre de 2008
Blogs de autor

La razón de la sinrazón

En el post de ayer atribuí, del modo más genérico, la muerte de algunos estudiantes de los '70 a la ‘sinrazón' de sus victimarios. Lo hice sin pensar profundamente, dejándome llevar por la clase de verdad que le concedemos a un pronunciamiento poético. De inmediato la amiga Valeria hizo oír su voz y objetó el término. Estimo, por sus propias correcciones ulteriores, que Valeria apuntaba al reconocimiento de la ‘razón' cierta que había detrás de proyectos políticos y sociales opuestos: el modelo autoritario de economía liberal que propugnaron los militares, el modelo de democracia popular con justicia social que alentaban las organizaciones de izquierda de entonces. Esos proyectos existían, y esta gente concreta los avalaba; en este sentido, nada más lejano de mi intención que sugerir que los chicos de la Noche de los Lápices y el estudiante de cine Mario Montaner eran inocentes que ‘no estaban en nada'. Hasta donde entiendo eran militantes políticos, con toda la pasión y la inexperiencia de sus cortos años.

Mi intención -pura intuición, hasta ahora- fue la de poner en primer plano la sinrazón que palpita debajo de la razón. Está claro que el plan ejecutado por los militares existía y que era, además, perfectamente racional, del mismo modo en que existió un plan hitlerista que respondía a una lógica que no era nada sino cartesiana. Pero por debajo de las cabezas pensantes (por debajo en todos los sentidos: en la estructura verticalista que ejecuta las políticas, y hasta en los cuerpos mismos de las cabezas que urdieron el esquema), lo que se me ocurrió llamar ‘sinrazón' -lo atávico, lo instintivo, lo compulsivo- jugó sin duda un rol fundamental en el devenir de los hechos.

Si pudiese medirse científicamente 1el compromiso de un hombre con una política o una causa, ¿qué porcentaje habría que atribuirle a una decisión objetiva, pensada hasta sus últimas consecuencias, y qué porcentaje a motivaciones que ni siquiera es capaz de hacer conscientes? Quiero decir: el sargento que participaba de un operativo de secuestro, ¿lo hacía porque estaba ciento por ciento convencido de la causa militar, o también porque deseaba conservar su trabajo? Sin el menor deseo de ponerme psicologista y proporcionar excusas a los responsables, estoy seguro de que la mayoría de los violentos de uniforme y de sus cómplices civiles hicieron lo que hicieron por ideología, sí, pero además por otras causas tan soterradas como poderosas: porque los hacía sentirse bien formar parte del bando de los vencedores, porque la práctica de la violencia convenía a su morbo, por fidelidad a su casta o a su clase, porque no encontraban mejor forma de enfrentar su miedo a lo desconocido (el ‘peligro rojo'), porque les convenía económicamente, por instinto de autopreservación... El plan de Hitler para llegar al poder era funcional y operativo en términos políticos, y al mismo tiempo era una articulación de los propios miedos y fobias de su autor; si funcionó como funcionó se debe a que supo pulsar, también, los miedos y fobias -me refiero a las pulsiones de lo irracional- de los millones que terminaron convirtiéndose en acólitos.

Mañana la termino.

Leer más
profile avatar
18 de septiembre de 2008
Blogs de autor

Luz de ausencia

/upload/fotos/blogs_entradas/noche_de_los_lpices_med.bmpAyer, cuando se cumplían treinta y dos años de la Noche de los Lápices -el operativo militar que secuestró, para torturar y finalmente matar, a  estudiantes secundarios que habían tenido la osadía de reclamar transportes más baratos para sus compañeros-, tuvo lugar un homenaje concurrente: el que el Instituto de Cine argentino (INCAA) y su escuela (ENERC) rindieron a aquellos estudiantes suyos que fueron detenidos y desaparecidos durante la dictadura.

En algunos tramos la ceremonia sonó a reparación histórica. Entregar diplomas de egresados a los hoy adultos Alcides Chiesa y Carlos Martínez, que no pudieron recogerlos en su momento ya que se vieron forzados a emigrar para preservar sus vidas, funcionó como un gesto de justicia poética. Yo creo, sin embargo, que el mejor homenaje fue uno inadvertido, que tuvo lugar justo antes y después de la ceremonia: el que rindió la pantalla vacía del salón de actos, ese rectángulo de blancura hiriente, al hablar en silencio de las imágenes que el estudiante desaparecido Mario Montaner nunca pudo filmar, de las películas que nunca llegaron a ser, de las obras magistrales que nunca conoceremos porque fueron abortadas en el vientre mismo por obra de la más pura sinrazón.

Leer más
profile avatar
17 de septiembre de 2008
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.