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Escrito por

Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

'Immanuel Kant' (1768), por Johann Gottlieb Becker.

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‘Quantus tremor’

 

‘Los últimos días de Immanuel Kant’ es un documento de alto valor literario que ahora reedita Firmamento

 

Que Immanuel Kant fue un gran hombre lo demuestra el hecho de que Antonio Machado le dedicara el siguiente cantar: “¡Tartarín en Koenigsberg!/ Con la mano en la mejilla/ todo lo llegó a saber”. Porque en aquella remota ciudad de apenas unos miles de habitantes de la recóndita Prusia oriental, un hombrecillo de escaso tamaño y algo cheposo, sin ayuda de nadie llegó a conocer los más foscos límites de la conciencia. Sus tres “Críticas de la razón” son, aún hoy, la meta final de la filosofía clásica. Luego ya vendría Hegel y a partir de él la desintegración moderna.

Pero incluso Kant, uno de los faros de la historia de la humanidad, era mortal. La muerte de los héroes ha solido propiciar la meditación y la reflexión trascendente, como puede comprobarse en Plutarco, pero el caso de Kant tiene una secuela curiosa. El célebre opiómano inglés Thomas de Quincey copió los apuntes del albacea de Kant, un tal Wasianski, quien había anotado minuciosamente el eclipse del ídolo, y lo tradujo en un documento de alto valor literario, Los últimos días de Immanuel Kant, que ahora reedita Firmamento. Es una narración que espeluzna y al mismo tiempo ayuda, como dije, a la reflexión y al juicio.

La terrible muerte de Kant tiene todos los componentes del horror: la decadencia del cuerpo, el estupor del espíritu, la putrefacción de la conciencia, el final inerme del hombrecillo convertido en un montón de trapos con sus amigos mirando el reloj por ver si se acababa de una vez. No había cumplido los 80 años. Todos los que ya vemos en el horizonte la dentadura amarilla de la Señora, lo hemos leído sin respirar. Los más jóvenes conocerán una vida ejemplar y una muerte modélica. Por fortuna, en toda la primera parte también aparece el Kant vivo, original y benéfico. El relato del opiómano es gran literatura.

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13 de octubre de 2021
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El confín

Los escritores y viajeros han ilustrado la variedad de España con auténtico arte, pero Gibraltar, a pesar de su peso histórico y simbólico, apenas ha suscitado literatura y es poco conocida

Si uno viaja por la meseta castellana suele llevar consigo a Machado, si es por Cantabria a Pereda, por Cataluña Josep Pla, en las provincias vascas Baroja y Unamuno, en el país valenciano Blasco Ibáñez, ¿y en Galicia?, Cunqueiro sin lugar a dudas. Eso sí, en todas partes, Azorín.

Goza España de una meticulosa imagen literaria palmo a palmo. Los escritores y viajeros han ilustrado la variedad del país con auténtico arte. No obstante, hay una zona rara que, a pesar de su peso histórico y simbólico, apenas ha suscitado literatura y es poco conocida. Ni siquiera ha interesado a sus propios habitantes, agobiados por los interminables acosos guerreros, políticos y administrativos que los han machacado. Y esa zona es el campo de Gibraltar.

La ausencia de relatos y documentos visuales ha sido remediada en buena medida por el investigador Juan Carlos Pardo en un monumental estudio sobre las imágenes del campo gibraltareño desde Grecia hasta 1800, publicado por la Diputación de Cádiz. Es fascinante ver la notoriedad que esa zona tuvo durante siglos y cómo la imagen totémica del Peñón ha hechizado a las naciones. No es de extrañar: hay en España dos finis terrae, uno en el norte y otro en el sur.

Que la tierra también acabara en Gibraltar no se ha valorado demasiado. Hubo de acudir Hércules en persona para separar los montes de Calpe y Abyla para crear un estrecho con sus célebres columnas. Es lugar, por tanto, condenado a la violencia y al prodigio. Ahora, por fin, un escritor ha entrado en el valor bélico y mítico de la zona. Arturo Pérez Reverte ha situado su última aventura de guerra y romance (El italiano, Alfaguara) en esa tierra. En la primera escena aparece Odiseo náufrago ante la fascinada Nausicaa. Odiseo es, en 1942, un militar italiano que cabalga torpedos y hunde barcos en el puerto aliado. Y Nausicaa…

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5 de octubre de 2021
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‘Tempus fugit’

Los modernos solemos vernos a nosotros mismos como arrastrados por un río gigantesco, salvaje y poderoso al que llamamos “la Historia”

Los modernos solemos vernos a nosotros mismos como arrastrados por un río gigantesco, salvaje y poderoso al que llamamos “la Historia”. Imaginamos un potente flujo de tamaño cósmico en el que flotan o se ahogan unos diminutos muñecos que a veces llevan sombreros emplumados y otras visten sayas. Lo más asombroso es que en ese río cambia el aspecto de los náufragos con cada meandro. Durante mil años la gente apenas se movió de sus casas y campos. De pronto, en un meandro que solemos llamar “renacimiento”, pueblos enteros empezaron a agitarse. Los españoles se expandieron por América, los turcos por Europa y Asia, los franceses por África, los ingleses por el mundo entero. Fue como si les hubiera atacado una inquietud, un agobio que sólo podía curarse descubriendo culturas, religiones, continentes, disímiles de los nuestros.

Estos cambios de época, el paso del cristianismo al Renacimiento, por ejemplo, son asombrosos porque comparados unos con otros constatamos que cambian los sombreros, los zapatos, el baile y los gobiernos, pero seguimos siendo idénticos: unos despojos flotantes que hoy se rapan, se pinchan un aro en la nariz y se tatúan, pero no creen parecerse en nada a los papúes guineanos.

Cada época trae su propio atuendo, aunque a veces es tan pesado que tememos ahogarnos. Así sucedió en los siglos XV y XVI, cuando Italia se convirtió en el terreno de la guerra continental. Allí se mataron cientos de miles de soldados alemanes, franceses, españoles e italianos en constantes batallas, traiciones y carnicerías en cuyo centro se alzaba la figura repulsiva de un Sumo Pontífice armado hasta los dientes. Pero el río también arrastró una erupción artística incomparable. Buen resumen, con algún melindre políticamente correcto, el de Catherine Fletcher en La Belleza y el Terror (Taurus).

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29 de septiembre de 2021

Hernán Cortés en la batalla de Otumba, pintura de autor desconocido, en el Museo del Ejército de Madrid.

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Un exceso

 

La primera censura a Gómara se debió a que no calla los desmanes de algunos colonizadores. Gran razón para leerlo. Otra es el estilo

Ante suceso tan colosal como el descubrimiento del continente americano puede uno tomar la humillada posición de los vencidos y culpar de todo mal a los llamados “conquistadores”, como hace López Obrador, juicio demolido con entereza por Ferlosio en su célebre “Esas Indias…”. O bien puede tomar la de los vencedores y convertirlo todo en una gesta o leyenda. Cabe también, como Lévi-Strauss, verlo como una acción civilizadora y alabar las sucesivas disposiciones de la corona de España (véase Les trois sources de la réflexion ethnologique). El asunto en cuestión es tan excesivo que lo mejor es hacerse la propia idea leyendo a los cronistas.

Hay entre ellos los del odio a España, como Las Casas; los testigos personales de la acción, como el supremo Bernal Díaz; o escritores lo más objetivos posible en una historia en la que resulta espinoso discernir la verdad, la exageración y la mentira. El más célebre de este último grupo fue Francisco López de Gómara, cuya Historia de las Indias acaba de publicar la siempre admirable Biblioteca Castro. Es un considerable volumen de casi mil páginas, con una útil introducción de Belinda Palacios y ayudado por tres grandes mapas sin los cuales es difícil orientarse en aquel mundo desaparecido.

La ambición de Gómara era tan excesiva como su crónica pues comienza con el primer viaje de Colón y termina en 1551. Dedica una mitad a la conquista de México y termina ante la tumba de Cortés de quien era adepto confeso y parcial. La gran crónica, que fue prohibida al año de publicarse, ha sido inaccesible durante muchas décadas. La primera censura se debió a que no calla los desmanes de algunos colonizadores, pero sin generalizar. Gran razón para leerlo. Otra es el estilo, sobrio, sencillo, elegante.

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21 de septiembre de 2021
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Los fundadores de Ciudadanos defienden que el partido sigue siendo “útil”

“Ciudadanos sigue siendo un partido necesario en la política catalana y española”, apuntan diez firmantes en un texto de apoyo a la formación

Los fundadores de Ciudadanos que firmaron el manifiesto embrionario de 2005 han publicado una carta en la que defienden que el partido sigue siendo “útil” para luchar contra los nacionalismos y populismos, y a pesar de que a lo largo de la historia de la formación haya habido “aciertos y errores”. Los diez firmantes del texto, entre los que figuran Albert Boadella, Arcadi Espada y Francesc de Carreras, han querido salir en defensa de las siglas, cuyo futuro hay quien ve hipotecado al resultado del 14-F, y han apuntado que “Ciudadanos sigue siendo un partido necesario en la política catalana y española”.

“Ahora, más de quince años después y ante unas importantes elecciones en Cataluña, Ciudadanos, con aciertos y errores en su trayectoria, sigue defendiendo los mismos valores de libertad e igualdad y es el partido que se ha opuesto con mayor firmeza, sin cesiones ni renuncias, a quienes pretenden poner fin a nuestro sistema constitucional”, han defendido. “Ciudadanos es una opción política útil para garantizar el cumplimiento de la Constitución en el ámbito de Cataluña y articular grandes pactos en España entre aquellos partidos que no se sitúan en los extremos, es decir, ni en el populismo social ni en el nacionalista”, han proseguido en una carta que llega un mes antes de las elecciones catalanas.

También rubrican la defensa del partido quince años después de su fundación Félix de Azúa, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, Sevi Rodríguez Mora y Ferran Toutain.

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14 de septiembre de 2021
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Decíamos ayer

Voy a ofrecer al Gobierno bicéfalo algunos consejos prácticos de empoderamiento resiliente, solidario, sostenible y paritario, como diría el hípster de Daniel Gascón

Saludo el curso escolar de mis atentos lectores (y también de los desatentos) desde esta frágil columna. Entrados en el otoño, voy a ayudar al Gobierno bicéfalo para que dure por lo menos unos meses más. De manera que le ofrezco algunos consejos prácticos de empoderamiento resiliente, solidario, sostenible y paritario, como diría el hípster de Daniel Gascón.

El primero es impedir que los personajes que encarnan la maldad en las películas, especialmente las del Oeste, se rían a carcajadas mostrando la bajeza de sus instintos y una dentadura lamentable. La orden de la dirección de ETA para que sus empleados sonrieran sin descanso cuando se los juzgaba, obedecía al mismo fraude. Un teatro seguido dócilmente por los políticos separatistas encarcelados e indultados. Signo de mala conciencia y alma de spaghetti western.

El segundo consejo es el de prohibir mediante norma bien fundada que se aplauda en el Parlamento. No hay nada más descorazonador para el pobre votante que ver las interminables ovaciones de los diputados de uno y otro bando, a veces en pie como en los toros, cada vez que termina de hablar alguien o incluso mientras está hablando. Este fervor tan fácil de confundir con la célebre expresión de “dar jabón” (u otras más soeces), trae la conclusión de que cuantas más majaderías diga el prohombre o la promujer, más se le ovaciona.

El último consejo de la semana trata de evitar que la envidia, sobre todo la ancestral envidia morisca y fenicia, castigue a las comunidades donde se vive sin rencores ni celos, como Madrid. No hay que multarlas con impuestos, pero puede suplirlos una nueva gabela de gran futuro: un gravamen a todos los varones blancos, heterosexuales y sanos. Que paguen o se reinicien. ¡Banda de colonos!

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7 de septiembre de 2021
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Hasta pronto

Una niña de nueve años les dice a sus perplejos padres que ella de mayor quiere ser salvaje, pero que los demás no le dejan ser todo lo salvaje que ya es

Una niña de nueve años les dice a sus perplejos padres que ella de mayor quiere ser salvaje, pero que los demás no le dejan ser todo lo salvaje que ya es. ¿Quiénes son los demás?, pregunta su madre. Pues la gente. Y nosotros, ¿también somos la gente? Hombre, pues claro, todos los padres son la gente. Y se pone a caminar por el hotel a cuatro patas apoyándose en los nudillos.

La cuestión había comenzado cuando, paseando por un sendero boscoso, la niña se empinó para coger una manzana que colgaba entre muchas de un pomeral, pero había aparecido un labrador como por encanto y le había afeado la conducta en un idioma apenas comprensible. Tras salir disparada, la niña preguntó a sus padres si en la naturaleza todo era de alguien. Sí, respondió el padre, ahora ya todo tiene dueño. Entonces, ¿esto no es la naturaleza? No, hija, ya casi no queda naturaleza. ¿Dónde queda? Pues un poco en las selvas del Amazonas, pero no te lo puedo asegurar. Caviló un poco y por la tarde es cuando dijo que ella era salvaje Y que sólo le interesaba lo salvaje.

Iba yo leyendo entonces El día que empezó la Guerra Civil, de Pilar Mera (Taurus), un buen resumen de los funestos días de julio del 36, y andaba horrorizado de nuevo por las salvajadas que cometieron izquierdas y derechas. El libro es bastante ecuánime, aunque no figura nunca ni el partido comunista ni la URSS, pero sí Alemania e Italia, lo que resulta un poco raro (p.195). Pero, en fin, lo que intimida son las barbaridades que cometieron ambos bandos.

¿Por las manzanas? ¿O por un salvajismo natural que aún nos posee en estado latente? No lo sé. Tendré que preguntárselo a la niña cuando sea un poco más mayor. Mientras tanto, que tengan ustedes unas considerables vacaciones. Nos volveremos a ver en septiembre.

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27 de julio de 2021
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Son así

Lo que más odian (y temen) los totalitarios es que la gente actúe libremente y decida por sí misma sin tutela

Me alegra la negativa del Gobierno a otorgar en público que Cuba sea una dictadura. Aclara las cosas. Los totalitarios sufren una verdadera tortura cada vez que se ven obligados a definir algo que no sea facha. Ellos mismos evitan llamarse “comunistas”, prefieren “antisistema” o “anticapitalistas”. Les avergüenza seguir amparando los regímenes comunistas, sus miserias, sus hambrunas, sus genocidios y, sobre todo, su dictadura brutal en beneficio de una casta (esta sí): el Partido.

De hecho, tampoco hablan del Partido, sino del Estado. Dicen que ese ente se sitúa por encima de las libertades individuales. Y lo dicen tanto si son los húngaros de Orbán como los cubanos de Castro. Y aún más singular, lo dicen también los separatistas vascos y catalanes, aunque no le llaman “Estado” (porque sólo poseen una pizca) sino Nación. En todos ellos hay un elemento común: no son demócratas. O, mejor dicho, lo serán, como el Vaticano, mientras no puedan imponer su Inquisición. Aceptan a redropelo las libertades democráticas, pero atentos a destruirlas para crear el Estado (comunista), la Nación (xenófoba), el Partido (fascista y comunista).

Es evidente que ellos creen que seguirían mandando en el Partido, la Nación o el Estado. Ellos, con su obsesión por dominar al prójimo, serían quienes ordenarían a la gente cómo debe comportarse, qué debe creer, cómo ha de vestir, qué lengua ha de hablar y cuáles han de ser sus costumbres sexuales (herencia del poder episcopal). Lo que más odian (y temen) los totalitarios es que la gente actúe libremente y decida por sí misma sin tutela. En la próxima rueda de prensa podrían preguntarles si creen que Castro (o Stalin o Maduro) son o no dictadores. Los verán retorcerse como lombrices en la sartén.

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20 de julio de 2021
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Soria pura

Todavía hoy la soledad del monasteruelo, a pesar de las restauraciones, muestra las cicatrices de la barbarie

Estas fueron tierras hostiles, páramos desolados, sin alma que en ellos pudiera vivir, frontera del Islam y por ello lugar de guerreros y creyentes. Luego, ya en el siglo XI, cuando el primer Fernando aseguró la zona, unos eremitas se acomodaron junto a un hilo de agua que por allá corría. Así comienza la historia del monasterio de San Baudelio, minúsculo cenobio que levantaron cristianos y mozárabes. Islámica es la palmera central de ocho brazos que cobija un ámbito apreciado por Rafael Moneo como el más emocionante de España. Islámica es también la mezquitilla que convive con el altar cristiano. Todo estaba vestido de preciosas pinturas.

El cenobio cayó en el abandono y acabó sirviendo de aprisco para ovejas, las tierras se abandonaron, la miseria atacó los fabulosos frescos, primeros del románico español, que unos vecinos vendieron en 1922 a un marchante. Están repartidos por Cincinnati, Nueva York, Boston Indianápolis, más una pequeña muestra en el Prado. Lo que ha quedado en la ermita son las llagas del hambre y la miseria. Todavía hoy la soledad del monasteruelo, a pesar de las restauraciones, muestra las cicatrices de la barbarie. Es como ver al famoso elefante que adornaba sus muros, tumbado en tierra por las heridas mortales de cazadores canallas. El azar ha dejado algunos restos en el Prado, entre los cuales, justamente, el elefante que carga en su lomo un castillo de tres torres pintado de oído por alguien que nunca había visto un elefante.

Es lo que sobrevive de San Baudelio, poema del olvido y la ferocidad en las tierras yermas, pardas, grises y magníficas de Berlanga, donde alguna vez hubo mozárabes y cristianos que convivían en paz cuidando el huerto y pintando. Grandeza y hermosura de la España vacía.

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13 de julio de 2021
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Cosas de julio

Estoy dedicando mis columnas a los libros; primero porque las bicicletas y los libros son para el verano, y segundo porque la política del Gobierno ha entrado en estado catatónico

Quizás haya usted advertido que las últimas columnas las voy dedicando a libros de muy diverso pelaje. Esto es así por dos razones, la primera y principal porque las bicicletas y los libros son para el verano. Muchos expertos coinciden en el aumento de lectores: el encierro produjo una sed de letra que no se ha apagado y al unirse a las vacaciones seguramente cuidará la alegría de los libreros. Buena falta les hace.

La segunda es que el filón habitual de los columnistas, o sea, la política del Gobierno, ha entrado en estado catatónico, a un paso de la momificación. Cuando ya ni siquiera tus socios, los que te aguantan en el gobierno, creen en ti y dicen en plenas Cortes que eres un embustero, la dignidad obliga a recluirse en un monasterio. Tengo para mí que Sánchez está esperando unas vacaciones monacales que hagan olvidar el bochorno de que ese improbable diputado catalán le saque los colores justo cuando acaba de soltar a sus jefes para que puedan ponerse morenos.

Así que sólo nos queda la parte sana de la sociedad, la que lee libros y desdeña la política oficial insoportablemente infantil y enferma, como decía Lenin. Se nota que los políticos de este país están entre las gentes que menos libros han leído en su vida. Por eso hoy les añado otra lectura de verano: Mexicana, de Manuel Arroyo (Acantilado), que él no pudo ver. Hace unos días la Casa de México en Madrid nos reunió a los amigos para recordarle, beber unas coronitas y oír mariachis. Lloramos todos, incluida la gentil directora, Ximena. Pero no hay nada triste en los libros de Arroyo, ni siquiera en el insuperable Pisando ceniza (Turner) que cuenta variadas muertes de gente amable. Gran lectura de verano que nos recuerda que volverá el invierno y tendrá tus ojos.

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6 de julio de 2021
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