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El confín

Por 5 de octubre de 2021 Sin comentarios

Félix de Azúa

Los escritores y viajeros han ilustrado la variedad de España con auténtico arte, pero Gibraltar, a pesar de su peso histórico y simbólico, apenas ha suscitado literatura y es poco conocida

Si uno viaja por la meseta castellana suele llevar consigo a Machado, si es por Cantabria a Pereda, por Cataluña Josep Pla, en las provincias vascas Baroja y Unamuno, en el país valenciano Blasco Ibáñez, ¿y en Galicia?, Cunqueiro sin lugar a dudas. Eso sí, en todas partes, Azorín.

Goza España de una meticulosa imagen literaria palmo a palmo. Los escritores y viajeros han ilustrado la variedad del país con auténtico arte. No obstante, hay una zona rara que, a pesar de su peso histórico y simbólico, apenas ha suscitado literatura y es poco conocida. Ni siquiera ha interesado a sus propios habitantes, agobiados por los interminables acosos guerreros, políticos y administrativos que los han machacado. Y esa zona es el campo de Gibraltar.

La ausencia de relatos y documentos visuales ha sido remediada en buena medida por el investigador Juan Carlos Pardo en un monumental estudio sobre las imágenes del campo gibraltareño desde Grecia hasta 1800, publicado por la Diputación de Cádiz. Es fascinante ver la notoriedad que esa zona tuvo durante siglos y cómo la imagen totémica del Peñón ha hechizado a las naciones. No es de extrañar: hay en España dos finis terrae, uno en el norte y otro en el sur.

Que la tierra también acabara en Gibraltar no se ha valorado demasiado. Hubo de acudir Hércules en persona para separar los montes de Calpe y Abyla para crear un estrecho con sus célebres columnas. Es lugar, por tanto, condenado a la violencia y al prodigio. Ahora, por fin, un escritor ha entrado en el valor bélico y mítico de la zona. Arturo Pérez Reverte ha situado su última aventura de guerra y romance (El italiano, Alfaguara) en esa tierra. En la primera escena aparece Odiseo náufrago ante la fascinada Nausicaa. Odiseo es, en 1942, un militar italiano que cabalga torpedos y hunde barcos en el puerto aliado. Y Nausicaa…

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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