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Escrito por

Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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Ampliación

En la inscripción de Andelos, que la arqueóloga Mezquíriz describe parafraseando al historiador Moret: «aunque clara a la vista, está muy escondida a la inteligencia», la palabra abuloraune significa 'vestíbulo de la puerta principal' y está en acusativo. El ibérico abuloraun deriva del sumerio abul «puerta principal, portal» y del comparativo sustantivado rabum «más espacio», «ampliación». De esta última palabra sumeria derivan el ibérico raun «espacio», «recinto», «vestíbulo» (en la inscripción de Andelos aparece el acusativo raune); el vasco gune «espacio», que es préstamo ibérico; el alemán Raum, «espacio»; y el inglés room «espacio».

 

Bilbiliarz significa «al estilo de Bilbili». Nótese el final arz, que es tío carnal del latín ars «arte». Tanto el arz ibérico, como el ars latino, remiten a Arazu, el dios artesano del panteón sumerio, cuya forma plena haran-zu significa «el que conoce el método».

 

Likine firmó más veces. En otra inscripción en Caminreal, puso Likine te ekiar, donde «te» es prima hermana de la conocida partícula pospositiva copulativa  y enfatizante griega «de», v. gr.: «ego de tauta epoiesa»: «yo, en efecto, hice tal cosa». Por lo demás, «ekiar» es «autor». Y el «ekien» de Andelos es «hizo». Aquí sinólogos y orientalistas saltarán, es un decir, como un solo hombre: válganme el yin y el yang (por cierto, en ibérico roncalés yin y yoan significan «venir» e «ir»), resulta que el ibérico presenta la misma raíz que el mongol ki, el japonés -gi, y el tungús -ki- -gi-, «hacer», y va a ser que todas las lenguas proceden del sumerio donde efectivamente gin es «hacer», y kig, «trabajo».

 

Likine, siendo originario de Bilbili (la forma terminada en -s es una adaptación grecolatina, la forma ibérica es Bilbili), o estando como mínimo artísticamente vinculado con la ciudad natal del poeta Marcial, nos recuerda inevitablemente al Liciniano a quien Marcial dedicó su gran poema bilbilitano: videbis altam Liciniane Bilbilim… La casa de la inscripción de Andelos estaba en uso en la primera mitad del siglo I. De manera que el Liciniano «laus Hispaniae» que triunfó en la abogacía y el foro romanos tuvo probablemente un pariente artista gracias a cuya firma se nos revelan particularidades del ibérico.

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22 de noviembre de 2017
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La lengua ibérica traducida

 

 

Leo en un artículo de El País sobre la exposición «El enigma del Vaso», en el Museo de Prehistoria de Valencia, la chocante noticia de que «la lengua íbera es intraducible» a pesar de sus «fórmulas escritas que se asocian con las expresiones encargar o mandar hacer». El asunto es portentoso, ¿cómo es que fórmulas escritas de una lengua intraducible se pueden asociar con expresiones traducidas de esa misma lengua que, por lo visto, se dejó traducir un poco, aunque enseguida volvió a su estado intraducible?

 

La lengua ibérica se tradujo por primera vez por Pío Beltrán en 1934. En concreto la inscripción 12 de Liria que dice «kutua teiztea» y Pío Beltrán interpretó como «llamada de guerra». La traducción fue rechazada por Caro Baroja y otros. Beltrán insistió, pero no se le hizo mayor caso. Sin embargo, se trataba de la primera traducción cabal del ibérico, y también la única en los últimos ochenta y tres años.

 

Este año se ha publicado la traducción del plomo de Alcoy en el libro No hallarás la vida que buscas. Gilgamesh y la épica antigua. El primer verbo conjugado que se ha podido identificar en ibérico es «dur», primera persona del singular del verbo «tener», que en el texto presenta la forma subjuntiva «duran», y significa «que yo tenga». Se trata del núcleo mismo de la fórmula de juramento y lo más llamativo es que presenta la misma flexión que conocemos en el difunto dialecto roncalés, con lo cual tenemos la primera referencia firme de la antigua extención de la lengua ibérica en la Península.

 

La segunda expresión que se ha podido traducir en el plomo de Alcoy es «zezdirga», que aparece a continuación del verbo anterior, y significa «ganancia en hermandad». Aquí lo llamativo es que se trata de una locución sumeria, que establece la filiación del ibérico, y da la clave para su interpretación. No es menos interesante el paralelismo del plomo de Alcoy con el juramento de los pretendientes de Helena en el ciclo troyano.

 

En el mismo volumen se traduce la inscripción de Andelos que se encuentra en el Museo de Navarra, y fue descubierta por María Ángeles Mezquiriz en 1992. Es una firma de autor en un pavimento decorado, el texto dice Likine abuloraune ekien  Bilbiliarz, y significa: «Likine hizo el vestíbulo de la puerta principal al estilo de Bilbili». Aquí se demuestra que el ibérico se ha deshecho del ergativo sumerio y ha creado el acusativo. Este proceso era conjeturado por los paleolingüistas en las lenguas semíticas más antiguas. Demuestra, de paso, que la gramática generativa chomskiana es una fantasía mandada recoger, porque las categorías gramaticales no radican en casillas preestablecidas en las mentes, sino que son clasificaciones convencionales. Las lenguas se aprenden como las canciones, a base de sonsonetes y frases hechas, no hay ningún órgano «gramatical».

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21 de noviembre de 2017
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Historia de la libertad de asociación

 

 

Los romanos tenían en el senado un sistema de votación en el que se agrupaban junto al senador cuyo parecer adoptaban. Era un voto por desplazamiento, que llamaban discessio «separación», y donde el efecto intimidatorio del rebaño mayor saltaba a la vista. Cicerón explica que muchas veces era una encerrona para imponer un senadoconsulto mediante un voto precipitado y sin discusión. Séneca cita la frase hecha con que los senadores acomodaticios decidían su desplazamiento: «esa parcialidad parece más numerosa». 

 

Con el voto secreto, que en teoría restaba eficacia a la exhibición amontonada, también se introdujeron refinadas comodidades a favor de ella, y hoy tenemos las encuestas que muestran una separación virtualmente consumada como si fuera la venidera, y para que lo sea. Por su parte, los políticos que peroran delante de su coro de adheridos que asienten y aplauden enternecidos de verse en pantalla, buscan el mismo efecto intimidatorio de la vieja ceremonia del voto por montonera, que sin duda es anterior a los romanos, y data de cuando la marabunta ribonucleica montó su primera asamblea.

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20 de noviembre de 2017
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El refrán favorito de mi abuela

 

 

Lo decía cuando quedaba, pongamos, una croqueta o una manzana asada: «akitu ta bake» que viene a ser «acabar y paz». Muchos años después, supe que «akitu» («acabar» o, más literalmente, «acabado») es sumerio. Es el nombre de la fiesta de fin de año, cuando todos los destinos, que eran anuales, se renovaban. En acadio suele aparecer en plural: «akitim». Y en exvotos ibéricos lo leemos en caso partitivo: «akitike», un deseo de mejor destino.

 

La segunda palabra del refrán vasco de mi abuela, «bake», significa «paz», y es el imperativo sustantivado del mismo verbo «akitu», o sea, «quede acabada». La paz tiene por tanto un significado profundo que remite a la guerra inmediatamente anterior, y a la que se alude con una redundancia imperiosa de la que se espera que refuerce el efecto inmovilizador. Paz es el estado eventual de la guerra, conjurada mediante ese imperativo votivo que ordena y desea que siga parada. Y la guerra detenida, cualquiera lo sabe, Heráclito mío, es una magnitud negativa, mera discontinuidad que lo condiciona todo, como si los actores hubieran quedado fijados en su pose última. Se trata de una sabiduría antiquísima. Hace más de cuatro mil años que se extinguió el sumerio y todas las lenguas que hablamos hoy proceden de él.

 

Me he acordado al leer esto de Ruiz Quintano: «Venimos de un pueblo guerrero: no llevamos ni tres generaciones sin llegar a las manos».

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16 de noviembre de 2017
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La Valdorba

 

 

En el siglo XVI había gente que hablaba vasco en la Valdorba,  un valle al este de Tafalla. Según la preceptiva vigente, es una prueba de la inveterada, pero como mínimo neolítica, antigüedad de la lengua vasca. Esos hablantes serían venerables seres puros cuyas entrepiernas habrían estado engendrando especímenes maravillosos que ejercitaban el ergativo durante las glaciaciones, cierto es que iban quedando menos a causa de la perfidia forastera en general y castellana en particular, pero ahí han quedado los pruebas de la vieja extensión de la lengua más antigua e inmaculada del mundo que, como ahora nos predica la superioridad, todo navarro debe aprender para cargar con su complejo fomentado, y para recuperar su vieja esencia milenaria y parcelaria.

 

En cambio, según la ciencia filológica, la Valdorba lleva un nombre que resume ejemplarmente su historia lingüística. Orba es un topónimo ibérico lobero cuya presencia es notable en toda la cuenca mediterránea desde el Peloponeso hasta la Península Ibérica. Unos ejemplos: en Navarra, Orbara, y en el Tirol, Corvara; en Asturias, los montes de (Eu)ropa, y en los Alpes, Oropa; aquí, al lado de Pamplona, Ororbia, en Soria, Borobia, y en la isla griega Eubea, Orobiai; en Toledo y Castellón, Oropesa, y en Beocia, Oropos (la ciudad saqueada por los atenienses que fueron condenados por el Senado a un multa de 500 talentos, y enviaron a Roma tres filósofos, el académico Carneades, el estoico Diógenes, y el peripatético Critolao, para negociar el levantamiento de la sanción). En Navarra, el topónimo emblemático Urbasa revela su ascendencia ibérica lobera si se compara con «urbarra», nombre del lobo en hitita, y con «urbar», el original nombre del lobo en sumerio del que descienden todos los demás. Los ejemplos son incontables, pero baste fijarse en algunos señeros como Gorbea, Ordesa, Cervera o Urbión, para hacerse una idea.

 

El sustrato ibérico data del tercer milenio a. C. La primera parte del topónimo Valdorba indica la romanización que se inició al final del primer milenio, o sea, que en la Valdorba se habló ibérico un par de milenios, y luego se romanizó. Lo mismo pasó en toda la Península Ibérica. 

 

Entretanto, los vascones eran un pueblo ibérico que no hablaba vasco por el mismo motivo que Séneca no hablaba italiano. El vasco no existía en el tiempo de los vascones, porque se formó aquí más tarde, a la vez, y en el mismo sitio que los diversos romances.

 

En 58 a. C. los aquitanos se aliaron con los iberos vascones, que ya estaban experimentados en la lucha contra los romanos desde los tiempos sertorianos, para resistirse a las legiones que se disponían a ocupar la Galia. Fueron derrotados y Julio César nos da noticia de que casi todos los aquitanos se rindieron y entregaron rehenes. Los que no lo hicieron se refugiaron en la Península Ibérica, en el territorio de sus aliados iberos, más en concreto en las cuencas bajas del Bidasoa y el Urumea, como muestra la frontera isoglósica oriental aún vigente digu / dauku, o zigun / zaukun, donde el primer ejemplo es de raigambre aquitana y el segundo de origen ibérico. En ese enclave se formó la lengua vasca a partir del aquitano, bajo la influencia del ibérico, que era la lengua del lugar, y del latín, que era la lengua imperial. Hoy el vasco tiene un 80 % largo de romance, y un porcentaje notable y apenas estudiado de préstamos ibéricos, el resto es de origen aquitano, que a su vez remite al sumerio, lo mismo que el ibérico.

 

 

En el tiempo que va desde los romanos a la Edad Media, el vasco se fue formando, como los demás romances, de modo que hablantes de vasco mezclados con hablantes de romance era algo corriente. Y su presencia en la Valdorba indica su maxíma extensión meridional, puesto que el vasco tiene un foco original en los refugiados aquitanos de la vertiente cantábrica y una expansión hacia el sur, este y oeste a lo largo del medioevo. Originalidad y expansión siempre mezcladas, siempre con otros que no hablaban vasco, que es lo que ignoran nuestros incontables filólogos de guardia. Que nunca hubo raza vasca, ni pureza de lengua, ni antigüedad fuera de serie, es algo que, aunque dé pereza, hay que repetir, y más a estas horas populacheras, y más donde tenemos a unos gobernantes que dan tanto la vara con la didáctica del racismo vergonzante.

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20 de octubre de 2017
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El río de Heráclito

Aquello de que no es posible bañarse dos veces en el mismo río por esto y lo otro es el dicho más famoso atribuido a Heráclito. Sin embargo, el pasaje no está en ningún sitio, y todo el mundo habla de oídas. Y como también Plutarco repite lo del río y el baño atribuyéndolo a Heráclito, he indagado un poco.
 
La cita original (DK 22 B 12) se debe a Cleantes, el filósofo  que dirigió la Stoa durante más de treinta años. Cleantes dice que Zenón, el fundador de los estoicos, coincide con Heráclito en la descripción del alma cuando la define como “exhalación sensible”, porque cuando Heráclito quiere mostrar que las almas exhaladas se convierten en conscientes, las compara con un río de este modo:
“Sobre aquellos que se meten en el mismo río pasan aguas siempre distintas y las almas se alzan exhaladas de lo húmedo”. 
 
Ya sabemos que Heráclito era llamado “el oscuro” y sus comparaciones no siempre se cogen a la primera, pero no habla de la imposibilidad de bañarse dos veces en un río. La segunda parte de la comparación se desecha en la versión de Gredos porque “no puede corresponder a Heráclito”. Y no puede, dice, porque “exhalar” y “exhalación” no aparecen en textos anteriores a Aristóteles. La tontería mejora cuando uno lee en Aristóteles De An. 405a 25: “Y también Heráclito dice que el principio es el alma, dado que es la exhalación en que consisten todas las cosas; y es la cosa más incorpórea y que siempre fluye”. O sea, no es que “exhalación” aparezca en efecto antes de Aristóteles, sino que el propio Aristóteles asegura que Heráclito dijo que el alma es una “exhalación”. En justa coherencia, la versión de Gredos que padece mi anaquel también ignora el pasaje donde Aristóteles nos informa de que, según Heráclito, el alma es la cosa más incorpórea y que siempre fluye.
 
La comparación entre el río que hace fluir sobre el bañista aguas siempre distintas y las exhalaciones de las almas ha sido en general malentendida o pasada por alto. El alma heraclítea es un principio vital y racional que está en el aire y que penetra en el hombre por inhalación. Las aguas siempre distintas que fluyen sobre el bañista son como las almas que constantemente se exhalan de lo húmedo y que los hombres inhalan. Eso les permite vivir y sentir, porque las almas son “exhalaciones sensibles”. Por eso se sienten incontables cosas siempre distintas, porque se vive tantas veces como se respira. También las almas que exhalan los hombres se convierten en conscientes y entran en el flujo de exhalaciones que se elevan en el aire que exigimos. Así que, semejantes al bañista sobre el que pasan aguas siempre distintas, están los hombres sumidos en el flujo de almas exhaladas.
 
¿Por qué se ha malentendido tradicionalmente la comparación de Heráclito? La culpa es de Platón, que la leyó por encima y quedó prendado de las aguas siempre distintas, como si nunca hubiera leído ese plural y jamás pensado que por un río pudiera pasar más de un agua. “Heráclito dice en algún sitio que todo se mueve y nada permanece, y comparando las cosas con la corriente de un río dice que no es posible bañarse dos veces en el mismo río.” En realidad Platón recuerda su impresionante deducción personal, no la comparación de Heráclito. Y todos los que repiten lo del imposible baño repetido siguen la corriente platónica de Cratilo 402a.
 
Se ve que Platón apenas leyó a Heráclito, pero lo identificaba con su  descubrimiento fascinante de los baños irrepetibles. Aristóteles, al menos, parece haberlo leído. Pero el que mejor lo leyó y entendió fue Cleantes, que no sólo informa que la doctrina estoica del alma viene de Heráclito, sino que cita el pasaje literal. Y, claro, Heráclito era un poeta.
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25 de febrero de 2016
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Con garbo

Una comparación usual en los poemas homéricos es la que equipara la belleza y prestancia juveniles con el vástago o renuevo de árbol. Ulises halaga a Nausicaa diciéndole que jamás vio un mortal como ella, salvo una vez, en Delos, donde contempló un joven brote de palma que se alzaba del suelo. Tetis dice haber parido al mejor de los héroes, que se alza entre todos como un joven árbol. 
 
Safo retoma el tópico y es como si lo pusiera a contraluz, ¿qué hago contigo? Dado el caso de un poema de bodas, ¿con qué comparar al novio sin darse contra el árbol? Y entonces se demuestra por qué Safo es tan buena. “Por encima de todo, con un sarmiento tardío te comparo” dice en el fragmento 115. No todos leen “tardío”, más bien creo que no lo hace nadie. Las lecturas “frondoso” o “esbelto”, a escoger, son las establecidas y las que se copian unos a otros los traductores. Sin embargo, está claro, ese sarmiento tardío es un brote de yema durmiente, uno que sale borde y no brota del pulgar que deja el podador, un chupón, que se alza por encima de los demás, que aún no cae por su peso, y se mece en el aire; de ahí que igualmente quepa la lectura “lento o perezoso” para ese “βραδίνῳ”. Safo es un caso extraordinario, no tenemos más que fragmentos y un solo poema entero, el 31 —que los entendidos consideran fragmento para variar—, y sin embargo, en ella está todo; vamos, como Proust, pero con garbo y acabando mucho antes.
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14 de febrero de 2016
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Una mercancía extraña

 
Difícilmente habrá en el mundo una mercancía más extraña que los libros. Editados por gente que no los entiende; comprados por gente que no los entiende; encuadernados, reseñados y leídos por gente que no los entiende;  y ahora incluso escritos por gente que no los entiende.
 
G. C. Lichtenberg
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25 de noviembre de 2015
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Cippus

El testimonio más evidente de la expansión tardía de la población y lengua vascas es el nombre de Guipúzcoa, que viene de cippus (límite, frontera, hito). El vasco omite o sonoriza la sorda inicial latina. El testimonio más antiguo  es  ‘Ipuzcoa’ (lo del [c]ippus) de 1025.
 
El  cippus indicaba el terreno despoblado que quedaba hacia occidente del saltus vasconum, un espacio poco interesante para los romanos, sin pan ni vino, y que los vascos no poblaron hasta la Edad Media, durante la cual dicho cippus se conoció como “frontera de malhechores”.
 
Tiempos aquellos. Seguro que echa usted de menos los arbitrios y peajes medievales para entrar en las ciudades, transitar por los caminos, o cruzar los puentes. Pues ánimo, ahora la diputación guipuzcoana estudia poner un peaje a la N-1 que entra en Guipúzcoa desde Navarra y viene desde Madrid, perdón, gratis. El sumo mandarinato sobre las carreteras guipuzcoanas y navarras está ejercido por fieles del mismo partido adorador de Jaungoikoa (“el señor de arriba”) y la ley vieja (neolítica o en su defecto medieval). La presidenta navarra manifiesta su esperanza (virtud teologal) en que el establecimiento del peaje guipuzcoano “no se haga de manera unilateral”. Aún nos quedan la fe y la caridad, y rezar al señor de arriba.
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20 de septiembre de 2015
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Sic transit

En 1901 se inauguró el magnífico órgano Roqués de la iglesia de Narbarte, una pequeña joya sinfónica con una sonoridad brillante y un colorido extraordinario. Joaquín Larregla, el pianista favorito de Sarasate y suegro del compositor Moreno Torroba, venía las tardes veraniegas paseando desde Santesteban, para tocar el órgano nuevo de Narbarte. Por entonces, Valle Inclán se alojaba en Reparacea, donde estudiaba carlismo y componía su Marquesa Rosalinda, la “farsa sentimental y grotesca” toda llena de versos, Arlequines, ecos de Goethe y cabrilleos de Nietzsche. Y el 16 de agosto de 1911, día del cumpleaños de Larregla, vino Valle con un mazo de cuartillas a oír la interpretación de Joaquín Larregla en el pequeño Roqués de la iglesia de Narbarte. Acompañaban al gran autor el organista de Narbarte Alejo Alzuri y otros artistas internacionales. Permitan que les lea un bosquejo del monólogo final, dijo Valle en una pausa, y ahora permitan la escena de la espada rota de Arlequín, y ahora el abate con su peripecia. Y Valle fue leyendo la Rosalinda entera despiezada en la iglesia de Narbarte, mientras Larregla alternaba a Chopin con la jota navarra, y ejecutaba sus velocísimos trinos que sonaban increíbles en el pequeño Roqués. A la salida, contó Miguel Taberna que los mozos del pueblo estaban jugando a largo y ellos temieron por sus cabezas, porque la puerta de la iglesia quedaba en medio del fuego cruzado, como cuando tomamos Veracruz, dicen que dijo Valle.
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14 de septiembre de 2015
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