Con garbo
Una comparación usual en los poemas homéricos es la que equipara la belleza y prestancia juveniles con el vástago o renuevo de árbol. Ulises halaga a Nausicaa diciéndole que jamás vio un mortal como ella, salvo una vez, en Delos, donde contempló un joven brote de palma que se alzaba del suelo. Tetis dice haber parido al mejor de los héroes, que se alza entre todos como un joven árbol.
Safo retoma el tópico y es como si lo pusiera a contraluz, ¿qué hago contigo? Dado el caso de un poema de bodas, ¿con qué comparar al novio sin darse contra el árbol? Y entonces se demuestra por qué Safo es tan buena. “Por encima de todo, con un sarmiento tardío te comparo” dice en el fragmento 115. No todos leen “tardío”, más bien creo que no lo hace nadie. Las lecturas “frondoso” o “esbelto”, a escoger, son las establecidas y las que se copian unos a otros los traductores. Sin embargo, está claro, ese sarmiento tardío es un brote de yema durmiente, uno que sale borde y no brota del pulgar que deja el podador, un chupón, que se alza por encima de los demás, que aún no cae por su peso, y se mece en el aire; de ahí que igualmente quepa la lectura “lento o perezoso” para ese “βραδίνῳ”. Safo es un caso extraordinario, no tenemos más que fragmentos y un solo poema entero, el 31 —que los entendidos consideran fragmento para variar—, y sin embargo, en ella está todo; vamos, como Proust, pero con garbo y acabando mucho antes.